Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
También descubrimos que habíamos sido adoradores. ¡La emoción que esto nos
producía! ¿No habíamos adorado indistintamente a personas, objetos, dinero y a
nosotros mismos? Y, por otra parte, y con mejor razón, ¿No habíamos contemplado con
adoración la puesta del sol, el mar o una flor?
¿Quién de entre nosotros no había amado a alguna persona o alguna cosa? ¿Cuánto
tenían que ver con la razón pura esos sentimientos, ese amor, esa adoración? Poco o
nada, como pudimos ver por fin. ¿No eran estas cosas los hilos que formaban el tejido de
nuestras vidas? ¿No determinaban estos sentimientos, después de todo, el curso de
nuestra existencia? Era imposible decir que no teníamos capacidad para la fe, para el
amor y la adoración. En una u otra forma habíamos estado viviendo por la fe, y casi por
nada más.