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Laureanita de la banda

El valle de Bombón, a orillas del Marañón se encuentra la extensa fecunda chacra que comprende
a la provincia de Bolívar, ahí obsequian las agradables frutas, todo el año, frutos codiciados por los
jalquinos bolivarianos, sanmarquinos y “shilicos” (¹). Ahí vivía Amadeo Paredes con sus cuatro
bellas hijas. Además de tener frutas sabrosas, ellas hicieron popular al valle. Al otro lado de
Bombón está el río “El Miriles”, tributario del caudaloso Marañón, que riega la extensa playa fértil,
repleta de árboles frutales. En el suelo se desperdiciaba las frutas maduras, originando el aroma
característico de valle; las naranjas, limas, limones, mangos, guayabas, anonas, plátanos, papayas y
ciruelas, que parecía que nadie las consumía. Laureanita dominaba el fructífero valle, una mujer
huraña que vivía en su humilde choza de pirca de piedra, techada con hojas secas de que las
plátano. Aparentaba ser joven y pobre, sin duda, más bonita hijas de Amadeo Paredes. Ella estaba
detrás de su choza, que colinda con el camino que conduce a Oxamarca, Guanico, La Pauca y otros
pueblos que comprenden a San Marcos y Celendín, en el departamento de Cajamarca escuchaba
Laureanita se escondía detrás de los cercos cada vez que trajinar gente, en otras ocasiones se
escondía en su choza y, a veces como paloma montañera se escabullía entre las plantas de frutales
hasta que pasen los viajeros a la banda. Sigilosa miraba cuand se embarcaban en la vetusta balsa;
unos con facilidad, otros co padecimiento y, a los infortunados contemplaba cuando el Marañć
furioso los devoraba. En ciertas ocasiones que se dejaba ver, recelos les hablaba, orientándoles
como cruzar el Marañón, los hombr quedaban embobados al ver inigualable belleza vestida de
harapo

Desde aquel día proyectó su nueva vida, con afán de hechizar a

Más hombres que llegan con ambición de los minerales y, a gozar de

La belleza de las hijas de Amadeo Paredes, así engrosar la legión de

Cautivos para sus placeres y visiones.

Del mismo modo, los familiares y amigos de los cautivos llegaban a

Diario a la playa de Bombón, con la empeñosa misión de rescatarles.

Denodado esfuerzo multitudinario con resultado negativo, pero los

Hombres estaban encantados desde que conocían a Laureanita. La

Bella mujer narraba vehemente los encantos de la playa de Bombón,

Que todo era con fingimiento siniestro:

- En la otra banda hay mujeres jóvenes y bonitas. ¡Las conocerán…!

- exclamaba animosa – Crucen el río en la balsa.

Los hombres se preguntaban: - ¿Por qué, ese hechizo inexplicable

Que cautiva a cientos de incautos de todos los pueblos de la región, que

No podemos regresar? – En efecto, ingenuos y cegados por la extraña


Belleza pasan a la banda, para enriquecer las fantasías de Laureanita

Y jamás retornaron a su pueblo.

Tal es así, que un hacendado no soportó la idea virtuosa de rescatar

A sus tres hijos, convirtiéndose en reo de su invivible conducta, de ser

Hombre remiso de ofrendar auxilio a su semejante, incluso se negaba a

Los suyos. El potentado era dueño de la hacienda de “La Pauca” y otras.

Anhelante a la liberación de sus hijos con sus respectivos séquitos,

Estos estaban encantados en la playa de Bombón. Éste acaudalado de

Origen español, tenía miles de reses, muchos esclavos; indios, negros y

Mestizos. Desesperado ofrecía pagar la suma exorbitante que parezca,

Con tal que dejaran regresar a sus hijos y a sus escuderos. El mayor

De sus hijos con un grupo de diez sirvientes, el menor con ocho y el

Más joven con algo igual.

Jóvenes de piel blanca, rubios y altos, siempre lucían barba rizada

Pelirroja. Estos quedaron timados de la deslumbrante y hechicera

Belleza y, pasaron encandilados a la playa de Bombón. Cierto,

Dimitieron estudiar en España ambicionaban afincarse en el valle de

Bombón.

El hacendado atardeció en la lomada, en definitiva, estaba arruinado

De pena, lleno de incertidumbre para que pueda ver a sus hijos, que

Tanto los necesita. Miró al vasto valle que lo dibuja el imponente río.

Esa majestuosidad del Marañón le inspiraba confianza y poder, que

Le sacaba de ese hondo pesar. Mientras su servidumbre diligente

Cubría el anda con una fina tela estampada de íconos incaicos, de

Vistosos colores, que, con alegoría albergaba al hacendado. Sin duda,

Demasiado lujo para un miserable. Todo afán de sus serviles era para

Tenerle exento de los zancudos y otros insectos del valle, a esa hora

Y regocijarse en la sombra de su anda y, goce el fresco viento que


Aminora el calor del infernal lugar. En tanto sus esclavos sufrían los

Bochornos que produce el intenso calor.

Escuch

Laureanita antes de vestirse el nuevo traje; aquella falda amplía

Que cubre la rodilla, con anchos plises, la blusa de dibujado busto

Con escote exagerado que exhibía sus voluptuosos senos. Deleitó un

Refrescante bañado en la amplia batea de piedra, llena de agua. Donde

Había estrujado cáscaras de choloque que abundó espuma aromática,

Durante su baño sacó la mugre de su cuerpo frotándose con un trozo

De coronta de maíz. Luego, enjuagó con abundante agua limpia. Pero

Antes, que no fue para menos, que a su cabello añada crema de pulpa

De palta, luego masajeó a su larga cabellera lacia de color oro, que sin

Tardar lavó con abundante agua cristalina del chorro de la quebrada

Del río “El Miriles”. Cuidadosa echó zumo de lima a su cabellera, el

Zumo escurrió en su espalda, que inundó fragancia incomparable.

Apurada se dirigió a su choza y se vistió el traje escogido. Ansiosa

Corrió para mirarse en el espejo del agua cristalina en la otra batea de

Piedra, junto a la puerta de su choza. La sorpresa no podía ser menos,

Quedó maravillada al ver su incontrastable belleza.

En tanto, el aturdido hacendado contagió su desconsuelo a sus

Esclavos, más aún a los que cargaban y ahuyentaban los bichos. El

Descorazonado hacendado atento ojeó a todos lados para ver algo

Esperanzador, mientras que

La veintena de serviles se alternaban

Silenciosos, al pudiente soportaban en hombros irrenunciables.

Gracias a su aguda mirada el hacendado sintió una explosión que


Avivó su corazón, al divisar una choza rodeada de árboles frutales en

La playa y, apurado ordenó:

-¡Ustedes dos, ociosos! A los sirvientes más jóvenes –

Sentidos en el vado, para pasar el Marañón en la mañana.

Los comisionados bajaron el estrecho camino rocoso, ya ollado de

Constante trajín, colmado de piedras rodadas por los caminantes, hasta

La choza de Laureanita. Este par se hallaron con ella. De esperase…

Sonriente les dijo:

- ¿Qué hacen aquí…?- con una voz suave, pausada y melodiosa

- “El amito taitito, quiere posada, hasta que podamos pasar a la

Banda” – dijo uno de los sirvientes.

- No tengo mucho espacio… no tengo con qué agradarle. ¡Mi

Pobreza es grande, pero mi voluntad es de ese tamaño! – señalando

Al cielo pidió: - ¡Pido disculpa! – ofreció con voluntad y posó airosa;

Manos a la cintura y exhibió su coquetería innata de mujer.

¡Así ya pue, lidiremus al patrun! – respondió el otro sirviente

A la mujer escucharon puestos la mirada al suelo, agarrado su

Vueludo sombrero, aprisionado a su lánguida barriga. Los esclavos

Estaban prohibidos de mirar al rostro de los amos y al extraño. Ellos

No sabían opinar de mujeres, fatigados regresaron, la vanidad de

Laureanita no les hizo gracia. Dieron el recado positivo y bajaron con

Cuidado para no derribar al hacendado.

Que conoc

TOC

Es y bonita

La idea
En tanto, Laureanita levantó las exiguas pertenencias que estaban

En el suelo, barrió con ramas de las matas cercanas a la choza y su

Morada quedó limpia y presentable.

- ¡Eeeeeh…! ¿Quién vive acá?

¡Yo, señor! Esta es su choza… Llegué… Apeen sus cargas,

Acomoden sus caballos y bajé señor. ¡No canse a esta pobre gente!...

-¡No mujer, estos son mis esclavos! -dijo sentado, como siempre

En su fastuosa anda, que motivó a Laureanita a mirar atenta a la

Escena conmovedora. El hacendado al mirar a la joven de pies a cabeza

Quedó hipnotizado. Sujetó su mentón con la mano derecha y con la

Otra agarró el fuste del armazón del anda, no era de adivinar, quedó

Maravillado al ver a la hermosa mujer, bien vestida, que derrochaba

Aroma a frutas del valle. Comprensible, el hacendado no dejaba de

Hablar entre sus dedos:

¡Entiendo! ¡Entiendo! ¡Qué caray! Eeeeeh. Tenían razón los

Mocosos de venir aquí. Eeeeeh. Allá en la banda debe haber mujeres

Más hermosas… ¡Estos muchachos no regresaron ni regresarán!

Laureanita se interpuso para ofrecer, porque ella asintió que estaba

Obsesionado en indagar más de lo previsto:

Señor, hay pasto para sus caballos – dijo esquivando el rostro

Al embobado hacendado y dejó a la vista la silueta al asombro

Pecaminoso. Que sin tardar él ordenó:

Bajen el anda… muchachos, saquen el fiambre y calienten la

Comida. Esta mujercita debe tener ollas grandes. Eeeeeh.

- No señor, sólo un viejo tiesto y varios vasos ceremoniales de oro,

Recuerdo de mi abuelita.
-

- Oye, tú, - prorrumpió y se dirigió a uno de sus sirvientes – en

El depósito más grande… calienta la comida y sirvan, hasta que los

Otros cholos lleven las bestias a la inverna. Eeeeeh.

- Perdonará señor… no tengo mates. Estos depósitos, de este lado

Son herencia de mis bisabuelitos ofreció la mujer las cerámicas

Utilitarias incaicas que estaban sobre el muro de piedra, junto al frío

Fogón. Ella se avergonzó porque nunca tuvo visitas de esa clase.

Oye mujer… ¿Cómo te llamas? Eeeeeh.

¡Laureanita señor!

Sonrojada.

Seco y tajante respondió, pero poco

Nombre español, Eeeeeh, ¿Cómo lo ven ustedes, muchachos?

Ustedes son jóvenes – preguntó con timbre de voz alzada, pero ellos

No escucharon palabra al patrón de tanto miedo.

- ¡Comerás ahora con nosotros! Ven… siéntate a mi lado, quiero

Que me respondas unas preguntas. ¿Puedes?... Eeeeeh. –

Ordenó

A pánico a sus esclavos. Al

Ambicioso hacendado no le interesaron las vasijas de oro, ni aquellos

Con rigor, frunciendo su ceño, que anegó en

Utilitarios valiosos, debido al encanto de mujer.

Atenta observó a dos esclavos que alistaban las lujosas y laboreadas

Cubiertas en el suelo, otro cubría con esmero a su patron con una fina

Tela para que no le picaran los zancudos. Quedó sorprendida de los


Agitados ademanes de sus sirvientes que protegían al hacendado. Un

Sirviente se aproximó a ella y le hizo señas de ojos, sugirió que aceptara

La propuesta de su patrón, ella sin comprender las repetitivas guiñadas,

Miró fijo al esclavo emisor y el hacendado insistió:

Mujer… siéntate a mi lado… voy a conversar contigo mientras

Calientan la comida estos indios.

¡Señor… sí escuché…! No me puedo sentar a su lado, no lo

Conozco. Además, mi abuelita, quien me crió, me aconsejó: “nunca

Te acerques a alguien que no conoces”, porque se convertirá en un

Problema mortal.

Muchachos… ¿Ustedes, no me conocen…? –

Iracundo y con gesto irónico

Preguntó en tono

Todos los esclavos respondieron en

Coro en tono temeroso, muy acompasados:

“¡Sí patruncito…si mi taita!”

Contestaron sin dejar sus labores y sin mirar al hacendado que

Estaba cargado de gestos obscenos y, de acostumbradas pretensiones

Indecorosas.

- ¡Sólo tú, no me conoces, mujer! …Soy dueño de las haciendas de

La Pauca, Baños del Inca, San marcos, Sorochuco, Sendamal, Calconga,

Cruzconga y otras… ¡Nadie se niega a mis pedidos ni se resiste a mis

Órdenes! Eeeeeh….

- Señor ¿qué es hacienda? – preguntó con ánimo de despistarle.

¿Tus padres murieron?

- respondió con otra pregunta, que


Su soberbia no le facultaba responder, en tanto ella prosiguió

Comentando:

Mi madre es este cerro y mi padre aquel otro, de la banda. –

Explicación absurda e ignorada por el hacendado – y mi abuelita es

Esta peña, con sus imposibles para cualquier mortal. …ella me crio.

Explicó atemorizada, sin quitar la mirada a los ademanes de los

Esclavos en incesante dedicación a su amo.

- ¡A mi lado te sientas! Eeeeeh colocó en el suelo una amplia

Y confortable almohada, sin dejar de mirarla de pies a cabeza.

Ensimismado de tanta belleza de mujer, que le atajaba la respiración,

A la distancia se podía distinguir que palpitaban sus venas con

Exageración, en su largo y rollizo pescuezo, limitándose a suspirar

Resignado. Hasta que regresaron los comisionados.

- “Ya está, patrun”. – informaron los encargados de las acémilas

Para esperar otras órdenes.

- ¡Bien! Eeeeeh… Oye, Laureana. ¿Cómo hago para pasar mañana

Temprano al otro lado?

- ¡Fácil señor! Sube a la balsa…- señaló donde estaba a frágil y

Envejecida embarcación – los pasaré a la otra banda. -¿Cómo sabes

Mujer?... Así es… Siéntate, ¡Cuéntame!... ¿Cómo es ahí? – invitó

Con cortesía y galantería que asombró a sus esclavos, miraron con

Extrañeza, porque en la Pauca y otras haciendas trataba con violencia

Y hacía lo que quería con las mujeres solteras y casadas.

- Viera usted señor, la gente que llega… quedan encantados, jamás

Regresan. Cuando hay mucha gente, Amadeo los envenena y luego los

Arroja al río, sin pena y, la turbia agua lo lleva flotando a parar donde

Será, pues… - comentó la mujer con más libertad, sin mirar al rostro
Del extraño huésped.

¡Cuéntame…! – Interesado del comentario, quería averiguar el

Destino de sus hijos - ¡Sigue mujer, sigue!...

Viera usted… los hombres pelean día y noche. Parecen leones

Con presa. Es raro que estén en silencio un día. En todo caso, el tal

Amadeo lo ha arrojado al Marañón. …Ya lo verá, usted.

El comentario acrecentó y atemorizó al potentado. El miraba

Su mano sobre la suave y húmeda cabellera con aroma a frutas del

Invariable al rostro de la admirable mujer. Intrépido, intentó poner

Valle. Instintiva, con desagrado y ligereza de sus finas manos quitó

Los toscos y nudosos dedos, esquiva y arisca reaccionó y, cuando él

Insistió sobre su hombro, consiguió paz distanciándose a pasos más

Allá, junto a la pirca.

Al oscurecer se escuchó la música en el otro lado. Acompasaban

Quenas, flautas y tambores, con una tonada jamás escuchada, que

Invitaba danzar. Sonido habitual para las fantasías de Laureanita,

Que ella les hizo oír y deleitaba a sus visitas.

- ¡Oirá usted! Es Amadeo….Ahí los hombres bailan y bailan toda

La noche, tiene cuatro hijas que bailan y bailan y los hombres observan

Enamorados alrededor de ellas.

- ¿Puedes bailar conmigo mujer? Aquí, tengo músicos. Eeeeh.

- No señor, nunca bailé. No sé bailar.

- ¡Podemos cantar mi taita…! – ofreció el esclavo adolescente.

Ella movió su cabeza con rapidez, rechazando la insinuación. Fue

Motivó para que cuente historias del lugar:

- Viera usted señor. ¡Estos lugares son encantados!


- ¡Hasta sus mujeres son encantadoras! Eeeeeh – piropo ignorado

Por la mujer.

- En la época de los Incas. Aquí, sacaban mucho oro en trastes de

Cuero de llama. Los obreros llevaban cargados a Cajamarca y al Cuzco,

Para el Inca y a sus dioses. Pero un día, hubo mucho odio entre los hijos

Del soberano. El sinvergüenza tenía hijos aquí, allá y… en todos lados.

¡Bueno…! En todo lugar que llegaba tenía hijos. Los hijos ya adultos

Luchaban para remplazarlo y adueñarse de la fortuna de ambos lados

Del Marañón. La mayor riqueza está aquí en “El Miriles”. La dueña es

Mi abuelita, está dormidita… Me dio en herencia todos estos cerros.

Una tarde oscureció a efecto de las nubes negras y llovió

El rio creció mucho que afectó las bocas de mina y llevó abundante

Por las alturas.

Oro a regalarle al Marañón. Aquí hay muchos retazos de ollas y vasijas

De la gente de aquella época que juntaban oro. – Laureanita contó

Esa y otras historias cargadas de misticismo, no menos aterradoras.

¡Eso dicen de mi hacienda…! Indios y vacas que mantener tengo.

Nada más. Eeeeeh. Quedó absorto unos minutos, la miró atento, a

Los ojos y le preguntó - ¿A qué debió tanto odio?

Contaba mi abuelita: Había mucha mujer fea, el Inca quería

Bonitas. Por eso las esclavizó para sacar oro de los socavones, que los

Indios cortaban con fuertes y filudos cinceles a golpe de comba. Las

Mujeres aparentaban ser feas, porque nunca se bañaban y así tenía

Asegurado sus trabajadoras. – miró a todos que estaban pasmados

Para afirmar que…- Mi padre es aquel cerro del frente, en aquel

Entonces, mi padre dio poder al inca para que administre el imperio.


Además, mi padre era consejero de los dioses del imperio. Pero mi

Padre se enojó por esa mala actitud del inca, que cometía contra de

Las mujeres. ¡Se enojó…! Luego conversó con mi madre… acordaron

Dar castigo ejemplar al soberano… y frenar esa inhumana ambición.

Señor, yo fui designada para ser la dama y dueña de los cerros, de

Izquierda a derecha y a lo largo del Marañón. Lamentable, nunca

Llegué a serlo, a causa que mi padre, que no llegó a un acuerdo con el

Inti taita, dueño del imperio… Él, muy perverso ordenó que yo muera

Y mi

I sangre sea ofrenda para desagraviar la injustificable ofensa a las

Mujeres, pero otros dioses no aceptaron la decisión del Inti Taita, a

Tanta insistencia lo convencieron que renuncie de su macabro deseo.

¡Sólo existo, señor…! Yo cuido todo el tesoro, que nadie lo lleve.

¡Es mentira mujer! Eres demasiado bonita y joven. ¡Ya eres mi

Reina! – exclamó muy alegre sin perderle de vista al rostro! ¡No tienes

Espejo…! Oye cholo, -ordenó a un esclavo- dale uno, oye tú. -se

Dirigió al más viejo-…de esos grandes, que se pueda ver hasta medio

Cuerpo. Eeeeeh.

- De esa familia desciendo, que nadie me cree, señor.

-¿Cuántos años tienes, muchacha?

Debo tener mil quinientos a dos mil años, señor.

¡Déjame reir mujer…! ¡Es imposible, mujer…! No sabes contar…..

¿Sabes leer y escribir mi reina?... -movió la cabeza en negativo – No

Te creo mujer… ¡No tienes más de dieciocho años, mujer….!

- “Cuido la playa, el cerro, el oro y su gente. El dia que me enamore

De un hombre, moriré y dejaré de cuidar el tesoro, es deseo y orden

Del Inti Taita. Entonces, si muero toda la gente del mundo se matará
Nación contra nación, pelearán continente contra continente para

Apoderarse de toda la fortuna. ¡No lo permitiré! ¡No, y no…! Es una

Promesa que hice a mis padres, a mi abuelita y al Inti Taita. Es primera

Vez que converso con alguien y, ahora lo hago con usted señor. No sé

Qué sucederá ahora, los conocí y los hospedé. – evidenció su profunda

Preocupación que no interesó a los visitantes, mejoró su ánimo

Alegre comento su logro:

Que

- Aprendo a hablar al oír a mucha gente que pasa. También

Escucho lo que conversan en el otro lado del río. – el hacendado quedó

Boquiabierto al enterarse que puede escuchar de tan larga distancia

- La vez pasada, intentó enamorarme un

Y, más, con el ruido del rio

Hombre de Oxamarca con sus versos y coplas de carnaval. Me gustó….

En recompensa de su galantería, ofrecí un regalo; a sus caballos lo

Convertí en oro, plata y otros metales, el hombre murió de pena, sin

Importarle el tesoro que le regalé.

¡Interesante!... Eeeeeh. ¡No creo que me embrujes ahora!

Mujer observó sonriente en afán de

Respondió con gesto jocoso, a

Seducirla - ¿Te atreverías en convertirme en oro, plata o… piedra,

Algo así?- retó sin importarle el riesgo.

¿Por qué usted quiere pasar a la otra banda? – Laureanita

Preguntó con seriedad y, miró al rostro del hacendado, que se

Entristeció, luego humedeció sus ojos y, con la voz entrecortada

Respondió:

Mis hijos y esclavos no regresaron.

Conversaron toda la noche. Los esclavos con el miedo de ser


Convertidos en piedra, oro, o quizás en un animal, no pudieron dormir.

Ella relató hechos extraños y fascinantes, los esclavos permanecieron

Alrededor de su amo, escucharon atentos tales leyendas. En ciertos

Momentos, atemorizados por las narraciones escalofriantes que les

Ponía la piel de gallina y, que parecian estar levitando. Todos querian

Gritar de pavor a viva voz. En el fondo, se lamentaban de haberse

Hospedado en la increíble anfitriona.

Durante los extensos relatos, los esclavos servían comida caliente,

Que empeñosos extraían de abultados fiambres, comian poco a poco,

Ella comía todo lo ofrecido, a veces con la boca llena relataba, aún

Sin dejarse entender. El hacendado atento escuchó y quedó en la

Incertidumbre. Ella afirmó pasarles en balsa al otro lado del río, con

La condición de que no sepa Amadeo Paredes, sus hijas y sus eternos

Huéspedes.

Al amanecer, los visitantes dormían plácidamente; entretanto

Laureanita trajo en su vueludo vestido las frutas frescas y apetitosas

Para los visitantes.

- Señor. Levántese, es hora de pasar al otro lado….

¡Temprano mujer! Eeeeeh. ¿Esas frutas son para mi? – dijo

Estirando la mano, entreabierto sus ojos todavía.

Al escuchar el ruido, los esclavos se levantaron ágiles, apresurados

Recogieron las cobijas, veloces armaron el anda a espera que trepe el

Acaudalado y lo trasladen a su destino.

- ¡Antes que llegue el sol debo pasarle al otro lado! – ordenó la

Mujer – No es necesario que vaya en hombros, señor. Es cerca….

El hacendado y sus esclavos se dirigieron al embarcadero guiados

Por Laureanita. El hacendado comía limas, una tras otra con

Glotonería. Laureanita, con ropa ingresó caminando al río hasta que

El agua tapó su cuello. Conocía el vado, se impulsó, demostró su


Destreza y dominó la corriente. Nadó con agilidad y fortaleza hasta

La roca, para soltar la soga que ataba en la peña. Ella ordenó subir a

Todos. Temerosos treparon y la balsa que se sumió y se cubrió hasta

Los tobillos. Sonriente miró a todos y les preguntó.

-¿Quién sabe remar? – ofreció el remo.

A esa oferta renunciaron muy temblorosos. Algunos sirvientes

Atemorizados se agarraban a dos manos con toda su fuerza en los

Maderos, otros, cerrando sus ojos se agarraban con firmeza de los

Hombros de su compañero. El mandamás, de pie, miraba la maestría y

Fortaleza de mujer en el remo, pasó con ligereza los doscientos metros

Hasta la otra orilla. Al desembarcar reiteró la recomendación:

Señor. ¡Ruego no contar de mí, ellos no saben que existo, de

Hacerlo les pasará alguna desgracia!

El hacendado moviendo su cabeza aceptó lo confiado y ordenó a sus

Esclavos que lo llevaran cargado hasta la casa de Amadeo Paredes. En

Tanto, ella retornó nadando, moviendo su mano derecha, en medio

Río se despidió y desapareció en el caudaloso rio.

La desesperada comisión llegó a la casa que estaba en deplorable

Deterioro al cuidado de un anciano inválido, sentado en un grueso

Madero junto a la puerta, tenía poca visión y algo de sordera. El

Hacendado se acercó para interrogarle en tono fuerte al oído:

El hacendado con el rostro.

- ¿Dónde vive Amadeo Paredes?

Desconcertado de lo que escuchó de la mujer, en la noche, la fina

Música de quena, flauta y tambores y escuchó decir al anciano

- ¡Ese, soy yo, muchachos! – miró malicioso y rio exagerado

Y dando unas palmadas esperó las interrogantes.

- ¿Qué pasó? Eeeeeh. ¡Esto es raro…!


¡Seguro… en la banda, la buenamoza de la Laureanita les jugó

La mala pasada!

- Viejo… ¿Hay más vivientes, aquí?

¡No señorcito! No… Sólo éste pobre viejo, que vive en la miseria,

No puedo trabajar en la chacra. Vivo de las bondades de la Laureanita

De la banda, además cada visita que tiene… algo de comer trae y me

Regala.

Se turbó el hacendado debido a las contrariedades de las versiones.

Cuénteme esa historia, viejito. ¡Es interesante! Eeech. Pero,

Mis hijos. ¿Dónde los encuentro?...- se sentó junto al anciano y

Preocupado preguntó, rodeado de sus esclavos que escuchaban

Atentos, sin mejorar en algo ese tapiz de semblante empalidecidos.

- Laureanita se muestra ser joven. La más bella y hermosa, que

Un hombre ha visto. Siempre se presenta como la mujer más pobre y

Humilde….El imponente cerro “El lavador” es su padre, el inmenso

Cerro de allá “Guanico” es su madre y nieta de aquella lomada, “El

Miriles Hombre que se queda ahí, en su casa… se encanta y muere al

Instante. Muchas veces los convierte en oro, o en plata, que le sirve para

Regalar a los hombres que se enamora, o les convierte en rocas. Desde

Aquella época hay tanta piedra grande en aquella banda. Entonces,

Hombre- que llega… de inmediato lo pasa a este lado para sus placeres.

¡Ella es así…! Me quitó cantando y cantando a mis cuatro hijas. Somos

De Cajamarquilla (2), ellas están encantadas en esta playa, al igual

Que cientos o miles de hombres que provienen de todos los sitios.

Llegan con ambición del oro que Laureanita esconde. Luego, desde

Que llegamos aquí, los hombres vienen atraídos por los inigualables

Encantos que les atribuyó a mis hijas. Ellas eran feas, pero muy feas.

Desde aquel momento los hombres llegan a diario con sus fiambres y,
De eso vivo. ¡Créame! Hay mucha gente encantada aquí. Ella, desde la

Otra banda observa y goza de esas fantasías. Los hombres que vienen

Cuentan que existen fiestas día y noche en este lado. En noche de luna

Llena algunos hombres llegan a contarme sus pesares y, aun, así están

Contentos. Cuando ya están ancianitos de cuatrocientos a quinientos

Años, Laureanita los arroja al Marañón. Es celosa, no quiere que otras

Mujeres estén aquí. A mis ruegos, no mató a mis hijitas, los mantiene

Para sus visiones, que lo divierte. Desde la banda hace cumplir sus

extraños deseos. Allá, los hombres que llegan en la tarde y duermen

en la orilla escuchan de todo y, nadie lo ve. En cambio, ella si ve y oye

todo. Laureanita, en luna llena se desparece... Es porque ha entrado

al cerro Miriles. Que en la mengua de luna sale con mucho oro para

halagar a tanto hombre. ¡Es asombroso señores!... No permite que

algún hombre lo enamore. Lo desaparece o lo convierte en roca, en

estatua de oro, que, a ella le sirva para sus placeres. Laureanita, desde

la banda lo controla todo... ¡Todo! Ojalá... algún día alguien desencante

a mis hijas. No puedo verlas muchos años. Me conformo con lo que

Laureanita me cuenta... yo le creo. Bajo de mi cama tengo mucho oro,

miró a los ojos del hacendado, que

que ella me obsequia, siempre.

ni una palabra le cree, que es su rostro dibujó muecas de duda - No

me cree!... Mírenlo, señores. De nada me sirve, oro no puedo comer,

no lo puedo vender y no podré llevarlo a mi tierra. ¿Cuándo regresaré

a mi querido Cajamarquilla?
¿Cuántos años tienes viejito? - preguntó el hacendado,

mirándole al arrugado rostro.

¡Bueno...! vine de cincuenta años. Aquí, tengo algo de cuarenta

años sin salir. Llegué con mis hijas por ambición a las frutas. Mi hija

la mayor tiene sesenta y cinco años, la menor sesenta y dos, la tercera

sesenta y la más joven cincuenta y ocho años. Laureanita quizás tien

dos mil años señor, o lago más. Es de la época antes del imperio de

los incas.

- Ella tiene nombre español, ¿cómo es, eso...? No entiendo. ¿Y

tanta gente, donde está, que no lo veo...? Eeeeeh....

- ¡Ah...! Están como encarcelados en la otra playa, abajo. ¡Quévan

a salir...! sí ahí hay oro a flor de tierra, como granitos de lenteja y de

maíz! ¡Sueñan llevar grandes depósitos llenos de oro! ¡Sé que no me

creen! Es imposible que esa gente se adueñe de un gramo porque es

territorio está circulado con imposibles naturales, mucha gente muro

en su intento y, no hay por donde escapen estos ambiciosos. Por es

ellos están ahí encantados. De todas maneras, la mujer dorada esti

conforme al regalarles abundantes barras de oro, sabiendo que tod

esa fortuna quedará intacta.

-Pero del nombre español…?

- Ella no tenía nombre, hasta que llegó una adolescente muy bella,

En busca de su padre y su hermano, se llamó Laureana. Se enamoró de

Ella y la tuvo en cautiverio en el socavón más grande que estaba lleno

De oro, hasta que murió la pobre muchacha, entonces ella adoptó ese

Nombre y le agrada que la llamen con cariño “Laureanita”

El anciano quedó con la espeluznante narrativa en sus inicios, al

Momento que el hacendado dispuso a sus esclavos a retornar. Nadie

Quiso ser el último en subir a la balsa


El hacendado sin mediar palabras dispuso a que subieran a la balsa.

Malhumorado ordenó al esclavo más fornido para dedicarse al remo

Y los demás se colocaron en forma ordenada en ambos lados, con sus

Manos remaron hasta llegar al otro lado del río, debido a su escasa

Pericia llegaron más debajo de lo previsto y, dejaron la balsa que lo

Llevara el rio. Regresaron apresurados hasta la choza.

Tres esclavos diligentes fueron a traer las acémilas, que la adversidad

Se evidenció al encontrarles convertidas en piedra, quedando en

Diferentes posturas; una comiendo pasto, otra relinchando y el

Otra dando manotazos. Con el miedo de haber visto, en qué fueron

Convertidas las cabalgaduras, los pobres llegaron sin habla y

Empalidecidos, que su amo con rigor preguntó a los comisionados,

Recobrando algo de su estado de ánimo, uno de ellos relató lo visto.

El hacendado espantado ordenó con rigor, con palabras llenas de ira,

A que cargasen el anda. En ese momento escucharon una voz en tono

Grave, fuerte y distorsionado:

-Todos caminan”. – varias veces en diferentes puntos en el aire.

El hacendado al oir a extraña voz se trastornó, que al instante se

Apeó apresurado a hacer lo que no estaba acostumbrado, caminar. Iba

Junto a sus esclavos a paso acelerado que ninguno quería ser último.

Sofocados de excesivo calor, la pronunciada pendiente exigía esfuerzo

En complicidad con el creciente calor de la mañana. Al llegar a la colina

Se dirigieron a descansar en la choza de una pareja de campesinos

Ancianos. El hacendado pidió posada para descansar el resto del día,

Preocupado comentó lo sucedido, que el anciano sonriente contestó

Al visitante:

- ¡Otro que bien ha caído! – apoyado en su bastón escuchó el


Comentario fascinante.

- ¡Que nos ha pasado…! Eeeeeh…. Vengo buscando a mis hijos

Que se perdieron, uno tras otro….sólo yo regreso.

Usted, no fue encantado por la bella mujer, por algo ha de ser.

¡Quienes llegaron a Bombón – señaló golpeando al suelo con su

Bastón lleno de ira- nunca regresaron! Sólo existen rastros de ida

Y no de vuelta. Ayer al mediodía vi pasar mucha gente y dije: éstos

Serán encantados.

¿Y qué debo hacer para regresar a mis hijos y esclavos? Eeeeeh.

¡Nada señor…! Intentar no es vano. Si usted puede ofrendar

Algo, es posible que Laureanita devuelva a sus hijos. – hizo muecas

Mucha gente intentó y no han

En negativo y comentó con lamento –

Logrado. Muy lamentable, ellos también fueron encantados y otros

Murieron en el acto. Nosotros no bajamos al Miriles o al Bombón,

Nosotros usamos el camino que va al valle de Jecumbuy, aunque

Es más lejos, ¡Pero no importa…! Señor, la leyenda de Laureanita

Nos contaban nuestros abuelitos, que a ellos también contaron sus

Abuelitos. ¡Admirable, que usted lo haya visto! ¡Ahora, si puedo morir

Contento, qué maravilla, que sea cierto y no un cuento o leyenda!

-¿Cómo debo hacerlo, señor? – colmado de ambición el hacendado

Ofrece- ¡Si es necesario entrego a todos estos indios!

Usted, debe inventar una canción y con devoción debe ofrendar

A la bella. Es posible que ella se haya enamorado de Usted. – dijo

Sonriente, ladino lleno de picardía – Si ella quiere le devolverá. Si no.

Nada, nada! Usted, corre riesgo de ser encantado o morir y quedar

Omo una inmensa piedra, en esa lomada, abajo.

Después de una prolongada conversación con los ancianos, se animó


Y alisto para bajar. Reo a sus costumbres, por vez primera pidió favor

A sus esclavos: que alguien cante. Entonces, el esclavo más joven,

Que infalible alegraba al día en la barraca y en las inflexibles tareas,

Porque inspirado andaba cantando y silbando en las campiñas de las

Haciendas, se ofreció y ensayó una canción que agradó al hacendado.

En aquel momento, solicitó de corazón que devolvieran a sus hijos y,

Bajó hasta la lomada donde se ve “El Miriles”, todos vigilantes de lo

Que suceda. Sin voitear la mirada, llegaron hasta donde se divisa el

Vasto valle. No pudo ser diferente, con gesto reflexivo el hacendado

Estaba colmado de ansiedad, junto al esclavo cantor que entonó:

“Laureanita de la banda.

Mis hijos serán buenos balseros.

Y, si tú quieres tempranito, te han de pasar…

Laureanita de la banda, con uno de ellos, si tú quieres te

Haré casar…

Laureanita de la banda, penoso no me has de dejar.

Devuélveme a mis hijitos.

Siempre de ti me he de acordar.

En la puerta de mi casa hay una planta de rocoto.

Donde me sentaré a cantar y ofrecerte

Chicha y tamales, para cantarte coplas de carnaval

Laureanita de la banda.

Con inspiración cantó el esclavo. Letra y tonada que armonizó

En lo profundo de su alma del hacendado, que derramó lágrimas de

Emoción. El potentado alzó sus brazos y, el viento hizo flamear sus

Anchas mangas, instando a repetir la canción. En ese momento se

Nubló y comenzó a lloviznar que les atemorizó, los sumisos esclavos

Protegían a su amo y al cantor.


Formaron un círculo para cantar y de pronto, la gente salía a paso

Lento desde las orillas de la playa de Bombón, vio asomar en el primer

Grupo de cautivos a sus dos hijos, en el siguiente grupo apareció el

Mayor. El hacendado cantó que con desbordante alegría todos los

Esclavos coreaban la corta canción en ofrenda a Laureanita, hasta que

Abrazó a sus tres hijos. Se sumó a cantar la multitud de hombres, que

Durante cientos de años estuvieron encantados y en sometimiento a

Las fantasías de Laureanita. Emocionados cantaron a viva voz, que el

Eco de las enormes peñas respondió.

Entonces, el hacendado abrazó a sus hijos y a los demás hombres.

Que para ellos los años no habían pasado, que imparable cantaban.

Al final del grupo de gente salía Amadeo Paredes con la ayuda de sus

Cuatro bellas hijas y un grueso grupo de longevos. El caudaloso río

Detuvo la corriente, dejando un camino para que los cautivos pasen,

Sin dificultad.

Sorprendente, el hacendado contaba emocionado en cada pueblo:

- ¡Conocí a la Laureanita de la banda…! ¡Liberé a mis hijos y a los

Demás, con la ayuda de mis cholos!

Su hijo el mayor, dijo:

- La belleza de la mujer puede parecer dentro de la pobreza. De

Eso no debemos enamorarnos, sino, admirarlo nomás. Que la gracia

De mujer bonita puede costar caro.

Cuentan: el Marañón es rico en oro y otros metales. Además, es

Encantador y se presenta de varias formas para hechizar a la gente.

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