Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
MEMORIAS DE UN COLEGIAL
*
* *
Gran curiosidad llevaba yo de conocer la Sabana de
Bogotá, famoso territorio que llena con su nombre
IMPRESIONES y RECUERDOS
*
* *
El Colegio de Pérez Hermanos gozaba de grande y
merecida reputación en toda la República. Dirigía
ese importante establecimiento el señor don Santiago
Pérez, hombre público notabilísimo, que desempeñó
posteriormente un brillante papel en la política del
país y ocupó el solio de la primera magistratúra de
Colombia. Muy joven descolló como poeta eximio, y
después fue reconocido unánimemente como uno de
los mejores escritores suramericanos.
En la época en que tuve la honra de ser alumno del
Colegio de Pérez Hermanos era don Santiago un hom-
bre de treinta años, poco más o menos; de estatura
IMPRESIONES y ltECUERDOS
II-~
:6 LUCIANO RIVERA y GARRIDO
*
* *
Todos los días de fiesta teníamos permiso para sao
lir .del colegio y permanecer fuera de él desde las
ocho de la mañana hasta las seis de la tarde.
IMPRESIONES y RECUERDOS
*
* *
Un domingo ocurrió un acontecimiento deplora-
ble que produjo en el colegio la más espantosa cons-
ternación. En la sección de pequeños o eachifas había
un niño apellidado Torrijos, oriundo del pueblo del
Chaparral, muchacho vivo e inquieto que siempre
andaba en dares y tomares con los profesores y los pa-
santes por sus incontables travesuras. No ob~ante,
Torrijos tenía buen cm'azón e inteligencia despejada.
Era mi vecino en el dormitorio, y con tal motivo pude
darme cuenta lo mismo de sus defectos que de sus
-cualidades.
El día a que me refiero, Torrijos salió a la calle
tomo todos los demás niños, y después de una corta
visita a su acudiente, se lanzó por esos mundos en bus-
ca de aventuras, pues, ya lo dije, era una criatura
esencialmente andariega y vivaracha. Al pasar por el
atrio de la Catedral encontró un condiscípulo de su
edad, a quien propuso en seguida que subieran a la
torre que mira hacia el norte, a lo que accedió el otro
sin vacilar, pues bien conocido es el espíritu sugestio-
nable y novelero que predomina en los niños, y ya se
sabe que las empresas más temerarias y peligrosas son
precisamente las que los atraen y seducen con mayor
fuerza.
La puertecilla de la torre estaba abierta, y el cam-
panero se encontraba ausente, por lo cual la oportu-
IMPRESIONES y RECUERDOS 45
*
* *
A la sazón ardía la guerra en todo el territorio de la
República, y a menudo ocurrían en el colegio ciertos
hechos relacionados con la situación política, que
exasperaban al director y lo hacían pensar de vez en
cuando en cerrar el establecimiento, como en efecto
tuvo que hacerlo algún tiempo después. Entre los
grandes era la política tema obligado de discusiones
ardientes, que en más de una ocasión degeneraron en
riñas a puñadas. Otros se abstenían de discutir, pero
formaban planes para evadirse del colegio con la mira
de acudir a los campamentos de uno u otro partido,
según sus simpatías o inclinaciones, y tomar servicio
como solflados.
No podré olvidar la impresión que produjo en el
colegio el descubrimiento de la escapada de un joven
Patiño, antioqueño, que era sumamente entusiasta por
la causa liberal. Tendría apenas veinte años, era her-
moso como Antinoo, y en su condición de montañés
disfrutaba de una salud y un vigor envidiables. A tan
recomendables dotes unía una inteligencia clara y ese
carácter franco y abierto, propio de los hijos de la
Helvecia colombiana ... Un pasante vio a la madru-
gada la escala de lazos que, suspendida a una de las
altas ventanas del edificio, había servido a Patiño
para evadirse; y de tan insólito suceso dio cuenta in-
mediatamente al director. ¡Ya puede presumirse cuál
LUCIANO RIVERA y GARRIDO
*
* *
Por ese tiempo se había establecido en la capital mi
tío Antonio con su familia, y en casa de esos parientes
pasé las vacaciones.
Transcurrieron algunos meses durante los cuales no
pude continuar mis estudios porque, con motivo de la
terrible situación de guerra que atravesaba la Repú-
blica, ninguno de los colegios privados de Bogotá pu-
do reanudar el curso de sus labores. El establecimien-
to de los seíiores Pérez Hermanos corrió la suerte de
los demás. La intranquilidad en que se vivía, el alto
precio de los artículos alimenticios y otras tantas cir-
cunstancias análogas, justificaban la suspensión de las
tareas en los institutos de enseíianza secundaria. En·
tonces se decidió que yo sería col-ocado como alumno
externo en el colegio que dirigían en la capital los
Padres Jesuitas; y en marzo del año siguiente fui ma-
triculado en la clase que regentaba uno de los indivi-
duos más estimables de la compaíiía, el reverendo pa-
dre N avarrete.
Hay que hacer a los buenos religiosos la justicia de
. .:'
LVCIANO RIVERA y GARRIDO