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Perú se encuentra entre la democracia y el

autoritarismo, según Índice de Democracia


2022
Desde el 2006, la Unidad de Inteligencia de la revista “The Economist” publica anualmente su Índice de Democracia. Este
clasifica los regímenes políticos de 167 países en cuatro categorías: democracia plena, democracia deficiente, régimen
híbrido y régimen autoritario.

De acuerdo al Índice de Democracia 2022 elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist, Perú perdió la
categoría de democracia imperfecta y ahora posee un sistema híbrido en el que conviven elementos democráticos junto con
rasgos de autoritarismo.

Para el año 2021, Perú obtuvo un índice de democracia de 6,9 (democracia imperfecta). Sin embargo, en el 2022, el país
consiguió 5,92 puntos, lo que lo sitúa dentro de la categoría de régimen híbrido. El cambio en el puntaje se debe al fallido
intento de golpe de Estado del expresidente Pedro Castillo, así como lo que se desencadenó a raíz de ello: la asunción de
Dina Boluarte y las numerosas protestas.

La revista The Economist en su último informe hace referencia a la calidad democrática mundial durante el año 2022 y nos
previene sobre su deterioro en los países de América Latina; considera al Perú como un régimen híbrido, el cual tiene
características autocráticas y democráticas, es decir, de haber sido una democracia defectuosa, ahora estamos camino a una
dictadura.

En la lista global de democracia, vemos los puestos de algunos países latinoamericanos: Uruguay (11) y Costa Rica (17) se
consideran democracias completas; Argentina (50) y Colombia (53) son democracias defectuosas; Perú (75) y El Salvador
(93) pertenecen a regímenes híbridos; Cuba (139) y Venezuela (147) son regímenes autoritarios. El Salvador ocupó el
puesto 79 en el 2021 al caer 14 puestos para el 2022.

Una frase común es: “El fin justifica los medios”, la cual nos da a entender que las personas están dispuestas a aceptar
determinados actos con la finalidad de conseguir un “objetivo mayor”; en política esto tiene relevancia al ser violencia
política, discriminación racial, delincuencia común, disminución de la pobreza, corrupción, entre otros, los que son
utilizados para justificar acciones injustificables en una democracia.

El Salvador ejemplifica lo expuesto al caer en la lista por tercer año consecutivo: en el año 2019, Nayib Bukele es elegido
presidente para conseguir el “objetivo mayor”, combatir a las pandillas y la corrupción. El Perú también paso por esto: en
1992 se dio el golpe de Estado de Fujimori para hacer frente a la inflación y el terrorismo; ahora, en el 2023, buscamos paz
social y gobernabilidad, por lo tanto, los fines son valederos.

Para conseguir estos “objetivos mayores” nos exigen sacrificar ciertos derechos, Bukele impuso el Estado de emergencia
para restringir drásticamente las libertades civiles, así como obtener mayores poderes que los dados por la constitución,
como su reelección presidencial para el 2024, medidas populares en su momento; vemos así la similitud con el gobierno de
Fujimori y de cómo se convirtió en un régimen autoritario.

Basados en conseguir el “objetivo mayor” validado por los ciudadanos, damos también la excusa perfecta para trasgredir los
controles y equilibrios que deben existir en un gobierno democrático, tentándonos a reclamar “mano dura” para dar solución
a nuestros problemas a costa de nuestras libertades civiles, entregándonos al autoritarismo, inconscientes de que la cura es
peor que la enfermedad.

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