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ACTIVIDAD:

Responde las siguientes consignas.


1. ¿Cómo define Barbero a la Revolución Industrial?
2. ¿Que situaciones y porque son rechazados por H como factores causales de
R.I.? ¿Ese rechazo es absoluto?
3. ¿A que se refiere H. cuando sostiene que " Esto no quiere decir que no
surgieran obstáculos en el camino de la industrialización británica, sino que solo
fueron fáciles de superar a causa de que ya existían las condiciones sociales
fundamentales, por que el tipo de industrialización era comparativamente barato y
sencillo , y por que el país era lo sufrientemente rico y floreciente..."
4. ¿Cuáles fueron las condiciones que según Hobsbawn hicieron posible que la
Revolución Industrial se produjese en Inglaterra?
5. ¿Cómo caracteriza barbero a los cambios en el área rural, a las innovaciones
tecnológicas y al rol de los empresarios en su rol de causantes de la Revolución
Industrial en Inglaterra?
6. Exponer cual fue y que características tuvo el sistema productivo surgido con la
Revolución Industrial.
7. ¿Qué diferencias plantea Hobsbawn entre el trabajo preindustrial y el trabajo
industrial?
8. ¿Por qué Hobsbawn sostiene que no hubo una mejora general de las
condiciones económicas de los trabajadores entre 1795 y 1845?
9. ¿Como diferencia Pla a la clase obrera del movimiento obrero? ¿Como
caracteriza al cartismo?
TEXTOS:

§- Barbero, M. I. El nacimiento de las sociedades industriales en, Arostegui, J. Buchrucker, C. y


Saborido, J. (comps.). El mundo contemporáneo: historias y problemas. Biblos, Buenos Aires,
2001.

§- Hobsbawn, E. La Revolución Industrial, en, La era de la revolución. Buenos Aires, 1998, Ed.
Critica. Primera parte. Capitulo Nº2:

§- Hobsbawn, E Los resultados humanos de la Revolución Industrial 1750/1850 en Industria e


imperio. Barcelona, Ariel, 1988-2003.

5. La nueva agricultura consisti6 en la combinación de tres elementos que se reforzaron


mutuamente: la introducción de nuevos cultivos, la alimentación de la ganadería en
establo: y la supresión del barbecho.
EI resultado fue que los campesinos pudieron tener más ganado y además mejor
alimentado, aumentando así el suministro de productos animales. De animales mejor
alimentados se obtenía más abono, lo que contribuía a aumentar la producción de
cereales. En los sistemas de rotación se alternaron los cereales con nuevos cultivos de
forrajes, muchos de los cuales servían para fijar el nitrógeno y para acabar con los
ciclos de plagas y enfermedades de las plantas. Todo ello llevó a la supresión del
barbecho, hecho que incrementó la superficie de la tierra cultivable.
El desarrollo de esta producción fue lenta e irregular, afectando mas a unas regiones
que a otras y aun en las áreas mas adelantadas su adopción por parte de los
agricultores no fue uniforme. No todos los suelos eran aptos, pero la difusión de las
innovaciones se veía también trabada por la falta de capitales, la dispersión de las
parcelas y la resistencia de los campesinos a las nuevas prácticas.
Las antiguas parcelas alargadas, distribuidas entre las tierras de cultivo, eran
reemplazadas por nuevas parcelas en las que los propietarios tenían concentrada la
superficie de tierra que antes tenía repartida.
El resultado de los cercamientos fue que una proporción muy alta de los pequeños
propietarios se vio obligada a vender sus tierras, que fueron compradas por grandes
propietarios locales o inversores provenientes de otras áreas. También se vieron
fuertemente perjudicados los campesinos sin tierras que ocupaban tierras comunales,
y en general todos los campesinos que perdieron la posibilidad de utilizar esas tierras
para el pastoreo. La mayoría de estos campesinos se volvieron jornaleros o
arrendatarios.
Estos cercamientos permitieron que se incrementaran la cantidad de tierra cultivada y
que creciera la producción agraria, pero por otro lado la concentración de la propiedad
privada generó una mayor desigualdad social, a favor de los nuevos propietarios y en
detrimento de los campesinos.
En cuanto a lo referido de la actividad industrial, se produjo un crecimiento sostenido,
pero con un modelo muy irregular tanto en términos regionales como sectoriales. la
producción tenía lugar a través de distintas formas organizativas, coexistiendo la
producción artesanal, el sistema de trabajo a domicilio y la manufactura centralizada.
A lo largo del siglo XVIII la conformación de un mercado interno en Gran Bretaña se vio
favorecida por el crecimiento de la población, por la ausencia de fronteras aduaneras
internas y de cargas feudales y por las dimensiones y la topo grafía de su territorio.
Estas condiciones eran complementadas por el sistema de transporte y
comunicaciones.
Desde el punto de vista tecnológico, la revolución Industrial produjo la combinación de
dos factores: los inventos y la iniciativa de los empresarios para adoptarlos.

6. El sistema productivo surgido se ve en el desarrollado en la segunda Revolución


Industrial, ya que en ella se producen innovaciones técnico-industriales fundadas en el
acero barato, la química, la electricidad, el petróleo, el motor de combustión interna,
la nueva empresa moderna y nuevos tipos de gestión del trabajo y organización
industrial.
Aquí se trata fundamentalmente de una “renovación tecnológica” que se distingue por
su capacidad de transformar el aparato o sistema productivo de una economía en su
conjunto, y que tiene influencia global en la dinámica del crecimiento económico, en
las formas socio institucionales y en el régimen del capital.
Las tecnologías sirvieron para actualizar y relanzar la tecnología de la primera
revolución mediante una serie de perfeccionamientos en la tecnología del vapor y del
hierro. El impresionante aumento de su producción junto a la reducción de los costos
condujo a una disminución de su precio. Se abrió la posibilidad de un insuma básico
barato, de uso extensivo y con una oferta muy elástica.
La industria del hierro se convirtió en el sector que experimento una de las más
profundas transformaciones del aparato productivo, basada en el desarrollo de la
industria del acero.
La expansión de la industria siderurgia tuvo un enorme impacto global en todo el
sistema económico. Funcionó como un factor de retroalimentación tanto en las
industrias que abastecían como en las que se servían de él.
La segunda revolución se desarrollo en un nuevo núcleo tecnológico de punta en el
que el papel protagónico los desarrollaron el petróleo y el motor de la combustión
interna, la electricidad y la industria química. Se expandieron sobre todo en las nuevas
economías más dinámicas de la BELLE EPOQUE.
Desde comienzos del siglo XIX se fueron verificando importantes progresos en el
estudio científico de la electricidad, pero su uso industrial se retrasó por las
dificultades que implicaba la elaboración de un generador económico eficaz.
La paulatina difusión del motor a combustión interna y la fabricación de los primeros
automóviles transformaron el petróleo en la principal fuente de energía para todo tipo
de equipos de transporte. La industria automotriz se convirtió en el paradigma
industrial del siglo XX, generando una constelación de interrelaciones técnicas,
económicas y sociales.
Resulta muy largo y complejo seguir la trayectoria de como se fueron articulando e
interrelacionando de manera acumulativa ciencia e industria química.
Otra característica sobresaliente del sector químico estuvo dada por el efecto
multiplicador que sus innovaciones implicaron en esta rama de la industria, como
también en otros sectores de la economía.
Es imposible resumir la trascendencia y proyección de las tecnologías y ramas
desarrolladas por la segunda revolución. La metalúrgica, el cemento, la maquina
agrícola, los armamentos, las maquinas de coser, las maquinas de escribir, la
fotografía, el banquero de la correspondencia, la máquina de fabricar papel, la prensa
cilíndrica y un sin números de ejemplo sirven para ilustrar nuestras limitaciones para
describir a todos.

7. El trabajo en una sociedad industrial es, en muchos aspectos, completamente distinto


del trabajo preindustrial. En primer lugar está constituido, sobre todo, por la labor de
los "proletarios", que no tienen otra fuente de ingresos digna de mención más que el
salario en metálico que perciben por su trabajo. Por otra parte, el trabajo preindustrial
lo desempeñan fundamentalmente familias con sus propias tierras de labor, obradores
artesanales, etc., cuyos ingresos salariales complementan su acceso directo a los
medios de producción o bien éste complementa a aquéllos. Además el proletario, cuyo
único vínculo con su patrono es un "nexo dinerario", debe ser distinguido del
"servidor" o dependiente preindustrial, que tenía una relación social y humana mucho
más compleja con su "dueño", que implicaba obligaciones por ambas partes, si bien
muy desiguales. La Revolución industrial sustituyó al servidor y al hombre por el
"operario" y el "brazo" excepto, en el servicio doméstico (principalmente mujeres),
cuyo número multiplicó para beneficio de la creciente clase media, que encontró en él
el mejor modo de distinguirse de los obreros. En segundo lugar, el trabajo industrial,
impone una regularidad, rutina y monotonía completamente distintas de los ritmos de
trabajo preindustriales, trabajo que dependía de la variación de las estaciones o del
tiempo, de la multiplicidad de tareas en ocupaciones no afectadas por la división
racional del trabajo, los azares de otros seres humanos o animales, o incluso el mismo
deseo de holgar en vez de trabajar. Esto era así incluso en el trabajo asalariado
preindustrial de trabajadores especializados, como por ejemplo el de los jornaleros
artesanales, cuya tozudez por no empezar la semana de trabajo hasta el martes (el
lunes era "santo") era la desesperación de sus patronos. La industria trajo consigo la
tiranía del reloj, la máquina que señalaba el ritmo de trabajo y la compleja y
cronometrada interacción de los procesos: la medición de la vida no ya en estaciones o
en semanas y días, sino en minutos, y por encima de todo una regularidad mecanizada
de trabajo que entraba en conflicto no sólo con la tradición, sino con todas las
inclinaciones de una humanidad aún no condicionada por ella. Y si las gentes no
querían tomar espontáneamente los nuevos caminos, se les forzaba a ello por medio
de la disciplina laboral y las sanciones, con leyes para patronos y empleados como la
de 1823 que amenazaba a estos últimos con encerrarlos en la cárcel si quebrantaban
su contrato (a sus patronos sólo con sanciones), y con salarios tan bajos que sólo el
trabajo ininterrumpido y constante podía proporcionarles el suficiente dinero para
seguir vivos, de modo que no les quedaba más tiempo libre que el de comer, dormir y,
puesto que se trataba de un país cristiano, rezar en domingo. En tercer lugar, el
trabajo en la época industrial se realizaba cada vez con mayor frecuencia en los
alrededores de la gran ciudad; y ello pese a que la más antigua de las revoluciones
industriales desarrolló buena parte de sus actividades en pueblos industrializados de
mineros, tejedores, productores de clavos y cadenas y otros obreros especialistas.
En cuarto lugar, la experiencia, tradición, sabiduría y moralidad preindustriales no
proporcionaban una guía adecuada para el tipo de comportamiento idóneo en una
economía capitalista. El trabajador preindustrial respondía a incentivos materiales, en
tanto que deseaba ganar lo suficiente para disfrutar de lo que le correspondía en el
nivel social que Dios había querido otorgarle, pero incluso sus ideas sobre la
comodidad estaban determinadas por el pasado y limitadas por lo que era "idóneo"
para uno de su condición social, o como mucho de la inmediata superior. Si ganaba
más de lo que consideraba suficiente, podía gastarlo en ocios, juergas y alcohol. Su
misma ignorancia material acerca de cuál era el mejor modo de vivir en una ciudad, o
de comer alimentos industriales (tan distintos del alimento rural), podía hacerle más
pobre de "lo necesario" (es decir, su propia idiosincrasia le hacía "más pobre" de lo
que le hubiera correspondido). Este conflicto entre la "economía moral" del pasado y
la racionalidad económica del presente capitalista era evidente en el ámbito de la
seguridad social. La opinión tradicional, que aún sobrevivía distorsionada en todas las
clases de la sociedad rural y en las relaciones internas de los grupos pertenecientes a
la clase obrera, era que un hombre tenía derecho a ganarse la vida, y si estaba
impedido de hacerlo, el derecho a que su comunidad le mantuviera. La opinión de los
economistas liberales de la clase media era que las gentes debían ocupar los empleos
que ofreciera el mercado, en cualquier parte y bajo cualesquiera condiciones, y que el
individuo razonable crearía una reserva dineraria para accidentes, enfermedad o vejez,
mediante el ahorro y el seguro individual o colectivo voluntario. Naturalmente no se
podía dejar que los pobres de solemnidad se murieran de hambre, pero no debían
percibir más que el mínimo absoluto y en las condiciones más desalentadoras. El
objetivo de la ley de pobres no era tanto ayudar a los desafortunados, como
estigmatizar los vivientes fracasos de la sociedad.

8. Hobsbawn realiza esta afirmación porque las condiciones de vida de determinadas


clases de población, se deterioraron. Estas clases estaban compuestas básicamente
por los jornaleros agrícolas en general (alrededor de un millón en 1851), o, en
cualquier caso, por los del sur y este de Inglaterra, y los pequeños propietarios y
granjeros de la franja céltica de Escocia y Gales. Existieron ejemplos como los de los
ocho millones y medio de irlandeses, principalmente campesinos, fueron reducidos a
la más increíble miseria. Cerca de un millón de ellos murieron de inanición de las
hambres de 1846-1847, la mayor catástrofe humana del siglo XIX a escala mundial.
También hay que contar las empleadas en industrias y ocupaciones en decadencia,
desplazadas por el progreso técnico, de las que el medio millón de tejedores a mano
son el ejemplo mejor conocido, pero no por ello el único. Estos tejedores se fueron
empobreciendo progresivamente en un vano intento de competir con las nuevas
máquinas a costa de trabajar más barato. Su número se había duplicado entre 1788 y
1814 y su salario había aumentado notablemente hasta mediadas las guerras; pero
entre 1805 y 1833 pasó de 23 chelines semanales a 6 chelines y 3 peniques. Hay que
mencionar también las ocupaciones no industrializadas que dieron abasto a la
creciente demanda de sus artículos no por medio de la revolución técnica, sino por la
subdivisión y el "sudor": las innumerables costureras que trabajaban en los sótanos o
buhardillas.
Así, pues, no nos será posible resolver la cuestión de si, una vez sumados todos los
sectores oprimidos de trabajadores pobres y comparados con los que, de algún modo,
conseguían aumentar sus ingresos, hallaríamos promedio neto de ganancias o
pérdidas, sencillamente porque no sabemos lo bastante sobre salarios, desempleo,
precios de venta al detalle y otros datos necesarios para responder rotundamente a la
cuestión.

9. Pla afirma que una cosa es que exista como clase social surge objetivamente el
proceso de acumulación originaria capitalista qué hace que para que exista capitalismo
debe existir previamente la clase obrera. Pero si la clase obrera se viene formando
lentamente para llegar a ser identificada como tal debe ser vista como producto de
este proceso su existencia histórica es anterior al sistema capitalista mismo.
Por lo que hay que dejar en claro que el movimiento obrero como tal aparecerá en
épocas más tardías. Las primeras organizaciones en las cuales participan obreros
aparecen en el siglo XVIII y las primeras verdaderas organizaciones obreras lo harán en
medio del proceso de la Revolución industrial en Inglaterra y a principios del siglo XIX.
Por lo tanto una cosa es la existencia de la clase obrera y otra la participación de los
movimientos obreros, sean estos de carácter mutual, sindical o político.
A medida que la clase obrera se organiza y se desarrollan los movimientos sindicales y
políticos comienza a ser necesaria la diferenciación de la ideología que la clase obrera
en sus primeros momentos va articulando inorgánicamente.
Al ser rechazado todo tipo de experiencia corporativista por los empresarios fabriles,
los obreros recibirán el peso de la represión. Es entonces cuando surge un nuevo
movimiento el cartista llamado así por defender lo que se denominó carta del pueblo.
Sobre las bases del movimiento sindical aparece el primer movimiento político de la
clase obrera como tal independiente de la burguesía. El cartismo habría de realizar
una gran agitación en Inglaterra que se conoce en tres olas.: la primera va de 1837 a
1839 la segunda de 1840 a 1842 y la tercera es la de 1848.
En la primera, se proclama la carta con los puntos que se reivindican. Se hace la
petición al parlamento y se recogen las firmas pero el parlamento se niega a
considerarlo. En ese momento también se firma un petitorio pero al movimiento y se
le plantea una disyuntiva. Debe optar entre dos posiciones: la que se define ya como
de lucha de clases o la de la alianza con la burguesía. Pero si se aliaba con la burguesía,
sus métodos serán determinados por este sector, pero la legalidad de los mismos
pasaría a ser indiscutible. Aquí el cartismo no consigue definir sus métodos y su
política, y se producirá una decisión clara. Un sector se pronunciará, por lo que se
denomina la fuerza moral, es decir por lo que luego se conocerá la política de la clase
obrera como reformismo. Otro sector del cartismo, se pronunciará por lo que se
denominó en su época la fuerza física: qué plantean que solo la acción obrera llevará al
triunfo de sus posiciones.
Poco más tarde la cuestión se racionalizará y las tendencias ideológicas en el
movimiento obrero irán dando más contenido y precisión a cada posición. Mucho de
los sindicatos ingleses actuales, reconocen su fecha de fundación en ese momento de
las luchas.

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