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COMO YO SOY

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Primera edición

ISBN

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en el mes de noviembre de 2010 en


los talleres de,
Buenos Aires, Argentina
Jorge Eduardo Gorenberg

C OMO Y O S OY

deauno.com
“Aún en el barco mas grande,
quizás la pieza mas pequeña sea el timón.
Sin embargo es la que define el rumbo”.

Si logras apoderarte de tú timón,


podrás ser el capitán de tu nave.

YO SOY inflará tus velas.

Buen viaje.
CONTENIDO
CAPÍTULO 1 11
Una invitación
CAPÍTULO 2 13
Agradecimientos
CAPÍTULO 3 15
Convocatoria
CAPÍTULO 4 19
Sin fin de Días y Horas
CAPÍTULO 5 21
El Comienzo
CAPÍTULO 6 27
Brasil
CAPÍTULO 7 29
Eduardo, Eduardo
CAPÍTULO 8 35
Botellas en el cielo
CAPÍTULO 9 45
De otras vidas
CAPÍTULO 10 49
Más de Otras Vidas
CAPÍTULO 11 55
Algo Especial
CAPÍTULO 12 65
La Adversidad
CAPÍTULO 13 67
Madurar
CAPÍTULO 14 69
El Gran Secreto
CAPÍTULO 15 71
Akira
CAPÍTULO 16 77
Gambito de Rey
CAPÍTULO 17 81
Reflexiones
CAPÍTULO 18 87
Revelación Personal
SOBRE EL AUTOR. 93
CAPÍTULO 1

UNA INVITACIÓN

Han pasado muchos años, desde que la mayoría de estos


eventos tuvieron lugar.
Nunca antes me había animado a compartirlos con
nadie. Por sobre todas las cosas, por que entiendo perfec-
tamente que son difíciles de creer.
Te confieso que si este escrito hubiese llegado a mis
manos en mi juventud o en mi adolescencia, lo hubiese
descartado de plano. Y hasta el dia de hoy, cuando leo o
escucho acerca de experiencias espirituales de otras per-
sonas, me cuesta acreditar en ellas.
Afortunadamente los relatos que estas a punto de le-
er, me sirvieron para abrir un canal directo. Y en ocasio-
nes, cuando tengo dudas acerca de la veracidad de tal o
cual relato, lo que hago es “preguntar”. Y a veces obtengo
repuestas.
Por lo que no espero que acredites en esto que estas a
punto de leer.
Pero si quisiera pedirte que le des una oportunidad, e
independientemente de tus creencias, “Pregunta”.

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Como sea que tú lo llames. Dios, Padre celestial,
Energía Universal.
Pregunta si estas cosas son ciertas, si estos eventos
tuvieron efectivamente lugar.
Es más, cierra en este preciso momento el libro y haz-
lo ya. Se que no habrás de arrepentirte de haberlo hecho.
Y si en verdad eres sincero en tu pedido, se que tus
preguntas serán respondidas por la misma Voz que dio
lugar a este libro.
Como en la parábola del Sembrador, mi deber es de-
jar caer la buena semilla. Dependiendo de que caiga en
terreno fértil o no, es que dará frutos.
Yo si sé quien es el que habrá de regar lo aquí he
sembrado.

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CAPÍTULO 2

AGRADECIMIENTOS

Mi agradecimiento a todos los que me precedieron en


esta tarea de hablar de las experiencias Espirituales.
No haré juicio sobre esto, no me corresponde a mí
hacerlo.
Se por experiencia propia que la Espiritualidad es un
camino personal, nadie puede hacerlo por nosotros, y por
lo tanto cada uno sabe en conciencia qué es que, y quién
es quién.
Por otro lado yo fui beneficiado, al igual que todos
nosotros, de las experiencias de otros; la hayan escrito o
no, razón por la cual, solo me resta dar Gracias por su
tarea.
Mi agradecimiento a Yo Soy, que por razones que
desconozco, tuvo a bien volver sus ojos a mí y llamar a
mi puerta un dia. Mejor dicho, una madrugada.
En rigor de verdad, ni en aquella ocasión ni ahora
mientras escribo, me siento merecedor de semejante
honor.
Como cualquier mortal, me reconozco lleno de defec-
tos y de todo tipo.
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No me percibo como el estereotipo de alguien que
tiene semejante privilegio.
Viene a mi memoria una frase:
“Mayordomo fiel, sobre poco te puse...”
Tal vez mi única virtud en la vida haya sido, cuando
YO SOY llamó a mi puerta, escuchar ese llamado y “abrir”
literalmente mi corazón.
De seguro que esa fue y es la única virtud en mi vida.
Y fue a partir de ese evento, que los Testimonios mas
demoledores comenzaron a llegarme.
Las dudas estaban y siguen estando, a pesar de la en-
vergadura de lo recibido. Y considero que es lo que nos
caracteriza como simples mortales.
De allí aquello de:
“Benditos los que aun sin ver, creyeron”...
O si lo prefieres
“... que tu fe sea del tamaño de un grano de mostaza...”
que por cierto es muy pequeña.
Muchas de las experiencias que en este libro compar-
tiré contigo, tuvieron lugar entre sueños. “Casualmente”
hay una escritura en la Biblia que dice,
“Dios habla cara a cara con algunos seres, Jesús,
Abraham, Moisés, con el resto habla en sueños”.

14
CAPÍTULO 3

CONVOCATORIA

Tal vez no siempre nuestros sueños sean elaboraciones


de nuestro subconsciente.
Tal era la magnitud de aquellas revelaciones, que de a
poco me fui haciendo a la disciplina de tener un cuaderno
de notas junto a mi cama, y cada vez que despertaba y
recordaba algún dialogo o alguna imagen, prendía la luz,
tomaba nota y luego seguía durmiendo.
Desconozco la razón, pero la hora en que la mayoría
de las veces solía despertar era alrededor de las 4:30 am.Y
por lo general, esa la hora de los contactos mas especta-
culares.
Aquí quisiera y perdona mi vanidad, dejarte un pe-
queño consejo.
Practica esto. Pon tu despertador a las 4:30 am, agre-
ga alguna almohada o respáldate en la cabecera de tu ca-
ma. Tu mente estará “liviana”. Piensa en algo que en
verdad quisieras saber. Obviamente, algo que “justifique”
un contacto. Aquellas verdades que quisieras traer a tu
conocimiento o lo que tú consideres de vital importancia
para ti.

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Transfórmalo en una pregunta simple, de pocas pala-
bras y espera.
Espera en silencio. Solo espera.
“Haz silencio y sabrás que YO SOY”.
Y no se refiere exclusivamente a que dejes de hablar.
Más bien es una invitación a dejar nuestra mente y nues-
tros pensamientos de lado por un instante. Poner literal-
mente nuestra mente en blanco.
Tal vez te ayude esto para salir de tu mente y ubicarte
en tu corazón.
Apoya suavemente tu mano derecha sobre tu co-
razón, y solo presta atención a como sube y baja con cada
respiración.
“Escucha” a tu corazón.
Ten a la mano papel y lápiz. Luego, cuando lo consi-
deres, escribe sin pasarlo por tu mente. Solo escribe aque-
llo que viene intuitivamente.
En ocasiones a mi me dio resultado cuando me dis-
pongo a dormir, llevarme a la cama “algo para leer”. Y
ese algo es una hermosa hoja de papel en blanco, lo mas
blanca que consigas y que este pegada sobre un cartón
para darle rigidez. Luego cuando me acuesto dejo reposar
mi vista sobre la hoja, como si la estuviera leyendo. Paso
la yema de mis dedos sobre la superficie del papel y expe-
rimento su textura, si es lisa, o brillante u opaca, etc. Esto
por cinco minutos aproximadamente.
Me resulta muy eficaz para acallar mis ruidos menta-
les y predisponerme a recibir.

16
La información podrá venir en forma de imágenes, de
una voz, o como sea.
En mi experiencia es que en cada persona es distinto.
Por que a pesar de que somos iguales, hijos de un mismo
Padre, y provenientes del mismo hogar, tenemos diferen-
cias que nos convierten en “individuos únicos e irrepeti-
bles”.
Tal es la grandeza de YO SOY.
Todos tenemos dos manos, con cinco dedos, falan-
ges, músculos, etc.
En todas y cada una de las manos, de todos los seres
humanos que han existido, que existen y que existirán, El
ha dibujado de manera única e irrepetible, una serie de
líneas y símbolos, que permiten nuestra inequívoca identi-
ficación.
“... porque esta escrito en tus manos...”
Y esas pequeñas y sutiles diferencias, son las que nos
hacen “especiales” para YO SOY.
Es mi deseo más ferviente que este escrito sirva para
que tú también descubras esa voz y puedas abrir tu co-
razón a ella. Considero que es la experiencia más trascen-
dental que le pueda ocurrir a cualquier ser humano.

Buen viaje.

17
CAPÍTULO 4

SIN FIN DE DÍAS Y HORAS

Será tal vez que como soy arquitecto de profesión, me


acostumbré a pensar con imágenes, aún de cosas que apa-
rentemente desconocía.
Mi vida transcurría como se suponía debía ser.
Pero algo pasó. Algo en mí se quebró.
Comenzaron a aparecer voces nuevas, presencias
nuevas.
Al dia de hoy sigo sin saber el porqué de esto.
Aprendí y no sin mucho sufrimiento, que no tiene sentido
buscar esa respuesta.
Sencillamente asumí que era así. Que por alguna
razón esas voces hablan dentro de mí.
Y mejor aún, por alguna razón proyectan imágenes.
A veces del pasado, otras creo que del futuro. Aunque
últimamente me estoy dando cuenta que los conceptos
pasado-futuro, carecen totalmente de relevancia. Es más,
ya no nos sirven. Son limitantes.
Es cierto, aparentemente nos sirven para funcionar en
el dia a dia. Pero insisto, son limitantes.

19
Nos atan a una dimensión que de por si es muy fugaz.
Y considero que si hay algo que caracteriza a la Crea-
ción, es justamente lo opuesto. Es
“Sin fin de días y horas”.

20
CAPÍTULO 5

EL COMIENZO

Todo comenzó alrededor de los años 1974-1975.


Por aquellos tiempos difíciles, yo era estudiante uni-
versitario. Y esa sola condición me hacia sospechoso.
Nuestras vidas valían poco y corrimos peligro.
Mucho de mis compañeros de entonces comenzaron
a desaparecer un buen dia y sin una razón que justificara
semejante tragedia.
Eso me paralizó.
Pero el evento que habría de marcarme de por vida,
fue sin lugar a dudas, la desaparición de un compañero y
amigo lisiado, de la cintura para abajo y confinado a una
silla de ruedas.
Aquello me fracturo en mil pedazos. No podía enten-
der por que semejante injusticia.
Y a pesar de ser ateo por herencia y convicciones
propias, comencé a elevar mi mirada y a preguntar.
¿Por qué?
¿Por qué si en verdad existía “Algo o Alguien Supe-
rior”?, este permitía que semejante horror sucediera.

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Y para mi total asombro y desconcierto, una madru-
gada tormentosa, me levanté para cerrar las ventanas del
living que eran azotadas por el viento, y allí, sentado cuál
un Rey, por una fracción de segundos, pude ver a un ser
de Luz, de inigualable paz y prestancia. Su espalda ergui-
da, las manos sobre el regazo, su barba y su larga cabelle-
ra.
Eso fue lo que fugazmente pude ver, ya que de inme-
diato me giré y me regresé a mi cuarto. Y comencé a de-
cirme que no había visto nada, que lo había imaginado,
que esas cosas no existían.
Y como en verdad eso era lo que pensaba, concluí
que estaba perdiendo el juicio. Que al igual que los al-
cohólicos en su etapa terminal, había comenzado a aluci-
nar.
Tuve toda la certeza que era el fin. Es mas recuerdo
como si fuera hoy que estuve tentado a apresurar ese fi-
nal.
Algo o alguien hizo que pasara esa noche. Por la ma-
ñana cuando me levante hice todo un esfuerzo por no
evocar lo que me había pasado la noche anterior.
Repetí la misma rutina de todos los días, y mientras
desayunaba la “Voz” comenzó a hablar dentro de mí.
Volví a sentir pánico. Me di cuenta que aquello no
había terminado.
Para mí, en aquel entonces, todo lo que la “Voz” de-
cía carecía totalmente de sentido.
“Deja correr el agua”. “Ríos de agua viva”.

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Yo no tenía ni idea que significaba aquello, y mucho
menos aún quien era el que hablaba.
Eso se repitió por días y semanas. Me sentía total-
mente perdido.
No podía compartirlo con nadie, al menos nadie de
mi círculo cercano.
Y un dia, sin saber bien por que, me decidí a comprar
una Biblia.
Debo haber vuelto corriendo a mi casa y comencé a
devorarla.
Y para mi asombro, allí comenzaron a aparecer nue-
vamente aquellas frases.
Página tras página las fui leyendo ansiosamente, tra-
tando de entender.
Y cuando llegué al Sermón de la Montaña, no se por
qué, pero las lagrimas comenzaron a correr por mis meji-
llas.
En ese instante comprendí que algo dentro de mí se
había roto y que algo totalmente nuevo comenzaba a ma-
nifestarse.
No volvería a ser el de antes.
Fueron días, semanas, meses de prodigios y milagros.
Y toda vez que preguntaba quien era esa voz, siempre
y por toda respuesta,
“Yo Soy” contestaba.
A pesar de todas estas manifestaciones, un sentimien-
to horrible de injusticia e impotencia seguía acompañán-
dome.

23
No podía quitar de mi mente el rostro de ese amigo
desaparecido.
¿Que daño podía causar un lisiado que se trasladaba
en sillas de ruedas?
¿Por que a él y no a mi?
Esa y miles de preguntas más torturaban mi mente
dia y noche.
Si es que existe Dios, ¿donde está? ¿Por que no lo
impide?
Aproximadamente dos años después, retomé mis es-
tudios en la universidad.
Recuerdo como si fuera hoy la noche que volví a en-
trar a ese enorme monumento al concreto. Tenía la sen-
sación de caminar por un freezer.
Durante el intervalo de la clase que me tocaba esa no-
che, fui al igual que miles de mis compañeros, al come-
dor, que a su vez era lugar obligado de reunión y tertulia.
Me puse en la fila, tomé mi bandeja, y en ese momen-
to giré mi cabeza y dirigí mi mirada hacia un rincón del
enorme salón. Y allí, justo allí, pude ver a mi amigo, para-
do y conversando con la gente. No estaba lisiado, estaba
de pie y parecía tener cinco o más años menos. Me llamó
la atención lo perfecto de su rostro. Tenía brillo, tenía luz.
Eso duró apenas una fracción de segundos. La perso-
na que estaba detrás de mí en la fila me pidió que avanza-
ra.
Lo hice y cuando voltee a ver, ya no estaba.
Quede consternado. Otra vez me volvía a pasar a mi,
repetía una y mil veces en mi interior. ¿Por que? ¿Para
que...?
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Con los años pude comprender que ese prodigio tenía
por objeto mostrarme “lo relativo de la vida y la muerte”.
Hernán estaba vivo y mejor que antes, ya no en su
condición de desvalido físicamente.
Tan solo que en otro espacio u otra dimensión.
Y cuando pude entender lo sucedido di gracias mil
veces. Ese suceso lo cambiaba todo.
Te mentiría si te dijese que ya no le temo a la muerte.
Pero ahora “se” que se trata de algo totalmente diferente
a lo que “mortalmente creemos”.

25
CAPÍTULO 6

BRASIL

Respecto de este tema quiero compartir contigo otro


testimonio.
Esto aconteció alrededor del año 1985.
Había terminado mis estudios y ya graduado de Ar-
quitecto, decidí tomarme unas vacaciones. Sentía el can-
sancio de años en mi cuerpo. Y caminando una agobiante
tarde por el centro de Buenos Aires, me detuve frente a
un afiche que mostraba una deslumbrante playa con pal-
meras y un mar azul.
Eso era precisamente lo que necesitaba. Entré, pre-
gunté cuanto costaba el pasaje, saque mi cartera y exac-
tamente me alcanzaba para un pasaje de ida en bus y otro
de regreso en avión a Brasil. Más precisamente a Río de
Janeiro.
Durante el viaje que dura aproximadamente dos días,
me hice amigo de una mujer, argentina también, de profe-
sión Socióloga y Gerente de una empresa multinacional.
No se de donde lo saco, asumo que de la tarjeta que
pendía de mi bolso de viaje, pero ella desde el comienzo
comenzó a llamarme por mi segundo nombre, Eduardo.

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Te reitero, no se por que lo hizo, ya que nunca nadie
me llamó por ese nombre. Ni aùn en mi familia.
Durante la estadía compartimos alguna salida con su
anciano padre e intercambiamos teléfonos. Por aquel en-
tonces no estaba tan difundido eso del e-mail.
Ella regreso mucho antes que yo, ya que me quede en
Brasil casi un mes.
Aquellos fueron unos días distintos. Mucha paz y
mucha alegría.
Finalmente cuando regresé, al tiempo, me comunique
con ella.
Comenzamos a frecuentarnos, y hasta nos decidimos
a inscribirnos juntos en un curso de postrado en Urba-
nismo.
Era gracioso, ya que cada vez que ella llamaba por
teléfono a mi casa, y preguntaba por Eduardo, le decía-
mos que estaba equivocada y colgábamos.
Luego volvía a llamar y preguntaba esta vez por Jorge,
entonces me pasaban la comunicación.
Ni siquiera yo, me reconocía por ese nombre.
Debido a mi escaso tiempo, trabajaba muchas horas
por aquel entonces, tuve que dejar el curso y por un
tiempo deje de verla y llamarla.
Una noche, al igual que tantas otras, me desperté en
la madrugada, con una visión de ella muy desgarradora.
En mi sueño, ella se despertaba aterrada, en una cama
que no era la suya. Era una especie de catre de campaña.
Y gritaba espantada, sin saber donde estaba. Y una y otra
vez repetía mi nombre.

28
CAPÍTULO 7

EDUARDO, EDUARDO

Recuerdo que me incorpore en la cama, prendí la luz y


tome nota de lo que había visto.
Pensé en llamarla durante el dia. Pero no fue así, deje
pasar unos quince días antes de llamarla a su oficina.
Cuando así lo hice, quede petrificado al oír la voz de
su secretaria diciéndome...”la Señora falleció hace dos
semanas...”
Me sentí tan mal, me sentí casi culpable. Me atormen-
taban los “Quizás, si hubiese llamado antes”, “o a lo me-
jor...”.
Pasaron los meses, no recuerdo cuantos, tal vez un
año.
Y un dia, mientras trabajaba en la fábrica, propiedad
de mi familia, otra vez comencé a oír esa voz llamándome
insistentemente.
“Eduardo, Eduardo...”
Traté de no prestar atención, pero su voz venía una y
otra vez a mí. No me dejaba concentrar en lo que estaba
haciendo.

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Y en rigor de verdad lo que estaba haciendo requería
de mucha concentración.
En ese preciso momento estaba trabajando largas
horas con una maquina, que a la menor distracción podía
amputarme los dedos o algo peor. Aquellos que tengan
experiencia en carpintería, saben de lo que hablo.
Ante el inminente riesgo de un accidente, detuve la
maquina. Hice silencio en mi mente.
Y allí recrudeció con más fuerza su voz.
“Eduardo, Eduardo...”
No sabía que hacer. Eso no podía estar pasando. Mi
amiga ya no estaba en este plano, por lo tanto no me pa-
recía posible estar escuchándola.
Como presentí algunas miradas inquisidoras por so-
bre mi hombro, me encerré en una cabina presurizada de
pintura que teníamos y a la que solo mi Padre y yo tenia-
mos acceso.
Una vez dentro, me puse a hablar, como si ella estu-
viera allí.
Le pregunte que le sucedía, que necesitaba.
Y la respuesta vino como un torbellino.
“Mi padre, Mi padre...”
Su padre era toda la familia que ella tenía. Y yo tenía
tan solo una vaga idea del lugar de trabajo de ese señor.
Hice un intento por retomar mi trabajo, pero fue in-
útil. Su voz venia una y otra vez.
De manera tal que me subí a mi moto y comencé a
dar vueltas tratando de dar con el taller mecánico donde

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trabajaba su padre. Luego de varias horas de búsqueda
pude dar con el lugar. Pero para mi sorpresa, ya no traba-
jaba más. Se había jubilado hacia poco tiempo. Me dieron
allí alguna referencia de donde vivía y allí fui en su
búsqueda.
Otra vez, por varias horas estuve buscando, hasta que
di con el edificio de apartamentos donde vivía. Toque en
el portero eléctrico su numero de apartamento, pero na-
die me contesto. Luego de insistir, probé suerte con el
encargado del edificio.
Ante mi pregunta, tuve por toda respuesta, “... no el
señor tuvo un ataque cardiaco y se descompenso, vino la
ambulancia y se lo llevo...”, y como no tenia familia ni a
nadie, no sabemos donde lo llevaron.
En ese momento sentí una profunda tristeza, ya que
ya no podía hacer nada más por mi amiga y su anciano
padre.
Pero recién en ese momento, tuve la dimensión “real”
de lo que había sucedido.
Alguien que aparentemente ya partió, podía experi-
mentar el sufrimiento de su padre, que aún permanecía en
este plano, y a su vez, ella, donde quiera que estaba, no lo
se, podía comunicarse en una forma muy peculiar con
migo.
Esa experiencia también marco rotunda y categóri-
camente mi vida.
Ya, el concepto del mundo acerca de la vida y la
muerte no me servia. Mi testimonio, basado en esa expe-
riencia vivida, es que aunque no se que es lo que sucede
cuando alguien parte de este plano, de alguna manera si-

31
gue su viaje. Y mas aun, puede percibir este lado del pla-
no e interrelacionar con el.
Es como si nada comenzara ni terminara aquí.
Esto puedo verlo ahora que han transcurrido aproxi-
madamente 25 años o tal vez más.
Pero en su momento, no solo no entendía nada, si no
que todo el tiempo me acompañaba un sentimiento de
escepticismo y desconfianza, que desdibujaban la sutil
línea que separa la locura de la cordura.
Al dia de hoy no comulgo con la idea que hay seres
especiales, que ven y oyen cosas que otros no.
No acredito en la existencia de “Iluminados”.
Por única conclusión te diré lo que sinceramente
pienso.
Todos y cuando digo todos, a eso me refiero. Todos
los seres humanos vemos y oímos las mismas cosas.
Creo que la diferencia esta en que la mayoría está de-
masiado preocupados y ocupados en resolver sus pro-
blemas cotidianos. Su mente y todos sus sentidos están
enfocados en resolver las cuestiones materiales del dia a
dia; el trabajo, los estudios, el dinero, la familia, etc.
Y aún cuando nos vamos a dormir, nuestras mentes
siguen enfocadas en esas cuestiones.
En mi experiencia, que para poder recibir algo distin-
to, hay que comenzar por
Vaciar el vaso
Y eso querido hermano requiere trabajo, horas de
preparación y dedicación. Y lamentablemente reitero que

32
este camino es individual. Nadie lo puede hacer por noso-
tros.
Con el agravante que casi siempre es en soledad y ais-
lamiento; cosa que por lo general no nos gusta a los seres
humanos.
Puede comprobar con el transcurso del tiempo y sin
una dosis de dolor, que este camino pareciera ser que ine-
vitablemente nos aísla del resto de las personas.
Lentamente nos vamos convirtiendo en “raros o dis-
tintos”.
Tal vez ese sea el precio que haya que pagar por atre-
vernos a asomarnos a esas verdades universales. ¿Quienes
somos realmente? ¿De donde venimos y para que?
¿Somos fruto de la casualidad, de una explosión, de la
evolución de otras especies?
¿Tiene un propósito nuestro transito por esta vida?
A propósito de esto quiero compartir algo que en una
ocasión vino como de costumbre en sueños.
Y lo que me mostraban era ni más ni menos que el
origen de la vida en la tierra.

33
CAPÍTULO 8

BOTELLAS EN EL CIELO

Sucedió al comienzo de los tiempos. Hubo una gran ba-


talla en los cielos. Dos culturas diametralmente opuestas
se enfrentaron. La una encarnaba el bien, la otra el mal.
Era el retroceso. La libertad contra la opresión .La noche
de los tiempos frente a la luz de lo porvenir, El yin y el
yan en acción.
La oscuridad provenía de un remoto planeta estéril,
llamado Argos. Sus huéspedes, los Argonautas, seres con
apariencia simiesca, feroces y sanguinarios. Gladiadores
que carecían de una conciencia propia, y que solo res-
pondían a directivas emitidas por el líder. Actuaban como
autómatas, montados en sus caballos mecánicos, tal como
androides dirigidos desde lo alto tal como marionetas.
La claridad y el resplandor provenían de Vega, situa-
do en la constelación de la Lira.
Con el transcurso de los tiempos, Vega seria la encar-
gada de reemplazar a la Osa Mayor.
Lucían sus naves el emblema de la Cruz Solar, y vistas
a lo lejos semejaban las botellas que los náufragos arrojan

35
al mar esperando la ayuda salvadora que ponga fin al ais-
lamiento.
Eran los ejércitos del Apocalipsis, montados en ne-
gros corceles, frente a Quijotes cabalgando en blancos
Pegasus.
Uno de los más cruentos combates tuvo lugar en los
cielos de un nuevo planeta aún en formación, llamado
Tierra.
Si saberlo serían protagonistas de una suerte de Gue-
rra de las Galaxias al comienzo de los tiempos. El luctuo-
so saldo del combate no arrojó un ganador definitivo, tan
solo fue uno mas de los combates que tendrían lugar en
Eónes de tiempo y luz. Tan solo fue un gambito en el
largo match de ajedrez estelar.
La atmósfera estaba cargada de densos presagios de
muerte y destrucción. Ambos bandos tuvieron bajas im-
portantes. Muchas naves quedaron inutilizadas en el fra-
gor de la batalla y sus ocupantes no pudieron ser
rescatados.
De ambos bandos cayeron a la tierra como obsequio
de los Dioses a los primitivos moradores, en calidad de
Adelantados de lo porvenir, de Ángeles caídos.
Los provenientes de Vega se amoldaron rápidamente
a la nueva situación. Se mezclaron con los terrícolas, a
pesar de las siderales diferencias que los separaban. Pero
tenían cosas en común, en especial el sentido colectivo, el
sentimiento tribal del Gran Clan Universal. Y otro rasgo
en común era la conciencia individual, aunque en grados
evolutivos diferentes.

36
A pesar de ello permanecieron juntos, aprendiendo el
uno del otro. Se editaba entonces la historia de Robinsón
y Viernes.
Pero a pesar de la unión los Ángeles Caídos aún siglos
después, guardarían en sus memorias inconcientes, el le-
jano origen, la casa paterna, el lugar de partida. Y así se
los puede observar en las noches de luna llena observan-
do el cielo, como quien mira una postal de la tierra de los
abuelos, tratando de descifrar el enigma de quien si bien
no recuerda, intuye.
Por esta razón ambas culturas, tanto Argonautas co-
mo Ángeles Caídos mandan periódicamente botellas vac-
ías con mensajes al espacio, en espera de la respuesta
salvadora.
Los Argonautas en cambio permanecieron aislados
debido fundamentalmente a su carencia de conciencia
individual, y como no recibían ya las directivas de quien
maneja los hilos de la memoria universal, andaban erran-
tes como parias, en una tierra que les era extraña e inhós-
pita.
Los Argonautas darían siglos después lugar a una te-
oría: la creación de la especie humana a partir de la evolu-
ción de esta especie de simios.
De tanto en tanto los combates se repetían, con la
misma crueldad, pero esta vez las armas eran distintas.
Las naves espaciales y los rayos mortales habían sido
suplantados por piedras y garrotes.
Algo sucedió una noche en torno al fuego del cam-
pamento. Un Ángel Caído lo observaba absorto, hipnoti-
zado, cuando una chispa se desprendió de las brasas,

37
rozándole apenas. No tuvo tiempo a reaccionar. Un bru-
tal golpe asestado por un simio en pleno rostro, lo puso
de inmediato fuera de combate. Quedó tendido allí, in-
móvil, tieso, ausente. Sus compañeros lo dieron por
muerto, y luego que el ataque fuera repelido, se dispusie-
ron los preparativos para su funeral.
El mismo tendría un carácter especial dado que el jo-
ven guerrero con su coraje y valentía se había ganado el
aprecio y el respeto de todos.
Su cuerpo fue envuelto en la piel de un gigantesco oso
blanco, que el clan había cazado especialmente para la oca-
sión. Luego los compañeros de armas lo depositaron en la
cúspide de una gran piedra ceremonial. Junto a él dejaron
sus armas, las ofrendas del clan y un pequeño fuego cere-
monial. Una guardia lo velaría durante la noche, hasta que
el sol asomara nuevamente. Luego tendría lugar la crema-
ción de su cuerpo y el entierro de sus cenizas.
El silencio del amanecer fue quebrado primero por
un suave murmullo. Luego fueron violentas convulsiones,
y ante la sorpresa y estupor de los presentes, el cuerpo
inanimado del guerrero, fue recobrando vida. Entreabrió
los ojos y en sus labios se dibujo una sonrisa. Permaneció
dos días y sus noches en esa posición, sin aceptar alimen-
to alguno, en total hermetismo. Solo su sonrisa y el reno-
vado brillo de sus ojos delataban una febril actividad en
su interior. “COMENZABA A RECORDAR”.
Durante su inconciencia había realizado el Gran Viaje,
y la chispa que da lugar al fuego se convertiría en gran luz.
Vio la gran luz, habló con ella, la interrogó y obtuvo res-
puesta. Supo su real origen, y trajo consigo una antorcha
de luz que iluminaría la oscuridad de aquellos tiempos.
38
La misma antorcha recorrería la tierra siglos después,
precediendo unos juegos de destreza física que los nativos
llamaban Olimpíadas.
Recordó que la luz brota del fuego, y que el fuego
había que avivarlo para que no se apague.
Escuchó la voz que decía” observa LA LUZ”. Y supo
que la luz era energía, una energía universal que anima
todo lo que vive y existe.
Reconoció entonces el “PRANA”. Vio como ingresaba
en su cuerpo a través de las fosas nasales, y que tenía un
signo positivo. Recorría todo su tronco para descargarse
en la tierra, de signo contrario, y que una parte se conser-
vaba en su sexo. Era esta porción de luz la que aseguraba
la permanencia de la especie.
Aprendió que al sentarse con las piernas cruzadas
formaba un circuito perfecto. Su columna oficiaba de
antena, captando por un lado la luz y descargando a tierra
por otro. Con el transcurso de los días se fue recuperan-
do, mas ya no sería el mismo. Algo había cambiado en su
interior.
Se torno reservado, callado, casi ausente. Parecía dis-
frutar de su silencio, aunque en su interior un torbellino
de voces nuevas comenzaba a agitarse.
En el clan corrían rumores acerca de él y de su extra-
ño comportamiento. No entendían por que ya no partici-
paba de los rituales de la noche, del fuego y de la caza. Y
en cambio podía observársele al amanecer, de frente al
sol, con los brazos extendidos a la manera de los árboles
captando la luz de un nuevo ida.

39
Los sucesivos combates entre los clanes por la pose-
sión de las tierras altas, no lo contarían a el como guerre-
ro. Sus armas permanecieron arrumbadas en el interior de
la cueva que hacía las veces de templo ceremonial y últi-
ma morada de los bravos guerreros.
En uno de este combate tuvo lugar algo inesperado.
Luego de la batalla se presentó ante los heridos. Nadie lo
vio venir. Se le acercó a un soldado, casi un niño todavía,
se arrodilló, y a la vez que pronunciaba unas palabras que
nadie entendía, comenzó a pasar sus manos por las heri-
das del niño. Sus gemidos de dolor se fueron apagando,
luego con un gesto de agradecimiento y aún aturdido se
puso de pié.
Jefes y chamanes observaron la escena con una mez-
cla de admiración y recelo. Presentían en el joven guerreo
a un rival por el liderazgo del grupo. El prestigio de él se
acrecentaba DIA tras DIA. Enseñaba a quien quisiera es-
cucharlo, la forma de captar la energía, de cómo albergar-
la en el pecho, y la manera de dirigirla como un rayo, ora
hacia las manos para curar, o hacia las heridas para que
estas cicatricen mas rápido.
Les hablaba también que esa luz interior tenia origen
en una luz más grande y poderosa, a la que llamaba Padre.
Les habló también que en lo sucesivo solo a ÉL recono-
cería como única y máxima autoridad. Ya no tenían razón
de ser los combates por la posesión de las tierras y del
fuego.
El verdadero combate se libraba en el interior de cada
uno, y era por la posesión de la LUZ. Siempre que termi-
naba sus charlas decía algo como “el que quiera oír...”

40
Un reducido grupo que se había constituido entre sus
seguidores, apenas doce hombres, que antaño constituye-
ron una formidable unidad de ataque, ahora a la luz de las
enseñanzas del joven maestro, habían trocado sus armas
por el conocimiento.
Una mañana cuando el clan aún dormía al abrigo del
fuego y bajo un majestuoso árbol, los Argonautas irrum-
pieron en el campamento. La sorpresa y el aspecto feroz
de los atacantes, les otorgaba la apreciable ventaja de la
iniciativa. De inmediato corrió la alarma entre las huéspe-
des de Vega, que solo atinaban a parapetare tras el tronco
del árbol.
En ese preciso momento, el joven maestro, el ángel
caído hizo su aparición. Desarmado y casi desnudo, mos-
trando las palmas en señal de estar desarmado, se interpu-
so entre ambos bandos. Alcanzo a pronunciar unas
palabras nuevas para todos, pero no lo entendieron, no fue
escuchado. Una lanza enemiga lo hirió mortalmente, cayó
de espaldas y con los ojos abiertos. Esta vez no volvería
trayendo un mensaje, quedarían sus enseñanzas, su luz.
La misma escena, el mismo desenlace tendría lugar si-
glos después, una y mil veces. Solo serían otros montes,
otros clanes. Pero algo cambiaría. Su muerte no había
sido en vano. Su luz no se apagaría. Su nombre se trans-
mitiría de generación en generación. La victoria final era
suya. Era cierto que el único combate justo era por la po-
sesión de la luz interior.
De esta forma el guerrero había iniciado el regreso al
hogar paterno. Había roto el aislamiento. Sus botellas con
mensajes en demanda de auxilio habían sido recibidas, y

41
el rescate se produjo, al igual que la historia de Robinsón
y viernes.

Respecto de este breve cuento que acabas de leer,


quisiera aclararte algunos puntos.
La información que yo recibí, me mostraba efectiva-
mente las naves de ambos bandos, Vega y Argos, trabadas
en feroz combate sobre el cielo de la tierra. En ambos
hubo bajas que dieron por resultado que algunas se preci-
pitaban a tierra. Los sobrevivientes fueron pioneros en
este planeta.
El resto del contenido del cuento lo incorporé yo.
Espero haya sido de tu agrado.
Te aclaro que al momento de recibir la información,
yo desconocía por completo la existencia de la constela-
ción de La Lira y su planeta Vega. De igual manera con el
planeta Argos.
Imagina mi asombro al comprobar accidentalmente
un día su presencia.
Este relato se publicó en una revista especializada en
el tema “vida extraterrestre” alrededor del año 1985.
Poco tiempo después de publicado, leyendo un día un
suplemento literario de un periódico local, me entere de la
publicación de una novela del famoso astrónomo Carl
Sagan, que acababa de morir.
Muchas cosas vinieron a mi mente en ese momento.
Recordé como de niño me veía fascinado y atrapado
por las series televisivas “Cosmos”, que dicho astrónomo
protagonizaba.
42
Curiosamente en ellas no se hablaba de vida extrate-
rrestre. Por esa razón me llamó poderosamente la aten-
ción que en su obra póstuma, el abriera esa posibilidad.
A partir de esta “curiosa casualidad”, pude compro-
bar que evidentemente los dos recibimos una informa-
ción similar; y ambos construimos una ficción con ella.
Obviamente la suya con la trascendencia que su populari-
dad y genio ameritaba.
Quiere decir que en realidad esa información estaba
disponible en algún lado; algo así como en un banco de
datos universales. Y por alguna razón ambos accedimos a
él casi simultáneamente.
Este fenómeno se repite con frecuencia. Y es común
verlo en el universo de los inventores. A menudo se pre-
sentan simultáneamente en diferentes puntos del planeta,
patentes de invención de objetos similares.
De no mediar un plagio, este evento reafirma el con-
cepto del banco de datos universal, que está disponible
para quién quiera acceder a él.

43
CAPÍTULO 9

DE OTRAS VIDAS

Como imaginaras querido amigo, yo al igual que tú, tuve


esa curiosidad. ¿En verdad existimos antes?
Y como tenía la posibilidad de preguntar, bueno así lo
hice.
Me vi. En una existencia anterior, en Escocia. Poco
antes de la invasión Inglesa, aproximadamente en el siglo
XIII.
Como era costumbre en mi país, yo me fabricaba mi
propio whisky, y el excedente lo vendía, al igual que mu-
chos de mis compatriotas de entonces.
Cuando sobrevino la invasión Inglesa, los invasores
pusieron impuestos sobre la fabricación de whisky, como
forma de obtener dinero. Era parte del botín de guerra.
Yo al igual que muchos de mis compatriotas de en-
tonces me negué a pagar ese impuesto, lo que automáti-
camente me coloco al margen de la ley Inglesa y fui
perseguido por soldados.
Para poder evitarlos, levante mis alambiques y mis
pertenencias, y junto a mi hija de entonces, nos traslada-
mos a una isla, donde nos radicamos temporalmente.
45
Nuestra libertad no duro mucho. Hasta allí llegaron
los ingleses en nuestra búsqueda.
Lo último que pude ver en ese sueño, fue un encarni-
zado combate a muerte con espadas. Junto a mí, y com-
batiendo como un hombre, la que era mi hija, de unos
diecisiete años aproximadamente.
Y pude escuchar el nombre de mi whisky,
“El Viejo Contrabandista”.
Cuando desperté y mientras tomaba notas febrilmente,
me di cuenta que la que era mi hija en el sueño, era en esta
vida un prima mía, que vivía en Brasil y que tenia por tra-
bajo y medio de vida, la fabricación de cerveza artesanal.
Por cierto que de excelente calidad y gran éxito.
Durante el día y mientras trabajaba, esa historia venia
a mi una y otra vez.
De a ratos me parecía muy loca y por momentos no
tanto.
Cuando por la noche me senté a cenar y mientras
echaba una mirada al periódico del día, mi vista se detuvo
en un pequeño anuncio. Y en verdad era tan pequeño,
que dada la hora de la noche y lo cansado que estaba, fue
un “milagro” que reparara en el.
Y decía “se vende hostería El Viejo Contrabandista
en Santa Clara (balneario cercano a Mar del Plata), de
tantas habitaciones, en muy buenas condiciones, etc.
Quede petrificado. Una vez mas sentí que EL me es-
taba hablando y en una forma muy particular.
E inmediatamente sentí en mi interior la voz diciendo:

46
“The Old Smuggler”
que significa “El Viejo Contrabandista”.
“Guau”, pensé, “ese era el nombre de mi whisky y en
mi país”, la Argentina existe una marca de whisky con ese
nombre.
Bueno, eso quedo así por años, aproximadamente
quince.
Estando radicado en Venezuela, fuimos invitados a
almorzar en un hotel con un amigo de mi esposa. A su
vez el estaba con un grupo de personas.
Cuando nos toco el turno de ocupar nuestro lugar en
la mesa, fui advertido discretamente, que la persona que
estaba a mi derecha era el Cónsul de Inglaterra.
Creo que la advertencia fue para que no dijera nada
indiscreto acerca de la guerra de Malvinas. Para mi asom-
bro, si pudimos intercambiar civilizadamente opiniones al
respecto. Y en un momento dado me acorde de aquel
sueño y le pregunte al Cónsul, si conocía una marca de
whisky “El Viejo Contrabandista” en Escocia.
Me respondió que creía que si, y que me averiguaría.
Y al tiempo recibí una nota suya diciéndome que si, que
efectivamente había existido dicha marca y que todavía se
conservaban algunos envases originales con su etiqueta.
Te cuento que en la etiqueta esta el grabado del fabri-
cante. Y si bien no pude reconocerme en el, esto dio por
cerrada esa historia para mi; y fue una ratificación, que si,
efectivamente había existido antes.

47
CAPÍTULO 10

MÁS DE OTRAS VIDAS

Hubo una época, en que de vez en cuando, amanecía


durmiendo de espaldas y sobre mis brazos. Es decir que
todo el peso de mi cuerpo descansaba sobre ambos bra-
zos. Por supuesto ambos totalmente dormidos y dolori-
dos. De tan dormidos no respondían a mi deseo de que
se movieran, para poder incorporarme.
Toda mi espalda, mis hombros y mis brazos, parecía
que hubiesen sido apaleadas.
Tenia que balancearme a ambos costados para poder
sacar mis brazos.
Era en verdad una sensación muy desagradable. Lo
curioso es que normalmente no puedo dormir de espal-
das, siento como si me ahogara.
Para dormirme doy vueltas y mas vueltas, hasta que
finalmente logro conciliar el sueño; pero siempre de cos-
tado y por lo general sobre mi lado derecho.
De manera tal que me intrigaba sobre manera la for-
ma en que me despertaba en ocasiones.
Una noche pregunte acerca de esto, y lo que vino fue
esto:
49
“Me vi. Como esclavo, atado con las manos atrás en
mi espalda. Estaba en la cubierta de un galeón, un barco
inmenso, de madera. De mis manos pendía una larga y
gruesa cuerda. Algo había sucedido, desconozco que, pe-
ro aparentemente yo había cometido una falta que acredi-
taba un castigo ejemplificador para el resto de los
esclavos, que eran obligados a observar la ceremonia.
Y el castigo consistía en arrojarme del barco en mo-
vimiento desde la proa, haciéndome pasar por la quilla.
Un grupo de grumetes tiraba de la larga cuerda, para for-
zar a mi cuerpo a pasar por debajo.
Como te imaginaras, la quilla le termina destrozando
el cuerpo y rápidamente sobreviene la muerte, sea por las
heridas o por asfixia.
Pero algo sucedió, no se que fue, pero de alguna ma-
nera logre llegar hasta una isla.
Allí me desperté y en lo sucesivo jamás volví a ama-
necer de esa forma.
Aunque en alguna parte de mi aún permanece alojado
el concepto que un verdadero esclavo tiene respecto del
trabajo.
Siento el trabajo como una gran carga que no deseo
para mi vida.
Pareciera que el revivir las situaciones, remueve los
efectos que esos acontecimientos nos producen.
En reiteradas ocasiones escuche relatos de personas
que se despertaban espantados con la sensación de estar
cayendo al vacio. Y ese mismo sueño se repetía reitera-
damente, hasta que la persona podía revivir en el sueño el

50
evento en que en verdad caía. A partir de allí, por lo gene-
ral, ya no volvía a repetirse esa pesadilla.
Puedo comprender lo trascendente de tener certezas
acerca de vidas anteriores. Evidentemente nuestra pers-
pectiva de lo que se da en llamar “vida”, cambia categóri-
camente.
Comienza a hacerse carne ese sentimiento de que ya
estuvimos y que estaremos.
Se que ese conocimiento no nos alivia la carga. Pero
por alguna razón, de tanto en tanto se descorre el velo, y
nos es permitido echar una mirada atrás. Tal vez eso sea
algo así como una mano tendida, una palmada en el
hombro.
Quizás el comenzar a pensar y a planear nuestras exis-
tencias en términos de “eternidad”, le den una perspecti-
va totalmente distinta a la vida.
Se que al menos este proyecto llamado” Planeta Tie-
rra”, se fundó bajo la premisa y la consigna del libre al-
bedrío.
Por lo tanto en todo momento tenemos la libertad de
escoger y tomar nuestras decisiones. Lo que no podemos
evitar son las consecuencias de nuestras elecciones.
A esto algunos lo llaman Karma.

En una ocasión, aún entre sueños pude ver y viven-


ciar por unos breves instantes, una existencia anterior
mía, milenaria tal vez.
Me vi a mi mismo siendo un tipo de sacerdote. No se
donde.

51
Se que alguna grave transgresión o alguna falta grave
había cometido, por que pude ver con toda claridad como
con una gran paz y convicción, entregué mi vida, a mane-
ra de reparación.
Sencillamente pasé mis dos manos por unos huecos
que había en un grueso muro de piedra. Nadie me obliga-
ba. Yo actuaba voluntariamente.Del otro lado del muro y
aunque no podía verlo, había otra persona. Otro sacerdo-
te quizás.
Y este rasgó apenas mis dos muñecas con la punta de
una piedra engarzada en un anillo. La piedra tenia algún
tipo de veneno muy potente, ya que casi en forma ins-
tantánea caí al piso.
Curiosamente, aún en el sueño, pude ver como con-
vulsioné brevemente y luego comencé a abandonar mi
cuerpo. Ese cuerpo.
Tuve la real sensación de comenzar a ascender y pude
verme desde arriba yaciendo en el piso.
Por último, aunque no lo vi., se que mis restos fueron
enterrados en algo así como el atrio del monasterio.

Ya que hablamos de Libre Albedrío, Karma y Res-


ponsabilidades, voy a narrarte esto que vino a mí, luego
de preguntar por años, hasta que pude cerrar esa herida.
Desde niño yo había trabajado en una fábrica, pro-
piedad de mi padre.
Comenzó casi como un juego, para convertirse luego
en pesada carga.
A medida que crecía, yo tenía ideas nuevas, ganas de
introducir cambios en la forma de llevar adelante la em-

52
presa. Y casi siempre chocaba con el duro carácter de mi
padre. Inevitablemente eso conducía a que yo renunciaba
y buscaba nuevo empleo. Y lo conseguía.
Pero algo invariablemente sucedía, terminaba per-
diendo mi nuevo trabajo y tenía que volver, una y otra
vez a retomar mis tareas en la fábrica.
Esto no hacía más que acrecentar mi enojo y mi dis-
conformidad.
Y una noche pude ver como en otra existencia, yo le
había quitado la vida, al que fue mi padre, al descubrirlo
golpeando a la que fue mi madre.
Ambos era los mismos que en esta vida fueron mis
padres.
Tomé notas de lo recibido y reflexioné por años en
aquello.
Si bien, no tenía forma de comprobar la veracidad de
aquello, de alguna manera me explicaba el por que yo
seguía invariablemente y aun contra mi deseo ligado a
aquella fabrica y a mi padre.
Ese conocimiento fue de gran utilidad para mí. Me
sirvió para transmutar el enojo por un profundo amor y
comprensión hacia mi padre.
Y me propuse hasta donde fuera posible reparar el
daño que le había ocasionado. Lo acompañé hasta el
último de sus días, como hijo y como amigo.
Pude afortunadamente deshacerme de reconcores y
enconos.
Tan solo guardo el mejor de los conceptos del que en
esta vida fuera mi padre, un profundo amor y respeto.

53
Y gracias a YO SOY, que me permitió ver, pude tener
una comprensión de lo sucedido, que de otra manera
hubiera sido imposible.

54
CAPÍTULO 11

ALGO ESPECIAL

Según transcurrían los años, yo “recibía” mas y mas tes-


timonios. En mi interior seguía batallando que hacer con
todo esto.
Imaginaba que algún propósito tendría. Alguna razón
se debía esconder en semejante caudal de información.
Llegué a un punto en donde comencé a pensar que
debía abandonarlo todo y hacerme sacerdote o algo así.
Pero todo mi pasado, mi educación, mi historia familiar
pesaban tanto, que finalmente descartaba esa posibilidad.
En una ocasión me desperté con esta visión
“Caminaba por un camino muy bonito, lleno de plan-
tas y flores en un día hermoso.
Y al cabo de andar un rato, llegaba a una encrucijada,
es decir, el camino se dividía en dos, uno a la izquierda y
el otro a la derecha. Por alguna razón y sin titubear toma-
ba el de la izquierda. Luego de dar unos pasos, apareció
ante mí un majestuoso árbol.
Cálculo que tendría más de cien metros de altura. Su
tronco medía aproximadamente un metro y medio o más
de diámetro y su copa era inmensa y frondosa.

55
Desde lo más alto de su copa bajaba hasta donde yo
estaba una larga y gruesa cadena de eslabones de oro.
Muy similar en tamaño a la que sujeta el ancla de los bar-
cos, pero de oro macizo.
Intuitivamente en la visión, yo me tomaba de la cade-
na y permanecí de esa forma por un rato, hasta que fi-
nalmente desperté.
Una vez mas, prendí mi lámpara de noche y registré
en mi cuaderno lo que acababa de ver. Recuerdo que me
invadió una sensación muy especial esa madrugada. Era
de plenitud y gozo.
Pero por mucho tiempo no supe su significado y mu-
cho menos el para que de la visión.
Una mañana que estaba saliendo de mi casa, y al abrir
la puerta me encontré con dos jóvenes de camisa blanca y
corbata. Me dijeron que eran misioneros de una congre-
gación y que me traían un libro. Como estaba apurado les
pedí que me lo dejaran y me comprometí a leerlo, para
luego darles mi opinión.
Dias después comencé su lectura y a poco de avanzar
en la misma, di con un relato en el que un anciano de días
y patriarca de una familia, recibía de un Ángel de Dios,
una visión.
En la misma el veía un árbol gigantesco y del árbol
salía una barra de acero. El se tomaba de la barra y comía
del fruto del árbol de la vida.
Pero al igual que yo él desconocía el significado de su
visión.

56
Te imaginarás la emoción que me embargaba al leer
esto. Podía intuir cierto paralelo entre la visión del ancia-
no y la mía.
En el libro, es un hijo del patriarca el que recibe de
parte de un ángel el significado de la visión.
La barra de acero simboliza la palabra de Dios y el
árbol el fruto del amor de Dios. Y de tal manera, aquellos
que permanecen asidos a la barra comerán del fruto del
amor de Dios.
El relato de este libro tiene lugar miles de años antes
de Cristo en algún lugar de Judea.
En este punto quiero aclararte que por una cuestión
de respeto y admiración, no doy nombres ni mayores da-
tos de este libro. No he solicitado permiso para hacerlo y
por lo tanto no puedo ni debo extenderme en él.
Una vez mas lo recibido me acercaban mas a El. Lo
sentía tan próximo a mí y al mismo tiempo tan esquivo.
Al menos eso creía yo.
Tomé este acontecimiento, la llegada a mis manos de
este libro, como una especie de señal. Tal vez era el mo-
mento y el lugar de plegarme a una congregación religiosa.
Y venciendo montones de prejuicios propios y ajenos
me bauticé en esta iglesia.
Aprendí y al día de hoy sigo aprendiendo muchísimo
en la congregación.
Pude experimentar en carne propia lo que se siente al
salir de las aguas del bautismo.
Ese día volví a la vida, y mejor aún podía ver los
cambios en los demás cuando se decidían a dar ese paso.

57
Pude experimentar el calor y el amor de muchísimos
de los miembros. Lo mismo experimente cuando me tras-
lade a Venezuela y asistí a la iglesia en un pueblito de pes-
cadores.
Ahora si me lo permites y con toda la humildad de la
que dispongo, te invito a que tú también, sea cual sea tu
creencia o tu agnosticismo, te aferres los mas fuerte que
puedas a tu cadena de oro. Busca en tu interior y déjate
guiar por la voz que habla dentro de ti.
En los tiempos que corren y en los que habrán de ve-
nir, será cuestión de vida o muerte el tener algo firme e
inalterable de donde asirnos.
Pero hay algo que atesora mi corazón como lo más
relevante de esta nueva etapa de mi despertar espiritual. Y
es La Oración. O si lo prefieres, lo relevante del acto de
orar.
Y es aquí donde quiero compartir tan solo dos de los
testimonios, que a mi parecer son los más contundentes.
Había transcurrido tiempo desde mi bautizo y ya tenía
responsabilidades dentro de la organización.
Un día el Obispo me asigno el discurso central dentro
de la reunión dominical. Algo similar al sermón que el
sacerdote da durante el transcurso de la misa.
El tema a desarrollar era el de “Los Pioneros”, dada la
fecha que coincidía con un aniversario de la gesta de los
miembros fundadores de la Iglesia.
Ellos fueron perseguidos y atormentados debido a su
fe. Muchos perdieron sus vidas y sus pertenencias debido
a esa persecución. De hecho, el fundador de la Iglesia
murió asesinado al igual que su hermano.

58
Esto transcurre alrededor del año 1846.
Por todo esto, la congregación decidió emigrar aban-
donándolo todo.
Viajaron miles de kilómetros. Desde la zona de Nue-
va Inglaterra, en la costa este de Estados Unidos, hasta el
actual estado de Utah al oeste. Llevaban sus escasas per-
tenencias en carretas tiradas por mulas y caballos y con
carros de mano, arrastrados por ellos mismos.
Muchos murieron en la travesía de frío, hambre y en-
fermedades.
Hasta que finalmente lograron llegar al territorio que
actualmente se conoce como Salt Lake City.
Bueno, pues bien, como te contaba, durante la sema-
na fui preparando mi esbozo de discurso; pero me daba
cuenta que necesitaba tener imágenes de aquella verdade-
ra epopeya, para tener una impresión mas real de lo que
fue ese evento.
Busque en libros y si bien encontraba dibujos y gra-
bados de época, no me daban la real dimensión del sacri-
ficio de esa gente.
Cuando finalmente llegó el domingo, me levante más
temprano para dar los últimos retoques a mi escrito.
Mientras preparaba mi desayuno, comencé a escuchar “La
Voz” que me decía,
“televisor, televisor...”
Mi cabeza pareció estallar, la sorpresa fue tal que
quede por unos instantes paralizado.
Yo sabía que estaba solo, bueno aparentemente solo.
Y sabia perfectamente de donde provenía esa voz.

59
Pero mi raciocinio me decía, que en pleno mundial de
fútbol, en un día domingo a las 7:00am, lo único que era
de esperar en la televisión eran veintidós jugadores co-
rriendo detrás de una pelota y nada más.
Pero logré reponerme de la sorpresa y por experien-
cias anteriores, obedecí y prendí el televisor. La imagen
era poco menos que patética. Yo parado frente al aparato,
con el control remoto en la mano, más de ochenta cana-
les y no saber que estaba buscando.
Comencé a pasar canales y efectivamente, lo que
abundaba eran los goles de la jornada anterior, partidos
en directo, partidos diferidos, periodistas comentando,
etc. Y yo seguía pasando canales y sin saber que buscar.
Hasta que me detuve en una película. Solo me llamó
la atención que era en blanco y negro. Aparentemente
una de vaqueros del oeste Norteamericano. Te estoy
hablando de una película del año 1940, con actores como
Tyrone Power, John Carradine y Linda Darnel. Segura-
mente estos nombres no signifiquen nada para ti debido a
tu edad; pero déjame decirte que eran las primeras figuras
del Hollywood de esa época.
La película lleva por nombre “Hijos de Dios”.
Y para mi asombro era ni más ni menos que una pelí-
cula acerca de la gesta de los Pioneros de la congregación.
No lo podía creer, eso no podía estar pasándome a
mí.
A medida que transcurría la película podía contemplar
todas aquellas imágenes que deseé ver para construir mi
discurso.

60
Y lo más significativo era que yo no había hecho un
pedido formal, yo no había preguntado nada. Solo en mi
cabeza estaba esa inquietud. Y es evidente que hasta nues-
tros pensamientos son de alguna forma leídos por Yo
Soy. No tengo otra explicación para esto que me sucedió.
Te imaginarás que de allí en adelante cuido mucho no
solo lo que digo, sino también lo que pienso. Creo que si
esto lo supieran nuestros gobernantes y autoridades, el
mundo sería diferente.
Por último déjame decirte que durante mi discurso
ese mismo espíritu, esa misma energía estuvo presente.

Y referido también al poder de la oración, quiero


compartir contigo este testimonio si me lo permites.
En Noviembre de 1996 se realizó en el estadio del
club Velez Sarfield una multitudinaria reunión de los
miembros de la congregación.
Yo al igual que los demás estaba invitado. Pero en
verdad no sentía ningún deseo de concurrir.
No asociaba una reunión de carácter religiosa con un
estadio de fútbol. Es mas, no acreditaba que aquella fuera
en verdad una experiencia espiritual edificadora.
Sin embargo, cuando llegó el día, apuré mis tareas en
mi trabajo desde temprana hora, de manera tal de poder
concurrir.
Me fui a mi casa y luego de asearme y ponerme rigu-
roso saco y corbata me dispuse a partir.
Pero en ese momento y no se por que razón, sentí
una necesidad enorme de ponerme de rodillas y orar. Re-
cuerdo que pedí el poder disfrutar del espíritu de la reu-

61
nión, y cuando ya había terminado, de mi boca salieron
estas palabras,
“Y que pueda estrechar la mano
del Presidente de la Iglesia”.
Te cuento que el Presidente de la Congregación en
aquella época, era un hermoso anciano de más de 80
años. Un espíritu muy especial y un ser de luz indudable-
mente.
Siempre y aunque no lo conocía personalmente, sentí
una admiración y un cariño muy especial hacia él.
La reunión comenzó con un coro de más de cien per-
sonas. En ese momento yo sentí que todo el estadio se
elevaba. Y luego los discursos de los participantes.
El que más me llego fue justamente el de ese anciano
maravilloso, el presidente.
Concluido el acto, salí a la calle, me parecía que cami-
naba a un metro del piso. Tal era mi gozo. En verdad me
sentía pleno, como pocas veces en mi vida.
Llegué hasta donde había estacionado mi moto, me
subí y partí hacia mi casa.
Anduve unas cuadras y un semáforo en rojo me detu-
vo en una avenida. Mi cabeza y yo estábamos en otro lado.
En un instante, volteé a mi izquierda, aproximada-
mente a un metro, un auto con las ventanillas bajas. Y allí
estaba el presidente sentado, mirándome. Se dio cuenta
que venia del estadio, obviamente por mi saco y corbata.
Llamó la atención de su esposa que estaba sentada junto a
el, y ambos me regalaron una sonrisa y un saludo con las
manos.

62
Recordé mi pedido, “que pueda estrechar la mano del pre-
sidente” y otra vez, la emoción de ver a Yo Soy en acción.
Como cambió la luz del semáforo, los autos detrás
comenzaron a tocar bocina, de manera tal que tuvimos
que arrancar. A las pocas cuadras se repitió la escena, y
otra vez tuve al presidente al alcance de mi mano. Preferí
no hacerlo, me pareció que la gente asignada a la seguri-
dad se hubieran puesto muy nerviosos. Pero no me im-
portó.
Lo extraordinario fue ver mi pedido materializado en
cuestión de horas.
¿Que mas necesitaba? ¿Que otra prueba? Creo que
ninguna.
De regreso en mi casa, lo primero que hice fue dar
gracias mientras una emoción indescriptible me recorría.
Aprendí en esta ocasión que la oración es una forma
directa de comunicación con Yo Soy, y que hay que tener
cuidado con lo que se pide, por que es probable que te lo
otorguen.
Como yo lo veo, la oración, funciona exactamente
igual que una llamada telefónica a un amigo. Como pri-
mera medida, tienes que llamarlo a él y no a otro. Distin-
gues el número que tienes que marcar de otros. Luego te
tomas un tiempo para esperar que te atienda y cuando eso
sucede se entabla el dialogo. Para que sea productiva,
hablamos de uno a la vez, es decir mientras uno habla el
otro realmente escucha.
Podemos hacernos pedidos, ofertas o tan solo nos sa-
ludamos. Nos interesamos por el estado del otro. Para
finalmente despedirnos hasta otra ocasión.

63
La única diferencia que yo noto es que por lo general,
cuando marcamos el número de Yo Soy, es para hacer
pedidos y demandar. No se nos ocurre llamar para agra-
decer o simplemente preguntar como esta su día hoy.
Por último, El no tiene contestadora ni buzón de
mensajes, pero no te preocupes, si llamas y aparentemen-
te no te atiende, haz igual tu pedido que a su debido
tiempo, será tenido en cuenta.

64
CAPÍTULO 12

LA ADVERSIDAD

Por si estas pensando que cuando uno hace el contacto y


tiene todos los testimonios todos, todas las pruebas, la
vida se torna más fácil, déjame decirte que te equivocas.
Lo único que cambia es el estado de conciencia con el
que vives tus días. Los problemas y las dificultades no
desaparecen. Y si no, te invito que leas Job, en el antiguo
testamento.
Dicen que para muestra basta un botón.
En el año 2003 yo vivía en Venezuela. Hacía poco
tiempo que me había casado y trabajaba como arquitecto
en la industria petrolera. Para la navidad nos fuimos con
mi esposa a una playa a pasar las fiestas.
En la madrugada del tres de enero, un día antes de mi
cumpleaños, se presentó literalmente mi madre ante mí y
me dijo...
“Jorgito me voy, estoy muy cansada
y no quiero seguir mas...”
Desperté sobresaltado y compartí con mi esposa lo
sucedido.

65
A nuestro regreso y mientras bajamos las maletas del
auto, sonó el teléfono de la casa.
Era una llamada desde Argentina, comunicándome
que mi anciana madre de 75 años acababa de morir, a raíz
de una brutal golpiza durante un robo.
Era quebrarme en mil pedazos otra vez. No atinaba a
reaccionar. No hubo noche en la que al hacer mis oracio-
nes yo no pidiera por ella, para que nada malo le sucediera.
Y esto no parecía posible, esto no me podía suceder a
mí.
Pero si, así fue. Volamos a Buenos Aires con mi es-
posa en cuanto se pudo. No llegué a estar en su velatorio.
Solo pude despedirme de ella frente a su tumba y dediqué
luego ese pedacito de tierra.
Miles de pregunta atormentaban mi mente otra vez.
¿Por que? ¿Para que?...
Como pude me rehice y regresamos a Venezuela. Y a
los pocos días me quedé literalmente sin trabajo. Me des-
pidieron.
Todo esto en un corto intervalo de tiempo.
Creo que de no mediar la presencia de mi esposa, me
hubiera bajado, no hubiera seguido más. Y también la
incursión en nuestras vidas de nuestro entrañable amigo
Falco, un hermoso perro Golden Retriever de color do-
rado intenso.
Será tal vez por eso aquello de
“extraños son los caminos del Señor...”
no lo sé.

66
CAPÍTULO 13

MADURAR

Es en este contexto de cosas, que una noche, en sueños,


escucho La voz que me dice:
¿“Jorge, Jorge, cuando vas a madurar”? “Tienes el aura
de un niño”. “Tu aura es de color añil”.
Claro, si bien yo estaba dormido, aún en ese estado
aquel contacto y lo que estaba escuchando me resultaba
demasiado importante, de manera tal que pregunté
“¿Que significa madurar”? La respuesta fue inmediata y
contundente. “Haz únicamente aquellas cosas que tengan
sentido para ti”. E ingenuamente yo repregunté. “¿Y que
cosas tienen sentido para mi, no lo se”?
Evidentemente esa pregunta la debía contestar yo y
solo yo.
Cuando desperté, tomé nota de aquello y me puse a
reflexionar acerca de lo que “Yo Soy” me aconsejaba. Me
di cuenta que todos los trabajos que había tenido, con
más o menos éxito, carecieron realmente de sentido para

67
mí. En reiteradas ocasiones mientras trabajaba me pre-
guntaba “¿Que estoy haciendo aquí”?.
Si de algo estoy seguro, es que esto, lo que estoy
haciendo en este preciso instante, el compartir mis expe-
riencias contigo, tiene total y absoluto sentido para mi.
Valoré entrañablemente este consejo. Era de índole
práctica y podía llevarlo adelante.
Evidentemente para Yo Soy, el madurar de los indivi-
duos no se parece en nada al cliché de nuestra sociedad.
Madurar no es dejar de jugar fútbol para pasar a jugar a
ganar dinero. No es abandonar la soltería y sentar cabeza
y casarse.
Obviamente madurar desde la perspectiva de un ser
tan especial, de una sabiduría infinita como es la de “Yo
Soy”, esta íntimamente ligada a la realización personal de
nosotros los individuos.
Por lo tanto ese proceso de maduración es distinto en
todos y cada uno de nosotros.
De seguro que hay muchas mujeres que si encuentran
sentido en conformar una familia, traer hijos al mundo y
ayudarlos a crecer. Y es allí donde se realizan y eso tiene
mucho sentido para ellas. Por eso maduran.
Pero cierto también es que muchas mujeres se casan y
tienen hijos, e incluso abandonan una profesión en aras
de cumplir con un mandato impuesto por la familia y la
sociedad.
Difícilmente al cabo de los años se sientan realizadas.

68
CAPÍTULO 14

EL GRAN SECRETO

Esto que comparto ahora contigo, en alguna medida se


relaciona con lo anterior. Es decir, con las cosas que si
tienen sentido para las personas y el proceso de madura-
ción de las mismas.
Una madrugada y aún en sueños, me encontré frente
a Yo Soy. No se que cosas me ocupaban por entonces,
pero evidentemente mi mente se afanaba una vez mas por
encontrarle sentido a la vida.
De manera tal que le pregunté. “¿Maestro Yo Soy,
cuál es el secreto de la felicidad”?
En realidad creo que en mi mente humana yo quería
preguntar “¿Cuál es el Gran secreto de la felicidad”?.
Y la respuesta fue inmediata y contundente.
“El secreto es que no hay secreto. El secreto es el Servicio,
en especial el servicio que se hace en secreto”.
Aquí quisiera lanzarte un reto, un desafío. Pon a
prueba esto. ¿Como? Es fácil.
A cada instante, en todo lugar hay situaciones en la
que podemos prestar un servicio.

69
Y no estamos hablando únicamente de las grandes
epopeyas y las grandes cruzadas.
Es de un enorme merito el constituir una fundación
para dar alimento a niños de la calle. Pero creo no equi-
vocarme, de igual manera es muy meritoria aquella madre
que luego de una jornada de ocho horas de trabajo, saca
energías de donde puede y prepara una cena, ayuda a sus
hijos con sus tareas escolares, lava ropa y aun les deja un
beso a sus hijos antes de irse a dormir.

En este punto recuerdo y me hacen sentido las pala-


bras del Maestro Jesús.
“Haz con el prójimo lo quieras que hagan contigo”.
¿Quien no desea ser ayudado frente a un problema o
una emergencia? Bueno, parece que el secreto es, si quie-
res ayuda comienza por ayudar.
Quieres recibir amor, empieza por dar amor. Quieres
prosperar, comienza por ser un medio por el cuál los de-
más puedan prosperar.
Llámalo como quieras. ¿Causa y efecto? Tal vez.
¿Cosechamos aquello que sembramos? Quizás.
Pareciera ser que para el Maestro Yo Soy, ese es el
Gran Secreto.
Ponlo a prueba.

70
CAPÍTULO 15

AKIRA

En ocasiones he recibido revelaciones que hasta el día de


hoy no se que hacer con ella.
Un día, estaba yo en mi casa. Era la hora del almuerzo
y aproveché a almorzar con mis padres, cosa inusual para
esa época.
Tenía que hacer unos trámites por la tarde, así que
decidí tomar una breve siesta antes de partir.
Por temor a quedarme dormido le pedí a mi padre
que me despertase en media hora.
Y ni bien hube puesto mi cabeza en la almohada, co-
mencé a experimentar una sensación que nunca antes
había sentido. Parecía que mi cuerpo comenzaba a vibrar
y cada vez con mas intensidad. Mi corazón bajó abrupta-
mente su ritmo.
En ese momento, de una de las paredes de mi habita-
ción, salió una anciana, muy delgada y muy bajita. Vestía
un kimono japonés y parecía tener más de noventa años.
Se dirigió directamente hacia la cabecera de mi cama y
me saludó muy respetuosamente inclinando su cabeza.

71
En ese momento yo experimenté algo parecido al
desdoblamiento, ya que podía verla desde mi posición en
la cama, pero a la vez podía ver todo el cuarto desde un
costado, a unos tres metros de donde en realidad me en-
contraba.
Luego de su reverencia, yo le dije textuales palabras
“Akira, no se olvide de despertarme”
Es decir que por la escena, la anciana tenía toda la apa-
riencia de ser algo así como mi ama de llaves y obviamente
yo debía conocerla profundamente de “alguna parte”.
Luego de hacerle mi pedido, volvió ella a hacerme
una reverencia con su cabeza, se giró sobre sus talones y
se dirigió hacia la pared por donde había entrado.
En ese momento yo me doy cuenta de la envergadura
de lo que estaba pasando y no quiero que se vaya. Co-
mienzo a llamarla por su nombre, pero en ese preciso
instante entró mi padre a la habitación, para despertarme
según mi pedido. Habían pasado ya treinta minutos, pero
para mi escasos segundos.
Todo el resto del día mientras me ocupaba de los
trámites que tenía que hacer, me lo pasé reflexionando
acerca de esta explosiva experiencia.
Yo había leído y escuchado acerca de situaciones
donde algunas personas experimentan ese fenómeno de
desdoblamiento y pueden verse a si mismas desde otro
punto de vista.
A mí nunca me había sucedido antes.

72
Pero lo que mas me llamaba la atención era esa ancia-
na. ¿Quien era? ¿Como era que salió desde la pared? Eso
no parecía posible.
Además el grado de familiaridad que tenía con ella,
como si en verdad nos conociéramos.
Pero como a esa altura ya estaba acostumbrado a re-
cibir cosas que carecían totalmente de sentido para mí,
llegué una vez más a la conclusión que nada podía hacer y
que tenía que dejar ir la experiencia.
Por la noche, hojeando el periódico del día, me de-
tengo en un suplemento que traía el diario. Debió ser un
día jueves, ya que en ese día publicaban un suplemento de
varias páginas destinado a los jóvenes.
Y me detuve en el titulo de la página, que decía tex-
tualmente
“Mangamanía en Japón”.
Se llama Manga en Japón a las historietas. Y en esos
tiempos era tal el caudal de ventas que tenían, que se con-
sideraba como una verdadera “Manga manía”.
El artículo comentaba la fiebre desatada por las histo-
rietas, en especial entre los jóvenes.
Luego describía algunas de las de más venta, pero pa-
ra mi sorpresa, la que batía todos los records y ocupaba el
primer puesto en la popularidad de la gente se llamaba...
“Akira”.
¿Te imaginas las cosas que comenzaron a pasar por
mi cabeza? Creo que no.
No salía de mi asombro. No cabía dentro de mí.

73
Necesitaba encontrar una explicación para esto. Tenía
una enorme necesidad de contárselo a alguien. ¿Pero a
quien? ¿Quien me creería semejante delirio?
Así que una vez mas guardé silencio y traté de olvi-
darme de lo sucedido.
Días después, caminando por el centro, más precisa-
mente por Florida y Corrientes, vi un kiosco de diarios y
revistas gigantesco. Recordé a Akira y me decidí a pregun-
tarle al empleado si conocía una revista de historietas lla-
mada Akira.
Y para mi sorpresa me dijo que si la conocía, pero
que él no las tenía. Pero me aseguró que el kiosco de dos
cuadras mas adelante seguramente la tenía.
Imagínate, debo haber batido el record de velocidad de
los doscientos metros con obstáculos. Cuando llegué ante
este empleado, reiteré mi pregunta. Creo que tenía cruzado
los dedos de mi mano. Y muy naturalmente me contestó
que si, y me señaló una pila de revistas frente mío.
Bueno, en verdad quisiera ser en este momento un
buen escritor para poder transmitirte con todo el realismo
posible lo que sentía. Pero evidentemente no lo soy, de
manera tal que te cuento que temblaba. Literalmente
temblaba.
Las revistas venían envueltas de a una en bolsas de
nylon transparente, de forma que podía ver su portada
pero no hojearla.
Tomé en mis manos una, la primera de la pila. La que
estaba arriba de todo. Miré su portada, un dibujo futurista
y cuando la doy vuelta, en la contratapa leo exactamente
esto...

74
“Akira pronto te despertará de los sueños”.
¿Que puedo decirte querido hermano? Tan solo esto.
Las compré todas, es decir me lleve un ejemplar de cada
número. Me metí en el primer bar que encontré y las de-
voré una por una. Tal era mi conmoción, que aunque quie-
ra no recuerdo si estaba solo o acompañado esa noche.
Y pagina tras pagina fueron pasando ante mi atónita
vista.
Básicamente el argumento describe a un grupo de jo-
vencitos, luego de un holocausto nuclear en un futuro.
Más precisamente en el 2019 en Tokio. Ellos son sobre-
vivientes y son expertos en artes marciales. Se desplazan
en poderosas motos. Además poseen poderes especiales.
Y él que comanda a la pandilla es un joven de nombre
Akira. El posee dones especiales y poderosos.
En resumidas cuentas este es el argumento.
¿Que relación guarda conmigo?; no tengo la menor
idea.
Lo único que se me ocurre es compartirlo contigo y
dejarlo ir. Tal vez, algún día comprenda, si es que hay algo
que comprender.
O tal vez fue una mas de la lista de experiencias desa-
fiantes a nuestro supuesto “sentido común”, y nada mas.

75
CAPÍTULO 16

GAMBITO DE REY

Por si no lo sabes, “Gambito de Rey”, es una expresión


utilizada en el juego del ajedrez y se refiere a la forma de
comenzar una partida.
En oportunidad de realizar mi segundo viaje a Brasil,
luego de varias horas de travesía en bus y mientras dormi-
taba, tuve la dicha de recibir estas imágenes que comparto
contigo.
Podía verme a mí mismo en un cuarto de regulares
dimensiones.
A ambos extremos unas gradas de dos o tres escalo-
nes, y ocupando todo el piso de la sala, un perfecto table-
ro de ajedrez, realizado con mosaicos negros y blancos.
Por una pequeña puerta lateral entro Yo Soy. Tenía el
porte de un verdadero rey, no había tensiones y un aura
blanca y luminosa lo acompañaba. También le seguía un
reducido séquito, pero en verdad no podía reparar en
ellos. Ocuparon su lugar en una de las gradas, dejando el
puesto del centro y arriba a Yo Soy.
A continuación hicieron su entrada por la misma
puerta dieciséis personajes, cada uno encarnando las pie-

77
zas del ajedrez y todos vestidos de blanco. Por turnos
fueron ocupando su lugar en el tablero.
Luego y por la misma puerta entró un personaje que
yo percibía exactamente igual a Yo Soy, pero todo vestido
de negro y a continuación un reducido séquito, todos de
igual color.
De similar manera, ocupó su lugar en las gradas, en-
frentado a las blancas.
A continuación entraron dieciséis interlocutores, cada
uno como una de las piezas negras y ocuparon su lugar en
el tablero.
Y acto seguido, comenzó el “Gran Match”.
Aún entre sueños, la emoción me embargaba. De al-
guna manera estaba siendo testigo de un combate entre
las dos fuerzas que movilizan el universo.
El peón blanco de rey fue el primero en salir al ruedo,
movió dos casillas.
De inmediato, el peón de rey negro, imitó la jugada.
Era Yo Soy, en sus dos versiones, el que movía las
piezas, con tan solo su pensamiento.
Y allí apareció un personaje al que no podía distin-
guir, estaba como en penumbra y de espaldas, pero que
comenzó a reflexionar acerca de lo que estábamos pre-
senciando. Y de alguna forma yo podía escuchar lo que
decía.
Y lo que recuerdo es algo así; dos bandos, blanco y
negro. La luz y la oscuridad. Las dos caras de una misma
moneda.
Si lo prefieres el bien y el mal en un delicado equili-
brio, enfrentándose por conquistarse el uno al otro.
78
Aparentemente, las piezas de menor valía eran los peo-
nes. Pero en rigor de verdad, en muchos enfrentamientos,
un peón de ventaja es el que decide la suerte del juego.
Yo Soy lo sabe y por ello cuida mucho de ellos, aun-
que a veces deba sacrificar a uno en aras del resultado
final. Es la mas lenta de todas, la única que mueve de a
una casilla a la vez. Sin embargo, si persevera hasta el fin y
logra llegar a la octava casilla tiene la oportunidad de
transformarse en una pieza de mas peso, como una torre,
un alfil o una dama.
Algo muy similar ocurre con nosotros. A lo largo de
esta y de todas las vidas, vamos atravesando todo tipo de
vicisitudes. En alguna perecemos y en otras logramos
perseverar hasta el fin y allí nos transformamos en seres
de más jerarquía.
Es evidente que los seres humanos aprendemos a
partir del contraste, por lo que se hace necesaria la oscu-
ridad para reconocer la luz.
Es a partir de ejercitar el bien que podemos dimen-
sionar el mal.
Si alguna vez fuimos saciados es que sabremos del
hambre.
Pareciera ser que ambas energías son las dos caras de
una misma moneda.
Si lo prefieres, las dos facetas de Yo Soy. Las dos ca-
ras de Dios.
Habrá que transitar por ambos caminos para adquirir
la perfección de YO SOY.
La partida finaliza, cuando alguno de los dos bandos
declina su rey. La suerte es diversa. Unas veces el blanco

79
se alza con la victoria y en otros casos, el negro se lleva
los trofeos.
Pero la partida vuelve a comenzar, una y otra vez.
¿Puedes ver el paralelo entre este juego y tu vida?
Allí me desperté. Aún al día de hoy, después de años,
esa pregunta resuena en mi mente.
Y en verdad creo que sí distingo lo parecido del juego
con la vida, y a partir de esa distinción es que puedo elegir
de qué lado del tablero me quiero situar.
A propósito de esto, alguna vez Yo Soy me preguntó.
¿”Que apariencia quieres que tome”?
Está claro que El puede tomar cualquier apariencia. Y
mas que de El, depende de nosotros. ¿Que apariencia
esperamos que tome?
Si a la pregunta ¿Quien eres, o como te llamas? obte-
nemos por toda respuesta
“Yo Soy el que Soy”
Se hace evidente, que El pone el foco en el hecho de
simplemente “Ser”.
La forma es aleatoria y hasta circunstancial.
Existen seres humanos de una apariencia física gro-
tesca y sin embargo poseedores de una gran cuota de
amor.
De igual manera existen muy bellas personas con gran
capacidad para el mal.
¿Será por eso que...?
“por sus frutos los conoceréis”.

80
CAPÍTULO 17

REFLEXIONES

A propósito de apariencias, puedo distinguir a los seres


humanos como una coherencia de varios planos simultá-
neamente.
O al menos de cuatro. El plano físico, el plano emo-
cional, el plano mental y el plano espiritual. Si me lo per-
mites, quisiera reflexionar contigo acerca de esto.
Se hace muy evidente el “Plano Físico”. Es lo prime-
ro que apreciamos en una persona. Si es alto, bajo, flaco,
gordo, blanco, negro, etc. Erguido o encorvado.
El plano emocional no es tan evidente, pero no por
eso no menos presente.
Hay personas fundamentalmente deprimidas, otras en
las que prevalece la alegría y el optimismo, algunas agresi-
vas y otras pasivas.
Por lo general no manejamos nuestras emociones. Por
el contrario, nos manejan a nosotros. Pareciera ser que
están, simplemente para que tan solo pasemos por ellas,
que las experimentemos. Y a partir de allí aprendamos.
El plano mental, tal vez el mas presente y desarrolla-
do de los cuatro, debido a nuestro estilo de vida.
81
Desde que nacemos, todo, absolutamente todo apun-
ta al desarrollo del plano mental. Desde nuestro aprendi-
zaje y educación, hasta el cotidiano devenir de nuestras
vidas nos empuja a que cada vez más, seamos un cerebro
y todas las funciones que él regula.
Pasamos el día enfrascados en nuestras mentes y ellas
pasaron a comandar nuestras vidas. Y hemos llegado a un
punto, en que nuestro cerebro se hizo autónomo.
Tenemos miles de pensamientos no deseados por día
que nos invaden. Aún durante el sueño. Parecería que no
es posible apagar esa maquina.
Y no olvidemos que este plano, nuestra mente coman-
da nuestro hablar, nuestra escucha, nuestra visión, etc.
Y por último, perdona que lo haya puesto en ese or-
den, el plano espiritual, tal vez el menos evidente de to-
dos, al menos para mucha gente.
Para muchas personas, “somos un cuerpo”, con lo
que ello implica. Es decir, con la muerte sobreviene el fin.
Para otras, “tenemos un cuerpo”, y allí las cosas cam-
bian de cariz.
Yo personalmente, como te podrás imaginar a estas
alturas comparto esto ultimo.
Y adhiero firmemente a esa frase que dice, “no somos
seres terrestres atravesando una experiencia espiritual, por
el contrario, somos seres espirituales atravesando una
experiencia terrestre”.
Desde mi experiencia personal y es mi juicio, hemos
existido antes y hemos de seguir existiendo. El recipiente
de todas las experiencias pasadas y futuras es nuestro
espíritu.

82
Pues bien, si es verdad y así lo considero yo, que “so-
mos una coherencia” de esos cuatro planos, todo lo que
estimula o afecta a uno de los planos, irremediablemente
afectará a los otros. No son compartimientos estancos, por
el contrario están íntimamente interrelacionados.
En los tiempos que nos toca vivir esta vez, creo que
hay una desvalorización de la espiritualidad. Pareciera que
no hay tiempo para ella.
Tal vez por que la espiritualidad, aparentemente, no
llena la heladera ni hace crecer nuestra cuenta bancaria.
Alguna vez compartiendo una cena con compañeros
de trabajo de la industria petrolera, me toco departir con
una ingeniera noruega.
Y cuando tocamos el tema Dios y la espiritualidad,
ella afirmó con toda convicción que en su país no era
necesario cultivar esos valores, ya que todos los habitan-
tes de su país, tenían todas sus necesidades cubiertas por
el estado. Por lo tanto Dios no era necesario.
Bueno, si bien no compartí su punto de vista, es evi-
dente que es mucha la gente que piensa de igual forma.
Pero también es cierto que personas que aparente-
mente lo tienen todo, si de dinero y riquezas hablamos,
cuando les sobreviene su inevitable final, o cuando caen
en desgracia y todo se desmorona, de alguna forma elevan
su mirada y si escucharas en su interior oirías, “Dios mío,
ayúdame”.
Ante la adversidad acuden a una iglesia, a un sacerdo-
te, un consejero, etc. Aunque se trate de un sentimiento
pasajero y pronto lo olviden y vuelvan por sus fueros.

83
En lo personal, veo como una hermosa oportunidad
esto de la coherencia de los planos. Te diré por que.
Imagina por un instante una persona que atraviesa
una enorme adversidad. Tal vez perdió su empleo, no
tiene dinero, no puede enfrentar sus gastos ni el de su
familia. Quizás por su edad avanzada no vea posibilidad
de conseguir otro trabajo.
O alguien que ve derrumbarse su matrimonio de
años, los hijos que sufren las consecuencias, la separación.
En ambos casos podrías de seguro observar algunos
de estos patrones.
En el plano físico verías espaldas encorvadas, brazos
caídos a los costados, pies que se arrastran al caminar,
ceños fruncidos, arrugas prematuras, ojeras. Respiracio-
nes cortas y tan solas a nivel de clavicular. Etc.
En el plano emocional observarías pesimismo, angus-
tia, mal humor, depresión, insomnio, nerviosismo, etc.
Desde el plano mental, distinguirías conversaciones
de no posibilidad, escuchas condicionadas para el no lo-
gro. Verías observadores de dramas y tragedias exclusi-
vamente.
“Dime como hablas, o que cosas escuchas, o que es
lo que ves, y te diré quien eres”.
Y por último, en el plano espiritual, Dios no es una
posibilidad, no se hace presente, o al menos no escucha
las demandas.
Si alguna de las personalidades descriptas, tuviera al-
guna empatía con los deportes en el pasado, y se decidiera
a retomar la actividad física en su estado actual; ya sea
caminatas, trote, disciplinas como el yoga, tai chi, estaría

84
introduciendo una variable, una cuña en su coherencia de
planos.
En corto tiempo comenzaría a sentirse mejor física-
mente y de seguro eso se traduciría en sus otros planos.
Probablemente comenzaría a experimentar menos
abatimiento, aparecerían conversaciones de posibilidad, el
humor un poco más distendido, etc.
En cambio, si se tratara de un intelectual o un profe-
sional, es muy probable que aprender a acallar las voces
que hablan en su mente, el incorporar alguna técnica de
meditación, o el cambiar de lecturas que proponen cam-
bios de paradigmas, esto sirva para comenzar a modificar
su emocionabilidad, su corporalidad y su concepto acerca
de la espiritualidad.
¿Por donde comenzar te preguntaras? Si bien creo
que en cada caso es diferente, mi invitación, una vez más,
es que le des una oportunidad a la espiritualidad.
Acalla tu mente. Tu mueves los dedos de tu mano
cuando los necesitas, el resto del tiempo permanecen en
reposo.
Tú hablas cuando necesitas comunicar algo a alguien,
para que prolongar entonces interminables discursos
mentales.
Aprende alguna técnica de meditación, la que más te
guste, aquella que sientas a tu medida. Los resultados no
se harán esperar. Aparecerán en tu interior voces nuevas,
más frescas, con discursos novedosos para ti, que te darán
nuevas perspectivas para tus dificultades.

85
Y por último, dale una oportunidad a Yo Soy para
que se exprese en tu vida. Entonces podrás percibir cam-
bios en tus otros planos de coherencia.
De seguro te veras motivado a ejercitarte físicamente.
Comenzaran a aparecer discursos de posibilidad en tu
hablar. Veras cambios en tu humor.
Y mas temprano que tarde, tu vida se encarrilará por
sendas nuevas.

86
CAPÍTULO 18

REVELACIÓN PERSONAL

Todas las experiencias que he compartido contigo hasta


ahora, son personales. Es decir, me ocurrieron a mí. Es-
toy seguro de haber sido íntegramente fiel en la narración,
a pesar de que en muchos casos, han transcurrido años
desde que me sucedieron.
He mantenido un constante celo en no volcar mis jui-
cios o apreciaciones.
El conjunto de todos los sucesos acaecidos, algunos
narrados en este escrito y otros no, constituyen para mi lo
que se da en llamar “Revelación Personal”.
Cuando tu inicies tu propio camino, comenzaras a se
guiado por la mano de Yo Soy.
Mi sugerencia, “déjate llevar, déjate guiar, estarás en
las mejores manos”.
Te reitero que no habrán de desaparecer las dificulta-
des, son parte del proceso de aprendizaje.
Pero el distinguir que “no estás solo”, le dará un giro
a tu vida realmente trascendental.

87
La revelación puede venir de diversas formas. A veces
será apenas un susurro del espíritu, otra una voz de true-
no que conmoverá todo tu ser.
En ocasiones la “casualidad y la coincidencia” te
pondrá frente a eventos que constituyen las respuestas a
tus interrogantes.
Puede que sea un escrito, como en este caso. En
otras, al menos a mi me sucede con frecuencia, sentirás
deseo de ver, por ejemplo una película.
Sigue tu deseo y mírala. Seguramente allí habrá algo
para ti.
Al principio, cuando aún me tomaba por sorpresa la
voz hablando dentro mió, te confieso que sentía mucho
miedo. Temía estar perdiendo la razón y la cordura. Des-
conocía la posibilidad de que ello sucediera, y menos aún
a mí.
Un día mientras me ocupaba de mi trabajo, comencé
a sentir un fuerte impulso por dejar mi tarea y salir a la
calle. Obedecí, y una vez fuera, mi intuición me llevó has-
ta un negocio de videos, cerca de mi casa. Entré, y el em-
pleado me preguntó acerca de que lo que estaba
buscando.
Me causó gracia esa situación, ya que no podía decirle
lo que en verdad estaba buscando. Ni siquiera yo lo sabía.
Me puse a ver las portadas de las cajas que contenían
los videos recientemente estrenados.
Uno capturó mi atención y fue sencillamente por su
titulo. “El Campo de los Sueños”. Para mi sorpresa al
protagonista le suceden experiencias similares a las mías.

88
El dar con esa película para mi fue como un salvavi-
das en una noche tormentosa en el medio del mar. Me
dije a mi mismo, bueno al menos somos dos los demen-
tes. Y el sentir que uno no esta solo en este proceso de
aprendizaje, es en verdad reconfortante y tranquilizador.
De manera muy parecida vino tiempo después otra,
“Mas Allá de los Sueños”. También fueron muy revelado-
ras para mí una que se tituló
“Always” y otra, un clásico del cine, “Que Bello es
Vivir”.
Puede que a ti te sirvan, pero te sugiero que busques
tu propia guía de cine.
Me es muy evidente que Yo Soy utiliza todos los me-
dios disponibles para acercarnos respuestas a nuestros
interrogantes. Y cuando digo todos, me refiero a todos.
En mi caso pareciera ser que el campo de los sueños,
es el escenario donde mejor funciona la revelación. Tal
vez ese sea mi talento.
Una fría madrugada de Julio de 1998, desperté sobre-
saltado por los eventos que en sueños me mostraron.
Yo estaba frente a una piscina de regulares dimensio-
nes. En el lado opuesto, un hombre al que desconocía
totalmente, comenzó a tirar al agua a un grupo de perso-
nas. No reconocí a ninguna. Pero de inmediato se apo-
deró una angustia enorme en mí, por lo que estaba
presenciando.
Corrí todo lo rápido que pude, aparté bruscamente a
ese sombrío ser, y comencé a sacar una por una a las per-
sonas. Hundía mis manos en el agua y las tomaba por su
cabeza, luego en un esfuerzo descomunal las arrancaba

89
literalmente del agua y pronunciaba su nombre. No se
quienes eran esas personas, no las conocía y menos aún
su nombre.
En un instante, cuando estoy jalando para sacar al
último de todos, este se convierte en una botella de
champagne medio vacía, y yo digo en voz alta, “este es un
espíritu que está a punto de partir”.
Desperté con una angustia enorme. No pude volver a
dormirme.
A los pocos días falleció mi querido padre. Fue un
golpe durísimo para mí.
Por lo general uno no se prepara para esto y a mí me
tomó totalmente por sorpresa.
Guardé luto por unos días, hasta que sentí que era
momento de ponerme en funcionamiento nuevamente.
De manera tal que retomé mis actividades en la fabrica.
Un día alguien toco a la puerta, cuando abrí me encontré
con una amiga, que me recibió con una sonrisa enorme y
demostraciones de alegría.
De inmediato se dio cuenta que algo no andaba bien.
Seguramente mi semblante lo delataba, y me interrogó
acerca de lo que estaba sucediendo.
La hice pasar, nos sentamos en medio de ese inmenso
y desolado galpón y le conté lo que había pasado.
Y a continuación y “no se por que”, le conté acerca
de mi sueño y la botella de champaña. De inmediato co-
menzaron a brotar lágrimas de sus ojos y su mano co-
menzó a buscar algo dentro de su enorme bolso.
“Jorge, yo te traía este regalo, como agradecimiento
por haberme arreglado la puerta de mi departamento”. Y

90
para mi total y absoluta sorpresa sacó una botella de
champaña.
Creo que a esa altura yo también lloraba, pero no de
dolor, sino de emoción. Una vez más, Yo Soy hablaba
conmigo; a su manera.

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SOBRE EL AUTOR.

Nací en Buenos Aires, Argentina, un Enero de 1952.


Segundo hijo de una modesta y trabajadora familia. Desde
pequeños nos inculcaron el aprecio por el conocimiento.
En mi casa podía faltar cualquier cosa, menos un libro o
una revista de divulgación general.
Desde muy pequeño aprendí el arte de respirar, como
único remedio para combatir el asma. Sin saberlo se me
estaba preparando para un largo camino de aprendizaje.
Aprendí yoga y luego fui instructor por un tiempo. Prac-
tique por años aún hasta hoy día, técnicas de meditación.
Escribí algunos cuentos breves relacionados con el
Yoga y temas espirituales. Algunos son parte de este libro.
Logré graduarme de Arquitecto, una muy bella profe-
sión, la cual ejercí con suertes diversas.
Pero en algún momento mi vida tomó un rumbo to-
talmente inesperado para mí. Por razones que desconoz-
co, se abrió intespectivamente la puerta a la espiritualidad
y allí hice mis mayores hallazgos y mis mejores logros.

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