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Para que no provocar un desequilibrio entre las capacidades lingüísticas emergentes en el niño y

las demandas del ambiente, evitar:

 demandas exageradas en relación al lenguaje


 bajar expectativas y exigencias
 actitudes ansiosas y perfeccionistas
 conversar a un ritmo demasiado rápido
 mostrarse apurado mientras el niño habla
 interrumpir frecuentemente el mensaje del niño
 no respetar los turnos del habla
 no darle tiempo necesario para que pueda organizar la idea que quiere transmitir
 corregir permanentemente su producción verbal
 terminar la frase del niño
 utilizar un nivel de lenguaje demasiado complejo

Sugerencias generales que apuntan a bajar las demandas comunicativas para “crear un entorno
favorecedor de la fluidez”:

 Hablar más lento (para que el modelo a seguir sea más fácil y cómodo)
 Ordenar los turnos de habla: no interrumpir al niño mientras habla, ni permitir que él lo
haga con los demás
 Esperar turnos para hablar, dándole tiempo para formular su mensaje
 Hablarle con frases cortas y con un vocabulario adecuado para su edad
 No cambiar el tema de conversación constantemente
 Formularle preguntas de a una y dar el tiempo para que responda
 Prestar atención al contenido del mensaje y no a la forma
 Tratar de evitar reacciones negativas verbales y no verbales
 No darle consejos sobre qué hacer para hablar mejor, tales como: "pensá lo que vas a
decir", "no te apures", "no te pongas nervioso".

Recordar:

-El niño generalmente no es consciente o no presenta preocupación por su modo de hablar por lo
cual hay que cuidar mucho la reacción del adulto para no poner énfasis en el síntoma y agravarlo.

-El 80% de los niños que presentan errores en la fluidez o disfluencia típica recuperan la fluidez.

-Implementar pautas o sugerencias familiares y monitorear la evolución del niño, hacer la consulta
temprana en el caso que después de 18 a 24 meses del comienzo de la disfluencia continúe la
misma o los síntomas se agraven.

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