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Amor de Sábanas Blancas
Amor de Sábanas Blancas
Mario espera en el balcón la muerte de la tarde, sólo para verla. Sabe que
lleva por nombre Julia y que su esposo es un vacacionista permanente en la casa.
Él sabe que no la ayuda en nada; que pasa todos los días viendo televisión,
practicando ejercicios para estar en forma y leyendo libros que ella misma le
compra.
Pero Julia desciende del auto a toda prisa, abre la puerta, corre y cae en los
brazos de su esposo; se besan con pasión y él la envuelve, la mima y la acaricia
hasta sentir que se relaja y arroja el estrés de la oficina, de los registros contables, de
las nuevas transacciones. Ella le narra lo que hizo y los planes para el día siguiente;
luego, extiende las sábanas blancas como la paz, sobre la cama, sobre el piso y se
revuelcan y se miman y se tocan y se aman.
Los años han pasado y Mario no pierde la fe. Sospecha que pronto llegará su
turno. Hasta ha ensayado, por escrito, las primeras palabras y dramatizado el primer
acercamiento. En su casa de lujo, colecciona sábanas de lujo, de todos los colores,
menos blancas. Ellas sólo le recuerdan a ese hombre inútil que le ha robado tantos
años de felicidad.
Uno de esos colegas era Mario. Al verla entrar a la oficina quedó atrapado en
su imagen. Esa misma noche observó la celebración de la boda escondido detrás del
auto de Julia.
Pero esta tarde ella se retiró temprano de la oficina. Recorrió varias cuadras
hasta llegar a la floristería donde una vez conoció a Javier; un joven de pueblo, con
los cabellos alborotados que le cubrían literalmente la cara; una sonrisa tan franca
como la sencillez de su espíritu y una vibrante energía cargada de amor a la vida.
Trabajaba como mensajero en la floristería. Ella compró más flores de las previstas
y él la condujo a la casa.
Hoy, doce años y cuatro meses después, Julia volvió a comprar flores; esta
vez, para Javier, su esposo, quien la espera en el apartamento, junto al conserje, al
padre, a la hermana y a un canino vira latas. En el automóvil lleva un juego de
sábanas blancas, como cada año. Mientras conduce, sonríe y llora al mismo tiempo,
recordando el día de su boda.
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