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Pensamiento Crítico

Pensamiento Crítico | 1
TABLA DE CONTENIDO

EL PENSAMIENTO CRÍTICO: ............................................................................................................ 3


“Las opiniones de moda” son creencias: ¿Qué son las creencias? ........................................ 4

EL PENSADOR CRÍTICO: DESTREZAS Y HABILIDADES DEL PENSADOR CRÍTICO. .......................... 6


El pensador crítico y la verdad: .............................................................................................. 7
El pensador crítico y los tópicos: ............................................................................................ 8
Ser pensador crítico es una actitud: ....................................................................................... 8

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El Pensamiento crítico:

A menudo se asocia el sentido crítico con la actitud contestataria del que nunca escucha,
porque nunca tiene nada que aprender. Todo lo revisa, todo lo critica, menos sus prejuicios. Su
independencia de criterio se parece más a la impertinencia, hay poco respeto por las ideas
ajenas y demasiada consideración hacia las propias.

Pues todo lo contrario, pensar de forma crítica no consiste en dar la espalda al mundo, al revés,
exige una gran apertura a las aportaciones de los demás.

Pensar de forma crítica tiene que ver con la identidad, igual que hay una manera singular de
querer, de educar, de hablar, de escribir…., hay una manera de pensar que nos sitúa ante el
mundo de un modo único como individuos. Dado que pensamos de forma independiente,
podemos tener un estilo de pensamiento propio.

“Para pensar bien, hay que aprender a pensar. (…). La condición básica que se requiere es amar
la verdad, sea cual fuere el resultado que nos depare o la situación a la que nos conduzca. Amar
la verdad, cueste lo que cueste, es el único sendero que nos aparte de los tópicos manidos,
convencionales, y nos ayuda a librarnos de la sumisión.” Alejandro Llano

“El aprendizaje verdadero tiene que ver con descubrir la verdad y no con la imposición de una
verdad oficial, pues esta última opción no conduce al desarrollo de un pensamiento crítico e
independiente” Noam Chomsky

El pensamiento crítico es una de las facultades más apreciadas en nuestra época. Pensar de
forma independiente, con ideas propias, es visto como un signo de inteligencia. En el pasado
queda la época del miedo, de la sumisión a los dogmas y a las censuras más irracionales. Somos
libres para pensar lo que queramos sin rendir cuentas a nadie y estamos dispuestos a
defenderlo a capa y espada, o al menos eso creemos…

Presumimos de haber alcanzado la independencia de criterio, de haber dejado atrás las viejas
tutelas, pero nos aterra hablar en público contra “las opiniones de moda”. No hay normas
escritas sobre “las opiniones de moda”, pero poco a poco van calando en la opinión pública,
llegando a adherirnos a ellas y creyéndolas nuestras…

La capacidad de reflexión de muchas personas se encuentra limitada por mecanismos de

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reflexión automáticos y prestablecidos fruto de miles de años de evolución, incluso culturales
que impiden descubrir nuevas posibilidades.

¡El pensamiento crítico es el antídoto contra estos casos!

“Las opiniones de moda” son creencias: ¿Qué son las


creencias?

La Real Academia Española (RAE) define creencia como una idea o pensamiento que se asume
como verdadero. En realidad es una opinión que elevo a la categoría de hecho y, como tal, no
vuelvo a preguntarme por ello. Así es como mi cerebro ahorra energía, no teniendo que pensar
lo mismo una y otra vez.

Solemos tener creencias sobre la mayoría de las cosas de la vida, del mismo modo que somos
conscientes de muchas de ellas, pues forman parte de nuestras convicciones, de nuestros
valores: lo que decimos que “está bien” o que “está mal”, lo que “no se hace” o lo que se “debe
hacer”, lo que podemos o lo que no podemos, y más, mucho más. Al mismo tiempo, muchas
otras creencias operan en nosotros sin que seamos conscientes de ellas y guían desde ahí
nuestra acción, nuestra forma de pensar incluso nuestra forma de sentir… Ya sea siendo
conscientes o no, en ambos casos asumimos que lo que esa creencia enuncia es verdad, incluso
más allá de los nuevos hechos, de las nuevas evidencias, que podrían afirmar todo lo contrario.

¿Cómo es esto de asumir que algo es verdad a pesar de que se presenten nuevos hechos?
¿Cuántas veces me demostré a mí mismo que podía hacer algo fuera de mi zona de confort y al
volver a hacerlo escuché otra vez esa vocecita diciéndome “Esta vez no podrás”, “No eres
suficiente” o “Eso no es para ti”?

Como ejemplo veamos una situación en la que debe ponerme ante un auditorio para dar una
conferencia. Imaginemos que el resultado ha sido bueno y a pesar de ello, pensamos…. “Habrá
sido porque la audiencia no era tan exigente”. “Ya verás como la próxima vez saldrá mal”, “Es
que yo no valgo para hablar en público, soy mejor en las distancias cortas”.

No solemos ser conscientes de que estamos asumiendo esa voz interior como verdadera,
creemos en ella sin habernos preguntado por su legitimidad, sin dar valor a los nuevos hechos
que la cuestionan, descalificándolos…… “Habrá sido porque la audiencia no era tan exigente”.

Lo usual es que vivamos seguros de que “las cosas son así”, o sea, que estemos convencidos de

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que esto que pensamos es verdad.

Desde las creencias que tenemos acerca del mundo, de la gente que nos rodea, de nuestro
entorno, elegimos posturas ante la vida y nos posicionamos como víctimas de las
circunstancias, de los otros o de la mala suerte, o bien nos sentimos los únicos dueños de
nuestro futuro.

Tanto nuestra capacidad como nuestras posibilidades y nuestras relaciones se desarrollan bajo
la influencia de las creencias que sostenemos. Y es importante tener en cuenta que no todas
nuestras creencias han sido construidas por nosotros, sino que algunas de ellas las hemos
heredado (de nuestra familia, de nuestra cultura o de nuestra sociedad) y las asimilamos como
propias, sin registrar si son o no útiles, funcionales o no para que lo que decimos que queremos.

Otro aspecto interesante de las creencias es que las consideramos “limitantes” o


“potenciadoras”. Las miramos en un marco binario y de opuestos: todo o nada, blanco o negro,
lleno o vacío…

Me parece oportuno considerar que cada creencia nace de una necesidad y que resulta útil en
algún momento de la vida de quien la gesta y la sostiene. Para algo fue construida, si no hubiera
sido necesaria esa creencia en concreto, no la hubiéramos construido. Entonces, originalmente
tuvo un sentido y una utilidad, fue funcional para una necesidad.

Pongamos un ejemplo del mundo empresarial:

Hay culturas organizacionales donde existe la creencia de “aquí nunca puedes decir NO a lo que
te piden que hay que hacer”. Puede que en este tipo de compañías, hubiese un momento donde
decir a todo que SI tuviese su funcionalidad. Por ejemplo, que hubiese gran parte del colectivo
de empleados poco formado y hubiese que estar diciendo siempre lo que había que hacer y el
como por parte de los mandos de mayor rango mejor formados y el resto de empleados sólo
tuviesen que obedecer las órdenes que se les daba. De este modo se conseguía la producción y
resultados empresariales planificados. Si hacías lo que te decían, estabas haciendo bien tu
trabajo y de algún modo, asegurabas mantener el empleo.

Por tanto la creencia “aquí nunca puedes decir NO a lo que te piden que hay que hacer”, queda
vinculada a mantener el empleo. Si digo NO, pierdo el empleo, si digo SI, mantengo el empleo.
Esta creencia vinculada a las consecuencias queda en el ADN de la cultura empresarial y no se
vuelve a cuestionar. Ocurre que los tiempos cambian, y la forma de trabajar también. Ya no se

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requieren empleados “robot”, necesitamos gente que piense, que gestione, que pueda tomar
decisiones para alcanzar la producción y los resultados deseados….. hay que saber priorizar y
decir SI a todo, lejos de ayudar, perjudica. La creencia pasa a ser limitante, ya no ayuda, sino
que perjudica precisamente a lo que más deseamos, conseguir los resultados empresariales que
buscamos.

El reto con nuestras creencias es traerlas a conciencia, para desde allí poder elegir, ¿qué
queremos hacer con esta creencias?, ¿la queremos hacer nuestra, en conciencia? ¡pues
adelante! ¿Creemos que ya no es útil? Entonces, construyamos una creencia alternativa que
reemplace la anterior y nos potencie, es decir, nos ayude a conseguir nuestro objetivo.

Siguiendo con el ejemplo anterior, sería cambiar la creencia:

“aquí nunca puedes decir NO a lo que te piden que hay que hacer” por “decir SI a todo no nos
ayuda a priorizar lo que es importante”

Nos salimos de “las opiniones de las creencias” cuando empezamos a pensar por nuestra
cuenta, cuando nos habituamos a sacar nuestras propias conclusiones sin repetir
mecánicamente las ideas más difundidas en nuestro entorno o en la sociedad.

Nos salimos de “la moda” cuando tenemos predisposición a preguntarnos por qué pensamos lo
que pensamos, a cuestionar las afirmaciones que no se apoyan en buenas razones, a mantener
abierto el entendimiento para que entre la información que habíamos pasado por alto, a no
conformarnos con las versiones dudosas (ni con las establecidas sin demostración alguna)… es
lo que va forjando el sentido crítico.

El Pensador crítico: Destrezas y


habilidades del pensador crítico.

Ser un pensador crítico supone ser percibido, en muchas ocasiones, como “los bichos raros”. El
pensador crítico es escéptico ante cualquier asunto y analiza con profundidad todo lo que rodea
dicho asunto. El orden de sus pensamientos será primero razonar para después analizar
culminando con el debate.

Decíamos que el pensamiento crítico consiste en husmear con escepticismo cualquier asunto y,

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en general, analizar de cerca todas las cosas. No solo los hechos reales sino también, y muy
especialmente, la forma en que los demás se forman sus ideas y llegan a sus conclusiones.

“Aprender a dudar es aprender a pensar” Octavio Paz

El pensador crítico ideal es una persona habitualmente inquisitiva, bien informada, que confía
en la razón, de mente abierta, flexible, justa cuando se trata de evaluar, honesta cuando
confronta sus sesgos personales, prudente al emitir juicios, dispuesta a reconsiderar y, si es
necesario, a retractarse, clara con respecto a los problemas o las situaciones que requieren la
formulación de un juicio, ordenado cuando se enfrenta a situaciones complejas, diligente en la
búsqueda de información relevante, razonable en la selección de criterios, dispuesta a
preguntar, indagar, investigar, persistente en la búsqueda de resultados tan precisos como las
circunstancias y el problema o la situación lo permita.

El pensador crítico y la verdad:

Seguramente los defensores clásicos del pensamiento crítico como Sócrates, Aristóteles, Santo
Tomás de Aquino, echarían en falta un fin que de unidad a esa enumeración de características y
conocimientos, y sería; “la búsqueda de la verdad”.

“El pensar bien consiste o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que
conduce a ella” Jaime Balmes.

El pensador crítico se toma en serio la verdad de las cosas porque cree que hay verdades
y que es posible alcanzarlas, o por lo menos, aproximarse a ellas. Una persona predispuesta al
pensamiento crítico es aquella que busca la verdad de modo habitual, es abierta de mente,
analítica, sistemática, inquisitiva, confía en el razonamiento y es juiciosa. Si queremos enseñar a
pensar en profundidad y hasta las últimas consecuencias, si no hay verdades objetivas, ¿qué
sentido tiene esforzarse tanto por discernir, verificar y matizar?

El pensador crítico es un detective de la realidad. Como Sherlock Holmes, asume que no puede
abarcarla entera y busca la ayuda de otros. Le interesan, desde luego, las visiones del mundo,
lo mismo que a Holmes las versiones de los testigos y las conjeturas de la policía. Escucha,
analiza, sopesa las posturas en conflicto… Pero no se detiene en ellas, su referente es la
realidad.

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El pensador crítico y los tópicos:

En la búsqueda de la verdad, el pensador crítico huye de la comodidad intelectual. No se


conforma con la primera explicación que tiene a mano ni con los datos más fáciles de encontrar.
En vez de eso, investiga por su cuenta, pregunta a otros, reflexiona, verifica, contrasta…. Por lo
general, esto le lleva mucho tiempo y mucha paciencia. Y a veces también, mucho coraje.
Coraje, en primer lugar, para desentonar, para cuestionar las explicaciones dominantes, para
renunciar a la seguridad que proporcionan los tópicos.

La opinión mayoritaria que reflejan los tópicos nos dispensa del esfuerzo de justificar nuestras
afirmaciones, de apoyarlas en buenas razones. Basta apelar a lo que se piensa y se dice para
tener “razón”. Ni siquiera hace falta tener sentido común, porque ya la sociedad masa se
encarga de proporcionarnos uno.

El peligro salta a la vista cuando eludimos la tarea de pensar por nuestra cuenta, de plantearnos
los porqués, terminamos aceptando de forma acrítica lo que se tiene por verdadero en un
ambiente. Nuestros tópicos delatan las creencias dominantes en nuestra sociedad, los grandes
y más o menos inconscientes prejuicios coletivos.

Ser pensador crítico es una actitud:

El sentido crítico es una actitud, una disposición personal. A menudo se manifiesta en el


arte de combinar la seguridad en las propias convicciones con la flexibilidad y la apertura de
mente suficientes para matizarlas, e incluso abandonarlas, cuando los datos o los argumentos
de los demás hacen más justicia que los nuestros.

El hecho de que en una sociedad convivan personas con distintas concepciones del mundo no
debería ser un problema. Al revés, la aceptación del pluralismo es señal de madurez
democrática. Por eso, al buen pensador no le amenazan las opiniones distintas de las suyas. La
serenidad frente al discrepante es otro rasgo común a los pensadores críticos. En vez de aspirar
a que todos piensen lo mismo, les parece más sano reconocer que en la vida normal de las
personas hay discrepancias insalvables (no necesariamente radicales) y convivir con ellas de la
manera más pacífica posible.

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