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Yo, tu Madre, y tú, hija por siempre


Observaciones a través de la Cámara de Gesell

Por: Manuel Guzmán Treviño

I.- Inicio
La encrucijada y la recreación del ser una u otra cosa mediada por la omnipotencia de ser
todo a la vez y sin efectos y daños colaterales.
Madre, hija, hermana y todóloga. Mujer todo terreno con el único fin oculto de ser
reconocida y querida, por lo menos alguna vez en su vida. Por lo general eso no ha
ocurrido, no ocurre, ni ocurrirá. Lo único que se incrementa es sentirse miserable.
Súper mamá, súper hija, súper hermana y esposa, es una nueva categoría que supera otro
concepto procesado tiempo atrás en esta práctica clínica en CeSeCo Norte, en el que se
hablaba de la acción equilibrada del 3 x 33%, queriendo decir que para mantener una vida
cotidiana medianamente equilibrada y sana, como personas adultas se habría de distribuir
nuestros tiempos y nuestras funciones adultas de la siguiente manera:
- 33% dedicado a ser pareja
- 33% dedicado a ser madre/padre
- 33% dedicado a sí misma (o)

La nueva observación en la práctica clínica resalta por las temáticas que de manera
reiterada y cotidiana se presentan y escuchan dentro de las sesiones del Grupo RED: es la
naturalidad y normalidad en la que los actos de violencia física, psicológica y lingüística se
dejan escuchar, son acciones del diario, desde que se tiene memoria, entiéndase, desde la
infancia temprana hasta el momento en que solicitan atención psicológica.
La intención de buscar ayuda psicológica es una temática que, por lo general oculta la
realidad de ser víctima-victimaria de actos de violencia. Este ocultamiento no llega a ser
total a pesar de que son catalogadas socialmente como cotidianidades de familia, son
agresiones consideradas “normales y naturales dentro de las familias”. Son cotidianidades
de la vida familiar instituidas a lo largo de las generaciones que han formado este linaje.
Hasta ahora, estas conductas socio psicológicas, aunque aún no alcanzan en definitiva el
carácter de sintomatología patológico, ya se escucha con mucha frecuencia estas conductas
como incómodas y perturbadoras: Trastornos en el trato y la relación intra familiar.
Pretender atender a, y quedar bien con, tantas personas y repartir cuidados, afecto, dinero,
tiempo, disposición, en algún punto el hilo se revienta y nadie gana. De hecho, a partir de lo
visto y atendido en la clínica analítica de CeSeCo y la práctica privada, las personas más
dañadas son las que han pretendido ser únicas, santas y mártires de la familia, algo así

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como el prototipo de mujeres híper responsables de y en casi cualquier otro escenario de


social.
La reiterada observación testimonial en las entrevistas clínicas realizadas en la CeSeCo
Norte resalta con el discurso de que, por lo general, en mujeres jóvenes adultas, la figura de
la madre no deja de presentarse, a través de su discurso, como un personaje primordial y
protagónico.
Las características discursivas de este personaje “mamá”, en muchas y diferentes pacientes
en tiempos de consulta divergentes también, tienen particularidades tóxicas, enfermas y
enfermantes.
La demanda en pacientes toca filos relativos a la violencia intra familiar que se expresan en
diferentes modalidades, desde órdenes verbales contradictorias, paradojales, ambiguas,
manipulatorias, chantajistas, sin filtro, por demás sobre entendidas y sobre valoradas,
acatadas en su mayoría sin chistar; hasta golpes físicos que no son exclusividad del padre y
de los hermanos varones; la figura de la madre que se presenta en el discurso de la clínica
grupal, ordena y ejecuta actos de violencia. En el peor de los casos, pero de manera
explícita en la mayoría de los testimonios, mamá se hace “de la vista gorda” para luego
fingir sorpresa tardía, con el clásico: ¿por qué no me lo dijiste antes?
La mamá escuchada en la clínica grupal analítica, no permite tampoco ayuda a remediar
cosa alguna, en ocasiones la respuesta inesperada, ya forma un cliché socio familiar: “Eso
nunca sucedió” y “Bueno, eso ya pasó y a todo el mundo le pasa.”
Siguiendo con del uso y ejercicio de la violencia intrafamiliar se ha de mencionar que en el
discurso clínico da testimonio de lo natural y normal que se vive este tipo de vida colectiva
fincada en la violencia, humillación, falta de respeto montado en un discurso cotidiano
plagado de bromas, chistes y comentarios que “sólo son y nada más chistes, guasas…”.
El sentido del humor mexicano queda explicitado, según yo así lo veo, en el Laberinto de la
Soledad de Octavio Paz. Es un duelo, una contienda de “a ver quién se chinga a quien”. El
orgullo de la cultura mexicana puesto en el albur, el lenguaje oculto, las metáforas, las
rimas y figuras retóricas ingeniosas que no quitan el dedo del renglón: “Te chingué porque
te quedaste sin respuesta…”. Situación que culturalmente nos vende la certeza de que eso,
la humillación, es sólo un juego divertido. En realidad, el común de la gente quiere ignorar
las implicaciones y consecuencias que ese juego “humorístico” provoca.
En teoría de la comunicación humana, representada, por los estudiosos norteamericanos
Paul Wastlawik y Gregory Bateson, se vierte la premisa, entre otras muchas, de que en toda
acción comunicativa se emite una orden, misma que se mayoritariamente se acata de
manera “natural” sin cuestionamiento; pocas veces se declina la orden cuestionándola y
preguntando por qué tendría que hacer tal y cual cosa.
Al seno familiar las órdenes es el pan de todos los días, siendo la mayoría dulcemente
sutiles, aunque en sí mismas están íntimamente vinculadas a la imposición de diversas

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acciones, que supuestamente se han de acatar porque la familia es la familia y eso es


primordial; además, el plus de la orden parental se sostiene con la palabra clave de que las
imposiciones, los castigos, la violencia y el humor humillante son “tradición” de la familia,
“así ha sido siempre”.
Lo que se ordena se tiene qué hacer y “San, se acabó”.
De hecho, y al escuchar esta modalidad de violencia sutil, pero cínicamente impuesta, se
detecta, no sólo en la práctica clínica, sino también en la vida cotidiana con cercanos, la
inexistencia de filtros de reflexión y reconsideración. Vamos, ni siquiera tantita culpa y
arrepentimiento.
Todo es normal y natural ¿por qué habría de modificarse ese estilo de vida? Las figuras
parentales, per se, consideran que en el acto de crianza se recibe, por gracia divina, el poder
de ejercer todo tipo de correctivos, perjudiciales y benéficos, sobre quien se deje, y esas
personas que se dejan por mucho tiempo, en parte obedece a las condiciones de la edad y la
dependencia total de vida, la dinastía, las hijas, los hijos. Después la violencia regresa a las
figuras parentales, cuando envejecen y cuando ya no tienen, supuestamente, la fuerza de
influencia y manipulación como lo hicieron cuando su prole era pequeña y maleable.
Esta prepara y representa una paradoja familiar. Hay un giro en el que se invierten los roles
y funciones intra familiares, los hijos e hijas ahora educan y corrigen a sus padres con los
mismos correctivos de crianza, tal vez renovados y más sofisticados a los que sus padres
aplicaron en ellas (os).
Esta paradoja familiar se detecta claramente en de la práctica clínica analítica: personas
candidatas a paciente que acude a consulta en un punto de ansiedad y desesperanza,
expresan su voluntad consciente de, ya no digamos cambiar, sino, darle un giro a su
particular infierno en el que su vida y relaciones sociales se ha convertido.
El proceso clínico ya en la consulta, empieza evocando la situación de conflicto inmediata
acompañada de personajes en el viacrucis. Por lo general, en las primeras entrevistas,
pareciera que el proceso se va encaminando a lo que denominamos, trabajo analítico
reflexivo y, al tiempo en el que se va disipando la niebla de su historia y se van definiendo
roles, posturas, mitos, mentiras, ocultamientos, intereses engañosos, usos y abusos de
personas, entonces el entusiasmo por cambiar y dar giros inesperados a la calidad de vida,
en la mayoría de los casos deciden alejarse de la terapia, argumentando cualquier tipo de
pretextos, a veces son tan comunes como corrientes e ingenuos.
En el acto de abandonar la situación de terapia analítica, se origina en el surgimiento de un
reflejo de una verdad oculta. Este atisbo por lo general produce un cierto grado de ansiedad
que rebasa los niveles de asimilación y manejo por parte de la persona en terapia. Éstas
declinan la iniciativa del cuidado de sí mismas de la única manera que han aprendido a
abandonar sus sueños.

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El corolario de esta imposición de los usos y costumbres tradicionales de familia es la


resignación, la sumisión. El testimonio clínico lo visualizamos y escuchamos cuando él y la
paciente signan su encrucijada existencial al declarar, desde un profundo silencio reprimido
por mucho tiempo, que “Pues lo tengo que hacer, porque mi mamá…es mi mamá”.
El dilema de la escucha clínica, tanto en entrevistas como en el tratamiento ya de tiempo
trabajado, es, inevitablemente, la amenaza de abandono inesperado y la paciencia
monástica de ir hilvanando fino las coincidencias y reiteradas temáticas envueltas en
peculiares, en ocasiones intrincadas historias que se vierten así, a granel, desencarnada
sentida, y en su mayoría confusamente.
Naturalizados y normalizados, en su gran mayoría, se presentan y se comparten los actos de
desamor y violencia intra familiar, violencia de pareja, violencia entre compas.
Situación que no permite la oportunidad de corregir tan rápido como se espera ocurra. Se da
el testimonio, se recibe y se intenta trabajar desde el análisis del evento, sin embargo, se
observa que difícilmente algún paciente siquiera intenta algún tipo de movimiento de
cambio y oposición a continuar. La otra frase mágica y ajonjolí de todos lo moles: “Es que
en el fondo no es una mala persona”; “es que, aunque mucha gente me dice lo contrario, yo
sí amo a esta persona…y ella también, salvo cuando toma que se pone un poco loquillo,
pero es ahí donde yo fallo y sé que tengo la culpa, por eso vengo, para rescatar la
relación”.
¿Para quién se trabaja en la clínica analítica? Se habla de la situación, pero dista la ocasión
de modificarla.
Porque desde tiempos prehispánicos, el uso y abuso de la violencia intrafamiliar se ha
instituido; con la conquista no ha desaparecido, sólo se ido transfigurando en tradiciones y
costumbres que dan forma y estructura a una compleja y complicada cultura de violencias
intra familiar.
Los discursos en el Grupo RED tienen infinidad de clichés que se toman por verdades
incuestionables. Frente a esto se tornan desafiantes casi cualquier tipo de intervención
aclaratoria. La posibilidad para que la paciente, entrampada en ese dilema de violencia y
tradición, intente siquiera hacer un movimiento en su propia defensa y poder darle un giro a
su vida en búsqueda de mejor calidad.

II. - Viñeta
¿Por quién nos decidimos?

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Mariela tiene 42 años, está casada y ha procreado a tres hijos varones, uno de 17, otro de 15
y otro de 6 años.
Mariela es quien nos pone en la dualidad de estar deprimida por la muerte reciente (dos
años) de su padre, y la dramática realidad de ser marginada por sus hermanas y hermanos,
pero principalmente despreciada por su madre, quien por más que la procura y la busca para
quedar bien, su madre sólo la hace sentirse menos y como si ni fuera su hija.
El motivo de esta escena dramática es que Mariela fue, según su testimonio, siempre la
consentida de papá, situación que sólo hizo cultivar la envidia, resentimiento y recelo del
resto de la manada. Mariela considera que ahora está pagando por haber sido la preferida.
Permite entender, sin que ella lo diga, que odia a su padre por quererla más que a sus otros
pares.
El discurso de la paciente por momentos es bajo, pero el mayor tiempo de uso de palabra,
no deja escuchar duelo, tristeza o desinterés, todo lo contrario, es ágil, directo y en
ocasiones hasta humorístico. De hecho, y al paso de las dos sesiones a las que ha asistido,
cuando quería intentar ser fiel a su situación de depresión, por segunda vez dijo que durante
la semana hace casi nada por atenderse, arreglarse y procurarse cierto aliño personal, dice:
“Sólo para venir a estas consultas me arreglo…”.
Entre la depresión por la pérdida de su padre y la indiferencia del resto de su familia de
origen, nos comparte su sentimiento similar hacia sus tres hijos diciendo que:
“No quiero a mis hijos, y lo peor es que no siento lo que supuestamente debería de sentir por
eso, por ejemplo, cuando los grandes llegan de la escuela, por lo general llegan alborotados
tratando de decirme cómo les fue y yo, sin poder evitarlo, siento fastidio de escucharlos, casi
les volteo los ojos y más pronto que tarde les digo que se vayan a hacer sus tareas. Del
pequeño de 6 años, de plano no lo quiero. No lo quise tener, sin embargo. Nació y ahí
está…”
Se cumple la premisa freudiana de que “El neurótico ignora que sabe el origen y expresión
de sus padecimientos y sufrimientos”. El reto de averiguar el motivo de su infierno, es a
través del análisis reflexivo, ya sea en grupo, ya sea de manera individual.
Al parecer, en el testimonio compartido con respecto de lo que siente por sus tres hijos, nos
comparte, de manera vicaria lo mismo que su madre, hace con ella misma. Traducido,
Mariela, de manera inconsciente, ha tomado a sus hijos como actores de su propio drama;
día a día recrea su situación infantil, siendo sus hijos no atendidos ni escuchados, siendo
depositada la representación de su madre distante y calculadora, en la actitud desarrollada
por ella misma como indiferente e incómoda frente a sus hijos que la buscan y no la
encuentran.
Llevado a punto límite, y en atención a la frase de “Es que mi mamá, es mi mamá…”, sin
que sea la última palabra, provoca la idea de que Mariela ha estado representándose a sí
misma como la protagonista de un acto amoroso y sacrificado, pero falso. A saber, con la

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muerte de su padre más los fragmentos de recuerdos, sentimientos y experiencias


propiciadas por ello, Mariela, ante sí y ante este grupo clínico, reinventa y reconstruye una
historia particular de su familia original y de sí misma en un escenario del cotidiano donde
su posición dentro de la misma y el sentido de su vida, no se define puede definir como
una mujer adulta independiente, más bien su drama oscila entre una encomienda ajena y
confusa de ser hija/madre/esposa/mujer. 1
La trama planteada por Mariela apunta a dejar todo y en modo sacrificada, morir. El ideal
podría ser, de tristeza, lo cual le podría dar la categoría de ser reconocida como una mujer
heroica, sin embargo, también se percibe tal acto como un intento falso, falsamente heroico:
Morir, dejarse morir y ser ella, no su venerada madre, misma quien habría de recuperarse
por la pérdida de su tal vez, bien amado esposo que ha pasado a mejor vida, no hace mucho
tiempo -dos años.
Con este acto, románticamente melodramático y especulativamente escrito, tal vez Mariela
piense que ya después de su muerte, se le habría de recordar como una mujer, hija y madre
amorosa, abnegada, sacrificada que merece todo el respeto en la memoria de la familia,
además de colocarla en el lugar del ejemplo a futuras generaciones. Sólo es un punto de
vista después de tanto esfuerzo realizado próximo a cumplírsele.
Mariela dice penar por la muerte de su padre, mismo que en vida la amaba espontánea y
cálidamente. El resto de la familia, en su testimonio, asegura que sí, que ella era la
consentida. Supuestamente, por ser ella y nadie más la querida, el resto de la familia, según
declara la paciente, ni le afecta, como tampoco considera esa muerte como merecedora de
un mínimo de congoja, mucho menos un proceso de duelo.
La paciente, le apuesta a que su familia no sólo odiaba a este personaje por el cariño
profesado a ella, sino que ella misma, y ya después de ido el papá, descubre que también
ella asume el rol de objeto de desprecio y discriminación familiar.
Esta es sólo una versión de la realidad compleja, que se genera en una familia constituido
por varias personas de manera exponencial. Cada una tiene su propio universo de
entendimiento y acción.
De refilón se agrega la reflexión, Mariela puede y hace una lectura de su familia parental
aparte de que construye una historia y una logística que le permite cubrir casi todos los
ángulos de la trama. Sin embargo, podemos pensar analíticamente en el cómo su familia
nuclear (hijos, esposo) están leyendo la conducta de su madre/esposa y cómo se está

1Otra paciente, Casandra, cuya madre está en fase terminal de cáncer, observa cómo ésta se va
consumiendo vertiginosamente; llora, se queja, se lamenta previendo que quedaría huérfana y sola, aunque
en realidad tiene dos hijas y un fiel marido…reflexiona y pregunta preguntándose: ¿no seré acaso muy
egoísta? Tal vez sí lo sea, pero sólo en el porcentaje que realmente correspondería, es decir, mejor dicho, tú
dilo: ¿qué tanto porcentaje le dedicas a tu madre, ¿qué tanto le dedicas a tus hijas, a tu esposo y a ti misma?
Porque visto desde afuera, parece que estás cruzando por un momento en que eres más hija que cualquier
otro rol…

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teniendo que organizar el universo de cada quien, con las posibles consecuencias e
implicaciones que para el presente/futuro se están cocinando.

III.- Aclaración con aroma de Reflexión


Lo anterior, reconozco que aparece como un ejercicio de pensar con pares antitéticos. Justo
el contrario de lo que se pretende mostrar y que podría ser lo más cercano a lo que se oculta
por diversas razones.
El lenguaje corporal y aliño general, hace pensar que Mariela dice verdades a medias. “Sí,
pero no”. Sí esta dejada, si le tiene un particular aprecio a su apariencia de fodonga, pero no
tanto como para no bañarse diario. Además, la forma y el estilo de hablar en sesión no
genera algún tipo de sentimiento empático con el que pretende transmitir, podría estar en
una situación de crisis existencial por la edad que atraviesa, 40-42, no así una depresión
severa, como es lo que pareciera intentar mostrar.
Como la consigna de trabajo en el Grupo RED propone la expresión libre y
espontáneamente, hice caso a lo que mis sentidos iban registrando con el discurso de
Mariela, para mi sorpresa iba registrando justamente lo contrario a lo que pretendía la
paciente, la sensación de no afectación, más bien iba percibiendo un estado de confort y
estar viviendo, por lo menos en el aquí y ahora del grupo, un momento de relax, que me
llevó a pensar primero y luego a intervenir,
Primero llegó a mi pensamiento: ¿Y si no está tan mal?
No siempre soy certero en mis visiones y consideraciones de la lectura transferencial, sin
embargo, y para poder llevar mi propio registro y porcentaje de eficacia clínica, por línea
general de acción, me propongo hacer la intervención de apertura, preguntar “como no
queriendo la cosa” y no quedarme con la idea/visión en silencio. La condición que me
antepongo es realizar una pausa para considerar el cómo he de decir lo que estoy viendo,
escuchando y sintiendo.
Situación que me pareció propicia como para que hiciera la siguiente intervención y
petición:
“…Mariela, si no es mucho pedirle, podría, por favor, tomarse una foto un día miércoles,
por ejemplo, y dejar ver cómo es su estado y nivel de auto abandono, sólo y para darnos una
idea más detallada de la profundidad de su depresión...”
En lo aparente, esta solicitud relajó la sesión y, también hizo pensar que todo giraría como
miel sobre hojuelas. Lo cierto fue que a la siguiente sesión Mariela faltó, y con su
inasistencia, la foto solicitada no la podremos ver y la historia quedará inconclusa para
nosotros, pero floreciente para ella.
Así, y de igual manera, el discurso clínico de la persona paciente que acude por primera vez
a consulta psic., no permite ver más allá de una crónica consciente y seleccionada de

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hechos que, por lo general son resultado de la resistencia/transferencia/angustia ante la


incertidumbre de lo desconocido.
Esta situación inicial dista de la oportunidad idealizada por alcanzar la develación de “la
verdad” y con ella lograr los “cambios”, que ilusoriamente se piensa encontrar
mágicamente en el inicio del proceso analítico.
Similar a la fantasía de cambios tangibles rápidos, con receta, sin dolor, ni esfuerzo y
barato.

IV.- Epílogo
El espíritu del presente texto queda abierto. El tema subyacente es el de la cultura de la
violencia intrafamiliar con características vicarias. Son códigos de familia cultivados
generacionalmente y les han permitido sobrevivir al paso del tiempo.
Las responsabilidades quedan esparcidas a través del espacio y el tiempo, sólo son herencia
de tradiciones que, por lo general, y en número significativo, resultan ser perjudiciales. A
pesar de ello, se conservan, aunque no son para conservarlas, todo lo contrario, hay
tradiciones intrafamiliares que urgentemente son para desprenderse de ellas. Tarea harto
compleja, ahora como demanda contemporánea y como vértice del trabajo clínico analítico.
Toda la familia y nadie son responsables de la violencia generada al seno familiar. En el
mejor de los casos, cada integrante habría de hacerse cargo de su legado tóxico y su función
que conserva el acto de violencia ya naturalizada y normalizada.
Por ejemplo, y siguiendo con Mariela, de la indiferencia que ella ejerce sobre sus tres hijos,
no es más que una expresión como acto de amor e interés paradojal, igual y mismo al que
ella vivió en su infancia adolescencia y vive como adulta con y en su familia.
Se deduce que sus demás hermanas y hermanos, padecieron y padecen esta modalidad de
relación indiferente y atrapante a manos de su mamá, la consecuencia de ello se percibe en
que ahora, entre hermanas y hermanos, Mariela se siente marginada y señalada, es decir su
parentela ejerce este uso y costumbre ya “normal” y “natural”, de violencia familiar sobre
la hermana que, supuestamente fuese la “consentida” y “amada” del patriarca.
Sin saberlo a bien, sospechamos que, tanto la madre de Mariela, como su abuela, bisabuela
no fueron la excepción de los actos en cuestión. El maltrato intrafamiliar es un ejercicio
común que se hereda de generación en generación, difícilmente de romper el eslabón que le
hace un eterno cultural. En ocasiones y a pesar del análisis personal/grupal.
Regresando, de Mariela, sus hijos, varones los tres, proponen una incógnita por resolver y
una historia que se puede representar en la metáfora de La Caja de Pandora: desgracias,
malestares y tragedias permanentes, con un pronóstico reservado: Crónica de un linaje
violento anunciado.
Como un segundo matiz de la crónica, al fin una desgracia: vivir por los siglos de los siglos
en la búsqueda de una mamá que nos quiera como queremos que nos quieran, llegando a
dejar de lado todo, incluso la crianza de su propia estirpe.

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Como un tercer matiz de la crónica, con un aroma de post modernidad: se ha considerado


como una mejor opción ya no procrear una familia y así evitar la posibilidad sostenida de
heredar las mismas características de violencia explícita, implícita y vicaria2.
El maltrato familiar es una situación que difícilmente permite prever y calcular las
consecuencias que esta conducta como expresión y acto de amor e interés ha sido aprendida
e impuesta desde temprana edad y por lo tanto resulta imperceptible en la mayoría de las
ocasiones, produciendo en personas adultas que les toca turno para criar y transmitir usos,
abusos, tradiciones y cultura hacia las nuevas personas integrantes de la
familia/tribu/manada.
La violencia, en sus más de mil formas de expresión, se transmite lisa y llanamente de las
maneras más convencionales y ordinarias en el devenir de la cotidianidad.
La violencia intra familiar es un tipo de acto ciego y sordo.

V.- Referencias bibliográficas

• Wastlawik, Paul, con Janet Beavin y Don D. Jackson; Teoría de la comunicación


humana: Interacciones, patologías y paradojas. Barcelona. Ed. Herder, 2002
• Wastlawik, Paul El sinsentido del sentido o el sentido del sinsentido. Barcelona. Ed.
Herder, 2009.
• Wastlawik, Paul y Gregory Baetson:Teoría del Doble Vínculo: El esquizofrenés.
• Tajahuerce Ángel, Isabel & Suárez Ojeda, Magdalena; Así es la violencia vicaria, la
expresión más cruel de la violencia de género; Unidad de Cultura y de la innovación;
Universidad Complutense de Madrid. S/F
• Producción Colectiva Práctica Clínica: Caso Clínico: Grupo RED; CeSeCo Norte:
Libro Negro # 44. (2022-2023)
• Apuntes Personales de la coordinación de las sesiones del Grupo RED.

Facultad de Psicología,
Invierno 2022/2023

2 Concepto que considera a la violencia vicaria como una violencia de género ejercida sobre la mujer y
siempre por parte de varones. Acá, se rescata el concepto con la posible variante de que la agresión
provenga indistintamente del género que sea. El caso es violentar, maltratar, incluso dar muerte a personas
que de preferencia son la progenie de las personas en querella. La Violencia Vicaria es una expresión de
poder, inicialmente protagonizada por varones. Esta violencia se hace común en las vendettas del crimen
organizado, pero no distantes de la vida común y cotidiana.

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