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Apocalipsis 22:10-13
10 Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. 11 El que es
injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la
justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. 12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón
conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el
fin, el primero y el último.
INTRODUCCIÓN
Nuestro destino eterno está ligado al entendimiento y decisión que tomemos en esta vida. Cada uno
nos dirigimos a un destino según la actitud y la forma de vida que adoptamos. Si respondemos a la
verdad de la Palabra de Dios para adoptarla como la “lámpara” que nos guiará a nuestro destino,
entonces nuestro carácter en Cristo será afirmado y gozaremos de la eternidad con Él. Debemos
comprender con “urgencia” que tenemos una elección qué tomar ante el regreso de Jesucristo. Las
personas que persistan en la maldad se deleitarán más en hacer lo malo; pero los creyentes deben
perseverar más en la justicia y santidad. No podemos quedarnos como creyentes “tibios”. No hay
tiempo para bajar la guarda, si verdaderamente deseamos estar con Cristo; necesitamos seguir
siendo perfeccionados en santidad.
DESARROLLO
1. Las Escrituras nos encaminan a la santidad.
21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la
palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Santiago 1:21
El adquirir mero conocimiento, aunque se trate de las Escrituras mismas, no produce nada en sí
mismo si antes no tenemos una disposición a querer considerarle como la norma más alta de vida.
Nuestro camino de santidad debe ser proporcional al conocimiento que tengamos del Señor en las
Escrituras. Si el conocimiento no va acompañado de acciones, no puede haber aprendizaje. Ir a la
iglesia y tomar notas, escuchar una prédica, entrar a un curso de teología, etc., todo eso es muy
bueno, pero si no llegamos a tomar acciones concretas que nos encaminen a un crecimiento
espiritual entonces nos estamos engañando a nosotros mismos.
La Palabra que nos santifica
La Escritura nos habla de “desechar toda inmundicia y abundancia de malicia” (v.21), sin embargo,
debo analizar qué tanto estoy poniéndolo en práctica. La Biblia nos enseña qué y cómo debe ser
evitado todo lo que nos impide disfrutar de una relación plena con Dios.
Jesús declaró a Sus discípulos que la Palabra es el instrumento de Dios que trae “limpieza” a nuestra
vida de todo lo que nos contamina y aparta de Dios (Juan 15:3). Permanecer en la Palabra nos
mantendrá apartados hasta que el Señor regrese por Su iglesia.
CONCLUSIÓN
Tenemos una elección qué tomar ante el regreso de Cristo. Cada uno de nosotros debemos asumir
nuestra responsabilidad de una vida que se perfeccione en santidad para vivir una vida que agrade a
Dios. Un santo no puede alcanzar la santificación sin el Espíritu y las Escrituras. Ambos son agentes
primordiales en el proceso de perfeccionamiento.
¿Permito que la Escritura me revele a Dios? ¿O me dejo llevar más porque lo que oigo de otros?