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La Responsabilidad precluida
en el goce del crimen y el tratamiento judicial
Subjetividad y Derecho
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
II
III
VI
10
VI
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VII
Finalmente señalamos que este libro reúne varios trabajos escritos entre 2004
y 2009 y que fueran presentados ante diferentes foros académicos y profesionales
y/o publicados en medios especializados, siendo las presentes versiones corregidas
y actualizadas de sus originales.
En sus contenidos se transitan tematizaciones comunes que constituyeron
problemáticas motivo de sus escrituras y que se repiten como mojones del trán-
sito discursivo en aquel tramo histórico.
Las hipótesis y referencias a la objetalización o alienación jurídica del sujeto,
a la dimensión subjetiva del castigo, a la función cínica de la operación jurídica, a
la confirmación subjetiva en el acto penal, a las políticas de la subjetividad, entre
otras, son ítems que se reiteran a lo largo de los diferentes textos sirviendo en su
momento de organizadores que posibilitaron la presentación de las reflexiones
que contienen y, en algunos casos, nuestros aportes a las discusiones en estos
contextos.
Por último agradecemos particularmente a la Dra. Carolina Hernández, al Ps.
Claudio Serbali, al Dr. Gabriel Fajardo y al Dr. Carlos Kuri por sus autorizadas
opiniones contenidas en estos textos así como a la Secretaría General de la Uni-
versidad Nacional de Rosario por el invalorable apoyo institucional del Dr. Héctor
Darío Masia a la presente edición.
4. En el Código Penal argentino no existe el concepto jurídico penal de Crimen como sí ocurre en
otras codificaciones tal el caso del Código Penal francés, siendo también en éstos extensiva
la no coincidencia con nuestra utilización.
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1. El presente retoma tramos del Capítulo V de la tesis doctoral del autor titulada “Minoridad y
Rehabilitación –Estudio crítico de las posibilidades rehabilitatorias de las prácticas judiciales
actuales”– Facultad de Psicología UNR - 2004.
13
imputado puede estar siendo abolido como sujeto y/o promovido a posibilitador
de la gestión penal. Los supuestos de responsabilidad penal juvenil metaforizan
con variantes formales estos derroteros siendo en su actualidad complejizados
con la transversalización del paradigma de la protección de derechos sin que ese
atravesamiento altere la esencia del requerimiento.
Los significantes que la representan abdican ante la interrogación cuando
del sujeto se trata, los discursos que la predican terminan en la impotencia o el
insulto cuando son requeridos desde los supuestos que declaman siendo que la
responsabilidad, dicha por su ausencia, resulta un terreno fácilmente transitado
por concepciones morales o por los apasionamientos.
En este trabajo hemos recortado algunos tramos de su referencia en otros
tantos autores y discursos que la sitúan en su mayoría como el soporte de las
predicaciones desde sus disciplinas y en diferentes lecturas dentro de ellas con
el objeto de reconocer sus sobreconcepciones o coincidencias en el intento de
escuchar sobre su requerimiento.
Así la Responsabilidad siendo el punto de interrogación sobre la dimensión de
la vida, justamente ¿qué es?
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actor, pero implica de todos modos que el actor debe y puede responder por
ellas. Las consecuencias de una acción pueden ser no queridas o imprevistas,
pero para hablar de responsabilidad estas consecuencias tienen precisamente
que ser referibles a una acción (o serie de acciones) en lugar de a eventos con-
siderados naturales o a comportamientos visualizados como completamente
determinados por el instinto. Esto significa que la ‘responsabilidad’ sólo puede
existir en un universo desnaturalizado… Todas las ‘visiones del mundo’ que han
dominado los últimos dos siglos han contribuido, de una u otra forma, a esta
desnaturalización. El resultado ha sido la extensión del campo de aplicación de
la imputación de responsabilidad… (Pitch 2003:65/66).
conforma una plantilla sostén del sujeto, resultando además claro que, a diferencia
del principio de causalidad que rige en orden natural, en el orden de la responsa-
bilidad, el orden humano, rige el principio de imputación
Sobre el reconocimiento del concepto de imputación y la diferencia del principio
jurídico de imputación respecto del de causalidad, Kelsen dice:
15
Hay… ahí una tensión… de la que no cabe abdicar: Que hace necesario, ineludible,
el vínculo de la responsabilidad. Porque responsabilidad es, efectivamente, hacerse
cargo. Hacerse cargo de todo aquello que tiene que ver con uno, empezando
por uno mismo, por ese particular entramado de proyectos, deseos, intereses y
anhelos que denominamos identidad… (Cruz 1999:28).
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Señala aquí inicialmente que hay una necesidad irrenunciable del sujeto que
hace a que la responsabilidad sea “ineludible”, es decir irrenunciable, y esa impo-
sibilidad de renuncia lo es respecto de la implicación del sujeto en los proyectos,
deseos, etc., dimensiones de las que “no debe abdicar” de hacerse cargo.
La irrenunciabilidad a reconocer la dimensión de necesidad de responsabi-
lizarse, hace al sujeto identificable, sujeto de la identidad, inicialmente para sí
mismo, y lo que le permite identificar su lugar, sus proyectos, deseos, intereses y
anhelos, haciéndose cargo de ellos y consecuentemente de él.
Hacerse cargo de si mismo es responsabilizarse de su condición, dice Cruz,
siendo allí donde puede reconocerse el lugar de la subjetividad.
En tal sentido se pregunta:
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Desde otra lectura y en debate sobre las posiciones en el campo del Derecho
Penal respecto de las categorías de Culpabilidad y Responsabilidad, debate que
aborda crítica y frontalmente y de lo que da cuenta desde una posición particular,
Bustos Ramírez dice respecto del Sujeto Responsable:
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4. Punto en el que remitimos al título “La Edad de la Pena” en este mismo volumen.
24
5. Freud 1925.
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6. Pitch 2003.
27
7. Miller 1998
8. Lacan 1985
9. El agregado pertenece al autor de este trabajo.
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Porque toda realidad como construcción simbólica, incluyendo por ello al crimen,
reconoce una referencia “externa” en la legalidad montada positivamente, es decir
el registro de le ley que indica de la posición responsable del sujeto con la eficacia
del lazo que representando al crimen soporta la culpa a él vinculada.
Con lo que no se puede pensar sociedad sin castigo como necesidad estructu-
ral del espacio de la culpabilidad y del sujeto, así, “social” mediante la inscripción
en el derecho.
Estos textos son los que retoma Miller y que le permiten afirmar entonces
que la responsabilidad está relacionada con el (sujeto del) derecho y la ética. De
la misma manera que la responsabilidad indica de la existencia del sujeto, su
ausencia indica de la condición de no sujeto.
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ponsable es aquel que no puede dar cuenta de sus actos, que no puede responder.
Precisamente, es la respuesta lo que define la responsabilidad y la posibilidad
de responder. (Miller 1998:344).
12. Aclarando que el Derecho reserva el concepto de inimputabilidad para situaciones en que
muchas otras el goce contenido en la posibilidad latente de burlar la responsabilidad lleva a
desvirtuar su producción, siendo en esa situación que la no respuesta es la respuesta, con lo
de fraude al sujeto que implica.
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estirpe, o micro sistemas penales como hemos señalado respecto de los códigos
familiares para enfrentar la trasgresión doméstica13.
El señalamiento de que el psicoanalista se refiere siempre al sujeto jurídico,
ético, convoca a la diferencia –respecto da la responsabilidad– entre el jurista y el
psicoanalista que señalara Freud14 y se analizara en el presente trabajo, poniendo
en tensión la afirmación freudiana aunque sin desvirtuarla.
Este movimiento deja como resto de primerísima emergencia la evidencia del
proceso responsable estableciendo una confluencia tensa entre ética, psicoanálisis
y derecho, que en un punto impide hablar de dos sujetos aunque la insistencia se
evacua por la palabra en tanto dicha.
Efectivamente, si justamente la interrogación psicoanalítica convoca al sujeto
responsable, ético, jurídico, aquel que debe responder por su acto desde el “yo
metapsicológico”15 y éste a su vez aparece como el sujeto al que se dirige el psi-
coanalista y al que en su verdad interroga sobre su responsabilidad poniéndola
en el campo que allí, mediante la interrogación, se abre a la respuesta, ¿indica ello
que hay una confluencia en la afirmación freudiana respecto de la responsabilidad
para el jurista y el psicoanalista?
En tal sentido el autor dice:
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Si no se puede captar siquiera la realidad concreta del crimen, sin referir éste
a un simbolismo cuyas formas positivas se coordinan en la sociedad, pero que
se inscriben en las estructuras radicales transmitidas inconscientemente por
el lenguaje, éste simbolismo es también el primero del que la experiencia psi-
coanalítica haya demostrado, por efectos patógenos, hasta qué límites hasta
entonces desconocidos, repercute en el individuo, tanto en su fisiología como
en su conducta…
Y a esos efectos, cuyo sentido descubría, los designó audazmente con el senti-
miento que en la vivencia responde a ellos: la culpabilidad. (Lacan 1985:121).
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Un ser sin lenguaje no tiene que inventar o buscar razones para vivir, simplemente
vive. Buscar razones para vivir, justificar su existencia y considerar si alguien
tiene o no derechos, que derechos se tiene, derechos a que: he aquí la neurosis.
Tener o no derechos a algo forma parte del debate neurótico, debate jurídico y
ético, parte de la propia experiencia. (op. cit:353).
Señala el autor, en coincidencia con lo afirmado por Tamar Pitch17, que la res-
ponsabilidad es una dimensión del sujeto, no de la naturaleza, una dimensión del
lenguaje, simbólica, y por lo tanto sujeta a su reconocimiento, invención o búsqueda
de razones, fundamento, derechos y, por lo mismo, fundamento del lazo social del
cual se siente ad-herido, es decir condenado a padecerlo incurablemente tanto
como a la responsabilidad.
La dimensión clínica, por lo tanto, articula la culpabilidad con la subjetividad y
la responsabilidad, esto es, la interrogación al sujeto que representa, propone la
dimensión del lenguaje –simbólica– para el despliegue del sujeto, responsable.
En ese sentido Miller dirá:
Una clínica desde el punto de vista ético es aquella donde hay términos de respon-
sabilidad. Hay una frase terrible de Lacan: “De nuestra posición de sujeto somos
siempre responsables”. … ¿en qué sentido soy responsable de mi psicosis, de mi
perversión y de mi neurosis? ¿Qué significa esta responsabilidad? …
Cuando se toma en cuenta el sentido en el cual el individuo vive sus cosas, no se
puede evitar el concepto de sujeto… ¿Qué es una clínica de las preguntas sino
una clínica fundamentalmente ética? (op. cit:358).
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Así la clínica entendida como la dimensión de una ética del sujeto es también
la dimensión de la responsabilidad. El sujeto ético, entonces también es el sujeto
de la experiencia analítica.
Cita a su vez una afirmación de Lacan18 cuya contundencia articula con las
afirmaciones freudianas analizadas anteriormente sobre la necesaria responsa-
bilización moral por el contenido onírico de los sueños (y en la vida anímica en
general) de modo de confirmar en su articulación –sostenida por Miller– que el
sujeto en tanto tal no puede dejar de ser responsable, está condenado a ser res-
ponsable, en este caso, de la posición de sujeto aún de sus patologías entendidas
como posiciones subjetivas.
Su posición responsable constituye una verdadera condena en tanto que ella
representa lo indelegable de la condición en la que se incluye el malestar de las
neurosis, las psicosis y las perversiones más allá que el malestar sea reconocido
o adjudicado –y, podemos agregar, de la vida cotidiana y la dimensión jurídica–
dramatismo dentro del que se lee nuevamente resonando la afirmación de Lacan19
–citada anteriormente– sobre que la responsabilidad es el castigo.
¿Qué significa esa responsabilidad? pregunta Miller. Lo que vuelve a ser inte-
rrogado y respondido en términos de la necesidad de la articulación del concepto
de sujeto para entender las vicisitudes del individuo (frente a la interrogación por
la responsabilidad), en franca consonancia con la afirmación de Manuel Cruz20.
Finalmente despliega el lugar de la clínica en una dimensión ética entendida
en la oportunización de la respuesta (a la imputación de la pregunta), de lo que
se desprende que la ética del sujeto de la clínica –y de la vida social– es su posi-
bilidad del despliegue de la responsabilidad y el pasaje de la posición de la culpa
muda a la asunción (subjetiva) de responsabilidad.
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Esto último indica del sujeto y su remitencia a dos órdenes: los textos/la ins-
titución y la subjetividad, ambos de naturaleza simbólica y de muy difícil desglose
de los que no se puede dejar de dar cuenta, de modo que la interpretación jurídica,
p.e., da cuenta del sujeto en un acto que podemos reconocer como “clínico” por
la puesta de la responsabilidad y el juego de la culpabilidad que implica –muchas
veces burlada en su propia formulación, razón por la que relativizamos la afirma-
ción– siendo desde esa presunción que el autor llega a formular explícitamente la
dimensión de una función clínica del Derecho23, aspecto ya referido24 y que cons-
tituye una orientación de análisis diferente del tema objeto de este trabajo.
La interpretación entonces aparece como la vía regia de acceso a la dimensión
subjetiva, más allá de su proveniencia diversa –clínica y jurídica– ya que en su acto
se desentraña o desenmaraña la mixtura del sujeto con los mandatos legales de
los que no es más que creador y víctima.
La interpretación además es el lugar del sujeto ya que es en ella, en su efecto,
que se puede producir así como la vinculación intersubjetiva más allá del fallido
estructural que toda comunicación pueda aportar como su riqueza.
En el acto de la interpretación, que requiere siempre de otro, del intérprete, se
juega o dimensiona la verdad del sujeto, su referencia de legitimación de su efecto
acto, por lo que la interpretación, tanto clínica como jurídica (la sentencia) traen
allí el alivio (en un caso a los síntomas, en el otro a la angustia institucional).
Antes dijimos que a la similitud entre la interrogación analítica y la jurídica,
las diferencia la hermenéutica, esto es que en la medida que la interpretación
analítica lo es en referencia al surgimiento del Deseo, la jurídica lo es en referencia
al surgimiento del Derecho.
Pero adviértase que ambas confluyen en la estructura subjetiva, señalados
en la falsa división de la Escolástica entre la dimensión interna y la dimen-
22. “El castigo es una característica esencial de la idea de hombre que prevalece en una deter-
minada sociedad… ” citado por Miller.
23. Op. cit. p.160
24. En otros trabajos de este mismo volumen.
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Es decir que los destinos del sujeto juzgado por su incapacidad deberían ser,
no la psiquiatrización ya que la intervención psiquiátrica “está todavía lejos de
25. Según Legendre el concepto medieval para su expresión es impedimento, el sujeto se encuentra
impedido - ver p. 53.
26. Bustos Ramírez 1999 p. 342.
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ser aclarada”, sino otros, más allá que sus efectos coloquen al sujeto en proceso,
sustraído del orden fundador de la legalidad, un lugar, entendemos, donde la
interrogación por su responsabilidad pueda ser presentada, interrogada, expuesta
ante el sujeto sin que la razón insana, la razón psiquiátrica obre proveyéndole de
un magnífico y horroroso argumento de goce.
Es por ello que Legendre alerta sobre el sentido de la declaración de la sin-
Razón:
Nunca debe perderse de vista que una sentencia de absolución por locura, en
un caso en el que el criminal reivindica su culpabilidad de sujeto, puede tener el
valor de una puesta a muerte subjetiva y significar pura y simplemente la con-
denación a la locura. (op. cit:160).
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implica un montaje normativo del que el sujeto debe dar cuenta –y al que da
cuenta– de su acto culpable en su decir, es decir, en su respuesta.
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Pitch, Tamar (2003), Responsabilidades Limitadas –Actores, Conflictos y Justicia Penal,
Ad Hoc, Buenos Aires.
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42
1. Trabajo presentado en las Jornadas Universitarias de Otoño “¿Por qué el Psicoanálisis aún?”
–Facultad de Psicología– Universidad Nacional de Rosario –Rosario, mayo de 2007. Una
versión abreviada ha sido publicada en las Actas del XIV Jornadas de Investigación– Tercer
Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur –Facultad de Psicología– Universidad
de Buenos Aires-2007.
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2. Kafka 2006.
3. También existen otros tratamientos: el tratamiento político, el tratamiento periodístico, el
tratamiento psiquiátrico, etc. cuyos efectos en general resulta tributarios de la confirmación
en el acto.
4. Ver “Rudy Giuliani,… ” Pagina 12.
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5. Kafka 1985.
6. Ritvo 2006, 81.
45
7. Freud 1906.
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8. Legendre 1994
9. Lacan 1950
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rrogaba al guardián, detrás de la puerta además de un perro “no hay nada más
que un desierto de arena y piedra, hasta el infinito” 11.
Porque la puerta que tantos esperan franquear, en su envés, muestra lo cínico
que resulta de su atravesamiento.
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Viva, Buenos Aires.
“Rudy Giuliani, de la “tolerancia cero” al desastre de las Torres” en http://www.pagina12.
com.ar/diario/espectaculos/6-25991-2003-09-27.html
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Introducción
1. Versión ampliada del trabajo publicado en la Revista Mnémica Año 1, Nro. 1-2009 –Facultad
de Psicología– Universidad Nacional de Rosario –UNR Editora.
2. Utilizamos la expresión Sistemas Psicológicos alejándonos así de las denominaciones de
escuelas, corrientes, teorías, etc. por considerar que la utilizada implica una concepción amplia
en la que las mencionadas encuentran inclusión.
51
3. Foucault 1990
52
53
7. Freud 1906
8. Resulta incierta la referencia en cuanto a si se trataba de un seminario donde efectivamente
se realizaban experiencias prácticas sobre la aplicación de la técnica –tal una apreciación que
se desprende del modo en que Freud se dirige a su auditorio y el hecho de que se trataba
precisamente de un seminario y no de las clases magistrales de cátedra– y las referencias
aclaratorias de la Standard Edition en donde Strachey puntúa la clase de Jurisprudencia, sin
referencia explícita a experiencias prácticas, situación en la que, en tal caso, Freud se referiría
paradójicamente a la posibilidad del auditorio de relacionarse con la técnica. En Jones 1985
no aparece aclaración al respecto.
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c) El espíritu comprensivo
9. Freud 1930
10. Freud 1925
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• el criminal neurótico
• el criminal normal
• el criminal por causa de procesos patológicos orgánicos.
• criminalidad crónica
• criminalidad aguda o accidental
d) La presencia de la Psicología
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58
59
f. 1 –La Conciencia
f. 2 –El Discernimiento
25. Por Psicología Jurídica entendemos aquella psicología implícita en el discurso jurídico aunque
sin formulación sistemática. Ver Degano 2005.
26. El discernimiento como problema a constatar estaba previsto en el proyecto de Carlos
Tejedor y el Código Penal de 1886 para la categoría intermedia de menores (González
del Solar 1995, 212).
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f. 4 –Conocimiento y Responsabilidad
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f. 5 –Pasión y Emoción
f. 6 –Otras Facultades
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¿Que hace que la lectura psicológica sea bienmirada por los juristas más allá de
prejuicios morales o formulaciones positivas que condicionan los requerimientos
de intervenciones técnico psicológicas?
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36. Este razonamiento no obvia los señalamientos que indican sobre los procesos de desubjeti-
vación que la judicialización producen en los sujetos, tesis a las que adherimos aunque no se
desarrollen en el presente.
37. Sobre la relación entre el castigo y el alivio, véase la interesante referencia que hace Marí al
diálogo entre Sócrates y Polo en “Gorgias” de Platón, diálogo que expresa la universal pro-
blemática que encierra la dupla y que ha retornado en diversos momentos de la historia y la
literatura universal que, en lo que a nuestro interés respecta, inhiere a los efectos de subje-
tivación que implica (Marí 1983,163).
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43. A ese respecto y por lo ejemplificativo en la línea de investigación que señalamos, ver el inte-
resante trabajo del Prof. Gabriel Fajardo sobre el Odio en el Código Penal (Fajardo 2006).
44. Usamos el concepto o apócope psi refiriendo disciplinas que, más allá de la titulación profe-
sional, concurren en alguna Psicología de referencia.
45. Sobre Política de la Subjetividad ver Degano 2005, VIII.
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V. Sobre la verdad
Quisiéramos sólo señalar aquí el escenario que se repite ante los jueces penales,
tanto en los primitivos momentos de la escritura de la “Psicología Criminal” de
Hans Gross en 1884 como en nuestros días y por las sendas de la problemática
de la verdad.
En la relación entre el reo y el penalista en el punto sobre la verdad y en el
pedido de exculpación del sujeto por su acto la afirmación “Yo no sabía (lo que
hacía)” entendemos que es el equivalente al “yo no fui (el autor)”.
La homologación de ambos términos constituye una ecuación en la que se
alega la irresponsabilidad como eje conductor, pero que no niega la implicación
del sujeto aún por su negación, esta ecuación ante los hechos comprobados judi-
cialmente, tiene la siguiente forma:
Yo (no) sabía (lo que hacía) cuando (no) fui (el autor)
El que dice que no sabía lo que hacía dice que no sabe (de aspectos) de su
vida y también dice que no fue quien se dice que fue, en definitiva niega su exis-
tencia en relación a lo ocurrido de lo que fue sujeto y en ese acto precisamente
se niega a si mismo.
Por otro lado, si bien en la negación de su conocer afirma su hacer, en la
medida en que no sabe de su hacer consecuentemente lo entrega al conocer de
otro –aquel quien dice que él fue– de ello que se enajena y diluye lo suyo en una
responsabilidad externa a su lugar, es decir en una responsabilidad sin sujeto,
responsabilidad sin culpa, sin encarnadura, posición de existencia jurídica51 pero
de inexistencia subjetiva.
Ahí la ficción ya que la singularidad tiene una densidad tal que constituye
base irrefutable de toda consideración sobre el sujeto, sus referencias y de toda
responsabilidad que, fuera del campo de la subjetividad y la culpa, no tiene exis-
tencia ni sentido52.
Esta negación de la existencia puede ser trágicamente sancionada con estatuto
jurídico realizando con ello la trampa que tendió el sujeto respecto de la presunta
irresponsabilidad subjetiva.
En el caso de la declaración de inimputabilidad el estatuto de incapacidad
de recibir sanción penal perfora la condición subjetiva ya que en último término
desubjetiviza, es decir declara inhábil a un sujeto/persona para decir sobre sus
actos, con lo que se le quita el acceso a la palabra responsable, es decir jurídica.
La condena aplicada y adquirida en este caso es la de hablar fuera de la ley. En
70
53. Nos referimos a la diferencia de gradación de pena que el Art. 81, inciso a), establece como
máximo y mínimo, dejando un resto respecto de la graduación al mismo delito pero sin el
atenuante de la Emoción Violenta (Art. 79).
54. Entendimiento o racionalidad con que, en términos aproximados, se expresa el estado men-
cionado en el campo jurídico. Ver Peña Guzmán 1969 y Marianetti 2005.
55. Que toma presencia por la evocación de la deuda de estructura del sujeto,
56. Similar razonamiento hace Assoun (2003, 137).
57. Ritvo (2006, 197, cita 227)
71
58. Nos referimos a la posición utilitarista hegemónica en los sistemas penales occidentales
actualmente.
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Entre estos dos márgenes se debate la singularidad de cada caso –cada sujeto–
en tratamiento penal, cada sistema institucional y cada proporción de realidad de
las utopías, sin desconocer los señalamientos básicos de determinación alienante
con que la dialéctica institucional penal actúa.
El campo de debate se complejiza más aún y más allá de estos cálculos
metapsicológicos en razón de que la función de la pena efectivamente realizada,
es decir institucionalmente aplicada, es todavía oscura a la luz de una racionali-
dad que la vincule con los supuestos de la Democracia y los Derechos Humanos
como referencia necesaria a la que debería recurrir toda orientación que implique,
en estos tiempos, a los sujetos de nuestra cultura máxime atendiendo a que la
monopolización de la función punitiva está en Occidente en manos del Estado y
éste se supone, desde la ciudadanía, una metáfora de la dimensión jurídica.
En el mismo sentido la interrogación no debe olvidar que el castigo forma
parte de las operaciones necesarias a la constitución del sujeto y que la proclama
de la Igualdad siempre encierra la Desigualdad radical como condición59 siendo
necesario acotar la interrogación a sus ámbitos de formulación lo que hace referir
nuestra opinión en coincidencia a la posición freudiana anteriormente destacada
en que ese requisito puede ser de mucha utilidad en el desarrollo de los campos
que nos interesan siempre que su recorte sea el correspondiente.
In fine
73
74
Programa Analítico
de la Asignatura Psicología60
75
76
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78
Resumen
79
I. Nuestra interrogación
La nuestra está orientada hacia los efectos del impacto de los significantes
jurídicos en la condición subjetiva toda vez que aquellos, como sistema, inquieren
al sujeto en situaciones en que la institución intercepta la vida de las personas
tanto en el marco de la dimensión jurídica de la vida como en las situaciones en
que un sujeto es capturado por las operaciones institucionales que representan
ese discurso1.
En particular lo perseguido interrogativamente es el entendimiento sobre los
efectos de las prácticas jurídico institucionales sobre el espacio de la Subjetividad
centrado especialmente en el análisis de las hipótesis jurídicas sobre aquella.
Una de esas hipótesis la constituyen los supuestos metapsicológicos de la
operación jurídico institucional por los que transcurre toda explicación y enten-
dimiento respecto de los efectos –esperados y producidos– consecuentes a la
aplicación de medidas institucionales. Los ámbitos particularmente transparentes
a la referencia lo constituyen el campo de la sanción penal y el de la aún deno-
minada Minoridad2
Aunque en el último de éstos ámbitos los principios, procesos y operaciones
institucionales tienen requerimientos y recorridos distinguibles que no desplega-
remos aquí centrando el análisis exclusivamente en el ámbito penal, en ambos se
trata de prácticas institucionales a cuyos sujetos se les aplica, a consecuencia de
un procedimiento de valoraciones, una imposición (pena, medidas de seguridad,
medida tutelar o de protección de derechos) de la cual se espera un efecto – v.g.
resocialización, rehabilitación, respeto a la ley, formación integral, reintegración
en la familia y comunidad, etc. – sobre las que, a la luz del análisis crítico, se ha
señalado que la función esgrimida como fundamento y objeto opera sólo como
cobertura de la verdadera función caracterizada como punitiva de modo lato3.
La interrogación sobre la posibilidad que la aplicación de estas imposiciones
produzca el impacto de cambio o modificación de las conductas del sujeto en
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83
castigo, es decir de esa condición ficcional –de limbo procedimental– con la culpa
subjetivamente entendida, articulación que presenta una mayor complejidad en
cuanto que la situación institucional propone al sujeto la doble inscripción de
confirmación y negación, es decir el mensaje perverso en el que reconocemos el
mecanismo freudiano de la renegación11.
11. El concepto de renegación (Verleugnung) es utilizado por Freud en el estudio de las perver-
siones otorgándole un sentido específico: aceptación y rechazo simultáneo (de la castración),
el efecto es el juego “perverso” del sujeto que, en la situación analizada, resulta en una “sus-
pensión” perversa de su condición – Ver Freud 1927.
12. Aunque también para algunos funcionarios de la aplicación y administración de las penas.
13. Ley 24.660
14. Ver Foucault 1999
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88
No hay pena sin culpa (“nulla poena sine culpa”) = No hay castigo sin culpa.
La locución latina de Graciano que reformulamos en correspondencia estruc-
tural con el castigo diferenciando la faz jurídica de la faz subjetiva, tiene validez
de estructura tanto desde la posición Psicoanalítica como desde el Derecho.
Leída jurídicamente indica que no hay lugar para la pena sin el elemento
subjetivo: la culpa que posibilita la reprochabilidad y que procedimentalmente
implica, en caso de no ser confirmada, es decir demostrada, la inexistencia penal
del delito más allá de la existencia fáctica del hecho criminal, situación paradojal
a la que nos hemos referido con relación a los efectos subjetivos consecuentes
del sin/castigo conducentes al no/sujeto
Desde nuestra lectura indica que para que el castigo pueda ser una operación
y no se registre sólo como una acción debe existir primero la necesidad dada para
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92
38. Reconocemos las tesis de Bustos Ramírez en cuanto a la inscripción social de la existencia,
si bien su razonamiento orienta a la posición frente al mandato del Estado. Bustos Ramírez
1999.
39. Sistema jurídicos hegemónicos, tal la expresión del Dr. Juan Carlos Gardella. Ver Gardella
1995.
40. Ver Degano 2007 y la versión incluida en este volumen.
93
94
95
• ¿cómo creer que se puede subjetivar la falta sin que medie la palabra, es
decir el campo de la interrogación?
El sujeto del acto penal está más allá de las posibilidad que la institución
puede obrar, su realidad está “dentro” del acto institucional, dejando por fuera
la responsabilidad y la implicancia subjetiva como espacios de la soberanía del
sujeto.
Sus recorridos pasan por la captura institucional, su goce, la vida carcelaria, la
membresía a las representaciones colectivas sobre el castigo penal como reali-
dad. A eso es a lo que hemos llamado función cínica48 en oposición a la función
96
clínica destacada por Legendre49, función ésta que hemos acogido y desplegado
en nuestro entusiasmo50 pero que su posterior confrontación con las vicisitudes
del sujeto de la sanción penal y su condena a habitar la Condena nos ha hecho
relativizar en el fervor inicial quedando por ello, ante su caída, sólo los restos de un
cinismo escueto, riguroso, de ascetismo y desesperanza como modo de reconocer
la vida en estas deshabladurías.
El cinismo como saber sobre los modos de goce51 nos permite considerar que
éstos se esconden detrás de las afirmaciones “utilitaristas” y las “ideologías Re”52,
funcionales como discursos con aquellas, y que en definitiva sus verdades no per-
miten reconocer la del sujeto a quien verdaderamente escanden. Estas prácticas
de goce cínico, sin embargo su innegable existencia, no deben de ninguna manera
hacer que nuestra pregunta ética ¿dónde está el sujeto? se diluya en un huma-
nismo ingenuo, más bien, la función utópica53 de la pregunta debe permitirnos
reconoce que nuestra ingenuidad no habilite el cálculo de otros.
Si entendemos que estos discursos lo son en tanto promueven modos de goce
y éstos menguan al sujeto, no es certero alentar horizontes “útiles”, humanistas o
clínicos en las prácticas que nos preocupan sin por ello descartar la singularidad
como posibilidad permanente.
Advertencia conclusiva
97
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100
Introducción
I. El Reclamo
El reclamo por una modificación al Sistema Penal Juvenil que se articula estruc-
turalmente con la promoción de los derechos de la infancia que la Ley 26.061 ha
instalado institucionalmente con el significante de la Niñez en Argentina, aparece
1. Texto ampliado y actualizado de la ponencia presentada con el mismo nombre ante el “2do.
Congreso Internacional de Investigación en Psicoanálisis, Derecho y Ciencias Sociales” llevado
a cabo el 28 y 29 de Agosto de 2009 en la Universidad Católica de Santiago del Estero.
101
en nuestros días vinculado con otros reclamos, aquellos que acentúan la segu-
ridad de la población frente a hechos puntuales que la afectan y de los cuales el
periodismo da cuenta profusamente.
Hace dos años –el 15 de abril de 2009– y a consecuencia de un crimen que
protagonizara un chico de 14 años en la localidad de Valentín Alsina (Bs. As.),
conocido como el Caso Capristo, se desató a nivel nacional un debate o movimiento
de opinión sobre el sistema de castigo penal a los jóvenes que actualmente se rige
por el Decreto Ley 22.278 llamado Régimen Penal de la Minoridad.
Rápidamente surgieron apoyos y disidencias sobre el tema presentándose
proyectos parlamentarios para modificar el tratamiento penal de los jóvenes así
como manifestaciones oficiales al respecto de modo que se actualizó el escenario
que se había montado en 2004 cuando el Ministro Béliz lanzó el Plan Nacional
de Seguridad proponiendo, entre otros aspectos de endurecimiento de las leyes
penales, el descenso del límite etareo a los 14 años de edad para el acceso formal
al sistema de castigos penales.
En aquellos días de 2004 capturaba la atención en el país un hecho criminal
ampliamente difundido que había favorecido la reacción popular capitalizada
por el señor Blumberg bajo el reclamo de mayor represión ante la inseguridad
pública que forzó, con sus difundidas marchas y concentraciones, la respuesta
del ministro y la aprobación en el Congreso de algunas leyes penales. En sep-
tiembre del mismo año otro acontecimiento conmovió a la opinión pública como
fue el hecho que protagonizó el joven Junior de 15 años en Carmen de Patagones
motivando nuevamente los reclamos por el descenso de la edad de punibilidad
de los menores.
La decisión del ministro retrotrajo a su vez a lo ocurrido en 1980 con el dictado
del Decreto Ley 22.278 de la dictadura militar fijando la edad de punibilidad en
14 años que posteriormente, y a consecuencia de reclamos sociales, se modificó
mediante el Decreto Ley 22.803 del año 1983 situando nuevamente la edad de
punibilidad en 16 años tal como ocurría en Argentina desde 19542.
Hoy, unos años después, la escena se repite.
II. El marco
102
van desde su descenso bajo el reclamo popular por mayor seguridad, como
el señalamiento por las razones políticas de su tratamiento desvinculado del
abordaje global de la cuestión de la infancia, como nuestra interrogación que
inquiere por las razones y consecuencias subjetivas de esa condición etarea
y la gestión penal.
En la actualidad se encuentra en latencia parlamentaria la discusión de un
Sistema Penal Juvenil siendo que al efecto se han presentado al año 2009 trece
proyectos en la Cámara de Diputados3 a la vez que en la de Senadores se ha
aprobado en el mismo año uno4 producto de la confluencia de los allí presentados
y que espera su tratamiento en la Cámara Baja.
Respecto del marco histórico e ideológico en que se inscriben estos proyectos y
sus condiciones es necesario señalar que en la discusión abierta a partir del debate
que se generó alrededor del reclamo por el cambio de paradigma, más allá de los
proyectos legislativos que precedieron a la ley 26.061, si bien ya no se habla de la
supuesta incapacidad por inmadurez, argumento central del Paradigma Tutelar,
hay quienes5 sostienen que la edad no debe ser situada muy debajo en la escala
etarea en razón de la posibilitación al joven de su tratamiento y responsabilización
fuera del sistema penal y en el marco de la Justicia Restaurativa exhibiendo en su
fundamento el contenido de la Regla N° 4 de las Reglas Mínimas de las Naciones
Unidas para la Administración de la Justicia de Menores, conocidas como “Reglas
de Beijing”, en un perfil resistente a la incorporación de los jóvenes de menor edad
al marco penal tal se discute.
Desde otra perspectiva se argumenta que la responsabilización penal es
necesaria al joven transgresor de modo que “… resulte central para encontrar
vías de solución a los dilemas planteados… La implementación de verdaderos
sistemas de responsabilidad penal de los adolescentes basados, en primer lugar,
en el principio de la culpabilidad, puede convertirse en una estrategia decisiva
para colocar el tema de la violencia juvenil y la inseguridad urbana en su justa
dimensión cuantitativa y cualitativa… ”6 valoración que aparece más permeable
o propiciatoria a ampliar la edad de imputabilidad como consecuencia de la res-
ponsabilización penal señalada como necesaria.
Repárese que en ambas posiciones la discusión está acotada por el tratamiento
jurídico más allá que los “tratamientos” que refiere la primera de las posiciones
presentadas sean supuestamente “fuera” del sistema penal, lo que no indica que
3. Para consultar los proyectos presentados y un cuadro comparativo al año 2009 ver: http://
www.observatoriojovenes.com.ar/almacen/file/cuadro proyectos de ley 2009 (1).pdf
4. Enviado a la Cámara de Diputados con fecha 25 de noviembre de 2009
5. Entrevista realizada al Dr. Atilio Álvarez en la UNER y citada por el Mg. Osvaldo Marcon en
su tesis de Maestría “Transgresión Penal Juvenil: De la Libertad Asistida a la Libertad Co-
Responsable. Reflexiones incluyendo la voz de los involucrados” 2009.
6. García Méndez 2001:25/26.
103
104
7. En el sentido de instituir la vida (vitam intituere) como institución de la vida por la opera-
ción que Legendre, retomando a los glosadores medievales, ha señalado con el concepto de
función jurídica o dogmática (Legendre 1979), pero también relativo a las posibilidades de
reposicionamiento subjetivo por vía de las instituciones penales aspecto que, lanzado al ruedo
por Legendre (1994), ha tenido diversas y contradictorias derivaciones teóricas. Ver Degano
2004 y 2008; Gerez Ambertin 2004 y 2006; Chaumon 2005 entre otros.
105
106
que los impulsan al acto?, ¿no son sencillamente jóvenes los adolescentes de
juventud10?
Estrictamente hablando, es decir sin la intervención hegemónica de pautas
de objetivación, el sujeto de la palabra no tiene edad diferenciable respecto de su
lugar de hablante en la medida en que la cronología etarea atraviesa externamente
al sujeto de la palabra en cuanto a su posición subjetiva sin dejar de tener en
cuenta el efecto de las significaciones colectivas en la inscripción del sujeto en la
cultura y siendo que sólo se lo puede reconocer en su condición de hablante en la
medida en que se exponga diciendo y en ese acto sancionante permita reconocer
aquella inscripción en su aserción singularizada.
En este punto que el Psicoanálisis ha planteado como vector interrogativo
a todas las ciencias del hombre, ciencias conjeturales, un concepto condición/
consecuencia de la situación de hablante del humano: la Responsabilidad. Es
la responsabilidad la cuestión interrogada confundiéndose desde los discursos
que analizamos con la capacidad, necesidad, desarrollo, condición, etc. “infantil”,
“juvenil” o “adolescente” para sostenerla.
En otro trabajo11 hemos desarrollado un estudio sobre la Responsabilidad
entendida desde el registro de diferentes formulaciones discursivas con el anclaje
final sobre la condición indelegable de la responsabilidad en la dimensión del sujeto
sea éste de la interrogación clínica, jurídica, moral, socio antropológica o ética
tal como señala Miller12 y nosotros hacemos extensa, a lo que agregamos que el
sujeto, más allá de las consideraciones particulares relativas a diferencialidades
en sus posiciones de desarrollo trágicamente entendidas como “maduración” por
el paradigma tutelar y llevada hacia otros espacios de la categorización de los
sujetos del discurso normativo, sea éste jurídico, educativo, moral, etc., presenta
condiciones propias, subjetivas, en su abordaje que no necesariamente son per-
meables a las capturas institucionales en sentido formal.
10. La categoría de Adolescentes, novedosa en la cultura de posguerra y floreciente entre los años
´50 y ´70 en la medida que incorporaba un nuevo sujeto social, ha perdido su condición de
significación de un momento psicoevolutivo correlativo de la etapa puberal para ser senci-
llamente sinónimo de irresponsabilidad, intolerancia, disconformidad, inestabilidad y muchas
otras atribuciones, algunas de ellas tributarias de la excepción, que si bien permitieron y
construyeron la identificación de una instancia social nueva entre la infancia y la adultez con
el beneficio de su reconocimiento como protagonista social, cultural, económico, etc., llegando
a ser adoptada por la OMS como categoría, actualmente se ha desdibujado sirviendo para
reconocer dramáticamente que ¡hay adolescentes de 50 o 60 años!, perdiendo de ese modo
el referente de significación inicial: el joven situado entre la infancia y la adultez tal como
expusimos ante el I Simposium Internacional “Infancia, Educación, Derechos de Niños, Niñas
y Adolescentes” en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata el
8 de noviembre de 2007.
11. “La pregunta por la Responsabilidad” en este mismo volumen.
12. Miller,1998
107
IV. La edad
108
IV. El referente
109
110
19. Observatorio de Adolescentes y Jóvenes, Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales
UBA http://www.observatoriojovenes.com.ar/, Informe fecha 24 de junio de 2009, “Escena-
rios de reforma legislativa II. Acerca de los proyectos de ley penal juvenil y las decisiones de
política criminal”
20. La expresión ¡Que he hecho! estaría indicando la sorpresa del sujeto por el resultado de su
acto suponiendo el pasaje por el otro –virtualmente el otro representante institucional de
la Ley– que le ofrece esa posibilidad y podría constituir un primer momento de la posición
del sujeto de la Responsabilidad tal como se esperaría desde una metapsicología de la for-
mulación ampliada de la Teoría de la Prevención Especial Positiva y de allí al reconocimiento
de un posible reposicionamiento subjetivo respecto del acto reconocido y esperado también
con la ficción de la Rehabilitación. Pero es dable advertir que no necesariamente la misma
expresión indicaría ese camino en la medida que ¡Que he hecho!, como alojamiento donde
el sujeto se expone sin pudor por su acto, constituye también un atajo eludiendo por ello la
responsabilidad ya que se entrega en calidad de sorprendido por el acto en un movimiento de
expulsión respecto de su responsabilidad e impactando en el otro en el lugar convocante de la
falta que expresa eludiendo. La falta en el sujeto pierde inscripción en el reclamo que la culpa
le presenta en la medida en que aparece alterizada, motivo de la sorpresa e instrumentada
a ese efecto. Ello no implica un acto interpretativo ni un punto de ética en la medida en que
esa pura expresión no necesariamente indica de su subjetivación. El análisis de Beatriz Cas-
tillo sobre la pregunta de Althusser quien queda inimputablemente articulado a su pregunta
autobiográfica es claro ejemplo que la pregunta –o sorpresa en el caos en análisis– no es
indicativa de posicionamiento ético, responsable, en su formulación siempre que no se la sitúe
111
V. Los derechos
112
113
muchas veces con esa intención gestionaria en la medida que amplía la capaci-
dad de gestión sobre quienes siguen, no obstante, siendo objetos de ella. En esta
paradoja de la producción discursiva al servicio de la negación de lo producido
caen muchas veces las intenciones “progresistas” que, en sus razones fundantes
y operaciones institucionales, no reconocen la dimensión subjetiva.
No es que debe desconocerse la existencia y necesidad del castigo –más allá
de las posiciones antagónicas que el tema presenta en las dimensiones filosó-
fica, antropológica, subjetiva y jurídica– sino que, aún en el marco del reproche, el
reclamo por la existencia de la “vida” de la infancia y la juventud está del lado de
la promoción de la subjetividad y el campo de la palabra, es decir de la respon-
sabilidad en tanto dicha por el sujeto en la escena coloquial que puede montarse
sobre la interrogación por la falta, el incumplimiento, la invasión del lugar del otro,
etc., escenas en las que sí podríamos reconocer aconteceres subjetivos de impacto
en el reposicionamiento del sujeto del reclamo de la mano de otro que le reclame
proponiendo su falta al tratamiento discursivo.
Aclaramos que esta ficción no implica su captura por la techné y, por otro lado,
que estos procesos se sostienen únicamente si son colectivos.
La gestión de vida de la infancia y la juventud no es una cuestión que se frac-
ciona en sistema de reproche por un lado y por políticas de promoción por otro.
Desde nuestra posición la pregunta que subsiste es sobre cómo articulan esas
demandas de responsabilidad penal y sus posibles respuestas legales con los pro-
cesos de subjetivación en el marco pregonado de la promoción de los derechos y
sobre el supuesto interrogativo de si mediante la legalización jurídica es posible
promover legalidad subjetiva en los términos acotados en este trabajo.
Esa pregunta mantiene su validez no desde el punto de vista de la vigencia
de los derechos formulados positivamente tal como el discurso penal propone en
el punto de la discusión que llevamos, sino desde los derechos como posición de
demanda del Sujeto28, posiciones que pueden ser positivizadas de múltiples mane-
ras pero que en su esencia reconocen la condición subjetiva como su referente
siendo esa –la raíz subjetiva de los derechos y al igual que la Responsabilidad– la
que está ausente.
La cuestión merece su tratamiento atendiendo a que no toda política que
reclame por los derechos formulados positivamente puede ser una política que
oriente al reclamo por los derechos del sujeto; muchas políticas de satisfacción
de derechos en último término resultan ser nada más que biopolíticas, aquellas
114
VIII. In Fine
115
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116
En el gran debate que sostienen los discursos que articulan con la Globalización
entre los cuales las ciencias epistemológicamente entendidas como positivas e
identificadas con la Techné han ajustado perfectamente por un lado y los dis-
cursos que reclaman por el lugar del Sujeto, a los que denominamos disciplinas
de la subjetividad en sentido genérico, por otro, el procedimiento dispositivo2 se
vuelca del lado de aquellos atravesado por la dogmática occidental que … reduce
lo humano a un objeto explicable y programable3.
Según el esquema clásico4 el debate de razones jurídicamente organizado
que viabiliza un Proceso Judicial está conformado por el Juzgador, las Partes y
los Expertos (peritos, consultores, técnicos, etc.)5 constituyéndose en los pro-
1. Una versión acotada del presente trabajo fue presentado bajo el título de “Subjetividad y
Derecho: El Experto “Psi” y la exigencia de Objetividad” en el “Primer Congreso Internacional
de Investigación y Práctica Profesional en Psicología, XVI Jornadas de Investigación y Quinto
Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR” –Facultad de Psicología UBA
–Buenos Aires, Agosto de 2009– y publicado en las Actas del Congreso.
2. Si bien reconocemos la diferencia conceptual entre Proceso y Procedimiento que Alvarado
Velloso destaca, utilizamos indistintamente los términos pero siempre referidos al Proceso
Judicial –Alvarado Velloso 1998.
3. Supiot 2007:15
4. Alvarado Velloso op. cit.
5. No desconocemos la diferencia entre Sujetos procesales Necesarios y Sujetos procesales
Eventuales que discrimina Claria Olmedo, referidos estos últimos a los expertos, sino que no se
incluye a los efectos de representaciones y debates jurídicos exedentarios a estas reflexiones
–Claria Olmedo 1985.
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6. Degano 1993/1999
7. Fajardo 2005
8. Fenoy 2006:111, parafraseando a Lacan: hay algo que no cesa de no inscribirse–hay algo que
no cesa de escribirse, hay algo que cesa de escribirse. No obstante, siguiendo a la autora, el
texto aparece como un velo que oculta pero también muestra algo, esa es la oportunización
al sujeto opacado por el velo jurídico del texto.
9. Legendre 1994:153
10. Cárcova 1998:23
11. Freud 1937
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¿Cómo sostener una impartialidad radical que deja al sujeto fuera de su con-
dición cuando, por necesidad subjetiva, nadie puede ocupar el lugar de tercero
sin inmutación?
¿Es posible que el jugador, entendido singularmente aunque también colecti-
vamente, pueda estar por fuera de las pasiones, es decir de la subjetividad12?
¿Puede el juzgar y su efecto: lo Justo, ocurrir sin que su costo sea el sujeto
que oficia de juzgador?
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para que los asistan técnicamente y que como Delegados Técnicos controlen las
realizaciones periciales u otras operaciones técnico profesionales no jurídicas con
lo que el concepto de Parte se amplia y diversifica en cuanto a número y condi-
ción de quienes lo componen de manera que finalmente desde el punto de vista
de la singularidad no representa a nadie en particular aunque represente a los
intereses de una persona jurídica.
Siendo la situación en tales términos, desde la perspectiva que nos interese
se desprenden los siguientes interrogantes:
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• ¿Que continuidad puede haber entre ambas posiciones y cuáles son los
supuestos que intervienen en su base como para que se produzca esa
verdadera ruptura de cohabitación en la existencia y la predicación sobre
un mismo ¡¡supuesto!! Objeto en tratamiento institucional?
• ¿Qué es lo que pasa que las “partes” montan por un lado escenarios sen-
timentales y a su vez solicitan nociones objetivas al experto todo en una
misma dialéctica?
• ¿Qué efectos se producen en quien, en ese lugar, ocupa el banquillo de
“objeto” de la investigación y de la intervención experta?
17. A quienes denominamos genéricamente “operadores de la subjetividad” y entre los que reco-
nocemos primeramente a psicólogos, psicoanalistas y psiquiatras dinámicos u operadores en
Salud Mental aunque también a trabajadores sociales, educadores, sociólogos, antropólogos
y también juristas como algunos de sus representantes, es decir aquellos operadores–pro-
fesionales cuyo objeto de conocimiento es la Subjetividad más allá de su conceptualización
y siempre con relación a su no objetivación como condición epistemológica, política y ética.
18. Lacan1950/1985:131
19. Ibidem
20. Nos referimos a las políticas que, aún sin formulación explícita, organizan las prácticas de los
operadores institucionales y que deben ser diferenciadas de las Políticas Institucionales como
formulación ya que éstas no siempre resultan efectivas a la organización de las prácticas en
la misma institución.
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21. Los motivos y las intenciones son categorías de difícil conceptualización pero muy caras a la
práctica jurisdiccional
22. En el Proceso Civil siendo que en el Proceso Penal se reconocen como Acusación y Defensa
o Fiscal e Imputado.
23. No dicho estrictamente en sentido procesal –el Actor– sino en sentido de la escena, escenario
del juicio y de la escena de la representación teatral donde las máscaras (la Persona) del actor
juegan la función de sus representantes, de representar discursos que ocultan su condición.
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123
IV. La cientifización
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26. No queremos decir que el informe que el Dictamen contiene deba ser “incomprensible” tal como
muchos juristas señalan respecto de algunos dictámenes que presentan dificultades para su
lectura y comprensión. Entendemos que el Dictamen debe ser comprensible a la lectura lega
pero sin que ello implique lo que denunciamos en estas reflexiones. Se puede decir sobre la
dialéctica del sujeto sin que ese decir sea “incomprensible”, sin que oculte en complejidades
innecesarias lo que es necesario decir sobre la dimensión subjetiva como aspiración ética de
todo aquel psi que intervenga en estos escenarios.
27. Nos referimos a las afirmaciones de fondo de algunos juristas que consideran que las disci-
plinas naturalísticas (medicina, psicología, etc.) no deben suplir el juicio valorativo que refleja
la naturaleza de la tarea del jurista. Ver Peña Guzmán 1969:373, Frías Caballero 1981:141 y
ss. –Teoría normativa de la Culpa.
28. Lacan op. cit. 131
29. Foucault 1990.
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¿Se puede todo ello sin que existan referencias sentimentales, es decir dis-
cursos alienantes, objetivantes, que lo afirmen?
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Es decir que el crimen no lo es, no ocurre, en otro lugar que no sea en el esce-
nario del Sujeto, allí ocurre el drama humano: paradójicamente lo inhumano del
crimen indica de la humanidad de su autor con lo que asistimos a una dimen-
sión que revela de lo verdadero del crimen en sus fundamentos antropológicos
y subjetivos permitiendo por ello comprender que los males de la sociedad no
están sino en ella misma y que se pueden articular de una u otra manera según
la forma en que la sociedad se organice y privilegie algunos sentidos por sobre
otros en una axiología colectiva en la que no están ausentes la responsabilidad,
ni su ausencia, ni la locura36.
Existen verdaderas sociedades de la trasgresión, del crimen, es decir aquellas
formaciones culturales en que la posibilidad de la realización de los crímenes está
viabilizada o por los huecos en las palabras de la Referencia37 que no ofrecen la
posibilidad de estar en el auxilio de la permanencia del sujeto en su lugar cuando
la tensión angustiosa acucia invitando al pasaje al acto, o porque ponen palabras
al crimen aún sin lograrlo en último término, tal como el nazismo horrorosamente
ha ejemplificado con el concepto y la práctica de la Solución Final.
Algunos pobres sujetos –pobres de recursos simbólicos– no podrán soste-
nerse en la presencia ausente que requiere de la palabra en su lugar y deberán
entonces realizar su crimen para poder vivir. El crimen de Denis Lortie38 nos ha
enseñado que, desde la mirada del lugar del sujeto, el crimen realizado evidencia
un pedido de sanción –… que se le diga el límite… dirá Legendre39– que el Juez
realiza judicial y antropológicamente aunque no siempre subjetivamente.
Ahora;
¿Cuál es el saber del sujeto sobre su crimen realizado?
¿Puede saber de su crimen en la realización, es decir en el montaje del acto
criminal?
Hay allí un elemento de enlace que divide referencias en lo que debe ser dicho
y reconocido públicamente:
¿Sabía o no sabía sobre la criminalidad de su acto?; ¿tenía conciencia psíquica
de sus actos?; ¿era consciente de lo que su acto representaba para la sociedad?
El punto de quiebre, el núcleo de oro de toda la estructura sancionativo jurídica,
está montado entonces sobre una única referencia que se presenta como posible
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40. Tal como reza el Artículo 34, Inciso 1, del Código Penal Argentino.
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sobre aquello que recibe una valoración, siendo ella el objeto del reclamo y no su
sopote o referente material.
Esa dificultad se presenta como un nudo a desentrañar vinculado principal-
mente con el sentido que la Responsabilidad tiene en relación al sujeto vista o
entendida desde el espacio jurídico –la responsabilidad jurídica– en tanto que
muy otra puede resultar entendida en términos del sujeto para con su acto –la
responsabilidad subjetiva– siendo ambas, en algún punto, campos de articulación43
desde una necesidad antropológica.
Porque si tenemos que referirnos a las condiciones en que se puede reconocer
en un sujeto cierta conciencia psíquica capaz de producir el entendimiento de la
criminalidad, es decir la valoración jurídica de sus actos señalados como delitos,
no siempre estaremos hablando de la relación al sujeto y su acto más allá de
que éste sea de palabra, de pensamiento o motriz, posibles escenarios en que un
sujeto puede producir una subducción al acto y de los cuales sólo los de palabra
y motrices son captados y reclamados jurídicamente44 todo ello en el marco de
reconocer que la relación del sujeto al acto impone una intervención a la que lla-
mamos clínica en su reconocimiento que no siempre coincide con las posibilidades
que brinda el acto procedimental, incluyendo el pericial, sin descartar las posibi-
lidades que señala Legendre en su afirmación sobre una posible función clínica
del derecho la que nos ha interrogado sin que podamos reconocerla cabalmente
y compartirla actualmente.
En definitiva si de la responsabilidad jurídica hablamos supondremos la
conciencia psíquica a la que también podremos encontrar referida en el campo
conceptual o de la dogmática del Derecho tanto como la acción psicológica de
comprender a que se refiere el conocido artículo del Código Penal que señalamos
respecto de la punibilidad presupuesta o su ausencia, la inimputabilidad.
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actos les suceden, es decir se les presentan como pasajes a una dimensión de
resolución fuera de la palabra, ello no necesariamente quiere decir que esos sujetos
no puedan recibir sanción, del tipo que sea pero sanción como acto sancionante
del acto que hace cuerpo en el sujeto borrándolo del campo de la palabra.
¿Qué otra cosa es sino una sanción penal más allá de la captura y goce del
cuerpo del condenado en las actuales condiciones técnico institucionales?
El experto psi tiene en este punto la obligación ética de mirar más allá del
triunfo del abogado, su mirada debe estar atenta a las consecuencias subjetivas
del acto jurídico, es decir debe reconocer al sujeto fuera de la adjudicación de
objeto de proceso, debe mirarlo como sujeto de palabra, es decir como alguien,
alguien que sanciona su existencia en relación al acto y, siendo la sanción la
legalización del vínculo del sujeto con el acto, consecuentemente, a él es a quien
debe dirigirse.
Es cierto por otro lado que el experto psi sea poco dialéctico para llevar ade-
lante una conclusión de irresponsabilidad pero sólo si no confunde su lugar con
el lugar que le otorga la aparatología judicial para que se desempeñe conforme a
sus necesidades: las de decir sobre el sujeto objeto de la causa en la orientación
estratégica de la política del juicio que las partes proponen y que conforma la red
manipulatoria del objeto en que finalmente el sujeto a sus expensas es reducido
y a las que queda expuesto.
Lacan dice que sólo … el psicoanalista puede responder, en la medida en que
únicamente él posee una experiencia dialéctica del sujeto… 48, sobre quién ha
sufrido la compulsión al acto, es decir qué (y Quién) del sujeto –de sus actos como
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¿Es posible que un sujeto pueda ser reconocido en su realidad subjetiva dentro
de estos conceptos jurídicos?
¿Cuánto de verdad del sujeto se puede encontrar en esas categorías prepa-
radas para articular en la verdad jurídica?
Es justamente allí donde aparece la dificultad –y la posibilidad– mayúscula de
las intervenciones de los expertos psi en el espacio de la administración de justicia
y otras prácticas en las instituciones jurídicas destacándose:
Es por ello que no creemos que pueda haber expertos psi “disciplinarmente
especialistas” en cuestiones jurídicas52 ya que la especialidad en éstas como en
otros terrenos donde su lectura se organiza referenciada a sujetos formulados
por instancias sociales que demandan calificaciones objetivas, requiere de una
renuncia primigenia: la de dejar el lugar de carencia social y posicionarse en el de
pertinencia objetiva acorde al requerimiento, lo que significa alejarse de la ética
de la singularidad y posicionarse en referencia a axiologías que suponen conductas
señalables/censurables, es decir éticas de la Persona y siendo ésta por un lado el
sujeto del Derecho y por otra el sujeto de la Conciencia, su referencia subjetiva
queda atrapada en la estructura y capturada por la ética de lo valorativo, de lo
censurante –sin desconocer su necesidad institucional– lo que no afecta la real
posibilidad de ser “profesionalmente” especializado53.
52. Tal como se plantea desde algunas corrientes o teorías arrogándose la especialidad en “cues-
tiones de Familia” consecuencia de considerarse especialistas en “terapia familiar”
53. Tal como lo requieren algunos Colegios Profesionales y autorizan las Carreras universitarias
de Posgrado de Especialización en el área.
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Muy otra puede ser la vicisitud de quien quiere intervenir en los procesos
judiciales tratando de reconocer alguna chance o alternativa al atrapamiento del
sujeto en esa mecánica objetivizante donde la transversalidad sentimentalista
juega todo el tiempo como obturamiento de cualquier verdad de la que el sujeto
pueda adueñarse en su representación legítima.
Es que si se reconoce que más allá de la intervención profesional (pericial,
asesorial, técnica, etc.) como punto de convocatoria institucional, determinada
por lo que ya señalamos llamándolo política del juicio, se puede encontrar otro
sentido a la dimensión de diálogo con un sujeto en posición institucional de sujeto
de la interrogación jurídico judicial, se reconocerá una función posible –tal vez
aún o nunca realizable, pero posible en la dimensión utópica de las realidades a
ser paradójicamente imposibles/posibles54 productoras de subjetividad– que dé
sentido atravesando la interrogación judicial al experto.
¿Cuáles son las exigencias que los operadores judiciales proponen al experto
para satisfacer sus demandas de logística?
Allí está la clave: si se reconoce que la demanda de intervención experta lo es,
tal lo afirmamos, de intervenciones estratégicas se podrá dimensionar la inter-
vención de otro modo más allá de las referencias sentimentales sin reconocerlas
como exigencias y sosteniendo la carencia social con presencia.
Porque, por un lado, la carencia social, tal vimos, cae si el experto pro-pone y,
por otro, si entendemos al experto psi como asiento de … una jurisdicción sobre
el sujeto … lo que55 … entraña que el saber psi está él mismo instituido como
poder para decir, inscripto en los montajes jurídicos de la sociedad… 56, lo que
pone severamente en cuestión cierta relatividad o inestabilidad en la presencia
de los expertos psi: su carencia que desde este punto de vista no es social sino
de sentido por intereses de políticas sobre/del sujeto, es decir intereses político
institucionales de estructura orientados a que no se cuestione el saber positivo
como hegemónico en las prácticas jurídico institucionales ya que el experto psi,
como lugar, trae una alteridad, una exterioridad de la interioridad que la jurisdic-
ción sobre la persona no registra, es decir sobre la que no puede jurisdecir en el
estado ordinario de las prácticas actualmente.
54. Tenemos en observación las afirmaciones de Cacciari sobre la dialéctica de lo posible/impo-
sibles con la opinión que en esa tensión siempre emerge un resto. Cacciari 2009.
55. El agregado (lo que) es nuestro.
56. Legendre 1994:153.
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Pero ¿qué ocurre si la experticia psi así como en general todas las experticias
de las disciplinas de la subjetividad articula con los juristas una posibilidad dia-
lógica en una disponibilidad interdisciplinar57?
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que afirme su decir sobre el sujeto más allá que en el camino de su intervención
haya utilizado técnicas diagnósticas, cuestionarios, entrevistas pautadas, pruebas
estandarizadas, obtenido resultados tabulados, etc. sin pretender con ello justificar
la referencia a saberes positivos tanto propios como ajenos según lo ya tratado.
Y afirmamos esto porque estamos convencidos que el sujeto no se agota en la
captura positiva de los dispositivos jurídico institucionales actuales sino que siem-
pre existe su posibilidad, siempre existe la vacilación si se cree en ella siendo que
esa vacilación es la que hace vacilar las afirmaciones contundentes de los saberes
“duros” y las referencias sentimentales que no son otra cosa que imprecisiones
estratégicas que se asientan en las opacidades de la jurisdicción de la persona, en
sus huecos, aprovechando la oportunidad de sensibilizar como modo de “gobernar”
y con ello avanzar en la tópica política de la construcción del Fallo.
Si bien no descartamos las afirmaciones de Legendre sobre que … el experto
psi se dirige por derecho al Juez y de facto al acusado… 61, no por ello podemos
afirmarlas ya que entendemos que si bien el sujeto del juicio –aquí llamado el
acusado o el demandado– puede en alguna ocasión escuchar la propuesta sub-
jetivante del experto psi esto es una verdadera virtualidad rara vez presentada
ya que el sujeto de la interrogación judicial está generalmente influenciado por
las referencias sentimentales que monta su asistencia letrada, su abogado, y
que en su justa desesperación presta sus labios … a una palabra anónima de la
historia… 62 creyendo que esa versión en clave de referencias sentimentales lo
favorecerá en conseguir una absolución.
Creemos sí que el experto psi se dirige por derecho y de facto al Juez, por
derecho en la formalidad que su intervención debe revestir y de facto en la forma
directa, contundente con que se refiere o señala la subjetividad invocando a la
escucha no solo del Juzgador sino de las Partes en el punto de su condición de
ser alguien y en contrastación con las referencias sentimentales sofísticas que
exhiben los operadores letrados sin apartarse de la representación.
En último término la ficción pericial tendrá existencia enmarcada en la contun-
dencia de una política de la subjetividad que sostenga al/el experto psi y en la que
puede estar enrolado, no siendo así su existencia se puede diluir en la trama de
las referencias sentimentales que saturan el campo de la jurisdicción excluyendo
con políticas de la objetalización toda posibilidad de rastros del sujeto.
Una política de la subjetividad implica también, o primeramente, un posicio-
namiento ético de los operadores de la subjetividad y de los expertos psi en este
caso, de manera tal que se sujeten a su razón ética sin por ello incumplir el man-
dato jurídico institucional, de lo que se desprende que las maneras que Legendre
subraya no son sólo maneras en cuanto técnicas o formas técnico organizativas
u operativas sino modos de decir sobre el sujeto, incisiones en la jurisdicción
61. Op. cit. 158
62. Fenoy op. cit.
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