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La prospectiva forma parte hoy del acerbo de herramientas de que disponen quienes
toman decisiones relacionadas con la tecnología. La última década del siglo XX ha
contemplado como en la práctica totalidad de los países industrializados los gobiernos
promovían y financiaban ambiciosos ejercicios de prospectiva tecnológica a escala
nacional, cuyos resultados eran luego puestos a disposición de la sociedad, además de
utilizados por las mismas administraciones para instrumentar sus políticas en este
campo. Igualmente, en el sector privado, muchas grandes corporaciones han acometido
sus propios estudios de prospectiva, y muchas más, grandes y menos grandes empresas,
analizan y utilizan el material así generado para apoyar sus estrategias a medio y largo
plazo. Tanto es así que puede afirmarse, sin temor a exagerar, que prospectiva es una
palabra de moda, omnipresente en el mundo relacionado con la ciencia y la tecnología,
siquiera a veces se emplee con menor rigor del que sería deseable. No es ocioso, pues,
preguntarse de qué se está hablando cuando se habla de prospectiva tecnológica.
La preocupación por ser capaz de imaginar el futuro es inherente al ser humano. Desde
los tiempos más primitivos, éste es consciente de que cualquier decisión no
estrictamente ligada a lo inmediato tomada en el presente compromete el porvenir. Por
ello, también desde los tiempos más primitivos, toda decisión proyectada hacia el futuro
está vinculada con alguna forma de exploración del mismo. No es necesario recordar los
procedimientos empleados para ello, en los que la magia y la profecía desempeñaban un
importante papel. En la Grecia clásica, generales y políticos acudían al Oráculo de
Delphos para consultarle antes de emprender sus empresas. El Antiguo Testamento nos
deja cumplida memoria del papel protagonista jugado por los profetas. Por no hablar de
Nostradamus o Malaquías, cuyas profecías aún infunden pavor en muchas almas
sencillas que ven el fin del mundo a la vuelta de la esquina. Pero no todo era magia y
adivinación: desde tiempos bien remotos, el conocimiento del pasado y el estudio de la
naturaleza eran, para personas dotadas de capacidad de análisis, herramientas para
construir visiones del porvenir. También, en épocas mucho más cercanas,
interpretaciones deterministas de la historia han servido para proporcionar modelos de
evolución del futuro.
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Es, efectivamente, alrededor de 1950 cuando la Rand Co., trabajando para el Pentágono,
desarrolla el método DELPHI, y unos años después, Hermann Kahn, también en el
marco de la Rand, introduce las técnicas de construcción de escenarios, dos de los
pilares de la moderna prospectiva. Ambas metodologías nacen, por tanto, para ser
empleadas en estudios estratégicos y militares, aunque serán utilizadas ampliamente,
poco después, en análisis de futuro de tipo sociológico y demográfico. Para encontrar
antecedentes de su aplicación en el sentido en que ahora se hace hay que remontarse al
final de los sesenta y principios de los setenta del siglo XX.
Para responder a esta pregunta es preciso volver la mirada atrás, y ver cómo ha
evolucionado la posición de los gobiernos en relación con estos temas, posición que,
naturalmente, ha estado inducida por los cambios de modelo, no tanto en lo que a
ciencia y tecnología se refiere, sino más bien en las reglas del juego de la economía.
Ello lleva, por ejemplo, a seguir la pista de cómo la política científica de los estados va
cediendo protagonismo ante la política de innovación y cómo este proceso se desarrolla
a lo largo de aproximadamente cuatro décadas. Y es hora, para empezar, de subrayar
que no se está planteando un problema puramente terminológico, sino algo mucho más
profundo. Efectivamente, no es lo mismo hablar de política científica, cuyo objetivo es
aumentar el conocimiento acumulado al servicio de la sociedad, que hablar de política
de innovación, cuyo objetivo es mejorar la competitividad de las empresas. Son dos
mundos diferentes; sin duda interrelacionados, pero diferentes. Hoy se intenta
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simbolizar esta diferencia, así como la voluntad de establecer estrategias confluyentes,
en la sigla I+D+I [Investigación Científica + Desarrollo Tecnológico + Innovación].
Pero la historia comienza mucho antes.
Sin embargo, el empeño de los países tropieza con la realidad de que estas políticas son
muy costosas. No sólo es que las barreras de entrada sean altas, que lo son, sino que la
continuidad del esfuerzo es prohibitiva para las economías de buena parte de las
sociedades. La identificación de las políticas científicas con un cierto tipo de
nacionalismo encuentra sus primeros obstáculos en la limitación de recursos
disponibles, aún en el marco expansivo de la economía de los sesenta.
La subida radical del precio de la energía pone el punto final a esta etapa y cambia las
reglas del juego de forma dramática. La competitividad adquiere el protagonismo que le
corresponde en las fases recesivas: no es ya un factor para obtener mayores beneficios,
sino una condición de difícil supervivencia. La competencia se hace cada vez más dura
y la tecnología, el conocimiento aplicado, es identificada como un factor clave de ella.
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evidente era la contradicción que en los foros económicos se tuvo buen cuidado de
elaborar justificaciones que hicieran compatibles las prácticas de protección de la
actividad de desarrollo tecnológico con la doctrina ortodoxa.
La más extendida de estas justificaciones es la que hace referencia al llamado fallo del
mercado. Se entiende por tal el hecho de que cuando una empresa realiza un esfuerzo y
aplica unos recursos a realizar una actividad de desarrollo tecnológico, no puede
apropiarse de la totalidad de los resultados conseguidos; ocurre esto así por la misma
naturaleza del fruto de la actividad tecnológica, que siempre trasciende a un mayor o
menor grado de utilización social a través de mecanismos de difusión de todo tipo.
Entre estos mecanismos se cuentan la movilidad laboral del personal técnico, la
expansión del conocimiento aplicado por los medios naturales de comunicación, la
llamada ingeniería inversa, etc... Por unas razones o por otras hay evidentes
limitaciones a la apropiabilidad por la empresa de la totalidad del producto tecnológico,
y ello se reconoce como un argumento para justificar que el estado financie una parte
del esfuerzo realizado, parte que en buena lógica debería ser equivalente a la fracción
del producto no apropiable, aunque en la práctica este criterio sea de imposible
aplicación.
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abundantes mediante la persecución de objetivos inadecuados o la utilización de
métodos ineficaces”.
Algo más tarde, Pavel y Pavitt definen estos sistemas como “las instituciones
nacionales, sus sistemas de incitación y sus competencias que determinan el ritmo y la
orientación del aprendizaje tecnológico (o el volumen y la naturaleza de las actividades
generadoras de cambio) en un país”. (Nature et importance economique des systemes
nationaux d´innovation. STI Revue. 1994).
De acuerdo con estas definiciones, los elementos que constituyen el sistema nacional de
innovación son:
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Sistema
Administración educativo
Tejido empresarial
Figura 1:
Sistema Nacional de Innovación
En este marco, resulta muy lógico que los gobiernos, en los años noventa comiencen a
poner cada vez más atención como objeto de sus políticas a la innovación. Así lo hace
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en Estados Unidos el tándem Clinton/Gore que, a partir de su triunfo en las
presidenciales de 1992, empieza a desplazar hacia proyectos infraestructurales, como
las llamadas Autopistas de la Información, buena parte de los recursos federales que
antes iban directamente a la investigación del sistema militar-industrial. Casi al mismo
tiempo, en la Unión Europea el Presidente de la Comisión, Jacques Delors, propicia la
publicación del Libro Blanco sobre el Crecimiento, la Competitividad y el Empleo (el
“Libro Blanco de Delors”) y en 1995 es presentado, como una auténtica declaración de
principios, el Libro Verde de la Innovación, de la Comisión Europea.
El contexto en que es preciso tomar estas decisiones está afectado por unos factores que,
si bien vienen de más antiguo, se hacen patentes con gran visibilidad en esta década. El
primero de ellos es la globalización de la economía. No es éste el momento de insistir
en este fenómeno, pero sí de recordar dos connotaciones del mismo: la primera es que
los términos de referencia de la competitividad se convierten en mundiales, o, si se
prefiere, que desaparece el concepto de mercado local. La segunda, que la globalización
afecta también a la tecnología, de forma que cualquier desarrollo que se emprenda ha de
hacerse en el convencimiento de que su éxito está en función de los desarrollos sobre
esa materia que se llevan a cabo en cualquier otro lugar del mundo. Un esfuerzo bien
intencionado e inteligente en unas coordenadas locales puede ser invalidado por los
resultados de otro esfuerzo paralelo realizado en las antípodas.
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Un segundo factor a tener en cuenta es la evolución de la tecnología, caracterizada por
una parte por el vertiginoso ritmo de avance que se produce, especialmente en los
elementos más críticos, y, por otra, por el volumen de recursos necesarios para hacer
posible este avance. Las inversiones son cada vez más cuantiosas si se quiere mantener
la posición en la carrera de la competición tecnológica. Al mismo tiempo, y no por
casualidad, sino parcialmente como consecuencia de dicho ritmo acelerado de
innovación y de la presión de un mercado ávido de novedades y regido por la
omnipotente presencia de la oferta publicitaria, es patente el acortamiento de los ciclos
de vida de los productos, que obliga a amortizar en plazos cada vez más cortos
esfuerzos de innovación que han exigido dedicación cada vez mayor de recursos. La
contradicción entre ambos términos es evidente.
Un tercer factor afecta sobre todo a la toma de decisiones públicas en este terreno, y es
la tensión presupuestaria a que está sometida la gestión de las administraciones en estos
tiempos y prácticamente en todas las latitudes. La necesidad de aplicar criterios estrictos
a la dedicación de fondos públicos, y la pugna entre las legítimas prioridades que para
ello se definen, en un contexto en el que la restricción de los presupuestos es un
objetivo generalmente aceptado, hace que las decisiones sobre ciencia y tecnología sean
más delicadas que nunca.
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tecnologías de la información y las telecomunicaciones y la globalización de los
mercados. Es en este contexto en el que los gobiernos empiezan a considerar, en la
década de los noventa, la prospectiva tecnológica como una herramienta privilegiada al
servicio de sus políticas tecnológicas y de innovación.
Queda claro, pues, que no se está tratando de una mera prospección del futuro de la
ciencia, sino que se pone el acento en la aplicabilidad de la misma. Las definiciones que
siguen del concepto de prospectiva tecnológica descansan siempre en este principio. De
entre estas definiciones, la más usual es la que se debe al Profesor Ben Martin, del
SPRU de la Universidad de Sussex, y que ha sido adoptada por la OCDE:
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Ejercicio colectivo de análisis y comunicación entre expertos para identificar
las componentes probables de escenarios de futuro: las proyecciones
tecnológicas de los mismos, sus efectos sociales y económicos, obstáculos y
fuerzas a favor.
Una tercera definición complementa las anteriores y aporta algún elemento más:
Los ejercicios de prospectiva realizados bajo estas premisas permiten identificar campos
de desarrollo y aplicación de la tecnología y objetivos importantes a largo plazo,
establecer prioridades entre dichos campos de aplicación de la tecnología, establecer
prioridades y nexos de unión entre ciencia y tecnología, identificar campos que pueden
ser pasados por alto (inadvertidos) por estar en la frontera entre varias disciplinas, etc.
Ciertamente, contribuyen a reducir el nivel de incertidumbre, y éste es su primer
objetivo.
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Hay que subrayar, no obstante, una diferencia sustancial entre prospectiva y previsión
o pronóstico. Por medio de la prospectiva no se pretende conocer lo que va a ocurrir, ni
lo que debe ocurrir, sino lo que puede ocurrir. A través de la reflexión colectiva en el
contexto y condiciones descritas lo que se hace es dibujar diversas posibilidades de
evolución que alimentan la preparación de decisiones, decisiones que a su vez van a
influir en que se materialicen unas u otras de dichas posibilidades. Se identifican
igualmente hitos e indicadores que permiten, a medida que van discurriendo los
acontecimientos, vislumbrar las mayores o menores probabilidades de las diferentes
posibilidades identificadas, y modificar las decisiones en consecuencia. En definitiva, la
prospectiva permite, cuando se explotan adecuadamente sus resultados, interactuar con
el futuro, puesto que las decisiones que se van tomando contribuyen a hacer más
probables unos u otros de los escenarios posibles.
A ello se refiere la conocida regla de las cinco Cs, que es considerada la base de la
cultura de la prospectiva, y con la que se resume el efecto vertebrador que un ejercicio
de prospectiva tiene sobre los agentes del sistema nacional de innovación. Según esta
regla, tal efecto se manifiesta en las siguientes formas:
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Factores que influyen en la
Prospectiva
Tirón de la Demanda Empuje de la Tecnología
Análisis Prospectivo
2.- Metodologías
Principios metodológicos
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El conocimiento y experiencia de quienes participan en el ejercicio. Se
ha utilizado repetidas veces la palabra “experto” y esta es una seña de
identidad. Se trata de aprovechar la capacidad de reflexión de personas
que conocen lo más posible del tema del estudio. Otra cosa es que este
conocimiento que se exige pueda y deba responder a diversos puntos de
vista y posiciones relativas respecto al tema.
La creatividad, ya que se intenta imaginar el futuro partiendo del
conocimiento del presente (y del pasado). Las metodologías deben servir
para impulsar a los expertos a ejercer esa creatividad.
La interacción, es decir, el carácter de reflexión colectiva que se está
definiendo como esencial a la naturaleza de la prospectiva.
Dado que todo descansa en la participación de expertos, quizá conviene indicar las
características del “experto ideal”. Deberá tener éste un conocimiento sustancial de su
área de interés, ya se ha dicho más arriba, pero también habilidad para relatar cómo
puede evolucionar esa área en el futuro, e imaginación para intuir ese futuro más allá de
los condicionantes del presente. A ello se ha de añadir una acusada capacidad de
autoevaluación (en una forma o en otra, en las diferentes metodologías se exige) y, por
supuesto, una gran flexibilidad frente a las opiniones ajenas. No es ocioso insistir en
estas cualidades que, naturalmente, unas veces se darán y otras no. Su importancia, y la
importancia del carácter de ejercicio colectivo de la prospectiva, puede ser ilustrada por
algunas frases inmortales de personas a las que nadie en sus cabales discutiría la
condición de profundos conocedores del tema sobre el que opinan. Frases como las
siguientes:
“Yo creo que existe un mercado mundial para no más de cinco ordenadores”(Thomas
Watson, presidente de IBM, 1943)
“Todo lo que puede ser inventado ya ha sido inventado” (Charles Duell, comisario de
la Oficina de Patentes de EEUU, 1899)
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Principios metodológicos
Creatividad
Ciencia ficción
Delphi
Escenarios
Combinación
Paneles
de
métodos
Extrapolación Tormenta de ideas
Conocimiento Interacción
Entre las numerosas tecnologías existentes se van a presentar aquí cuatro de ellas,
posiblemente las más ampliamente utilizadas: paneles de expertos, encuestas
DELPHI, identificación de tecnologías críticas, y construcción de escenarios. Sin
embargo, la primera observación que resulta necesario hacer, es que casi siempre lo que
se utiliza son combinaciones de estas metodologías. Lo habitual es que la fase
preparatoria de una encuesta DELPHI la realice un panel de expertos, y no pocas veces,
los resultados de una encuesta de este tipo sirven de base para un proceso de
construcción de escenarios. Así, una característica de los responsables de un ejercicio de
prospectiva, sobre todo si éste reviste una cierta complejidad y diversificación de
ámbitos temáticos, es la flexibilidad metodológica, lo que siempre ha de ser compatible
con el rigor a la hora de aplicar un método concreto.
Paneles de expertos
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administración, o, en su caso, tecnólogos, economistas y sociólogos, etc...). Igualmente
es importante garantizar un mínimo equilibrio en razón del sexo, edad, origen
geográfico, etc. Ha de tenerse en cuenta que el principal peligro que se cierne sobre la
actividad de un panel de expertos es que se produzca una excesiva identificación
cultural o de intereses entre sus miembros, lo que constituye un factor esterilizador de
los resultados a conseguir. Por ello, la selección de los implicados es un factor crítico
que condiciona el éxito del trabajo a realizar. Ha de tenerse en cuenta que participan a
título personal, en virtud de su conocimiento y experiencia, y no representando a la
entidad en que trabajan, lo que no siempre es entendido por ellos mismos y por dichas
entidades. En todo caso, el papel de quien dirige el estudio, y por tanto coordina las
reuniones del panel, es conseguir el máximo de aportación de sus miembros, reduciendo
al mínimo la influencia de intereses institucionales, aun sabiendo, desde un punto de
vista realista, la dificultad que esto entraña.
El método DELPHI
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Es, sin duda, la más empleada de las metodologías en prospectiva. Se le ha calificado
como “una herramienta para encontrar ideas, formar opiniones y realizar pronósticos de
futuro”. No se debe olvidar, sin embargo, que es sólo un instrumento y no es lícito
confundir la prospectiva con él, como a menudo se hace. El método Delphi consiste en
la realización de una encuesta en la que se valoran unas hipótesis de futuro en función
de un conjunto de variables. Una vez procesados los resultados de la encuesta en una
primera ronda, se vuelven a distribuir los cuestionarios a cada uno de los encuestados,
incluyendo sus propias respuestas y los resultados generales, para que cada uno, a la
vista de su coincidencia, o no, con las opiniones expresadas pueda, si lo considera
conveniente, revisar las suyas. A veces, aunque no es frecuente, se procede de la misma
forma en una tercera vuelta, pero casi siempre el método queda reducido a dos rondas.
E
L
C
U
E
S
T
I variables
O
N
A
R
I
O
Temas o
hipótesis .
Figura 4: Cuestionario Delphi
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hipótesis es el aspecto más crítico del proceso y del que va a depender en gran medida
la bondad de sus resultados. Es muy frecuente que para ello se recurra a un panel de
expertos. Las características de estas hipótesis es que sean razonables, ya que no se trata
de hacer ciencia ficción, pero al mismo tiempo, audaces, ya que tampoco se trata de
realizar una mera extrapolación del presente. Por ello conviene que esta labor recaiga en
un panel que responda a las características que antes se apuntaron sobre su composición.
Es importante hacer notar que las hipótesis que se incorporen a la consulta han de ser
objeto de consenso. Si después de haber sido convenientemente debatida en el panel,
una de ellas no obtiene ese consenso, debe ser retirada. Asimismo, las hipótesis deben
estar cuidadosamente redactadas, sin contener ambigüedades y en un lenguaje preciso
(no más de treinta palabras aproximadamente), y con especial atención a que los
términos científicos y tecnológicos empleados sean correctos y verificables. A
continuación se presentan, a título de ejemplo, algunas hipótesis correspondientes a
estudios de prospectiva reales:
Nuevos poliésteres que combinen una excelente barrera a los gases y aromas,
con buenas propiedades de sellado, resistencia al calor y rigidez (De un estudio
sobre “Tecnologías de envasado de alimentos”)
En cuanto a las variables seleccionadas para valorar estas hipótesis, también deben ser
definidas y consensuadas por el mismo panel. La variable clave y más importante en un
cuestionario Delphi es el plazo de materialización de las hipótesis, que permite situar en
el tiempo las mismas, en opinión de los expertos consultados. En prospectiva los plazos
tienen que ser concretos. No es válido, a la hora de evaluar una hipótesis de futuro,
hablar de más o menos pronto, más o menos tarde, en un plazo razonable, etc… Han de
acotarse los períodos, de forma que los términos correctos son del tipo: antes de cinco
años, entre cinco y diez años, después de diez años, etc… Esta variable “plazo de
materialización” sirve también para identificar el nivel de incertidumbre asociado a una
hipótesis: cuando se produzca una elevada dispersión de las respuestas, de manera que
una parte de los expertos encuestados piensen que se va a materializar en menos de
cinco años y otra parte significativa en no menos de diez años, por ejemplo, eso es signo
de que la hipótesis es bastante incierta. Por otra parte, entre las posibilidades de
respuesta se debe incluir siempre “Nunca”, lo que sirve para calificar la bondad de la
hipótesis, puesto que si una mayor parte de los encuestados piensan que no se va a
materializar nunca, quiere decir que es absurda o está mal planteada.
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Autoevaluación del encuestado, al que se pregunta si considera su nivel de
conocimiento sobre cada hipótesis alto, medio o bajo. La utilidad de esto es
poder eliminar del tratamiento estadístico aquellas respuestas en las que se dice
que el nivel de conocimiento es bajo.
Impacto de la materialización de la hipótesis en aspectos como la calidad de
vida, la competitividad económica, la salud, etc…
También se pueden utilizar otras variables, en función de los objetivos perseguidos por
el estudio, como son:
El cuestionario debe ser estructurado de forma que las respuestas a estas variables
puedan ser expresadas con si, no o cruces sobre una casilla. Aún así, es una tarea que
exige tiempo y reflexión por parte del encuestado, y el índice de respuestas es
relativamente bajo. Internacionalmente se considera un buen resultado de un Delphi que
se reciban el 30 o 35% de los cuestionarios distribuidos. Ello conduce a otro tipo de
problema, puesto que desde el punto de vista estadístico (y, sobre todo, desde el punto
de vista de lo que se suele llamar “legitimación de los resultados”) es conveniente que
las conclusiones se apoyen en no menos de cincuenta o sesenta cuestionarios
cumplimentados, lo que quiere decir que la población encuestable debe alcanzar el
orden de magnitud de los doscientos expertos como mínimo. Preparar esta relación es
una de las dificultades que encuentra la dirección del estudio, siendo muy aconsejable
poder contar con la ayuda del panel de expertos para ello.
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Dirección del Estudio Panel de Expertos
Preparación hipótesis
1ª Reunión:
Definición de hipótesis y variables
Elaboración cuestionario Propuesta expertos a encuestar
Listado de encuestados
La presentación estadística de los resultados de una encuesta Delphi debe permitir que
puedan contemplarse no sólo las respuestas mayoritarias, sino la dispersión alrededor
de éstas, lo que proporciona una medida del grado de consenso logrado. Igualmente
deben incluirse las opiniones que disientan significativamente. Con todo ello se podrán
identificar eventos relevantes de futuro y los plazos más probables en que se pueden
materializar, pero también permitirá valorar en cierta medida el nivel de incertidumbre
asociado a estas percepciones. Según cuales sean las variables de valoración utilizadas,
estos resultados pueden contener también información sobre las condiciones de
ocurrencia de dichos eventos, es decir, posición del país (o la región) desde distintos
puntos de vista, obstáculos que se oponen a la materialización, acciones que pueden
favorecerla, etc….
Las ventajas que presenta el método Delphi respecto a otras metodologías son las
siguientes:
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prospectiva. Uno de los resultados de una encuesta de este tipo es la
creación de una red de expertos que pueden ser consultados en el futuro.
Otra ventaja sustancial es el anonimato de los consultados, que garantiza
la confidencialidad de sus aportaciones y, por tanto, proporciona una
mayor libertad para expresar opiniones.
La reiteración, el trabajo a dos o más vuelas permite a los consultados
reconsiderar sus opiniones, siendo un mecanismo propiciador de
consenso.
La presentación estadística aséptica de sus resultados, que impide que
éstos aparezcan deformados por juicios de valor y aporta transparencia al
proceso.
Otra cuestión problemática a tener en cuenta es la relación con los encuestados, ya que
la misma recepción del cuestionario puede resultar disuasoria. El encuestado debe ser
llevado al convencimiento de que es atractivo para él participar en el proyecto, mediante
una adecuada presentación de éste y de sus fines. Asimismo, es necesario que el
cuestionario vaya acompañado de unas instrucciones escritas claras y atractivas que
faciliten su cumplimentación. Sin embargo, y a pesar de estas precauciones, será
siempre precisa una estricta labor de seguimiento de los cuestionarios distribuidos si se
quiere obtener un retorno aceptable que se estima en un 30-35% de cuestionarios
cumplimentados.
Finalmente, conviene insistir en que los resultados del DELPHI no son el final del
estudio, sino el comienzo de un proceso de análisis, discusión y difusión.
Construcción de escenarios
Los escenarios son guiones que describen caminos alternativos hacia un futuro posible
apoyado en hipótesis razonables. Son construcciones intelectuales que ayudan a
comprender lo que puede ocurrir; no lo que va a ocurrir, ni lo que debe ocurrir, ni lo
que la gente quiere que ocurra. Es importante aclarar esto desde el principio, porque a
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veces se ven las técnicas de escenarios empleadas para dibujar un futuro probable,
prácticamente sin alternativas, cuando estas técnicas para lo que deben servir es para
dibujar alternativas posibles e identificar los acontecimientos en el tiempo (indicadores)
que permiten entender cual de esas alternativas se va convirtiendo en más probable.
Dicho en otras palabras, la construcción de escenarios de futuro sólo tiene sentido
“hablando en plural”, cuando se construyen varios escenarios alternativos, nunca
intentando definir una única visión del porvenir.
Una definición puede ser la siguiente: Proceso sistemático para esbozar el futuro a
largo plazo de una organización por medio de la reflexión estratégica de un grupo de
expertos. (Fernández Güell)
Los escenarios, para ser útiles, han de cumplir algunas condiciones. Así, han de ser:
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Útiles para la toma de decisiones, puesto que éste es su objeto. Han de estar
relacionados con la estructura de las decisiones y las pautas culturales que
las rigen.
Desafiantes respecto a la percepción convencional del futuro, no meras
extrapolaciones razonables del presente.
2.- Análisis conjunto por el panel del entorno en que se va a trabajar para llegar a
consensuar una visión común de sus características y problemas.
3.- Identificación, como consecuencia del análisis anterior, de los factores clave
que se pretenden más significativos en relación con la evolución futura. También
llamados “fuerzas directoras”, su selección se realiza generalmente agrupándolos
en cinco categorías que responden a la sigla STEEP por sus iniciales:
Sociales
Tecnológicos
Económicos
Ecológicos
Políticos
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7. Identificación de hitos e indicadores que permitan señalar en el tiempo el
acercamiento, o alejamiento a cada escenario posible.
Cuadrante
objetivo
Alto
Impacto Alto
NIVEL DE IMPACTO
Incertidumbre
Elevada
Medio
Bajo
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cuanto a su influencia en cómo va a ser el futuro, y que, además, sean lo más autónomos
posibles entre sí (de forma que la ocurrencia de uno no condicione la del otro). Este
paso también es delicado pues, en definitiva, lo que se está haciendo es definir las
incertidumbres que en mayor medida condicionan el futuro. Con ellas se sitúan otros
dos ejes, como se indica en la Figura 7, en los que aparecen, en los cuatro cuadrantes,
las posibilidades de combinaciones en relación con dichas incertidumbres.
A+ B- A+ B+
Incertidumbre A
A- B- A- B+
Incertidumbre B
Las cuatro posibilidades que así aparecen configuran cuatro posibles escenarios,
estructuralmente distintos entre sí, según se reclamaba inicialmente. A continuación hay
que identificar que secuencias de acontecimientos conducen a unas u otras de las
situaciones, e interrelacionar estos acontecimientos entre sí. Con ello se podrá escribir el
relato (la “historia”) de cómo se llega a cada uno de los dos, tres o cuatro escenarios
elegidos. Este relato, no muy largo (un folio o dos), ha de ser ilustrativo y preciso desde
el punto de vista profesional; se advierte esto porque hay una cierta tendencia a primar
la amenidad y el ingenio a la hora de escribir escenarios, y se cae fácilmente en la
banalidad y en que sea difícil identificar los aspectos realmente relevantes,
enmascarados por (o, en ocasiones, ni siquiera incorporados a) el atractivo de la
anécdota. Algo parecido hay que decir en cuanto a los nombres de los escenarios: se
aconseja que sean provocativos y llamen la atención sobre las radicales diferencias que
existen entre unos y otros. Sin embargo, los responsables del trabajo sabrán apreciar con
prudencia en que forma se plasma esto en cada caso concreto en función de los
objetivos planteados, el uso que se vaya a hacer de los escenarios y los destinatarios y
usuarios de los mismos.
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Sirve de ayuda en este proceso de agrupar acontecimientos (variables) en los escenarios
y estructurar luego un relato coherente de cómo se relacionan, utilizar cuadros del tipo
del que se sugiere en la Figura 8, en el que las variables se clasifican por su carácter
(tecnológicas, sociales, etc…). Tener presente un cuadro así hace más fácil también no
perder de vista lo que debe ser explícito en el relato, al margen de la amenidad de éste.
ESCENARIO A+ B+
Variables Relacionadas
Tecnologías críticas
Éste ha sido el método elegido por Francia para realizar sus dos ejercicios de
prospectiva de 1995 y 2000, bajo el título Las cien tecnologías clave. También se ha
utilizado mucho para estudios de áreas temáticas concretas en EEUU y otros países. En
España se ha aplicado en la Comunidad Autónoma de Madrid, en los trabajos previos a
la preparación de su IV Plan Regional de Investigación Científica e Innovación
Tecnológica, en 2003.
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La metodología consiste en la elaboración de listas de tecnologías que se consideran
críticas para la evolución de una sociedad determinada. Ha de tenerse en cuenta que en
un contexto concreto, una tecnología no es crítica por ser la más moderna o la más
avanzada, sino por responder mejor a las necesidades de ese contexto. El término
“tecnología crítica” es empleado, pues, en relación con la utilidad de la aplicación de la
misma, como es habitual en prospectiva.
MARKET PUSH:
Necesidades tecnológicas del mercado
TECNOLOGÍAS CRÍTICAS
TECHNOLOGY PULL:
Dinámica propia del progreso científico y tecnológico
El primer paso es establecer los criterios de selección de las tecnologías que se van a
aplicar, como pueden ser:
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Contribución a necesidades nacionales, como defensa, educación, sanidad,
etc…
Cada grupo trabaja sobre una primera lista de tecnologías que puede proceder de
estudios realizados previamente, de una labor de recopilación documental, de las
tendencias identificadas en un DELPHI, etc… También puede haber sido encomendada
a un equipo de expertos o a una institución especializada. Lo que importa resaltar es que
estas listas primitivas no son fruto de la improvisación, ni de la discusión espontánea
sobre la marcha en régimen de brain storming. A partir de materiales como los
mencionados, pues, cada grupo temático prepara esa primera lista de tecnologías que
luego va a ser valorada en función de los criterios seleccionados mencionados más
arriba. Estos criterios se agrupan en dos dimensiones a su vez: criterios de atractivo de
la tecnología, y criterios de posicionamiento país, sociedad o región de que se trate.
Económicos e industriales
o Mercados reales o potenciales
o Contribución a posición competitiva
Contribución a necesidades sociales
Conservación medio ambiente
Seguridad
Dinamismo tecnológico
o Capacidad de difusión
o Proyección horizontal
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Las valoraciones se hacen secuencialmente, primero la de atractivo, haciendo
abstracción de los criterios de posición, lo que da lugar a una segunda lista (Figura 10).
1ª Lista
Tecnologías
Criterios de
Opiniones
Atractivo
Expertos
2ª Lista Tecnologías
(por atractivo)
2ª Lista
Tecnologías
Posición y
Opiniones
capacidades
Expertos
del contexto
Tecnologías Críticas
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Finalmente, un Comité Director armoniza y fusiona las listas de los distintos grupos,
aplicando criterios de coherencia basados en la evaluación de la posición del país
considerado en su conjunto. Como consecuencia se obtiene una única lista jerarquizada
y reducida. La lista final de tecnologías críticas conviene sea presentada asociando cada
tecnología a sus “factores de éxito”, como son la existencia de empresas líderes
relacionadas con ella, posibilidad de alianzas, aceptabilidad social, u otros similares.
Se ha dicho que la prospectiva se utiliza tanto por los gobiernos, como herramienta al
servicio de sus políticas tecnológicas y de innovación, como por las empresas para la
definición de sus estrategias. Esta afirmación, no obstante, merece algunas
matizaciones, ya que el enfoque de la actividad es diferente en un caso y en otro. Tanto
en el sector público como en el privado la inquietud que hay en el origen es la misma:
reunir elementos que permitan dibujar escenarios de futuro posibles a los que remitir las
decisiones. Pero a partir de ahí, las diferencias son muy notables.
Lo primero que hay que hacer notar es la diferente percepción del tiempo. En
prospectiva, generalmente, se trabaja con horizontes que oscilan entre los cinco y los
veinte años, y los ejercicios nacionales (públicos) de prospectiva se ajustan a esta visión
del largo plazo. En las empresas, en cambio, los horizontes de futuro que se manejan
son mucho más cercanos. La planificación estratégica suele realizarse a tres o, como
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mucho, cinco años, y siempre más en el plano de lo “esperable” que en el de lo
meramente “posible”. La figura 12 pone de relieve gráficamente esta situación.
Posible
El campo de
la prospectiva
Probable
Estrategia
Planificación
Esperable empresarial
5 años
Plazo
30
plazos relativamente breves, entre tres meses y un año, con lo que se limita la
posibilidad de utilizar determinadas metodologías prospectivas que, inevitablemente,
necesitan plazos de maduración más extensos.
Por todo ello, cuando se habla de ejercicios de prospectiva se entiende casi siempre que
se está hablando de los ejercicios realizados en el ámbito de la iniciativa y la
financiación pública, esos grandes ejercicios nacionales a los que se mencionaba más
arriba, que desde hace más o menos quince años se desarrollan en la mayor parte de los
países del mundo. Otra cosa es que desde el sector privado se valoren y utilicen los
resultados de esos ejercicios y que se colabore con ellos, pero, salvo algunas
excepciones, no son las corporaciones privadas, sino los gobiernos, quienes, hoy por
hoy, abordan su ejecución. En consecuencia, lo que se va a presentar en este epígrafe es
el desarrollo de un ejercicio público de prospectiva, siquiera la mayor parte de las cosas
que se digan son también aplicables a un ejercicio emprendido por la iniciativa privada.
Pre-prospectiva
Prospectiva
Post-prospectiva
Se puede afirmar que si no se dedican la atención y los recursos necesarios a las fases
anterior y posterior, de nada servirá el esfuerzo realizado para llevar a cabo los estudios.
En la fase previa (pre-prospectiva) han de definirse claramente los objetivos que se
persiguen, es decir, para qué y al servicio de qué inquietudes e intereses se emprende la
aventura, con qué enfoque y en qué campos se va a desarrollar, agentes que van a
responsabilizarse de ella, qué recursos se movilizan, metodologías a aplicar, etc… Todo
ello configura el ejercicio y proporciona los términos de referencia y las reglas del juego
del mismo. Es en esta fase en la que se toman decisiones que condicionan los estudios a
realizar y cualquier minusvaloración de la incidencia de estas decisiones sólo conduce al
fracaso del proyecto. En cuanto a la fase posterior (post-prospectiva) contiene todas las
actividades destinadas a la explotación de los resultados de los estudios realizados. Se
trata, en definitiva, de evitar que tales resultados se conviertan en unas vistosas
publicaciones que se justifiquen por sí solas y pasen a decorar las estanterías de los
despachos sin mayor utilidad. No se bromea al plantear este riesgo, que es muy real. En
resumen, tanto la fase previa como la posterior a la realización de los estudios van a
exigir recursos y tiempo considerables si se pretende efectividad. A continuación se
presenta un esquema de aspectos a considerar en cada una de las fases:
Pre-prospectiva
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Aspectos institucionales
Definición de objetivos
Selección de áreas temáticas
Estructura operativa
Selección de metodologías
Recursos
Cronograma
Prospectiva
Actividades críticas en los estudios
Post-prospectiva
Explotación de resultados
Mecanismos de difusión
Sistemas de seguimiento
Vigilancia tecnológica
Enfoque
Objetivos
Pre-prospectiva Áreas temáticas
Metodologías
Etc
Prospectiva Realización de
los estudios
Post-prospectiva Explotación de
los resultados
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Pre-prospectiva
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Ha de estar muy claro en la mente de sus promotores para qué se emprende un ejercicio
de prospectiva, es decir, de qué naturaleza son los objetivos perseguidos. Estos se
pueden agrupar en principio en tres tipos:
Obsérvese que, aunque el contenido básico y el resultado final del ejercicio es siempre
la exploración del futuro, otros objetivos pueden tener tanto o más peso, objetivos sobre
todo vinculados al fomento de interrelaciones constructivas entre los expertos de origen
científico, tecnológico , empresarial, etc, o también objetivos de movilización social
alrededor de los problemas de la innovación. En otro orden de cosas, el ejercicio de
prospectiva puede servir para establecer redes de cooperación y metodologías de trabajo
con vocación de continuidad. En todo caso, en relación con los objetivos del primer tipo
(exploración del futuro), hay también que precisar en qué criterios se apoya esta
exploración, básicamente si prevalecen criterios de competitividad industrial o de
satisfacción de necesidades sociales. Ambos son plenamente legítimos, pero la
orientación de los estudios variará bastante según se consideren prioritarios unos u otros
intereses.
Una definición precisa de los objetivos conduce a la selección de las áreas temáticas en
las que se va a trabajar. Si los objetivos son de tipo más científico-tecnológico, las
áreas serán áreas de conocimiento; por el contrario, si los objetivos son más bien de
incremento de la competitividad del sistema productivo, las áreas se identificarán
preferentemente con sectores industriales. De la misma forma, si se da prioridad a la
satisfacción de necesidades sociales, parece más adecuado un enfoque holístico,
integrador y multidisciplinar. En cualquier caso, la selección de las áreas es una tarea
necesaria y en la que las cosas no son evidentes.
Generación de empleo
Intensividad en el uso de tecnología
Peso en la formación del PIB
Capacidad de arrastre
Horizontalidad en la aplicación
Contribución a la calidad de vida
Consideraciones estratégicas
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Capacidades potenciales
Respuesta a problemas sociales
Voluntarismo político
De la misma forma que los objetivos determinan las áreas temáticas, éstas influyen
grandemente en la estructura operativa del proyecto, especialmente cuando, por el
nivel de especialización y detalle de las áreas seleccionadas, el ejercicio se desglosa en
varios estudios sectoriales o subsectoriales realizados en paralelo. En estos casos ha de
garantizarse la cohesión entre ellos, tanto en el plano metodológico como en el del
seguimiento de la ejecución. Los responsables de los distintos estudios deben formar un
auténtico grupo operativo, en el que cada uno conozca lo que están haciendo los demás
y pueda opinar sobre ello y aprender de los éxitos y errores ajenos. La gestión del
ejercicio de prospectiva puede llegar a ser muy compleja. Como se dijo en otro lugar,
los paneles de expertos constituyen la médula de todo estudio de prospectiva. Si se
analizan diferentes áreas temáticas, habrá de constituirse un panel de expertos para cada
una de ellas.
Las metodologías a emplear son elegidas en función de los objetivos (que se pretenda
definir prioridades en investigación y desarrollo, o que se quieran diseñar amplio
escenarios de evolución futura), de los plazos (si se quieren resultados a cinco o seis
meses, ya se sabe que no ha lugar un DELPHI, que ocupa diez o doce), de los recursos
(unas metodologías son más costosas que otras), y del contexto (especialmente de las
dimensiones de la población experta que puede ser movilizada o consultada).
Generalmente, ya se ha dicho, es una mezcla de metodologías lo que se aplica,
incluyendo siempre un grupo pequeño de trabajo, lo que se está llamando panel de
expertos, en el que descansa la parte más delicada del proyecto. Es importante no
perder de vista que, sean cuales sean las metodologías a emplear, han de estar adaptadas
al contexto real y a los objetivos perseguidos. Nada hay más pernicioso para los buenos
resultados, que el intentar adaptar la realidad a las exigencias académicas. La adaptación
de la metodología a la realidad no quiere decir que se renuncie al rigor en la aplicación,
sino que este rigor se refiere a unos términos de referencia definidos a la medida del
contexto en el que se van a aplicar.
Una última consideración en relación con las metodologías. Sea cual sea aquella de
éstas que se va a aplicar, cualquier observador avisado habrá llegado a la conclusión de
que cuando se está hablando de prospectiva, la base de la reflexión es siempre la
elaboración de hipótesis de futuro. La preparación de éstas es siempre el momento más
delicado del proceso, y, como ya se adelantó al hablar de metodologías y especialmente
del método DELPHI, la clave del éxito del estudio. Conviene recordar esto porque la
disciplina de elaboración de hipótesis no es habitual en muchos campos de actividad y a
veces exige también un cierto entrenamiento.
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(siquiera ésta sea modesta) para abordar el ejercicio de prospectiva. Ha de decirse que
en la mayor parte de los casos los gobiernos que han promovido los ejercicios
nacionales han optado por la primera alternativa, aunque luego, una vez verificada la
adecuación de los trabajos realizados, en no pocas ocasiones se ha decidido una cierta
institucionalización de los equipos encargados de ellos para garantizar la continuidad en
la realización de los mismos. Sin embargo, lo que casi nunca se ha hecho es crear desde
la nada una organización con infraestructura y recursos propios para abordar unos
estudios de prospectiva que no se sabía muy bien lo que iban a dar de sí. Ha sido muy
habitual que el inicio del ejercicio haya sido encomendado a equipos mínimos, de una,
dos o tres personas originarias del sistema de innovación, a las que se ha dado carta
blanca para relacionarse ágilmente con los agentes del sistema.
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recopilación de personas a encuestar ya es un logro, pero luego el seguimiento del
proceso exige una extremada atención. Los cuestionarios son complejos y provocan una
cierta renuencia a cumplimentarlos; no es tarea que se resuelva en media hora perdida.
Como dato significativo, a nivel internacional se considera que una tasa muy aceptable
de respuestas está en un treinta por ciento de las solicitadas. Todos estos son aspectos a
tener en cuenta a la hora de programar las actividades del ejercicio, si se pretende actuar
con un mínimo de realismo.
Prospectiva
En primer lugar, la adecuada selección del panel de expertos, pieza fundamental del
estudio sea cual sea la metodología a emplear. Se ha repetido hasta la saciedad, pero no
importa repetirlo una vez más, que en el funcionamiento del panel, y, especialmente, en
su capacidad para generar hipótesis de futuro y reflexionar sobre ellas reside la calidad
del estudio de prospectiva. Por ello debe considerarse crítica la composición del panel.
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La gestión de la encuesta, sobre todo en su vertiente de seguimiento de los
cuestionarios distribuidos para conseguir el máximo de respuestas válidas, es algo que
exige una dedicación intensa, y un contacto con los encuestados que puede llegar a
hacer aconsejable la entrevista personal para facilitar la respuesta. Finalmente, una vez
procesados estadísticamente los resultados, y analizados por el panel de expertos, la
redacción del informe final compete a la dirección ejecutiva del estudio, tarea en la
que puede, y debe, ser apoyada y asesorada por los miembros del panel.
Post-prospectiva
Una vez concluidos los estudios de prospectiva propiamente dichos, se hace preciso
volver a la pregunta inicial ¿Para qué se ha emprendido este ejercicio? Y esta
pregunta lleva, inevitablemente, a plantear la mejor manera de explotar los resultados
conseguidos, lo que se hará en función de los objetivos perseguidos. Si se está hablando
de un ejercicio nacional, promovido y financiado por el Estado, no parece que debieran
existir dudas sobre el primer y principal uso de los resultados obtenidos, que se
incorporarán al material disponible para la elaboración de políticas públicas de
innovación tecnológica. No siempre es evidente, sin embargo, la forma en que esto se
debe producir; como se ha repetido anteriormente la prospectiva no aporta recetarios
sobre lo que se debe hacer, sino material de reflexión sobre futuros posibles, y eso exige
un esfuerzo adicional para interpretar y aplicar esas aportaciones en forma inteligente y
útil. Frecuentemente se constituyen grupos de trabajo para profundizar en régimen de
taller en las posibles aplicaciones de las tendencias tecnológicas identificadas, o en el
análisis de los escenarios diseñados. Entre otras cosas se pretende con ello poner a
disposición de quienes toman decisiones tanto en el sector público como en el privado
una información útil para las condiciones concretas en que esas decisiones se van a
adoptar, información que ha de ser inteligible para personas que no tienen por qué ser
expertos tecnólogos, sin por ello perder el rigor que ha caracterizado el proceso de su
obtención. De estos grupos de trabajo o talleres forman parte expertos en las diferentes
materias que no han participado en la realización de los estudios de prospectiva y que,
por ello, pueden servir de referencia de la adecuación de éstos a las condiciones reales
locales. Como se ve, el proceso de movilización que, como se ha dicho insistentemente,
es la seña de identidad básica de la prospectiva, no cesa nunca.
Un aspecto que ha preocupado mucho, por ejemplo en los medios de la Unión Europea,
es el hecho de que la mayor parte de los ejercicios de prospectiva se realizan a escala
nacional, por iniciativa de los estados, pero en la práctica, las autoridades regionales
tienen unas amplias competencias en la política industrial y tecnológica y están más
cerca del tejido social y económico en que se aplican las decisiones. Ello ha dado lugar,
a partir de los últimos años de la década de los noventa, a numerosos análisis y
experiencias sobre la forma de cómo llevar los resultados de los estudios nacionales al
plano regional, y, más aún, de cómo desarrollar una práctica de la prospectiva en este
plano, compatible con la economía de escala que hace aconsejables los ejercicios de
más amplio espectro, de tipo nacional y, sobre todo, la racionalización en la utilización
de recursos y la preservación de visiones de alcance en un terreno tan globalizado
como es el de la tecnología. En estas coordenadas, la prospectiva regional es uno de
los desafíos actuales en esta disciplina.
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La utilización como elemento de referencia de los planes y estrategias a medio y largo
plazo es la justificación final de los estudios de prospectiva, pero cuando estos estudios
se realizan por iniciativa y con recursos públicos, como es lo habitual, se pretende
también poner esa información a disposición de la sociedad, es decir, se considera esta
actividad como un servicio a la colectividad. Cobra, pues, importancia la difusión de
sus resultados, a lo que se destina una sustancial parte de las energías y recursos
implicados en el ejercicio. De hecho, en la mayor parte de los países los mecanismos de
comunicación puestos al servicio de la difusión de los resultados de los ejercicios de
prospectiva son bastante efectivos. No sólo se publican y distribuyen ampliamente los
estudios realizados, que casi siempre están a disposición pública en las correspondientes
webs, sino que se realizan numerosos actos de presentación, seminarios, y todo tipo de
actividades encaminadas a llevar a la sociedad con ánimo de discusión los resultados
obtenidos. Igualmente es habitual editar boletines periódicos y todo tipo de
publicaciones sobre aspectos parciales de los estudios. Con todo ello, como se ha dicho
alguna vez, las entidades encargadas de la prospectiva han de ser, además, eficaces
máquinas de comunicación.
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relación con un determinado campo de evolución de la tecnología, o, de un sector o
subsector de actividad. Las fuentes de información para la observación son, en primer
lugar, los bancos de datos de patentes, pero también todo tipo de noticias y novedades
extraídas de publicaciones especializadas, de ponencias en congresos y conferencias, de
anuncios de empresas líderes, etc…. El problema es la digestión de todo el material
acumulado procedente de tales fuentes, que puede ser masivo y poco seleccionado.
Para ello existen en el mercado diferentes sistemas capaces de un tratamiento selectivo
en función de los objetivos perseguidos de ese material, pero ninguno de esos sistemas
(basados, naturalmente en software especializado) sustituye la necesidad de personal
altamente cualificado para el tratamiento final de los resultados de la exploración. Al
final es, no podía ser de otro modo, la aportación de expertos sectoriales, en una tarea
muy delicada, lo que aporta valor a la ingente cantidad de material acumulado por los
sistemas de vigilancia tecnológica. No parece necesario hacer notar que en los casos en
que se ha renunciado a la aportación de ese personal experto y se ha confiado sólo en el
automatismo de los análisis y modelos aplicados por los sistemas de software, los
resultados obtenidos, aparte de su vistosidad en las presentaciones, han aportado poca
utilidad a una gestión competitiva y práctica de la innovación.
Cuestiones determinantes
Estas cuestiones, que no son técnicas, son las que definen el perfil y alcance del
proyecto y configuran el marco de racionalidad en que se desarrolla éste.
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4.- La práctica de la prospectiva
El Reino Unido inició su primer programa de prospectiva en 1993, por iniciativa del
Ministerio de Educación, pero con una intervención muy intensa del Gabinete del
Primer Ministro, lo que dio lugar a la participación de diversos ministerios. Los
trabajos fueron encomendados a la Office of Science and Technology (OST), organismo
de reciente creación (1992) encargado del desarrollo y coordinación de la política
científica y tecnológica del país. Los objetivos eran identificar en qué forma la
evolución de la ciencia y la tecnología podían contribuir a la satisfacción de las
necesidades sociales y a la competitividad del sistema productivo. Para ello se utilizó el
método DELPHI, aplicado en quince sectores, y se constituyeron paneles de expertos en
cada uno de estos sectores. Fueron estos paneles los que elaboraron las preguntas,
cuestiones o hipótesis que luego sirvieron para preparar el cuestionario DELPHI. El
desarrollo de la consulta se prolongó casi dos años, publicándose los resultados en 1995,
y participaron cerca de tres mil personas. Dados los objetivos planteados, los sectores o
áreas de conocimiento abordados estaban orientados a mercados o a desarrollo de
productos y servicios y sólo en muy escasa medida a ciencia básica. Una vez concluido
el ejercicio, la explotación de los resultados fue muy intensa, dando lugar al
establecimiento de políticas específicas y a una muy amplia labor de difusión.
Asimismo, se crearon comisiones institucionales para analizar los aciertos y desaciertos
del enfoque del trabajo realizado. Quizá como consecuencia del amplio proceso de
reflexión así generado, el segundo programa de prospectiva británico, iniciado en 2000,
tiene un carácter muy diferente. Se centra en grandes problemas de la sociedad y en la
forma en que las tecnologías pueden contribuir a paliarlos, y crea paneles permanentes o
grupos de reflexión alrededor de ellos. No se dejan de utilizar las encuestas DELPHI
cuando hace falta, pero sólo con un carácter instrumental.
Más o menos en la misma época, 1993, Francia y Alemania iniciaron también ejercicios
utilizando el método DELPHI, en ambos casos muy influidos por la experiencia
japonesa (se recuerda que Japón había iniciado esta práctica en 1970, y realizaba un
nuevo DELPHI cada cinco años). Especialmente en Alemania se puso de manifiesto
que la prospectiva es poco exportable y que las hipótesis establecidas, a pesar de que
aparentemente se basan en la evolución de la tecnología, que es la misma en todo el
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mundo, en realidad están vinculadas a la aplicación, o potencial aplicación, de la misma
y a las condiciones específicas de la sociedad y la cultura en que se van a aplicar. Los
trabajos del Fraunhofer Institute, encargado en este país de las tareas de prospectiva,
han estado muy condicionados por estas realistas constataciones, y han desembocado,
en los años finales de la década en planteamientos mucho más cercanos a las
necesidades sociales. Esta tendencia ha cuajado en 2001 en el proyecto FUTUR, en el
que decididamente se abandonan las aproximaciones sectoriales por medio de DELPHIs
y se da prioridad a la correlación entre las nuevas tecnologías y las necesidades sociales,
se utilizan técnicas de desarrollo de escenarios orientados a las demandas de la sociedad
y con criterios multidisciplinares, y se procura la participación intensa de distintos
sectores sociales. Como se ve, la evolución tiene mucho en común con la producida en
el Reino Unido, si bien los caminos recorridos son bastante diferentes. Teniendo en
cuenta lo ocurrido en otros países que aquí no se mencionan, puede concluirse que lo
que se produce en el comienzo de los años 2000 es un giro hacia una mayor prioridad de
las necesidades sociales, y una preocupación por incluir entre las opiniones que dan
forma y sirven de base a los estudios de prospectiva a las de los representantes de la
sociedad usuaria, que no suministradora, de tecnología. En este sentido, se pueden
mencionar como especialmente interesantes las experiencias de países como Suecia o
Austria, que han realizado sus ejercicios de prospectiva en los años finales de la década
de los noventa, con una orientación claramente “holística” y multidisciplinar,
considerando explícitamente la instrumentalidad de las tecnologías en relación con las
necesidades sociales.
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por estas autoridades regionales. Por otra parte, ellas están más cercanas a la realidad
social, y la deriva de la prospectiva tecnológica, como se ha visto, se acerca cada vez
más a tal realidad. Lo que se plantea, pues, es cómo los análisis prospectivos pueden
ser útiles en el plano regional, teniendo en cuenta las peculiaridades de éste. En alguna
región europea, la respuesta a este problema ha sido emprender su propio ejercicio de
prospectiva, duplicando el esfuerzo ya realizado a nivel nacional y cayendo a veces en
el ridículo de intentar llevar a cabo en un entorno de unos pocos cientos de miles de
personas técnicas de análisis no adecuadas. Obviamente, no era éste el camino. La
Comisión Europea puso en marcha en 1999 el llamado proyecto FOREN, en el que
participaron varios países de la Unión, entre ellos España a través de la Fundación
OPTI, que ha supuesto un amplio y profundo proceso de reflexión colectiva sobre esta
cuestión. El proyecto concluyó con la preparación de una “Guía sobre prospectiva
regional”, que ha sido editada en los idiomas de todos los países participantes adaptada
a las condiciones específicas de cada uno.
El mayor interés de este proceso, sin embargo, residió en el mismo hecho de que
durante dos años las personas y entidades más activas en el campo de la prospectiva
debatieran sobre su aplicación en el nivel regional, teniendo en cuenta que, mientras se
producía el proceso de discusión, se abordaban en la práctica iniciativas en distintas
regiones europeas, con lo que el tal proceso distaba mucho de revestir un carácter
puramente teórico y académico. Como ocurre siempre que la reflexión se mezcla y aúna
con la necesidad de dar respuestas prácticas a problemas reales, la principal conclusión
a la que se llega es que no existen recetarios ni soluciones únicas para aplicar la
prospectiva en el plano regional, sino que el análisis de las situaciones específicas y de
los objetivos perseguidos aconsejará las respuestas a dar en cada caso. En general, y sin
descartar la conveniencia, a veces, de emprender estudios de prospectiva a escala
regional, se tiende a aprovechar como estudios de base los realizados a escala nacional,
adaptando sus resultados a la realidad y necesidades regionales. Para ello, un
procedimiento muy empleado es crear grupos de trabajo (otra vez paneles de expertos)
que a la vista de las tendencias de evolución de las tecnologías identificadas en los
estudios nacionales, analice en relación con ellas la posición de la región, por ejemplo
utilizando los clásicos esquemas DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas,
Oportunidades), y extraiga las conclusiones pertinentes. Una de las cuestiones más
críticas en estos casos es la composición de los paneles que, según los objetivos del
ejercicio regional, tendrán un carácter más sectorial o más interdisciplinar; más técnico,
o más socio-político. En todo caso, el equilibrio en la representación de intereses y
posturas en estos paneles es más delicado aún que cuando se trabaja en un plano más
amplio, y, por ello, menos cercano a las preocupaciones e intereses inmediatos.
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