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Sendero al palacio hermoso

Cae en el Pozo de la Desesperación, arrastrado por su carga, pero es salvado por un hombre llamado Auxilio. Luego se
encuentra con el Sr. Sabio mundano, quien lo convence para que no tenga en cuenta los consejos de Evangelista y, en
cambio, vaya a la aldea de la Moralidad y busque al Sr. Legalidad o a su hijo Civilidad. Sin embargo, la carga de
Cristiano se vuelve más pesada, lo que lo obliga a detenerse.

Pero Evangelista reaparece y lo pone de nuevo en el camino. El portero, llamado Buena Voluntad, lo deja pasar y lo
dirige a la casa de Intérprete, donde recibe instrucciones sobre la gracia cristiana. Mientras Cristiano continúa su viaje,
se encuentra con una cruz y un sepulcro, y en ese momento la carga cae de sus hombros. Tres Seres resplandecientes
aparecen y le dan un rollo sellado que debe presentar cuando llegue a la puerta de la Ciudad Celestial.

Cristiano continúa su camino, y cuando llega a la dificultad de la colina, elige el camino recto y estrecho. A medio
camino se queda dormido en un refugio, dejando que el rollo se caiga de sus manos. Cuando se despierta, se dirige a
la cima de la colina, donde se da cuenta de que debe regresar al refugio y encontrar su pergamino perdido. Más tarde
llega a un palacio llamado Hermoso, donde se encuentra con las doncellas Discreción, Prudencia, Piedad y Caridad. Le
dan una armadura cristiana, y él se entera de que un antiguo vecino, llamado Fiel, está viajando por delante de él.

Cristiano luego atraviesa el valle de Humillación, donde lucha con el monstruo Apollyón. Seguidamente pasa por el
aterrador Valle de la Sombra de Muerte, para poco después alcanzar a Fiel. Los dos ingresan a la Ciudad de la Vanidad,
sede de la antigua Feria de la Vanidad, que está diseñada para atrapar a los peregrinos en ruta hacia la Ciudad
Celestial. Su ropa extraña y la falta de interés en la mercancía de la feria causan una conmoción, y los dos peregrinos
son arrestados. Procesado ante el Sr. Odio a lo Bueno, Fiel es condenado a muerte y ejecutado, e inmediatamente es
llevado a la Ciudad Celestial. Cristiano es devuelto a la cárcel, pero finalmente escapa.

Cristiano deja la Ciudad de la Vanidad, acompañado por Esperanza, quien fue inspirado por la muerte de Fiel.
Cristiano y Esperanza cruzan la llanura del Alivio y resisten la tentación de una mina de plata. Más tarde, el camino se
vuelve más difícil y los dos viajeros toman una ruta más fácil, a través del sendero de la pradera. Sin embargo, cuando
se pierden y quedan atrapados en una tormenta, Cristiano se da cuenta de que se han extraviado. Tratando de dar
marcha atrás, tropiezan en los terrenos del castillo de la Duda, donde son atrapados, encarcelados y golpeados por el
Gigante Desesperación.

Pero Cristiano recuerda que tiene una llave llamada Promesa, que él y Esperanza usan para abrir las puertas y escapar.
Llegan a las Montañas de Delicias, justo a las afueras de la Ciudad Celestial, donde se encuentran con un grupo de
pastores de ovejas que les muestran el destino de aquellos que se desviaron en el pasado del camino hacia la Ciudad
Celestial. Sin embargo, Cristiano y Esperanza cometen el error de seguir a un personaje llamado Adulación y deben ser
rescatados. Antes de que puedan ingresar a la Ciudad Celestial, deben cruzar un río como una prueba de fe, y luego,
después de presentar sus pergaminos, Cristiano y Esperanza son admitidos en la Ciudad Celestial.

La alegoría y los cristianos de hoy

¿Qué tiene que ver esta alegoría con nuestra vida cristiana de hoy?

Uno de los momentos cumbres de esta alegoría se da cuando Cristiano se encuentra con la cruz de Cristo, que lo
libera de su gran y pesado equipaje que carga sobre sus espaldas, permitiéndole transitar de una manera más ligera.
Después de luchar por salir del camino incorrecto de la moralidad y de cargar con el peso del pecado, llegamos a un
lugar por el cual todos debemos pasar para llegar a la Ciudad Celestial, y ese lugar es la cruz, en donde somos
despojados de toda carga de pecado.
Pero eso no es todo. Luego de ser librados del pecado, vendrán muchos tratando de convencernos de que el camino
de la fe es una locura que traerá mucho dolor y que conlleva incomodidad. Además, tratarán de convencernos de
disfrutar placeres temporales. Por nuestra naturaleza pecaminosa, podemos seguir los malos consejos y desviarnos
del camino correcto, llegando a creer que podemos alcanzar la Ciudad Celestial por nuestros propios medios.

Sin embargo, no todo es dolor y dificultad. Vendrán personas guiadas por Dios que nos ayudarán en los momentos en
que nos desviemos del camino y nos harán volver a la senda correcta: el camino angosto que sigue Cristiano en el
libro y que debemos seguir nosotros también.

De la misma manera en la que Fiel y Cristiano atraviesan la Ciudad de la Vanidad y son fuertes para soportar la
tentación de comprar sus productos, nosotros también debemos evitar las vanidades y la superficialidad de este
mundo. Si no compramos el envanecimiento del mundo y lo que es valioso para él, ni nos inclinamos ante sus
principios y valores, debemos tener claro que seremos perseguidos.

Fiel y Esperanza fueron los dos amigos que animaron a Cristiano a sostenerse en lugares muy peligrosos como el
Castillo de la Duda, a luchar contra el Gigante Desesperación, a escapar de la angustia y a volver al camino. Fiel y
Esperanza son una analogía de lo que significa el pastoreo mutuo y el cuidado entre hermanos que se ve más
claramente en los momentos más oscuros.

Personajes como los pastores son claras representaciones del verdadero ministerio pastoral, que se encarga de guiar y
enseñar sobre los muchos dolores que están pasando otros que antes creyeron andar por el camino correcto, pero
que se desviaron. Por otro lado, los pastores fueron buenos consejeros para el peregrino y su amigo, como lo son hoy,
pues nos advierten del error y de los falsos caminos.

Esperanza tiene una de las conversaciones más importantes de la narración cuando comienza a describir con detalle
cómo salió de una vida sin Dios a una vida religiosa por medio de obras que no llevan a salvación, y cómo Dios por su
gracia lo ayudó a ver el verdadero camino a la salvación por medio de Cristo. Esto, a grandes rasgos, representa cómo
muchos transitan de la religión a Cristo.

El cruce del río para llegar a las puertas de la Ciudad Celestial nos enseña cómo hasta el último momento de nuestra
vida debemos perseverar, no dudar y no perder todo nuestro recorrido por causa de la incredulidad. Debemos tener
presente que, gracias a las promesas del evangelio, Dios siempre nos ayudará en el poder del Espíritu Santo.

Finalmente, y quizá lo más importante, es que debemos saber que, al igual que hombres como Ignorancia, por más
que lleguemos al final del camino, si no llegamos con la garantía del evangelio, que en el libro es el pergamino,
nunca entraremos en la Ciudad Celestial. No existen caminos alternos.

En resumen, aquellos que se dirigen a la Ciudad Celestial, vestidos con la justicia de Cristo, hablando el idioma de la
Biblia y transitando solo en la verdad, no son bienvenidos en este mundo, pero sí en la eternidad con Cristo.

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