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El árbol del vampiro

Anónimo

A finales del siglo XVIII, en plena época de la colonia en México, vivió un hombre al que todos
conocían como Don Jorge, el cual era oriundo de Guadalajara. Él no se quedó a vivir en la capital,
sino que se marchó a un pequeño pueblo llamado Belén, en donde se compró una preciosa
Hacienda de gran tamaño.

Cualquiera pensaría que disponiendo de una gran fortuna. Don Jorge sería del agrado de muchas
personas, pero lo cierto era que todos ahí lo veían con miedo y recelo. Siempre vestía
completamente de negro y salía a caminar a altas horas de la noche, costumbres que les parecían
muy sospechosas a los lugareños. La situación empeoró cuando, al poco tiempo de llegar él,
notaron que varios de sus animales se les estaban muriendo.

La escena era siempre la misma: guardaban el ganado por las noches y por la mañana,
encontraban a las criaturas inmóviles en el suelo, con la yugular ensangrentada como si alguna
bestia las hubiese mordido y luego les hubiera drenado la sangre.

Rápidamente se corrió la alarma por todos los rincones de Belén y algunos campesinos acordaron
hacer guardia al oscurecer.

Fue así como una noche, tras escuchar ruidos en el corral de uno de los vecinos, acudieron con
palos y rifles en mano. Cuál fue su sorpresa al encontrar a Don Jorge encaramado al cuello de un
toro, sorbiendo la sangre como si le fuera la vida en ello.

Asustados, los campesinos trataron de atraparlo pero el hombre se les escapó con una agilidad
inhumana. Al día siguiente, todos en el pueblo se habían enterado de que el hacendado era un
vampiro.

Por eso siempre salía de noche.

Algunas personas decidieron acudir con el sacerdote de la parroquia local, para pedirle que
exorcizara la hacienda. Otros, convencidos de que la única manera de acabar con la criatura era
clavándole una estaca en el corazón, afilaron un palo y lo mojaron con agua bendita antes de ir en
su busca. Acorralaron a Don Jorge dentro de su propiedad, mientras en las afueras, el párroco
gritaba oraciones y encomendaba su alma a Dios.

Cuando la estaca le atravesó el corazón, el hacendado emitió un agudo grito de terror y de rabia, y
juró agonizando, que un día volvería para vengarse de todos los que habitaban en ese pueblo.

Por la mañana recogieron su cuerpo sin vida y fueron a enterrarlo en el Panteón de Belén. Pasó el
tiempo e inexplicablemente un árbol empezó a crecer en la tumba, rompiendo la losa a su
alrededor y dejando únicamente intacta la lápida. Los lugareños lo llamaron el árbol del vampiro y
tienen la creencia de que es un mal augurio, por lo que siempre que pueden, evitan acercarse a él.

Dicen que el día en que el árbol logre atravesar la lápida o sea cortado desde la raíz, Don Jorge
regresará a Belén para concluir su venganza, haciendo mucho daño a los descendientes de las
personas que acabaron con él en vida.

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