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(Fragmentos)
Traigo el saludo de mis compañeros al pueblo español que lucha con un interés sobrehumano,
con una vocación sin precedentes en la Historia y que está asombrando al universo.
Vosotros sabéis que el Perú, al igual que otros pueblos de América, vive bajo el dominio de una
dictadura implacable; esta dictadura se ha exacerbado. No se consiente que se pronuncie una
palabra respecto de la república española en las calles de Lima ni en ninguna ciudad del país.
Los escritores han organizado una campaña de programa enorme en las más apartadas
regiones del país, y esta campaña ha merecido la condena del gobierno.
Con este saludo de los escritores de nuestro país os traigo el saludo de las masas trabajadoras
del Perú. Estas masas contrariamente a lo que podáis imaginaros, tratándose de un país que
arrastra una vieja cadena de ignorancia y de obscuridad, ha podido desde el primer momento
apercibirse de que la causa de la República española es la causa del Perú, es la causa del
mundo entero. ¿Por qué, me preguntaréis, esta capacidad de rapidez con que las masas del
Perú y del mundo entero se han dado cuenta de sus deberes hacia la República española? La
explicación es clara: los pueblos que han sufrido una represión, una dictadura, el dominio de
las clases altas, poderosas, durante siglos y siglos, llegan por una aspiración extraordinaria a
tener esta rapidez; porque un largo dolor, una larga opresión social, castigan y acrisolan el
instituto de libertad del hombre a favor de la libertad del mundo hasta cristalizarse en actos
superiores, en acción de la libertad.
Las masas trabajadoras de América luchan, pues, al lado de las masas trabajadoras de España.
Hacen mal los estados y los Gobiernos de América en tratar de impedirlo, porque a pesar de
estas obstrucciones, de estas detenciones, de estas persecuciones, estas masas llegan a
organizar una acción de conjunto a favor de la República española.
Camaradas: los pueblos iberoamericanos ven claramente en el pueblo español en armas una
causa que les es tanto más común cuanto que se trata de una misma raza y, sobre todo, de
una misma historia, y lo digo no con un acento de orgullo familiar de raza, sino que lo digo con
un acento de orgullo humano, y que solo una coincidencia histórica ha querido colocar a los
pueblos de América muy cerca de los destinos de España.
Camaradas: he observado en el curso de los debates de este Congreso, desde sus comienzos,
que todos los delegados han traído la voz pálida de sus respectivos países como mensajera de
la vida revolucionaria de esos países; pero hay un punto, tocado muy someramente y que, a mi
entender, es un punto de los más graves; es un punto que debía haberse tocado con mayor
ahínco. Me refiero ahora al aspecto de la RESPONSABILIDAD DEL ESCRITOR ante la historia y,
señaladamente, ante los momentos más graves de la historia.
Hablemos un poco de esa responsabilidad, porque creo que, en este momento, más que
nunca, los escritores libres están obligados a consubstanciarse con el pueblo, a hacer llegar su
inteligencia a la inteligencia del pueblo y romper esa barrera secular que existe entre la
inteligencia y el pueblo, entre el espíritu y la materia. Estas barreras, lo sabemos muy bien, han
sido creadas por las clases dominantes anteriores al dominio de la monarquía. Creo, pues,
necesario llamar la atención de los escritores del II Congreso Internacional Antifascista,
diciéndoles que es necesario, no que el espíritu vaya a la materia, como diría cualquier escritor
de la clase dominante, sino que es necesario que la materia se acerque al espíritu de la
inteligencia, se acerque a ella horizontalmente no verticalmente; esto es, hombro a hombro.
Jesús decía: “Mi reino no es de este mundo”. Creo que ha llegado un momento en que la
conciencia del escritor revolucionario puede concretarse en una fórmula, diciendo: “Mi reino
es de este mundo, pero también del otro”.
Los responsables de lo que sucede en este mundo somos los escritores, porque tenemos el
arma más formidable, que es el verbo. Arquímedes dijo: “Dadme un punto de apoyo, la
palabra justa y el asunto justo, y moveré el mundo”; a nosotros, que poseemos ese punto de
apoyo, nuestra pluma, nos toca pues, mover el mundo con esta arma.
Hora es de asumir nuestro papel valerosamente, tanto en las horas en que estemos bajo un
gobierno propicio, como también en las horas que estamos bajo un gobierno adverso.
Estoy abusando del tiempo escaso de que disfrutamos; este congreso, naturalmente, no ha
venido a discutir problemas de técnica profesional, pero hemos venido con un objeto, hemos
venido en una misión profesional que consiste en darnos cuenta de la materia prima que debe
de tener cada escritor creador, cuál es el contacto directo con la realidad española, que hoy
más que nunca pueden dar buenos frutos.
Para nosotros los escritores revolucionarios, un hombre culto es el que contribuye individual y
socialmente al desarrollo de la colectividad en un terreno libre de concordia, de armonía y
justicia por el progreso común e individual.
Es necesario que cuando volvamos a nuestros países no olvidemos la situación de esta lucha
del pueblo español. Hay que movilizar los espíritus, las masas a favor de la República española