Está en la página 1de 3

Me llamo Zipa, nací en una tierra hermosa de la región andina de Colombia para el año 1505, es una tierra

que hemos heredado de mis ancestros, pertenezco a la tribu de los Muiscas. Soy un indígena de esta tierra,
aquí hemos vivido por generaciones, conservando nuestras tradiciones y costumbres. Nuestros
antepasados nos enseñaron a vivir en armonía con la naturaleza, a respetarla y a agradecerla por sus
bendiciones.

Esta tierra es una tierra sagrada, donde el sol brilla con fuerza y el viento sopla suave, donde los ríos fluyen
y las montañas se elevan majestuosas. Aquí, los bosques son nuestra fuente de vida y los animales nuestros
hermanos. En esta tierra, nuestros rituales y ceremonias nos conectan con nuestros dioses y nuestros
antepasados y nos ayudan a mantener nuestra identidad y nuestra cultura.

Cuando tenía 13 años, me destacaba por ser un joven fuerte y rápido, habilidoso con el arco y la flecha,
cargaba todos los días muchos kilos de maíz y yuca. Nací un tiempo en el que todo lo que conocía mi
pueblo estaba cambiando, en medio de la llegada de extraños con piel clara a nuestra tierra, montados en
animales extraños, con armas y vestimentas que nunca habíamos visto antes. Los españoles, como se
hacían llamar, trajeron consigo caballos y armas de hierro que asombraron a nuestros guerreros y caciques.
Ellos llegaron a nuestras tierras en busca de riquezas y nuevas tierras para conquistar. Como joven Muisca,
no entendía por qué estos extraños hombres blancos tenían que venir a nuestra tierra y quitarnos lo que
nos pertenecía

Los primeros contactos con los españoles fueron pacíficos y cordiales, pero pronto se convirtieron en
invasores que buscaron someternos y arrebatarnos nuestras tierras y riquezas. La invasión de los españoles,
sólo ha traído como resultado la muerte de nuestros hermanos, han violado a nuestras mujeres y
hermanas, al no someternos a sus exigencias.

Un día, cuando nos encontrábamos cazando en los alrededores de nuestro territorio, escuchamos el ruido
de los caballos y de las armas de los españoles que se acercaban. Todos los guerreros de mi tribu e
incluyéndome nos preparáramos para la lucha, conscientes de que la llegada de los españoles podía
significar la pérdida de nuestras tierras y la libertad.

Los españoles, al vernos, comenzaron a disparar sus armas de fuego y a perseguirnos. Yo me enfrenté a uno
de los soldados españoles, logrando desarmarlo y vencerlo en un mano a mano. Este acto de valentía
siendo aún muy joven, llenó de ánimo a los demás guerreros, que se unieron a la lucha contra los invasores.
Durante varios días, nos enfrentamos a los españoles, infligiéndoles severas pérdidas y obligándolos a
retirarse.
Meses más tarde, una mañana comenzó como cualquier otra. Nos despertamos temprano para trabajar en
las labores del campo y prepararnos para celebrar el día sagrado del sol. Pero de repente, todo cambió. Un
ruido ensordecedor nos sacudió y antes de que pudiéramos reaccionar, vimos a los hombres blancos
entrando en nuestra aldea, armados con espadas y lanzas.

Intentamos defendernos, pero estábamos en clara desventaja. Nuestros guerreros lucharon con valentía,
pero eran pocos y estaban mal armados. Los españoles nos rodearon y comenzaron a matarnos sin piedad,
sin importarles si éramos hombres, mujeres o niños.

Vi cómo mis amigos y familiares caían al suelo, bañados en sangre. Escuché los gritos de dolor y
desesperación de los que aún luchaban por su vida. Sentí el miedo y la impotencia apoderándose de mí
mientras intentaba buscar refugio en algún lugar seguro, pero estaba mal herido, así que resbalé por un
barranco y caí río abajo, perdí el conocimiento. Cuando desperté, unos campesinos me habían rescatado,
curaron mis heridas y me dieron de comer. Cuando me recuperé por completo, quise ir a ver qué había
pasado con mi tribu y la sensación de vengarme de esos monstruos de piel blanca.

Estando en mi aldea, observé que estaba destruida y la mayoría de mis seres queridos estaban muertos, los
hermanos que sobrevivieron fueron esclavizados a trabajar sin descanso, las mujeres fueron violadas y
obligadas a realizar trabajos de cocina. A muchos hermanos, los obligaron a convertirse a su religión y les
impusieron sus leyes y formas de vida.

Tenía sed de venganza, sentía una gran impotencia de no poder vengarme, de hacerlos pagar por lo que le
hicieron a mi pueblo, ellos acabaron con todo, ¡los odio! Esa situación no podía quedarse así, tenía que
vengarme a toda costa, así que busqué ayuda, comencé a unirme con otros jóvenes indígenas para resistir
la opresión española. Nos rebelamos contra sus leyes injustas y exigimos que se respetará nuestra cultura y
nuestros derechos.

Sé que mi vida no será fácil. Vivir en un mundo que está cambiando tan rápidamente es una lucha
constante. Pero seguiré luchando, por mí y por mi pueblo, para proteger todo lo que es importante para
nosotros.

Hasta el día de hoy, no entiendo por qué los españoles nos atacaron de esa manera. Nosotros nunca les
hicimos daño ni les dimos motivos para atacarnos. Sólo éramos una tribu pacífica que vivía en armonía con
la naturaleza y con nuestros dioses.
A pesar de todo, nuestra cultura y nuestras tradiciones resistieron y sobrevivieron al paso del tiempo y a la
opresión de los conquistadores. Hoy, muchos de nosotros seguimos luchando por recuperar nuestras
tierras y nuestra identidad como pueblos originarios de estas tierras.

También podría gustarte