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Crítica de “Mi mejor amigo”, de Martín Deus

Por Néstor Burtone


Estrenada el 08-11-2018

Presentada (y premiada) en un ámbito paralelo del Festival de Cannes como Écrans Juniors,
esta película del guionista y director platense formado en la escuela San Antonio de los Baños
de Cuba narra una historia de amistad (amor) adolescente con intensidad y sensibilidad.
Mi mejor amigo (Argentina/2018). Guión y dirección: Martín Deus. Elenco: Ángelo Mutti Spinetta,
Lautaro Rodríguez, Moro Anghileri y Guillermo Pfening. Fotografía: Sebastián Gallo. Música: Mariano
Barrella. Edición: Alberto Ponce. Dirección de arte: Jimena Soldo. Sonido: Maximiliano Gorriti.
Distribuidora: Primer Plano. Duración: 90 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: 18.

Lorenzo (Ángelo Mutti Spinetta) es el hijo mayor de una familia de clase media instalada en la
Patagonia, está en los últimos años del colegio secundario, tiene un rendimiento académico admirable,
es maduro para su edad y está enamorado de una compañera. Pero todo eso cambiará cuando a su
vida ingrese Caíto (Lautaro Rodríguez), el hijo de un viejo amigo de su papá, quien llega huyendo de
algo que en principio no se sabe qué es, pero que indudablemente lo ha dañado.

Mi mejor amigo es un retrato madurativo centrado en la relación que lentamente construyen esos
personajes. Una relación va de la desconfianza a la contención y de allí a la confidencia, siempre
punteada por las actitudes de un Caíto poco adepto a los límites de la madre (Moro Anghileri) y el
padre de Lorenzo (Guillermo Pfening), lo que genera una serie de rispideces que acentúan los
sentimientos tan intensos como contradictorios de Lorenzo.

Los chicos, pese a los contrastes, tienen muchos elementos en común y una química innegable. Una
química que de tan fuerte podría emparentarse al enamoramiento, con la salvedad de que el guión del
también director Martín Deus apuesta por lo sugerido antes que lo explícito, por dejar flotando las
preguntas en lugar de entregar respuestas. En ese sentido, Mi mejor amigo es un film tierno y cálido
que explora la amistad masculina adolescente preocupándose únicamente por los sentimientos de sus
personajes que por la valoración que el mundo adulto pueda hacer sobre esos vínculos.
Crítica de “Mi mejor amigo” de Martín Deus (2018)
La ópera prima de Martín Deus, «Mi Mejor Amigo», es a primera vista, una historia sencilla. La acción
tiene lugar en un pueblito de la Patagonia. Lorenzo (Ángelo Mutti Spinetta) vive con sus padres y su
hermano menor. Es un adolescente tranquilo, lector, estudia guitarra clásica. Se junta a estudiar con
sus compañeras y sus compañeros lo eligen último para jugar al fútbol. Un día, a su vida cotidiana se le
suma la presencia de Caíto (Lautaro Rodríguez), el hijo de un amigo de la familia llegado de Buenos
Aires. Las circunstancias que llevaron a Caíto hasta allí, así como su independencia, van a ser un
problema para su integración a una vida familiar a la que no está acostumbrado. Eso también va a ser
el principal motor de la creciente relación entre él y Lolo.
En ese nivel, la historia es tradicional, pero el director invita a algo más, jugando desde un primer
momento con cierta ambigüedad. El póster promocional de la película anuncia claramente, “una
historia de amistad o de amor, según cómo la mires”. El espectador decide de qué se trata. Incluso
podría llegar a verse desde la etiqueta de un film “coming of age”, ese subgénero que muestra ese
paso de la niñez hacia la madurez, o al menos una primera etapa de ella. Otra posible mirada ambigua
se vuelca sobre los protagonistas. Desde un inicio, al conocer a Lorenzo nos empezamos a preguntar
sobre su sexualidad, y es una pregunta que se mantiene durante gran parte de la historia. En el caso de
Caíto, la cuestión es sobre su comportamiento en general, si su actitud independiente que roza en la
inconsciencia es una forma de llamar la atención, o simplemente es su forma de ser.
Por el costado interpretativo, ambos actores protagónicos demuestran estar a la altura necesaria para
reflejar el estado emocional de dos chicos pasando por esa edad y situación.
Acompañan a la construcción de la historia, en momentos relevantes hasta el final de la película,
la fotografía de los paisajes patagónicos en juego con la banda sonora (a cargo de La Bersuit).
Estas decisiones a la hora de relacionar tema y estilo rindieron sus frutos para la presentación
internacional de la película. En la edición de este año del Festival de Cannes “Mi Mejor Amigo” recibió
el premio Écran Junior, sección destinada a obras de interés para jóvenes adolescentes (de entre 13 y
15 años), y está nominada en San Sebastián al Sebastiane Latino, recibido por aquellos filmes que
mejor representen las temáticas de diversidad sexual y de género.
Sería muy bueno que el público local también acompañe esos reconocimientos y disfrute de
esta mirada original sobre el amor, o la amistad, o por qué no, ambos.

Mi mejor amigo es una película sensible y sencilla, en el mejor sentido del término. La
complejidad de la ópera prima de Martín Deus está en los personajes, los sentimientos que
van desarrollando y las relaciones entre ellos. La belleza del paisaje patagónico en el que se
desarrolla la historia acompaña y nunca opaca el foco del film: su historia de amor y
autodescubrimiento. Si ese amor es romántico o el de una amistad, depende del punto de
vista de cada uno de los protagonistas.

Lorenzo (Angelo Mutti Spinetta) es un adolescente inteligente y reservado que tiene una
excelente relación con sus padres (Moro Anghileri y Guillermo Pfening). Caíto, hijo de un
amigo del padre, estuvo involucrado en un accidente y lo envían desde Buenos Aires a
pasar un tiempo con la familia de Lorenzo. Su presencia cambia la dinámica del hogar y
entre ambos chicos se irá construyendo una relación de complicidad y amistad, que para
Lorenzo significará descubrir algunas cosas importantes sobre él mismo.

Hay detalles en los que la ópera prima de Martín Deus recuerda a Llámame por tu nombre.
Lo que sucede es que las historias que tienen que ver con crecer, afianzarse en la propia
identidad y la iniciación romántica y sexual comparten un ADN en común y proliferan en
el cine porque generan empatía e interés universal. Eso es lo que produce Mi mejor amigo,
que se distingue dentro de su tipo por el cuidado en mostrar las particularidades de los
personajes y su entorno.

María Fernanda Mugica


Mi mejor amigo es una película profundamente empática que puede ser leída
como una historia de amistad o bien como un relato amoroso entre dos
adolescentes (Lautaro Rodríguez y Angelo Mutti Spinetta), de personalidades
opuestas y en condiciones bien distintas. Esa lectura dependerá de la
perspectiva que el espectador elija al momento de verla. La Primera
Piedra asistió a la función privada y entrevistó a su director, Martín Deus.

Lorenzo (Angelo Mutti Spintetta) es un adolescente de clase media que vive


junto a su familia en la Patagonia. Lolo es un chico promedio que se vincula con
su padre (Guillermo Pfening), su madre (Moro Anghileri) y su hermano
(Benicio Mutti Spinetta) dentro de los “parámetros esperables” para un joven de
sus características, pero con la gente de su edad él se muestra algo tímido y
retraído. Sus mejores amigas son mujeres y en una primera escena muy elocuente
se lo ve como última elección a la hora de armar los equipos de fútbol en la
escuela (ese sólo gesto ya lo posiciona en algún lado).
Un día llega de visita Caíto (Lautaro Rodríguez), hijo de un viejo amigo de su
padre que en ningún momento aparecerá en escena pero de quien se habla
bastante. La figura de ese padre ausente y violento es una sombra que representa
todo aquello que Caíto intenta dejar atrás en su vida: violencia doméstica, drogas,
delitos, miseria. Este encuentro despertará en Lorenzo una mezcla de
sentimientos: ¿rechazo, amor, miedo, recelo, admiración? De todo un poco.
El vínculo entre los jóvenes se expone en la pantalla con gran credibilidad y eso
genera una empatía inmediata: todos nos cruzamos a un Lorenzo o a un Caíto en
algún momento de la vida. El trabajo interpretativo de Rodríguez y Mutti
Spinetta es muy bueno; ambos logran encontrar los matices en esta relación
atravesada por la ambigüedad, y la sutileza del director la aparta de cualquier
caricaturización paternalista de chico bueno/malo, rico/pobre,
tímido/extrovertido. Mi mejor amigo se atreve a ir un poco más allá de esas
dicotomías.
Hay momentos en los que Lorenzo sale airoso de su timidez y se comporta como
un adulto responsable de los comportamientos de su amigo; en otros momentos
Caíto baja la guardia, deja su faceta extrovertida y se permite mostrar cierta
vulnerabilidad ante Lorenzo. El acompañamiento del resto del elenco es
impecable, de la mano de Guillermo Pfening y Moro Anghileri como esos
padres que no terminan de amoldarse a una presencia que sin dudas viene a
quebrar algunas de las estructuras y comodidades familiares.

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