La necesidad de formular, y por lo tanto de formalizar, el orden fundamental de
la sociedad estatal en un documento serio - Constitución en sentido formal-como un sistema, sin lagunas, de normas fundamentales es un desarrollo relativamente posterior del constitucionalismo. Así esto no fue postulado por el constitucionalismo de los griegos y de los romanos. Para Platón y Aristóteles, así como en toda la teoría política griega, la politea fue la constitución en el sentido material. Aun los más agudos juristas de la época posterior de la República romana, sobre todo Cicerón y los estoicos, no exigieron que las normas fundamentales de la comunidad fuesen escritas en leges materiales, o simplemente codificadas. Ellos tenían conciencia de un derecho superior que, conforme a la naturaleza, predominaba sobre todas las legislaciones humanas. La concreción de normas estatales fundamentales hubiese sido contraria al ser y a la esencia del orden superior, rebajándolo al nivel de las efímeras leyes estatales. La exigencia de un documento escrito y unificado para las normas fundamentales surgió, en primer lugar, con la Revolución puritanas como protesta frente a la pretensión del Parlamento largo de ejercer una autoridad absoluta e ilimitada. El origen espiritual de esta petición era religioso - la representación bíblica del "pacto solemne"-. En el siglo XVII y más acentuadamente, en el siglo XVIII. el concepto de "constitución" adquirió su significación actual bajo el poderoso estimulante de la idea de contrato social: vino a significar el documento especifico en el cual estaban contenidas en un sistema cerrado todas las leyes fundamentales de la sociedad estatal. que imbuidas en un telos ideológico especifico estaban destinadas a doblegar la arbitrariedad de un detentador del poder único por aquel tiempo representado usualmente, aunque no siempre, por una persona individual, el monarca absoluto - sometiéndolo a restricciones y controles. Con esta finalidad, el Leviatán, para usar una figura de la época, tuvo que ser domade su soberanía, hasta entonces monolítica, fue dividida en diversas secciones o departamentos, asignando a cada una de estas partes una actividad estatal especial. Esto constituyó el principio de la independencia funcional, que supuso elevar a la categoría de órgano estatal independiente o detentador del poder lo que en si no era sino un segmento del orden total. La unidad orgánica del Estado fue entonces restablecida al combinar conjuntamente a estos detentadores del poder autónomos e independientes en la formación de la voluntad estatal. Todos estos dispositivos, cuidadosamente planeados de antemano, fueron entonces incorporados en un documento especifico que fue elevado con especial solemnidad al rango de ley, siendo llamada
"ley fundamental", "instrumento de gobierno" o "constitución". Estos principios
funcionales no nacieron, como Minerva de la cabeza de Júpiter, sino que se desarrollaron lentamente, tras muchos intentos y reveses. Pero tras los ensayos profundos de las revoluciones inglesa. americana y francesa, la experiencia en el campo constitucional había alcanzado un punto en el que se pudo llegar a un acuerdo sobre los requerimientos mínimos de cualquier formalización del orden constitucional. Los siguientes elementos fundamentales están considerados como el mínimo irreductible de una auténtica constitución. 1. La diferenciación de las diversas tareas estatales y su asignación a diferentes órganos estatales o detentadores del poder para evitar la concentración del poder en manos de un único y autocrático detentador del poder.
2. Un mecanismo planeado que establezca la cooperación de los diversos
detentadores del poder. Los dispositivos y las instituciones en forma de frenos y contrapesos -los cheks and balances, familiares a la teoría constitucional americana y francesa-, significan simultáneamente una distribución y, por tanto, una limitación del ejercicio del poder político.
3. Un mecanismo, planeado igualmente con anterioridad, para evitar los
bloqueos respectivos entre detentadores del poder autónomos, con la finalidad de evitar que uno de ellos, caso de no producirse la cooperación exigida por la constitución, resuelva el impase por sus propios medios, esto es, sometiendo el proceso del poder a una dirección autocrática. Cuando, finalmente, bajo el impacto de la ideología democrática de la soberanía popular del pueblo, el constitucionalismo alcanzó el punto en el cual el árbitro supremo en los conflictos entre detentadores del poder establecidos quedó encarnado en el electorado soberano, la idea originaria del constitucionalismo liberal quedó completada en la idea de constitucionalismo democrático.
4.Un método también establecido de antemano, para la adaptación pacífica del
orden fundamental a las cambiantes condiciones sociales y políticas -el método racional de la reforma constitucional- para evitar el recurso a la ilegalidad, a la fuerza o a la revolución.
5. Finalmente, la ley fundamental debería contener un reconocimiento expreso
de ciertas esferas de autodeterminación individual -los derechos individuales y libertades fundamentales-, y su protección frente a la intervención de uno o todos los detentadores del poder. Que este punto fuese reconocido en una primera época del desarrollo del constitucionalismo es un signo de su específico telos liberal. Junto al principio de la distribución y, por tanto, limitación del poder, estas esferas absolutamente inaccesibles al poder político se han convertido en el núcleo de la constitución material.