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El rostro eterno de K’inich Janaab’ Pakal.

La máscara funeraria

Laura Filloy Nadal y Sofía Martínez del Campo Lanz


Museo Nacional de Antropología, INAH

El 28 de agosto de 683 d. C. K’inich Janaab’ Pakal (a quien pulcro, los sacerdotes depositaron dos magníficas cabezas
en adelante denominaremos Pakal el Grande), el más cé- de estuco bajo el sarcófago y es probable que entonces se
lebre de los gobernantes de Palenque, entró “en el camino cerrara la entrada a la cámara funeraria.
de la muerte” (Eberl, 2000: 310).
Es probable que, después de una serie de cere- La cámara funeraria y el ajuar real de Pakal el Grande
monias públicas dirigidas por su hijo y sucesor, K´inich En algún momento de la segunda mitad del año 600 d. C.,
Kan B´ahlam II, el cuerpo del señor de Lakamha (nombre el señor de Palenque, consciente de que al morir iniciaría
antiguo de Palenque) fuera llevado a la cripta y deposita- el largo viaje al inframundo, planeó con sumo cuidado el
do dentro de un majestuoso sarcófago pétreo, pintado de recinto que sería su última morada. Para esta odisea debía
color rojo.1 Después, los asistentes al entierro colocaron asegurarse de que tendría una cámara funeraria digna de
una placa rectangular de pirita y concha sobre su boca, su rango, un rico ajuar de jade y una estructura piramidal
y su rostro fue cubierto con una espléndida máscara de con un templo en el que pudiera ser venerado.
piedra verde. El insólito conjunto arquitectónico del Templo de
Para realizar su viaje por el inframundo, el sobe- las Inscripciones planeado por Pakal el Grande está com-
rano fue ataviado con gran esmero y con un rico ajuar de puesto por una estructura piramidal, una escalera inter-
jade. Durante la ceremonia, el cuerpo sin vida fue purifi- na, un psicoducto, un sarcófago y un complejo programa
cado y protegido con una resina natural –quizá chicle o iconográfico plasmado en los diferentes relieves del re-
hule– y sellado con una gruesa capa de cinabrio de vivo cinto. Construir este conjunto debió significar un gran es-
color rojo.2 A continuación, se colocó y ajustó un tapón de fuerzo colectivo y varios años de trabajo. A este respecto,
piedra sobre la cavidad pétrea que contenía el cuerpo del Alberto Ruz Lhuillier (1973: 216) propone que las obras
soberano y se deslizó la pesada tapa del sarcófago cuyo de construcción debieron tomar entre cinco y 10 años, to-
peso es de más de cinco toneladas. Antes de dejar el se- mando en cuenta la abundancia de mano de obra, la cer-
canía de las canteras y la técnica constructiva donde se
1
En general, el cinabrio se empleaba en las tumbas al término de la empleó una sección de un cerro como parte de la base del
ceremonia de inhumación para “sellarlas”, dada su semejanza cro- edificio y un relleno de piedras y arcilla, sin mortero de
mática con la sangre, su asociación con el nacimiento y el punto
cardinal Este (sitio del renacimiento diario del sol y del origen de cal, lo que seguramente facilitó la construcción. Basándo-
la vida) y, por lo tanto, como propiciador de la inmortalidad (De la nos en las distintas inscripciones de Palenque, podemos
Garza, 1997: 28).
2
El microanálisis de los huesos contenidos en el sarcófago de Palen- suponer que el soberano pasó al menos los últimos ocho
que ha dado resultados realmente sorprendentes. Sobre los huesos años de su vida supervisando la construcción de su tem-
y pequeñísimos fragmentos de piel –sólo visibles bajo el microsco-
pio– se detectaron al menos seis estratos superpuestos de distintos plo (Schele y Mathews, 1999: 97).3 Es patente que el con-
materiales: resina natural, cinabrio, chapopote, cinabrio mezclado tenido de las inscripciones y el simbolismo del conjunto
con hematina, chapopote nuevamente, y, por último, hematita
mezclada con chapopote. Existe la posibilidad de que estos mate-
riales hayan sido aplicados en distintas ocasiones (quím. Javier Váz-
3
quez Negrete, comunicación personal, mayo de 2001; Vera Tiesler, Schele y Miller (1986: 282) proponen que Pakal el Grande comenzó
apud. Barquet, 2003; Tiesler Blos, 2004: 50-51). Véase también artí- la construcción de su templo funerario alrededor de 675 d. C. (véase
culo de Vera Tiesler y Andrea Cucina en esta obra. también artículo de Simon Martin en esta obra).

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Figura 2
Arreglo museográfico de los objetos recuperados del sarcófago del Templo de las Inscripciones. c 1955.

fueron concebidos para dejar plasmada la memoria del rededor de 180 cuentas tubulares de piedra verde ordena-
más grande señor de Palenque, pero ante todo asegurar das en nueve hiladas (figura 5). Con más de 400 cuentas
su supervivencia eterna y el destino de su alma para su esféricas formaron dos brazaletes y con 41 delicados dis-
próxima vida. cos planos, una delicada diadema. Igualmente, facturaron
Es probable que al tiempo que se construía el re- dos pequeños tubos que a la postre servirían para realzar
cinto funerario, se comenzara la cuidadosa creación del el peinado (llamados porta mechones) y un par de oreje-
ajuar que portaría el soberano (figura 2). Empleando jade ras compuestas (figuras 9-10, p. 30).
en varios tonos de verde, los artesanos tallaron 10 anillos Además de los ornamentos descritos, realizaron
distintos (unos lisos, otros en forma de calabaza y uno con cuatro objetos singulares: una esfera (de 3.5 cm de diáme-
un pequeño rostro (figuras 3, 4 y 7) y un majestuoso collar tro) y un cubo (de 3.5 cm por lado), que posteriormente
con más de 118 cuentas de diferentes formas –algunas serían colocados en las palmas de las manos del sobera-
esféricas y otras que semejan pequeñas calabazas, flores no, (figuras 3-4) y dos esferas (de 4 cm de diámetro), una
y ollitas–. Crearon una pechera o peto compuesto por al- de ellas hueca y con una tapita en forma de flor, para los

110
Figuras 3
Anillos de jade. Cada uno de ellos es distinto, los hay lisos y otros en forma de calabaza.
En la mano izquierda portaba además un elemento esférico.

Figura 4
Además de los anillos, Pakal el Grande llevaba en la mano derecha un cubo tallado en piedra verde y un anillo con un pequeño rostro.

Figura 6
Figura 5 Escultura de jade hallada cerca del
Peto compuesto por alrededor de 180 cuentas tubulares de pie- pie izquierdo del personaje, Sala
dra verde ordenadas en nueve hiladas. Montaje original realiza- maya, Museo Nacional de Antro-
do por el equipo de Alberto Ruz, c 1954. pología.

111
Figura 7
Anillo de jade que representa a un hombre agachado y un par de adornos florales, Museo Nacional de Antropología.

Figura 8 Figura 9
Figurilla de jade que seguramente se encontraba sujeta al brague- Perla de gran tamaño que funcionaba como contrapeso de una
ro que portaba el personaje, Museo Nacional de Antropología. de las orejeras.

pies del señor. Además tallaron dos bellas imágenes an- der y su belleza. Como todas las máscaras funerarias, la
tropomorfas: una del dios solar (figura 6) y otra de menor de Pakal el Grande pretendía sustituir su cara perecedera
tamaño, que seguramente iba cosida a su taparrabos (fi- por una eterna y viva que emulara al dios que el soberano
gura 8) (Miller y Taube, 1992: 74; Schele y Mathews, 1999: personificaba.
125-128). La importancia del rostro-cabeza en el mundo
Pero sin lugar a dudas, el objeto más importante prehispánico ha sido bien estudiada. De acuerdo con las
que acompañaría al señor hasta la eternidad era la más- concepciones nahuas del siglo XVI, en la cabeza se alojaba
cara de jade que le ayudaría a personificar al dios que el tonalli, una de las tres entidades anímicas del cuerpo
emulaba (véanse páginas 102-104). Numerosos autores (figura 10). El tonalli le daba al individuo el vigor y la habi-
han coincidido en que ésta es una máscara retrato conce- lidad de crecer en todos sentidos, lo ligaba con los dioses
bida por el mismo Pakal con el propósito de inmortalizar y con el cosmos (López Austin, 1980; Furst, 2001: 155). No
su imagen de juventud (De la Fuente, 1965: 150; Miller, sólo animaba al cuerpo en vida, sino que tenía la capaci-
1999: 165; Schele y Miller, 1986: 65). Representa el rostro dad de escapar de él y retener su identidad individual al
poderoso del soberano maya y reitera la idea de su po- morir; por ello, la cabeza/tonalli mantenía la esencia del

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sujeto aún después de su muerte. Por su parte, en el pen-
samiento maya existe una correspondencia donde el glifo
u-ba(h) puede tener una acepción de “su ser, su cara, su Padre
persona” (Houston y Stuart, 1998: 79)
Para personificar a sus dioses, el noble meso-
americano portaba los atributos que los caracterizaban.
Hijos
Reyes y nobles asumían la identidad de un dios deter-
minado a través de los rituales de personificación (figura
11). Tan es así, que en náhuatl el término ixiptla (la re-
presentación) se refiere a las manifestaciones materiales
del dios, ya sea en su “personificador” o en “su imagen”.
De este modo, el vestido, la máscara o la imagen no sólo
Madre
representaban a la deidad, sino que se convertían en una
extensión de la divinidad al adquirir su esencia (López
Austin, 1996: 137-138; Klein, 2001: 34). Por eso, los mexi-
cas empleaban la palabra xayácatl para designar a la vez
máscara y rostro –metáfora del ser y de la personalidad
Figura 10
de un individuo– (Klein, 2001: 175), y los mayas daban a Entidades anímicas del cuerpo.
koh el significado conjunto de máscara, imagen y repre-
sentación (Klein, 2001: 175). Si la máscara es un objeto
animado que contiene la esencia cognitiva y los pode-
res del ser que representa, al ser colocada sobre la cara
del sujeto enterrado transforma el rostro de la muerte
en la imagen que simboliza (Klein, 2001: 175; Markman
y Markman, 1989: 88), podemos pensar entonces que al
reproducir en jade la imagen del soberano, su esencia al-
canza una permanencia que el cuerpo físico nunca podrá
tener (Houston y Stuart, 1998: 90). A través de su más-
cara, el gobernante se convierte en el personificador del
dios con el que comparte sus atributos.
Los aspectos característicos de la máscara del
sepulcro del Templo de las Inscripciones son belleza, ju-
ventud, incisivos en forma de ik, deformación exagerada y
alargada de su cráneo, aplicación artificial sobre el puente
nasal que modifica la nariz aguileña y la proyecta sobre la
frente y, por supuesto, el jade. Todos ellos, atributos aso-
ciados principalmente con el dios del maíz (figura 12).
Personificando al dios del maíz, el soberano ente-
rrado deberá germinar, renacer y permanecer hasta el fi-
nal de los tiempos a semejanza del grano depositado en la
tierra. Así, al ser inhumado con su ajuar completo de jade,
el soberano se equipara con el dios del maíz,4 quien se re-
nueva constantemente en el interior del monte sagrado
en el centro del universo (Taube, 2001a, 2001b).

Figura 11
4
Los reyes eran reconocidos como seres divinos no sólo en vida, sino Pájaro jaguar IV de Yaxchilán personificando al dios de la lluvia
sobre todo después de muertos (Miller y Taube, 1993: 76). Chaac.

113
Figura 12
El jóven dios del maíz emerge del caparazón de una tortuga.

Los materiales de la máscara funeraria saico, ya que dicho término abarca sólo dos tipos de mine-
El rostro pétreo de Pakal el Grande es un asombroso mo- rales: la nefrita (silicatos del grupo de los anfíboles), que
saico constituido de 340 teselas de jade, cuatro aplicacio- no se encuentra en Mesoamérica, y los silicatos de sodio
nes de concha y dos discos de obsidiana decorados con y aluminio (del grupo de los piroxenos) (Keverne, 1995:
pigmento negro para simular la pupila. Los artistas mayas 23; Harlow, 1993: 17; Digby, 1972; Guerrero, 1999; Men-
del periodo Clásico colocaron y pegaron las pequeñas pie- doza, 2001). Entre los últimos están la jadeíta, la ureyita
zas sobre un soporte rígido –probablemente de madera y –o cosmoclor– y la albita, que componen el mosaico de la
del cual ya no quedan restos– mediante el empleo de una máscara de Pakal el Grande y que fueron identificados por
pasta de cal que también utilizaron como material de re- difracción de rayos X en los laboratorios del INAH.8
lleno entre los fragmentos. Por su compleja composición mineralógica es difí-
La mayoría de los materiales que se usaron para cil ubicar el depósito específico del que se obtuvo el jade de
confeccionar la máscara provienen de regiones alejadas de la máscara. Sin embargo, los únicos yacimientos de piroxe-
la ciudad de Palenque. Como veremos a continuación, el jade nos conocidos a la fecha en Mesoamérica se encuentran
se obtenía en la cuenca del río Motagua5 y la obsidiana, en en Guatemala, a lo largo del Río Motagua y en las regiones
los yacimientos de la sierra Guatemalteca,6 y la concha pro- circunvecinas (figura 7, p. 142). En esta zona, el jade puede
venía de la costa del océano Pacífico,7 lo que denota un gran encontrarse en los sedimentos del río tanto en guijarros y
esfuerzo colectivo para obtener la materia prima y crear esta piedras de mayor tamaño, como en afloramientos mine-
pieza fundamental para las exequias del gran señor. rales a distancias relativamente cortas (Guerrero, 1999:
23; Olmedo Vera y González, 1986: 78, 83-84, 90 y 96). Es
El jade interesante mencionar que bajo observación microscópi-
Durante varios años y hasta la restauración de 2001, la ca puede apreciarse la erosión ocasionada por el agua en
máscara de Pakal el Grande estuvo constituida por 212 te- movimiento en algunas de las teselas de la máscara de
selas de piedra verde de seis tonalidades básicas. Pakal el Grande, lo cual denota su origen fluvial. En la época
Sin embargo, el insólito hallazgo en la bóveda del prehispánica, la dificultad para obtener esta piedra hizo del
Museo de Antropología de un lote de más de 160 teselas jade un material de adquisición restringida, tanto así, que
(incluidos fragmentos de varias piezas), ha elevado el nú- muchas veces –como veremos más adelante– los objetos
mero de piezas de jade a más de 340. eran reutilizados en múltiples ocasiones.
Creemos adecuado emplear el término amplio de Por otro lado, el análisis minucioso de las teselas
jade para referirnos a la piedra verde que compone el mo- de la máscara permitió observar que la piezas se trabaja-
ron primero por medio de la percusión y el desgaste. En
general, los cortes rectos se obtenían combinando ambos
5
Véanse artículos de Neff, Kovacevich y Bishop, en esta obra.
6
Véase Pastrana en esta obra.
7 8
Véase Velásquez, Zúñiga y Valentín en esta obra. Véase el capítulo de Robles, Sánchez y Reyes en esta obra.

114
Figura 13
Entre los más de 340 fragmentos de jade de la máscara, no existen dos piezas
que sean iguales

115
Figura 14 Figura 15
Algunas teselas de la máscara son piezas de joyería reutilizadas, Tesela reutilizada con un glifo grabado y la presencia de pasta
unas presentan rostros humanos tallados en el reverso, otros, de cal utilizada con el objeto de adherir las distintas piezas al
motivos geométricos o glifos esgrafiados. soporte de madera.

procesos. En cambio, para obtener los cortes circulares Advertimos también que un gran número de te-
probablemente se hacía una serie de perforaciones con- selas de la máscara son piezas de joyería reutilizadas, hay
tinuas que formaban el contorno de la curva deseada y fragmentos que otrora fueron pendientes, cuentas y ore-
a continuación se lograba el desprendimiento por per- jeras; algunos presentan rostros humanos tallados en el
cusión; posteriormente, se eliminaban las irregularida- reverso, motivos geométricos o glifos esgrafiados (figuras
des desgastándolas sobre una piedra caliza o empleando 14-15). Además, en ciertos casos, en una o ambas caras
abrasivos de grano grueso y agua como lubricante (Filloy presentan antiguas perforaciones que los mismos artistas
Nadal, Melgar Tisoc y Solis Ciriaco, 2010). mayas cubrieron con pequeños tapones de jade sellados
Para lograr la forma definitiva, tanto de superfi- con algún material como goma vegetal, cera natural e,
cies como de contorno, se desgastaba la jadeita sobre pie- incluso, con pasta de cal (figura 16). Por otro lado, la se-
dra caliza. Finalmente, para concluir la pieza, la superficie lección de color fue hecha con amplio conocimiento, el
se pulía con pulidores de piedra de jade bruñida, hematita mosaico de más de 340 pequeñas piezas de jade muestra
pulverizada como abrasivo y agua como medio. La última que se emplearon intencionalmente al menos seis tonos
tarea del proceso de manufactura correspondía al bruñi- de verde que definen el rostro en secciones (figura 17).
do, para el que se empleaba un material blando como tela La reutilización del jade en la máscara de Pakal el
o piel (Filloy Nadal, Melgar Tisoc y Solis Ciriaco, 2010). Grande podría tener al menos dos explicaciones que no
En cuanto a las teselas de la máscara de Pakal el se contraponen. Podríamos pensar que la dificultad para
Grande, podemos decir que una vez cortada la pieza, su obtener el jade lo hacía un material de adquisición res-
cara posterior fue solamente pulida, mientras que la ante- tringida, como ya lo mencionamos anteriormente, y que
rior también fue bruñida finamente hasta obtener una su- incluso K’inich Janaab’ Pakal tuvo dificultad para encon-
perficie sumamente brillante.9 Entre los más de 300 frag- trar suficiente jade de color verde intenso –el más precia-
mentos de jade de la máscara, no existen dos piezas que do de los jades– para hacer su máscara.
sean iguales; presentan cortes curvos y rectos; superficie Otra explicación se centraría en el valor tácito de
plana, cóncava o convexa; cortes sesgados en sus cantos las piezas heredadas. Muchas veces, los objetos se hereda-
para permitir el ensamble preciso de unas piezas con otras ban de generación en generación como homenaje y como
y variaciones en su longitud, anchura y espesor (figura 13). transmisión de la esencia del antepasado. Las antigüeda-
des eran comúnmente reutilizadas en las culturas pre-
9
La diferencia entre estos dos últimos procesos es que en el pulido se pro-
hispánicas, aunque no siempre mantuvieran la función
duce polvo como residuo, mientras que en el bruñido no hay desperdicio. para las que habían sido concebidas. Generalmente, las

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Figura 16 Figura 17
Algunas teselas tienen antiguas perforaciones que los mismos En el acercamiento se observan los distintos tonos de verde em-
artistas mayas cubrieron con pequeños tapones de jade. pleado para darle volumen al rostro.

reliquias tenían una calidad sobrenatural –al haber sido primero es semejante al utilizado en el trabajo del jade
manufacturadas por seres portentosos– (Coggins, 1998: y el segundo consiste en ejercer una fuerza contra la su-
249; Wagner, 2000: 68; Mendoza, 2001: 65; López Luján, perficie del vidrio mediante una herramienta de mate-
2001: 24-25)10 que las hacía valiosas y por ello se emplea- rial suave hecha de madera o de hueso. Posteriormente,
ban como parte de ofrendas dedicatorias y funerarias. Al se emplearon agua y arenas de diferentes calidades para
parecer, no sólo las piezas completas tenían este carácter, abrasionar y pulir el objeto.11
sino que su poder se extendía a sus fragmentos. El sorprendente realismo de la mirada de la más-
cara se logró gracias a la aplicación de un pequeño círcu-
La obsidiana lo de pigmento negro en la parte posterior de ambos iris
La obsidiana es una materia ígnea (riolita vítrea) de enfria- de obsidiana. Es probable que se trate de negro de humo
miento rápido, lo que genera su estructura cristalina y su o negro de carbón que, por su fácil obtención, fueron los
dureza media que la hacen susceptible de ser lascada, cor- pigmentos negros de mayor uso en la época prehispánica.
tada y pulida fácilmente para elaborar objetos cortantes. Su
coloración varía del gris al negro, del verde al café, del rojo al La concha
morado y presenta varios grados de transparencia. A diferencia del jade y la obsidiana, la concha es un mate-
Para el área maya, la mayor fuente de obsidiana rial de fácil obtención. Su manufactura consta de dos eta-
proviene de Guatemala (específicamente de las zonas de pas: la elaboración y el acabado, que durante la época pre-
El Chayal, Ixtepepeque, Tajamulco y San Martín Jilotepe- hispánica se realizaban empleando técnicas de corte y de
que). La obsidiana de las minas de El Chayal, Guatemala, desgaste. La concha es un material suave en comparación
cuyos tonos van del gris al negro, es transparente y trans- con la lítica, y para trabajarla se requieren herramientas
lúcida y de superficie suave y brillante (Pastrana y Athie, de menor dureza. Para el corte, probablemente, los mayas
2001: 550), características de las piezas con las que fueron emplearon artefactos líticos y en el caso del desgaste, al-
facturados los iris de la máscara de Pakal el Grande. Los gún material abrasivo. El bruñido y el pulido se logran de
métodos utilizados para trabajar la obsidiana durante la la misma forma que en el trabajo de jade, pero con abra-
época prehispánica fueron la percusión y la presión. El sivos más suaves como arena, granos de cuarzo, polvo de
hueso, polvo de conchas o semillas y agua como lubrican-
te (Suárez Díez, 1981, 1986).
10
Además, para los mayas, los ancestros muertos no sólo influían
sobre las personas vivas, sino que podían servir de intermediarios
11
entre los hombres y los dioses (Miller y Taube, 1992: 74). Véase la contribución de Alejandro Pastrana en esta obra.

117
Gracias al realismo que confiere la concha naca-
rada e iridiscente fue comúnmente utilizada para crear
la esclerótica de los ojos de las máscaras funerarias. En
el caso de la máscara de Pakal el Grande, se usó concha
de la especie Pinctada mazatlánica –especie que única-
mente se puede encontrar en la costa del océano Pacífico,
aunque su distribución va desde el Mar de Cortés hasta la
costa del Ecuador–, y las piezas fueron cortadas median-
te la técnica de desgaste, de acuerdo con las huellas de la
herramienta presentes en los cantos laterales y la parte
posterior de las piezas.12

Otros materiales
Hasta ahora nos hemos referido a los materiales mayori-
tarios de la máscara, sin embargo, el análisis minucioso Figura 18
Mezcla de adhesivos orgánicos empleados para colocar
de la parte posterior de las teselas, de las perforaciones y los pequeños tapones de jade.
pequeños tapones de jade nos han permitido conocer al-
gunos materiales que conformaron la máscara y que por
su susceptibilidad al deterioro no lograron conservarse
del todo hasta nuestros días. Así, en la parte posterior de
algunas teselas (figura 15), se detectaron restos de pasta una carga (arenas calcíticas, carbonatos de calcio molido,
de cal –utilizada con el objeto de adherirlas al soporte y concha pulverizada, etcétera), agua y probablemente un
reforzar la unión entre ellas– y en algunas antiguas perfo- exudado vegetal (Magaloni, 1998: 55-56), utilizado para
raciones, ya sea como relleno o a modo de “adhesivo” para retardar el fraguado y conferir plasticidad y resistencia a
asegurar los pequeños tapones de jade con los que los la pasta.
mayas cubrieron las antiguas perforaciones de las piezas Al levantar alguno de los pequeños tapones de
reutilizadas (placas, pendientes) (figura 16). Asimismo, la jade, registramos pequeños restos de dos diferentes tipos
pasta de cal fue aplicada en la cara anterior de la máscara de materiales translúcidos, cristalinos y maleables, mez-
como lechada de cal para completar los espacios faltantes clados con la pasta de cal. Uno de ellos, de color verde muy
una vez armado el mosaico. pálido (figura 18) fue identificado como cera, como copal o
En general, para la preparación de la pasta de cal, resina de Bursera sp.13 Por lo común, esta especie de árbol
la piedra caliza se somete a una temperatura mayor a los se desarrolla en todo el territorio mesoamericano, inclu-
9000 C, con el fin de obtener la llamada cal viva (óxido de yendo las tierras bajas mayas; aunque su uso más difun-
calcio). Después, las piedras –que son sumamente reacti- dido fue sin lugar a dudas como incienso, se ha reportado
vas ante la presencia de humedad– se mezclan con agua su utilización como adhesivo para el pigmento rojo detec-
y, una vez hidratas, se transforman en una pasta de cal tado en ornamentos de jade maya (Stross, s/f).
estable a base de hidróxidos de calcio. Cuando la pasta de Al observar cuidadosamente la parte posterior
cal comienza a secarse y cuando entra en contacto con el de las teselas, descubrimos pequeños restos de hematita
dióxido de carbono del ambiente, la cal pierde las molécu- contenidos en los poros del jade de la máscara, los cua-
las de agua y vuelve a su estado original como carbonato les pudieran provenir de la acción de pulido del material
de calcio. Durante este proceso, la cal se contrae brusca- (figura 19). La hematita es un óxido férrico (F2O3) que se
mente y se vuelve frágil y quebradiza, por lo que es ne- presenta de manera laminar o especular (granular) en di-
cesario adicionar algún elemento o carga que refuerce su ferentes tonalidades del rojo al café. Las fuentes de obten-
estructura. En la época prehispánica, la argamasa o pasta ción en la zona maya eran las minas de los altos de Guate-
de cal era una mezcla cementante hecha a base de cal, mala (Pendergast, 2001: 145; Wagner, 2000: 67).

12
La identificación del material conquiológico de la máscara fue reali-
zada por Adrián Velásquez, Belem Zúñiga y Norma Valentín, inves-
13
tigadores del INAH, en 2001. Véase el artículo correspondiente en La identificación de los adhesivos fue realizada por David F. May-
esta misma obra. nard y Frances F. Berdan. Véase su contribución en este mismo libro.

118
Figura 19 Figura 20
Al observar cuidadosamente la parte posterior de las teselas, Copal, cinabrio y otros materiales prehispánicos detectados
descubrimos pequeños restos de hematita contenidos en los en el anverso de una tesela de la máscara. Fotografía al
poros del jade de la máscara, los cuales pudieran provenir de la microscopio óptico 40x.
acción de pulido del material.

Las teselas de jade también presentaban restos reforzar el mosaico y nivelar los minúsculos espacios va-
de cinabrio en superficie (figura 20). El cinabrio es un sul- cíos y, al concluir, pulieron y limpiaron la superficie, y fue
fato de mercurio de intenso color rojo, que se importó a la entonces cuando la pieza quedó terminada.
zona maya desde las minas ubicadas en los altos de Gua- Gracias al hallazgo en fechas recientes de otras
temala y Honduras (Pendergast, 2001: 145). Su presencia máscaras mayas de jade en Calakmul, Oxkintok y Kinix-
en las teselas de la máscara se debe a que dentro del sar- ná, se ha detectado que la pasta de cal dispuesta entre las
cófago fue esparcida una gran cantidad de este mineral uniones de las teselas estaba coloreada con el tono de la
(figura 1). piedra e incluso bruñida y pulida para obtener un brillo
semejante al del jade (Filloy Nadal, 2004, 2006; García
La realización de la máscara durante el Clásico maya Vierna, 2000, 2004, 2007) (figura 21).
A ciencia cierta nunca podremos saber cómo se conci- Volviendo al modelo previo de la máscara de Pakal
bió la máscara en el periodo Clásico. Sin embargo, por la el Grande, podemos pensar en la existencia de una masca-
perfección con la que lograron plasmar todos los rasgos rilla tomada del rostro del rey o en la utilización de alguna
característicos de un rostro humano, debió existir un di- escultura del gran K’inich Janaab’ Pakal que fungiera como
seño previo. Quizás un modelo de tamaño natural utili- retrato. A este respecto, Alberto Ruz (1973: 154) considera-
zado como base para diseñar y cortar las teselas, donde ba que los mayas armaron el mosaico en primera instancia
también pudieran probar cuidadosamente los ensambles sobre el rostro de una escultura de bulto, específicamente
antes del armado final. sobre una de las cabezas modeladas en estuco que se en-
Es factible que una vez terminadas todas las contraron bajo el sarcófago (figura 22). Después, en el mo-
piezas de jade, los mayas armaran el rompecabezas por mento de preparar el cadáver y con el orden de las teselas
última vez sobre una base rígida previamente facturada bien definido, colocaron una fina capa de pasta de cal so-
(probablemente de alguna madera tropical), adhiriendo bre el rostro del soberano muerto y trasladaron las teselas
las teselas a la misma por medio de una capa de pasta de para disponerlas en la posición equivalente a la que ocu-
cal y ajustando perfectamente los ensambles para crear paron previamente sobre el de la escultura. Ruz Lhuillier
los volúmenes necesarios. Sin embargo, ya con las teselas sustenta su hipótesis en el hecho de haber encontrado una
en posición, faltaba aún realzar las líneas de expresión del capa de fino estuco –parcialmente conservada debajo de
rostro acentuando los rasgos y enalteciendo las facciones los fragmentos de jade– que sirvió para adherir las teselas
características del personaje y, para ello, pulieron el ma- de la máscara, en ausencia de un armazón de madera que
terial, y enseguida aplicaron una fina lechada de cal para soportara el mosaico (figura 23) (Ruz Lhuillier, 1973: 154).

119
Figura 21
Máscara de jade proveniente de la Tumba 4, subestructura IIB de Calakmul. En el borde inferior puede observarse una banda de
estuco de color verde con una inscripción que indica que la máscara perteneció a Yuknom el Grande de Calakmul. Centro INAH,
Campeche.

120
Nosotras suponemos que una delgada capa de es- do por un tapón lítico (que seguía la forma irregular de la
tuco difícilmente soportaría el peso del mosaico sin rom- cavidad) (figura 4, p.27), que después fue perfectamente
perse, por lo que hemos considerado la posible existencia aislado por una lápida de piedra caliza de más de cinco to-
de una base tallada en madera que estructurara y sopor- neladas, que limitó la cantidad de oxígeno (figura 2, p.25).
tara a su vez la capa de estuco sobre la que se colocaron Además, la presencia de grandes cantidades de cinabrio
las teselas (Filloy Nadal y Martínez del Campo Lanz, 2004). (sulfato de mercurio), mineral de alta toxicidad, y el em-
Además, la madera permitiría ejercer la presión necesaria balsamamiento del cadáver con baños alternados de pig-
sobre el jade con el fin de concluir el pulido final, ya arma- mentos y resinas atenuaron la acción biológica necesaria
da la pieza. Es interesante señalar que tanto la máscara de para la putrefacción del tejido muerto.
Calakmul recuperada en la Tumba 4 de la subestructura Durante siglos, las condiciones al interior de la
IIB (figura 21), como la de la Reina Roja de Palenque (figura cripta debieron estar caracterizadas por un altísimo conte-
1, p. 36), presentaban minúsculos fragmentos de made- nido de humedad,16 oscuridad total, temperatura estable
ra adheridos a su parte posterior, lo que confirma su uso y bajos contenidos de oxígeno. A largo plazo, este ambien-
para la factura de máscaras en el área maya.14 te promovió irremediablemente la liberación de gases, la
producción de ácidos (fórmico y acético, entre otros) y ba-
Trece siglos de silencio ses propios del proceso de putrefacción y la consunción
Una vez clausurado el santuario interior del Templo de de los tejidos blandos. Estos factores ocasionaron también
las Inscripciones (en algún momento del siglo VII d. C.), la saponificación de las grasas y la disolución de algunos
el conjunto funerario se desvinculó temporalmente de la de los carbonatos que formaban los huesos, así como la
actividad humana. Sepultados, todos los componentes desaparición del cabello, el material de la indumentaria
del conjunto funerario comenzaron a transformarse. Se- y cualquier otro objeto orgánico que pudiera haber exis-
guramente, en un principio los cambios fueron drásticos y tido. De ahí que, después de siglos de permanecer en este
acelerados, pero poco a poco fueron disminuyendo hasta entorno, sólo subsistieran un esqueleto en pésimas condi-
alcanzar un relativo equilibrio en el intercambio de mate- ciones de conservación y un espectacular ajuar funerario
ria entre el objeto y su entorno.15 desarticulado en cientos de piezas.
Cuando el cuerpo quedó sin vida, el proceso de En el momento del descubrimiento, al abrir la se-
descomposición comenzó inmediatamente. Es interesan- pultura, Ruz Lhuillier observó que del lado izquierdo de la
te mencionar que para que ocurra la putrefacción natural cabeza del individuo enterrado se encontraba una máscara
del cuerpo, sólo se requiere de la presencia de humedad antropomorfa formada por cientos de fragmentos de jade
y una temperatura moderada (siempre superior a los 40 disociados (Ruz Lhuillier, 1973: 56) (figura 1). La ubicación
C) (Micozzi, 1991: 37). Así, en la selva tropical, un cadá- de la máscara en ese lugar y no sobre el rostro puede deber-
ver durará pocas horas sin descomponerse, ya que el alto se a varios factores. Ruz Lhuillier supuso que en el momen-
contenido de humedad ambiental y las elevadas tempe- to de la inhumación, el personaje llevaba puesta la máscara
raturas promoverán la putrefacción. Sin embargo, la poca sobre el rostro y que el conjunto mortuorio (cuerpo y ajuar)
aeración y la escasa actividad biológica presentes en las se encontraba totalmente cubierto por un sudario, y que
sepulturas ocasionan que el ritmo de descomposición de después, al bajar el cuerpo por las escaleras, la máscara se
los cadáveres enterrados sea más lento. deslizó hacia la izquierda de la cabeza donde quedó coloca-
Seguramente éste fue el caso en el sepulcro del da para la posteridad (Ruz Lhuillier, 1954: 147).17
Templo de las Inscripciones. Recordemos que el cuerpo Sin embargo, el deslizamiento de la máscara y su
de Pakal el Grande fue depositado en un receptáculo ex- posición relativa a un lado de la cabeza también pudo de-
cavado en un bloque monolítico de piedra calcárea, sella- berse a otras dos causas –independientes o relacionadas–
planteadas a continuación: a) durante la putrefacción, la
14
máscara resbaló debido a la violenta deformación de los
En el caso de la máscara de jade de Calakmul se detectaron fragmentos
de Caoba que pertenecieron al soporte (García Vierna, 2003). En el caso
16
de la máscara de la Reina Roja de Palenque, se observó la presencia No está de más mencionar que el contenido de humedad era muy
de restos de madera tropical en el reverso de algunas de las teselas de elevado en el interior de la tumba –existía una filtración continua
malaquita (Roberto López Bravo, director del Museo de Sitio de Palen- de agua de lluvia al interior de la cámara (Ruz, 1973: 53)– y que el
que, comunicación personal, mayo de 2002). proceso de carbonatación de la cal empleada en la construcción se
15
En un complejo funerario se darán dos procesos paralelos. Por un vio impedido, que quemaba las manos de los trabajadores –al con-
lado, la descomposición natural del cadáver y, por el otro, la trans- servarse aún como óxido de calcio– (Ruz, 1973: 54).
17
formación propia de los objetos presentes. Véase artículo de Ruz Lhuillier en esta obra.

121
En 1953, tras realizar un minucioso registro de la ubica-
ción de los objetos y proceder al levantamiento de todo el
material (figura 24) Ruz Lhuillier debió sentir el impulso
de conocer la imagen representada por el mosaico de jade.
En el campamento de Palenque, mientras continuaba la
temporada de excavación, estableció la posición de las
teselas con la ayuda del grabador Alberto García Maldo-
nado y llevó a cabo un primer montaje, basándose en la
información privilegiada de las fotografías y los dibujos
de contexto (Ruz Lhuillier, 1954: 147) (figuras 23-24).
Pocas veces se publicó esta primera versión de la
máscara. Conocemos la reproducción en blanco y negro
que aparece en las publicaciones de Ruz Lhuillier de 1954
y 1973 y, gracias a la amabilidad de señora Celia Gutié-
Figura 22 rrez, viuda de Ruz Lhuillier, conseguimos algunas de las
Cabezas de estuco localizadas bajo el sarcófago. La fotografía fue
tomada en el momento del descubrimiento en 1952. diapositivas que se tomaron al siguiente año del descu-
brimiento, que muestran la máscara de frente y de ambos
perfiles (figuras 25a y 25b). El rostro que obtuvieron al ar-
tejidos blandos del rostro en el momento de la descompo- mar el mosaico en 1953 tenía tres rasgos fundamentales
sición cadavérica,18 o bien, b) durante la colocación de la que han llamado nuestra atención: la reducida dimensión
gran lápida de más de cinco toneladas que cubre el sarcó- del volumen general, la estrecha distancia entre los lagri-
fago, la vibración ocasionó la caída de la máscara. males (distancia interorbital) y la presencia de grandes
pabellones auriculares.
El hallazgo de la máscara. Los últimos cincuenta años Insatisfecho con el resultado del montaje, en
de esta historia 1954, Alberto Ruz Lhuillier trasladó la pieza a la ciudad
Pasaron 13 siglos entre aquel histórico 28 de agosto del de Mérida y, siempre bajo su dirección, el grabador Al-
683 d. C., día en que Pakal el Grande descendió a su última berto García Maldonado modificó ese primer soporte
morada, y el 27 de noviembre de 1952, fecha en la que con la idea de ajustar la forma y el volumen para obte-
Alberto Ruz Lhuillier descubrió la gran cámara funeraria ner proporciones y rasgos más naturales (Ruz Lhuillier,
del Templo de las Inscripciones en Palenque. Alberto Ruz 1973: 154). De esta segunda versión, Iker Larrauri realizó
Lhuillier, en entrevista con el escritor Fernando Benítez, un maravilloso cuadro en el que recrea al soberano en el
relató así ese gran momento: momento de su entierro portando su máscara y el ajuar
funerario íntegro (figura 26). En esta representación, la
La primera impresión fue la de contemplar un máscara tiene un mayor volumen y cubre por completo
mosaico en verde, rojo y blanco. Más tarde, el mo- el rostro del soberano enterrado, presenta la misma dis-
saico se descompuso en detalles –ornamentos de tancia interorbital que la anterior y también grandes pa-
verde jade, huesos y dientes pintados de rojo– y bellones auriculares.
fragmentos de una máscara. Estaba mirando la Sin embargo, parece ser que la máscara no llenó
destruida figura del hombre para quien toda esa las expectativas de Ruz Lhuillier, ya que en 1955, al traer la
obra estupenda –la cripta, las esculturas, la gran pieza a la ciudad de México, encargó al arqueólogo Fran-
pirámide y el templo que la coronaba– había sido cisco González Rul un nuevo soporte que procurara “dar al
construida para contener los restos mortales de conjunto rasgos más parecidos a los de la escultura maya”
uno de los hombres más encumbrados de Palen- (Ruz Luhillier, 1973: 154). Este soporte, con el que la más-
que (apud Benítez, 1955: 6) (figura 1). cara fue fotografiada y publicada en cientos de ocasiones,
se conservó hasta mediados de 2001 (figuras 26a y 26b).
18
Esta idea fue propuesta por el antropólogo físico Arturo Romano La intención del tercer montaje –realizado en
(comunicación personal, otoño de 2001) basándose en el hecho de 1955 bajo la escalera del viejo Museo de Moneda, núm.
que durante la putrefacción del cuerpo existe una violenta irrup-
ción de gases y líquidos, que conlleva a la deformación del rostro del
13– era la de darle un aspecto más realista a la máscara,
individuo. pero se dejó de lado la valiosa información recabada en el

122
Figura 23 Figura 24
Fotografía del descubrimiento. Del lado izquierdo de la cabeza Dibujo elaborado por Hipólito Sánchez Vera durante la excava-
del individuo enterrado se encontraba una máscara antropo- ción del sarcófago en 1954 donde se ubica la posición precisa de
morfa formada por cientos de fragmentos de jade disociados y cada una de las teselas de la máscara.
una capa de fino estuco de color blanco.

momento de la excavación. Llama la atención, en primer 1964, realizada bajo su dirección y colocada en la réplica
lugar, la omisión de las características físicas que distin- del sarcófago del Museo Nacional de Antropología.
guen al arte maya y que son evidentes en las represen- Desde 1955, año en que se elaboró su montaje en
taciones palencanas y, en segundo término, que el ancho la ciudad de México, la pieza fue exhibida en la Sala Maya
total de la máscara (19 cm de ancho por 24 cm de largo) del Museo Nacional. En ese entonces, la superficie del mo-
era apenas el del rostro que debía cubrir. saico era más homogénea y el ensamble de algunas pie-
El resultado fue un semblante mucho más zas más adecuado –aunque no preciso–, así se aprecia en
geométrico, con una distancia interorbital adecuada, pero la primera publicación que se realizó con motivo de la in-
que muestra una incorrecta disposición de las piezas que auguración del Museo Nacional de Antropología (Bernal,
forman la esclerótica del ojo, con un desajuste general en- 1967). Sin embargo, según podemos advertir a través de
tre las teselas y con las orejas insinuadas por un conjunto otras imágenes difundidas en libros, revistas y catálogos,
de teselas sin orden preciso. La desafortunada ubicación la máscara sufrió modificaciones entre 1955 y 2001, de-
de gran parte de ellas dio lugar a una serie de faltantes rivadas seguramente de las intervenciones de conserva-
en el mosaico que fueron restituidos en su mayor parte ción que le fueron practicadas.
con una pasta hecha con cola como adhesivo y una carga Como consecuencia de la toma de fotografías a
pigmentada de color verde. lo largo de los años, el soporte de la máscara de Pakal el
Creemos que Ruz Lhuillier nunca estuvo realmen- Grande sufrió deformaciones. El calor generado por las
te conforme con este montaje, en ninguna de sus publi- fuentes de iluminación ocasionó el reblandecimiento de
caciones aparece la fotografía de la máscara con este as- las zonas de plastilina que tenía el soporte y, poco a poco,
pecto –ni siquiera en la de su gran trabajo monográfico esto llevó a la pérdida de los ejes horizontal y vertical que
sobre el Templo de las Inscripciones de 1973– ni fue ésta debían equilibrar el rostro, cambiando radicalmente las
la fisonomía que se recreó en la reproducción en pasta de facciones de la imagen del mosaico. Lo más grave, sin em-

123
Figuras 25a y 25b
Máscara de jade después de su restauración en 1954. Este montaje fue elaborado con el apoyo de Alberto García Maldonado.

bargo, ocurrió en una de aquellas ocasiones (a mediados se reconstruyó la pieza con yeso pintado de color verde”
de los años ochenta) cuando la temperatura llegó a ser tan (Lara Tamburino y Bali, s/f: 123).
alta que el estrato de plastilina se fundió. Algunas teselas Sabemos que en años recientes la pieza se tras-
se desprendieron del mosaico y simplemente fueron co- ladó –por lo menos en dos ocasiones– a la bodega de
lectadas y almacenadas en la bóveda del Museo, y otras Bienes Culturales de la Subdirección de Arqueología
fueron reintegradas al soporte. No obstante, al enfriarse la del Museo. La primera con motivo de la remodelación
plastilina, la grasa disgregada no se reincorporó a la ma- de la Sala Maya –que tuvo lugar en 1996– y la segunda
silla sino que quedó en la superficie y el material perdió durante la segunda parte del Proyecto de Reestructu-
sus cualidades plásticas, por lo que las teselas del mosaico ración del Museo, en el 2000. A principios de 2001, Mi-
quedaron mal adheridas y en riesgo de perderse en cual- chel Zabé realizó una serie de fotografías de la máscara
quier momento. Hoy podemos afirmar que las secuelas para la Editorial Raíces (figura 27). En ellas se pueden
del uso de potentes fuentes de iluminación fueron graves. detectar las piezas faltantes en los laterales, la pasta de
Otro incidente que también dejó huella en la más- resane sumamente craquelada, la barba desajustada y
cara fue su robo del Museo. El 25 diciembre de 1985, varios puntiaguda y, sobre todo, un alabeo generalizado de los
objetos del Museo Nacional de Antropología fueron sus- ejes horizontal y vertical.
traídos. La máscara y parte del ajuar de jade de Palenque Por lo demás, la pieza –que siempre ha estado ex-
estaban entre los objetos de la Sala Maya que formaron puesta en la Sala Maya del Museo Nacional de Antropo-
parte del botín. Las piezas se recuperaron meses después, logía– permaneció durante 40 años exhibida bajo ciertas
y a los pocos días de su regreso, varias de ellas fueron inter- condiciones museográficas que también contribuyeron a
venidas para ser exhibidas en la exposición “Herencia re- modificar la estabilidad del soporte cuyos materiales enve-
cuperada” (Lara Tamburino y Bali, s/f: 123). Dichos objetos jecieron y, al hacerlo, perdieron sus cualidades físicas. Por
sólo recibieron tratamientos de estabilización en espera más estables que hayan sido las características ambienta-
de tiempos mejores para su cabal restauración. La única les, los sistemas de iluminación y los cambios de tempera-
mención a este hecho, dice a la letra: “Para su exhibición, tura y de humedad relativa afectaron los materiales.

124
En septiembre de 2001, sin nosotras saberlo, ini-
ció la transformación de la máscara funeraria de Pakal
el Grande. En aquel momento, la máscara fue solicitada
por el Antiguo Colegio de San Ildefonso para ser exhibi-
da en la magna exposición “Descubridores del pasado en
Mesoamérica”, organizada como homenaje a connotados
arqueólogos por su labor en México.
Para ilustrar la importancia del Proyecto Palen-
que 1949-1958 y de su director, Alberto Ruz Lhuillier, la-
curadora de la muestra seleccionó como piezas clave en
el discurso museográfico, la máscara funeraria de PakaI II
y una de las cabezas modeladas en estuco que represen-
ta al soberano en la plenitud de su vida.19 La presencia de
ambas piezas en el Antiguo Colegio de San Ildefonso era
de primera importancia dado que la inauguración de la
exposición coincidía con el 50 aniversario del descubri-
miento del sepulcro. Con el fin de valorar la posibilidad
del préstamo temporal de la máscara, el arqueólogo Felipe
Solís Olguín, director del Museo Nacional de Antropolo-
gía, pidió al Departamento de Restauración un dictamen
del estado de conservación de la máscara. A partir de ese
momento, comenzó la gran transformación de la máscara
funeraria.

Figura 26
Cuadro al óleo realizado por Iker Larrauri en el que se recrea al
soberano en el momento de su entierro portando su máscara y
19
La curadora de la sección dedicada a Palenque fue la doctora Merce- el ajuar funerario íntegro. Actualmente, esta pieza forma parte
des de la Garza Camino. Para mayor información referirse a Garza del apoyo museográfico de la Sala Maya del Museo Nacional de
Camino (2001). Antropología, INAH.

125
Figura 27
Fotografía de la máscara de Pakal antes de la restauración integral.

126
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129
Misterios de
un rostro maya
La máscara funeraria de K’inich
Janaab’ Pakal de Palenque
Laura Filloy Nadal
Coordinadora
Misterios
de un rostro
maya
La máscara funeraria de K’inich
Janaab’ Pakal de Palenque
4
Misterios
de un rostro
maya
La máscara funeraria de K’inich
Janaab’ Pakal de Palenque

Laura Filloy Nadal


Coordinadora

5
Legal

6
Contenido

11 Presentación

Introducción

15 El enigma de un rostro de piedra.


Historia en cuatro episodios y un epílogo
Laura Filloy Nadal

Palenque y el Templo de las Inscripciones

25 “La pirámide-tumba de Palenque”


Alberto Ruz Lhuillier

37 Comentarios a “La pirámide-tumba de Palenque”,


de Alberto Ruz Lhuillier
Alejandro Martínez Muriel

43 Arqueología e interpretación del Templo de las Inscripciones


de Palenque, 1922-2005
David Stuart y George Stuart

7
K’inich Janaab’ Pakal

71 Biografía de K’inich Janaab’ Pakal


Simon Martin

91 K’inich Janaab’ Pakal se vuelve ancestro.


Muerte, sepultura y conmemoración del gobernante palencano
Vera Tiesler y Andrea Cucina

99 Estudios antropométricos de los restos esqueléticos de K’inich


Janaab’ Pakal y de sus imágenes en estuco
Arturo Romano Pacheco y Josefina Bautista Martínez

La máscara funeraria de K’inich Janaab’


Pakal
109 El rostro eterno de K’inich Janaab’ Pakal. La máscara funeraria
Laura Filloy Nadal y Sofía Martínez del Campo Lanz

131 Caracterización de los compuestos de la jadeíta mesoamericana:


breve revisión a partir de los resultados obtenidos durante
el estudio de la máscara de K’inich Janaab’ Pakal
Hector Neff, Brigitte Kovacevich y Ronald L. Bishop

139 La mineralogía de la piedra verde


Jasinto Robles Camacho, Ricardo Sánchez Hernández y Margarita
Reyes Salas

145 La madreperla de los ojos


Adrián Velásquez, Belem Zúñiga y Norma Valentín

8
151 La obsidiana de los ojos
Alejandro Pastrana

155 El adhesivo y el material de reparación de la máscara


David F. Maynard y Frances F. Berdan

El último retrato de K’inich Janaab’ Pakal

165 Validez de la intervención desde el punto de vista de la teoría


de la restauración
Jaime Cama Villafranca

173 El último retrato de K’inich Janaab’ Pakal en la restauración


de su máscara funeraria
Sofía Martínez del Campo Lanz y Laura Filloy Nadal

197 Misterios y elocuencias: los rostros de K’inich Janaab’ Pakal


Beatriz de la Fuente

213 Una experiencia museográfica: K’inich Janaab’ Pakal


Patricia Real

9
Misterios de un Rostro Maya,
se terminó de imprimir en de 2010
en los talleres de México D.F.

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