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A mas fuerza mas verde el planeta

En las tierras altas de un pequeño pueblo, donde los cultivos


crecían con esfuerzo y las tradiciones eran parte integral de la
vida cotidiana, vivía un hombre llamado Martín. Martín era un
agricultor que se levantaba antes del amanecer y trabajaba
incansablemente en su tierra, respetando las prácticas que sus
antepasados le habían enseñado.

Un día, mientras Martín trabajaba en sus campos, notó un ser


misterioso entre las sombras de los árboles cercanos. Era un
humano de Arguedas, una criatura legendaria que decían que
podía comunicarse con la naturaleza y los animales. La figura
se acercó a Martín con una sonrisa amable y comenzaron a
conversar.

El humano de Arguedas, cuyo nombre era Lautaro, compartió


historias de tiempos pasados cuando los hombres y los
humanos vivían en armonía, compartiendo sabiduría y respeto
por la tierra. Martín quedó fascinado por las historias y la
conexión que Lautaro tenía con la naturaleza. A medida que
pasaban los días, Martín y Lautaro pasaban tiempo juntos,
intercambiando conocimientos y experiencias.

Lautaro le enseñó a Martín formas de cultivar en armonía con la


tierra, utilizando métodos tradicionales y respetuosos con el
entorno. A cambio, Martín compartió sus habilidades en el
cultivo y las prácticas agrícolas modernas que había aprendido.
Juntos, crearon un equilibrio entre el conocimiento ancestral y
las innovaciones contemporáneas.

La noticia de la amistad entre Martín y el humano de Arguedas


se extendió por el pueblo. La gente comenzó a ver los
resultados positivos de su colaboración en los campos y en la
comunidad en general. La relación armoniosa entre el hombre y
el humano de Arguedas se convirtió en un ejemplo de cómo las
diferentes perspectivas podían enriquecer la vida de todos.

A medida que las estaciones pasaban y los cultivos


prosperaban, el pueblo se transformó en un lugar donde la
naturaleza y la cultura coexistían en perfecta sincronía. La
relación entre Martín y Lautaro inspiró a otros a buscar la
armonía en sus propias vidas y a valorar tanto las tradiciones
arraigadas como las nuevas ideas.

Con el tiempo, Martín envejeció y Lautaro desapareció tan


misteriosamente como había llegado. Sin embargo, su legado de
colaboración y respeto perduró en el corazón del pueblo. La
relación armoniosa entre el hombre y el humano de Arguedas se
convirtió en una historia que se contaba de generación en
generación, recordando la importancia de trabajar juntos para
cuidar de la tierra y mantener viva la sabiduría de los
antepasados.

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