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Cómo los Viajes de Pablo dieron forma a la Iglesia tal como la conocemos.

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Muchos dicen que Pablo es el fundador del modelo de cristianismo que continúa hasta hoy. Sus viajes son
el verdadero taller en el que este artesano desarrolla su obra. Por eso es tan importante conocer la epopeya
de los viajes de San Pablo y apreciar el aprendizaje que fue adquiriendo, cómo el Espíritu Santo lo fue
capacitando y dirigiendo en su misión; estos probablemente sean los episodios terrenales más
trascendentes del cristianismo, luego del pentecostés.
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Así se despide San Pablo de los Filipenses antes de terminar su viaje terrenal en Roma. Pero, ¿por qué?
¿Qué experiencias vivió Pablo para exclamar estas palabras? Es más, ¿cómo estas experiencias lo
hicieron merecedor del miedo del propio emperador y de su posterior martirio? ¿Cómo sus experiencias
fueron dando forma al cristianismo?

Apóstol de los gentiles elegido por el Espíritu Santo

Pablo, apóstol de los gentiles, es un título hermoso, pero no llega a reflejar plenamente lo que en realidad
esto significa.

Saulo de Tarso nació y fue criado como israelita, pero en lo que se conocía como la diáspora, es decir, en
una comunidad judía fuera de tierra santa. Fue alumno también del maestro judío Gamaliel, el más
famoso de su época. Saulo siempre sobresalió por su profunda entrega a la ley y pronto se convirtió en un
perseguidor de cristianos, el libro de Hechos de los Apóstoles lo presenta como uno de los que estuvo
presente en el martirio de Esteban, primer mártir de la Iglesia. Esta escena y la aparición que tuvo de
Nuestro Señor Jesús cuando se dirigía a Damasco, marcaron más tarde el ministerio de Pablo de manera
trascendente.

El camino a Damasco no lo llevó sólo a Damasco sino al encuentro con Cristo. Y gracias a este encuentro,
los gentiles (nosotros) hemos conocido el anuncio del Evangelio de Cristo.

En la Biblia aparece que Pablo y Bernabé son elegidos por el mismo Espíritu para llevar a cabo el anuncio
entre los gentiles; pero en realidad fue Pablo quien llevó la carga grande de tal operación.

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Pablo abre el mensaje de Cristo al mundo

Por escrito o por peregrinación como misionero, desde Atenas hasta Corinto, pasando por Antioquía y
Éfeso, Pablo pasó un tiempo en la mayoría de las ciudades que formaban el mundo conocido durante su
tiempo. Como está escrito en Hechos 22:21, Pablo fue el misionero seleccionado por Dios para difundir el
Evangelio a lo largo de lo que en ese momento se consideraba el «mundo entero»; de esta manera
inaugura, o participa en la inauguración, del nuevo pueblo de Dios, o sea nosotros, los judíos y no judíos,
sin distinción.

En su peregrinaje, San Pablo va abriendo camino, puertas y corazones para la causa del Evangelio.
Debemos tanto a Pablo y sus viajes, que casi podríamos afirmar que de no ser por él no estaríamos
compartiendo estas palabras casi dos mil años después. Fue tan pródigo en sus pasos, que al día de hoy es
muy difícil concretar en un solo mapa todos los recorridos que Pablo tuvo en su vida apostólica; existen
pistas históricas y bíblicas de su peregrinaje, pero parecería que la bitácora de su viaje quedó oculta sólo
para que nos pudiéramos imaginar el alcance de su obra con mayor admiración.

Se entregó tanto y tan de lleno a la evangelización que sus contemporáneos empezaron a llamarle “El otro
Cristo”, este era un título que el mismo Pablo no rehusaba, pero del cual tampoco sacaba provecho. De
hecho llegó a escribir: “Ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Galatas 2: 20), para
confirmar que había tratado de configurarse plenamente en Cristo Jesús, de tal manera que Cristo fuera
quien actuara en él.

¿Cuántos viajes?

Pablo pasaría la mitad de su vida, unos 30 años, navegando la cuenca del Mar Mediterráneo o
peregrinando a pie, para visitar las principales ciudades del vasto Imperio Romano (inclusive a la misma
Roma, donde posteriormente sufriría martirio). Pablo recorrió evangelizando las ciudades que encontraba
a su paso, con esto se ganaba adeptos para Cristo y la atención del imperio romano.

Los expertos no logran determinar una lista exacta de lugares que visitó San Pablo durante su vida. Lo
cierto es que durante los tres viajes descritos en Hechos 13-14, 15-18 y 18-20, visitó muchas ciudades
históricas que se consideran la columna vertebral de la civilización occidental. Sin embargo, existe una
especie de consenso sobre cuántos grandes viajes realizó en su labor evangelizadora y los expertos no
dudan que tres fueron los viajes misioneros que emprendió, mas un cuarto y último que abarca desde su
apresamiento en Jerusalén hasta su presencia en Roma en calidad de preso.

El primer viaje misionero (Hechos 13-14)


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Lo que se considera el «primer viaje» de Pablo comenzó en el año 45 y terminó en el 49 dC.
El libro de Hechos de los Apóstoles, en sus capítulos 13 y 14, nos presenta a Pablo partiendo desde
Antioquía hacia Seleucia, para partir luego hasta Chipre haciendo muchas visitas en ciudades de Asia
Menor; regresa nuevamente hasta Antioquía sobre sus pasos, evangelizando nuevamente sobre las
ciudades que él mismo había visitado, y abonando y reforzando la conversión de cada vez más numerosos
adeptos cristianos.

Nos encontramos en este episodio con el modelo estándar de predicación paulina. Primero se anuncia el
evangelio a los judíos, los primeros en el orden de prelación del anuncio, porque Pablo, además de recto,
era muy metódico; incluso en la forma de escribir sus cartas podemos descubrir a un hombre que pensaba
muy bien cada elemento que presentaba en su prédica, y siempre estaba en busca de la mejor manera de
llevarlo a los oídos de los hermanos.

En segundo lugar, debemos mencionar el boicot que hizo la comunidad judía durante este viaje de Pablo.
Viendo florecer la obra del Señor en Pablo, ellos intentan aplacarla, pero sin mayor éxito. Se ve forzado a
salir de Chipre debido a que la conspiración de los judíos había causado que algunos gentiles quisieran
tomar la vida de Pablo (matarlo). Aquí aparece la figura de Juan Marcos, otro discípulo que le acompañó
en la peregrinación, que una vez llegados a Perge se separa de Pablo y Bernabé con dirección a Jerusalén.

Hubo muchos milagros, tumultos y persecuciones. Un hombre inválido de nacimiento que escuchaba el
anuncio de Pablo es curado, gracias a su fe y a la obra del Espíritu Santo; esto causó gran impresión en
los paganos, quienes llegaron a pensar que Pablo y Bernabé eran una especie de divinidades. Para para
aclarar tal enredo los apóstoles intentaron evangelizar a los paganos, pero fueron impedidos por judíos
llegados desde Antioquía para provocar confusión, lo que finaliza con el escape de los evangelizadores.

Estos acontecimientos empezarían a moldear el carácter de Pablo, pues entenderá de entrada que la tarea
que le ha presentado el Señor no es para nada sencilla. Algunas de las cosas vividas en estas primeras
circunstancias misioneras seguro las recordó Pablo cuando escribió lo siguiente hacia el final de su vida
(Dp. 6).

El segundo viaje misionero (Hechos 15:36-18:22)


(Dp. 7)
El segundo viaje de Pablo comenzó en el año 49 y terminó en 52 dC. Una vez más vemos a Pablo
enfrentando dificultades, pero esta vez dentro de su mismo grupo de colaboradores.

El equipo misionero enfrenta división respecto al tema de la compañía en este viaje de Juan Marcos, el
mismo que les había acompañado en el viaje anterior, y terminan por coincidir en que deben partir en
pares para evangelizar por zonas distintas. Es así como Bernabé parte con Juan Marcos, quien con el
tiempo y según la tradición, escribiría el evangelio que lleva el nombre de Marcos; y Pablo parte con
Silas, gran apoyo en su labor misionera.

En este segundo viaje vemos a los apóstoles fortaleciendo la fe de las comunidades que ya habían sido
evangelizadas: Antioquía, Cilicia, Listra, Liconia, Frigia, Galacia (comunidad a la que Pablo le dirige la
epístola de los gálatas), Misia, Macedonia, Acaya, Samaria, Jerusalén para concluir nuevamente en
Antioquía.

En Listra tiene lugar un hecho que marcaría mucho a Pablo. Ahí conoce a Timoteo, quien al parecer
captura toda la atención del misionero por su piedad y su entrega, tanto así que lo lleva consigo en su
misión y lo vuelve uno de sus discípulos, tal vez el más preciado. De hecho, antes de morir Pablo le dirige
dos epístolas, dándole un último adiós y entregándoles unas últimas instrucciones.

El libro de los hechos de los apóstoles insiste en la unidad de la Iglesia cuando habla al respecto de este
viaje, que a pesar de estar dispersa geográficamente actúa con un solo Espíritu, en el amor de Cristo. Al
respecto, San Pablo escribiría a la comunidad de Galacia (Dp. 8).

El tercer viaje misionero (Hechos 18:23 – 20:38)


(Dp. 9)
El tercer viaje de Pablo tuvo lugar entre los años 52 y 57 de la era cristiana. El libro de Hechos de los
Apóstoles muestra en el capítulo 18 un comentario sobre este viaje.

Pablo, Timoteo y otros más emprenden una peregrinación que los llevaría desde Antioquía a evangelizar
las comunidades que ya habían establecido en sus viajes anteriores. Entonces Lucas nos cuenta un
episodio sobre un tal Apolo, que pudiera ser un predicador ambulante de los muchos existentes en los
primeros tiempos de cristianismo. Un matrimonio de curtidores amigos de Pablo toma bajo su protección
al predicador itinerante, ayudándole a completar su corta formación doctrinal. Una vez instruido Apolo se
dirige a Acaya donde servirá de gran ayuda en la defensa y mantenimiento del anuncio del evangelio.

Más tarde Pablo, entendiendo que podría haber más discípulos como Apolo, escribe a los filipenses (Dp.
10).

Durante este último viaje misionero Pablo predicó fervientemente en Asia Menor, y El Señor confirmó su
mensaje con milagros. Hechos 20:7-12 nos cuenta de Pablo en Troas predicando un sermón
excepcionalmente largo, y un joven que estaba sentado en un tercer piso se quedó dormido y cayó por la
ventana; fue dado por muerto, pero Pablo lo revivió.

Tambien se nos narra cómo los nuevos creyentes de Efeso que habían estado anteriormente involucrados
con el ocultismo, quemaron sus libros de magia. Por otra parte, los que fabricaban ídolos, no estaban
contentos con sus pérdidas en el negocio debido a este verdadero Dios y a Su Hijo; un platero llamado
Demetrio, comenzó una revuelta en toda la ciudad, alabando a su diosa Diana. Las pruebas siempre
perseguían a Pablo, pero al fin y al cabo la persecución y la oposición fortaleció a los verdaderos
cristianos quienes propagaron el Evangelio.

Al final del tercer viaje misionero de Pablo, él sabía que pronto sería encarcelado y probablemente lo
matarían. Sus palabras finales a la iglesia de Efeso, muestran su devoción a Cristo (Dp. 11).
El cuarto viaje (Hechos 21-28)
(Dp. 12)
Este viaje Pablo lo realiza entre los años 63 y 67 de nuestra era. Es una larga y dura travesía que abarca
desde su apresamiento en Jerusalén hasta su presencia en Roma, y finaliza con su martirio a manos de
Nerón, quien lo apresó y torturó antes de entregarlo a su viaje a la patria celestial.

Sugiere la tradición que Lucas habría acompañado a Pablo en estos últimos años, y este habría puesto por
escrito muchos de los pasajes de Hechos de los Apóstoles sobre sus viajes. También saldrían algunas
epístolas finales desde esta compañía, como la segunda carta a Timoteo.

Durante este viaje Pablo tiene la oportunidad de ver a algunos hermanos en Sidón, siendo atendido por
ellos. Desembarcan en Mira y luego en Creta de camino a Roma, avanzando a través de Fenicia, Siracusa
y finalmente llegan a Roma. En la capital romana es recibido con alegría por la comunidad cristiana que
ahí vivía, aunque muy probablemente este recibimiento no se haya manifestado públicamente debido a
que ser cristiano era causa de muerte en la capital del imperio romano.

La situación del arresto del Apóstol entraña una cierta curiosidad: No vivió encarcelado, sino que se
encontraba vigilado en una casa particular por un custodio; Pablo gozaba de cierta autonomía para
realizar sus tareas pastorales, pero sus libertades estaban limitadas.

De lo que no hay duda es que Pablo vivía en una agonía intensa los últimos años de su vida. Escribiendo a
Timoteo en su ya citada carta testamento, dice (Dp. 13).

Conclusión

Es difícil no ser inspirado por la vida de Pablo, la cual entregó plenamente al ministerio.

Hasta nuestros días seguimos hablando de su predicación; ese era precisamente el propósito de los viajes
misioneros de Pablo: proclamar la gracia de Dios en el perdón de los pecados a través de Cristo. Dios usó
el ministerio de Pablo para llevar el Evangelio a los gentiles y establecer la iglesia. Sus cartas a las
iglesias, registradas en el Nuevo Testamento, aún mantienen la vida y la doctrina de la iglesia. Y aunque
él sacrificó todo, los viajes misioneros de Pablo valieron la pena (Dp. 14).

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