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LA COMPRAVENTA INTERNACIONAL
Bogotá D.C
Contenido
INTRODUCCIÓN ......................................................................................................... 3
CONCLUSIONES ....................................................................................................... 21
REFERENCIAS ........................................................................................................... 22
INTRODUCCIÓN
El Reglamento De Roma
El Instituto de Roma para la Unificación del Derecho Privado, más conocido como
UNIDROIT, comenzó sus trabajos relativos a la unificación de las reglas materiales o
sustantivas del contrato de compraventa internacional en 1930.
El RR-I establece una conexión de normas relacionadas con la subsidiariedad donde
la autonomía de las partes contratantes es el eje principal, y sólo en ausencia del ejercicio de
dicha autonomía de la voluntad, la ley del contrato se determina conforme a criterios
objetivos que pretenden responder a razones derivadas del principio de proximidad, como lo
expreso Cuatrecasas en 2011.
En este encontramos unas reglas generales que son: la autonomía de la voluntad en el
primer lugar en la jerarquía de conexiones y la ley aplicable en defecto de elección; y unas
reglas especiales como lo son: los contratos de transporte, los contratos de seguros y los
contratos individuales de trabajo.
El proceso de integración europea comienza con la firma del Tratado de Paris de 1951,
que dio origen a la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA). El propósito central
de esta comunidad fue crear un ambiente de confianza entre Alemania y Francia, países
enfrentados en la Primera y Segunda Guerra Mundial. De esta manera, se pretendía encontrar
la forma de generar una dependencia mutua entre estos dos países en torno a recursos que era
de vital importancia para la reconstrucción económica de los mismos, evitándose así, el
desarrollo de una Tercera Guerra Mundial. A partir de este momento, se produce la firma y
puesta en marcha de diferentes de tratados como los Tratados de Roma (1957), el Acta Única
Europea (1986), el Tratado de Maastricht (1992), el Tratado de Ámsterdam (1997), Tratado de
Niza (2001) y el Tratado de Lisboa (2007).
Teniendo en cuenta lo anterior, se podría plantear la pregunta de ¿por qué el Tratado de
Maastricht firmado en 1992, puede ser considerado el tratado más importante dentro de la
evolución de la integración europea? En este sentido, se argumenta que el Tratado de
Maastricht es el más importante porque constituye un punto de inflexión, ya que da inicio a un
intento de integración política, refuerza la integración económica e implanta el primer
mecanismo de flexibilidad: la Cláusula de Exención.
El Tratado de Maastricht tuvo grandes repercusiones en el ámbito político, ya que
permitió darle a la Comunidad Europea el nombre de Unión Europea, lo que suponía un mayor
compromiso por parte de los Estados Miembro con la integración y cooperación en otros temas
distintos a los económicos. Así pues, este tratado establece tres pilares: el de las Comunidades
Europeas, el de Política Exterior y Seguridad Común y el de Cooperación Judicial y en Asuntos
del Interior. Además, cabe decir que, como lo señala Rogobete (2001), sobre estos pilares se
encuentra fundamentada la Unión Europea en la actualidad.
El primer pilar hace referencia a la necesidad de darle a la UE una mayor legitimidad y
poder. En cuanto a la legitimidad, se debe indicar que en este pilar se introdujo la noción de
ciudadanía, que tiene efectos más tangibles al darle a los ciudadanos “el derecho de voto en las
elecciones europeas y municipales para todos los ciudadanos de la UE independientemente del
Estado miembro donde residan” (Morata, 1998, pág. 60). Adicionalmente, se debe aludir a la
importancia que adquirió el Parlamento Europeo (PE) para la toma de decisiones al instituirse
el procedimiento de codecisión1. A través de éste la decisión del PE se volvió obligatoria en el
proceso legislativo. En cuanto al poder, el Tratado de Maastricht instauró el llamado Principio
de Subsidiariedad que contempla que “la Comunidad solo interviene cuando los objetivos
previstos no pueden ser conseguidos de forma eficaz por los Estados miembros” (Morata, 1998,
pág. 61). La discusión de este principio en Maastricht es fundamental, puesto que da paso a
que este tema sea profundizado, más adelante, en el Tratado de Lisboa, que delimitaría las
competencias exclusivas de la UE que incluyen “las normas de competencia, la política
monetaria de la zona del euro y la política comercial común” (Unión Europea, 2010).
El segundo pilar, se refiere a la “necesidad de una voz unificada de la UE en asuntos
externos y temas de seguridad. Esta se llamó Política Exterior y de Seguridad Común (PESC)”
(Rogobete, 2011). Esta política no pudo ser desarrollada a cabalidad, ya que las decisiones en
este asunto debían ser tomadas por unanimidad y los Estados seguían considerando la política
exterior y la seguridad como temas de especial sensibilidad para su soberanía. No obstante, se
acordó un sistema de información y comunicación, no obligatorio, de sus decisiones y
posiciones en dichos temas. Lo anterior, permitió que en el Tratado de Ámsterdam se acordara
la creación de la figura del Alto Representante de la PESC, que después con el Tratado de
Lisboa se llamaría Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de
1
“El procedimiento legislativo ordinario da el mismo peso al Parlamento y al Consejo en muy diversos
ámbitos (por ejemplo, gobernanza económica, inmigración, energía, transporte, medio ambiente o protección del
consumidor). La gran mayoría de las leyes europeas son adoptadas conjuntamente por el Parlamento Europeo y
el Consejo” (Parlamento Europeo, 2014).
Seguridad. De esta manera, con Lisboa, la UE adquirió la capacidad para suscribir tratados y
tener embajadas en el mundo con un respectivo cuerpo diplomático.
El pilar de Cooperación Judicial y en Asuntos del Interior (CJAI) examinó “asuntos
como migración, asilo político, control de fronteras externas y cooperación policial en la lucha
contra las drogas y el fraude, y cooperación judicial en asuntos criminales y civiles” (Rogobete,
2011). Este pilar surge como resultado de las posibles amenazas que puede traer consigo el
libre tránsito de personas que supone el Mercado Común. Es así como surge la necesidad de
generar una cooperación policial entre los países de la UE que permita monitorear la
movilización de criminales de un país a otro. Por este motivo, se crea la Agencia Europol que
“proporciona una plataforma de cooperación para las fuerzas y cuerpos de seguridad de los
países de la UE. Colaboran para identificar y rastrear las redes de delincuencia y terrorismo
más peligrosas de Europa” (Unión Europea, 2013).
Frente a lo anterior, se puede deducir que el Tratado de Maastricht permitió que se
discutiera y se cooperara en temas distintos al campo económico. En este sentido, Maastricht
se establece como punto de inflexión en la integración política europea, pues da pie a que,
posteriormente, se avance en dichos temas en los tratados futuros de la UE, dando como
resultado el estado actual de la organización.
Dentro de este contexto, se puede afirmar que el Tratado de Maastricht fortalece el
proceso de integración económica comenzado en la CECA, en tanto proponía una hoja de ruta
para instaurar una Unión Monetaria Europea (UME) que complementaba el Mercado común,
constituido en los Tratados de Roma de 1957 (Unión Europea, 2014). Esta iniciativa, tal como
lo enuncia Andrei Rogobete (2011), fue propuesta por Jacques Delors en el Reporte Delors de
1989 que enunciaba tres fases de integración económica y ofrecía una guía para la UME:
la primera fase incluía el libre movimiento de capital entre los Estados Miembro,
una mayor coordinación de las políticas económicas y cooperación entre los bancos
centrales; la segunda fase aseguraba la convergencia de las políticas monetarias y
económicas; y la tercera fase introducía una única moneda y establecía el Banco Central
Europeo (BCE) (Rogobete, 2011).
La coordinación de las políticas macroeconómicas de los Estados miembro y la futura
implementación de una moneda común, para los países que decidieron participar en esta nueva
etapa de integración, trajo como consecuencia uno de los mayores logros en la historia de la
Unión Europea (UE), es decir, el posicionamiento de la misma como un actor preponderante
en la economía mundial. Esto se evidencia en que, para el 2011, la economía de la UE, medida
en términos de producción de bienes y servicios (PIB), es mayor que la de Estados Unidos y
su comercio con el resto del mundo representa aproximadamente un 20% de las importaciones
y exportaciones, seguida por países como Estados Unidos y China (Unión Europea, 2014).
En tercera instancia, cabe mencionar que el Tratado de Maastricht incluye el primer
mecanismo de flexibilidad, la denominada Cláusula de Exención que “corresponde a una
exención concedida a un país que no desea sumarse a los demás Estados miembros en un
ámbito particular de la cooperación comunitaria, con el fin de impedir un bloqueo general”
(Unión Europea, s.f). Por medio de este mecanismo, se posibilita el avance en la integración,
en tanto permite que países que tengan una posición contraria al respecto puedan abstenerse de
participar en dichos procesos. Esto se ejemplifica en que “el Reino Unido no ha querido
participar en la tercera fase de la unión económica y monetaria (UEM), y se han concedido
cláusulas similares a Dinamarca sobre la UEM, la defensa y la ciudadanía europea” (Unión
Europea, s.f). De este modo la Cláusula de Exención permitió que se profundizara
posteriormente ámbitos de integración planteados inicialmente en Maastricht. Sumado a lo
anterior, esta cláusula incentivó la creación de nuevos mecanismos de flexibilidad para agilizar
y facilitar el proceso de integración.
A lo sumo. se puede argüir que el Tratado de Maastricht es considerado el tratado más
importante durante el proceso de integración de la Unión Europea porque: primero, puso de
presente nuevos ámbitos de cooperación consignados en los tres pilares de este tratado, que
son la base de la construcción actual de la UE, y que plantearían una integración política
desarrollada en tratados posteriores; segundo, Maastricht amplió la integración económica a
una unión monetaria; y tercero, la Cláusula de Exención fue adoptada en este tratado como el
primer mecanismo de flexibilidad que evitó el bloqueo de Gran Bretaña y Dinamarca en temas
como la UME, la defensa y la ciudadanía europea.
Por esta razón, se considera fundamental la integración económica en el marco de la
vigencia del Tratado de Maastricht en razón, entre otras cosas, en el avance del
perfeccionamiento de los contratos de compraventa internacional con la flexibilización los
procesos del negocio jurídico, eliminando las barreras y limitantes propias de cada Estado.
De esta manera, se vislumbra un escenario de un mundo cada vez más globalizado e
interconectado para lograr la celebración de negocios jurídicos, no solo a nivel europeo, sino
en el ámbito internacional. Lo anterior se ve evidenciado en los contratos de compraventa de
los diferentes actores del sistema económico global como las grandes empresas
transnacionales, organizaciones internacionales, que no solo se rigen bajo este marco, sino
también bajo la evolución de lo consignado en el Convenio de Viena de 1980.
de mercancías permitiendo su
almacenamiento y circulación
cláusulas que decidan incluir en el contrato”. (Morales, 2016). Como igualmente lo expresa
este autor:
“La Convención de las Naciones Unidas sobre el Contrato de Compraventa
Internacional de Mercaderías (CISG) nace la Convención de las Naciones Unidas
sobre el Contrato de Compraventa Internacional de Mercaderías (Viena, 1980) con
la finalidad de prever un régimen moderno, uniforme y equitativo para los contratos
de compraventa internacional entre empresas o particulares domiciliados en Estados
Contratantes o cuando en virtud de las reglas de derecho internacional privado deba
aplicarse la ley de un determinado Estado Contratante, contribuyendo notablemente
a dar seguridad jurídica a los intercambios comerciales y a reducir los gastos de las
operaciones”.
inspiración para muchas leyes regionales y nacionales. La CIM, que regula tanto la formación
del contrato como las obligaciones de las partes, equilibra cuidadosamente los intereses del
En el Código de Comercio, en el artículo 1328, dispone: Para todos los efectos, los
contratos de agencia comercial que se ejecuten en el territorio nacional quedan sujetos a las
leyes colombianas. Toda estipulación en contrario se tendrá por no escrita.
En efecto, la regla de conflicto colombiana, al ser unilateral, no resulta adecuada para
los procesos de internacionalización de la economía actualmente vigentes en el mundo, toda
vez que, en el Derecho Internacional Privado moderno se admite como regla general para la
determinación de la ley aplicable a los contratos internacionales a la autonomía de la
voluntad, en un doble alcance: material y conflictual (Miguel Asensio, 2011) Según la
autonomía material, las partes pueden determinar el contenido del contrato, ante lo cual habrá
que reconocer la naturaleza supletiva de las normas legales respectivas, salvo los límites
impuestos por las leyes imperativas. Según la autonomía conflictual, las partes pueden
escoger la ley que regirá el contrato.
Sin embargo, cabe resaltar que, en Colombia se encuentran vigentes las reglas
contenidas en la Convención de Naciones Unidas sobre Contratos de Compraventa
Internacional de Mercaderías adoptada en Colombia por Ley 518 de 1999 y que se
encuentran en vigor desde el 1 de agosto del 2002. Adicionalmente, cabe destacar una
reciente sentencia de la Corte Suprema de Justicia colombiana, que se ha pronunciado
favorablemente a la posibilidad de las partes de pactar como ley del contrato a los Principios
de Unidroit, además de la posibilidad de acudir a ellos para interpretar la ley nacional (Corte
Suprema de Justicia, 2012).
Los principios UNIDROIT sobre los Contratos Comerciales Internacionales
(2004), buscan dar solución a algunos de esos problemas de interpretación, y en específico
los artículos 4.1, 4.2 y 4.3 invitan a descifrar la intención expresada de las partes, para luego
acudir a criterios externos como a la figura del hombre razonable, las negociaciones previas
de las partes, las prácticas establecidas entre sí, los actos realizados con posterioridad al
contrato, la naturaleza y finalidad del contrato, el significado otorgado en el ramo comercial,
y los usos (Oviedo Albán, 2012):
“Art. 4.1. (1) El contrato debe interpretarse conforme a la intención común de las
partes. (2) Si dicha intención no puede establecerse, el contrato se interpretará conforme al
significado que le habrían dado en circunstancias similares personas razonables de la misma
condición que las partes. Art. 4.2. (1) Las declaraciones y otros actos de una parte se
interpretarán conforme a la intención de esa parte, siempre que la otra parte la haya conocido
o no la haya podido ignorar. (2) Si el parágrafo precedente no es aplicable, tales
declaraciones y actos deberán inter- prestarse conforme al significado que le hubiera
atribuido en circunstancias similares una persona razonable de la misma condición que la otra
parte” (principios UNIDROIT sobre los Contratos Comerciales Internacionales, 2004)
Como ya se ha mencionado, la realidad del comercio internacional del mercado ha
evolucionado paralelamente con las prácticas del derecho tributario y, en ese sentido, ha
traído consecuencias jurídicas consistentes fundamentalmente en un intento por armonizar y
unificar los instrumentos regulatorios. De modo que, la armonización es un objetivo que han
perseguido varias instituciones intergubernamentales y gremiales, tales como la Comisión de
las Naciones Unidas para el Derecho Comercial Internacional (Uncitral) y la Cámara de
Comercio Internacional de París (CCI). Como bien se indica en el preámbulo de la guía
publicada en el año 2010 por la Cámara de Comercio Internacional, los Incoterms,
herramienta fundamental del derecho comercial internacional, “son reglas sobre el uso de
términos comerciales nacionales e internacionales, que facilitan la gestión de los negocios
globales” (Los Incoterms en Colombia y sus efectos tributarios, 2015). Por tratarse de reglas
que buscan ofrecer claridad sobre las obligaciones de las partes y reducir la incertidumbre
jurídica, cada Incoterm busca regular una situación distinta en términos de costos y riesgos
por la entrega de mercancías entre una empresa vendedora y una compradora
Bajo esta perspectiva, es indispensable señalar que de conformidad con la regulación
adoptada en Colombia y dentro del margen de acción estipulado en el artículo 8º del Acuerdo
de Valoración del GATT, el Incoterm que acuerden las partes resulta determinante no solo
para efectos de establecer las obligaciones correspondientes, sino también, porque en
Colombia de ello se derivan implicaciones fiscales, aduaneras y cambiarias, tanto formales
como sustanciales, todo con el fin de encontrar una regulación sustancial a los contratos
internacionales, a efectos de reducir los problemas derivados del Derecho Internacional
Privado (Los Incoterms en Colombia y sus efectos tributarios, 2015).
Finalmente, no obstante que Colombia ha adoptado instrumentos de Derecho
uniforme, estos no han tenido la aceptación e impacto que en otros países de la región se ha
logrado, se puede evidenciar que, se sigue favoreciendo la aplicación de normas nacionales
por aplicación del artículo 869 del Código de Comercio.
CONCLUSIONES
REFERENCIAS