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LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL INDIVIDUO

Una introducción al pensamiento de Durkheim

José María Serbia

1. Introducción

En el presente trabajo se abordan los conceptos centrales de Émile Durkheim, pilar ineludible del pensamiento
sociológico, inicialmente describiremos su propuesta metodológica y posteriormente su planteo sociológico.
Durkheim nació en Epinal, Francia en 1858 y murió en Paris en 1917 (durante la Primera Guerra Mundial). Fue
criado en un hogar judío ortodoxo, logró su ingreso a la Escuela Normal Superior de Paris (École Normale
Supérieure), uno de los centros educativos más prestigiosos de Francia. Se dedicó al estudio de la filosofía moral y
de las ciencias sociales. Fue nombrado profesor de pedagogía y de sociología de la Universidad de Burdeos y de La
Sorbona de Paris, comienza con sus enseñanzas en sociología, siendo el primero en enseñar esta ciencia en Francia.
Sus principales obras son La División del Trabajo Social (1893), Las Reglas del Método Sociológico (1895), El Suicidio
(1897) y Las Formas Elementales de la Vida Religiosa (1912). Contemporáneo de Max Weber su mirada sociológica
difiere de éste, fortaleciendo la existencia de uno de los paradigmas clásicos (al igual que ocurre con Marx y Weber)
de las ciencias sociales. Su postura es central dentro de lo que se llama la perspectiva o paradigma positivista.El
positivismo plantea el estudio de la sociedad considerada como una totalidad a la que debe abordarse con el
método científico de las ciencias naturales (con un enfoque metodológico cuantitativo) como herramienta y la
objetividad científica como exigencia. 82 Muchas de sus consideraciones metodológicas y sociológicas son el
resultado de la influencia de Saint Simón (Zeitlin, 2001), quien sienta las bases del pensamiento positivo para
estudiar lo social. Tanto Marx como Durkheim plantean que la vida social se explica en su devenir por causas que
van más allá de la conciencia y de la voluntad individual, en el caso de este último, por la forma en que se vinculan
los individuos a partir de una determinada estructura social que los moldea. En su propuesta metodológica
Durkheim afirma que lo social sólo se explica por lo social, a través de una postura objetivista (seleccionando las
manifestaciones objetivas, exteriores y observables de los fenómenos sociales, descartando la interioridad de la
subjetividad) a partir del empleo de las herramientas investigativas ya probadas por las ciencias de la naturaleza. Su
teoría social aborda la complejización de las sociedades modernas, a partir de la dinámica creciente de la división
del trabajo y analiza el aumento de la autonomía individual como fruto del progreso social, señalando el potencial
peligro de la descomposición de este tipo de sociedades. Es muy interesante la reflexión que Robert Nisbet hace
sobre el aporte de Durkheim, a quien compara con Sigmund Freud, ya que la producción intelectual de ambos tiene
“…gran parte de la responsabilidad por haber encaminado el pensamiento social contemporáneo, desde las
categorías racionalistas clásicas de volición, deseo y consciencia individual, hacia aspectos que son, en sentido
estricto, no volitivos y no racionales” (Nisbet, 2003).

2. Objeto y método

2.1. Perspectiva metodológica

En 1895 Durkheim publica Las reglas del método sociológico donde fundamenta su propuesta de estudiar lo social
con rigor científico. La definición del método y del objeto de la Sociología, y sus argumentos para justificarlos,
representan el núcleo de este libro. Afirma que todas las ciencias deben regirse por los mismos preceptos y
obligaciones metodológicas, y que, por lo tanto, la Sociología como ciencia debe dar cuenta sobre los fenómenos
sociales empleando el modelo de indagación de las ciencias naturales. Los instrumentos y las técnicas de este tipo
ciencias constituyen los parámetros metodológicos a seguir para analizar todos los fenómenos de la realidad. Para
Durkheim el objeto de la Sociología son los hechos sociales, fenómenos que sólo ésta ciencia puede analizar, ya que,
“…una ciencia sólo puede considerarse definitivamente constituida cuando tiene por objeto un orden de hechos que
no estudian las demás ciencias” (Durkheim, 1974). Específicamente, afirma que por medio de la investigación
exhaustiva de un objeto, definido con precisión y especificado con claridad, es que puede efectuarse un análisis
científico. La observación y la medición son dos reglas procedimentales indispensables a aplicar en este tipo de
análisis (no es posible de explicar lo social por medio de ejercicios introspectivos o que intenten descifrar que siente
o vivencian las personas). El método científico para el Durkheim debe basarse, principalmente, en 84 la observación
empírica de la dimensión exterior y cuantificable de lo que se va a estudiar (en el caso de la sociología los hechos
sociales), por ello, importa su manifestación exterior, visible y medible, a fin de que se puedan elaborar enunciados
científicos que expliciten con precisión los datos.

Durkheim plantea que el científico debe buscar el aspecto o la manifestación medible del objeto a estudiar. Por
ejemplo, en uno de sus textos fundamentales, propone que para estudiar el suicidio (uno de los fenómenos que
parece a todas luces un hecho individual pero que también es social) no hay que abordar las manifestaciones de las
subjetividades involucradas sino que hay que analizarlo a través de una medida estadística estable, como la tasa de
suicidios, permitiendo a través de ésta que el examen pueda abstraerse de lo particular. Establece, desde un
enfoque sociológico, y contrariando al sentido común, que las causas sociales del suicidio están fuera de los
individuos. El suicidio como acción individual debe estudiarse en el ámbito de la psicología, por lo cual la mirada
sociológica debe ir más allá de las particularidades o de los casos individuales concretos; como acontecimientos
subjetivos los suicidios no pueden ser analizados sociológicamente. El conjunto de suicidios revelados por la
estadística permite estudiarlos como hechos sociales a fin de revelar su naturaleza social. Afirma el sociólogo
francés que en cada sociedad y en cada momento histórico se presenta un determinado tipo de suicidio.

El suicidio egoísta se produce en sociedades que 85 han sufrido un proceso de desintegración, promoviendo un alto
grado de individualismo. Se materializa el “el culto al individuo”, lo cual supone que el yo individual se afirma con
exceso frente al yo social. El individuo se percibe desajustado en la sociedad, con un horizonte que remite a su
propia individualidad en una situación de normativas débiles. El suicidio egoísta se materializa por ausencia de una
actividad colectiva significativa, la vida individual queda “…desprovista de freno y de significación. En el suicidio
anómico son las pasiones propiamente individuales las que la necesitan y quedan sin norma que las regule”
(Durkheim, 1994). El suicidio anómico se origina en sociedades con deficiencias en la regulación social (ausencia o
fallas en la reglamentación moral), se da en contextos de crisis económica o cambios sociales muy vertiginosos.
Fluctuaciones económicas, ascendentes o descendentes, pueden producir una tensión en las formas habituales de
vida, produciendo un conflicto en las “…expectativas ordinarias de los que experimentan un súbito descenso o una
súbita elevación de sus circunstancias económicas. De ello se sigue una situación anómica” (Giddens, 1994). El
individuo sufre gran insatisfacción y pierde toda razón para vivir, perdiendo las referencias sociales.

El suicidio altruista se genera en sociedades excesivamente integradas, en ellas, el yo individual se somete a lo


colectivo. Un caso típico de este tipo de suicidio es el soldado que entrega su vida por la patria. El suicidio fatalista
se presenta en comunidades en los que hay un control de la sociedad sobre el individuo excesivo. La tasa de
suicidios revela como en contextos 86 determinados hay una constante y una estabilidad que no sería tal si el
suicidio fuese un hecho absolutamente individual. Durkheim concluye que el suicidio varía en relación inversa al
nivel de integración social del individuo.

Desde su enfoque la cuantificación y la medición de las cosas sociales es imprescindible para constituir regularidades
que puedan tratarse estadísticamente. En ésta perspectiva la Sociología tiene que poder generalizar sobre lo
particular. Considera Durkheim que el análisis de la especificidad y de la complejidad de lo social no puede partir del
estudio de la subjetividad de los individuos, éstos no pueden ser el punto de partida del estudio de la sociedad. Su
visión es holística, implica una determinada forma de considerar a la sociedad (la sociedad como una totalidad) que
se opone al planteo liberal, el cual conceptualiza a la sociedad como una sumatoria de individuos.

Durkheim afirma que cuando la sociedad se complejiza productivamente se disuelven los factores (como las
creencias mágicas y las cosmovisiones religiosas) que tradicionalmente funcionan cohesionando y asimilando
semejantemente a los individuos con lo colectivo. La división del trabajo incide en que los factores de
homogenización se vuelvan indeterminados y flexibles, permitiendo el desarrollo del pensamiento propio y de las
facultades personales, para que desde ellas se pueda responder a las exigencias de este tipo de sociedades. “…
cuando se va a explicar un fenómeno social, es preciso investigar separadamente la causa eficiente que lo produce y
la función que viene a llenar. Nos servimos de la palabra función con preferencia a la de fin precisamente porque los
fenómenos sociales no existen generalmente con miras a los resultados útiles que ellos producen. Lo que hay que
determinar es si existe una correspondencia entre el hecho considerado y las necesidades generales del organismo
social y en que consiste esta correspondencia, sin preocuparse de saber si ha sido intencionada o no. Por otra parte,
todas estas cuestiones de intención son demasiados subjetivas para poder tratarlas científicamente” (Durkheim,
1974).

Un tema central en el planteo metodológico durkheimiano está centrado en la restricción de las nociones previas,
prejuicios o valoraciones del sociólogo sobre el objeto a investigar, “…los hombres no esperaron a que existiera la
Sociología para tener ideas sobre la sociedad…”, por lo que es indispensable eliminar toda forma de conocimiento
espontáneo. Las ideas previas o prenociones, pueden ser estudiadas por la sociología, pero no tienen que formar
parte de las herramientas o conceptos a través de las cuales se conforma el saber científico. La investigación
sociológica debe trabajar definiciones precisas, donde se explicite el alcance de su significado, con hechos
comparables y procedimientos que permitan la medición de las cosas sociales.

Explica Durkheim ésta idea en la introducción de su libro El suicidio, en donde aclara el tema de las nociones previas
y la actitud del científico ante éstas. Establece que, “…como la palabra suicidio surge 88 constantemente en el curso
de la conversación, podría creerse que todo el mundo conoce su significado y que es superfluo definirla. Pero, en
realidad, las palabras del lenguaje corriente, al igual que los conceptos que expresan, son siempre ambiguas, y el
estudioso que las emplease tal como las recibe en su uso, sin someterlas a una elaboración ulterior, se expondrían a
las más graves confusiones. No sólo su significado está tan poco circunscrito que varía de un caso a otro conforme a
las necesidades del discurso, sino que, además, como la clasificación cuyo producto no surge de un análisis metódico,
antes bien, se limita a traducir las impresiones confusas de la gente (…) así, pues si nos dejamos llevar por la
acepción recibida corremos el riesgo de distinguir lo que debe ser confundido o de confundir lo que es preciso
distinguir…” (Durkheim, 1994).

El investigador está obligado a ser neutral al analizar la realidad social y no debe contaminar su producción con sus
creencias, preferencias valorativas o sus estados afectivos. Los hechos sociales deben ser tratados como cosas,
deben ser enfocados y analizados al igual que las cosas del mundo material, de forma desaprensiva. Durkheim
destaca la necesidad de estudiar lo social desde su exterioridad, como si fueran entidades desprovistas de
significación personal para el científico, quien debe tomar distancia de los mismos. De este modo, al producir un
alejamiento entre el científico y su objeto, se evitar caer en afirmaciones provenientes del sentido común, de las
creencias o desde la emocionalidad de quien investiga. 89

2.2. Los hechos sociales

Desde la perspectiva de Durkheim se diferencian los fenómenos sociales de los biológicos y de los psicológicos,
aunque éstos condicionen o influyan en lo social, la sociedad debe explicarse por factores sociales. La sociedad no es
la consecuencia de la yuxtaposición de realidades individuales. Durkheim conceptualiza que las formas de
comportamiento social se encuentran por fuera de las conciencias y de las voluntades de los individuos (obviamente
que era conciente que al mismo tiempo aquellas se materializan a partir de individuos concretos, quienes las llevan
adelante en el transcurso de la vida social).

Durkheim establece que el objeto de estudio de la Sociología son los hechos sociales. Estos pueden definirse como
las formas de actuar, sentir y pensar, que son exteriores al individuo y que ejercen una fuerza o presión de influencia
sobre él1 . Son modalidades sociales que ejercen una coacción desde el exterior al individuo, o que son generales en
la extensión de una determinada sociedad, manteniendo su presencia más allá de sus manifestaciones individuales.
Algunos ejemplos clásicos de hechos sociales son el lenguaje, el derecho, el suicidio o el sistema monetario. De su
definición se desprenden las dos propiedades centrales del hecho social, su exterioridad y su coercitividad.

1 “En toda sociedad existe un grupo determinado de fenómenos que se distinguen por caracteres bien definidos de aquellos que estudian las demás ciencias de la Naturaleza (...) consisten en maneras

de hacer o de pensar, reconocibles por la particularidad de que son susceptibles de ejercer una influencia coercitiva sobre las conciencias particulares” (Durkheim, 1974).
90 La exterioridad del hecho social no es planteada como un criterio empírico (Giddens, 1994) ya que, esto llevaría a
pensar en una situación ridícula, en la que la sociedad existe sin personas, por el contario, Durkheim afirma que, la
sociedad existe en los individuos que la componen, pero que, lo que da la existencia de lo social es la “combinación”
de sus elementos (las relaciones entre los individuos en un contexto preexistente). La exterioridad significa que los
hechos sociales preexisten al individuo, quien, además, finaliza su existencia antes que aquellos. Esta propiedad no
significa que los hechos sociales no se instituyan o se materialicen en individuos que reproducen y dinamizan lo
social. Las personas nacemos en una determinada sociedad que funciona con determinada organización previa, de
la cual sólo somos un elemento más y la que nos instituye un nombre, una identidadcultural, unlenguaje,
creencias,formas de sentir y empuja nuestro comportamiento hacia determinados valores y creencias. Estas formas
de comportamiento exteriores a la conciencia individual poseen un carácter coercitivo sobre la persona, aunque no
siempre las personas son concientes de esa fuerza imperativa sobre sus pensamientos, emociones y
comportamientos. “La exterioridad del hecho social respecto de nuestra conciencia está claramente marcada por la
anterioridad histórica de las reglas sociales en relación con nuestra existencia. Esto significa que existe un proceso de
aprendizaje por medio del cual aprendemos a actuar conformemente a lo que se espera de nosotros, sin estar todo el
tiempo sometidos a un mandato o a la penosa obligación de reflexionar sobre lo que nos conviene hacer” (Steiner,
2003).

La coerción o coacción de los hechos sociales no se despliega fundamentalmente en el sentido físico sino en un
sentido moral. La coerción, que funciona como modos de regulación social, está en íntima relación con la
integración social. Su presión sobre la conciencia individual, en la mayoría de las ocasiones, es inadvertida, ya que su
presencia se naturaliza en el transcurso de lo cotidiano. Desde los primeros años de nuestra vida hasta el fin de la
misma estamos expuestos y somos conformados en nuestra subjetividad a partir de nuestros vínculos con los otros
(grupo de pares, familia, instituciones). Las costumbres, los valores o las creencias internalizadas desde la infancia
son vivenciadas como emergentes de la propia individualidad, como emergentes naturales de la existencia personal.

Quizás los hechos sociales que tienen que ver con las emociones son los más difíciles de ver como tales, ya que
solemos asociarlos a respuestas naturales espontáneas de nuestra individualidad. Por ejemplo, una de las
emociones que se perciben como inherentes al organismo humano es el asco. William Ian Miller explica, en su libro
Anatomía del asco, como esta emoción es más que una simple sensación de respuesta natural y espontánea del
individuo. Argumenta que el asco, como todas las emociones, “…son sentimientos que van unidos a ideas,
percepciones y cogniciones y a los contextos sociales y culturales en los que tiene sentido tener esos sentimientos e
ideas. Las emociones también tienen funciones y suelen motivar acciones. Confieren a nuestro mundo esa cualidad
peculiar de animación: le convierten en una fuente de temor, alegría, ultraje, asco y deleite. Pero también pueden
restar al mundo animación habiendo que provoque aburrimiento y desesperación. Y también sientan las bases de
nuestro carácter y personalidad, de nuestras actitudes hacia nosotros mismo y el mundo que nos rodea”.

Como ya afirmamos, los hechos sociales son producidos por la sociedad y en su funcionamiento ejercen una presión
sobre los individuos para que éstos adopten las configuraciones subjetivas acordes a lo exigido por lo colectivo. A
menudo los hechos sociales son imperceptibles y se hacen visibles o explícitos para la persona cuando trata de
resistirse a ellos, o cuando intenta transgredirlos. Esta presión social puede funcionar de carácter formal (o
institucional), materializándose en controles sociales externos al individuo, como las leyes escritas, la instrucción de
la educación, o puede ejercerse de manera informal, actuando a través de controles sociales internos como las
modas, la vergüenza hacia ciertas manifestaciones o las reglas de convivencia cotidiana.

La coerción de los hechos sociales se vincula en su concreción con las sanciones, “…existen sanciones que favorecen
ciertos comportamientos (sanciones positivas) o que se aplican a los que no actúan de conformidad con lo que se
espera (sanciones negativas). La sanción negativa (…) puede tener muchos aspectos, que van desde lasformas más
organizadas de la coacción (el derecho penal o las reglas morales) a las formas 93 más impalpables (la risa, la burla,
etc.) pasando por las convenciones o los usos. La coacción puede ser solo indirecta, como sucede con el empleo de
una técnica de producción no adaptada a las condiciones de mercado y de la competencia o con el uso de la lengua
común” (Steiner, 2003).
Durkheim establece que hay tres categorías de los hechos sociales, los hechos más lentos en cambiar, que losllama
morfológicos, como las creencias y las prácticas que se constituyen con una determinada organización (la religión, el
derecho, lasreglas de intercambio monetario), las corrientes sociales que se constituyen dentro de esta formas
estructuradas (manifestaciones que se traducen en la vergüenza, la inhibición, la euforia o la indignación pasajeras
de una multitud ante determinados eventos) y los movimientos de opinión, que pueden ser más duraderos que los
anteriores o que pueden disolverse rápidamente.

3. Planteo sociológico

3.1. Definición de sociedad

Durkheim plantea, a diferencia de los contractualistas (Hobbes y Locke), que la sociedad no es un producto de las
voluntades individuales, sino que es una realidad sui generis (nueva), diferente a las realidades individuales. En esta
definición está presente la metáfora de que la sociedad es como un organismo (idea proveniente de Saint Simon). La
sociedad no es la 94 suma de individuos, ya que, éstos al entrar en interacción generan realidades que se
independizan de ellos y que pueden perdurar a la existencia individual.Además, en su materialización las sociedades
adquieren características que no se hallan presentes en el plano individual. Es imposible pensar que la sociedad es el
producto de voluntades individuales, ya que, cada individuo sólo tiene un conocimiento ínfimo o recortado de la
vida social y, en muchos casos, sus ideas sobre la realidad están distorsionadas por sus prejuicios o emociones.

Una idea central de este sociólogo francés es que el individuo es un producto de la sociedad (aunque en las
sociedades modernas nuestro sentido común nos indique lo contrario). El individuo “…es una abstracción, está
sumergido en un grupo que, a su vez,se halla subordinado a la Sociedad” (Zeitlin, 2001). Durkheim afirma que, hasta
el propio egoísmo es, en gran medida, un resultado de la sociedad. La sociedad, por lo tanto, no es una agregación
de elementos (individuos) sino una totalidad orgánica, que funciona indivisiblemente, aunque con diversos grados
de diferenciación, y cuya cohesión o integración depende de una moralidad compartida.

Durkheim asegura que la superioridad de la sociedad sobre el individuo con una idea innovadora, que presenta a
Dios como una metáfora de la sociedad, “…hay una realidad que tiene todas las características que la gente atribuye
a lo divino. No es la naturaleza, ni tampoco es algo metafísico. Es la sociedad misma. Porque la sociedad es una
fuerza mucho más grande que cualquier individuo. Nos trajo a la vida y puede 95 matarnos. Tiene un poder
tremendo sobre nosotros. Cada uno de nosotros depende de ella de innumerables maneras. Usamos herramientas y
habilidades que no inventamos; hablamos un lenguaje que llegó a nosotros a través de otros. Casi todo nuestro
mundo material y simbólico nos es dado a través de la sociedad. Las instituciones en las que vivimos –nuestra forma
de vida familiar, la economía, la política, lo que sea- viene de las prácticas acumuladas de los demás, en definitiva,
de la sociedad. Esta es la verdad fundamental que expresa la religión. Dios es un símbolo de la sociedad” (Collins,
2009).

La sociedad, a través de sus instituciones(escuela, justicia, policía) y de la socialización, impone a los individuos
pensamientos, cosmovisiones y sentimientos que dinamizan la conservación de la sociedad, constituyendo una
moral para la sociedad. Los vínculos sociales nos sujetan a los grupos y a las instituciones de las que formamos
parte, haciendo de cada uno nosotros sus “instrumentos dóciles”. Durkheim asevera que tomar conciencia de “esta
subordinación necesaria” es la “mejor dirección” a seguir. Esta regulación social “… permite pasar del universo
infinito de las pasiones y de los deseos humanos (socialmente determinados, pues la individuación es el resultado de
la solidaridad orgánica) al mundo cerrado y jerarquizado de las pasiones sociales” (Steiner, 2003).

Para que una sociedad funcione con armonía las desigualdades sociales y laborales deben ser la expresión de las
desigualdades naturales, de las capacidades y 96 talentos personales. Para Durkheim la sociedad es una realidad
supraindividual, superior a todos los individuos y a los grupos que la conforman, su cohesión es el resultado de
compartir una moral, esto es, un conjunto de creencias, sentimientos y formas de comportamientos en común.
Estos elementos, “…según Saint Simón y según Durkheim, son el cemento real de una sociedad” (Zeitlin, 2001). Los
fines morales son de la sociedad y, por lo tanto, están más allá del alcance de la comprensión profunda del
individuo. Para Durkheim, las sociedades no están fundadas en un contrato a partir de intenciones volitivas
individuales, así como la división social del trabajo no es el resultado de las decisiones racionales de los individuos.
En una sociedad ser libre y autónomo no significa hacer lo que a cada uno le venga en gana, actuar sin frenos ni
límites supone todo lo contrario. A partir de la obediencia y del ajuste del comportamiento individual a las formas
sociales (la disciplina del propio hacer) es posible que el individuo sea libre, ya que, así puede controlarse y actuar
en coherencia y armonía con lo que la sociedad exige. La sumisión del individuo a la sociedad es una dependencia
liberadora. El autodominio es la primera condición de la libertad de la persona.

La sociedad es una unidad moral, entendiendo a ésta como una totalidad histórico-social de prescripciones de
conductas específicas y definidas. La sociedad produce el alcance del sentido, que motoriza los significados de la
existencia individual y colectiva. A partir de la socialización, con el despliegue de los controles sociales externos,
como la escolarización, comienzan a funcionar los controles sociales internos. 97 La sociedad se internaliza a través
del proceso de socialización (educación escolar y familiar), es fuente de significados, organizando sentidos para el
sujeto. Los sentidos generados socialmente se materializan en las conciencias individuales aunque, a menudo, el
individuo vivencia estos sentidos como emergentes de su propia individualidad. “Es la sociedad (…) la que nos saca
de nosotros mismos, la que nos obliga a tener en cuenta otros intereses además de los nuestros; es la sociedad la
que nos ha enseñado a controlar nuestras pasiones, nuestros instintos, a dictar leyes para ellos, a refrenarnos, a
renunciar a nosotros mismos, a sacrificarnos, a subordinar nuestros fines personales a fines superiores” (Durkheim,
1975).

3.2. Tipos de conciencia

Para Durkheim en cada individuo existen dos contenidos de conciencia, dos orientaciones en su subjetividad, los
provenientes de su socialización que le preexisten y que funcionan más allá de su voluntad y las propias de su
existencia personal. Existen, por lo tanto, dos tipos de conciencia, una conciencia individual y otra colectiva, la
primera es el resultado de las experiencias de vida que tiene cada individuo, pero que es el producto de las
experiencias colectivas. La segunda es fruto de las prácticas sociales.

98 Las experiencias personales se nutren del lenguaje incorporado y de las categorías perceptivas (tiempo y espacio
son centrales) que permiten mirar el mundo dentro de determinadas formas. En cada cultura hay un repertorio de
emociones, motivaciones e inhibiciones que son normales de sentir y de ser expresadas. A través de la socialización
(primaria y secundaria) los agentes socializadores las externalizan como prácticas sociales y se internalizan en los
sujetos socializados como normales2 (Berger y Luckmann, 1995). La sociedad moldea al individuo de distintas
formas, permite una mayor o menor individualidad, de acuerdo con procesos que se suceden a nivel de la
organización y del equilibrio interno de la misma sociedad. A nivel de la psiquis humana Durkheim establece que “…
en toda conciencia hay dos conciencias: la del individuo, y la de la sociedad en el individuo”. La sociedad se halla en
el exterior del individuo, pero también, en el individuo mismo, quien se constituye interiormente desde la
exterioridad social.

La conciencia colectiva funciona como un sistema de acumulación que dinamiza formas sociales (instituciones,
valores, modalidades de hacer, de sentir y de pensar) que son propias de la vida social, los individuos se encuentran
con esas formas preexistentes, como un conjunto de normas y reglas que son el marco de su existencia. En gran
medida funciona a partir de un proceso de socialización que ejerce el moldeamiento
2 Para Durkheim “…la normalidad puede determinarse (…) por referencia al predominio de un hecho social dentro de las sociedades de un determinado tipo. Cuando un fenómeno social se encuentra

en todas las sociedades de un mismo tipo, en la mayoría de ellas, tal fenómeno puede considerarse como normal para aquel tipo de sociedad…” (Giddens, 1994)
.

99 de los individuos, que inadvertidamente, incorporan esas reglas sociales, ideales, creencias y valores en la
subjetividad, o sea, una moral que funciona entre generaciones, posibilitando que esas formas se reproduzcan
conservando la identidad colectiva. “En lo más íntimo, nuestra conciencia misma es social. Pensamos con palabras,
pero nosotros no la hemos inventado. No podríamos pensar si no tuviéramos ideas y lo que guía nuestra conducta
son determinados ideales. Pero ni las ideas ni los ideales podrían haber sido creados por nosotros mismos en forma
aislada” (Collins, 2009).

En las sociedades primitivas, con estructuras sociales simples (con lazos de solidaridad mecánica), la conciencia
colectiva recubre la conciencia individual de cada uno dejando poco espacio para el pensamiento propio, esta
existencia social está organizada rígidamente por imperativos y prohibiciones sociales que funcionan
homogéneamente sobre una multiplicidad de individuos. La fuerza de la conciencia colectiva implica coerción y,
también, extensión. Los sentimientos, los valores y las creencias colectivas tienen una fuerza extrema que se
manifiesta con rigor para quienes perturban las interdicciones sociales en todos los comportamientos individuales.
En las sociedades complejas, organizadas por vínculos de solidaridad orgánica, esta fuerza de la conciencia colectiva
se encuentra debilitada por el aumento del espacio de desarrollo de la conciencia individual, se producen márgenes
más amplios de interpretación individual de los imperativos sociales. 100

3.3. Tipos de solidaridad

El cambio social es un resultado del desarrollo de la división del trabajo, que se materializa según Durkheim en los
tipos de sociedad, las que se diferencian según el tipo de solidaridad (vínculos sociales) que se establece entre sus
integrantes. Son distinguibles dos grandes tipos de sociedades, las que se integran a partir de lazos sociales de
solidaridad mecánica y las que lo hacen con solidaridad orgánica. Para Durkheim no se pueden explicar los
fenómenos de diferenciación social y de solidaridad orgánica partiendo de los individuos, las sociedades con
solidaridad orgánica emergen de las sociedades con solidaridad mecánica, donde, además, de la diferenciación
productiva colaboran en su transformación el aumento poblacional y las transformaciones técnicas.
Fundamentalmente, la división de las tareas explica el pasaje de un tipo de sociedad al otro.

Durkheim establece que la solidaridad mecánica, propia de las sociedades primitivas, descansa en la omnipresencia
de la conciencia colectiva y el escaso desarrollo de la conciencia individual, como consecuencia de una división del
trabajo rudimentaria. Durkheim afirma que en las sociedades tradicionales (solidaridad mecánica) la especialización
y diferenciación de las tareas es elemental. La tradición y la religión ejercen una fuerza social que limita el desarrollo
de la individualidad. La sociedad con solidaridad mecánica tiene una gran estabilidad, se presenta como una unidad
cultural de creencias y sentimientos. En este tipo de sociedades la 101 propiedad es comunal, las relaciones de
parentesco y de fuerte localismo son vitales, las tareas no son complejas ni diversificadas, prima la homogeneidad
de intereses y de las formas de ver el mundo, hay una moral en común reforzada por la regulación de las pequeñas
comunidades. Su estructura es simple, se divide en diversos segmentos sociales, son homogéneos entre sí, cada uno
de los cuales desempeña las mismas funciones.

Dentro de cada una de estas comunidades (segmentos) quizás la mayor diferencia es la del sexo de sus integrantes.
Las personas tienen las mismas experiencias vitales, se alimentan, se visten y se divierten de la misma manera, casi
siempre están cohesionadas por las mismas ideas religiosas, la igualdad de los miembros crea las identidades y los
lazos familiares son muy fuertes. Las desviaciones son reprimidas con castigos y sufrimientos para preservar la
conciencia colectiva. La conciencia colectiva, para ser preservada, cuenta con mecanismos para reprimir las
desviaciones (desterrar o ejecutar al que infringe las normas es una practica común). “Las sociedades en la que los
principales vínculos de cohesión se basan en la solidaridad mecánica tienen una estructura agregada o segmentaria:
esto es, se componen de grupos político-familiares yuxtapuestos (grupos de clan) que son muy semejantes entre sí
por su organización interna. El conjunto de la tribu forma una sociedad porque es una unidad cultural: porque los
miembros de los distintos grupos de clan se adhieren todos al mismo conjunto de ideas y sentimientos 102 comunes.
De este modo, cualquier parte de tal sociedad puede desmembrarse sin que esto signifique una gran pérdida para los
demás; de un modo parecido a como los organismos biológicos sencillos pueden fragmentarse en varios cuerpos que
no dejan de ser unitarios y autosuficientes” (Giddens, 1994).

En cambio, en las sociedades con solidaridad orgánica la división del trabajo es mayor, se complejizan las
actividades, los individuos se diferencian por su especialización productiva, generando un entramado de
interdependencias funcionales y de cooperación de las fuerzas laborales en diferentes tareas y roles, que producen
la integración del individuo con los demás. El seguimiento de las reglas sociales y la moralidad sobre las labores es
fundamental para el correcto funcionamiento de la totalidad social, en la que todos sus miembros participan de una
manera u otra para que se dé el cumplimiento normativo exigido por la sociedad.

En las sociedades modernas (con elevada división del trabajo) la integración moral se constituye y se dinamiza a
través de las diferencias y la interdependencia entre sus miembros. Supone una forma de solidaridad más compleja
y enriquecedora (permite el desarrollo de los individuos), ya que descansa en la división complementaria de las
tareas. A través de la especialización laboral se enlazan entre sí los individuos, nadie es autosuficiente, todos
necesitan de todos, por ello, la dependencia es mayor que en las sociedades simples (solidaridad mecánica). La
conciencia individual que así se desarrolla contribuye a la unidad social, al mismo tiempo que satisface las
necesidades individuales.

103 “En la sociedad tradicional la gente se encontraba sujeta a la tiranía del grupo: la individualidad estaba
subordinada a la presión de la conciencia colectiva. La expansión de la división del trabajo y el debilitamiento de la
conciencia colectiva permitieron escapar de esa tiranía, pero la disolución del viejo orden moral amenazaba al
individuo con otra tiranía, la de sus propios e inagotables deseos. Un individuo sólo podía ser libre si se constituía
como un actor autónomo, capaz de controlar sus impulsos” (Giddens, 1997).

Para Durkheim en las sociedades complejas, con solidaridad orgánica, hay una interdependencia funcional, existen
grupos diferentes, con morales diferentes pero que deben ser superpuestas o coherentes con la moral o conciencia
colectiva. En este tipo de solidaridad no debe suprimirse la competencia entre los individuos, sino que debe
moderarse. Mas allá que haya una moral para cada clase y profesión, debe haber también una moral de la totalidad,
común a todos. El desarrollo de la conciencia individual genera que la conciencia colectiva sea general e
indeterminada. Como las morales particulares pueden entrar en conflicto hay instancias que aseguran el orden
entre esos elementos heterogéneos, a partir de la presencia del Estado y de los grupos secundarios (laborales).
Durkheim afirma que la conciencia colectiva en las sociedades modernas se transforma con respecto a la que existía
en las sociedades pretéritas. Un valor central de la sociedad con solidaridad orgánica está asociado al “culto al
individuo”, el cual supone una solidaridad con 104 el sufrimiento del otro, basado en el deseo de igualdad y justicia
entre las personas. Los ideales de la Revolución Francesa (1789) de libertad, igualdad y fraternidad guían este
proceso de evolución social.

Los tipos de solidaridad se expresan para Durkheim en los fenómenos jurídicos, distinguiéndose dos formas básicas
de derecho, cada una de ellas característica de cada uno de los tipos de solidaridad. El derecho represivo o penal
castiga las faltas, los crímenes y ofensas a la conciencia colectiva. El derecho restitutivo se orienta en el
restablecimiento de un estado de las cosas, cuando se ha cometido una falta se busca reparar el daño cometido.

En las sociedades de solidaridad mecánica prevalece el derecho represivo, el cual sanciona cualquier infracción
sobre el sistema de valores y de creencias compartido por la totalidad social. El castigo reviste una gran importancia
para el mantenimiento de la conciencia colectiva, el trasgresor es escarmentado severamente si se considera que su
acción ofende o perturba el funcionamiento moral. Prevalecen las sanciones visibles, las manifestaciones de fuerza
de la sociedad sobre aquellos que la ponen en peligro, tanto en su extensión como en su particularización. La
fortaleza de la conciencia colectiva permite extender el alcance de lo que se considera un delito, es decir, aquellos
actos que violan una norma, sentimientos o prohibiciones que colisionan con la conciencia colectiva.

La función del castigo es la de satisfacer la conciencia común, que se vulnera por el acto cometido 105 por uno de
los miembros de la comunidad, el infractor. El derecho represivo o penal exige un castigo visible y, a menudo, físico
del culpable, que funciona socialmente como una reparación ofrecida a los sentimientos colectivos puestos en
peligro. La administración y materialización de la justicia penal se dinamiza por el accionar de la comunidad, a
diferencia del segundo tipo de sociedades (con solidaridad orgánica), donde la administración de la justicia se
encuentra a cargo de un cuerpo de especialistas, lo que es coherente con la profesionalización característica de la
división del trabajo.
A diferencia de las sociedades con reducida diferenciación, en las sociedades con solidaridad orgánica el derecho
restitutivo es central, ya que éste demanda a los individuos que cumplan con las leyes o que restituyan a aquellos
que resulten perjudicados por sus acciones, su acción jurídica busca reparar o reestablecer las relaciones dañadas.
En estas sociedades se producen formas morales y jurídicas cuyos principios legales tienden a la restitución, ya no se
castiga con la intención de ejercer una venganza, sino para reconstruir un equilibrio anterior. Las personas no suelen
reaccionar emocionalmente ante el incumplimiento de las leyes. Con el derecho restitutivo se pretende reintegrar
un estado de cosas considerado justo por la sociedad.

3.4. La importancia de la división del trabajo

Para Durkheim la división del trabajo ocupa un 106 lugar central en su teoría, ya que le permite explicar el desarrollo
de las sociedades y sus formas de cohesión social. La división laboral posibilita la especialización, la integración y la
cooperación de los individuos en diferentes tareas y roles. Durkheim establece que hay factores que influyen en el
aumento de la división del trabajo, como la creciente densidad demográfica (concentración de la población), la
formación y el desarrollo de las ciudades y los cambios tecnológicos, que, por ejemplo, permiten reducir los tiempos
para transportarse. Estos factores son los motores que generan la densidad moral, y sobre todo su complejidad, a
través de la incorporación de las vías de comunicación y de la transmisión social de manera constante.

Fundamentalmente, la división del trabajo resulta de una combinación del volumen, la densidad material y la
densidad moral de la sociedad. El volumen es el número de individuos pertenecientes a una colectividad, la
densidad material y moral resulta de la intensidad de las comunicaciones y los intercambios activos de los
individuos, a mayor número de relaciones entre los individuos, mayor probabilidad de que trabajen juntos, más
estrechas las relaciones comerciales y competitivas, y mayor la densidad. En la lucha por la existencia la
diferenciación social esto permite que un número más elevado de individuos sobrevivan diferenciándose. En este
tipo de sociedad el problema fundamental radica en que el aumento del individualismo se cumpla conjuntamente
con el ideal de fraternidad humana, manteniendo un cierto nivel de funcionamiento de conciencia colectiva, sin la
cual la solidaridad orgánica conduciría la disgregación social.

107 “…la creciente división del trabajo, según opinaba, conducía a una solidaridad de intereses entre todas las clases
(partes) de la sociedad. Llama a las clases funciones y las ve como coordinadoras, cooperativas y unificadoras, nunca
antagónicas (…) si el sistema industrial sólo era un sistema de funciones, todo lo que se necesitaba para asegurar su
armonioso funcionamiento era una regulación apropiada” (Zeitlin, 2001).

La división del trabajo genera una solidaridad más compleja, integra a los individuos a lo social por
interdependencia, a partir de las diferencias. Posibilita el desarrollo de una situación en la que los individuos puedan
desplegar sus talentos y potencialidades, encontrando satisfacción y conformidad con el orden social. Esta
dependencia mutua es creciente como resultado del aumento de la división del trabajo. Para Durkheim en las
sociedades diversificadas es necesario organizar y coordinar las acciones de una multiplicidad de personas y de
grupos ocupacionales para el funcionamiento predecible y armonioso del orden social. Estos ajustes productivos
deben estar revistos de una moralidad que permitan la efectividad del autocontrol exigido socialmente.

La división del trabajo funciona adecuadamente cuando cada persona, según sus talentos, accede a una tarea
acorde a sus capacidades y que, por consiguiente, lo satisface. Esta situación facilita que los trabajadores incorporen
la moralidad específica a su tarea (que debe 108 ser compatible con la moralidad colectiva) y contribuyan al
enriquecimiento de una cohesión diferenciada de la sociedad. La división del trabajo puede, por diferentes
circunstancias, presentar desajustes, como cuando los talentos no se corresponden con las tareas, produciendo lo
que Durkheim llama división forzada del trabajo (funcionamiento que genera conflictos en la sociedad). Durkheim
no considera que naturalmente existan los antagonismos entre las clases sociales, como afirma el marxismo, los
conflictos no son normales, su existencia se debe a un funcionamiento desajustado de la división del trabajo.
Durkheim confía que en las sociedades complejas cada uno se posicione laboralmente en el lugar al que
naturalmente está preparado para ocupar. Las diferencias resultan, así, de la direccionalidad de los más capaces en
la ciencia y en la industria, éstos dirigen a la sociedad, pero no poniéndose por encima de los otros, ya que esa sólo
es su función. Este funcionamiento permite que cada uno atempere y modere sus instintos egoístas, posibilitando
que una moral secular integradora de las funciones diferenciales de la sociedad. Una ética de la satisfacción con la
tarea realizada hace que los individuos se conformen con su destino y no pretendan más allá de lo que merecen o
que puedan obtener por su capacidad. Se requiere que la satisfacción no pase por tener menos o más,sino que, los
individuos se convenzan que no tienen derecho a más de lo que pueden conseguir. Deben reconocer la superioridad
moral de la autoridad, generándose una “…intensa fuerza moral 109 capaz de moderar y regular las diversas
funciones y de someter el egoísmo y los intereses especiales” (Zeitlin, 2001).

3.5. El Estado y los grupos secundarios

Durkheim afirma que la sociedad tiene una autoridad moral sobre sus integrantes, pero que necesita para su
desarrollo de una autoridad más concreta, la del Estado3 . La autoridad estatal resulta de la sociedad, y se hace
necesaria ya que los hombres son naturalmente seres abocados a la satisfacción de sus instintos egoístas, si es que
nada los limita. El Estado emerge dentro de una determinada sociedad, expresando la vida social que lo produce. El
Estado debe generar nuevas ideas y, a la vez, debe guiarse por la dinámica de la sociedad. Considera que es
inevitable para el funcionamiento de las sociedades complejas la constante ampliación de las esferas de
intervención del Estado como un fenómeno irresistible que debe complementarse con el 3 “No es exacto decir que el Estado encarna la
conciencia colectiva, pues ésta lo desborda por todos lados. Ésta es difusa en gran medida; hay, en cada instante, multitudes de sentimientos sociales, de estados sociales de todo tipo de los cuales el

Estado no percibe más que el hecho debilitado. El Estado no es la sede no más que de una conciencia especial, restringida, pero más alta, más clara, que tiene de sí misma un sentimiento muy vivo. Nada

tan oscuro e indeciso como estas representaciones colectivas que se hallan esparcidas por todas las sociedades: mitos, leyendas religiosas o morales, etc. No sabemos ni de dónde vienen, no adónde

tienden; no las hemos pensado. Las representaciones provenientes del Estado son siempre más conscientes de sí mismas, de sus causas y de sus objetivos (…) el Estado es un órgano especial encargado

de elaborar ciertas representaciones que tienen valor para la colectividad. Estas representaciones se distinguen de las otras representaciones colectivas por su mayor grado de conciencia y reflexión”

(Durkheim, 2007) .

110 funcionamiento de grupos secundarios.

Los grupos secundarios o profesionales, para Durkheim, son asociaciones, desde las cuales se materializan
moralidades específicas generadoras de solidaridad y regulación, que sirven para equilibrar la relación entre el
individuo y el Estado. Estas corporaciones profesionales o laborales deben agrupar a empresarios y obreros en las
diferentes ramas de la economía, su función radica en establecer principios legales y morales acordes a la actividad
en cuestión que regulen sus relaciones. Por ello, estos vínculos reglamentados pueden limitar los conflictos entre los
diferentes actores económicos, los contactos entre ellos enmarcados en el accionar de los grupos secundarios
deben ser recurrentes para consensuar objetivos y para organizar la actividad en común. Son instancias sociales
intermediarias que evitan que el Estado asfixie a los individuos o que se comporte de forma tiránica frente a ellos,
son como poleas entre los objetivos de la planificación estatal en general, las metas de cada sector productivo y la
necesaria autonomía del individuo. La función primordial de estos grupos es el fortalecimiento de la reglamentación
moral de las actividades productivas. Estas corporaciones productivas no son autónomas ni están enfrentadas al
Estado, se hallan subordinadas y resguardadas por la autoridad moral y legal de la esfera estatal. “Los gremios de
oficio deben convertirse una vez más en una institución pública. Basados en la estructura de clases existente, su
función sería establecer principios morales y legales de carácter general que regularan 111 las relaciones entre las
diversas ocupaciones y clases” (Zeitlin, 2001).

La autoridad moral, ejercida principalmente por el Estado y, en menor medida, por estas asociaciones
ocupacionales, es fundamental para el sostenimiento del orden social moderno. El funcionamiento de la sociedad
no puede respaldarse exclusivamente en la fuerza, debe basarse en la creencia de la moralidad de la autoridad. Para
Durkheim, el Estado tiene dos funciones centrales, la protección de los ciudadanos y la dirección de la sociedad para
que concrete sus fines. Los intereses comunes a toda nación deben personificarse en el Estado. Según Durkheim la
sociedad encomienda a determinados individuos el poder de dirigirla para que cumplan sus intereses e ideales. La
nación se cohesiona como resultado del funcionamiento de “lazos ideales”, no necesariamente racionales, como los
hábitos, las costumbres, los símbolos y los relatos que materializan el amor a la patria. Deben procurarse los
conocimientos que permitan identificar estos intereses e ideales y colaborar para seleccionar los medios más
adecuados dentro de determinadas circunstancias.

La función del Estado es doble, debe proteger a los ciudadanos, los unos de los otros y, al mismo tiempo, conducir a
la sociedad a la realización de su propio fin. Cada sociedad tiene fines e intereses que le son propios, que en su
alcance no son accesibles al individuo. El Estado es central para inculcar una forma moral de vida, para que
empleadores y obreros, grupos e individuos con intereses diferentes moderen sus apetencias y encuentren 112 en
las normas morales una fuerza para disminuir los conflictos y fortificar la solidaridad social, por ello debe realizar
una planificación racional y extender sus raíces en todas las direcciones de la producción y evitar que ningún grupo
secundario o ocupacional tenga ventajas o privilegios. “…hay en cada momento corrientes sociales que llevan a la
colectividad en tal o cualsentido determinado, y que no emanan del Estado. Muy frecuentemente, el Estado
experimenta su presión, más bien que darle impulso. Hay así toda una vida psíquica que está difusa en la sociedad.
Pero hay otra que tiene por sede especial el órgano gubernamental. Es allí donde se elabora, y si influye sobre el
resto de la sociedad no es más que secundariamente y de modo de repercusión (…) hay, pues, una vida psíquica
colectiva, pero esta vida no está difusa a todo lo largo del cuerpo social; aun siendo colectiva, está localizada en un
órgano determinado. Y esta localización no proviene de una simple concentración en un punto determinado de una
vida que tiene orígenes fuera de este punto. Es en parte en este mismo punto donde nace. Cuando el Estado piensa y
se decide, no se debe decir que es la sociedad la que piensa y se decide por él, sino que éste piensa y se decide por
ella. No es éste un simple instrumento de canalizaciones y concentraciones. Es, en cierto sentido, el centro
organizador de los grupos mismos” (Durkheim, 2007).

3.6. Anomia e individualismo moral

113 La libertad y el individualismo son pilares del desarrollo histórico de las sociedades modernas, según Durkheim
este desarrollo social nos ha liberado de las tradiciones y de las imposiciones de un medio social asfixiante a la
individualidad. La existencia de sociedades complejas (solidaridad orgánica) promueve la diferenciación y el
desarrollo de la individualidad. Esta complejidad y diferenciación social son más enriquecedoras pero presentan el
riesgo de en su seno se desencadenen procesos de debilitamiento de la moralidad y de la cohesión social. La crisis
de las reglamentaciones morales como consecuencia del desarrollo de las tendencias egoístas presentes en el
desarrollo de la individualización en las sociedades puede acelerar procesos anómicos, de disgregación social.

Para Durkheim el individualismo es una tendencia irreversible. El aumento de la esfera individual no significa la
libertad absoluta del individuo, la falta de límites tiene un impacto negativo en la sociedad y en el individuo. Dejarse
arrastrar por sus instintos hace que uno sea un esclavo de sus pasiones. El individuo para ser libre y para ejercer su
libertad debe someterse a los principios sociales que permiten el funcionamiento social. La disciplina de las
reglamentaciones morales específicas (grupos secundarios) y generales (Estado) son inevitables para materializar el
“individualismo moral”, que descansa en los valores de la revolución francesa, como la fraternidad, la justicia, los
derechos individuales y el valor supremo de la vida humana. 114 “El sentimiento del valor supremo del individuo
humano es así un producto de la sociedad, y es ésta la que lo separa decisivamente del egoísmo. El culto al individuo
no se basa en el egoísmo, sino en la difusión de sentimientos completamente contrarios al egoísmo: la compasión
por el sufrimiento humano y el deseo de justicia social” (Giddens, 1994).

Para Durkheim la anomia significa la ausencia de normas orientadoras del comportamiento moral de los individuos.
La anomía se asocia al debilitamiento normativo y a la crisis de las formas reguladoras de las interacciones sociales.
El proceso anómico se desencadena por el funcionamiento incorrecto de las instituciones sociales a cargo de la
reglamentación moral de la sociedad. El avance de un individualismo desprovisto de moralidad puede generar
efectos negativos en términos de egoísmo (deseos no refrenados por lo social) y de anomia, la cual supone una
perplejidad e inseguridad en el fundamento de los comportamientos y decisiones ante la realidad.

En el pasado las formas sociales tradicionales asfixiaban al individuo en términos de autonomía pero brindaban
seguridades y certezas, al entrar éstas en crisis y disolverse en términos de su capacidad de coerción se disparan
efectos positivos (capacidad crítica para enfrentar las imposiciones sociales) y negativos(angustia, confusión ante la
multiplicidad de valores, disgregación de vínculos desarraigo, inquietud, inconformidad). La anomia implica una
situación social desorganizada, que alienta un comportamiento no social, es la disolución 115 de los controles
sociales que no pueden armonizar los conflictos y las diferencias entre grupos e individuos. En las sociedades
contemporáneas emergen factores de propensión a la anomia como la incertidumbre del individuo frente a su
realidad, su aislamiento moral, la falta de direccionalidad social, la sensación de un “vacío de futuro” y las
dificultades para que las personas puedan proyectarse vincularmente en un futuro con certidumbres. Como
establecen Boltanski y Chiapello (2002), la liberación de las tradiciones producen un efecto paradójico en términos
de anomia, “…si las conquistas de autonomía han traído consigo un número creciente de personas en situaciones de
ansiedad, no parece que todo el mundo haya logrado acceder a las promesas del desarrollo personal”.

Como ya establecimos, para Durkheim el Estado moderno no está en oposición al individuo, al contrario, es la
instancia estatal quien garantiza la conquista de los derechos individuales. El Estado es quien debe garantizar que las
relaciones contractuales laborales se den en un marco de justicia y moralidad El “culto al individuo” tiene su causa
en lo social y, por ello, es tarea del Estado promover el individualismo moral, protegiendo los derechos civiles de los
individuos y permitiendo que cada uno de ellos administren su libertad con moralidad. La educación es central para
que el individuo se conforme con su destino específico y acepte las normas morales. La educación, permite
internalizar ciertos principios morales que facilitan la aceptación de la autoridad social para producir y mantener un
orden social estable. Estos principios, cuyos orígenes 116 son sociales, estarían implicados “…en el bienestar de los
demás: era la moralidad de la cooperación (…) el individualismo (…) se basaba en los sentimientos de solidaridad con
el sufrimiento humano, en el deseo de igualdad y de justicia” (Giddens, 1997). La educación moral para Durkheim
debe ser instrumentada estatalmente como parte de un proyecto de fortalecimiento moral de la sociedad, con eje
en el respeto del individuo y de éste hacia los otros. Un moral no religiosa funcionaría como un cemento social,
uniendo por vínculos de dependencia y necesidad mutua, contando con la educación como herramienta vital para la
integración y el sostenimiento de una homogeneidad mínima para su reproducción a partir del fortalecimiento de la
menguada conciencia colectiva. La educación estatal debe desarrollar individuos autónomos con una disciplina que
refrene su egoísmo y permita vivenciar la importancia de los otros, “…Durkheim arraiga la necesidades egoístas en
la estructura biológica (es decir prosocial) del organismo de cada persona; pero deja también bien claro que el
egoísmo es en gran parte producto de la sociedad; por ejemplo, el impulso hacia la prosperidad económica individual
es una creación de la sociedad moderna (…) el individualismo no es lo mismo que el egoísmo, pero el incremento del
primero amplia el alcance de las inclinaciones egoístas. La situación de anomía que predomina en ciertos sectores de
las sociedades modernas refleja precisamente la extensión del ámbito de los motivos y gustos personales, lo cual es
consecuencia de un largo proceso de desarrollo social” (Giddens, 1994).

117 Según Durkheim en las sociedades modernas, donde el individualismo (el culto al individuo) es preponderante,
el alejamiento de los procesos anómicos depende del grado de éxito que tenga el Estado y los grupos secundarios
en socializar a los individuos para que tomen conciencia de su dependencia frente a la sociedad en su conjunto. A
través de la especialización de las tareas revestidas de una moralidad específica y a través de una educación estatal
que posibilite una moralidad general se pueden moderar las ambiciones y el egoísmo humano, generando una
división de funciones concretadas en un equilibrio de interdependencia moral. La multiplicación de valores debe
integrarse en un proceso donde el individualismo moral se materialice con autonomía personal y, a la vez, con una
conciencia de la dependencia de cada uno con respecto a los otros. Para Durkheim el planteo liberal propone una
existencia social que desprecia la vital presencia de la moralidad, sólo plantea la existencia del interés individual. Los
principios morales son los elementos que permiten constituir un colectivo social (que ejerza la función de autoridad
moral) donde se regulen los apetitos insaciables de los individuos.

El Estado tiene la responsabilidad de establecer y proteger los derechos individuales. Su desarrollo es análogo al
incremento de la división del trabajo y, por ende, de los lazos de solidaridad orgánica. Recomienda la abolición de la
herencia por suponer que ésta obstaculiza la división natural del trabajo, las propiedades deben ser manejadas por
las autoridades de las organizaciones ocupacionales. Durkheim afirma que la división del 118 trabajo puede
encontrar en las injusticias (entre las que menciona la herencia) de su funcionamiento motivos para la existencia del
conflicto y la desintegración. El Estado no debe tolerar desigualdades muy profundas, las diferencias saludables son
las que resultan de las disposiciones y los talentos naturales de los individuos. Para Durkheim el desarrollo de la
división del trabajo debe producirse espontáneamente, las personas deben poder elegir su trabajo y su forma de
vida.

4. Conclusiones

El panorama económico actual se caracteriza por un sistema industrial Postfordista (Sennett, 2007) que se
transforma tecnológica y organizacionalmente (emergencia y consolidación de un modelo, caracterizado por la
organización flexible del trabajo, la terciarización, la automatización y la robótica aplicada a la producción) y por la
importancia que cobra la rentabilidad económica producto de los negocios financiero. La aceleración en el proceso
de concentración de capital (dinamizado por las transacciones y la rentabilidad financiera), se hace prioritaria la
mejora permanente de la tecnología productiva y comercial, a fin de bajar los costos y aumentar la competitividad
frente a los otros oferentes. Los mecanismos de mercado sin regulación o control estatal operan de forma no
planificada, generando una elevada incertidumbre en las transacciones económicas dependientes del volátil capital
financiero. Esto impacta en las estructuras burocráticas empresariales, que son reemplazadas por instancias
flexibles de prestaciones 119 temporales de servicios basados en contratos de trabajos precarios. Se transforma la
estructura empresarial y las modalidades de gerencia para enfrentar contextos de turbulencia en formas maleables
de organización.

Los trabajos especializados se integran en programas o proyectos de baja estabilidad y de un alcance recortado. La
mano de obra es encauzada a través de agencias externas de contratación laboral, quienes proveen demandas
puntuales de empresas a partir de sus necesidades. Las nuevas pautas laborales (contratos terciarizados, de alcance
temporario, con tareas descentralizas y responsabilidades compartidas en entornos grupales competitivos)
impactan en la subjetividad y la vida personal. Desde la cosmovisión neoliberal todas las personas deben manejarse
como empresarios de su propia vida, independientemente de su condición material o social, ya que el éxito sólo
depende de la explotación que cada uno haga de su propio potencial. La nueva cosmovisión laboral rompe la
empatía y la solidaridad social entre compañeros de trabajo, instaurando comportamientos egoístas al interior de
los espacios laborales, facilitando y fortaleciendo los procesos de precarización laboral. Las doctrinas gerenciales
elogian la cooperación, la comunicación empática y el trabajo en equipo para vender la precarización como una
oportunidad para reinventarnos continuamente.

En las organizaciones contemporáneas la pretendida “gestión de uno mismo” (hacerse cargo individualmente de los
riesgos de la trayectoria 120 laboral, omitiendo o invisibilizando la responsabilidad de la economía y del Estado en el
contexto en el que el trabajador actúa) disuelve la separación entre los tiempos libres y los tiempos de obligación
laboral. La idea de la nueva gerencia laboral es fusionar lo emocional con las disposiciones técnicas del sujeto, las
prácticas laborales e íntimas en un entrelazamiento para conseguir el empleado total. El panorama brevemente
descripto se produce en articulación con un modelo estatal neoliberal, que remite a un modelo de sociedad
considerada como una agregación de individuos, este modelo socioeconómico está basado en los siguientes pilares:
desregulación económica, presencia menguante de la intervención del Estado, políticas sociales focalizadas,
intervenciones asistencialistas hacia los excluidos y prestaciones de servicios básicos (salud, educación, transportes)
privatizados o mixtos.

El Estado se repliega y se reemplaza la lógica del ciudadano por la del consumidor. La acción estatal de intervención
sobre lo social funciona dentro de un esquema de solidaridad voluntaria y filantrópica hacia los individuos que
menos tienen. El individuo debe hacer frente a las incertidumbres autónomamente, debe poder adaptarse a las
turbulencias de la vida con sus propios recursos (Rosanvallon, 2007). Según Robert Castel (2004) estas iniciativas
motorizan una dinámica de descolectivización, reindividualización y aumento de la inseguridad, a los cuales
podríamos agregar otras consecuencias, como la insatisfacción con el trabajo y un panorama incierto sobre el
futuro4 . Factores que 4 “Más de la mitad de los españoles cree que no accederá a un trabajo acorde con sus
habilidades, un tercio de los jóvenes graduados se sienten sobre cualificados 121 son, para la perspectiva de
Durkheim, disparadores de estados de anomia. “En el plano subjetivo, el aligeramiento de las constricciones sociales
se compensa con la extensión de la responsabilidad individual y el aumento de las cargas psíquicas, haciendo
gravitar en trono al sujeto el peso del mundo social (…) los sujetos no son titanes, (…) vencidos por el compromiso
que cargan, no sólo se revelan como incapaces de responder a las exigencias desmedidas, sino como totalmente
impotentes. El sujeto encuentra apoyos o estalla” (Papalini, 2015). Durkheim establece que el peligro de la
disgregación social resulta cuando los individuos se encuentran carentes de normas morales y organizaciones que
direccionen, contengan y protejan su vida ante las incertidumbres del desarrollo de sociedades muy dinámicas. El
individuo no encuentra más referencias en su horizonte que él mismo. Robert Castel (2004) explica que el repliegue
del Estado y la pérdida de fuerza de los lazos sociales para generan cohesión social produce una frustración
colectiva, intensificando un malestar que busca responsables o chivos expiatorios. Afirma que el resentimiento es
una respuesta social que no predispone al sujeto a la generosidad hacia los otros, por el contario, para el empleo que desempeña
y casi los mismos se ven estancados y con pocas opciones de aprender más. Son los datos que arroja una macroencuesta europea realizada recientemente a casi 50.000 trabajadores de los 28. Las

respuestas de España dibujan un panorama pesimista con datos generalmente peores que la media europea. Los expertos reclaman más formación práctica en los estudios e implicación en el

aprendizaje a lo largo de la vida (…) la encuesta europea de habilidades y empleos ahonda con casi 50.000 encuestados en los desajustes entre el conocimiento del trabajador y el empleo al que accede.

Además del desajuste que perciben los universitarios, un 40% de los españoles creen que tiene más habilidades de las que necesitan en su trabajo habitual (39% en Europa), aunque también más de la

”.. 122 induce una actitud defensiva 5 y en su análisis establece que se dirige
mitad (53%) consideran que estas quedarán anticuadas en cinco años

hacia los grupos o categorías sociales más próximos a su situación social.

En sociedades que se transforman incesantemente, que se modifican las relaciones sociales y productivas con cada
vez mayor intensidad, se requiere de una presencia reguladora del Estado. Pierre Rosanvallon (2007) ante esta
situación establece la necesidad de “… encontrar un nuevo cemento colectivo. El problema es que los lugares de lo
que se llama civismo ordinario –la conscripción, la escuela, el barrio mismo- se han descompuesto progresivamente.
Las instituciones en las cuales el individuo podía proyectarse para identificarse con la nación (…) se volvieron más
frágiles y más banales”.

Papalini (2015) plantea ante este marco de desconcierto y de “endeblesituación existencial…”cuatro opciones. Una
es la vía revolucionaria, a la que califica como un intento heroico de destrucción del presente orden social que
cuenta con ínfimas probabilidades de éxito. Una segunda opción es el aumento de la tolerancia (resiliencia) del
individuo, echando a mano de apoyos, tales como medicamentos, drogas, terapias y religiones. 5 “…es incongruente
pedirles a los grupos más desfavorecidos que sean sus propios sociólogos y que elaboren ellos mismos la teoría de
su situación (al proletariado industrial del siglo XIX le llevó mucho tiempo hacerlo, antes de constituirse en clase
obrera). Se puede comprender perfectamente que una reacción social tome el atajo más corto y saltee largas
cadenas de razonamiento que habría que desplegar para dar cuenta de todos los componentes de esta situación,
que escapa a menudo incluso a los economistas prestigiosos y a los profesionales de las ciencias sociales” (Castel,
2004). 123

La tercera opción es volver al modelo estatal6 y económico previo al neoliberalismo, el Estado protector o social
(Castel, 2004). Una última opción es fortalecer las agrupaciones de cooperación mutua basados en la identificación
de problemas comunes, pero que parta de una acción local trascendiendo el tema y el espacio social para su
articulación y coordinación con otros grupos. Podríamos pensar, en vista a lo que estableció Durkheim hace más de
cien años, que los dos últimos caminos deberían complementarse necesariamente.

6 El Estado neoliberal se constituye en oposición crítica al Estado de Bienestar o Social (que a partir de la Segunda Post Guerra Mundial funciona articuladamente con políticas económicas keynesianas),

este tipo de Estado (Social) interpela al ciudadano como titular de derechos, asentándose en políticas universales (provisión de bienes, transferencias monetarias y prestaciones de servicios públicos en

áreas vitales para la construcción de la cohesión social, como la educación) a fin acolchonar las diferencias que produce el mercado. Este modelo estatal tiene como fundamento la seguridad (civil y

social), “…liberados de toda regulación colectiva, los individuos viven bajo el signo de la amenaza permanente porque no poseen en sí mismos el poder de proteger y protegerse (…) la seguridad es la

condición primera y absolutamente necesaria para que los individuos, desligados de las obligacionesprotecciones tradicionales, puedan hacer sociedad” (Castel, 2004).

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