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Tonio Andrade, “Más allá de los cañones, los

gérmenes y el acero: la expansión europea y el Asia


marítima, 1400-1750.” *

Introducción1
A principios del siglo XVII, una nueva potencia naval arribó al Océano
Índico y enfrentó a los portugueses. Por medio de poderosas naves repletas de
cañones atacaron sus puertos, hundieron sus carracas y capturaron algunas de
las colonias que controlaban desde hacía mucho tiempo, incluyendo las
imponentes ciudades fortificadas de Mombasa y Mascate. Todo ello fue llevado
a cabo con el objetivo de arrebatarle a Portugal sus rutas comerciales. Como
consecuencia de estos eventos, se aceleró la declinación colonial portuguesa.
¿Cuál era esta potencia?

La mayoría de las personas hubieran respondido, incorrectamente, que se


trataba de los holandeses, de los franceses o de los ingleses. Si embargo, la
potencia en cuestión era le dinastía Ya’rubi de Omán. Durante los siglos XVII y
XVIII, los omaníes crearon un estado marítimo en expansión cuya influencia se
extendió mucho más allá de su base de operaciones en el Golfo Pérsico. Sin
embargo, cuando aprendemos o enseñamos historia mundial o la historia de la
expansión europea, nunca oímos hablar de los omaníes. 2 Claro que la dinastía
Ya’rubi no es el único poder marítimo no europeo que falta en los anales de la
historia universal.

No debería sorprendernos este descuido de la historia marítima no


europea. Lo sorprendente es cuán profundo y sistemático resulta esta omisión,
una cuestión que percibí con claridad cuando comencé a abrir mis conferencias
sobre colonialismo con un test de cultura general al que bauticé “Nombre una
potencia marítima.” Tras ofrecer a mi auditorio tres descripciones de potencias
marítimas, desafiaba a los presentes a que pudieran identificar cada una de
ellas. Un ejemplo usual era el de la dinastía Ya’rubi. He aquí los otros dos:

- Este poder marítimo tenía una imponente presencia en el Extremo Oriente. Tras
la expulsión de los portugueses de Japón en 1639, se convirtió en la principal
fuente de provisión que los nipones tuvieron para la obtención de mercancías
extranjeras y de información sobre el mundo exterior. En el siglo XVII envió

*Traducción del inglés de Fabián Alejandro Campagne para uso interno de la materia “Historia
Moderna” (UNIPE). Texto original: “Beyond Guns, Germs, and Steel: European Expansion and
Maritime Asia, 1400-1750”, Journal of Early Modern History 14.1 (2010): 165-186.
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una gran armada para fundar una colonia en la isla de Taiwán, utilizada de allí
en más como base de operaciones para dominar el transporte marítimo en el
Extremo Oriente. También amenazó a los españoles en Filipinas.

- En el siglo XVIII, la poderosa armada de este país obligó a las naves que
viajaban hacia el Océano Índico a comprar protección, o a sufrir el decomiso de
sus barcos. Fue un enemigo importante de la East India Company británica, a la
que obligó a pagar los mencionados peajes. También capturó fuertes
portugueses claves en la India, y estuvo a punto de apoderarse de la gran
capital lusitana de Goa.

La primera potencia marítima, que dominó el comercio en Extremo


Oriente y que funcionó como canal principal de la circulación de mercaderías e
información hacia Japón, no es Holanda, que es la respuesta que casi
invariablemente ofrecían los asistentes a mis conferencias, sino el estado Zheng,
en China. Los holandeses casi [énfasis del autor] encajan en la descripción. Ellos
efectivamente establecieron una colonia en Taiwán y comerciaron profusamente
con Japón. Pero el estado marítimo chino liderado por la familia Zheng
responde mucho mejor al enigma. Los Zheng expulsaron a los holandeses de
Taiwán, que hasta dicho momento era la colonia más grande de la Compañía
Holandesa de las Indias Orientales, y uno de sus enclaves más redituables. Por
otro lado, si bien es verdad que los holandeses sacaron ventaja de la expulsión
de los portugueses del Japón aumentando su participación en el comercio de
Extremo Oriente, lo mismo hicieron los Zheng. Y más importante aún, no
fueron los holandeses sino los Zheng los que se convirtieron en los principales
proveedores del Japón.

La mejor respuesta al segundo de los enigmas quizás resulte más familiar:


se trata del Imperio Maratha, en la India. El poder naval de los marathas,
reforzado por poderosas naves y efectivos fuertes marítimos, fue la pesadilla
del “imperio” británica en el Océano Índico en la primera mitad del siglo XVIII.
También amenazó a los portugueses. De hecho, tanto estos últimos como los
británicos pagaron tributos e impuestos para comprar a los marathas evitando
que atacaran a sus buques y puertos.

La primera vez que realicé este juego, mi audiencia era un grupo grande y
distinguido de historiadores profesionales, incluyendo algunos expertos en la
historia del Extremo Oriente, de Asia del Sur y del Islam. Estaba nervioso
pesando que el test podía fallar, que quizás algunos de los asistentes viciaría mi
argumentación pedagógica proponiendo las respuestas correctas. Después de
todo, la dinastía Ya’rubi, el Estado Zheng y el Imperio Maratha fueron
entidades políticas extremadamente importantes, cada uno de ellas
hegemónicas en su propia región. Para alivio mío –y un poco también para mi
sorpresa– los asistentes a mis disertaciones sólo proponían nombres de
potencias europeas. Los asistentes se rieron con asombro cuando revelé las
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respuestas exactas. A partir de entonces formulé estos enigmas repetidas veces.


Ni una sola vez obtuve las soluciones apropiadas.

El ejercicio pone de manifiesto cuan profundamente nuestras mentes,


incluso la de los expertos en historia no occidental, están informadas por una
narrativa implícita, que yo llamo “Esquema 1492”. Podríamos igualmente
llamarla “Esquema 1497”, a propósito de la famosa expedición de Vasco da
Gama a la India; o “Esquema 1500”, en función de la fecha que usualmente
usamos para separar la era moderna de la pre-moderna, y que es la que
habitualmente sirve de separador para los libros y los cursos de historia. Estas
fechas –1492, 1497, 1500– son vistas como marcadores del umbral de la era
moderna, identificada con el encumbramiento de Occidente, cuando Colón y
sus sucesores, representantes de una Europa dinámica, navegaron por todo el
globo sometiendo a su dominio a los pueblos extranjeros y dando inicio a la
trayectoria globalizadora de la modernidad.

Por supuesto, los historiadores han trabajado duro para desmantelar esta
historia, para complicarla o desafiarla. En las últimas décadas ha comenzado a
emerger una nueva narrativa, que podríamos llamar “Modelo euroasiático”.
Aún cuando todavía se encuentra en formación, podríamos resumirlo en cuatro
puntos.

Primero, la expansión europea por las Américas fue muy diferente de la


expansión por el Viejo Mundo. La idea se remonta incluso más allá del seminal
libro de Alfred Crosby. Pero debemos reconocer que su ascendiente actual se
debe al éxito del libro de Jared Diamond, Guns, Germs and Steel, que quizás no
satisfaga a los historiadores profesionales en todos los frentes pero que realiza
una audaz e irresistible defensa de las diferencias que existen entre los
desarrollos que tuvieron lugar en el Viejo y en el Nuevo Mundo (resulta menos
convincente cuando intenta separar África de Eurasia).3

Segundo, la expansión europea del período 1492-1650 (la clásica “Edad de


la expansión ultramarina”) fue parte de una tendencia mayor de expansión
euroasiática bautizada con la célebre expresión “Edad del comercio”. Aún
cuando todavía existen desacuerdos respecto de muchas cuestiones, la mayoría
de los académicos aceptan en la actualidad que la mayoría de las regiones del
Viejo Mundo, desde Europa hasta China, experimentaran un crecimiento
demográfico sostenido (aunque desparejo) desde mediados del siglo XV hasta
el comienzo de la así llamada “Crisis del siglo XVII”, y que existe un correlato
entre este aumento de población y el marcado aumento en el comercio de larga
distancia. Se ha debatido mucho esta idea: el crecimiento (tanto el demográfico
como el económico) no tuvo lugar en todas partes; ni se desarrolló de manera
simultánea; existieron muchas variantes regionales; también hubo depresiones
y recesiones. Pero en conjunto, la mayoría de los especialistas parecen aceptar
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que el período se caracterizó por un crecimiento relativamente sostenido,


especialmente en las regiones involucradas en el comercio de larga distancia. 4

Tercero, la “Edad del comercio” debe diferenciarse del así llamado


“Moderno sistema mundial”, que todavía informa nuestra comprensión de la
historia mundial. Las diferencias son evidentes: aún cuando resulte posible
postular la existencia de una economía mundial durante el período 1500-1800,
de ninguna manera puede considerársela dominada exclusivamente por
Europa. Por el contrario, existían por entonces varios núcleos económicos, el
más grande de los cuales se encontraba en Asia. De hecho, muchos
historiadores creen que procesos durante mucho tiempo considerados propios
de Europa –como la famosa “revolución de los precios del siglo XVI”– en
realidad fueron causados por cambios en la economía china.5

Cuarto, en el Viejo Mundo los europeos no tuvieron la capacidad de


ejercer su dominio sin la estrecha cooperación de los pueblos nativos. Por
supuesto, cabe decir lo mismo del Nuevo Mundo, pues el colonialismo casi
siempre implica una cercana interacción con la población aborigen. Pero los
imperios marítimos de los europeos en el Viejo Mundo fueron particularmente
débiles e interactivos, pues se asentaban sobre estructuras de comercio que
tenían siglos de existencia. Además, a lo largo de todo el período temprano-
moderno, entre 1400 y 1750 aproximadamente, los mercaderes asiáticos
continuaron quedándose con la parte del león del comercio mundial, tanto en
valor como en volumen. De hecho, los asiáticos y los europeos cooperaron
estrechamente: los malayos invirtieron en los viajes portugueses; los chinos
ayudaron a los holandeses y a los españoles en materia agrícola; y en el sur de
Asia los ingleses recibieron ayuda en la recolección de impuestos. El historiador
Jack Wills se refiere a este proceso como “la emergencia interactiva de la
dominación europea”.6 Estas cuatro ideas han comenzado a descentrar nuestra
comprensión habitual de la expansión europea, obligándonos a concebir al
colonialismo europeo como un fenómeno más frágil, contingente e interactivo
de lo que en otra época creíamos.

Pero el Esquema 1492 persiste, incluso en lugares inesperados. Jack


Goody, por ejemplo, en un libro reciente sobre el eurocentrismo en el discurso
histórico, escribe lo siguiente: “a partir del siglo XVI Europa alcanzó una
posición dominante en el mundo en parte gracias al Renacimiento.”7 De igual
modo, un artículo reciente en el New York Review of Books sostiene que para el
1600 Ámsterdam se había convertido en el “centro global del comercio.” 8 Varias
veces he oído a asianistas afirmar que el capitalismo y el dominio global
europeo comenzaron en el siglo XVI. Vemos esta clase de errores por todas
partes. El enigma marítimo con el que alguna vez comenzaba mis disertaciones
desnuda un relato fallido que aún estructura nuestra comprensión de la historia
mundial.
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Ahora bien, si los historiadores ya han comenzado a esbozar un atractivo


contra-relato capaz de poner en su lugar al anterior, ¿por qué todavía persiste el
Esquema 1492? Creo que ello sucede porque los académicos aún no han podido
responder una pregunta básica: ¿Por qué fueron los europeos antes que
cualquier otro pueblo euroasiático quienes edificaron los primeros imperios
globales, extendiendo su forma de control, aún cuando frágil y contingente,
sobre los océanos del mundo?

Los historiadores académicos han evitado esta pregunta en las décadas


recientes. ¿Quién podría culparlos? La mayoría de las explicaciones previas
referidas al excepcionalísimo europeo han resultado poco convincentes. Ello
cabe tanto para las explicaciones neoliberales como para las de izquierda. Por
ejemplo, el argumento que considera que la “emergencia de Occidente” fue una
consecuencia del desarrollo de los derechos de propiedad en Europa, del
humanismo renacentista, de la separación entre estado e iglesia, y de otros
factores socio-culturales, por lo general se elaboraron sin un conocimiento
suficiente de las sociedades no europeas. El de David Landes probablemente
sea el ejemplo reciente más egregio de una larga tradición de trabajos afectados
por este defecto.9 Los no europeístas casi siempre han logrado ridiculizar los
supuestos sobre las sociedades asiáticas que subyacen a estos argumentos.10 En
la otra vereda, las explicaciones neo-marxistas, basadas en la idea de que la
expansión europea fue el producto de la rapaz máquina del capital global,
también han mostrado resultar endebles, incluso en el tratamiento
relativamente sofisticado ofrecido por Wallerstein y sus herederos.11

No asombra, por lo tanto, que los historiadores hayan evitado la pregunta


sobre el excepcionalismo europeo, para centrarse en cambio en los paralelos
euroasiáticos, argumentando que si Europa siguió un camino propio o
alternativo, éste emergió tardíamente, o lo que es lo mismo, que no fue el
Renacimiento sino la Ilustración el que dio inicio a la verdadera era de la
dominación europea. De hecho, los historiadores mundiales han tendido
recientemente a caracterizar a la industrialización misma como un accidente de
la historia, carente de vínculos con cualquier otro contexto cultural o científico.
Estas son tendencias evidentes en el mainstream de la historia mundial, tal como
se observa en los trabajos de Kenneth Pomeranz, Bing Wong y el difunto André
Gunder Frank.12

De todos modos no podemos negar que algo inusual estaba sucediendo


también en Europa a comienzos de la Edad Moderna, mucho antes de la
industrialización. Aún cuando podemos hallar equivalentes asiáticos de los
imperios oceánicos europeos –los omaníes, los Zheng, los marathas, por
mencionar sólo tres ejemplos–, los no europeos jamás lograron establecer
imperios marítimos de alcance y escala semejante. A pesar de la fragilidad, el
carácter contingente y la naturaleza interactiva del colonialismo europeo
Historia Moderna (UNIPE) 6

temprano-moderno, un problema de historia mundial aún nos interpela: cómo


dar cuenta del hecho de que los imperios marítimos más grandes del mundo
tenían sus bases en Europa Occidental.

Afortunadamente, los historiadores mundiales están comenzando a


mostrar un nuevo empeño en la resolución del problema del excepcionalismo
europeo. Jack Goldstone, por ejemplo, ha vuelto a enfocarse en el papel de la
ciencia en el “surgimiento de Occidente”, Patricia Seed está trabajando en la
ciencia de la navegación, y David Ringrose está ocupado examinando la
expansión europea en contexto global. 13 Parece que ha llegado el tiempo de
abordar nuevamente el problema de las diferencias entre el colonialismo
europeo y otros procesos euroasiáticos. Haciéndolo, seremos capaces de
despachar el Esquema 1492.

¿Pero cómo hacerlo sin caer en el mismo discurso eurocéntrico que arruinó
los intentos previos? ¿Cómo evitamos convertirnos en émulos de David
Landes? La clave es tener en mente los ejemplos no europeos. Los
excepcionalistas a menudo afirman que su región resulta única en lo que
respecta a un atributo determinado, por ejemplo, los “derechos de propiedad”,
pero por lo general recurren poco o nada al análisis comparado para sustentar
sus afirmaciones.

Una comprensión verdadera del colonialismo europeo requerirá un


análisis de procesos análogos en otras regiones del globo. El resultado que
buscamos no es una lista de características únicas de la civilización occidental,
porque las fronteras entre las civilizaciones resultan demasiado porosas y el
concepto mismo es demasiado amorfo para sustentar un argumento semejante.
El objetivo es, en cambio, descubrir el conjunto de factores particulares que
pueden haber estado presentes en muchas sociedades euroasiáticas, pero que
quizás sólo lograron concentrarse de manera particular en Europa, y que
subyacen a los fenómenos particulares que deseamos comprender, en este caso,
la expansión marítima temprano-moderna.

Pues bien, ¿qué casos no europeos pueden servir mejor a nuestros


propósitos? Tengo para mí que el curso de acción más fructífero requerirá
centrarse en el caso de las potencias que de manera efectiva desafiaron el poder
europeo, en especial, las que llegaron a capturar colonias o asentamientos
europeos. Hay muchos casos que responden a esta característica. La mayoría
han sido poco estudiados, y hasta donde conozco nunca han sido considerados
en conjunto. Creo que si los abordáramos como a un grupo alcanzaríamos una
comprensión más profunda de los factores que distinguieron al colonialismo
europeo temprano-moderno de otros procesos globales. También ayudaría a
profundizar nuestro conocimiento de la historia marítima global, un campo en
el cual los poderes coloniales europeos siempre han estado en el candelero. Los
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imperios europeos merecen nuestra atención porque, para bien o para mal, han
cumplido papeles relevantes en el proceso de globalización. Pero para
entenderlos verdaderamente debemos ponerlos en contexto, lo que implica
tomar seriamente a sus análogos no europeos.

Los casos más desconcertantes provienen de un escenario limitado a: 1) el


Viejo Mundo (principalmente Asia); 2) el período anterior al siglo XIX, es decir,
la fase previa a que la industrialización alterara de manera radical el balance de
poder entre Occidente y el resto del mundo. Ello es así porque el Paradigma
euroasiático deja en claro que los procesos en el Nuevo Mundo fueron
diferentes que en el Viejo, y porque pocos estarían en desacuerdo respecto de
que el imperialismo industrial caracterizó a una nueva fase del poder
occidental, cuando los barcos de vapor y los cañones de precisión
proporcionaron una inmensa ventaja a los poderes europeos y americanos.

En el resto del artículo examinaré de forma breve dos casos: el Imperio de


Omán en el Golfo Pérsico, y el Imperio de la familia Zheng en el Extremo
Oriente. Ambos ejemplos ayudan a comprender la manera en que un análisis de
conjunto de éstos y muchos otros ejemplos ayudaría a esbozar un modelo capaz
de desplazar al Esquema 1492, ofreciéndonos una comprensión más
profundamente contextualizada del colonialismo europeo, y ayudándonos por
fin a responder la pregunta clave: ¿por qué los europeos crearon los primeros
imperios marítimos globales? Tres conclusiones se imponen. Primero, el éxito
de los europeos en la creación de imperios ultramarinos se basó menos en la
tecnología que en la geopolítica, y en particular en un factor, el apoyo del
estado. Mucho más que los gobernantes orientales, los occidentales se
mostraron siempre dispuestos a avalar o a patrocinar el aventurerismo
marítimo. Segundo, aún cuando la tecnología resultó menos importante que lo
que tradicionalmente se supuso, no por ello dejó de ser un factor importante,
sobre todo en el aspecto militar. Tercero, los europeos y sus rivales se copiaron
mutua y repetidamente, por lo que el mundo marítimo debe concebirse como
un producto híbrido.

Caso 1: la dinastía Ya’rubi contra el Imperio Portugués


Los portugueses penetraron en el Océano Índico a fines del siglo XV, un
tiempo propicio para una nueva potencia marítima emprendedora y agresiva.
Los gobernantes y las ciudades portuarias de la región por lo general no
estaban utilizando sus barcos para proyectar el poder de sus estados sobre el
espacio marítimo. 14 Los portugueses, en consecuencia, sorprendieron a sus
rivales con la guardia baja y procedieron a capturar puertos importantes en
África oriental y en la India. No estoy afirmando que la tecnología portuguesa
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no fuera un factor importante. Las naves y las armas de fuego europeos, de


hecho, le dieron una importante ventaja inicial a los lusitanos. Pero en ningún
caso se trataba de una ventaja insuperable; el elemento clave fue la sorpresa.
Los portugueses llegaron desde el sur, donde aún no había surgido ningún
poder marítimo considerable. Ingresaron en un mundo regido por leyes
diferentes a las que prevalecían en la Europa marítima, con su tradición de
competencia comercial sostenida por la fuerza militar, el Estilo Mediterráneo.
De esa manera los portugueses lograron hacer pie en la región antes de que las
autoridades locales tuvieran tiempo de adaptarse.15

Entre las bases que Portugal estableció se contaban puertos claves en el


Golfo Pérsico. Los más importantes eran Mascate (ocupado en 1508) y Ormuz
(ocupado de manera efectiva en 1515). En esta región, como en todas partes en
Asia, los portugueses se beneficiaron con la falta de resistencia concertada por
parte de una potencia estatal importante. La principal oposición provino de
ciudades-estado relativamente autónomas, cada una de ellas provista con su
respectivo pequeño hinterland, y unidas por medio de vínculos débiles al jefe o
malik residente de Ormuz. La hegemonía lusitana en el Golfo Pérsico, como en
muchos otros lugares, fue superficial. Las poblaciones locales continuaron
gobernándose a sí mismas bajo la soberanía portuguesa. La autoridad de estos
últimos decrecía notablemente en tierra firme, a medida que las personas se
alejaban de los enclaves portuarios. Además, la mayoría del comercio continuó
en manos de nativos. Los lusitanos sólo cobraban tributos e imponían a los
mercaderes la obligación de pagar permisos para poder llevar a cabo su
comercio a través del mar.

La situación sólo resultaba sostenible en tanto y en cuanto ningún estado


marítimo poderoso desafiara el control portugués. El Egipto mameluco,
considerado como la potencia marítima del Océano Índico más cercana al Estilo
Mediterráneo, trató de expulsar a los invasores pero en última instancia fracasó,
en gran parte porque su estilo militar basado en el uso de galeras mediterráneas
resultaba exitoso cerca de los fuertes pero lo era mucho menos cuando se
alejaban de sus bases de operaciones, por ejemplo, en la costa occidental de la
India.16 Por otro lado, el Egipto mameluco cayó en poder de los otomanos poco
después de que lanzara su fracasado ataque contra los portugueses. Los turcos,
por su parte, realizaron un par de prometedores pero en última instancia
inconexos intentos de derrumbar el poder portugués. 17 La mayoría de las
restantes potencias marítimas ni siquiera intentaron desafiar el control
portugués en el Índico. 18 Por más de un siglo los lusitanos sólo debieron
enfrentar escasos intentos de resistencia concertada, lo que les permitió
conservar y beneficiarse con la red de puertos que controlaban en el Índico
occidental,
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Pero en el siglo XVII nuevas potencias marítimas aparecieron en escena.


Es mucho lo que sabemos sobre los holandeses y los ingleses. Pero más
relevante para la región fue la consolidación de la dinastía Ya’rubi. En 1624, un
hombre llamado Nasir bin Murshid fue elegido Imán por las tribus del litoral
omaní. Comenzó a utilizar los recursos de estas últimas para construir un gran
estado en el área. En lucha con varios jefes locales consiguió ganar el control de
las regiones interiores de lo que hoy es Omán. Luego, esgrimiendo la bandera
de la jihad comenzó a atacar las posiciones portuguesas en el Golfo Pérsico,
logrando capturar varios puertos importantes, entre ellos Julfar (Ras el
Khaimah, en la costa occidental), Karyat y, más importante aún, Suhar. Para el
momento en que muere, en 1649, Nasir había logrado expulsar a los
portugueses de todos los puertos del Golfo Pérsico, con una única excepción,
Mascate. Su sucesor y primo, Sultan bin Seif, completó la tarea al año siguiente,
capturando la ciudad en 1650, a pesar de que estaba protegida por un fuerte
munido de una poderosa artillería moderna.19

Tras apoderarse de Mascate, los omaníes construyeron una poderosa


armada que pudo rivalizar con las europeas. Aún sabemos muy poco sobre la
manera en que los omaníes crearon su flota. Unos pocos barcos fueron
ciertamente capturados a los portugueses. Otros se los compraron a los ingleses.
Pero también es probable que hallaran otra fuente de provisión de naves. En
palabras de un especialista, la creación de esta armada de ninguna manera fue
un mero producto de la suerte o de circunstancias favorables: por el contrario,
los omaníes “diseñaron de un plan de largo alcance orientado a conseguir los
medios que les permitirían enfrentar a sus oponentes de forma más pareja.”20
No caben dudas de que sus barcos estaban basados en diseños europeos y por
ello mismo erizados con cañones. Un observador pudo constatar que uno de
aquellos barcos contaba con ochenta cañones grandes, un número importante
para el período temprano-moderno.21

Sultan bin Seif y sus sucesores usaron esta armada de manera deliberada
para construir un imperio marítimo. Saif ib Sultan (1692-1711) comandó una
flota de veinticuatro grandes buques estilo europeo y veintiocho naves más
pequeñas. Ésta era una flota grande para el período, y sus barcos estaban todos
muy bien armados. Atacaron las posiciones portuguesas en la India, incluyendo
un devastador asalto lanzado en 1668 contra uno de los principales centros
comerciales de los portugueses, la ciudad de Diu. Este raid provocó grandes
pérdidas a los lusitanos y afectó por años el comercio de la ciudad. También dio
inicio a un periodo de guerra naval abierta entre Portugal y Omán, durante el
cual éste último parece haber obtenido los mejores resultados.22 Se trataba de
una guerra en nombre del comercio. Usando esta flota, Saif y sus sucesores
tomaron también el control de plazas portuguesas claves en el este de África,
incluyendo Zanzíbar, Pempa, Kilwa y Mombasa (esta última defendida por
fuertes munidos de piezas de artillería).
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Para principios del siglo XVIII, los omaníes habían creado un imperio
marítimo digno de tal nombre, con poderosas flotas, lucrativas rutas
comerciales y colonias. ¿Qué lecciones podemos extraer de este breve resumen?
Como hemos visto, cuando arribaron al Océano Índico los portugueses se
encontraron con un escenario favorable al ejercicio de su poder marítimo
coercitivo. A principios del siglo XVI existían pocos estados deseosos de usar el
poder marítimo para capturar rutas comerciales. Y quienes lo intentaron, los
mamelucos de Egipto entre los más importantes, eran débiles y fueron por lo
tanto incapaces de detener la incursión portuguesa. El imperio portugués en el
Océano Índico no se hubiera podido establecer con tanta facilidad –ni hubiera
resultado tan efectivo– de no haber existido este vacío de poder. Por lo tanto,
“la emergencia de Occidente” tal como se evidencia en el caso portugués no fue
tanto un producto de su superioridad técnica sino de la importación de
modelos mediterráneos de violencia política en un área que concebía de manera
muy diferente las relaciones entre violencia naval y comercio.

El nacimiento y el éxito del poder marítimo de Omán apoya esta


conclusión al mostrar que, cuando emergió un poder asiático que efectivamente
elegía utilizar como estrategia el empleo de la violencia marítima para potenciar
el beneficio mercantil, los portugueses fueron incapaces de ofrecer una
resistencia efectiva. Es importante aclarar que algunas de las respuestas
portuguesas a los omaníes estuvieron bien concertadas y organizadas. Sólo que
Omán resultó ser un adversario eficiente.

En el centro del caso del Imperio omaní versus el Imperio portugués se


encuentra el rol del Estado. Tal como sostienen Michael Pearson, Kitri
Chaudhuri y Sanjay Subrahmanyam, uno de los factores claves detrás de la
expansión europea fue el hecho de que se trató de un emprendimiento
patrocinado por el Estado, mientras que, por el contrario, la mayoría de los
estados asiáticos optaron por no involucrarse en el negocio de la expansión
naval. 23 El caso omaní deja en claro que cuando los estados asiáticos se
involucraban en esta clase de expansión, en ocasiones resultaban capaces de
competir eficazmente con los europeos.

Ello no implica afirmar que la tecnología europea no tuviera importancia.


Es claro que los cañones y los barcos le dieron una importante ventaja a los
portugueses en el Índico, un aditamento al factor sorpresa que los lusitanos
supieron aprovechar muy bien. De la misma forma, la tecnología de
construcción de los fuertes fue una pieza importante de la expansión, en
especial a partir de mediados del siglo XVI, cuando muchas modernas
fortalezas dotadas de abundante artillería fueron edificadas en las colonias de
ultramar. Aún así, Omán consiguió construir una poderosa flota y armarla con
potentes cañones, una armada que probó estar a la par de las de las potencias
occidentales del período. Los omaníes también igualaron a los europeos en el
Historia Moderna (UNIPE) 11

arte de apoderarse de las fortalezas munidas de artillería moderna, que según


Geoffrey Parker fue una pieza central del colonialismo europeo temprano-
moderno.24

Todo ello indica que, aún cuando los europeos disfrutaron de una ventaja
en términos de tecnología militar, de ninguna manera ésta fue abrumadora. De
hecho, y ésto es lo más importante, se trataba de una ventaja que podía ser
fácilmente contrarrestada. Lo que se necesitaba era un liderazgo deseoso de
poner sus instituciones al servicio de la proyección de un poder ultramarino.
Una vez que esta condición se cumplió, los medios para competir con los
europeos quedaban al alcance de la mano. El gradiente tecnológico no era tan
relevante como para que una autoridad dedicada no pudiera neutralizarlo.

Para cumplir con este objetivo los omaníes tomaron mucho prestado de
los arsenales europeos, lo que muestra la relevancia de otro factor: la
hibridación. Nos queda aún bastante por aprender sobre la armada Ya’rubi.
Pero es indudable que se inspiró mucho en los europeos y en su experiencia.
Los barcos omaníes más grandes y poderosos fueron capturados a los europeos
o bien comprados a occidentales. Al igual que otros poderes asiáticos, los
omaníes emplearon muchos artilleros y armadores europeos. El resultado fue
un préstamo inter-cultural, que dio lugar a naves de diseño híbrido manejadas
por tripulaciones multi-étnicas.

El caso de la dinastía Ya’rubi ilustra claramente que un estado asiático


podía competir con los imperios europeos en su propio terreno, en tanto y en
cuanto tuviera la voluntad y la organización para hacerlo. De todos modos, no
podemos obviar que el Estado da India portugués era el “enfermo” del Océano
Índico en el siglo XVII, por lo que el caso que estamos analizando dice menos
sobre el ascenso de los poderes asiáticos que sobre la declinación de un poder
occidental concreto. Existe evidencia que permitiría matizar esta última
conclusión. Pero en lugar de adentrarnos en esta discusión voy a pasar al
siguiente caso: la captura en 1662 de la colonia de Taiwán, posesión de la
Compañía Holandesa de las Indias Orientales, por parte del estado Zheng. A
diferencia del Imperio portugués, la compañía holandesa se encontraba en su
apogeo por entonces. Y aún así perdió su colonia más grande a manos del hijo
de un pirata chino.

Caso 2: el Imperio de la familia Zheng versus la


Compañía de las Indias Orientales
Cuando los holandeses arribaron al Extremo Oriente a principios del siglo
XVII, hallaron una situación similar a la que los portugueses habían encontrado
Historia Moderna (UNIPE) 12

cuando entraron al Océano Índico un siglo antes: un vacío de poder marítimo.


Los principales estados en la región –China, Corea y Japón– no tenían interés en
los océanos. La China de los Ming había levantado parcialmente su notoria
“prohibición marítima” pero continuaba prohibiendo a sus súbditos comerciar
con Japón, uno de los mercados más lucrativos de la región. Como resultado, el
contrabando, ante el cual la dinastía Ming se mostró impotente, se desarrolló de
manera notable, pues China por entonces destinaba escasos recursos al
patrullaje o al mantenimiento de bases marítimas en sus costas e islas.

Corea siguió una trayectoria similar. Si nos basamos sólo en su geografía,


con su costa alargada, involuta y plagada de islas, podríamos pensar que Corea
estaba naturalmente llamada a orientarse de manera natural hacia la actividad
marítima. De hecho, los coreanos desde siempre habían sido ávidos marineros y
eficaces constructores de naves muy efectivas: no sólo buques pesqueros para
operar en las costas sino también poderosas naves de guerra, como los famosos
buques tortuga recubiertos de hierro, y sus primos menos célebres pero más
significativos, los panokseon. Estos fueron buques formidables: maniobrables,
robustos y armados con un cañón grande.

Temprano en su historia, el así llamado Reino Ermitaño se involucró


plenamente en el comercio marítimo. Durante el Período de los Tres Reinos (57
a. C. – 668 d. C.), cuando Corea fue gobernada por tres autoridades rivales, sus
habitantes se dedicaron activamente al comercio. Más importante aún, durante
el período que siguió, especialmente el siglo IX, los mercaderes coreanos
navegaron por todo Extremo Oriente, jugando un papel significativo en el
comercio oceánico chino y japonés. Los piratas coreanos, por su parte, cruzaban
el Estrecho de Corea y amenazaban al propio Japón.25 A partir de entonces, sin
embargo, y por el resto de la historia premoderna del país, el gobierno coreano
restringió severamente el comercio ultramarino. Los gobernantes de la dinastía
Choson (1392-1910 d. C.) de manera deliberada modelaron sus políticas
comerciales siguiendo el ejemplo de la “prohibición marítima” impuesta por la
dinastía Ming en China. Los coreanos tuvieron prohibido participar del
comercio marítimo hasta 1882. De esta manera, Corea, como antes China,
impidió de manera activa que sus ciudadanos navegaran y realizaran negocios
en el exterior.

El gobierno de Japón, por otro lado, mostró una evidente tendencia hacia
la expansión oceánica patrocinada por el estado, como lo prueba la invasión a
Corea de 1592 a 1598. Para también abandonó a partir de entonces esta clase de
emprendimientos. Los marineros japoneses lanzaron varias expediciones
marítimas, incluyendo una exitosa invasión a las Islas Ryukyu en 1609 y dos
intentos de invasión a Taiwán (1609 y 1616). A principios del siglo XVII, el
shogunado Tokugawa permitió a su pueblo comerciar con ultramar e incluso
Historia Moderna (UNIPE) 13

ofreció apoyo estatal bajo la forma de certificados shogunales que conferían


protección.

Pero durante las décadas subsiguientes Japón se retiró del mar, un proceso
que culminó con el decreto shogunal de 1635, que prohibió a los súbditos
japoneses comerciar con el extranjero. Esta es una de les leyes más
trascendentes de la historia mundial temprano-moderna, mucho más
importante que la subsecuente expulsión de los ibéricos del Japón (1639),
porque antes de dicho decreto los mercaderes japoneses habían tenido una
presencia activa en los mares del este y del sudeste de Asia. El decreto de
inmediato apartó de la escena a un poderoso competidor de los poderes
marítimos europeos. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales fue la
principal beneficiada.

Ello explica por qué, cuando presionó por entrar al Mar de la China a
principios de la década de 1620, Holanda halló pocos competidores. Aparte de
los portugueses, a quienes los holandeses superaban en poder de fuego y en
recursos, y que en todo caso estaban perdiendo su acceso a Japón, los
neerlandeses sólo tuvieron que enfrentar a piratas y contrabandistas, que
sacaban ventaja de la falta de supervisión naval para impulsar sus respectivas
actividades. Uno de los lugares utilizados por estos mercaderes-piratas era
Taiwán, que en aquel entonces se consideraba fuera del área de influencia de
China y sus vecinos. De hecho, parece que los funcionarios chinos urgieron a
los holandeses a establecer una base en Taiwán, y los holandeses cumplieron.
En 1624 establecieron su colonia de Formosa. Aunque al principio tuvieron
algunos problemas con los comerciantes japoneses, que pronto acabaron con la
joven colonia, luego de 1635, el año en que el Shogun prohibió a sus súbditos
comerciar con el extranjero, Taiwán rápidamente se convirtió en una floreciente
colonia.

Gran parte de este florecimiento se debió a la cooperación de los


holandeses con un pirata chino llamado Zheng Zhilong, que había trabajado
para ellos brevemente como traductor en la década de 1620, antes de dedicarse
a una vocación más lucrativa: el pillaje. Los holandeses lo apoyaron en este
emprendimiento, permitiéndole saquear bajo su bandera, y alentándolo para
que eligiera como presas a las naves de sus enemigos, los españoles y los
portugueses. Zheng era un corsario efectivo. Su influencia fue en aumento, y así
logró construir una poderosa presencia marítima en el Mar de la China.
Aunque al principio los funcionarios chinos trataron de vencerlo recurriendo a
la fuerza de las armas, eventualmente recurrieron a tácticas más suaves. En
1628 lo invitaron a sumarse a la burocracia imperial con un elevado rango.
Como contraprestación por la ayuda que brindó para pacificar la costa, alejar a
los piratas y mantener a distancia a los holandeses, las autoridades chinas le
permitieron conservar su flota.
Historia Moderna (UNIPE) 14

Se trataba de una flota importante. Su corazón estaba formado por


poderosas naves híbridas: grandes juncos con filas de cañones que podían ser
disparados desde la borda, de manera similar a como funcionaban los barcos
europeos. Un funcionario chino informó que “sus naves están construidas como
las de los bárbaros extranjeros, altas y sólidas… Sus cañones son muy efectivos,
capaces de dar en el blanco desde grandes distancias.” 26 Los informes
holandeses corroboran esta descripción, pues coincidían en que la flota de
Zheng contaba con cerca de veinticinco juncos pequeños y treinta grandes
juncos de guerra, armados cada uno de ellos con hasta treinta y seis cañones.27
“Nunca antes se vio en China una armada de juncos tan bellos, grandes y
fuertemente armados.” 28 Es difícil imaginar la apariencia que debieron tener
estos barcos, pero podríamos remitirnos a la fascinante imagen de un hibrido
buque japonés contemporáneo, recientemente publicada por Peter Shapinsky.29

Aún cuando Zheng Zhilong trató de negociar con los holandeses,


prometiéndoles acceso al comercio con China, los europeos no se mostraron
satisfechos. Se volvieron en su contra y, en un rápido ataque, destruyeron su
poderosa flota mientras estaba anclada. De inmediato Zheng comenzó a
construir otra, que en 1653 usó para infligirle una decisiva derrota a la flota
holandesa (que a su vez estaba aliada a cientos de piratas chinos). Después de
este episodio los holandeses sintieron que no tenían otra opción que llegar a un
acuerdo. 30 Zheng Zhilong y Holanda alcanzaron un modus vivendi. Los
neerlandeses no molestarían a sus juncos, y él permitiría el comercio entre
China y Taiwán. Un importante flujo de juncos comenzó a llegar a Taiwán,
trayendo no sólo seda y porcelana para el comercio con Japón, sino también
mercancías para ser consumidas en la misma Taiwán, como suministros para la
colonia china en rápido crecimiento, y sal, textiles y hierro para los nativos.
Taiwán empezó a florecer como nunca antes, y Zheng Zhilong también
comenzó a prosperar. Para principios de la década de 1640 su bandera flameaba
sobre casi la totalidad de los barcos chinos que importaban o exportaban
mercancías de la Provincia de Fujian, el principal foco del comercio exterior
chino del período.

Todo indicaba que mientras Zheng Zhilong permaneciera en el poder este


acuerdo podría continuar. Pero en 1646 fue engañado y capturado por los
líderes de un nuevo poder en China: la gran dinastía Qing. Los Qing se habían
apoderado de la capital China en 1644 y estaban buscando consolidar su control
sobre el resto del país. Zheng Zhilong habría brindado su apoyo a la dinastía
derrocada, a los Ming, y ahora los Qing consideraban a su imperio marítimo
como un poder peligroso e intratable. La captura del líder pretendía reducir su
influencia. Pero el truco falló. El hijo y sucesor de Zheng Zhilong, Zheng
Chenggong, demostró ser más peligroso e intratable que su padre.
Historia Moderna (UNIPE) 15

Zheng Chenggong reestructuró la organización de su padre. No contento


con liderar una organización comercial independiente, declaró la existencia de
un nuevo estado, con una capital a la que llamó Prefectura de la Memoria Ming.
Estableció una burocracia, recaudó impuestos, impulsó el comercio de ultramar
y organizó un poderoso ejército, que utilizó para conseguir importantes
victorias en el sur de China. Este nuevo estado de orientación marítima extraía
al menos dos tercios de sus ingresos del comercio oceánico, por lo que no podrá
sorprender a nadie que pronto entrará en conflicto con la Compañía Holandesa
de las Indias Orientales. Los holandeses comenzaron capturando los barcos de
Zheng y confiscando sus ricos cargamentos. Así llegó a su fin el frágil
entendimiento mutuo entre el Imperio de la familia Zheng y la Compañía
Holandesa.

En 1661, y ante el avance de los ejércitos Qing que rodeaban su capital,


Zheng Chenggong comprendió que su posición en China resultaba insostenible.
Fue entonces que decidió mudar su base de operaciones a Taiwán. En abril de
dicho año su gigantesca flota desembarcó en la isla con 20.000 hombres. En
pocos días los holandeses fueron expulsados de la mayor parte de Taiwán. Al
mismo tiempo puso sitio a la principal fortaleza europea en la isla, una
moderna construcción conocida como Fuerte Zelanda. Comenzó así una guerra
larga y difícil, pero tras nueve meses de lucha el ejército de Zheng consiguió
capturar el fuerte.31 A principios de 1662 los holandeses debieron entregar su
más grande colonia en Asia al hijo de un pirata chino.

Conclusiones
¿Qué conclusiones podemos extraer de estos dos casos? La primera y
principal se relaciona con el rol del estado. Los historiadores globales y
transnacionales en ocasiones sugirieron que el estado está sobredimensionado
en su rol de actor histórico. Éste no es ciertamente el caso cuando estudiamos el
colonialismo ultramarino. Jack Wills sostuvo –siguiendo a Michael Pearson,
Sanjay Subrahmanyam y otros – que la habilidad de los europeos de crear
imperios extensos y duraderos en aguas asiáticas se debe a lo que él llama
“estatismo precoz”.32 Con este término aludía a que las políticas de los europeos
occidentales mostraban un inusual deseo de ejercer poder estatal –militar,
burocrático, jurídico-legal– y ponerlo al servicio del comercio oceánico y de la
conquista, un estilo de construcción estatal que este autor y otros relacionan con
el Mediterráneo. 33 Wills no afirma que los estados europeos necesariamente
fueran más centralizados y efectivos que los asiáticos. La cuestión clave es que
los estados europeos occidentales eran efectivos en Asia porque tenían la
voluntad de ejercer el control sobre el comercio marítimo.
Historia Moderna (UNIPE) 16

Este es un argumento potente, y los dos casos que he presentado en este


trabajo parecen corroborarlo. Los portugueses y los holandeses fueron capaces
de establecer colonias en Asia porque llegaron en un tiempo en el que pocos
estados indígenas deseaban establecer su propio dominio sobre el espacio
marítimo. Pero en ambos casos finalmente emergió un estado indígena que
obtuvo de manera efectiva el control del espacio y que consiguió derrotar a los
europeos en su propio terreno. La dinastía Ya’rubi capturó posiciones
portuguesas claves a lo largo del Índico occidental. El estado Zheng la arrebató
a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales su colonia más grande y una
de las más valiosas.

Resulta evidente que en el contexto euroasiático Europa Occidental se


caracterizó por una inusual concentración de políticas interesadas en la
expansión marítima: Pero ¿por qué ello fue así? El historiador Michael Pearson
sugiere que deberíamos mirar los flujos de ingresos de los estados, pues las
entidades que obtenían la mayor parte de sus ingresos del comercio marítimo
actuaban de manera diferente de las que los obtenían de la agricultura. 34
Pearson cree que durante el período temprano-moderno los estados asiáticos
tendían a extraer sus recursos de la agricultura, mientras que los estados
europeos obtenían una porción importante de su riqueza gracias al comercio
ultramarino. Fue por esta razón que estos últimos tendieron más que los
orientales a poner el foco en la proyección oceánica de su poder.35 Para Pearson,
la cuestión de los ingresos derivados del mar resulta clave para comprender la
expansión oceánica.

Tanto los omaníes como los Zheng parecen haber obtenido significativos
ingresos del comercio marítimo. Aún cuando carecemos de cifras claras
referidas al Imperio de Omán, es evidente que obtenía un elevado porcentaje de
sus ingresos del comercio por mar, en particular del comercio de esclavos de
África oriental. Tenemos mejor información sobre el Imperio de la familia
Zheng, que conseguía cerca de dos tercios de sus ingresos del comercio
oceánico. Como resultado, ambos estados tenían un claro interés en fomentar el
poder marítimo, lo que naturalmente los llevó a entrar en conflicto con los
imperios ultramarinos europeos. La hipótesis de Pearson merece ser estudiada
con más profundidad.

El rol del estado es una clave, pero no la única. Algunos estados asiáticos
intentaron y fracasaron a la hora de capturar posiciones europeas y resistir sus
incursiones. Estoy pensando, por ejemplo, en casos como el de Aceh, un estado
marítimo del norte de Sumatra, que intentó sin éxito apoderarse de puertos
holandeses y portugueses (en particular la importante ciudad de Malaca). La
existencia de un activo estado con orientación marítima puede haber sido una
condición necesaria, pero no suficiente. ¿Qué otras condiciones se necesitaban?
Jack Wills y otros han sugerido que la respuesta debe buscarse en las
Historia Moderna (UNIPE) 17

instituciones políticas y en las tradiciones. Estos autores ponen particular


énfasis en las instituciones que los europeos occidentales heredaron de sus
precursores del Mediterráneo.36

Ciertamente tienen razón en este punto, pero también resulta claro si nos
guiamos por los ejemplos que analizamos en las páginas precedentes, que otra
condición era la tecnología militar. No hay dudas de que los cañones y los
barcos europeos otorgaron ventaja a los portugueses en el Océano Índico y a los
holandeses en el Extremo Oriente. Los fuertes artillados también hicieron lo
propio. De esta forma, el surgimiento del poder europeo en el Asia marítima
apoya otro poderoso modelo de comprensión de las fases tempranas del
“surgimiento de Occidente”: el modelo de la revolución militar.37 Los casos
omaní y Zheng nos obligan sin embargo a ser precavidos en la aplicación de
este modelo. Ambos estados fueron capaces de construir naves y ejércitos
capaces de enfrentar y derrotar a los europeos.

La creación de tales fuerzas ilustra la cuestión más sorprendente de ambos


ejemplos: la hibridez. Zheng y Omán usaron técnicas europeas pero según sus
propios parámetros. Los buques omaníes fueron robados, comprados o
copiados a los europeos. De igual manera, los poderosos buques que la familia
Zheng empleó para dominar el comercio en Extremo Oriente eran juncos chinos
construidos con atributos europeos y armados con cañones de estilo occidental.
Peter Shapinsky estudió en profundidad la cuestión de las culturas marítimas
híbridas en el Asia temprano-moderna. Sabemos, por caso, que los capitanes
japoneses contrataban navegantes chinos, consultaban cartas de navegación de
estilo occidental y comandaban hibridas naves chino-europeo-japonesas. 38
Hallamos procesos de hibridación semejantes a lo largo de todo el mundo
marítimo temprano-moderno.

Los préstamos no se realizaban en una única dirección. Sin dudas los


europeos eran famosos, tal como el propio Zheng Chenggong lo dejó en claro,
por su capacidad para trabajar con cañones. Los artilleros e ingenieros europeos
eran considerados trabajadores valiosos de un extremo al otro de Oriente.39 Pero
los europeos también tomaron constantemente prestado de los pueblos con los
que se topaban durante sus viajes. Las colonias portuguesas del Golfo Pérsico y
la colonia holandesa de Taiwán son claros ejemplos. Cada uno de ellas se
construyó según estructuras marítimas asiáticas, confiaron en la laboriosidad
asiática, y cultivaron una cercana interacción con mercaderes y gobernantes
asiáticos. No debemos olvidar que la tecnología básica sobre la que los europeos
construyeron su poder militar, la pólvora, fue inventada en China. Como sea el
caso, aquel mundo marítimo era –y aún es– un fenómeno híbrido. En una era en
la que los gradientes tecnológicos eran poco relevantes, los préstamos eran
frecuentes, especialmente en situaciones de necesidad geopolítica, cuando la
supervivencia de los estados estaba en juego.
Historia Moderna (UNIPE) 18

Los dos caos que hemos analizado son simples esbozos. Este artículo es
más una invitación a realizar nuevas investigaciones que un trabajo definitivo.
Pero espero haber podido mostrar que una de las vías más promisorias para
aproximarse al problema del imperialismo temprano-moderno, y así abordar la
cuestión del excepcionalismo europeo, es examinar a los estados marítimos no
europeos y a las colonias europeas capturadas por ellos. La utilidad de esta
perspectiva se extiende mucho más allá de la Edad Moderna. Tomemos en
consideración, por ejemplo, la exitosa modernización del Japón a fines del siglo
XIX. Habitualmente se la ve como una excepción. Japón es incluso en ocasiones
calificado como una potencia occidental. ¿Pero la transformación del Japón fue
realmente tan diferente de la adaptación del Sultanato Omaní a la tecnología y
artillería náutica europea, a la adaptación de los Zheng a las naves, cañones y
estrategias de sitio europeas, o a la adaptación del Imperio Maratha a las
técnicas militares europeas? Por supuesto, las reformas del Japón fueron
sorprendentes por su rapidez y profundidad. Pero resultan menos
sorprendentes si las vemos en el contexto más amplio que estamos delineando.

Estos préstamos e hibridaciones intra-euroasiáticos deben verse como


procesos claves de una historia de larga duración. El estudio sistemático de
contraejemplos como los que yo he utilizado nos ayudarán a sobreponernos al
Esquema 1492 y a escribir una nueva narrativa de la historia mundial, una que
no evite abordar tópicos controversiales como la superioridad europea en
determinadas áreas, pero que no por ello deje de poner el foco en las
interconexiones que crearon –y continúan recreando– nuestro mundo actual.

1 Many organizations and individuals helped in the preparation of this article. The Emory
University Committee on Research, Emory College, and the Emory Department of History
provided time and resources to carry out research and composition. The Emory Institute for
International and Area Studies made available a grant for research abroad. (Unfortunately, that
institute was abolished last year, which is a deep shame.) The Center for Early Modern History
at the University of Minnesota, Twin Cities, provided an opportunity to share an initial draft
with specialists in many areas of early modern history. Although I’ve never met him, Sanjay
Subrahmanyam has inspired me for more than a decade with his path breaking research. The
same goes for Jack Wills, whom I do know, and who, in his work and his advice, helped set me
on a path I’ve been following ever since we first met in 1993. But most important are two
undergraduate research fellows: Matthew Zorn and Christina Welsch. Funded by Emory
College’s wonderful SIRE Program, they provided both research and intellectual stimulation
during the writing of this article.
2 An exception can be found in the work of certain specialists in the Indian Ocean, most notably

Sanjay Subrahmanyam, who has been a pioneer in work along the lines I’m following in this
article. See especially “Of Imârat and Tijârat: Asian Merchants and State Power in the Western
Indian Ocean, 1400 to 1750,” Comparative Studies in Society and History, 37:4 (1995), 750-780.
3 Alfred Crosby, The Columbian Exchange: Biological and Cultural Consequences of 1492 (Westport,

CT, 2003). Jared Diamond, Guns, Germs, and Steel: The Fates of Human Societies (New York, 2005).
Historia Moderna (UNIPE) 19

The book is a fi xture on world history syllabi, despite instructors’ misgivings about aspects of
its argument. Perhaps the fairest and most succinct summary of professional world historians’
perspectives on Guns, Germs, and Steel can be found in J. R. McNeill, “The World According to
Jared Diamond,” The History Teacher 34:2.

4 The “Age of Commerce” idea originates in the wonderful work of Anthony Reid. See Anthony
Reid, “An ‘Age of Commerce’ in Southeast Asian History,” Modern Asian Studies 24:3 (1990), 1-
30; and Southeast Asia in the Age of Commerce 1450-1680, 2 vols. (New Haven, 1988-1993).
Scholars of Indian Ocean history, such as Sanjay Subrahmanyam have also been infl uenced by
the idea. See Subrahmanyam, “Of Imârat and Tijârat,” 756. Victor Lieberman criticizes the Age
of Commerce idea by noting that it played out rather differently for mainland Southeast Asian
societies than for insular societies, but he, too, largely agrees with the thrust of the idea that the
1400s ushered in a period of relatively sustained—albeit uneven—economic and demographic
growth. See Victor Lieberman, “An Age of Commerce in Southeast Asia? Problems of Regional
Coherence—A Review Article,” Journal of Asian Studies 54: 3 (1995), 796-807. The other side of
the Age of Commerce is the so-called “Seventeenth-Century Crisis,” which marked an end—or
at least a pause—in the demographic and economic growth of the preceding centuries. See the
articles in the updated edition of Geoff rey Parker and Lesley Smith’s The General Crisis of the
Seventeenth Century (London, 1997). Parker is currently working on a new and quite grand book
about the topic. The seventeenth century crisis marked only a pause, and it seems that the late
seventeenth century and the eighteenth century saw a similar process of global growth and
expansion. See, for example, John Wills Jr., “China’s Farther Shores: Continuities and Changes
in the Destination Ports of China ‘s Foreign Trade, 1680-1690,” in Roderick Ptak and Dietmar
Rothermund, eds., Emporia, Commodities and Entrepreneurs in Asian Maritime Trade, c. 1400-1750
(Stuttgart, 1992), 53-77; and Anthony Reid, “Chinese Trade and Southeast Asian Economic
Expansion in the Later Eighteenth and Early Nineteenth Centuries: An Overview”, in Water
Frontier: Commerce and the Chinese in the Lower Mekong Region, 1750-1880, ed. Nola Cooke and Li
Tana (Lanham, MD, 2004),21-34.
5 Dennis O. Flynn and Arturo Giraldez, “Arbitrage, China, and World Trade in the Early

Modern Period,” Journal of the Economic and Social History of the Orient 38:4 (1995), 429-448. See
also Dennis O. Flynn and Arturo Giraldez, “Cycles of Silver: Global Economic Unity through
the Mid-Eighteenth Century,” Journal of World History 13: 2 (2002), 391-427. The late Andre
Gunder Frank expanded on Flynn and Giraldez’s work to produce his polemical but influential
book ReOrient: Global Economy in the Asian Age (Berkeley, 1998).
6 John E. Wills Jr., “Maritime Asia, 1500-1800: The Interactive Emergence of European

Domination,” American Historical Review 98: 1 (February, 1993), 83-105. Wills has extended his
analyses in more recent work. See especially his articles “Was There A Vasco da Gama Epoch?
Recent Historiography,” in Anthony Disney and Emily Booth, eds., Vasco da Gama and the
Linking of Europe and Asia (New Delhi, 2000), 350-360; and “Interactive Early Modern Asia:
Scholarship from a New Generation,” International Journal of Asian Studies (Japan), 5:2 (2008),
235-245.
7 Jack Goody, The Theft of History (Cambridge, 2007), 5.

8 Julian Bell, “The Golden Age at Its Best,” New York Review of Books, Oct. 11, 2007, 19.

9 David Landes, The Wealth and Poverty of Nations (New York, 1998).

10 For summaries of the most effective critiques of such traditional Eurocentric arguments, see R.

Bin Wong, China Transformed: Historical Change and the Limits of European Experience (Ithaca,
2000) and Kenneth Pomeranz, The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern
World Economy (Princeton, 2000).
Historia Moderna (UNIPE) 20

11 Immanuel Wallerstein, The Modern World-System, I: Capitalist Agriculture and the Origins of the
European World-Economy in the Sixteenth Century (New York, 1974).
12 Kenneth Pomeranz, The Great Divergence; Andre Gunder Frank, ReOrient; Victor Lieberman,

“Transcending East-West Dichotomies: State and Culture Formation in Six Ostensibly Disparate
Areas,” Modern Asia Studies 31: 3 (1997), 463-546; Victor Lieberman, Strange Parallels: Southeast
Asia in Global Context, c. 800-1830, Volume One: Integration on the Mainland (Ann Arbor, 2003). R.
Bin Wong, China Transformed.
13 Jack Goldstone, “Efflorescences and Economic Growth in World History: Rethinking the ‘Rise

of the West’ and the Industrial Revolution,” Journal of World History 13 (2002), 323-89. For an
example of Patricia Seed’s intriguing new work, see “Jewish Scientists and the Origin of
Modern Navigation,” in Paolo Bernardini and Norman Fiering, eds. The Jews and the Expansion
of Europe to the West, 1450 to 1800 (New York, 2001). David Ringrose, “Europeans Abroad, 1400-
1700: Strangers in Not-so-Strange Lands,” All-UC Group in Economic History Conference, Fall
2006 (available online: http://www.iga.ucdavis.edu/Research/All-UC/conferences/2006-fall,
retrieved 1 May 2008). See also his Expansion and Global Interaction, 1200-1700 (New York, 2001).
14 The major state that did have a tradition of so doing, the Mamluk empire of Egypt (1215-

1517), was in disarray, fighting an intermittent and ultimately disastrous war against the
Ottoman Empire. Similarly, the Persians, who traditionally were a power player in the Persian
Gulf, were fighting against the Ottomans.
15 This perspective can be seen for example in the classic book of Kirti N. Chaudhuri, Trade and

Civilisation in the Indian Ocean: An Economic History from the Rise of Islam to 1750 (Cambridge,
1985), esp. 63-79, and it is refl ected in the work of other specialists on the Indian Ocean and the
Portuguese Empire, such as Michael Pearson, The Indian Ocean (London, 2003), and Malyn
Newitt, A History of Portuguese Overseas Expansion, 1400-1668 (London, 2005), although Newitt
suggests that the military variable has been overlooked in recent work. For a clear and succinct
overview of works that approach Portuguese expansion from this perspective, see David
Ringrose, Expansion and Global Interaction esp. 149-160.
16 Sanjay Subrahmanyam, “Of Imârat and Tijârat.” On the Mamluk’s successes and failures

using Mediterranean-style naval technology and tactics in the Indian Ocean, see John
Guilmartin, Gunpowder and Galleys: Changing Technology and Mediterranean Warfare at Sea in the
16th Century (Cambridge, 1974).
17 Giancarlo Casale, The Ottoman Age of Exploration (New York, 2010). See also his articles,

particularly “Global Politics in the 1580s: One Canal, Twenty Thousand Cannibals, and an
Ottoman Plot to Rule the World.” Journal of World History 18 (2007), 267- 296; and “The Ottoman
Discovery of the Indian Ocean in the Sixteenth Century: The Age of Exploration from an Islamic
Perspective,” Paper presented at Seascapes, Littoral Cultures, and Trans-Oceanic Exchanges
Conference, Library of Congress, Washington D.C., 12-15 February, 2003. Available online as of
April 2008 at www.historycooperative.org/proceedings/seascapes.
18 This is perhaps for reasons adduced by Michael Pearson, to wit, that most Asian powers were

uninterested in affairs of the seas because those powers gained most of their revenues from the
lands, a point I’ll return to later. See M. N. Pearson, “Merchants and States,” In James D. Tracy,
The Political Economy of Merchant Empires (Cambridge, 1991), 41-116.

19The fact that the Omanis managed to overcome this powerful fortress lends credence to those,
like Jeremy Black, who disagree with Geoffrey Parker’s contention that the western artillery
fortress was a key prop to European overseas expansion. The nearby Portuguese colony of
Hormuz had also been captured by a non-European power some years before, when the
Persians captured it. As Black quips, the Persians “evidently had not read some of the literature
on military revolution and did not know that European artillery forces were supposed to
prevail with some sort of technological superiority over non-Europeans.” Jeremy
Historia Moderna (UNIPE) 21

Black, “The Western Encounter with Islam,” Orbis 48:1 (2004), 19-28, 23. Black also discusses the
sieges of Hormuz and Muscat in Jeremy Black, War and the World: Military Power and the Fate of
Continents New Haven, 1998), 69.
20 J. Strandes and J. S. Kirkman, The Portuguese period in East Africa (Nairobi, 1968), 198.

21 Salîl-ibn-Razîk, History of the Imâms and Seyyids of ‘Omân, George Percy Badger, trans (London,

No. 44, 1871), xxvii.


22 Glenn Joseph Ames, Renascent Empire: The House of Braganza and the Quest for Stability in

Portuguese Monsoon Asia, ca. 1640-1683 (Amsterdam, 2000) , 165.


23 Pearson, “Merchants and States”; Chaudhuri, Trade and Civilisation; Subrahmanyam, “Of

Imârat and Tijârat.” (Subrahmanyam adduces the case of the Omani Ya’rubi Sultanate).
24 Geoffrey Parker, “The Artillery Fortress as an Engine of European Overseas Expansion, 1480-

1750,” in James Tracy, ed., City Walls: The Urban Enceinte in Global Perspective (Cambridge, 2000),
386-416.
25 Lee Hun-Chang and Peter Temin, “The Political Economy of Pre-Industrial Korean Trade,”

ICKS Working Papers in Korean Studies No. 5 (Seoul, 2004), http://icks.korea.ac.


kr/public_papers.asp (retrieved March 2007), 25.
26 Zheng shi shi liao chu bian, Taiwan wenxian congkan, no. 157 (1962), 1-2.

27 Leonard Blussé et al., eds., De Dagregisters van het Kasteel Zeelandia, Taiwan, 1629-1662, 4 vols.

(The Hague, 1986-2001), 1:16.


28 Governor Hans Putmans to Governor-General Hendrik Brouwer, letter, 30 September 1633,

VOC 1113: 776-87, esp. 777.


29 Peter D. Shapinsky, “Polyvocal Portolans: Nautical Charts and Hybrid Maritime Cultures in

Early Modern East Asia,” Early Modern Japan, (2006), 24-26, image is on p. 23.
30 For more on this episode, see Tonio Andrade, “The Company’s Chinese Pirates: How the

Dutch East India Company Tried to Lead a Coalition of Pirates to War Against China, 1621-
1662,” Journal of World History, 15:4 (2004), 415-444.
31 I analyze this siege in an upcoming article: Tonio Andrade, “Did Zheng Chenggong Need a

Drunk German’s Help to Capture the Dutch Colony of Taiwan?” Revista de Cultura, in press
(2009).
32 John Wills Jr., “Was There A Vasco da Gama Epoch?” 353-7.

33 Wills, “Vasco da Gama Epoch?” 354. Kitri Chaudhuri states the position delightfully clearly:

“Before the arrival of the Portuguese in . . . 1498 there had been no organized attempt by any
political power to control the sea-lanes and the long distance trade of Asia. The Iberians and
their nor the European followers imported a Mediterranean style of warfare by land and sea
into an area that had hitherto had quite a different tradition.” Trade and Civilization in the Indian
Ocean, 14.
34 Pearson, “Merchants and States.”

35 Pearson’s argument is not so reductionist as my portrayal might make it appear. He believes

that other variables also mattered: the size of states, their geopolitical environment, etc. Because
European states were smaller and in constant competition wiTheach other, they were more
likely to “concede rights for revenue” than were the Asian “empires” (Pearson, “Merchants and
States,” 48).
36 Wills, “Vasco da Gama Epoch?” p. 355.

37 The core work of the military revolution paradigm is Geoffrey Parker, The Military Revolution:

Military Innovation and the Rise of the West, 1500-1800 (Cambridge, 1995).
38 Peter D. Shapinsky, “Polyvocal Portolans” 4-26.

39 Translation of letter from Koxinga to Frederick Coyett, 10 May 1661, Leonard Blussé et al.,

eds., De Dagregisters van het Kasteel Zeelandia, V. 4, D: 563.

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