Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Analisis de Un Hombre Tranquilo John Ford
Analisis de Un Hombre Tranquilo John Ford
Juan-Fabián Delgado
En uno de sus últimos libros el siciliano Leonardo Sciascia ponía en boca de su protagonista,
un veterano comisario corroído por el cáncer (como el propio autor) que a estas alturas de su
vida para él lo más parecido a la felicidad era la relectura -una vez más- de La isla del
Tesoro de Stevenson. Aparte de coincidir totalmente con la opinión del escritor, pienso que si
hacemos un trasvase del universo literario al fílmico no se encontraría un ejemplo más exacto
para ilustrar la idea de Sciascia (lo más parecido a la felicidad) que revisionar -una vez
más- El hombre tranquilo de John Ford.
Director señero en el cine norteamericano, con raíces familiares irlandesas, desde los
años cuarenta barajaba la idea de hacer un film pastoral, elegíaco, de la patria de sus
padres. Ya con gran peso en Hollywood, con títulos indiscutibles como La
diligencia, Las uvas de la ira o Qué verde era mi valle, ese prestigio le permitió ir
concretando su idea y darle forma. Sin embargo la puesta en marcha de la producción
se fue alargando, y no fue hasta 1952 cuando se pudo estrenar este retrato idealizante
que nos narra la vuelta a su pueblo natal de un ex-boxeador con la idea de asentarse
allí.
A partir de ahí Ford se mueve a sus anchas, entre lo bizarro y lo socarrón, entre la
broma y la hondura, y apoyado en un elenco que abundaba en actores y actrices
habituales de su universo fílmico, desde la fogosa y pelirroja Maureen O`Hara al
cabezota Victor McLaglen, sin olvidarse de Barry Fitzgerald, Ward Bond, Mildred
Natwick... todos ellos capitaneados por un John Wayne, icónico emblema de tantas
innumerables cintas del director.
Desde el paseo inicial para reconocer sus viejas andanzas, hasta la estupenda carrera
de caballos por las dunas, pasando por la amplia tipología de los pintorescos
personajes que pueblan este lugar llamado Innisfree, todo contribuye a conocer con
naturalidad, con sensibilidad, la idiosincrasia de un lugar idílico, donde no faltan, sin
embargo, los roces y los problemas. Como la feroz oposición del hermano de la
heroína con el recién llegado o las habladurías y los resquemores de tantos otros
vecinos. Sólo la sabiduría del guión de Frank S. Nugent y la fluida narrativa fordiana
para llevarnos de secuencia en secuencia nos conducen hasta un final servido, como
todo el film, por una maravillosa fotografía que realza con naturalidad, sin cromos, la
belleza natural del paisaje irlandés.
La homérica pelea final entre los dos contrincantes está precedida por una no menos
memorable lucha de sexos entre O’Hara y Wayne, desembocando todo ello en un
final feliz que parece recompensar a los protagonistas de tantos sinsabores y
escaramuzas. John Ford termina así una cinta redonda donde fondo y forma,
apariencia y mensaje se complementan con soltura y sabiduría propias de un
maestro, un film que fue ganando en reconocimiento a medida que los años han ido
pasando, otorgándole una pátina de gran clásico y dándole a El hombre
tranquilo una categoría indiscutible.
El propio autor siempre estuvo muy contento con los resultados (a diferencia de otros
títulos suyos que confesaba no haber vuelto a ver tras el rodaje), y a finales de los
años sesenta del pasado siglo declaraba al periodista Andrew Sarris: "Sí, me gustó
mucho. Sobre todo por el ambiente irlandés. Rodé en mi tierra casi natal y los actores
eran viejos amigos míos o de la familia, trabajando como compañeros. Así es como
me gusta estar en algo tan complicado como son los rodajes".
Y así se completa la mirada a ese gozo sin sombras que es El hombre tranquilo, esa
cinta escandalosamente magistral que nos regaló en plenitud de su carrera el viejo
Ford...
La poesía de Ford
7 de abril de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford imbuido de una inspiración divina dirige una obra de arte
irrepetible, es una de mis películas favoritas por varias razones.
Sigo en spoiler:
spoiler:
El primer beso:
Tengo clara otra cosa ¿Quién no ha querido alguna vez coger a otra persona
con la que ha tenido un flechazo a primera vista y plantarle un beso? Es
lógico en nuestro mundo social? NO, pero sí es el idealismo, es lo natural
para Ford el instinto que nos hace humanos, el dejarse llevar por la pasión,
por las emociones, la prueba y error o acierto de una acción, Ford hace que
lo burdo, que en principio supone un beso robado, parezca tan natural que
realmente te preguntas si no es un truco de magia, entre lineas nos dice que
todos tenemos esa chispa de pasión por el amor improvisado o irracional que
nos arrastra, el amor universal que esta dentro de cada individuo se
manifiesta en cualquier lugar y momento, creo que todo ser humano con
emociones quiere un momento mágico como ese beso en su vida, el que
diga que no esta mintiendo.
Un cuento de hadas con mucha magia, que captura lo intangible como pocas
obras en la historia del cine.
Blanca mañana
26 de abril de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford (1894-1973) elevó el western a la categoría de género clásico.
Dignificó el puro cine de entretenimiento, trabajó su oficio abstraído y
siempre convencido de sus propias decisiones técnicas y profesionales, algo
intransigente con quien le sugiriese rodajes, escenas, enfoques de cámaras,
contrastes...El gran valor de Ford fue que además de aprender los primeros
pasos en el cine con su hermano Francis, Ford nació con el don de la
inestimable creatividad así como el de componer y visualizar antes de rodar,
incluidas peleas y bebidas entre insaciables pendencieros, pocos apacibles
buscavidas y gente de bien que solo quiere vivir en paz. En El hombre
tranquilo (1952) Sean Thornton (John Wayne) va al encuentro de sus
orígenes irlandeses. El amor por su lejana Irlanda, inculcado principalmente
por su madre, hizo que a lo largo de su carrera recordara sus orígenes
maternos. En opinión de Roddy McDowall, Maureen O'Hara (Mary Kate
Danaher en la película) "era el tipo de mujer fordiana que mejor representaba
su ideal femenino".
Con todo este elenco, Ford se lanza a contar una de las suyas, a disfrutar de
las situaciones, de sus personajes, de sus historias y del 'cacao' entre
amenazas y pintas de cerveza que podemos prever sin demasiada dificultad:
el intento de prohibir bodas, de ganar agitadas carreras, recibir herencias,
aclarar confusiones, enfrentar actitudes, y todo por la felicidad de la pecosa
Mary y el grandullón Sean, a lo que se suman Mrs. Elizabeth (Eileen Crowe)
y su esposo el reverendo Cyril Playfair (Arthur Shields) en un intento de unir
dos almas enamoradas entre tanta intransigencia familiar, donde Will tiene
mucho que decir... y poco que ganar.
La sonora melodía de las aireadas trompas del gran Victor Young llamando a
la contienda que se vislumbra en el desenlace de los acontecimientos, se
une a la obstinación tradicionalista de Mary Kate Danaher. Los sonoros
metales, una vez más son la premonición del espectacular desenlace entre
Thornton y el iracundo Will Danaher. Las apuestas, el movimiento de masas,
la ininterrumpida acción general: ancianos, guías espirituales, moribundos y
carismáticas mujeres lugareñas, asisten a la gran pelea por el honor de una
herencia no recibida entre el casado y el hermano de la inconformista Mary.
La magia compositiva de Ford para los grandes espacio abiertos y los
movimientos de cámaras en un largo y precioso encadenado plano
secuencia, eleva a magistral y definitiva su intencionalidad: disfrutar y hacer
disfrutar del cine como oficio y como diversión.
Y si no que se lo digan a los habitantes de Inisfree, este pueblecito ideado por amor;
porque es el amor hacia Irlanda lo que mueve a John Ford: se recrea en el verde de los
campos, en católicos y protestantes, en mujeres pelirrojas y en costumbres arraigadas en
una población que, en otras circunstancias y con una visión menos idílicas, se mataría
unos a otros.
Eso sí, si algo hay que valorar en "En hombre tranquilo" es la última media hora,
verdaderamente simpática, a pesar de los malos modos y los maltratos; con mucho ritmo,
amena e incluso (esta vez sí) provocando una sonrisa en el espectador al ver esa
marabunta informe, absurda y loca, dirigida con buen ritmo y originalidad.
En conjunto es una película pasable, nunca brillante, nunca genial, a veces mecánica y
otras tantas tirando a pesada: todo el principio, con esa voz en off, con esos diálogos sin
sentido me daban ganas de apagar el televisor. Luego la cosa va mejorando con algunos
momentos de pasión en una historia que, aún siendo de amor, no es nada romántica, y
aún siendo comedia, tiene poco humor.
El mejor non-western de John Ford, y una obra maestra absoluta del mundo rural
17 de abril de 2020
Sin duda, estamos ante la obra de madurez plena de su autor, ansiada y preparada por
éste durante mucho tiempo, en donde destaca una perfecta puesta en escena y
presentación de los personajes (incluida Irlanda, que también es presentada como un
personaje de la película), unos intérpretes magníficos (los de siempre, como era habitual
en los filmes de Ford), una fotografía espléndida (jamás la isla verde estuvo tan bien
fotografiada), unos diálogos perfectos en su sobriedad y sencillez, una manera de contar
una historia como pocas veces se ha visto en la gran pantalla, un guión marca de la casa,
y una dirección de actores tan perfecta que da la impresión de que todos se lo pasaron
genial rodándola.
Es una de mis 10 películas favoritas de la historia del cine, por múltiples razones:
- Porque resume a la perfección el cine de John Ford: un cine aparentemente sencillo,
pero con una gran carga de profundidad, en donde tan importante es lo que se cuenta (la
historia), como cómo se cuenta (los personajes), como lo que no se cuenta (lo que se
intuye o lo que uno cree intuir: véase la última escena, por ejemplo).
- Porque el trío protagonista (Wayne, O'hara y McLaglen) brillan a un alto nivel, y
demuestran lo buenos actores (y actriz) que son. John Wayne demuestra (por si alguien
todavía albergaba alguna duda) lo buen actor dramático que es, y que no sólo sabe rodar
westerns. Bajo mi punto de vista, es su mejor interpretación, junto con la de "Centauros
del desierto". Maureen O'Hara está perfecta en su papel de hermana-esposa rebelde, y
además, está más guapa que nunca con su melena pelirroja al viento. Para quien
suscribe esta crítica, es su mejor interpretación. Victor McLaglen es el contrapunto rudo a
Wayne, y su interpretación también merece todas las alabanzas del mundo.
- Pero es que además del trío protagonista, y ahí radica parte del gran mérito del director,
todos y cada uno de los demás personajes que aparecen están maravillosos, como
tocados por la gracia del director: Ward Bond, como el párroco, se sale, y Barry Fitzgerald
será recordado para siempre por su papel de casamentero en esta cinta. Suyas son las
mejores escenas cómicas y, la verdad, está sublime.
- Por cómo la película está rodada a través de la cámara de su director, narrada en
aparente sencillez, de modo lineal, como si de un cuento infantil se tratara, pero al mismo
tiempo es un cuento que nos cuenta una historia de y para adultos, en donde
curiosamente, apenas aparecen niños.
- Por las ganas irrefrenables que te dan de viajar a Irlanda después de haber visto la
película, y en especial, el pueblo de Cong, donde se rodaron los exteriores.
- Por la manera de exponer la tensión sexual secreta entre dos personajes (los
protagonistas), ayudándose de las inclemencias del tiempo y del paisaje de Irlanda. El
agua y el viento es metáfora de sexo en esta película, más que en ninguna otra que se
haya rodado jamás.
- Porque contiene el mejor beso robado de la historia del cine (Junto con el que le da
Grace Kelly a Cary Grant en "Atrapa a un ladrón").
- Porque si sólo se hubiera rodado la escena bajo la lluvia, previa a la de la boda, en la
que Wayne y O'Hara se besan (aquí el beso ya no es robado), ya de por sí la película
sería una obra maestra.
- Porque contiene la mejor pelea a puñetazos de la historia del cine (nada que ver con las
de Terence Hill y Bud Spencer).
- Porque una simple mirada (la de O'Hara hacia Wayne) puede emocionarnos más que mil
palabras.
- Porque los verdes de esta película son irrepetibles.
- Por el homenaje-plagio voluntario que hizo Spielberg en ET de la escena del primer
encuentro de los protagonistas en la casa de Wayne.
- Porque Ford es el rey en contar silencios. En esta película, más que en otras, hay que
estar atento a las miradas de los personajes. La mirada de la O'hara cuando, a pesar de
que quiere a Wayne, no lo deja entrar en su habitación porque no le ha conseguido la
dote. La mirada de Wayne cuando comprende que sólo conseguirá el amor de O'Hara si
consigue la dote. La mirada de Wayne cuando observa su casa natal desde un puente de
piedra, que se alza sobre un arroyo de ensueño, y se oye la voz de su madre, un recuerdo
preciado, enmarcado por la lírica música de Victor Young. La mirada de Wayne cuando ve
por primera vez a O'Hara entre las ovejas, etc. La mirada hacia abajo de Barry Fitzgerald
cuando Víctor McLaglen se da cuenta de que le han engañado, etc. Son una serie de
miradas sin diálogo tan perfectas que cualquier diálogo sólo habría empobrecido la
escena. Eso hace que, aunque la película es aparentemente sencilla, en su sencillez se
encuentra su complejidad, que sólo intuimos a cada nuevo visionado.
- Porque es imposible que hoy en día se haga una película así: Ford ha vuelto a la tierra
de sus antepasados (el paraíso perdido) para decirnos, señores, antes el mundo era así:
rudo, rural, sin malicia. Hoy todo esto ha cambiado, la gente se ha vuelto distinta y el
mundo se rige por otros códigos. Por esto Wayne es tan distinto del resto de las personas
de Innisfree, porque aunque ha nacido allí, se ha marchado y se ha contaminado por la
modernidad de un mundo que ya no es el que era.
Esta es mi película favorita del gran maestro del Cine, John Ford, y, sin duda, la
que más disfruto cada vez que tengo la oportunidad de ver. Es una historia
vitalista, llena de sentido del humor, pero con una tristeza subterránea que hay que
destacar (sobre todo, la tragedia que envuelve a Sean Thornton -el boxeador
interpretado por John Wayne-). Es una maravilla fresca, llena de buenos momentos
divertidos y también sentimentales, con diálogos chispeantes y memorables.
Hablando de diálogos: destaco sobre todo en los que participa el gran actor Barry
Fitzgerald (uno de mis actores secundarios favoritos de todos los tiempos): algunos
de ellos me los sé de memoria. Todos los actores están magníficos: el magnético
John Wayne, la bellísima Maureen O´Hara, el divertido bruto Victor McLaglen, un
habitual de las películas de Ford como era Ward Bond, la actriz Mildred Natwick,
etc. Magnífico trabajo de todo el equipo técnico, acompañado de la fantástica
música de Victor Young. Una película preciosa que no me canso de ver una y otra
vez.
La estupidez humana
26 de octubre de 2022
Monumento imperecedero
23 de noviembre de 2022
Hay unas cuantas películas que entran en todas las listas de clásicos inolvidables, joyas
de las que ningún cinéfilo o simple espectador aficionado pone en duda su
monumentalidad. Hagan listas con sus conocidos y verán que esto es así.
El maestro Ford tiene en esa lista unas cuantas: LA DILIGENCIA, EL HOMBRE QUE
MATÓ A LIBERTY VALANCE, CENTAUROS DEL DESIERTO... Esta no es un western, es
una comedia que ensalza a Irlanda y a sus gentes. Una Irlanda de cuento, que no existe,
como el pueblo en el que sucede todo, el inolvidable Innisfree.
Todo en esta gran obra de arte cinematográfico está idealizado: el carácter irlandés, su
modo de vida, sus costumbres, su campiña, sus tabernas, hasta el verde de sus prados
es más intenso.
Nada hay que añadir a la cinta, ni un minuto hay que suprimir. Desde los créditos a la
maravillosa música, desde la admirable pelea a puñetazos hasta la carrera de caballos en
la playa, todo en esta película es perfecto. E inolvidable.
¿Por qué no le dieron el óscar a Wayne por esta película? Misterios de Hollywood. Es un
manual de cómo hacer cine: se hace así. Así se fotografía, así se elige un reparto ¡qué
acierto de actores!, así se combina el drama con la comedia, así se hace que no haya un
fotograma de más, que en todo momento interese y entretenga. Así se actúa. Así se
dirige.
Para mí es la mejor película de la historia del cine y si no es la mejor, por lo menos es
perfecta. Se puede igualar, El Padrino, Ser o no ser, Casablanca, Ciudadano Kane,
Cantando bajo la lluvia... pero mejorar no.
Irlanda traspasa la pantalla
17 de agosto de 2023
Si una palabra puede definir esta película es amable. Su visionado resulta relajante,
agradable, optimista, bello e irradia amistad y felicidad. Si una película pedía a gritos dejar
atrás el blanco y negro para pasar al color es esta. No se podrían haber rodado los pastos
y campos verdes de Irlanda sin ese verde technicolor.
El argumento es extremadamente sencillo. Un hombre adulto deja atrás los EE.UU. para
volver a su Irlanda natal y así empezar de nuevo dejando en su pasado en el nuevo
continente un secreto que le atormenta. En su vuelta al hogar de su infancia encontrará el
amor, pero también el choque cultural. Esto no es Nueva York sino la Irlanda rural. Aquí a
las mozas se les pide salir previo permiso del padre/hermano y las manos quietas y donde
pueda verlas, que soy el casamentero John. Que tu fama de vaquero te precede
forastero.
Y entre cortejos a las damas, vecinos graciosos con cierta predilección por hincar el codo
y enfrentamientos con cuñados cuadrúpedos y amadas empeñadas en que su macho se
haga con permisos o dotes que no necesitan, pues esto es Irlanda y sin permiso y dote no
se consuma John, que ya te lo he dicho, transcurren dos horas con una sonrisa en la
cara, con alegría, felicidad, paz, verdes campos y ovejas.
Tal vez existan lugares donde la palabra de un hombre y un buen apretón de manos
bastaba para sellar un acuerdo y mantenerlo; donde un tren pueda llegar tarde a su
destino y nadie se queje, donde, en determinadas situaciones se anime a poner en cintura
a una mujer de fuerte caracter o ver un hombre arrastra a su mujer, no solo no provoca
ninguna irritación sino más bien una carcajada; donde para poder casarte con la mujer
que amas tienes que seguir uno trámites y mantener una rígida conducta moral, bajo la
atenta mirada de un vigilante; donde cualquier acontecimiento es válido para cantar y
beber en las tabernas; donde sus habitantes, por encima de diferencias religiosas, eran
ante todo buenos vecinos; donde todos conspiran para conseguir que dos personas que
se aman acaben juntas; donde curas y párrocos son los mejores consejeros y amigos;
donde hasta los borrachines eran tratados con respeto e incluso nos caen simpáticos;
donde al entrar en una casa se bendecía a sus moradores; donde hasta la muerte se
tomaba un respiro para poder presenciar una buena pelea.....No sé si existió (o existirá)
un sitio así alguna vez, pero durante exactamente 129 minutos, John Ford consigue hacer
que exista.
La trama gira alrededor de las tribulaciones de Sean Thornton (John Wayne), que vuelve
a Innisfree, la tierra de sus padres, donde tendrá que adaptarse a costumbres y modos de
comportamiento totalmente ajenos a él. El film está articulado entorno al triángulo que
forma el propio Sean, Mary Kate (Maureen O'Hara) de quien se enamora y "Red Wild"
Danaher (Victor McLaglen), hermano de Mary Kate con quien se enemista. Pero lo que
hace a esta película entrañable es su entorno enmarcado dentro de un paisaje irlandés
exhuberante, campestre y casi idílico, por el que, además de estos tres protagonistas,
circula todo un conjunto de personajes, que pese a tener breves apariciones tienen algo
que aportar al conjunto (desde los párrocos, a viudas, pasando por el borracho del pueblo,
todos ellos constituyen un grupo de personajes que sin proponérselo nos caen
simpáticos), consiguiendo insuflar de realismo a la historia.
Ford realiza un film mágico que engancha, totalmente despojada de aspectos políticos,
religiosos o sociales, y le añade unas gotas de humor. Es el excelente reparto el que
termina de configurar esta soberbia película, que nos deja un poso de optimismo
generalizado, y aunque no descuida ningún aspecto de la puesta en escena son sus
entrañables personajes los que nos acaban capturando.
Es una de esas películas que, desde su aparente sencillez, te llegan bien adentro, y sin
que podamos evitarlo, contemplamos de un tirón, sin apenas pestañear y sin borrar
nuestra sonrisa de su cara, y para cuando sus imágenes sólo quedan en nuestro
recuerdo, es imposible reprimir un torrente de alegría, de ganas de vivir, y sobretodo de
ganas de irse a vivir a Innisfree.
GREEN UTOPÍA
16 de febrero de 2012
John Ford es indudablemente uno de los mejores cienastas de todos los tiempos, el
exponente de un tipo de cine y un narrador de primera. Dicho esto, añadiendo también
que las absurdas acusaciones que se han realizado sobre ser el propagador de una
ideología fascitas ("El hombre que mató a Liberty Valance" y "Fort Apache" demostanrían
esa insensatez en sus respectivos cinco minutos iniciales), "El hombre tranquilo" me
parece su cinta más infra-valorada.
Me atraen más otras evocaciones reales de ese pasado irlandés que este pequeño
cuento, cuya extrema duración no es el problema, es que prácticamente no pasa nada.
Tampoco me atrevería a decir, como en otras críticas se apunta, que haya un mensaje
machista, aunque es cierto que el personaje caracterizado (gran actriz) por Maureen O
´Hara queda atávico y a años luz de la realidad.
John Wayne, otro mito de Hollywood al que a veces se le acusa (sin mucho sentido, bajo
mi modesta opinión) de ser un actor de cartón piedra, hace un simpático protagonista,
aunque tampoco es una de sus mejores creaciones. No obstante, existe un amplio
espectro de público que se deja llevar por sus ingeniosos diálogos, magníficos
secundarios y ese mínimo tinte homérico que el desenlace tiene.
De cualquier modo, me sigue dejando patidifuso, aunque por supuesto respeto a quienes
la encumbran, que este cuento utópico esté a veces mejor considerado que obras mucho
más arriesgadas del maestro y con mensajes universales que no han caducado ni un día.
The Quiet Man o mejor dicho El Hombre Tranquilo, es de las mejores películas del cine
americano y dirigida por el director de directores John Ford, pero ¿por qué?
Las películas de John Ford han sido motivo de festejo para mí, Ford a sido de esos
directores que han sido motivo de inspiración para mí, aunque claro si bien tiene una que
otra obra regular, que se puede esperar de un director que ha estado en el cine, desde
sus primeras etapas, cuando no existía el sonido.
Se dice que a pesar de que Ford había ganado 3 premios Oscar a mejor director (decir
que nunca fue a la gala) los estudios no querían producir esta cinta, no tenían el menor
interés en esta historia romántica irlandesa, la historia de Maurice Walsh fue comprada
por Ford desde los años 30s era una película que quería realizar.
Pero volvamos a concentrarnos en The Quiet Man, no solo es de las mejores películas no
western de Ford. Un mundo armónico retratado a través de los paisajes y las personas
que lo habitan. Y algo especial, es el personaje de Sean Thornton pues es el alter ego del
mismo director John Ford.
Un hombre que busca sus raíces y que escapa de su pasado. Como las mejores películas
de Ford, además de ser de género romántico la película, se da el lujo de tener momentos
divertidos que funcionan para alivianar la trama y todo ese ambiente que implanta Ford es
magistral, es su visión del mundo.
Una de sus mejores películas, una de esas obras que se te quedan grabadas en la mente
y te dan un gran recuerdo, muy recomendable.
“El hombre tranquilo” es una comedia romántica en la que John Ford muestra una Irlanda
idealizada, un paraíso en la tierra al que le gustaría trasladarse como hace el propio
personaje de John Wayne. En los años 20, Sean Thornton, un ex boxeador americano de
origen irlandés, viaja a su lugar de nacimiento, Inisfree, en Irlanda. Allí pretende comprar
la antigua granja de la familia y rehacer su vida en esa tierra que su madre tanto
idolatraba. Poco tiempo después de llegar a Inisfree, se encuentra con Mary Kate
Danaher, la temperamental hermana de “Red” Will Danaher, un terrateniente que también
pretende comprar la granja. Sean queda absolutamente prendado de Mary Kate, así que
decide conquistarla. El enfrentamiento entre ambos hombres afecta al cortejo de Sean
hacia Mary Kate, ya que para que la relación pueda llegar a buen puerto, Mary Kate
necesita el beneplácito de su hermano. Algunos residentes de la aldea, entre los que se
encuentran el Padre Peter Lonergan y el casamentero local Michaeleen Óge Flynn,
conspiran para conseguir que la pareja pueda iniciar su relación. Pero el hermano de
Mary Kate no será el único problema que se encontrará Sean, el gran carácter de ésta y
las arraigadas tradiciones no le pondrán las cosas nada fáciles. Partiendo de un choque
cultural entre la arraigada tradición irlandesa y el atrevimiento de un norteamericano, la
película simboliza la idealización de una tierra, con sus particulares gentes y lejanas
tradiciones. A través de imágenes bucólicas de los prados irlandeses y de una banda
sonora con tonos celtas que se repite a lo largo del metraje surge la ensoñación de que
otra vida es posible. Una más sencilla basada en la camaradería, en la que los golpes de
puño forjan amistades y el alcohol puede acabar con cualquier tristeza. La obra contiene
momentos inolvidables como la trepidante carrera de caballos, el beso apasionado entre
los protagonistas en el cementerio, el recuerdo del último combate de boxeo de Sean (en
un flashback que para un servidor es lo mejor del film) o la cómica y exageradamente
larga lucha a puñetazos entre el protagonista y “Red” Will Danaher. Todo un clásico al que
mejor no acercarse con el punto de vista de nuestros días por su machismo y la ligereza
con la que se tratan ciertos temas. La película obtuvo el Óscar a mejor director para John
Ford y a la mejor fotografía para Winton Hoch por las exuberantes imágenes del campo
irlandés. Alcohol que no deja resaca y golpes que no hacen daño en una idílica Irlanda a
la que transportarse mágicamente con su visionado.
Tras el visionado de "El hombre tranquilo", no se puede evitar la impresión de que John
Ford, tras terminar la excelente "Río Grande", y sin renunciar a los mismos protagonistas,
sufrió una especie de "epifanía mística", que casi le obligó a roda lo que a todas luces
parece un legado póstumo, bastante contradictorio si se tiene en cuenta que aún le
esperaban varias y buenas películas por delante. y es que "El hombre tranquilo" tiene ese
carácter, casi de cine epigramático, que lo desmarca de otras muchas de sus
producciones, y que resultando tan original como sugerente, no renuncia en ningún
momento a los mejores clichés de su director.
"El hombre tranquilo" se constituye como una maquinaria perfecta, en la que todos los
engranajes y piezas se sitúan estratégicamente para garantizar un funcionamiento de
"Oscar".
En medio de la trama, siempre presente, el tradicional y eterno humor socarrón, tan
característico de Ford en todas sus producciones, siempre adecuado, impagable en varios
momentos.(Escena de la pesca y alusión al "saco de dormir").
Si a eso añadimos una fantástica pelirroja de "rompe y rasga" (Maureen O`Hara) y a John
Wayne, que es la perfecta amalgama entre el cumplimiento estricto de sus roles de duro
habitual, y una sensibilidad y ternura que no renuncia a lo puramente viril (pocas veces el
"fetiche" de Ford estuvo mejor), la campanada resulta clamorosa.
John Ford recrea los ambientes verdosos de sus raíces irlandesas en esta obra capital
dentro de su vasta filmografía.
Estamos ante el que posiblemente sea el trabajo más personal en la carrera de Ford,
quien se aleja del western para ofrecernos una extraordinaria mezcla de comedia con
batalla de sexos, romanticismo con pinceladas poéticas que vinculan maravillosamente el
ardor amoroso-sexual de la pareja Wayne/O'Hara con el lírico ambiente natural que les
rodea, y drama con personaje marcado por un hecho trágico del pasado.
El maestro Ford nos presenta un curioso catálogo de muy variados caracteres a los que
reúne para entonar cánticos comunales en tabernas en las que se consume cerveza
negra en cantidades industriales, o para montar una fiesta con carrera de caballos incluida
por la arena.
El largo clímax con la pelea entre Victor McLaglen y John Wayne después de que este
último (en una escena puramente paródica y cómica con violencia de dibujo animado)
arrastre por el pueblo a Maureen O'Hara, constituye uno de los momentos indelebles de
esta eterna obra maestra, una de las más grandes historias de amor jamás vistas en una
pantalla. Y no sólo el amor entre los personajes de Wayne y O'Hara, sino también el amor
de Ford a Irlanda, a sus hermosos paisajes rodados en un deslumbrante Technicolor, y a
sus gentes, esas a las que Ford retrata con una mirada profundamente humanista.
La mejor pareja sin duda para esta película son John y Maureen, la cual profesaba gran
admiración por John. Gran pelicula, divertida , sentimental y recomendable ver en versión
original. Un recuerdo de John Ford por su tierra natal.
PD: por favor, feministas, progres,etc no es nada recomendable, ya que hiere la supuesta
sensibilidad igualitaria de los mismos.
IRLANDA IN MY MIND
20 de enero de 2014
Pero sobre todo y sobre todos destaca el propio Ford que impone sus
paisajes, (Oscar a la mejor fotografía en color) su mirada idilica, sus carreras
de caballos y su mirada limpia y contundente en los exteriores.
John Ford siembre tuvo buen ojo. Es más, durante unos cuantos años solo tuvo uno, ya
que el otro lo perdió rodando un documental patriótico en la batalla de Midway, según
cuenta la leyenda, y tratandose de John Ford hablar de leyenda es hablar de verdad.
El director irlandes tuvo buen ojo literario cuando en 1936 dió con un cuento publicado en
1933 en la revista norteamicana "The Saturday Evening", se titulaba el hombre tranquilo.
Un libro que hablaba de la vieja Irlanda, habitada por rebeldes deo IRA, leyendas
ancestrales, como las peleas entre clanes familiares, cerveza a raudales, cuentos de los
celtas nacidos al calor de la lumbre, y un trago de agua de los dioses, y como no, la
deliciosa explosión de la generosa Naturaleza; niebla y acantilados, vacas y bueyes. La
lluvia casi a diario, y canciones centenarias cantadas en gaélico. El libro se convirtió en un
best-seller en el mercado anglosajón.
John Ford además de tener buen ojo, tenía fama de tacaño, y no solía ser de los que
tiraban la casa por la ventana. Así que pago 10 dolares al autor del libro en 1936 por
asegurarse una oportunidad de poder llevar la historia al cine. Eso pasó en 1952. La
película fue un éxito de crítica y taquilla. Consiguió dos Oscar, uno par John Ford como
director, y otro a la mejor fotografía. El buen ojo de John Ford convirtieron la película en
inolvidable, y es que no hay nada tan vivo como la melancolía del director que vuelve a
sus origenes para relatarnos la más encantadora historia que se ha hecho nunca sobre el
alma irlandesa contenida en el cuerpo; con un enamoramiento brutal e instantaneo, con
las apreturas de las normas socilaes, los cantos de taberna, el cortejo, la palabra, la
furia...
Nadie me puede rebatir, que sin duda alguna es una gran película para deleitarse, con
esa maravillosa historia de amor en tono de comedia y romantícismo de una pareja
protagonista; John Wayne y Maureen O' Hara que encarnan magistralmente una de los
duetos más emotivos del celudoide. Mostrandonos un gran equilibrio entre la cordura y la
locura, entre la pasión y la verdura del paisaje, entre el pulso y el latido. Realmente una
pareja eterna.
John Ford es uno de los grandes de Hollywood, e hizo grande también a John Wayne.
"HOMERO HABIA ENCONTRADO A ULYSES". Juntos hicienron muchas pelícuas, y
agunas de ellas figuran entre las mejores películas de la historia: "La diligencia"(1939).
"Fort Apache"(1948). "La legión invencible"(1949).
"Centauros del desierto"(1956). "Misión de audaces"(1959). "El hombre que mató a
Liberty Valance"(1962).
Uno de los últimos directores, que pertenecian a la estirpe que hizo grante al cine
americano, y creó un universo inconfundible, con unos personajes bien perfilados, que
parecian tener vida propia, como los que pueblan en esta gran obra. EL HOMBRE
TRANQUILO.
(Continuo en zona spoiler aunque sin revelar nada importante, apenas algún detalle que
no hace al argumento en si mismo.)
spoiler:
Detallando y descomponiendo grosso modo: La "historia de amor" es torpe pero saca a la
luz todas las grandes “problemáticas” de la película: Mary Kate poniendo de relieve su
sentido de la propiedad y la tradición*, Sean tratando de encajar en una realidad que creía
suya y que finalmente no lo es tanto y, finalmente "Big", como último eslabón de la miseria
humana aunque sin ser del todo expulsado; valga un final que redime entre brindis y
comida. Y es que no, no hay realmente un villano en “The Quiet Man”. Solo un
contrapunto que, visto de cerca, recae más sobre el personaje de John Wayne que sobre
el de Victor McLaglen
Lo que tiene de comedia se manifiesta en un sentido casi satírico aunque desde ya no es
una película preocupada por ironizar sobre nada. Y es que Ford quiere a sus personajes.
Los quiere tal y como son: exagerados, abruptos y arraigados. Frente a un cine moderno -
hablo en general, claro está- más preocupado en juzgar a sus personajes que en
quererlos y comprenderlos, tal vez se nos hace difícil asumir la relación que Ford tenía
con su cine. Sobre todo frente a un ejemplo autoral como "The Quiet Man", que bebe de
diversos géneros y no se debe a ninguno.
Alguien dijo que en el fondo todas las películas de Ford son westerns. No hay que pensar
demasiado para encontrar aquí la columna vertebral del género que hizo grande (a) John
Ford. El boxeador que ha colgado los guantes y huye en busca de tranquilidad no es muy
distinto del pistolero que personifica Gregory Peck en la película de Henry King. La
diferencia, claro está, radica en la amargura y desazón de la segunda frente a la alegría –
casi que sin sustent, cosa que me encanta- de la primera. Y es que "The Quiet Man", así
como es; extraña, insólita e incluso amoral, no deja de ser una película celebratoria. Un
cuento de hadas de borrachos y ludópatas que se despiden de la cámara con una
sonrisa.
*Pese a que la película ha sido tachada incontables veces de machista y/o misógina –no
es mi intención decidir si lo es o no, aunque como mínimo es incomodo ver a John Wayne
arrastrar a la muchacha con el gentío detrás- el personaje de O’Hara es el de una mujer
fuerte que, dentro del contexto en el que vive, se hace cargo de su vida. No es, desde ya,
una mujer rompedora y dispuesta a cambiar radicalmente su vida pero, en realidad,
ningún personaje de la cinta lo es.
Sean Thorton huye del mundo y de su pasado, no quiere volver a luchar y, para evitar
nefastas consecuencias pretende, egoístamente, reprimir su virilidad y masculinidad, y
frenar su deseo e impulso de defender la causa de su esposa. No comprende, por su
formación americana y liberal, el significado y trascendencia que tiene para ella la dote,
que no es sino la tradición y símbolo de la honra y dignidad que la mujer ofrece.
Mary Kate Danaher es una mujer orgullosa, brava y de gran carácter, sabe lo que quiere y
lucha por ello, pugna por obtener lo que es suyo por derecho y tradición y no cede hasta
conseguirlo. Sin embargo, ignora las razones por las que su esposo evita la confrontación,
viéndole como un cobarde o, peor, un hombre que no respeta su honorabilidad de esposa.
Danaher abandera la tradición sobre la modernidad de su esposo, y llega al extremo de
negarle consumar el matrimonio (escándalo para la autoridad).
Las feministas, habitualmente obtusas, han acusado al Hombre Tranquilo de ser una
película misógina, sin embargo no puedo sino defender lo contrario, como prueba el
retrato que hace de feminidad y voluntad altiva de la figura de la mujer, que finalmente
somete la voluntad del esposo y le insta a ser consecuente con su hombría y su
naturaleza, así como ella lo es a la suya. Evidentemente, en la sociedad enferma actual -
donde las mujeres se masculinizan y los hombres se feminizan- es algo que choca. Pero
en la gran obra maestra de John Ford, se engalana y entroniza, de una forma muy
sencilla, la dualidad sexual; la masculinidad y la feminidad.
El maravilloso technicolor de esta película es un verdadero goce para los sentidos, pero el
color que queda impreso en la memoria después de verla es el verde, ese verde irlandés que
ya aparece desde la misma llegada del tren que trae a un forastero, Sean Thornton, en
busca de Innisfree, en realidad, su lugar de nacimiento al que vuelve después de muchos
años para instalarse definitivamente tras haber tenido una experiencia traumática que le
hará abandonar América y volver a sus raíces.
Pronto vislumbrará entre los árboles a la mujer de la que se enamorará a primera vista,
Mary Kate Danaher, y conocerá a los personajes que habitan la localidad, la mayoría
tremendamente acogedores, exceptuando al fortachón Danaher que se declarará enemigo
de él nada más verlo por considerarlo un yanki, un intruso que viene a inmiscuirse en las
costumbres de aquella comunidad irlandesa.
Nadie como John Wayne y Maureen O`Hara podrían haber sido la pareja protagonista. La
relación explosiva y cargada de sensualidad que consiguen expresar en cada una de sus
escenas, ya sean en los momentos más románticos y pasionales que puedan verse en una
pareja, como en los enfrentamientos de sus dos fuertes caracteres luchando por sus
principios y sus costumbres, engrandecen de forma brillante esta obra maestra hasta el
punto de encontrarnos con momentos sublimes que nunca podremos olvidar como la
primera visión de Sean Thornton a Mary Kate en el prado, el primer beso robado por Sean
luchando contra el viento o su primera salida, ya prometidos, cuando llegados hasta un
antiguo cementerio se abrazarán, se besarán y se desearán bajo la lluvia y el viento que
desencadena una tormenta.
Igualmente de inolvidable resulta el resto del reparto. Qué decir de Barry Fitzgerald, aquel
Michaleen Flynn siempre sediento y cuyo caballo conoce a la perfección la puerta de la
taberna donde debe parar para que su amo sacie la sed. Aquel párroco católico (Ward
Bond) amante de la pesca, a ratos casamentero aunque para ello deba mentir y rezar dos
Aves Marías y que disfruta al contemplar una buena pelea. Y Will Danaher (Victor
McLaglen) el furibundo hermano de Mary Kate responsable de la triste noche de boda
entre Sean y su hermana al negarse a entregar a ésta su dote y que desencadenará la gran
pelea final entre cuñados, tan esperada por todo el pueblo.
La aparente sencillez con la que Ford dotó la narración de este cuento irlandés convierte en
mágico cada uno de sus planos aunando como pocas veces se ha visto el paisaje, el viento,
la lluvia y los personajes convirtiéndolos en un todo. Las bellas canciones tradicionales
irlandesas junto con la partitura original de Victor Young unida a esas secuencias
magistrales consiguen que el espectador, se conmueva, se divierta, se complazca a cada
minuto de visión hasta el punto de hacernos soñar con Innisfree y desear siempre volver a
él, a aquel paraíso perdido de Ford.
Esta película de John Ford nos enseña otra manera de plantear el cine romántico,
metiéndose más en la moralidad del ser humano.
A cualquier cinéfilo le gusta El hombre tranquilo (1952) y lo sitúa dentro de la
comedia romántica por unas declaraciones del propio director para
promocionar su obra maestra: – ¡Por fin he hecho una película de amor! –.
Pero yo me pregunto: ¿Hasta qué punto es una película sobre amor? Y, ¿qué se
esconde tras los personajes? Es cierto que será siempre una de las películas
románticas más recordadas de la historia del cine. Sin embargo, no es sólo un
romance apasionado entre dos personajes entrañables para nuestra memoria
visual.
Hay diálogos que nos llevan a otros géneros mucho más duros (por ejemplo: El
cine bélico). John Ford recurre a sus raíces para manipular la conciencia de un
público que se sumerge una y otra vez en la tremenda lucha moral de sus
protagonistas, El hombre tranquilo nos transmite que en un pueblo apacible
(Innisfree, Irlanda), y sin apenas grandes problemas, un americano ex
boxeador es capaz de agitarlo.
Si nos paramos en encontrar los significados de esta obra maestra nos
encontraremos que todo tiene una misma estructura que hace llevarnos a
universos ensoñados. Esta película nos acerca a un estilo de vida que poco a
poco ha ido desapareciendo. Pero, aún tenemos El hombre tranquilo para
recuperarlo porque el cine tiene la magia de contar historias y hacernos volver
a un pasado que cuesta olvidar.
Pero si hacemos una comparativa sobre el año que se hizo esta película y los
hechos que ocurrieron a principios de la década de los cincuenta, vemos una
metáfora de la guerra: los bandos no son tan destructivos y los protagonistas
tienen sus debilidades dentro de esta sociedad.
¿Qué es la película El hombre tranquilo?
Toda obra de John Ford tiene una doble lectura. Son películas didácticas que
muestran a la sociedad más de una cosa y El hombre tranquilo es la cúspide de
este director que se dedicó a acercar al público esas tradiciones que vivió
desde niño y dar un sentido a la vida sin decoraciones ni artificios.
John Ford no movía la cámara nunca. Así, daba otro sentido a la fotografía
pero sin hacer un travelling o enseñar lo que está fuera de campo y no
interesa en absoluto para avanzar en lo que es la historia. Pero volvamos a la
película: su argumento es muy simple para acercarla a todos los públicos.
Sean Thornton (John Wayne) regresa de Estados Unidos a su tierra para
recuperar la granja donde se crío de niño y vivir allá. Conoce a Mary Kate
Danaher (Maureen O´ Hara) y se enamoran. Pero para conseguir su amor
también deberá de combatir contra las costumbres locales y también contra la
oposición del hermano de la prometida (Victor McLaglen).
Conclusión
La conclusión de este artículo nos deja en una bifurcación de pensamientos: la
broma empezó cuando el director rodó este filme como una historia de amor
pero con referencias de guerra. El hombre tranquilo empieza analizando sus
metáforas desde una perspectiva nueva.
Hoy en día los buenos cinéfilos están acostumbrados a ver esta maravilla y la
colocan dentro de las películas imprescindibles. Pero regresemos al año de su
estreno para conocer como eran las formas de contar en el cine. Es cierto que
no tiene un discurso nuevo de la forma en que se rodó: fotografía,
construcción de los personajes, ambientación, etc. Hay una atmósfera
diferente para que los espectadores también sean protagonistas de esta
película y vivan esta poderosa historia como algo suyo también.
Así es como nuestro John Ford nos gastó una broma que aún hoy sigue vigente
en nuestras vidas.
Cuando visualizas El hombre tranquilo da igual que sea una película romántica,
bélica o las dos cosas a la vez porque siempre permanecerá en la memoria de
todo el mundo porque hay obras que no envejecen nunca. El hombre
tranquilo es una de ellas.
Una obra maestra especial para John Ford
El hombre tranquilo es la adaptación cinematográfica de la historia creada por Maurice
Walsh. John Ford, cuya historia personal como hijo de irlandeses tiene algo que ver con la del
personaje de este filme, se encargó de la dirección, pero también de la producción y de la
elaboración de un guion donde contó con la ayuda de Frank S. Nugent para completarlo.
Como ya ocurriera en siete de sus anteriores películas, Ford volvió a elegir a John Wayne como
gran protagonista de una de las obras más notables de su exitosa filmografía. El largometraje
fue nominado a siete Oscar, de los que ganó dos, el de Mejor director y fotografía en color.
The Quiet Man. EE.UU., 1952. Comedia. 129 min. Dir.: John Ford. Int.: John Wayne, Maureen
O’Hara, Barry Fitzgerald, Ward Bond, Victor McLaglen, Jack MacGowran, Arthur Shields, Mildred
Natwick.
«EL HOMBRE TRANQUILO»
ALEJANDRO F. ORRADRE
Decide comprar la casa familiar y los terrenos circundantes, pero ha de lidiar con Willy
Danaher, quien reclama esa parcela. Por si fuera poco, Thornton se enamora de Mary Kate,
quien resulta ser hermana de Danaher: a partir de ese momento es establece una relación
entre los tres de lo más peculiar, que a medida que avanza la película muta y se transforma
constantemente hasta llegar al clímax (la pelea entre Sean Thornton y Willy Danaher), una de
las escenas más recordadas del mundo del cine.
Ford rodó con el corazón lleno de anhelo y se nota en todas las escenas, en una banda
sonora que acompaña a la perfección unos planos que explican la añoranza que el director
sentía por esa tierra y sobre todo por ese clima de paz perpetua en la campiña irlandesa. En El
hombre tranquilo se habla de la camaradería, ese sentimiento casi familiar que se forja en las
comunidades que estrechan lazos; cuando Thornton llega al pueblo no lo comprende, hasta le
parece excéntrico, pero termina por comprender que en esos sentimientos radica buena parte
de la felicidad.
Porque Innisfree es un lugar feliz, un escenario digno de un cuento mágico en el que hasta
los vicios y las penas parecen menos graves: en la taberna la gente bebe hasta perder el
sentido, pero no importa porque la fuerza de las costumbres lo convierte en un disfrute más de
la vida.
Es también un lugar de redención, la del propio Thornton, quien ha huido de la gran ciudad y
de su más próximo pasado para lidiar con su verdadero origen. De forma metafórica
Ford encarna ese pasado primigenio del protagonista en la figura de Willy Danaher, que
encarna las arraigadas tradiciones y el poder en Innisfree, como si fuera el guardián del pueblo
con la capacidad de decidir quién puede o no vivir ahí; durante toda la película la pugna
entre Thornton y Danaher no es más que la visualización de la lucha interior del primero, que
se esfuerza en encajar en un lugar que a priori parece rechazarle. Porque sólo con dolor
conseguirá dejar atrás los recuerdos de los que huye.
Innisfree se muestra como un paraíso terrenal, tanto física como espiritualmente (para John
Ford rodar en Irlanda supuso toda una catarsis personal); es el lugar en el que el dinero y su
corrupto poder no existe, porque la disputa entre Danaher y Thornton por los terrenos se
disfraza de motivos económicos, pero simplemente es una disputa de poder a poder con las
tradiciones y las raíces como verdaderas protagonistas de la liza, como lleva siéndolo durante
siglos en aquellas tierras.
Fuente.
Thornton huye de la ciudad y de la maldad del dinero, creyendo al principio que al quererse
casar con Mary Kate y toparse con la negativa de Danaher (y sus pretensiones de dote para con
su hermana) su huida es en vano. No será hasta más adelante cuando, comprendidas las
tradiciones, compruebe feliz que ha encontrado su tan buscada paz; la pelea con Danaher,
larga y cargada de simbolismo, escenifica el renacer de Thornton. Una escena impagable.
Son precisamente ellos quienes protagonizan dos de las escenas más impetuosas, cargadas
de pasión. El amor es el color que da vida al cuadro que pinta Ford en forma de fotogramas, el
motor con el que hace avanzar la película y nos despliega el inmenso abanico de temas que
desarrolla a lo largo del film. ¿Es El hombre tranquilo un drama, una comedia, una película
romántica? Es, simple y llanamente, la vida: humor, drama, amor, obstáculos… todos los
ingredientes mezclados, superponiéndose los unos a los otros.
Son tantas las caras poliédricas que posee El hombre tranquilo que podríamos pasarnos
horas y horas escribiendo sobre ellas: el sentido homérico del viaje de Thornton, la traslación
en el film de los propios pensamientos de Ford acerca de la pertenencia a un lugar, la liturgia de
las tradiciones… todas ellas importantes y que conforman el impresionante mosaico en el que
cualquier cinéfilo que se precie encontrará siempre un motivo para revisionar una y otra vez la
película. Y siempre que lo haga sentirá cómo se le eriza el vello cuando suenan las gaitas al
final, aunque no seamos de Innisfree, pese a que no seamos irlandeses. Nos emocionaremos
porque somos seres humanos.