Está en la página 1de 34

SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿DOS CADÁVERES?

(REGÍMENES BUROCRÁTICO-AUTORITARIOS Y MARXISMO VULGAR)

José Valenzuela Feijóo*

RESUMEN. En el mundo contemporáneo existe una noción muy


extendida: el derrumbe de la URSS (y de sus similares) es equi-
valente al fracaso del socialismo y de la teoría marxista. El autor
rechaza este punto de vista y argumenta en favor de: a) el sistema
social que se derrumbó en la URSS no era socialista. Este carácter
lo perdió antes de 1950; b) la teoría oficial imperante en la
URSS representó una brutal deformación del marxismo original;
c) el marxismo auténtico conserva su fuerte poder explicativo;
d) las realidades del capitalismo contemporáneo obligan a seguir
pensando en un orden social post-capitalista.

PALABRAS CLAVE: socialismo, comunismo, estalinismo, burocracia,


marxismo.

ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES

La muerte del “socialismo realmente existente”

El derrumbe soviético y de su esfera de influencia no sólo elevó


exponencialmente el poderío relativo de Estados Unidos. Junto a ello,
hay algo no menos importante: el efecto provocado en las filas de la iz-
quierda. Para ésta, en su gran mayoría, aquello fue el derrumbe del campo
socialista y de todos los sueños e ideales históricamente acumulados.
Además, se veía que tal debacle no era el producto de una derrota oca-
sionada por, v. gr., una invasión militar (como la que intentó la Alemania

*
Doctor en economía. Profesor titular en el Departamento de Economía, Universi-
dad Autónoma Metropolitana, sede Iztapalapa, México. Correo electrónico:
jovafe@prodigy.net.mx.

Volumen 3, número 5, diciembre, 2006, pp. 129-162 Andamios 129


JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

de Hitler) sino de un movimiento interno mayoritario que repulsaba al


régimen. Si a esto se le añade la difusión masiva de lo que había sido el
régimen autoritario de Stalin, se comprende lo duro del impacto, la des-
moralización y desmovilización que le siguió.1 La primera conclusión
fue la del fracaso histórico del socialismo. La segunda, que le siguió de
inmediato, fue más radical: el socialismo era imposible. Pero, entonces,
¿había algo, más allá del capitalismo, que pudiera ser posible? Algunos
contestaron que no, aceptando implícita o explícitamente eso del fin de
la historia. Otros, ni siquiera se hicieron la pregunta. Y se retiraron a sus
casas: se iniciaba la larga siesta del socialismo radical.2

El marxismo: ¿obsoleto?

El derrumbe del llamado “campo socialista” ha provocado efectos mayores


en la correlación de fuerzas ideológicas. En particular, el marxismo ha
resultado especialmente perjudicado. Se ha proclamado la falsedad de
sus hipótesis básicas y, en términos generales, se le viene calificando co-
mo una doctrina obsoleta. Y que amén de nunca haber sido verdadera,
ahora ni siquiera tiene adherentes. En suma, algo muerto, impropio de
los tiempos actuales, los de la “globalización”, la “tecnología” y el “libre
mercado”.3 En esta tarea mortuoria, la derecha política e intelectual se ha
abalanzado con singular entusiasmo y fiereza. Algo que no puede sor-
1
“Saber es un dolor. Y lo supimos: / cada dato salido de la sombra / nos dio el pade-
cimiento necesario”, escribía un atribulado Neruda.
2
“No es que tú me hayas dejado, / es que te has ido de un sueño / en el que yo me
he quedado” Bergamín (1997).
3
¿Cuántas veces ha sido enterrado el marxismo? ¿Cuántas se le ha declarado
obsoleto? El número es impresionante, amén de que la frecuencia y fuerza de las nega-
ciones se eleva exponencialmente a partir de las grandes derrotas de la clase obrera.
Por ejemplo, después de la Comuna de París y de la feroz represión que le siguió, se le
declaró enterrado per saecula. Thiers, primero constataba en su obra: “el suelo está
sembrado de sus cadáveres [el de los comuneros]; este espantoso espectáculo servirá
de lección”. Luego, pasaba a pronosticar: “el socialismo se ha acabado por mucho tiem-
po”, cf. Lisagaray (1987: 513 y 507). Pocos años después, la Socialdemocracia alemana
aumentaba más y más su influencia hasta llegar a convertirse en el partido político
alemán más influyente. Y antes de medio siglo, triunfaría la revolución bolchevique.
En realidad, como al entierro siempre le ha seguido una resurrección, tenemos un nú-
mero igualmente impresionante de resurrecciones, al punto de que el “muertito” ya
parece inmortal.

130 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

prender: después de todo, en ello reside tal vez su función primordial.


Quizás es más llamativa la actitud de una buena parte de la izquierda in-
telectual. Ésta, como ya lo hemos señalado, abandona con singular
rapidez al marxismo, también lo declara “pasado de moda” y se llega a
desvivir por eliminar sus huellas y sus olores. En breve, se avergüenza
de su pasado y lo llega a sentir o explicar como un pecado de lesa ju-
ventud. Pero hay algo más: junto a la huida de Marx se observa una ma-
siva caída en el irracionalismo cultural contemporáneo (el posmo-
dernismo). En este desplazamiento, se llega a extremos patéticos como
la reivindicación que se ha empezado a hacer de un nazi activo y confeso
como fue Heidegger. 4

¿De qué teoría se está hablando?

La deblacle de la URSS y su hinterland va íntimamente unida a la negación


del marxismo. En realidad, esta supresión teórica viene a funcionar co-
mo el más estricto complemento de un enunciado previo que opera
como supresión política: la ya indicada proclama de que el socialismo es
un fracaso y un imposible. Por ende, rebelión y revolución son cosa de
tontos (como ir contra la ley de la gravedad) y lo inteligente es aceptar
que no hay más realidades que las del capitalismo.
Ahora bien, ¿con cargo a qué criterios se declara la muerte de la teo-
ría de Marx? En realidad, el más somero de los repasos nos señala que
aquí no opera ninguna de las normas que reconoce la ciencia para criticar
y desechar hipótesis y teorías. La norma es bien diferente y, por su mismo
tenor, llamativa y sugerente: es el cambio en la correlación política de
fuerzas la que se utiliza para declarar la falsedad de la teoría. Por decirlo

4
Las vaguedades, tautologías burdas e incoherencias enfermizas de Heidegger, lo tornan
nulo como pensador. Pero su mensaje emocional ha resultado psicológicamente eficaz
en determinadas circunstancias, de desintegración y desamparo social. Por su contenido
e impacto, poco difiere del soltado por esos deslenguados predicadores brasileños que
hoy abarrotan todas las radios, horario nocturno, de América Latina. Aunque a las ca-
pas medias les obnubila que les hablen de la “dasein”, de la tremenda “profundidad”
del juicio vivir o “estar en el mundo” (el “in-der-welt sein”), etcétera, a los pobres ur-
banos, eso de que “se vive aquí” les parece bastante obvio y prefieren la cálida sencillez
de los buenos cariocas y bahianos.

Andamios 131
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

de alguna manera, estos críticos nos proponen como norma de lo


verdadero la correlación política de fuerzas. Por lo mismo, si tal co-
rrelación se mueve, podemos esperar que se altere la verdad o falsedad
de las teorías.
Lo curioso de la situación contemporánea no sólo reside en lo
mencionado. Hay otro aspecto aún más decisivo: si le aplicamos a la
teoría de Marx sobre el desarrollo del capitalismo (la que está en El ca-
pital) los cánones usuales en las ciencias modernas: coherencia lógica y
aprobar los test empíricos, podemos comprobar que en el último cuarto
de siglo la teoría de Marx muestra una validez impresionante.5 Al pun-
to de que muchas hipótesis que al interior del mismo marxismo se ca-
lificaban como muy dudosas, falsas o simplemente ya inaplicables (o
sea, falsas para el mundo actual aunque pudieran haber sido correctas
para el siglo XIX), en este periodo neoliberal se han mostrado consis-
tentes.6 En otras palabras, con el triunfo del neoliberalismo y el descrédito
público de Marx, la teoría económica de éste se ha tornado más válida
que nunca. Por lo menos, ha mostrado un poder explicativo muy superior
al de todas las otras escuelas de economía rivales.7

5
Si el lector vuelve a leer la sección 7 del tomo I, o los “Manuscritos económico-fi-
losóficos”, le parecerá estar leyendo una crónica sobre el capitalismo del último cuarto
de siglo (de 1980 para acá).
6
Por ejemplo, la hipótesis del descenso absoluto del salario real (noción de la
pauperización absoluta). Digamos que hay textos de Marx en que se rechaza claramen-
te esta idea y otros que al respecto son ambiguos. Pero se trata de una idea que, al final
de cuentas, no encaja ni con el sistema de Marx ni, lo que es más importante, con las
tendencias de largo plazo del salario real. Por lo mismo, más allá de lo que Marx pudiera
haber dicho en tal o cual párrafo, es una hipótesis falsa para el largo-largo plazo. Con
todo adviértase la evolución del salario real en Estados Unidos: el salario real por hora
trabajada (en dólares de 1982) para el sector privado no agrícola, pasó desde $U.S.
6.69 en 1959 a $U.S. 8.55 en 1973. A partir de este año empieza a descender llegando
a un nivel de $U.S. 7.39 en 1995. El descenso porcentual, entre 1973 y 1995 fue de 14
por ciento. En 1998, el salario real fue similar al de 1967, ¡luego de 31 años! Poste-
riormente se da una recuperación lenta y al iniciar el nuevo siglo aún no se recuperaba
el nivel de 1973. La fuente es “Economic Report of the President”, Washington, 2002.
Como si fuera poco, en las últimas dos décadas se observa un aumento en el largo de la
jornada de trabajo.
7
Comparaciones con teorías rivales, cf. Moseley (1994). Para un examen de la
evolución más reciente de la economía de Estados Unidos, ver Valenzuela Feijóo (2003).

132 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

Agreguemos, en El capital, las referencias al sistema socialista son


mínimas, no pasan de muy pocas líneas, cinco o diez. Y en el resto de la
obra de Marx, hay indicaciones gruesas y de carácter muy general. Y
más de alguien podría señalar, con muy buenas razones, que se con-
tradicen bastante con la experiencia soviética que va desde los treinta
hasta el derrumbe final del sistema. En realidad, dan pábulo para pensar
en una realidad que se va alejando más y más de las nociones e ideales
marxianos. Como sea, no parece lícito verificar la teoría de Marx con
cargo al test de la Unión Soviética.
Entonces, ¿qué ha fallado? ¿Cómo es posible asociar una práctica
que ha terminado por fracasar tan ruidosamente con una teoría que pu-
diera quedar indemne, sin ni siquiera rasguños? ¿No hay aquí terquedad
y dogmatismo teórico?
Precisemos: a) lo que cabe cuestionar es la teoría del socialismo que
orientó esas experiencias históricas; b) advertir que esa teoría iba asociada
a cierta forma de entender los principios marxistas de carácter más
general, tanto en el plano de la filosofía (“materialismo dialéctico”) como
de la historia y sociología (“materialismo histórico”). Todo lo cual, por
cierto, exige una muy cuidadosa revisión y evaluación.
En términos generales, estamos en presencia de una doctrina rela-
tivamente unitaria, que se declara tributaria de Marx, que fue dominante
e incluso “oficial” en la Unión Soviética y su esfera de influencia, y que,
a la vez, fue bastante criticada por otras corrientes de la izquierda mundial.
A riesgo de simplificar más de la cuenta, para aludir a esas interpre-
taciones, emplearemos la expresión “marxismo vulgar”.
Pero ¿cómo ha surgido esta doctrina? ¿Cuál es su contenido esencial?
Para contestar, empezaremos por rastrear su base o condicionamiento
material. Lo cual nos obliga a recordar mínimamente algunos rasgos
que tipificaron la experiencia de la URSS. Luego trataremos de precisar el
contenido de este “marxismo vulgar”.

ALGUNAS INDICACIONES SOBRE LA EXPERIENCIA SOVIÉTICA

Lo antes indicado nos remite a la experiencia histórica de la Unión


Soviética. Aquí, son muchos los sucesos y problemas que exigen una

Andamios 133
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

muy cuidadosa y serena investigación. No es del caso entrar a un examen


como el que se necesita, pero al menos quisiera llamar la atención sobre
algunos datos fundamentales que permiten ubicar el problema de fondo.
Inicialmente, conviene advertir sobre tres procesos de significación ma-
yor: a) la colectivización forzada del agro; b) el inicio de un proceso de
industrialización muy acelerado y que se concentró en el desarrollo del
Departamento II (medios de producción y armamentos); por lo mismo,
una muy lenta expansión de la producción de bienes de consumo per-
sonal con el consiguiente impacto regresivo en la distribución del ingre-
so;8 c) la significación y consecuencia de los “Juicios de Moscú” (la eje-
cución y muerte de buena parte de la dirigencia partidaria, a partir de su
oposición a la línea oficial en curso).
Estos tres procesos tienen lugar, básicamente, en la década de los
treinta.9 Y si los pensamos con cuidado, nos abren una gran interrogante:
dadas sus consecuencias, ¿se puede hablar, en tal contexto, de un régimen
efectivamente socialista?
En cuanto al problema agrario, apuntemos: a) fue un proceso impul-
sado desde arriba, por el gobierno soviético, e implementado con
métodos muy coercitivos. Bujarin hablaba de “explotación militar-feudal”
de los campesinos y se ha señalado que “al menos 10 millones de cam-
pesinos, y tal vez más, murieron a consecuencia de la colectivización, la
mitad de ellos durante el hambre impuesta sobre ellos en 1932-1933”
(Cohen, 1976: 488);10 b) en términos económicos, el proceso liquidó la
pequeña producción y permitió elevar la parte mercantilizada de la pro-
ducción (algo vital para la población urbana) pero, a la larga, debilitó el
crecimiento de la productividad agropecuaria; c) al final y más allá de
las declaraciones oficiales, el proceso quebró de cuajo la alianza obrero-
campesina con que se inició la revolución rusa.11

8
Las importaciones, que nunca fueron elevadas, se manejaron con un alto porcentaje
de bienes de capital.
9
El giro se procesa a fines de 1928 y emerge con claridad en 1929. Esto, en cuanto
a los problemas agrario e industrial. El giro político en contra de la democracia partidaria
y a favor del centralismo burocrático empieza antes.
10
La cifra es la que Stalin le confesó a Churchill.
11
Mao Tse Tung señalaba que Stalin “evidencia una gran desconfianza con respecto
a los campesinos”, agregando que en la URSS, “el Estado ejerce un control asfixiante

134 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

En cuanto al tipo de industrialización, podemos destacar los siguientes


ingredientes: a) se eleva fuertemente la ocupación industrial urbana,
con un impacto muy positivo en los niveles de alfabetización y calificación
técnica; b) al cabo, permite que la URSS se transforme en una gran potencia
militar, capaz de desafiar el poderío militar de Estados Unidos; c) se rea-
liza implementando largas jornadas de trabajo y bajos niveles salariales.
En que el bajo nivel salarial viene estructuralmente determinado por la
baja incidencia de los bienes de consumo personal en el producto ge-
nerado; d) al interior de las fábricas, se manejan patrones jerárquicos
semejantes al de las fábricas capitalistas y se imponen la disciplina y la
intensidad con muy poca autogestión y sí con mucho látigo; e) en tér-
minos generales, podemos suponer que este esquema no fue del agrado
de la clase obrera más antigua: era demasiado esfuerzo para una remu-
neración demasiado baja:

Mientras los salarios reales de los obreros crecieron de forma


lenta pero continua, entre 1923 y 1927, durante varios años
a partir de 1928 los salarios reales cayeron, y los obreros,
al igual que los demás sectores de la sociedad, se vieron so-
metidos a las duras presiones de la industrialización y
constreñidos por la mano de hierro de la economía pla-
nificada. (Carr, 1989: 176-177)

Por lo mismo, los planes quinquenales fueron impuestos a la clase obrera


y no resultaron de su libre decisión. Si ésta hubiera decidido, de seguro
se le habría concedido mayor importancia a la producción de bienes de
consumo; f) para los nuevos obreros, provenientes del campo (o sea,
campesinos o hijos de campesinos), es muy probable que en un primer
momento el cambio se haya sentido como un cambio de status social fa-
vorable: de campesino a obrero industrial urbano. Y todo parece indicar
que estos segmentos apoyaron inicialmente a Stalin y el estilo de in-
dustrialización que impulsó; g) las características que adquirió el proceso

sobre los campesinos, y Stalin nunca encontró el buen método y la buena vía que
conducen del capitalismo al socialismo y del socialismo al comunismo” (Tse Tung,
1976: 4); cf. tb. Stalin (1976).

Andamios 135
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

provocaron distanciamiento y choques entre el grupo dirigente y la clase


obrera, al menos con sus secciones más antiguas y asentadas. Como no
podemos suponer que la clase obrera tenga vocación de fakir, tenemos
que deducir que el sacrificio sufrido no fue producto de una decisión
voluntaria.12 Y si la clase trabajadora no decide (y ni siquiera es con-
sultada) en temas tan cruciales, resulta bastante difícil aceptar que estamos
en presencia de un Estado obrero.
Los procesos de colectivización en el agro dieron lugar a ejecuciones
masivas. Pero también el exterminio llegó a las partes más altas de la
dirección bolchevique. El caso tal vez más paradigmático fue el de los
llamados “juicios de Moscú”, 1936-1938, y que entre otros dio lugar a
la ejecución de dirigentes del prestigio de Bujarin, Rykov, Piatakov, Ka-
menev, Zinoviev, etcétera. También está la persecución y asesinato de
Trotsky y de una buena parte de sus seguidores.
Esto acarrea consecuencias inmediatas: desaparecen cuadros de gran
experiencia y capacidad, amén del miedo y desmoralización que eso
provoca en buena parte de la militancia, la que justamente conoció y
estimó a esos dirigentes. Pero hay efectos de mucho mayor impacto.
Uno: la idea de que discutir y oponerse a la dirección equivale a la traición,
a pasarse a las filas del enemigo de clase. Y que esta “traición” pone en
peligro la misma vida de la persona que abre la boca. Dos: la consiguiente
desmoralización que provocan tales métodos. Primero, en sus ejecutores:
pensar que en el seno de la izquierda se pueden dirimir los conflictos
con cargo al asesinato, introduce un elemento gangsteril-mafioso del to-
do ajeno a una organización que pretende construir una sociedad de

12
Según Carr, “Tomski [que era el máximo dirigente de los sindicatos soviéticos] y mu-
chos de sus colegas fueron impacientándose cada vez más ante las presiones impuestas
a los trabajadores industriales por el plan, y ante el abandono de tradiciones sindicales
respetadas durante largo tiempo. No es del todo paradójico que los sindicatos se
opusieran a las políticas de expansión industrial vigentes” (Carr, 1989: 178). Otro
autor señala que “en virtud de decisiones del partido son relevados de sus funciones,
en gran proporción, los cuadros sindicales que sostienen tal punto de vista [de defensa
del obrero industrial], y reemplazados del 78 a 86% de los miembros de los comités
sindicales de fábrica, en Moscú y Leningrado, en Ucrania y el Ural” (Bettelheim, 1979:
418).

136 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

nuevo tipo, como la comunista.13 Segundo, en los castigados: o se apartan


de la política y asumen una actitud pasiva, o siguen, pero ahora en
términos de oposición disimulada, clandestina. Pero entonces, ¿de qué
socialismo estamos hablando? ¿De uno en que para luchar por el so-
cialismo hay que hacerlo en la clandestinidad, como en los peores tiempos
del zarismo? Tres: se acaba la discusión pública y abierta. Lo cual, ine-
ludiblemente, da lugar a la hipocresía (cultura del adulo y simulación)
y, sobremanera, a la despolitización masiva de la población.
En tal contexto, valga también subrayar: la construcción del socialismo
es una tarea que exige la máxima conciencia, no es algo que pueda brotar
de la espontaneidad (en el sentido de inconciencia) histórica. A la vez,
debe ser realizada por los trabajadores. Si esto lo conjugamos con el te-
rrible atraso ruso, el analfabetismo generalizado —factores heredados—
más lo que el proceso venía imponiendo: centralización extrema, falta
de participación de los de abajo y despolitización, lo que se deduce es
bastante lamentable. Más claramente: todo se enfila a provocar un es-
truendoso fracaso del proyecto socialista original.14
13
El lenguaje usado en las acusaciones es del tipo: “banda unificada de trotskistas-
bujarinistas”, a los cuales, en serie, se les aplican calificativos como “monstruos”, “detritus
del género humano”, “pigmeos guardias blancos”, “mosquitos contrarrevolucionarios”,
“basura inservible”, “lacayos de los fascistas”,”agentes pagados de la Gestapo”, etcétera.
Se comprende que este lenguaje, propio de gañanes, no contribuye precisamente a la
elevación ideológica de la clase. Ver un texto que fue ampliamente usado en las escuelas
de cuadros de esta corriente: PCUS (1939: 382 y 405-406).
14
Hacia fines de los treinta, escribía Trotsky sobre la URSS: “hacer la primera
revolución socialista le ha correspondido al proletariado de un país atrasado. Según
todas las evidencias, es muy posible que tenga que pagar este privilegio histórico con
una segunda revolución, contra el absolutismo burocrático [...] la autocracia burocrática
deberá ceder el puesto a la democracia soviética” (Trotsky, 1973: 273). Es llamativa la
coincidencia entre esta observación y los propósitos de la Revolución Cultural que im-
pulsara Mao en China, tres décadas después, durante los sesenta. También hay que
subrayar: en la URSS ni siquiera brotó el intento (Trotsky sobreestimó largamente las
potencialidades de la situación soviética) y en China terminó por ser derrotado. Y si
estos procesos parecen ineludibles, también resultan muy complicados. La burocracia,
de acuerdo con la experiencia histórica conocida, cristaliza más rápido que lo supuesto,
así como la capacidad de respuesta de la clase obrera es menos fuerte que lo deseado. El
mismo proceso de burocratización la va corroyendo y hasta nulificando. La moraleja
podría ser: aplica las reglas de la democracia obrera desde el primer minuto de la
revolución; aplica sin dilaciones todos los antídotos contra la burocratización. Si no,

Andamios 137
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

En cuanto al grupo dirigente del periodo (Stalin, Voroshilov, Molotov


y otros), pensamos que: i) en su actividad cotidiana se van separando
más y más del pueblo y la clase: encerrados en sus oficinas dejan de
convivir con el concreto mundo del trabajo y, por lo mismo, pierden
sensibilidad ante las necesidades y sentires espontáneos de la clase;15 ii)
en su calidad de “vanguardia consciente”, no se limitan a proponer. De
hecho, le imponen sus decisiones a la clase. En lo cual, la noción que se
maneja sobre la naturaleza y funciones del Partido Comunista sirve como
idea legitimadora. Recordemos, v. gr., el fatídico slogan de que “el Partido
nunca se equivoca”, admitido incluso por Trotsky; iii) al menos en un
primer momento, lo hace con la convicción de que ese tipo de políticas
sí favorecían al surgimiento y consolidación del socialismo y de la clase
obrera como fuerza dirigente. Por lo demás, el ulterior triunfo en la
Guerra y lo que siguió en Europa oriental, se prestaban muy fácilmente
(en la óptica del grupo) a reforzar esa idea. Por lo menos todas las de-
claraciones conocidas apuntan en ese sentido, amén de que —más allá
de la situación objetiva— parecen reflejar la real subjetividad o concien-

esta hidra te comerá muy rápidamente. De toda la plana mayor de los bolcheviques, el
que mejor entendió el problema parece haber sido Bujarin, que advertía: “es
indispensable examinar la posibilidad de una degeneración de la clase obrera. [...]
Peligro muy grave [...] que tiene su origen en las tendencias contradictorias de nuestra
evolución y en la situación, contradictoria también, de la clase obrera que se halla, por
un lado, en la base de la pirámide social y, por el otro, en la cúspide de la misma
pirámide. Situación contradictoria que es, a su vez, fuente de otros antagonismos cuya
desaparición costará muchos años, incluso toda una época. [...] La circunstancia de
que en el mundo entero las clases dominantes mantengan, hasta donde les es posible,
en la ignorancia a las clases laboriosas, es la causa de que cada revolución se encuentre
amenazada por una degeneración interior que debe ser superada por tendencias
opuestas” (Bujarin, 1978: 59).
15
Los viejos comunistas españoles contaban una anécdota. El ministro encargado
de transportes, en la Bulgaria socialista, era una persona austera que trabajaba en su
oficina de 12 a 14 o más horas. A veces, durmiendo en la misma oficina y sin domingos
ni vacaciones. Como quien dice, un “modelo de abnegación proletaria”. Pero cuando le
preguntaron (con muy poca inocencia y bastante mala leche), por el precio del pasaje
en el bus urbano, ¡resultó que no lo sabía! Bueno, en realidad no lo había usado en
muchos años.

138 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

cia que imperaba en el grupo dirigente.16 Claro está, surge aquí un pro-
blema psicológico nada menor: ¿a qué extremos se puede inflar la
subjetividad? ¿Tanto como para impedir ver la realidad objetiva en curso
y, a la vez, justificar procedimientos que fueron simplemente criminales?
¿Acaso no hay muchos elementos como para pensar, no en una convicción
real (por enloquecida que fuera), y sí en un puro y descarado cinismo?
Piénsese ahora en la nueva contradicción que surge: la separación-
distancia objetiva con el pueblo y la clase versus la creencia de que se
trabaja para la clase. La separación, si se mantiene, termina por generar
intereses autónomos, diferentes a los de la clase. Luego, cuando estos intere-
ses chocan, siempre se imponen los de arriba; por medio de la coacción,
ideológica o política (fuerza). En este contexto, la realidad también em-
pieza a mostrar que el ideal comunista se va alejando más y más, que se
torna nebuloso y, ya para algunos, imposible. Con lo cual, la posible
“fuerza moral” que antes pudo morar en el grupo burocrático de dirección
(“trabajamos por el comunismo”), se derrumba del todo. Ahora, perdido
el norte justificador, se recae en el cinismo moral y se pasa, simplemente,
a administrar el poder heredado. Estos, muy claramente, son los tiempos
de un Breshnev, tiempos de amplia debacle moral en la sociedad rusa.
Ya Nikita Krushev había definido al comunismo como “abundancia de
gulash”. Es decir, yo te lleno la barriga y tú no te metes en los altos asun-
tos de los cuales sólo yo me encargo.
Se abren aquí nuevos problemas: los de abajo, ya menos rurales y
más urbanos, empiezan a exigir más libertades y mejores niveles de vi-

16
En otras palabras, de acuerdo con esta óptica, no se podría hablar del habitual cinismo
de los políticos tradicionales (“digo esto, hago lo otro”) sino de convicciones íntimas.
Ciertamente, no ha sido una tragedia menor que tales convicciones llegaran a legitimar
las persecuciones y crímenes más abyectos contra los que fueran camaradas de partido
y de ideales. Amén de que hay muchos elementos en favor de la otra hipótesis: del
cinismo puro y simple. Trotsky, v. gr., hablaba de “un grupo social para el que mentir se
ha convertido en una necesidad política vital” (Trotsky, 1973: 264). Bujarin describió
a Stalin como “un intrigante sin principio que lo subordina todo a la preservación de
su poder. Cambia las teorías según a quién desee quitarse de encima en ese momento”
(Cohen, 1976: 405). Hay aquí temas de investigación que el marxismo no ha abordado.
No sólo sobre la evolución concreta que tomó la revolución rusa. En un sentido más
general y previo, se trata de temas claves de la psicología social, como el de la formación
de la conciencia personal y política de personas y grupos.

Andamios 139
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

da. Las “razones” para preservar el sacrificio histórico, ya no funcionan.


Frente a esto, el sistema de planeación burocrática y de centralismo ex-
cesivo se empieza a mostrar como ineficiente: caen los ritmos de cre-
cimiento de la productividad y la economía comienza a dar muestras de
debilidad y anemia. Con lo cual, los de arriba pierden más y más legi-
timidad. Surgen conflictos entre la burocracia política y la empresarial.
Ésta tiende a vencer y se aprueban planes de reforma que estimulan la
mercantilización de la economía. Es decir, mayor libertad de decisión
de las empresas estatales y, por ende, de sus gerentes-administradores.
Este segmento, además, establece alianzas con intelectuales, capas medias
y parte de la clase obrera. Con lo cual, amenaza el poder de la burocracia
central, la que muchas veces reaccionó con medidas de fuerza (en la
URSS y en Checoslovaquia) y poniendo trabas a la liberación de los
mercados.
Las contradicciones, ya en los ochenta, se tornan mayores. Los de
abajo exigen mejores niveles de vida y mayor democracia. Ante ello,
¿cómo pueden responder los de arriba? En lo grueso, surgen dos líneas.
Una, nos muestra el dilema de la alta burocracia política: si descentralizan
la economía y se abren a la democracia, pierden automáticamente su
poder. Es decir, se suicidan. Como fracción clasista están condenados a
preservar el statu-quo y, por lo mismo, a ser sepultados por la necesidad
histórica. Dos, la línea impulsada por la burocracia gerencial: creen
resolver el problema de los niveles de vida por la ruta de la competencia
mercantil y están dispuestos, dentro de ciertos límites, a operar con ma-
yor democracia. Pero no se les escapa, con esto, la gran fragilidad de su
poder empresarial. Como la propiedad no es privada sino estatal, su po-
der decisorio se ve mediado por la instancia política, la que en condiciones
de democracia plena y abierta, puede pasar a funcionar contra esta capa
gerencial. En términos estrictos, se trataba de un poder patrimonial pre-
cario, en tanto dependía del funcionamiento de la instancia política.
Lo que siguió fue una compleja combinación (y todavía no bien
estudiada) entre lo que fue una revuelta de los de abajo contra el régi-
men (sin la cual éste no se habría derrumbado tan rápidamente) y de
una contra-revolución desde arriba, contra el régimen y en favor de una
restauración abiertamente capitalista. Expliquemos: de los de “arriba”,
en términos personales sólo una parte se vio realmente afectada, bási-

140 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

camente los más viejos y cierto sector de la burocracia política. Otra


parte, tal vez mayoritaria, con cargo a una maniobra descomunal de
transformismo, simulacro y habilidad, apoyó el derrumbe del antiguo
sistema, y apoyándose en el mismo aparato estatal se autotransformó en
un grupo de grandes propietarios privados: consiguió préstamos, compró
empresas, estafó, robó, etcétera. De hecho, pasó a controlar la economía
y los medios de comunicación como la televisión. Al pueblo, lo usó du-
rante algún tiempo como carne de cañón en tales o cuales manifestaciones
(caso de Yeltsin contra Gorbachev), para luego olvidarse de él. Ya no pa-
ra reprimirlo como en los viejos tiempos, pero tampoco para reprimirlo
con cargo al estilo burgués clásico. Lo que emergió fue un régimen en el
que se mezclan ingredientes propios del feudalismo ruso (los del régimen
zarista previo a la Primera Guerra Mundial), de la acumulación originaria
capitalista y del fascismo gangsteril de corte eslavo. En términos eco-
nómicos, lo que ahora impera es un régimen de capitalismo monopólico
navegando en un contexto de acumulación originaria. Por lo mismo, se
trata de un régimen muy poco estable y del que cabe esperar fuertes
convulsiones futuras.
Concluyamos: si repasamos la experiencia histórica de la Unión
Soviética podemos proponer dos hipótesis: a) lo que se derrumbó a
fines de los ochenta del siglo XX no fue un régimen de carácter socialista;
y no lo era, en primerísmo lugar, porque la clase obrera no tenía el
control del Estado ni de la gestión de los procesos económicos de pro-
ducción, distribución y consumo; b) la separación de la clase obrera del
poder del Estado, comienza ya en los años treinta del pasado siglo. Pro-
ceso que a la muerte de Stalin, parece no tener vuelta atrás. Lo que
emerge, ya desde los treinta y antes de la Segunda Guerra Mundial, es
un régimen burocrático-autoritario que se recubre con una máscara so-
cialista pero que, de hecho, rompe con las bases mismas de un sistema
socialista.

EL MARXISMO VULGAR

Podemos calificar como “marxismo vulgar” a la ideología que codifica y


“racionaliza” la práctica del grupo en el poder. Si se quiere, se trata de

Andamios 141
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

una variante (pues la vulgaridad puede tomar otros caminos) pero en


todo caso es la históricamente más importante. Y es la que luego de ser
identificada con la teoría de Marx, se ha pasado a declarar que es ya un
cadáver. Por lo mismo, conviene bordar algunos comentarios en torno a
esta configuración ideológica.
Cuando el marxismo se torna un fenómeno masivo, es inevitable
que sufra cierta vulgarización. En aquellos sectores que lo empiezan a
conocer, siempre se darán deformaciones, simplismos, etcétera. Esta,
por decirlo de alguna manera, es una enfermedad inevitable del cre-
cimiento y la difusión. Dicho esto, conviene agregar de inmediato: i) tal
situación no se debería eternizar; al revés, con el paso del tiempo debe-
ría irse debilitando más y más; por supuesto, no es el paso del tiempo
per se el que diluye las deformaciones sino la experiencia política vivida
y reflexionada; sin ésta, no hay “adoctrinamiento” ni lecturas que puedan
subsanar esos vicios; ii) la vulgarización no tiene por qué afectar a los
grupos dirigentes y cuadros avanzados; más bien al revés, éstos deberían
elevar el rigor y buen manejo de la teoría, con el consiguiente “efecto
demostración” hacia abajo; lo cual, a su vez, exige discusiones públicas
y abiertas; sobremanera, un despiadado ejercicio de autocrítica.
Sobre este último aspecto, el de la llamada “autocrítica”, conviene
llamar la atención. Lenin apuntaba que:

La actitud de un partido político frente a sus errores es uno


de los criterios más importantes, y el más seguro para juzgar
si ese partido es serio y si realiza realmente sus obligaciones
hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer
públicamente su error, descubrir las causas, analizar la si-
tuación que lo ha hecho nacer, examinar atentamente los
medios para corregir ese error, he aquí la marca de un par-
tido serio, he aquí lo que se llama cumplir con sus obli-
gaciones, educar e instruir a la clase, y después, a las masas.
(Stalin, 1981: 291)17

17
Citar a Lenin por la vía de Stalin, lo hacemos a propósito. En los textos de Stalin,
impresiona la radical oposición entre lo que el texto señala y la práctica política real.

142 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

En la obra de Brecht sobre la Comuna de París, el dirigente Langevin


señalaba muy agudamente:

Lo peor es que los funcionarios tienen interés en hacerse


indispensables. Y esto desde hace milenios. Necesitamos
encontrar gente capaz de organizar su trabajo de tal manera
que en cualquier momento puedan ser reemplazados. [Y
agrega:] ciudadanos, no pretendamos la infalibilidad, como
todos los gobiernos del mundo lo han hecho hasta ahora.
Nuestros actos deber ser públicos. Interesemos a las masas
en nuestros errores. No tenemos nada que temer, excepto a
nosotros mismos. (Brecht, 1981)18

El punto debería quedar claro. Una autocrítica en funciones es aprender


de los errores con el afán de desplegar una conducta eficaz y coherente
con los fines que se persiguen. Lo cual, como mínimo, exige: a) que se
entienda y practique como crítica colectiva. El problema no es el de la
autoflagelación ni el de tratar de superar con pases mágicos la espontánea
propensión psicológica de cada individuo a justificar y racionalizar su
conducta. Por lo mismo, la crítica objetiva debe provenir fundamen-
talmente de los otros; b) una autocrítica verdadera debe identificar los
errores y desviaciones; pero sobremanera debe identificar las causas ob-
jetivas que han provocado tales problemas; c) la crítica debe ser total-
mente pública y transparente; por lo mismo, servir como arma de edu-
cación política e ideológica de las masas y militantes. No olvidemos un
principio previo y más fundamental: los trabajadores, o se liberan ellos
mismos o no lo podrán hacer. No existen las interpósitas personas o
grupos iluminados que les vayan a “regalar”, graciosamente, esa libertad;
d) la autocrítica debe necesariamente pasar del verbo a la práctica; es

18
Valga también recordar aquí un señalamiento de Mao: “el hombre es un animal extraño.
Ni bien se halla en una situación privilegiada, se muestra arrogante... No tenerlo en
cuenta resulta muy peligroso” (Tse Tung, 1976: 55). Esto nos recuerda al bachiller
Carrasco cuando —en el capítulo cuatro de la segunda parte— previene a Sancho:
“Mirad, Sancho —dijo Sansón—, que los oficios mudan las costumbres, y podría ser
que viéndoos gobernador no conociésedes a la madre que os parió” (Cervantes, 2001:
661).

Andamios 143
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

decir, debe traducirse en medidas concretas que remuevan las condiciones


y causas que promovieron los errores. Lo cual, además, significa que el
énfasis deja de estar en los individuos y se traslada a las condiciones que
los llevaron a decidir y/o actuar de tal o cual manera.
El principio, con todo, en la experiencia histórica conocida ha sufrido
muchas deformaciones.
Con una frecuencia alarmante, lo que muchas veces se ejerce es una
autocrítica formal y vacía. En ocasiones, se apunta a temas colaterales y
poco decisivos; en otras, se limita a exhortaciones o “golpes de pecho”
de estilo jesuita. Es decir, hay llantos y lamentos sobre los errores, más
promesas líricas sobre la voluntad de enmendarse. Pero no se remueven
las condiciones que provocan los desvíos o errores del caso.
Otra posible variante viene dada por la “autocrítica” que ejerce Stalin.
La cual, para decirlo con suavidad, es bastante “singular”. Por un lado,
en sus discursos la acepta y promueve: la declara “imprescindible”.19
Pero al mismo tiempo: i) cuando él no la ejerce, la declara “criminal” y
“traicionera”; en breve: no acepta críticas; ii) cuando él la ejerce, de he-
cho nunca apunta al grupo de dirección por él comandado y sí la dirige
contra las bases: que a éstas “se les pasó la mano con los campesinos”,
“que se debe respetar a las nacionalidades”, “que hay que cuidar y ser
solícitos con las personas”, etcétera. En otras palabras, cada vez que
sostiene estar ejerciendo la autocrítica, lo que hace es fustigar a las bases
del partido y/o a aquellos dirigentes que han tenido la osadía de oponerse
a sus directrices. En realidad, a partir de la última parte de la década de
los veinte, hasta su muerte, no se puede encontrar ningún reconocimiento
sobre tal o cual error significativo ni la consiguiente rectificación real.
La idea o principio subyacente es el ya conocido: el partido, o mejor
dicho su grupo dirigente, nunca se equivoca.
En una situación como la que hemos venido describiendo, también
se abre otra posibilidad de desarrollo: que los “de arriba” (o una parte de
ellos) se aprovechen de la debilidad teórica y política de las capas obreras
de reciente incorporación y las pasen a utilizar en función de sus intereses

19
Y lo hace con un tono que al lector que nada conoce del contexto histórico concreto,
le puede parecer muy sincero.

144 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

grupales y/o para dirimir los conflictos que pueden surgir al interior del
grupo dirigente. De seguro, se podría sostener que ésas no serán prácticas
propias de camaradas, pero la política real rara vez es tan angelical y la
tentación de usar malas artes parece estar siempre abierta. En la URSS,
por ejemplo, las nuevas promociones obreras, todas ellas provenientes
del campo, constituyeron las más fuertes bases de apoyo que manejó
Stalin. En estos sectores se difundió un obrerismo tosco, primitivo y
rudo. Y que se acostumbró a confundir la firmeza política (la llamada
“firmeza proletaria”), con el dogmatismo y la violencia ejercida contra
los “camaradas” discrepantes.
La experiencia histórica también nos muestra otro fenómeno, muy
conectado al anterior y que conviene recoger. Cuando el conflicto político
se agudiza y se desemboca en una situación revolucionaria, la polémica
política —al interior de la izquierda— se torna también más dura. Y
como la misma coyuntura exige decisiones rápidas, no siempre la ar-
gumentación y/o fundamentación de las directrices políticas resulta sa-
tisfactoria. Peor aún, hay veces en que se acude a la “teoría” no para
orientar el juicio político sino para justificarlo en términos de recursos a
la autoridad y citas de estilo bíblico. Al final de cuentas, tenemos que
primero se decide y luego se busca la justificación. Con lo cual, la teoría
se degenera y transforma en vulgar ideología.
A su vez, a menos que exista una rápida corrección, fenómenos como
el mencionado nos pasan a revelar algo bastante grave: el grupo dirigente
comienza a defender intereses “poco claros” y con métodos “poco trans-
parentes”. Por lo mismo, debe recurrir a la ideología. Lo cual promueve
otras interrogantes: ¿Por qué disimular? ¿A quién se pretende engañar?
El disimulo va dirigido a ciertos grupos. A éstos, hay algo que se les
pretende ocultar. Y si así son las cosas, podemos inferir que ese algo a
ocultar resulta perjudicial y desagradable al grupo de marras. El disimulo,
en este caso, lo ejerce el grupo dirigente. ¿A quién afecta? A la base del
Partido, a la clase representada y al bloque de aliados. En que lo medular,
a la larga, es la clase trabajadora. Dado esto podemos deducir: i) emerge
una disociación entre los intereses del grupo dirigente y la clase; ii) si se
trata de un régimen socialista, la clase debe ejercer el poder del Estado.
Lo hace por medio de sus delegados-representantes; pero si hay diso-
ciación y la dirección no cambia (desaparece el principio de revo-

Andamios 145
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

cabilidad), la conclusión resulta inevitable: la clase ha perdido el Poder.


Este, de hecho, le ha sido arrebatado por sus dirigentes, los que se han
separado y autonomizado, desarrollando intereses propios que son
diferentes y contrarios a la clase; iii) bajo tales condiciones, se torna
prácticamente inevitable el uso de la fuerza del Estado, contra la clase
trabajadora. A menos que ésta asuma una actitud totalmente pasiva o de
aceptación de la nueva situación; iv) un régimen que responde a tales
características, más allá de la retórica oficial, no se puede catalogar como
socialista.
Hemos visto que diversas circunstancias pueden ir: i) transformando
una teoría compleja en un esquema simple y tosco, incapaz de recoger
la riqueza de lo concreto; ii) transformando el contenido de verdad de la
teoría —su componente científico— en una visión apologética, jus-
tificadora pero no explicativa. Todo lo cual son pasos en favor del mar-
xismo vulgar.
Tratemos de precisar esta noción de “vulgaridad” doctrinaria. Recor-
demos primero lo escrito por Marx sobre lo que denominaba “economía
vulgar”. En sus palabras:

Entiendo por economía política clásica toda la economía


que, desde W. Petty, investiga la concatenación interna del
régimen burgués de producción, a diferencia de la economía
vulgar, que no sabe más que hurgar en las concatenaciones
aparentes, cuidándose tan sólo de explicar y hacer gratos
los fenómenos más abultados, si se nos permite la frase, y
mascando hasta convertirlos en papilla para uso doméstico
de la burguesía los materiales suministrados por la economía
científica desde mucho tiempo atrás, y que por lo demás se
contenta con sistematizar, pedantizar y proclamar como ver-
dades eternas las ideas banales y engreídas que los agentes
del régimen burgués de producción se forman acerca de su
mundo, como el mejor de los mundos posibles. (Marx,
1973: 45)

En el texto de Marx podemos distinguir diversos ingredientes del fe-


nómeno. Ellos serían: a) se estudia la exterioridad del fenómeno, su

146 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

apariencia; b) al hacerlo, se hace amplio uso de las ideas que manejan


los agentes económicos —en este caso la burguesía— sobre sus acti-
vidades y se procede a su ordenamiento y sistematización; c) se usan
también las categorías de la economía científica, pero diluidas y sim-
plificadas hasta su desnaturalización; d) se desemboca en una apología
del orden económico vigente.
Al final de cuentas, estamos en presencia de una ideología, o sea, de
una visión de la realidad que se deforma en función de los intereses
clasistas a los que se responde. Y conviene también advertir: una ideología
no es una pura colección de mentiras. En ella siempre encontramos, en
proporción variada, diversos trozos de verdad: de lo contrario no sería
eficaz en sus funciones ideológicas. Además, en el caso que nos preocupa,
hasta puede llegar a reflejar, no del todo mal, la apariencia del fenómeno.
Y si esto le sirve para encubrir o enmascarar los rasgos más esenciales y
sustantivos, es por que tal exterioridad es en sí misma engañosa. Por
ejemplo, se indica el dato más visible: en términos jurídicos, la propiedad
privada ha prácticamente desaparecido y ha sido reemplazada por la
propiedad estatal. La cual, se supone, expresa los intereses de la clase
trabajadora y, por lo mismo, aparece como la forma de propiedad ade-
cuada al sistema socialista. Si nos quedamos en este nivel del análisis, la
conclusión es muy clara: el socialismo impera. Pero habría que hurgar
con más cuidado en los procesos reales de decisión: ¿quiénes deciden el
uso de los medios de producción y del excedente? Por lo mismo, ¿quiénes
deciden las pautas que seguirá el proceso de desarrollo?
Retomemos nuestro problema inicial, ya no el de la “economía vulgar”
a la que apunta Marx sino al del “marxismo vulgar”. Para ello, nos pre-
guntamos por la forma en que aquí operan los elementos a), b), c) y d)
antes identificados.
Consideremos primero los puntos c) y d). En cuanto al punto d)
cambiemos apologética del capital por apología del “socialismo realmente
existente”. En cuanto al punto c), en vez de la economía política clásica,
podemos considerar la teoría de Marx. En breve, estudiamos la exte-
rioridad del régimen vigente en la Unión Soviética a partir de los años
treinta del pasado siglo. Y lo hacemos con cargo a categorías que parecen
ser las de Marx, pero sujetas a una muy cruda deformación.

Andamios 147
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

Sigamos. ¿Las ideas de quienes ordenan y sistematizan? ¿No son las


de la burocracia dirigente, su modo de ver ese “socialismo”? ¿No es acar-
tonada la visión de los burócratas y no es igualmente acartonada (amén
de ultradogmática) la exposición que, v. gr., encontramos en el Manual
de economía política oficial?20
Por último, en cuanto al punto a), el de estudiar sólo la exterioridad
o apariencia del fenómeno, conviene detenerse en él con mayor cuidado.
Para ello, junto con reseñar los aspectos principales de la descripción,
veremos lo que se oculta, no se dice o tergiversa. Es decir, lo que provoca
la emergencia de la visión ideológica sensu stricto. Para ello, examinaremos
cuatro aspectos: i) economía planificada versus mercantil; ii) la propiedad
socialista; iii) clases y conflictos en el socialismo; iv) el Estado socialista.

Plan versus mercado

En una economía socialista plenamente desarrollada (y con mayor razón


en la fase comunista), se supone que la forma mercancía desaparece por
completo. Pero éste no es el caso de la Unión Soviética. Tanto a fines de
los treinta como después de la Segunda Guerra Mundial, se reconoce la
existencia de relaciones mercantiles. Y se señala que éstas todavía existen
en virtud de la presencia de dos formas de propiedad: la estatal dominan-
te en la industria urbana y la koljosiana que opera en el campo. También
se indica que el nexo entre los dos sectores, aunque asuma una forma
mercantil, se ve muy influenciado por otro principio regulador: el del
plan económico nacional.21 Todo lo cual resulta muy atendible. Se agregan
otras dos consideraciones: i) al interior del sector estatal, no hay nexos
mercantiles y la forma precio no es más que una apariencia que envuelve
el real contenido no mercantil de las relaciones que allí se establecen; ii)
si en este sector operan formas mercantiles más sustantivas, se debe al
impacto del sector externo.
20
No en balde Mao calificaba duramente este libro: “su lectura es aburrida”, “no despierta
el interés del lector”, “la lógica y hasta la lógica formal están ausentes de él”, “ignora los
razonamientos”, etcétera; cf. Mao Tse Tung, “Notas de lecturas del Manual de economía
política de la Unión Soviética” (Tse Tung, 1976).
21
Los planteos originales se encuentran en el clásico texto de Stalin, “Problemas
económicos del socialismo en la URSS” (Stalin, 1976; tb. Tse Tung, 1976).

148 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

En el citado planteamiento, sobre todo en lo referido al sector estatal,


surgen algunos problemas: a) se realiza un manejo puramente jurídico
de la categoría propiedad; b) por lo mismo, no se advierte el relativo ais-
lamiento e independencia con que pueden operar las diversas unidades
económicas que funcionan al interior del sector. Es decir, por lo menos
en algún grado, tales unidades ejercen algún poder de decisión sobre el
uso de los recursos; lo cual significa privatización del poder patrimonial
con la consiguiente necesidad de la forma mercancía.22 La presencia de
esta realidad escapa casi completamente a los señalamientos oficiales
sobre el problema; c) al final de cuentas, el artilugio de la forma jurídica
evita plantear el problema de quiénes realmente deciden la asignación
de los recursos productivos. Lo señalado nos lleva a discutir el proble-
ma de la propiedad socialista.

La denominada propiedad socialista

El fenómeno de la propiedad se maneja en términos de su expresión


jurídica. De hecho, hay una identificación y, por lo mismo, no surge el
eventual problema de si la forma jurídica expresa bien o mal (v. gr. ocul-
tando) la real relación de propiedad. Entendiendo ésta como la capacidad
efectiva para decidir qué uso darle al patrimonio productivo y su correlato
en términos de acceso y control del producto excedente.23 Por lo mismo,
el análisis se limita a recoger la forma jurídica imperante y se deja
completamente de lado lo que es el fenómeno sustantivo, el del poder
patrimonial.
A nivel de la unidad económica (fábrica, complejo industrial) surgen
dos interrogantes básicas: a) ¿quiénes deciden sobre el uso de los recursos
en este nivel? ¿Son los trabajadores, son los directores o simplemente
nadie y todo viene decidido desde arriba?; b) también desaparece, cu-
riosamente, un problema que es clave: el de los patrones de división del
trabajo que imperan en la fábrica. Estos patrones, en tanto heredados de
la fábrica capitalista, no pueden sino reproducir ese tipo de relaciones.

22
Charles Bettelheim (1975 y 1974) ha llamado la atención sobre este punto.
23
Un examen detallado de la categoría propiedad, cf. Valenzuela Feijóo (2001).

Andamios 149
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

Es decir, entran en abierto cortocircuito con el afán de instaurar un poder


de los trabajadores, a nivel de fábrica.24
Lo que la experiencia soviética fue mostrando apunta a: i) el poder
ejercido a nivel de fábrica no era menor: por lo mismo no se podía eli-
minar la forma mercantil; ii) en este nivel, el poder se concentraba en la
dirección-gerencia y no en el colectivo de trabajadores; iii) los patrones
de división del trabajo que imperaban en las empresas soviéticas no
diferían demasiado de los propios de las fábricas capitalistas; iv) un poder
no menor de las decisiones económicas estaba centralizado en las esferas
más altas de la economía. Más precisamente, a nivel del aparato estatal
central.
Si el poder decisorio (o sea, la propiedad efectiva) está anclado en las
instancias centrales, surge el problema de quiénes controlan, efecti-
vamente, el poder del Estado. Al respecto, conviene citar, in extenso, la
observación de Bettelheim:

El alcance real de la propiedad estatal depende de las re-


laciones reales existentes entre la masa de los trabajadores
y el aparato estatal. Si este aparato está verdadera y concre-
tamente dominado por los trabajadores (en lugar de hallarse
sobre éstos y de dominarlos), la propiedad estatal es la forma
jurídica de la propiedad social de los trabajadores; al con-
trario, si los trabajadores no dominan el aparato estatal, si
éste es dominado por un cuerpo de funcionarios y admi-
nistradores y escapa al control y a la dirección de las masas
trabajadoras, es este cuerpo de funcionarios y adminis-
tradores el que se convierte, efectivamente, en propietario
(en el sentido de una relación de producción) de los medios
de producción. Este cuerpo forma entonces una clase social
(una burguesía estatal) en razón de las relaciones existentes

24
En sus lecturas de Stalin, Mao reclama: “el sistema de la jerarquía refleja las relaciones
entre padres e hijos, entre gatos y ratones. Hay que destruirlo día a día. Enviar a los
cuadros al campo a que trabajen en las granjas experimentales es uno de los métodos
para transformar el sistema de la jerarquía”, cf. “A propósito de los ‘Problemas
económicos del socialismo en la URSS’ de Stalin” (Tse Tung, 1976: 7).

150 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

entre él y los medios de producción, por una parte, y los


trabajadores por la otra. Esta situación no implica, eviden-
temente, que esta clase consuma personalmente la totali-
dad del producto excedente, sino que dispone de éste según
normas que son normas de clase, incluso si está obligado a
dejar desempeñar un papel dominante al mercado y a los
“criterios de rentabilidad”. (Bettelheim, 1979: 138)

Clases y conflictos

En 1936, en entrevista con el periodista Roy Howard, éste le pregunta a


Stalin por qué “sólo se presenta un único Partido a las elecciones”. La
respuesta es sugerente: “si no hay clases, si las fronteras entre las clases
se borran, sólo queda una pequeña diferencia, una diferencia poco pro-
funda entre las distintas capas de la sociedad socialista: no puede haber
una base sustancial que permita la creación de partidos opuestos entre
sí” (Stalin, 1981: 143).25 Como vemos, aquí ya se empieza a insinuar
que en la URSS de la época ya no hay clases. O bien, que sólo hay una
clase: la clase obrera. Por cierto, que en menos de 20 años hayan desa-
parecido las clases (un fenómeno que ya abarca milenios) es un des-
propósito histórico y sociológico bastante grotesco.
En otro texto, muy importante, de presentación del proyecto de
Constitución, el mismo Stalin escribe: “todas las clases explotadoras han
sido, pues, suprimidas” (Stalin, 1981: 158). Luego se refiere a obreros,
campesinos e intelectuales. Apunta que en la URSS, hacia 1936, se “ha
consolidado la propiedad socialista” y que los cambios ocurridos, “evi-
dencian [...] que las líneas divisorias entre la clase obrera y los campesinos,
así como entre estas clases y los intelectuales, se están borrando, y que
está desapareciendo el viejo exclusivismo de clase. Esto significa que la

25
Bujarin, por su lado, indicaba que: “es necesario un segundo partido. Si sigue habiendo
una sola lista de candidatos en las elecciones y no hay una auténtica pugna, acabaremos
teniendo algo parecido al nazismo. Para diferenciarnos claramente de los nazis tanto a
los ojos de los pueblos de Rusia como a los de los pueblos de occidente hemos de in-
troducir un sistema de dos listas electorales, en vez del sistema de partido único” (Löwy,
1972: 435).

Andamios 151
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

distancia entre estos grupos sociales se acorta cada vez más” (Stalin,
1981: 161-162). Agrega: a) “las contradicciones económicas entre estos
grupos sociales desaparecen, se borran”; b) “desaparecen y se borran,
igualmente, sus contradicciones políticas” (Stalin, 1981: 162).
La postura de Stalin es algo vacilante: a veces habla de clases, en
otras de capas. No alcanza a declarar que las clases ya se han extinguido
en la URSS, pero si repasamos sus consideraciones, podemos deducir
que entrega todos los elementos para declarar cancelado el fenómeno
clasista. Después de todo, si no hay explotación, el grupo social que
entendemos como clase social, en sentido estricto no puede existir. Como
sea, nos interesa la deducción: en la URSS de la época, las bases objetivas
del conflicto político ya han desaparecido. Stalin dixit: las “contradicciones
políticas [...] se borran”.
Tal conclusión es bastante fuerte. Y obviamente choca brutalmente
con la realidad política de la URSS en tal época. Día con día se nos habla
de los “renegados trotskistas”, de los “fascinerosos bujarinistas”, etcétera.
Y se aplica sumariamente la pena de muerte a prácticamente todos los
miembro de la dirección política de tiempos de Lenin: en el partido, “de
sus 2.8 millones de miembros en 1934, al menos un millón, antistalinistas
y stalinistas, fueron arrestados, y dos tercios de ellos fusilados”. Asimis-
mo, “110 de los 139 miembros numerarios y suplentes del Comité Cen-
tral de 1934 fueron ejecutados o impulsados a suicidarse. Tras el asesina-
to de Trotsky en México en 1940, Stalin era el único que quedaba con
vida de entre los componentes del círculo íntimo de Lenin” (Cohen, 1976:
490). ¿Cómo explicar tamaña incongruencia? Para ello, se alude a la
noción del “cerco capitalista”, lo que provocaría la presencia de agentes
enemigos a sueldo al interior del país. Amén de lo sabido: a toda la opo-
sición marxista, en sus más diversas orientaciones, se le declara “agente
a sueldo” de las potencias extranjeras. Se trata de una “teoría” del todo
ad-hoc y sumamente burda. Pero es la que se maneja.26
Para nuestros propósitos, hay dos puntos que interesa destacar: uno,
se acude de nuevo a la variable externa para explicar procesos internos

26
La coherencia no es precisamente una virtud en estas “explicaciones”. Como que el
mismo Stalin, en la misma época, pasa también a hablar de la “podrida teoría de la
extinción de la lucha de clases”.

152 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

de gran significación; dos: se pretende que al interior de la sociedad


soviética, las contradicciones básicas (i. e. las de clase) ya han desa-
parecido. El punto no se le podía escapar a Mao: “de hecho, los soviéticos
no admiten la universalidad de la contradicción” (Tse Tung, 1976: 101).
De hecho, esto significa que estamos ante un intento de simulación.
Conviene también señalar: el postulado de que no hay bases internas
para el conflicto, es del todo congruente con el tratamiento que se le da
a las relaciones de propiedad. De lo uno —no hay relaciones de ex-
plotación— se sigue necesariamente lo otro: no hay clases antagónicas
y, por ende, no pueden existir conflictos serios a partir de esta base. Si
los hay, se debe a la incidencia de la “variable externa”. Con lo cual,
entre otras cosas, amén de ocultar las más incómodas realidades, se puede
también hacer un uso pleno del chauvinismo nacional: “mis enemigos
no son opositores; son enemigos del país”.27

Sobre el Estado “socialista”

Al respecto, se enarbolan algunas hipótesis que, a nivel oficial, se manejan


como si fueran axiomas. Ellas son: a) “la clase obrera [...] es dueña del
poder” (Stalin, 1981: 147); o sea, estamos en presencia de un estado
obrero; b) el control del Estado se realiza por medio del Partido; c) este
partido representa fielmente los intereses de la clase. Pero, ¿eran así las
cosas?
A título previo recordemos una condición crucial: el Estado de la
clase obrera debe ser un Estado de nuevo tipo. Esto en un doble sentido.
Primero, los canales de mando, en este tipo de Estado, deben ser opuestos
a los usuales en el Estado burgués: en vez de ir desde arriba hacia abajo,
deben fluir desde abajo hacia arriba, desde la base a los puestos de di-
rección. Rasgo que encuentra una expresión mayor en el principio de
revocabilidad de los dirigentes. Segundo, debe ser un Estado que
conforme se vaya consolidando el poder de la clase, debe ir delegando
sus funciones en las organizaciones sociales populares. Precisemos: la

27
Es decir, se aplica la misma técnica con que la ultraderecha occidental ataca a sus
críticos, calificándolos como “agentes del comunismo internacional”, de “potencias
extranjeras”, etcétera.

Andamios 153
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

función medular de todo Estado es el uso de la fuerza (de una fuerza


“especial”, separada y “legítima” en exclusividad), para preservar las bases
del sistema vigente. Pero en el socialismo —y no sólo en él— suele
también asumir funciones adicionales, de orden económico, político y
cultural. Se trata de funciones propias de la vida colectiva, que en prin-
cipio no requieren la presencia estatal, pero que terminan siendo
“secuestradas” por dicha instancia. Lo cual, les da una obvia connotación
clasista, amén de que ayuda a confirmar el mito del Estado como re-
presentante del interés común y como institución que no puede ser
abolida. En el caso del socialismo, esos mitos se deben criticar teórica y
prácticamente: esto, por la vía de la paulatina pero firme tendencia a la
des-estatización en favor de la sociedad civil (algo que para nada equivale
a privatización; justamente al revés, se trata de socializar las actividades
y funciones del caso). Como sea, existe un primer momento o fase en
que resulta inevitable y necesaria la expansión de la actividad estatal. Al
punto que en países como la URSS (con un espacio civil muy débil, como
diría Gramsci) llega a abarcar y controlar a prácticamente toda la vida
social. Claro está que, en una sociedad socialista, todas esas funciones
adicionales deben irse saliendo de la órbita estatal para ser asumidas
directamente por la sociedad civil. Lo cual, dicho sea de paso, también
es expresión de la creciente capacidad de los trabajadores para gobernarse
a sí mismos.28 Es decir, conforme vaya creciendo esta capacidad, se irá
también extendiendo el proceso de des-estatización.
Ahora bien, para que esos rasgos y procesos se hagan realidad, se ne-
cesita crear y consolidar instituciones ad-hoc: organizaciones sociales
que normen y canalicen las conductas en un sentido congruente con las
finalidades del nuevo orden.
Pues bien, en la experiencia soviética ese tipo de instituciones no se de-
sarrollaron. Peor aún, los Soviets (consejos obreros y campesinos) se debi-
litaron y diluyeron muy pronto. Gramsci decía que “el consejo de fábrica

28
Bujarin llegó a señalar que la clase obrera “sólo madura como organizador de la
sociedad en el periodo de su dictadura” y, a partir de este reconocimiento, llamaba a
crear “cientos y miles de sociedades, círculos y asociaciones voluntarias, pequeños y
grandes, de rápida expansión” que permitieran impulsar la “iniciativa descentralizada”
y combatir la burocracia y degeneración del Estado soviético (Cohen, 1976: 200 y ss).

154 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

es el modelo del estado proletario” (Grasmci, 1981: 99), pero de ese


modelo no quedó ni el recuerdo en la URSS. Y todo intento de pro-
mover desde abajo organismos de un efectivo poder obrero fue combatido
y calificado como muestra de “anarquismo”. Consecutivamente, lo que
tuvo lugar fue el desarrollo de un aparato estatal (incluyendo la orga-
nización partidaria) ultracentralizado y muy autoritario. Asimismo se
observó un aparato burocrático que crecía y crecía, apoderándose de
todas las funciones sociales y, por lo mismo, asfixiando las iniciativas
que podían brotar desde abajo y la consiguiente capacidad de gestión de
la cosa pública por parte de los trabajadores. En suma, ni canales de man-
do de abajo hacia arriba ni adelgazamiento estatal. Por lo mismo, eso de
“Estado de nuevo tipo” no se veía por ningún lado.
Retomemos a Stalin. En su informe al 18º Congreso del Partido Co-
munista, de 1939, refiriéndose al Estado soviético y sus funciones,
apunta:

Ha desaparecido, se ha extinguido la función de aplasta-


miento militar dentro del país, porque la explotación ha
sido suprimida, ya no existen explotadores y no hay a quién
aplastar. En el lugar de la función de represión, surgió la
función, para el estado, de salvaguardar la propiedad socia-
lista contra los ladrones y dilapidadores de los bienes del
pueblo. Se ha mantenido plenamente la función de defensa
militar del país contra ataques del exterior; [...] Asimismo,
se ha conservado, obteniendo un desarrollo completo, la
función de los organismos del Estado en el trabajo de orga-
nización económica y de educación cultural. Ahora, la tarea
fundamental de nuestro Estado, dentro del país, consiste
en desplegar el trabajo pacífico de organización económica
y de educación cultural. (Stalin, 1981: 466)

Aquí, el único argumento serio es el de la defensa nacional. En cuanto a


disponer de tamaño aparato para perseguir a “los ladrones”, es algo
perfectamente ridículo. Aparte de que si de eso se tratara, ¿no bastaría
con las organizaciones civiles, de fábrica y vecinales? Luego, en un tercer
punto, se habla de las actividades económicas y culturales. Pero surge lo

Andamios 155
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

ya apuntado: no hay ningún afán para que éstas sean transferidas a la


sociedad civil, al mundo de los trabajadores. Lo peor o más bien grotesco
es el enunciado principal, según el cual “no hay a quién aplastar”. O lo
que siempre le sigue: si surgen conflictos, son causados por la “variable
externa”.29
En todo lo que hemos venido anotando, si nos concentramos en lo
más esencial, podemos ver que en esta versión del “marxismo vulgar” se
proporciona una visión deformada y falsa de tres aspectos claves: la pro-
piedad, las clases y su conflicto, el Estado en funciones. Estamos, por lo
tanto, en presencia de una ideología (en el sentido de falsa conciencia).
Y si esto es así, es que también estamos en presencia de una clase que es
dominante pero que pretende ocultar el hecho de su dominación.
Concluyamos: por debajo de todo lo señalado, nos encontramos con
el dato crucial: la emergencia de una clase dominante que es nueva y pe-
culiar. Esta clase: i) controla los medios de producción y el producto ex-
cedente generado; es la que decide qué utilización darle tanto a los medios
de producción (y de hecho también a la fuerza de trabajo) y al excedente
económico: cuánto se acumula, cuánto se aplica a sectores improductivos
(como el militar), cuánto a la elevación del consumo, etcétera; ii) lo
hace por la mediación de la variable política; lo cual torna inseguro o
inestable a ese poder patrimonial: la “mala suerte política” puede dejar
sin propiedad a tal o cual grupo familiar; iii) asimismo es una propiedad
que funciona de hecho más que de derecho: no está adecuadamente
sancionada por la ley: no se puede heredar, transferir, etcétera; inclusive
contradice la letra de la Constitución; por todo ello la dota de mayor
inseguridad; iv) la propiedad real, por sus muy peculiares características,
se reproduce y asegura a nivel de la clase, no a nivel personal; situación
muy diferente a la que, v. gr., tiene lugar en el capitalismo; v) por lo
menos en la Unión Soviética y hasta la inmediata posguerra, el ejercicio
de la propiedad por el grupo dirigente fue asociado a patrones de

29
Desde el punto de vista teórico se sostienen puntos también grotescos, como la
posible existencia de un Estado ¡durante el periodo comunista! Esto, “si no se liquida
el cerco capitalista” (Stalin, 1981). En realidad, lo que este señalamiento demuestra es
que el tema del comunismo ha dejado de interesar, que en él ya no se piensa. Y si hay que
hacer alguna referencia, se sale del paso con cualquier grosería.

156 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

consumo bastante austeros;30 Entre este nivel y el de los obreros cali-


ficados de la gran industria la diferencia, en términos cuantitativos, no
era sustancial; aunque cualitativamente, por la vía del acceso rápido a
bienes muy escasos y racionados, como autos y hasta cigarrillos con fil-
tro, podía tener algún impacto; pero en lo grueso, esa austeridad tenía
lugar, lo cual también servía para ocultar la misma presencia de la nueva
clase.
Recapitulemos: en la Unión Soviética que desemboca en Breshnev y
Gorbachev (régimen que se incuba en los treinta y que se consolida en
la posguerra), el examen efectuado nos indica que tanto las instituciones
económicas como las políticas, así como la ideología dominante, más
allá de las apariencias y declaraciones, poseían un carácter del todo con-
trapuesto a los principios socialistas. Lo que de esto se desprende es
muy obvio: lo que se derrumbó en la URSS, hacia el final del siglo XX , no
era socialismo. Así como tampoco la ideología dominante allí utilizada
se puede confundir con la teoría de Marx.31

PROBLEMAS PENDIENTES

Hemos visto que las causas o “razones” que se aducen para declarar la
muerte del socialismo y de la teoría marxista, son falaces. Pero esto no

30
Algo que históricamente no es una novedad. En sus orígenes, la burguesía inglesa
operaba con patrones de consumo tremendamente austeros. El llamado “consumo de
ostentación” es algo que viene en un periodo históricamente ulterior. Diríamos que es
lo que va de un Smith que glorifica la austeridad a un Galbraith que la considera
absolutamente necesaria para la sobrevivencia actual del sistema.
31
Como apuntara el historiador soviético Medvedev, citado en el libro de Cohen:
“el estalinismo no puede ser considerado como el marxismo-leninismo o el comunismo
de tres décadas. Es la corrupción que Stalin introdujo en la teoría y práctica del mo-
vimiento comunista. Es un fenómeno profundamente ajeno al marxismo-leninismo, es
seudocomunismo y seudosocialismo [...] El proceso de purificar el movimiento co-
munista, de lavar todas las capas de inmundicias estalinistas, no ha terminado aún.
Tiene que proseguirse hasta el final” (Cohen, 1976: 552). Agreguemos: el tono emocional
de Medvedev es comprensible, pero no es suficiente para lograr una efectiva superación
del problema que describe.

Andamios 157
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

resuelve todos los problemas. Lo que sí nos permite es evitar las trampas
de la ideología dominante y encauzar la discusión a los fenómenos en
verdad relevantes (relevantes para la izquierda), los que tienen que ver
tanto con el ulterior desarrollo de la teoría como con el relanzamiento
del movimiento socialista. Por cierto están las preguntas centrales: i) ¿se
debe rechazar el capitalismo y buscar una forma social superior? ii) ¿Es
el socialismo esa forma superior? ¿Pero qué debemos entender por so-
cialismo? iii) ¿Por qué los fracasos históricos del socialismo? ¿Son ine-
vitables y entonces el socialismo no tiene sentido? iv) ¿Habría que buscar
otro sistema alternativo? ¿Cuál? Aquí mal podríamos abordar semejantes
interrogantes. Pero bien podemos por lo menos ensayar una mínima
alusión a algunas exigencias de corte teórico que van asociadas a la
mencionada problemática.
En cuanto a la vigencia de la teoría marxista, conviene distinguir dos
segmentos. Uno, el de la teoría del capitalismo, la escrita por Marx. Dos,
la teoría del socialismo, de su origen, construcción y consolidación, que
obviamente no puede ser de Marx pero que sí debería ser congruente
con los principios más generales de la teoría o “visión” que Marx nos ha
aportado.
En lo primero, el enfoque de Marx sigue siendo muy pertinente y
también muy superior al que manejan otros paradigmas, señaladamente
el neoclásico (el cual viene operando como el núcleo más duro de la
ideología burguesa hoy dominante). En esto no está demás precisar:
pertinencia y validez no significan que ya todo está resuelto y bien con-
testado.32 Pensar así es perfectamente tonto. Como la realidad se de-
sarrolla y, por lo mismo, da lugar a la emergencia de nuevos fenómenos,
el trabajo teórico se debe mantener y ahondar. 33 Ergo, lo que de Marx se
32
Los que trabajan en la construcción de la ideología dominante, son verdaderos
ejércitos. De aquí la impresión de tener bien cubiertos casi todos los temas. Al revés,
los que laboran en el campo crítico, son una pequeña y a veces delgadísima minoría.
De aquí que muchos temas no puedan ser bien cubiertos. Este es un fenómeno casi
inevitable, pero la superioridad de la matriz teórica —bien manejada, claro está—
permite cubrir mejor y en menos tiempo tal o cual campo problemático.
33
Trabajar las estructuras oligopólicas, su impacto en los niveles de actividad
económica, en la acumulación, en el progreso técnico y la distribución del ingreso, es
algo imprescindible y que obviamente Marx no abordó. En este aspecto, hay trabajos
ejemplares de autores como Kalecki, Steindl, Sylos Labini, Sweezy y otros, que se deben

158 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

preserva son las categorías, leyes e hipótesis que se refieren a los rasgos
más esenciales del capitalismo y no a sus manifestaciones más concretas
y contemporáneas. Cuando Marx, en El capital, asciende a lo concreto,
aterriza en un capitalismo de libre competencia. Pero hoy lo dominante
son las estructuras oligopólicas. La moraleja es muy clara: hoy, el ascenso
a lo concreto debe seguir otros derroteros. Junto a las tareas que exige la
aparición de nuevas realidades, están otras no menos importantes: la co-
rrección de las insuficiencias y errores que podemos encontrar en El
capital y en algunas otras obras de gran calado e impacto que responden
a la matriz marxiana.
Desde el punto de vista de las exigencias políticas más urgentes hay
un tema crucial: el de la clase obrera y el de los factores que le posibilitan
o impiden actuar como sujeto revolucionario. Es decir, ¿qué sucede hoy
con la clase obrera? ¿Cómo evoluciona, cómo se estructura y desestruc-
tura? ¿Se integra al capitalismo? ¿Por qué lo hace? ¿Qué factores inciden
en su desarrollo político? Junto a ello está el problema de los nuevos
actores sociales y de su eventual propensión al cambio. ¿En qué medida
y con qué propósitos? ¿Cómo se pueden articular entre sí y con la clase
obrera?
En lo segundo —la teoría del socialismo— lo que tenemos son más
bien carencias. De seguro encontramos hipótesis que iluminan tal o cual
punto (en Lenin, en Bujarin y Preobrallensky, en Trostsky y Mao, en
“civiles” como Sweezy y Bettelheim, etcétera) pero todavía es mucho lo
que falta. Por ejemplo, la ausencia de análisis exhaustivos y rigurosos
sobre las experiencias de construcción del socialismo, todas ellas
fracasadas, es hasta escandalosa y habla muy mal de la capacidad
autocrítica de la izquierda contemporánea.34 En este contexto, hay temas
asimilar y continuar. El papel actual del capital financiero es otro tema imprescindible
y para el cual el valioso texto de Hilferding es ya insuficiente. En temas menos
económicos también encontramos tareas urgentes. Por ejemplo, el de la relación entre
las estructuras socioeconómicas y las estructuras de la personalidad (o “carácter social”).
Hay trabajos pioneros de E. Fromm (como El miedo a la libertad, Psicoanálisis de la
sociedad contemporánea, Sociopsicoanálisis del campesino mexicano, etcétera) que no se
han continuado con la fuerza necesaria.
34
Sobre la URSS hay trabajos notables, como la monumental obra de E. H. Carr y
la de Bettelheim. Pero estas obras no cubren la postguerra. Adviértase también que no
hay rusos en la lista: el primero es inglés y el segundo francés.

Andamios 159
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

claves en torno a los cuales la discusión casi ha desaparecido. Por ejemplo,


el de las relaciones entre la agricultura y la industria, entre el De-
partamento I (medios de producción) y el Departamento II (bienes de
consumo personal), entre los mercados internos y los externos, etcétera.
En general, el tema es nada menos que el de la estrategia de un desarrollo
económico socialista. La cual, además, no podría ser igual en países
como la ex-URSS o en Cuba.
Hay un tema que parece absolutamente central: ¿cómo construir y
preservar un auténtico poder obrero? ¿Cómo asegurar el dominio de los
trabajadores en las palancas del poder, del económico y del político?
¿Cómo generarlo y cómo asegurar que no se disuelva? Esto en general y
en un nivel más concreto hay que preguntar: ¿por qué los soviets nunca
funcionaron a plenitud y por qué acabaron por desaparecer? ¿Por qué el
socialismo degeneró en un sistema burocrático-autoritario? Luego, en
este contexto, ¿cómo avanzar a la disolución de fenómenos tan complejos
y antiguos como las clases sociales y el Estado? ¿Qué es eso del “ador-
mecimiento” al que aludía Engels? Es decir, para resumir todo en una
pregunta, ¿cómo avanzar desde el socialismo hacia el comunismo?
Pero retomar tal interrogante, ¿no es perder el tiempo por querer volver
a la utopía? Para el caso, si revisamos mínimamente la historia de los
humanos, bien se podría sostener que sin sueños y utopías poco o nada
habría progresado la humanidad. Es decir, en último análisis pareciera
que nada es más práctico que la utopía. Pero, ¿en verdad son así las cosas?
Si lo son o no, es algo que también deberíamos discutir e investigar. Al
final de cuentas nos encontramos con que invitar a discutir sobre el
capitalismo contemporáneo y las perspectivas del socialismo, nos conduce
a otra invitación, la que nos lleva a discutir la utopía. Es decir ¿tenemos
derecho, los humanos, a soñar con un mundo mejor? El punto que se
deduce debería quedar claro. Si la respuesta es negativa, el socialismo y la
teoría marxista serían cadáveres de pleno derecho. Pero si es positiva y
podemos soñar, no habría cadáveres y sí mucha vida. Una en que nuestra
obligación sería luchar para acercarnos a ese mundo mejor.35
35
Recordemos los versos de Schiller: “La esperanza nos introduce en la vida, / revolotea
en torno al alegre muchacho, / su apariencia encantadora seduce al joven, / no será
enterrada con el viejo; / pues aún siembra en la tumba la esperanza / quien en ella
concluye su cansada carrera”.

160 Andamios
SOCIALISMO Y MARXISMO: ¿ DOS CADÁVERES?

BIBLIOGRAFÍA

BERGAMÍN, José (1997), Antología poética. Madrid: Castalia.


BETTELHEIM, Ch. (1979), Las luchas de clases en la URSS. Segundo período,
1923-1929. México: Siglo XXI.
_____ (1975), Cálculo económico y formas de propiedad. México: Siglo
XXI.
_____ (1974), La transición la economía socialista. Barcelona: Fontanella.
BRECHT, Bertold (1981), Los días de la Comuna. Buenos Aires: Nueva
Visión.
BUJARIN, N. (1978), Lenin marxista. Barcelona: Fontanamara.
CARR, E. H. (1989), La revolución rusa. De Lenin a Stalin, 1917-1929. Ma-
drid: Alianza.
CERVANTES, Miguel de (2001), Don Quijote de la Mancha, edición de Fran-
cisco Rico, con la colaboración de Joaquín Forradillas; estudio
preliminar de Fernando Lázaro Carreter; prólogos de Jean
Canavaggio, Sylvia Roubaud y Anthony Close. Barcelona: Crítica.
COHEN, Stephen (1976), Bujarin y la revolución bolchevique. Madrid: Siglo
XXI.
COUNCIL OF ECONOMIC ADVISERS (2002), Economic Report of the President.
Washington: Government Printing Office.
G RAMSCI, A. (1981), Escritos políticos, 1917-1933. México: Pasado y
Presente.
LISAGARAY, P. O. (1987), Historia de la Comuna. México: Ediciones
Hispánicas.
LOWY, M. (1972), El comunismo de Bujarin. Barcelona: Grijalbo.
MARX, Karl (1973), El capital, t. I. México: FCE.
MOSELEY, Fred (1994), “Marx’s economic theory: truth or false?” en
Moseley (edit.), Heterodox Economic Theories: truth or false?
London & N. York: E. Elgar.
PCUS (1939), Historia del Partido Comunista Bolchevique de la URSS.
Moscú: Lenguas Extranjeras.
TROTSKY, Leon (1973), La era de la revolución permanente. México: Juan
Pablos.

Andamios 161
JOSÉ V ALENZUELA FEIJÓO

TSE TUNG, Mao (1976), La construcción del socialismo en la URSS y China.


Buenos Aires: Pasado y Presente.
SCHILLER, F. (1994), Poesía filosófica. Madrid: Hiperión.
STALIN, J. (1981), Obras completas, t. 14. México: Actividad EDA.
_____ (1976), Problemas económicos del socialismo en la URSS. Buenos
Aires: Pasado y Presente.
VALENZUELA FEIJÓO, José (2001), ¿Qué es la propiedad? México: Universidad
Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
_____ (2003), Dos crisis: Japón y Estados Unidos. México: Porrúa.

Fecha de recepción: 25/01/2006


Fecha de aceptación: 1/03/2006

Andamios Volumen 3, número 5, diciembre, 2006, pp. 129-162


162

También podría gustarte