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PASTOR
OLRECCION
Prevención
e imputación
Acerca dela influencia de las teorías de la pena
en el Derecho Penal y Procesal Penal
Enmm H r Ó
Producción integral
concept design
de FERNANDO LUCAS DEPALMA
Tel.: 4382-2080 (líneas rotativas)
I Resumen
En el artículo parto de aceptar la idea intuitiva de que existe alguna relación concep-
tual entre pena e imputación y de mostrar que ella es puesta en tensión por la teoría
dominante en materia de imputación subjetiva. insisto entonces con la idea de que un
concepto de dolo que no exija necesariamente conocimiento -o representación
efectiva-en el sentidotradicional puede contribuir a poner en armonía aquella rela-
-;e_s<-
ción. Para sostener ese concepto (si se quiere "des-psicologizante") de dolo ofrezco
una estrategia argumental algo diferente -y ojalá algo más clara- que la ensayada
en publicaciones anteriores. Y ese argumento para el que no es indiferente el logro
de cierta coherencia sistemática abreva en la misma base teórica de tipo discursivo
comunicativa que utilicé ya para intentar una justificación no sólo consecuencialista
de la pena.
* Agradezco a Leandro Dias haber leído este trabajo y sus muy pertinentes observaciones y
sugerencias bibliográficas.
** Doctor en derecho (Universidad Nacional de Córdoba, desde 2007) y Profesor Titular por
concurso de Derecho Penal (Facultad de Derecho dela Universidad Nacional de Córdoba, desde
2013). Profesor Invitado de posgrado en Derecho Penal, Derecho Procesal Penal y Derecho Penal
Tributario (Universidad Torcuato Di Tella, desde 2012). Fue becario doctoral del Sen/Icio Alemán
de Intercambio Académico (entre 1999 y 2002), becario doctoral del Instituto Max Planck de Dere-
Cho Penal Extfaniero e mtemaçional (Friburgo, Alemania: en 2000 y en 2009) y becario posdocto-
ral dela Fundaçión A|exander von Humboldt, también dela Republica Federal de Alemania (en
2011 y entre 2013 y 2014).
GABRHÍLPÉREZ BARBERA
'Ilu-aut. .
tación" '_ La discusión que se generó en torno a esta temáticaz es, de hecho, lo que
ha motivado la presente publicación y el seminario en el que Se €^XPusieron estos
trabajos3.
A mi juicio, sin embargo, lo que principalmente vincula a la teoría de la imputa_
ción con la pena, y con la teoría dela pena, es la circunstancia de que, en tanto ej
:a~^ltar- castigo penal sólo está justificado si median no únicamente razones preventivas si-
no también retributivas, la justificación de la pena exige el diseño de una institu.
ción que asegure que quien sea penado lo sea porque se lo merece, y en la medida
en que se lo merece, Esa institución es, Ciertamente, la teoría de la imputación. Por-
que su principal cometido es atribuir responsabilidad, lo que implica, entre otras
cosas, dar fundamento a juicios de merecimiento4.
Pero si esto es así, entonces lo que se sigue de ello, en lo que respecta a la pena
-y en el marco de su relación con la imputación-, es que la prevención queda des-
plazada del centro del análisis, y que ese lugar pasa a ser ocupado por la retribu-
ción. Dicho de otro modo, si se considera necesaria a una teoría dela imputación
para la correcta aplicación dela ley penal, es porque se parte de una concepción y
de una justificación dela pena que coloca a la retribución en primer plano.
Mi primera objeción, entonces, al modo en que Lüderssen ha planteado esta
discusión, tiene que ver con el énfasis que ha puesto en la prevención al abordar la
interesante problemática dela relación entre pena e imputación, cuando ese énfa-
sis, por las razones conceptuales indicadas, tiene que estar puesto enla retribución.
La perspectiva de Lüderssen se explica, tal vez, por la aversión que todavía se obser-
va en Alemania respecto de la retribución como fin de la pena, aversión que man-
tienen incluso los principales defensores dela necesidad de elaborar una muy afi-
nada teoria de la imputación para atribuir responsabilidad penal, como, entre
otros, Roxin y Jakobs. No es coherente, sin embargo, enfatizar el valor de una teo-
ría dela imputación y, a la vez, negar ese valor a la retribución como elemento cen-
tral tanto dela definición como de la justificación de la pena5.
l Véase Lüderssen, Prä ventionsorientierte Zurechnung -Aktuelle Programme für die Straf-
verteidígung ?, Stl/, 6 (2011), p. 377 y ss.; el mismo, Eínführung zum StV-Ríngpublikatíonsprojekt
"Prä vention und Zurechnung - Präventionsorientierte Zurechnung ?", $tV, 4 (2014), p. 247 y ss.
2 Véa nse, entre otros, los trabajos de Kaspar, Verhältnismässige Generalprävention und
Zurechnung (primera parte), Stl/, 4 (2014), p. 250 y ss.; Theile, Prävention und Zurechnung- Folge-
rungen zum Strafverfahren und Beweísrecht, Stl/, 5 (2014), p. 310 y siguientes.
3 Realizado enla Universidad de Göttingen, Alemania, los días 3 y4de marzo de 2016, orga-
nizado, en el ámbito dela cátedra de Kai Ambos, por el CEDPAL (Centro de Estudios de Derecho
Penal y Procesal Penal Latinoamericano) y por Daniel Pastor.
4 Véase al respecto Ferrante, "Filosofía del derecho penal”, en Fabra Zamora - Spedor, Enci-
clopedia de filosofía y teoría del derecho, 2015, vol. 3, p. 2087 y ss. (2092 y ss.).
5 Que es precisamente lo que hacen Roxin y Jakobs. Véase Roxin, Strafrecht. Allgemeiner
Teil, Band I. Gundlagen - DerAufbau der Verbrechenslehre, 4' ed., 2006, § 3, nm. 37 y ss.; Jakobs.
PENA E iivIP uTAcIó N 221
Strafrecht. Allgemeiner Teil. Die Grundlagen und die Zurechnungslehre, 2** ed., 1993, § 1, nm. 4
y ss.; recientemente, con matices, el mismo, System der Strafrechlichen Zurechnung, 2012, p. 13
yss. Afavor dela retribución, en cambio, últimamente Pawlik, Das Unrechtdes Bürgers, 2012, p.
32 y ss.
1° 2014/1,
Penal' Véase p'Pérez Barberá
1 y ss-; , Probl
GA, 2014 plegãsyjgjsaerspedivas
- de las teorias
, expresivas
. dela Pena, ln D re f
" Véase
mental' Pérez
2011' ps. 137Barberá
y S" 141, yElS.do lo eventual. Hacia- el abandono dela idea de dolo como esta do
uutlrwf
'A
lll. Dolo como imprudencia calificada
En materia penal, como es sabido. la opinión dominante diferencia entre ilícito
y culpabilidad”. En principio puede decirse que, en el plano del ilícito, correspon-
de ocuparse dela cuestión dela capacidad de acción, y que en el plano de la culpa-
bilidad se examina lo relativo a la capacidad de motivación". Por eso, en el ámbi-
to propio del ilícito los interrogantes esenciales son: ¿Pudo el autorsaberlo que hi-
zo fácticamente? ¿Podría ha ber evitado lo que hizo?l8. En la culpabilidad, en cam-
bio, Ias preguntas estándares son las siguientes: ¿Pudo el autor conocer la prohibi-
ción o el mandato instituidos en una norma? ¿Podria haber evitado la violación del
derecho?'9. La posibilidad de evitación cumple, por tanto, un papel esencial para
ambas categorías.
quien sabe lo que hacey quiere lo que sabe tiene, obviamente,rná5 poder de domi
nio respecto de su comp0r“tam¡eflï0 -Y P0f'fan'f0 maY0f P0SIbI|Idad de evitee¡Ón\`
Q ue Cl uien no sabe lo que hacey' pOr C0DS¡9U¡enÍef
_ . tamP0C0 lO quiere_
Esa es la cuestión: cuanto mas sencillo es evitar, mayor es el reproche que ¿ones
ponde. Parece obvio, en efecto, que la comunidad Puede exigir con mayor fuerz`
que no cometan delitos a aquellos que menos tienen que esforzarse para evitarlo?
De "puede", ciertamente, no se sigue "debe"; Pef0, Suponiendo un mismo ¿Uni
texto y ceteris paribus, parece plausible que pueda exigirse más de quien puede
más. Por eso pienso que esta tesis, que circunscribe a la posibilidad de evitaeión
tanto el si como la medida dela ilicitud, no sólo es descriptivamente acertada, amo
que, además, conduce a consecuencias moralmente correctas (más sobre esto in-
fra, IV).
¿Significa esto, sin embargo, que la representación efectiva de todos los ele-
mentos de un tipo penal y la voluntad de realizar todos ellos son condiciones nece.
sarias dela imputación dolosa? Con la construcción germana del dolo eventual fue
superada desde hace tiempo ya la idea de que la intención directa de realizarel ti-
po debe ser la única forma de dolo”. Pero creo que tampoco la representación
efectiva de todos los elementos del tipo debe ser una condición necesaria para po-
der erigir un reproche doloso”. Porque hay casos en los que el autor sabe lo sufi-
ciente como para merecer un castigo por dolo, aun cuando no se represente enfor-
ma efectiva algún elemento típico25.
Si el autor, con su conducta, genera un riesgo bajo, y no se lo representa, enton-
ces su posibilidad de evitación es muy limitada. Pues un riesgo bajo, que además
uno nisiquiera se representa, apenas si puede serevitado. Estos, porlo general,son r
2° Sobre el problema dela ceguera ante los hechos véase, P°'t°d°5' Jak°bS. Gif- (neta 5). 3/5°.
8/23.
27 Véase aj ,e,pe¿-te Luban, Contrived /gnorance, en "Georgetovvn Law Revievv", vol. 87,
1999. p. 957 y ss.; Ragués i Vallès, Mejor no saber. Sobre la doctrina de la ignorancia deliberada en
derecho penal, en "Discusiones Xlll". 2013. P- 11 Y55-
2' Así ya en Pérez Barberá, cit. (nota 11), p. 662; el mismo, GA, 2013, cit., p. 467.
29 Asl ya en Pérez Barberá, cit. (nota 11), p. 745 y ss.; el mismo, GA, 2013, cit., p. 454 y ss.
racional. Es decir, cuando, respecto de él, aún es razonable decir: debió conoce,
ro "pudo no conocer”. 'pe`
La diferencia entre ambas evaluaciones es, desde luego, pragmática, no |Óg¡
Porque, en términos de lógica deóntica, "no permitido no conocer" equ¡va\ëa.
»obligatorio conocer", que es la misma norma que está presente tanto en una (oí
mo en otra evaluación. La diferencia, sin embargo, radica en la fuerza de eada nop
ma. En un caso (el imputable a dolo) el mandato de conocer es tan fuerte que nose
admite al no conocer como atenuante. "No conocer”, allí, es irracional. En el otre
(el imputable a imprudencia), en cambio, dicho mandato es menos fuerte y po,
tanto si se admite al no conocer como atenuante. "No conocer", en este último Su.
puesto, no es irracional3°.
En el trasfondo de esta tesis aparece, como se ve, un determinado concepto de
racionalidad. Siguiendo a Robert Brandom3' he tratado ya, en otra publicación32,
de precisar ese concepto: lo que nos caracteriza como seres racionales es nuestra
capacidad inferencia/ en el uso del lenguaje. Una comprensión ”normativo-infe-
rencial" de la racionalidad cumplió ya un papel importante en mi justificación de
la pena33, a la que, al igual que muchos otros, concibo ante todo como un acto co-
«
municativo. El desafío, ahora, es demostrar que esa idea es también fructífera en
relación con el funcionamiento dela imputación en el plano de la ilicitud penal, sea
dolosa o imprudente. Y silo es, entonces quizá sea posible brindar una fundamen-
tación de tipo comunicativa coherente tanto de la pena como del ilícito.
-_- , . ,._ ., ._ -
Así, citando a Brandom, he dicho ya:
"¿ Qué hacen, concretamente, dos agentes racionales que toman parte en una situa-
ción de habla discursiva?Cada acto de habla producido por ellos -sea a través de una
proferencia verbal o de otro medio equivalente no verbal- expresa no sólo lo que se
comunica explícitamente (en sentido ilocucionario) con ese acto de habla, sino tam-
bién, por un lado, todos los compromisos (commitments) y habilitaciones (entitle-
ments) implícitos que se siguen de dicho acto de habla, así como los compromisosy
habilitaciones de los que ese acto de habla se sigue. Quien se encuentra en un discur-
so y lleva a cabo un acto de habla, queda comprometido con todas las premisas ycon-
secuencias implicadas por él, así como habilitado para asumirlas, y habilita a su vez a
3° lncluyo esta aclaración para responder una muy importante observación de E2eQU¡e l Ma-
larino. Lo que digo en el texto se basa en la explicación que ofrece Brandom al respec101qU¡°"'eS'
tando comprometido, no lo reconoce, actúa de modo "materialmente incompatible" con su win'
Pf0m¡S0- ES defiif. actúa de modo pragmáticamente incompatible -y no formal o lógifieme nte Ifl'
C0mPäflb|e- con su compromiso (véase Brandom, Making lt Explicit, 1994, p. 160)-
3i Véase Brandom, cit. (nota 30); el mismo, Articulating Reasons, 2000.
32 Véase Pérez Barberá, cit. (nota 10); GA, 2014 cit. p. 520yss.
33 lbídem nota anterior.
PENA E iiviPutAcióN 229
Ytambién:
"Cada hablante puede reconocer (en el sentido de admitir) sus compromisos, o nore-
conocerlos; de todos modos estará comprometido no sólo con aquellos que ha reco-
nocido como suyos, sino también con todos los que se siguen de su acto de habla y con
todos aquellos de los que ese acto de habla se sigue -y que por tanto se le adscribi-
rán-. Ello fundamenta una distinción entre estar comprometido y tener por com-
prometido (...) [351 Se trata de una pragmática normativa, porque este juego del dis-
curso consiste en que los hablantes mutuamente evalúan si su contraparte discursiva,
en virtud de su acto de habla, tiene que sertenida por comprometida con algo o por
habilitada a algo, así como si él mismo, como hablante, tiene que ser tenido por com-
prometido con algo o por habilitado a algol36l. Desde luego, y como se mencionó an-
tes, no deben ser tenidos en cuenta únicamente compromisos o habilitaciones explí-
citamente asumidos o reconocidos, sino también todos aquellos compromisos y habi-
litaciones que, a partirde un examen inferencial, se sigan del acto de habla proferido,
1
J
así como aquellos de los que se sigue ese acto de hablal37l. Ello permite, a su vez, ha-
à blar de una semántica inferencia/ (...) Por eso sostiene Brandom que se trata de un
'juego' en el que cada jugador, en sus respectivas 'contadurías deónticas', continua-
mente 'asienta' o 'contabiliza' sus propias evaluaciones acerca de los compromisos y
de las habilitaciones que reconoce de sí mismo y que adscribe al otro hablante, así co-
mo las evaluaciones de este último respecto de sí mismo y del otro como contraparte
discursiva " 33.
34 ibioem.
35 Véase al respecto Brandom. Ciï- (flota 30). PP- 495 Y 55-- 592 Y S5-
* ibidem.
37 Véase Brandom, cit. (nota 31). P- 57 Y 55-
38 Véase Brandom, cit, (nota 30), p. 141 y ss. Y aclara no obstante que "deontico", aqui, está
dicho no en un sentido lógico (el propio dela lógica deóntica), sino pragmático -así Brandom, cit.
("°t3 30), P- 160-. Véase nuevamente la nota 30.
GÂBRlEL PÉREZ BARBERÁ
de autorización para hacerlo. Sin embargo, no se repfesemë que, con esa eonduc_
ta, podría contaminar ese curso de agua, lo que de hecho acaba sucediendo. Fren_
te a ello, ¿puede decirse seriamente que el emPfeSef¡0. respecto de ese tipo pena
ha actuado de un modo sólo imprudente? Pienso que no. A mi modo de ver, lo que'
el empresario efectivamente se representó en este caso, aun aceptándose ¿omo
verdadero que no se representó como posible la contaminación de las aguas, incre_
menta de tal modo su posibilidad de evitación que una imputación a título de dolo
aparece como claramente merecida. ¿Pero por qué? _
El comportamiento del empresario comunica un mensaje que, de acuerdo eon
Brandom, lo compromete con sus antecedentes y sus consecuencias, entre ellos lo
que hace que esos residuos sean tóxicos y la contaminación de las aguas, respe¢±¡_
vamente, sin que interese si esta persona se representó o no efectivamente esos an-
tecedentes y esas consecuencias. Él está comprometido con éstos, aunque no se
considere a sí mismo como comprometido. Y a la vez el empresario, con su com-
portamiento, habilita a su contraparte discursiva (en este caso, el juez) a que lo ten-
ga por comprometido con esos antecedentes y consecuencias.
Es cierto que esto no es compatible con la teoría tradicional, que exige repre-
sentación efectiva (esto es: expli'cita o consciente) también respecto de esos ante-
cedentes y consecuencias que el autor aquí no se representó. Pero precisamente
por eso considero equivocada a esa teoría39. Ella no advierte que lo que interesa,
para que pueda imputarse dolo, es que se obre con una base cognitiva suficiente
para generar en el autor una capacidad robusta de acción (o de dominio de la ac-
ción), y que eso puede lograrse aun cuando no se tenga una representación efecti-
va de todos los elementos que conforman un tipo penal4°. Esto no debería ser ex-
traño pa ra la doctrina dominante, que está acostumbrada a no considerar esencial,
39 Como aquí, en lo esencial, ya Jakobs, Gleichgültigkeit als dolus indirectus, ZStVl/, 114
(2002). P. 584 yss.; Pawlik, cit. (nota 5), p. 364y ss. Véase asimismo Pérez Barberá, cit. (nota 11), pp.
130yss., 635 yss.; el mismo, GA, 2013, cit., p. 454yss. .
4° Ciertamente podría adoptarse la estrategia que me sugiriera Juan Pablo Mañalich (véase
supra, nota 25), de acuerdo con la cual habría que considerar ya "conocimiento" a esa base cogni-
tiva suficiente, con el argumento de que, desde una concepción no ingenuamente dualista enfilo-
sofia dela mente, conocimiento no sería aquello que una "mente" "se representa”, sino precisa-
mente lo que no se puede no conocer. Posiblemente ese sea un modo más sugerente -y m€l°f“
que el que elegí aquí para desarrollar mi argumento. Pero sospecho que tanto la fundamentación
dela idea del colega dela Universidad de Chile, como su resultado, serían muy similares a los ex-
PUGSÍOS HQUÍ- En eSfe lugar opto por mantenerme en una posición mástradicional, con la cual, en el
fondo, busco no adoptar una determinada noción de conocimiento (y evito en consecuencia hacer
dependertodo el peso dela argumentación de una definición). En esa línea, asumo que eS P°5¡b¡e
que, mentalmente, nos representemos estados de cosas posibles. Y si asumo eso, entonces deb°
concluir, conforme al modo argumental elegido, que es viable imputardolo aun en ausencia decief'
to estado mental (concretamente, ante la falta de representación de algún estado de cosas posible)-
PEN A E iiviPutAci ON 231
4' Véase Fischer, Strafgesetzbuch mit Nebengesetzen, 62° ed., 2015, § 16, nm. 9; Rengier,
Sfrafrecht. Allgemeiner Teil, 7° ed., 2015, § 15, nm. 56; Wessels - Beulke - Satzger, Strafrecht. All-
gemeiner Teil, 44' ed., 2014, § 15, nm- 56. enïfe mUCh°$ W05-
“2 Véase Brandom,cit. (nota 31), p. 189 y Slgulemes-
43 Véase Bfandom, cit. (nota 30). p. 157 y ss.; el mismo, cit. (nota 31), p. 189 y ss.
44 5eña|e en su momento que este es, a mi juicio, un problema serio dela propuesta que pre-
sento Ragués ¡ Vane; en su tesis doctoral -véase Pérez Barberá, cit. (nota 11), p. 741 y ss.-, y que
la misma crítica vale para la tesis de Hruschka sobre el concepto de dolo (expuesta en Hruschka,
'über 5¿hw¡er¡gke¡±en mit dem Beweis des Vorsatzes", en AA.W., Festschrift fur Theodor Kleink-
necht, 1985, p. 191 yss.).
232 GAaRiEL PEREZ BARBEM
45 Véase al respecto Pérez Barberá, cit. (nota11) ps 691 yss 801 yss
46
_ M aflflquei
' f
efwneôfnente, .
sostiene que yo me conformo con esto -véase cit. (nota 13). PP-
406-. Sin embargo, ya en mi tesis doctoral sost ' - - - ¡able
“Ve que solo frente a un nivel de riesgo equipe
a .p'°bab¡|¡dad 1" puede deflfse qUe es irracional la ausencia de un determinado estado mental-
C°"Íï7' 9°' °l°mPl° una defefminôda intención -véase Pérez Barberá, cit. (nota 11), p. 763 Y 5-"'
Véase Pérez Barberá, cit. (nota 1 1 )- P- 805 y ss.; el mismo, GA, 2013, cit., p. 454yss.
PENA E IMPUTACIÓN
233
"Racional" e “irracional”, en este contexto 50 |
1 -
Operan pragmaucamente como normas en I . _n cu a `idades que, ciertamente,
-
e sentido de ue indica
Se puede o lo que no se puede alegar si se es un agente [Q n que es loque
acional. ' '_
dad o irracionalidad dela presencia o ausencia de un estado m 'ïelro la racional'
- . , _ en _
mo fa*-'Ones "°fmat'Va5 Cluejustifican
_ la mayor o menor severidadìi rlo
e reoperan" co
contra de un comportamiento. No se trata de que alguien merezca mayoproc e en
ro menor
reproche porque ha obrado racional o irracionalmente. La racionalidad o irracio-
nalidad de la aUS€fiC¡ã 0 presencia de una determinada representación 'ue a un
. , J 9
pa pel puramente descriptivo, en tanto posibilita la constatación (fáctica) de que el
agente en cuestion está o no está comprometido con la representación que tuvo o
que no tuvo.
Así, si se trata de un caso de ausencia irracional de representación, y por tanto
de un caso en el que el agente está comprometido con lo que no se representó,
aunque irracionalmente no reconozca ese compromiso, no es esa irracionalidad lo
que justifica el reproche más severo. Lo que lo justifica es que si esa persona real-
mente está comprometida, tiene entonces un mejor dominio de su conducta y, por
lo tanto, puede evitarla más fácilmente (si quiere evitarla). De allí que, como se es-
pera más de él, merece más reproche si defrauda. Dicho de otro modo, la razón nor-
mativa en virtud dela cual el reproche doloso es más grave que el imprudente se
vincula únicamente con la circunstancia de que, quien tiene mayor dominio fácti-
co respecto de su conducta, se encuentra, precisamente en virtud de su mayor ca-
pacidad y posibilidad de evitación, en una situación cognitiva tal que habilita a es-
perar, y por ello a exigir, más de é|48.
No obstante, en contra de esta propuesta aparece siempre la siguiente obje-
ción: ¿Acaso no es menor la posibilidad de evitación en los casos de ceguera ante
los hechos que en aquellos en los que el autor admite estar comprometido con una
determinada representación? ¿No es injusto entonces castigar por dolo tanto
cuando hay como cuando no hay representación efectiva en relación con un deter-
minado elemento típico?49.
so .
Este a“t°ff en efefito, por las mismas razones que las expuestas en el texto Pf°P°"¡a dú-
tipguir-entre Vorsatz (d°|°)' Fah'/ä5$¡9¡<€Ít (imprudencia) como cate oría intermedia,Ff@Ve"'
f¡'fhk9'f(qU€S€ría algo asícomotemeridad o "imprudencia>:halvada") Vìase Löffler ”DieAb9fe"'
šiïgifavrïfgšlrsêtz
m|$m0.ungFahr|äSs¡9ke¡'f".
ie SchuldformenendeÓsterreichischeZeitschrift
St f - . für-Strafrecht
. . ' 1911.9-1319?;
ddagmatis-
cher Darstellung, 1895, t. V, vol. I. p. 367 5 ss rpngeíjhts ip vergleichend-historisclgïggrá dt. (nota
11). p. 202ys, Más recientemente, en Alemania S| eta. 'ef' 8' respecto en éreãZwischen Vorsatl
und Fahrlássigkeit, ZStW. 93 (1981), p 657 y SS. 3Y9e0ns1Er:iFi)Iar propuso Wctälgalïrfçìefnte ¡a pQ;¡ción de
' - ana es a es a
PENA e iMPu†AcióN
235
Grossmann, sin embargo, ya en aquel tiempo Guest. ,
mento, muy razonamel de que indui I i ono esta idea
' con el argu _
r nuevas categorias inter
imprudencia,
- I
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el problema, Si r m
edias entre dolo e
que ya no sólo resulta necesario establecepïriìelfioïrdttïiïtïrçciï mcrtemãnja P.or'
prudencia, sino también, por ejemplo, entre dolo y temeridad n en re O O É 'm_
e imprudencia 5'. Sobre todo si la categoría del dolo si ue exi il y Ílmde temdenqaq
do conocimiento efectivo, tal como lo propone la docgrina dãrrìin ot e mo O “gh
La Idea de Un C0flfIf1UUm en la atribución de responsabilidad esnan algoe.que he pro
- -
pICIäd0 -
5'emPf9 52 -Pem Para que sea posible
. en el ámbito delo que se conoce como'
imputación subjetiva es necesario, ante todo, flexibilizar la categoría del dolo, que
es precisamente lo que se propone este trabajo. Sin esa flexibilización, que admita
d0l0 CQI" Y 5'" fePfe$e“ÍaC¡Óf1 (EISÍ como ya se admite imprudencia con y sin repre-
sentacion), todo intento de "continuo" colisionará con la rigidez del modo tradicio-
nal de comprender el dolo53. Las múltiples e incluso sutiles diferencias de gravedad
que pudieran presentarse en ese continuo, que iría desde la imprudencia sin repre-
sentación hasta el dolo con representación, impactarían enla determinación de la
pena y, por supuesto, deberían ser tomadas en consideración allí. No sería un pro-
blema, por lo tanto, que las categorías generales sean sólo dos (doloe imprudencia).
Con ese esquema, más la previsión legislativa de escalas penales que, tal como
lo proponía el mismo Löffler hace más de un siglo, sean secantes entre los casos de
dolo e imprudencia”, podría lograrse una teoría dela imputación realmente con-
sistente con una justificación retributiva dela pena, y sin tener que pagar dos cos-
tos nada menores: en primer lugar, el de abandonar el tan arraigado modelo de
atribución de responsabilidad que se emplea en el ámbito continental-europeo y
latinoamericano; y en segundo lugar -como lo advierte Roxin- el de tener que
modificar toda la parte especial de nuestros códigos penales55, estructurada ya so-
bre la base dela distinción dolo/im prudencia.
Ragués i Vallès, cit., (nota 27), p. 33 y Decidí abordar también este problema por una atinada
sugerencia en ese sentido de Leando Dias.
si Véase Gresgmann, Die Grenze von Vorsatz und Fahrlässigkeít, 1924, p. 53, nota a pie n° 1.
sz Véase Pérez Barberá, çit. (nota 1 1), p. 651 y ss.; el mismo, GA, 2013, cit., p. 454 y ss.
53 Temb¡en en ¿entra de ese modo rígido de entender el dolo se pronuncia Jakobs, Z5tW. 1 14
(2002).p.584yss. _ _,
' 1 , - 166 I q uien, comojustificacion de esta propU8Stã,
. tam-
b.é 54 Véase Löffler' Gt' (nor Sgšgìggj àåja en efecto, que las escalas penales de los delitos que
i n tenia
' en mente ala retr i uc - _- b . n su erponerse entresll- porque,
admiten tanto la punibilidad dolosa como lIa imPr:;'gee¿1lã:ìiaecfi|:;b¡Hãadfl (Löfflerl ¡b¡dem)_ sobre
'delo contrario, el juez nO Puede 9'aduar a pe
f°d0 esto ya Pérez Barberá. Ciï- ("°ta 11)' p' 202'
55 Véase Roxin, CÍT- (HOW 5)' § 12' nm' 74'
236 GABRIEL PÉREZ BARBERÁ
. .
58 Véase Manrique. C111- ("°ta 13)' p .392.
. - ±13),p-37 2 Y 5.
5° Tal como lo sugiere Ortiz de Ufbma' ut' (no a
_ _ _407 S. - | neración
6° ASlManrIqU@-Cl*-("°ta13)'p nes "objetivas" que e' derechoÍgïeadìigheomicidio,
. . ' 'tacio _ _ 0 aten
6' Otros ejemPloS P°§'P|es` las nm' dela emoción violenta C°m
de ries9os no Pfirmltidos, o ala aceptación
GABR|EL PEREZ BARB
238 E RA
'b''C'°
' 'n ' Si con
la P r0h'riamente ese una
desconocimiento - es62evita
pena reducida ble,'r,losomete
. Es deci pune dela todas maneras
ex encion ' yn 0a
" de pena
flefiesa - -- - seainevitablese ú '
una_ condición
. externa
- alindividuo.que elerror 9
çede con mi' concepto de dolo i que somete a una Q ondm, "Un parametro
- .,
objetivo. Lo mismo su _ de r " - on
externa al individuo el valor de excusa dela ausencia epresentacion. que ella
sea racional. _ . ., _ I
Pero quisiera ir ya al núcleo de la importante 0b_JeC'_°P de Mamlfillle. Ese nucleo
se relaciona, me parece, con la idea de que una institucion es liberal si ysólositoma
-.I_›-»+f_-.v«-›_1.¢;«~,-«.¢ al individuo en serio, y con la observación de que mi concepto de dolo no lo haría
porque no se centra en lo que al individuo le pasa, sino en lc; que le deberia pasar”,
No creo, sin embargo, que esta sea una Iecturaicorrecta de o que p antea el_libera_
lismo cuando exige tomar al individuo en serio. Porque esa exigencia no implica
que, en los contactos intersubjetivos, los agentes ten9ôfl”qU@ aceptarse' unos a
otros incondicionalmente en términos de lo que "les pasa , o -mas precisamen-
te- de lo que alegan que les pasa. Como plantea Strawson, si lo que tengo frente
a mi es un niño o un enfermo mental, no lo trato reactivamente, sino tácticamen-
te; es decir, aunque setrate de otro agente humano, no lo trato como a un co-agen-
te moral, como a un co-agente racional, sino que, desentendiéndome por comple-
to delo que -internamente- le pasa, lo "objetivizo" 64. Y ello, obviamente, ocu-
rre a diario en sociedades liberales sin que implique ningún tipo de afectación a esa
opción política.
La racionalidad de los agentes humanos es una condición que presume un or-
den liberal para poner en práctica sus exigencias normativas relativas al trato que
les corresponde como individuos. Es esa racionalidad, en rigor, loque nostorna "in-
dividuos" en el sentido que al liberalismo le interesa, es decir, lo que nos convierte
en personas con derecho a que se respete nuestra autonomia65.
Supongamos, a modo de hipótesis, que estamos frente a un agente que es racio-
nal (en el sentido, ahora, de que no es un inimputable o un incapaz de culpabili-
dadl- Si en una instancia deljuego de dary pedir razones ese agente alega a|90flUe
implica no reconocer un compromiso que, en función de un examen inferencial, eS
dable asumir que tiene, entonces, precisamente para no dejar de reconocerlo C0-
_g
oalaviabilidadd e I a l egitima
fivasineal ' ' defensa como causa dejustificación,
- - - - - --
oala punibilidad delas tenia'
es y supersticiosas, etcétera_
ez - ,
63 ^S' al m@"<>S Segun ei § 17 del sras.
As',i en lo esencial,
- Mannque,
- ut
. (nota 13)' p_ 408_
64 Véase Stra " d othêf
Essays, 2. ed” 2o08vFi;sc:r;;sSFreedom and Resentmen±..I en Freedom and Resentment an
es Véase al respecto Pawlik, Person, Subjekt, Bürger. Zur Legitimatíon der Strafe. 2004.
PENA E IMPUTACIÓN 239
Hace muchos años Puppe sostenía que, en verdad, no hay casos de ceguera ante
los hechos con características tales que puedan poner en crisis el concepto tradi-
cional de dolo, entendido como representación efectiva o como un concepto nor-
mativo que exige representación efectiva como requisito necesario. Su argumen-
to era que, si hubiera un caso así, de la irracionalidad dela excusa del autor habría
que inferirsin más su inimputabilidad (o su falta de capacidad de culpabilidad), con
65 Este razonamiento se acerca y se aleja, a la vez, del famoso dictum de Hegel, tan citado en
teorías de justificación del castigo (véase Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts, 13° ed., §
100, p. 191). Se acerca en lo formal porque le copia el truco argumental de obtener una conclusión
favorable al individuo a partir de una premisa que incluye algún tipo de afectación a él. Se aleja en
lo sustantivo -y en ello se acerca a Kant- porque destaca que no se trata de un orden que se le
impone al individuo (que es loque sísucedeen Hegel), sino de uno que el mismo individuo ha acep-
tado, como autolegislador libre y autónomo (véase sobre esto último Kant, Grundlegung zur
Metaphysík derSitten, 21 ' ed., 2014, p. 63 ys.). Esta tensión entre Hegel y Kant es la misma que apa-
rece enla obra de Brandom, en quien me baso aquí para explicar con más precisión (que en mi tesis
doctoral) lo que entiendo por "racionalidad" en este contexto. Brandom, en efecto, se asume ex-
plítitamente como hegeliano -véase por ejemplo Brandom, cit. (nota 30), p. 67 y ss.-, pero tam-
bién coneede a Kant un lugar importante en tanto coloca al individuo mismo como autolegislador
de las normas que diseñan su racionalidad -véase Brandom, cit. (nota 30), p. 50-.
GABRiEL PER
240 EZ BARRERA
_ _, , , ancelada 67 .Un pun Í o a f avor de esa _ -.
lo cual la discusion quedaria alli c' , _ _ objeuon es
Úertamente, hasta hace untiemp o no era facil encontrare J em plosde Qsosde
We' ' o no fueran un tant
ceguera ante los hechoS
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El panorama empirico,sinembarg0. Ca
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el caso de la correa de cuero (QUe a m' Ju'C'° es a factica) _Ymu_
cho más todavía, después, con la irruPC|Ó_n de _|°5 9505 de I9i10rancia deliberada,
frecuente; en la práctica y perfectamente imaginables sobre todo en el derecho pe.
nal económico y en el tráfico de drogas. De ello da cuenta profu~sa jurisprudencia,
en especial de los Estados Unidos y del Tribunal Supremo EspanolP9. Prestigiogos
autores, de hecho, se han ocupado de esta problemática con especial interés7°, PUE-
de decirse, entonces, que el principal aporte de los casos de ignorancia deliberada a
esta discusión es que han demostrado que es posible que haya casos de cegueraanre
los hechos protagonizados por autores imputables desde el punto de vista de su
capacidad de culpabilidad, y que esos casos no sólo no son extravagantes, sino que,
lejos de ello, ocurren con cierta asiduidad en algunos ámbitos de criminalidad.
La conclusión que comparten tanto la jurisprudencia estadounidense como la
española en materia de ignorancia deliberada es que se trata de casos que deben
ser imputados como lo que en el ámbito hispanoparlanteycontinental-europeose
considera doloso" _ Ahora bien, precisamente en ese ámbito dicha conclusión, a mi
juicio, no está exenta de serios problemas de fundamentación. El principal es que,
se los mire como se los quiera mirar, siempre un caso genuino de ignorancia deli-
berada será uno en el cual el autor, al momento del hecho, no se representó como
7° Asi yaJescheck_*\j"Z=_$?e9eflWeFfl9en
s¡gu¡énd°|o' Ganas z - - Stand der Lehre vom Verbrechen. ZStW. 57( 1955), P- 45?
'9efld. Lehrbuch des Strafrechts. Allgemeiner Teil, 5" ed., 1996. §38' H' 5.
" Asi iakobs zszw 114
,, ' ' (2002)P-584yss.;Pawiii<,¢i±.(rio±a5), P .364 Y ss.
A5' RPQUÉS I Vallès, cit.(n0±a13)' p_ 9_
NA E iivii›u†Aci ÓN
PE 243
5¡n en;iš›argo, el hecho de que puede haber “dolo altruista” e ,,¡mprudenc¡a
egomaf' dernuestrague eslincorrecta la tesis que exige motivaci' '
_ _ , _ oninmoralpara
lustificar una imputacfon a mulo de d°|°- ASM P0f ejemplo. Quien mata a otro in-
temionalmeflïff PO' Piedad, pese a sus buenas razones morales actúa dolosamen_
te Y quien, sin intencion, arrolla a otro con su automóvil y lo mata por motivos pu-
ramente egoístas (Como por ejemplo por su deseo de llegar a tiempo a una cita) es
muy posible que sea imputado-y con razón-sólo por homicidio imprudente.'No
es correcto, por ta nto, sostener que dolo e imprudencia deben ser diferenciados en
función de actitudes internas o motivaciones de índole moral. Éstas podrán tener
relevancia para la determinación de la pena, pero no la tienen para la imputación.
Contra esto podría argüirse que la motivación inmoral deviene irrelevante para
distinguir entre dolo e imprudencia si media intención, pero que ella es relevante
cuando no hay intención de realizar el tipo. Esa objeción, sin embargo, tendría co-
mo fundamento que un agente, cuando obra con intención de cometer un delito,
tiene más dominio de su conducta y, por tanto, mayor capacidad y posibilidad de
evitarla. Es decir: partiría de admitir como correcto el criterio puramente fáctico
que propongo aquí para distinguir entre dolo e imprudencia, sólo que, frente a ca-
sos que supone de menor dominio dela acción, buscaría en el argumento moral el
señalado mecanismo compensatorio.
Una posición así, empero, tendría el serio inconveniente conceptual de que acu-
diría a un argumento ad-hoc para casos problemáticos. Me parece mejor, por lo
tanto, la estrategia preferida aquí: se acepta al criterio puramente fáctico como el
único que permite diferenciar entre dolo e imprudencia, y en los casos problemá-
ticos se ve hasta qué punto, realmente, el autortiene un dominio dela acción equi-
valente al necesario para merecer la imputación más grave.
En suma, también la ausencia de representación que no tiene una motivación
egoísta o inmoral en general puedejustificar una imputación pordolo. La razón de
ello es -nuevamente- la idea de que, en el ámbito del ilícito, sólose trata dela
Capacidad de acción del autor, y portanto de su posibilidad de evitación. La grave-
dad dela imputación que corresponda ha de medirse, por tanto, unicamente en
función de cuán difícil o cuán sencillo ha sido, para el autor, evitar su accion 0 su
°m¡S¡Ó“ típica. Y para efectuar esa medición no es necesario, ni Peftlnemef “mgufì
deficit moral como punto de referencia. Se trata. €XC| U5¡Vame"te' de cuánto dom,-
na el autor -fácticamente- su comp0rtôm¡efiÍ°-
IX. Conclusión
" intro
duCon lo expuesto hasta aquí creo que he most@dolo que anuncie
V¡gen±e tanto enenAlemania
la
cción'-QUE -siempre
' de acuerdo con I a le 9 is acion
WA
GABRELPER
244
I Bibliografía consultada
H i;;iš,;ifl:;fii,i2,i:i§f(zí,:if;f1tzifariïifidah
Luban, David, Contrivedlgnorance, en "Georgetown Law Rev¡eW"_ VO|_ 37, 1999
LüderSS€flr Klaus' E¡”fÚhfUn9 ZUm 5l`V-Ringpub/ikationsprojekt "Prävention und
Zurechnung - Prä ventionsorien tierte Zurechnung ?”, Stl/, 4 (2014).
~ Zrjaå/;;ttšg`r;'sãr(Iåe6i1tâe;rte Zurechnung - Aktuelle Programme für die Strafverteidi-