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La historia de David y Goliat es una historia fascinante que

nos enseña a confiar en el incomparable poder de Dios. El relato se


encuentra en la Biblia, en 1 Samuel 17.

Los filisteos, pueblo pagano, habían retado al pueblo de Israel a la guerra,


algo que hacían con frecuencia. En esta ocasión decidieron levantar
campo en un monte y los israelitas se posicionaron en el monte opuesto,
con el valle de Elá en medio de los dos ejércitos.

Entre los filisteos había un famoso guerrero llamado Goliat. Este se dedicó
a salir cada mañana y cada tarde por 40 días a desafiar a los israelitas
para que escogieran a un guerrero entre ellos que luchara contra él.
Decidirían el futuro de sus pueblos en un duelo frente a frente, hombre a
hombre. Él les gritaba:

«¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Elijan a un hombre que pelee conmigo!»
(1 Samuel 17:10b)
Los israelitas, sin embargo, se llenaban de miedo cada vez que
escuchaban a Goliat.

«Al oír lo que decía el filisteo, Saúl y todos los israelitas se consternaron y tuvieron mucho
miedo.»
(1 Samuel 17:11)
¿Por qué Goliat causaba tanto pavor entre el pueblo de Israel? ¿Quién era
Goliat?
El problema se encontraba en el hecho de que Goliat no era un hombre
común y corriente. Era famoso como guerrero y además era enorme.
¡Goliat medía casi 3 metros! Y, como si esto fuera poco, también llevaba
una armadura de bronce impresionante. Llevaba casco y una coraza que
pesaba cincuenta y cinco kilos. Llevaba protecciones en las piernas y una
gran jabalina, más una lanza con una punta de hierro. ¡Con solo mirarlo
todos se atemorizaban!

A diario oían sus retos, pero no encontraban una solución. Saúl, rey de
Israel, ofrecía una buena recompensa para el hombre que luchara con
Goliat: ¡su hija como esposa, riquezas y exención de impuestos! Pero con
todo y eso, pasaban los días y no aparecía absolutamente ningún
voluntario. Hasta que llegó David...

David, un joven lleno de fe


En 1 Samuel, capítulo 16, encontramos detalles interesantes sobre David.
Él era muy joven, probablemente un adolescente. Era el menor de los ocho
hijos de Isaí y había sido ungido recientemente por el profeta Samuel
como el próximo rey de Israel. Tan pronto Samuel ungió a David, el
Espíritu del Señor descendió sobre él con poder (1 Samuel 16:13).

Sin embargo, ni Saúl ni el pueblo sabían nada de esto. Para ellos David era
solo un simple pastor de ovejas, el oficio que ejercía. Sus tres hermanos
mayores estaban con el ejército de Israel en el frente de batalla. Como ya
habían pasado 40 días, Isaí (el papá) deseaba saber si sus tres hijos
estaban bien y envió a David para ir a llevar algo de comida e informarse
sobre el bienestar de sus hermanos.

David, como hijo obediente que era, hizo arreglos con otro pastor para que
cuidara su rebaño y se preparó para el viaje. Cuando llegó al campamento
escuchó los gritos y vio a los ejércitos alinearse frente a frente, pero nada
ocurrió. David fue a saludar a sus hermanos y escuchó cómo Goliat
desafiaba y se burlaba del ejército de Israel. Peor aun, vio que «cada vez
que los israelitas veían a Goliat huían despavoridos» (1 Samuel 17:24).

La decisión de David
David no entendía cómo era posible que nadie saliera a luchar contra
Goliat, no solo por la recompensa que ofrecía Saúl sino por los insultos
que profería Goliat contra el pueblo de Dios. ¡Así que decidió ofrecerse a
pelear! Los que estaban cerca de él corrieron a avisar a Saúl. ¡Por fin
había un voluntario!

Saúl se acercó rápidamente y no podía creer lo que veía. ¡Era casi un niño!
Imposible que se enfrentara contra un guerrero tan enorme y
experimentado como Goliat. Pero David le relató experiencias que había
tenido como pastor cuidando y defendiendo a sus ovejas contra animales
feroces. Le contestó a Saúl con valentía y con total confianza que Dios le
protegería frente a Goliat de la misma forma en que lo había protegido
contra los animales.
El enfrentamiento y su desenlace
Saúl intentó que David se vistiera con su uniforme de guerra pues no
quería enviarlo a pelear sin ningún tipo de protección. Le colocó su casco
de bronce, su coraza y le ciñó la espada. Pero David no podía ni moverse
llevando todo eso tan pesado sobre él.

David se quitó toda la armadura y decidió usar las mismas armas que
usaba cuando los animales atacaban a su rebaño. «Tomó su bastón, fue al
río a escoger cinco piedras lisas, y las metió en su bolsa de pastor. Luego,
honda en mano, se acercó al filisteo» (1 Samuel 17:40).

Cuando Goliat vio a David se sintió ofendido. ¿Cómo era posible que
enviaran a un jovenzuelo sin armadura a luchar contra él? Gritó, «¿soy
acaso un perro para que vengas a atacarme con palos?», y maldijo a
David.

Pero David le contestó:

Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del
Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien has desafiado. (...) Todos
los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de
lanza. La batalla es del Señor, y él los entregará a ustedes en nuestras manos.
(1 Samuel 17:45 y 47 - énfasis añadido)
David corrió rápidamente hacia la línea de batalla con su honda en mano.
Con toda la agilidad y fuerza que tenía lanzó una piedra directamente a la
frente de Goliat. Debido al sorprendente impacto justo entre ceja y ceja,
Goliat cayó al suelo. David corrió hasta donde estaba Goliat, le quitó la
espada y lo remató con ella, cortándole la cabeza.

Los filisteos salieron corriendo despavoridos y el ejército de Israel los


persiguió y saqueó su campamento.

¡Dios había liberado a su pueblo milagrosamente! Y lo hizo a través de


David, el joven pastor de ovejas que confió en su infinito poder.

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