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En invierno el anticiclón de las Azores se sitúa En verano, el anticiclón se sitúa más lejos de
cerca del Archipiélago. Por tanto hay más calma Canarias, en las Azores, esto facilita que los
y los vientos tienen menor recorrido para alisios en un recorrido más largo, recojan más
recoger la humedad que forman las nubes. humedad, propiciando el ‘mar de nubes’
Los alisios varían en intensidad en relación al desplazamiento que sufre el anticiclón de las
Azores a los largo del año. Cuando la distancia entre el anticiclón y Canarias es corta la intensidad
de los alisios va a ser menor que cuando esa distancia es larga. En invierno el anticiclón se
desplaza hasta situarse cerca de Canarias, en Madeira, siendo menos importante la acción de
los alisios. Esto es debido a que los vientos vienen cargados de menos humedad al haber
recorrido menos espacio en contacto con el mar. Por otro lado, son más intermitentes, al no
estar el Archipiélago en la zona limítrofe del anticiclón, donde hay más viento. En verano, el
anticiclón se sitúa más lejos de Canarias, en Las Azores, por lo que la acción de los alisios es más
intensa, dando lugar a nubes cargadas de humedad que llegan a las vertientes nortes del
Archipiélago.
El clima de Canarias es consecuencia de las distintas masas de aire que afectan a las Islas.
Además, la corriente fría de Canarias rechaza las precipitaciones, al enfriar el aire que está en
contacto con ella, impidiendo que este aire húmedo suba y forme nubes que den lugar a la lluvia.
También preserva a las islas del aire sahariano, especialmente a las islas más orientales y a las
zonas costeras, las cuales soportarían un calor más intenso, quedando más afectada cuando se
produce en Canarias el denominado ‘tiempo sur’ las zonas de medianías.
4. El relieve.
La configuración del relieve de las Islas es muy compleja, existiendo grandes contrastes de una
isla a otra. De esta forma, exceptuando Lanzarote y Fuerteventura, que poseen una orografía
bastante suave, el resto de las Islas presentan elevaciones considerables. La altitud y la
orientación del relieve son los responsables de las diferencias en la distribución espacial de los
elementos climáticos, principalmente de la precipitación, la temperatura y la nubosidad. Cada
isla, y cada área dentro de la propia isla, van a estar condicionada por estos factores.
Hoy se acepta de forma general que las Islas Canarias comenzaron a construirse a mediados de
la Era Terciaria debido a la acumulación de emisiones volcánicas sobre la corteza oceánica del
Atlántico, aunque no hay acuerdo unánime sobre su origen. Las teorías más aceptadas son:
Teoría del punto caliente (Morgan, 1971). Relaciona el origen de Canarias con una
zona de gradiente anómalo en el interior de la corteza oceánica. Las Islas se irían
formando en la vertical de este punto.
Primera etapa.
En un primer momento se fracturó la corteza oceánica y se levantaron bloques sobre los que se
fueron depositando las lavas procedentes de las erupciones submarinas. Estos materiales (rocas
plutónicas y sedimentos marinos) componen lo que se denomina el llamado Complejo Basal,
que sólo se deja ver en las islas más erosionadas: La Gomera, La Palma y Fuerteventura.
Segunda etapa.
La construcción subaérea comenzó en los últimos 20 millones de años, cuando las Islas
emergieron del océano. Se pueden distinguir dos ciclos en la construcción de cada una de las
Islas:
1.º La serie antigua o primer ciclo da lugar a grandes edificios volcánicos, formados por
apilamientos de coladas basálticas con intercalaciones de depósitos piroclásticos. En la
actualidad, estas formaciones de considerable altura se encuentran bastante erosionadas y
desmanteladas, sobre todo en la parte norte de las Islas, donde la acción erosiva del mar y de la
lluvia ha sido más intensa.
2.º La serie reciente o segundo ciclo continúa en la actualidad en todas las Islas, con excepción
de La Gomera, y ha dado lugar a formas de relieve muy variadas. El conjunto de erupciones más
recientes es conocido con el nombre de volcanismo reciente o histórico, y han afectado a las
islas de Lanzarote, Tenerife, La Palma y El Hierro. Esto indica que el volcanismo sigue activo en
el Archipiélago. Entre las erupciones históricas destaca, por su duración y por el gran volumen
de materiales emitidos, la ocurrida en Lanzarote (Timanfaya) entre 1730 y 1736. La última
erupción fue la del volcán de Teneguía, que tuvo lugar en La Palma en 1971.
La flora canaria ha sido para visitantes y científicos tema de especial interés y de numerosas
publicaciones, por su diversidad y riqueza. Esto es debido a las propias peculiaridades geológicas
y climáticas de las Islas Canarias. Para entender la originalidad de la flora y vegetación de
Canarias hay que tener en cuenta su condición de islas, por lo que las especies necesitan
métodos de llegada y de colonización. También son territorios relativamente jóvenes desde el
punto de vista de la historia natural. A partir de las primeras especies que llegaron al
Archipiélago, se han ido desarrollando otras nuevas, en función de las características climáticas
y el relieve donde se asientan, y también dependiendo del grado de intervención del hombre
sobre el territorio. Todos estos factores han propiciado que en las Islas exista un alto grado de
biodiversidad, tanto de especies como de hábitats, en función de las condiciones ambientales
que se den.
En primer lugar, las Islas son tierras donde han podido conservarse, desde tiempos remotos,
debido a su aislamiento, géneros y especies vegetales que en otros puntos del planeta se
encuentran fósiles, enterrados bajo capas geológicas ya antiguas. En segundo lugar, la sucesión
de climas variados, a causa de bruscos contrastes en el relieve, generando numerosos
microclimas, ha dado origen a diferentes estratos vegetales o a pequeños núcleos donde viven
especies endémicas, o con carácter puramente local.
En el paisaje canario algunas especies se han convertido en símbolos publicitarios de las Islas,
como es el caso del drago o las strelitzias. Sin embargo, éstas últimas no son propias del
Archipiélago. Por eso hay que distinguir entre especies autóctonas, especies endémicas y las
especies que han sido introducidas por el hombre a partir del siglo XIV, cuando los europeos
llegan a las islas.
La vegetación autóctona la forman las especies que son propias de Canarias, pero no
necesariamente exclusivas del Archipiélago, puesto que por lo general, es compartida por toda
la región Macaronésica (Azores, Madeira, Islas Salvajes, Canarias y Cabo Verde).
La flora endémica la forman especies que son exclusivas del Archipiélago o de algunas islas
concretas, y por lo tanto no se dan en ningún otro lugar.
También hay que tener en cuenta que buena parte de la vegetación de las Islas está constituida
por especies introducidas, las cuales han influido notablemente en la repartición de las que ya
existían, pues algunas se desarrollaron tan bien que desplazaron a las originales.
1. Origen Y Características
Varios autores consideran la flora canaria de origen mediterráneo, habiendo llegado a las Islas
en la Era Terciaria. Poco después de su arribada, dicha flora queda prácticamente aislada,
evolucionando en formas, variedades y especies, de acuerdo con las influencias del medio
ambiente y las propias características genéticas de las especies.
Debido a su antigüedad, que abarca varios millones de años, presenta diversas relaciones, no
sólo con la flora de la cuenca mediterránea, sino también con África, Asia y América del Sur.
2. Tipos de vegetación
Según en la zona en la que nos encontremos, la vegetación presenta unas características
diferentes. La vegetación de las Islas podemos clasificarla por bandas altitudinales.
La flora y vegetación de las zonas más áridas de Canarias ocupan los niveles de menor altitud. El
matorral costero, presente en todas las islas, se extiende desde el nivel del mar hasta unos 300
metros, en las vertientes a barlovento, y hasta unos 800 metros en las vertientes de sotavento.
En las islas más bajas (Lanzarote y Fuerteventura) y en los islotes, las diferentes variantes del
matorral ocupan casi todo su territorio.
El cardón es una de las especies más representativas de las zonas bajas de todo el Archipiélago.
(MC)
En la composición florística también se aprecian diferencias notables. Así, por ejemplo, en las
islas de Fuerteventura y Lanzarote, son frecuentes las plantas anuales, es decir, las que
completan todo su ciclo biológico en el mismo año. Predominando este tipo de vegetación sobre
los matorrales de plantas suculentas y espinosas que abundan, por el contrario, en el resto de
las islas.
Vegetación psammófila
Se incluyen aquí las comunidades propias de las formaciones arenosas, que tiene su mejor
representación en las playas de las islas orientales. En estas condiciones viven plantas
especializadas, con un sistema radicular muy desarrollado a fin de alcanzar la zona de mayor
humedad. La vegetación de estas arenas es pobre en comparación con la mediterránea o
atlántica, pero alberga plantas de gran interés, las cuales pueden hallarse también en las costas
africanas.
Encontramos este tipo de vegetación en sustratos arenosos como las dunas de Maspalomas,
Tufia y Arinaga en Gran Canaria, las dunas de Corralejo y playas de Sotavento y Morro Jable en
Fuerteventura, el Médano en Tenerife, el sureste de Lanzarote y La Graciosa. Entre las especies
que la componen destacan el balancón (Traganum moquini), la uvilla de mar (Zygophyllum
fontanesii), los tarajales (Tamarix canariensis), el pincho (Salsola Kali), o la lecheruela (Euphorbia
paralias)
Los matorrales de plantas carnosas que soportan grandes concentraciones de sales y
encharcamientos temporales, son más frecuentes en los litorales de Lanzarote y Fuerteventura.
Vegetación halófila
Coexisten, en este piso, otros tiempos de vegetación muy especializados, tales como las
comunidades de plantas halófilas (necesitan sales), que viven en la zona más próxima al mar,
bien en arenas o en fisuras rocosas.
Al vivir en zonas afectadas por la maresía, tienen mecanismos de adaptación para soportar
altos contenidos en sales, acumularlas por medio de melosidades o para expulsarlas mediante
glándulas especiales. Para ello presentan portes subarbustivo o arbustivo, con formas
achaparradas, hojas suculentas y de reducida superficie y con melosidades y colores
blanquecinos. Algunas de las especies que la forman son el salado (Schizogyne sericea), la uvilla
de mar (Zygophylum fontanesii), la lechuga de mar (Astidamia latifolia) y las siemprevivas
(Lymonium pectinatum, L. fructicans, L. macrophylum, etc.), endemismos canarios, y especies
introducidas como el perejil de mar (Crithmum maritimum). Así mismo, una de las especies más
abundantes en esta franja es el tomillo marino (Frankenia ercifolia).
Cardonal – Tabaibal
El cardonal-tabaibal, o matorral xerófilo, se desarrolla también en la franja costera pero lejos del
influjo directo de la maresía, por lo que las especies que lo forman se han adaptado
a condiciones de semiaridez. Éstas se presentan en forma de arbustos de poco porte, con
métodos de adaptación parecidos a los de la vegetación halófila, como el porte arbustivo o
subarbustivo, la forma achaparrada y, también, hojas suculentas, entre otras características. Las
especies más representativas de esta comunidad son el cardón (Euphorbia canariensis) y
las tabaibas(Euphorbia balsamifera, E. regis-jubae, etc.). Pueden aparecer en comunidades
separadas o formando una sola comunidad, donde las tabaibas pueden aparecer hasta los 300
m, mientras que los cardones, dispuestos en bandas discontinuas, pueden llegar hasta los 500
m.
Cardonal-Tabaibal del Malpaís de Rasca, en el sur de Tenerife. (AAR)
Otras comunidades vegetales de la zona bajan pueden estar dominadas por otras tabaibas. Es
el caso de la tabaiba majorera o tabaiba roja (Euphorbia atropurpurea), frecuente en las costas
altas del sur y oeste de Tenerife, o la higuerilla de Berthelot exclusiva de La Gomera. En otros
lugares la retama blanca (Retama raetam) puede ser muy abundante.
En las zonas costeras se desarrolla una comunidad con características diferentes a las anteriores
en las zonas de barrancos, donde las especies más comunes suelen ser la palmera canaria
(Phoenix canariensis), el balo (Plocama pendula), diferentes tipos de bejeques (Aeonium),
verodes (Kelinia neriifolia) y sanjoras (Aeonium longithyrsii) en las paredes rocosas, etc.
Los acantilados costeros, comunes en todas las islas, constituyen otro ecosistema, con
características similares a las comunidades vegetales anteriores, especialmente si no se
desarrollan a demasiada altura que los aleje de la influencia del mar. En ellos se encuentran
fundamentalmente especies como la doradilla marina (Asplenium marinum), siemprevivas
(Lymonium pectinatum, L. fructicans, L. macrophylum, etc.), la lechuga de mar (Astydamia
latifolia), margarita de costa (Argyranthemum frutescens), el salado (Schizogyne sericea) o el
corazoncillo (Lotus sessifolius).
b. Zona de bosque termófilo: Dominado por sabinares y palmerales. Estas dos formaciones
aparecen siempre acompañadas por otras especies como el sauce, el drago y el acebuche.
En la vegetación potencial de las Islas, puede afirmarse que diversas plantas de porte
arbóreo, tales como dragos, palmeras, sabinas, etc. eran muy frecuentes en el piso basal (se
entremezclaban con los matorrales costeros). Constituían, por lo general, comunidades de
transición a la vegetación del piso montano (montes de laurisilva en las vertientes húmedas
norteñas o pinares en las exposiciones meridionales secas). Los bosques termófilos no se
hallan directamente afectados por el mar de nubes. Reciben unas precipitaciones de entre
350 y 600 mm. al año, y exigen unas condiciones térmicas poco contrastadas, con unos
niveles buenos de insolación.
Los palmerales son uno de los mejores exponentes de bosques termófilos. Palmeral de Las
Toscas, La Gomera. (PTLG)
Este piso ha sido denominado también sabinar-palmeral, por ser dos de las principales especies
que lo componen, aunque aparecen siempre acompañadas por otras, tanto herbáceas como
arbustivas. En Canarias, junto a las especies ya citadas y otras tales como el acebuche, el olivo
salvaje, el peralillo o marmolán, se hallan numerosas especies arbustivas de gran interés. Entre
ellas están el espinero, granadillo, jazmín, etc., que contribuyen a formar en su conjunto una de
las comunidades de mayor riqueza en las Islas.
El bosque termófilo está compuesto por varias especies arborescentes y arbustivas de origen
mediterráneo o norteafricano como la sabina (Juniperus phoenicea) que originan formaciones
casi monoespecíficas en algunas islas. A ella se le unen la palmera canaria (Phoenix canariensis),
que se puede observar en los valles y fondos de barrancos y en algunas laderas escarpadas,
constituyendo un elemento fundamental del paisaje. El drago (Dracaena draco), símbolo del
paisaje vegetal de las Islas. El sauce (Salix canariensis), un endemismo macaronésico de pequeño
tamaño (arbusto o árbol pequeño). También aparecen el almácigo (Pistacia atlantica), el lentisco
(Pistacia lentiscos), el peralillo (Maytenus canariensis), el orobal (Withania aristata), la salvia
(Salvia canariensis), la gamona (Asphodelus aestivus), las jaras (Cistus monspeliensis), el
hediondo (Bosea yerbamora), etc.
En la vertiente septentrional de las islas de mayor altitud se da una de las formaciones arbóreas
más conocidas de Canarias, el bosque de laurisilva. En la zona norte de las Islas, entre los 700-
1.500 metros de altitud, se produce la condensación de la masa de aire del alisio, que genera un
manto continuo de estratocúmulos conocido como ‘mar de nubes’. Este factor climático reduce
la insolación y aporta una humedad adicional a través de la ‘precipitación de niebla’. A estas
características climáticas hay que unirle la riqueza orgánica de los suelos, lo que determina las
condiciones apropiadas para el desarrollo de la laurisilva y el fayal-brezal. Aunque es común en
la vertiente norte de las islas de mayor altitud, la topografía local permite en ocasiones su
desarrollo en las partes altas de las fachadas y barrancos del sur de las islas centrales y
occidentales, por donde desborda el mar de nubes.
Las especies que componen la laurisilva se desarrollan en las zonas más húmedas, mientras que
el fayal-brezal, considerado como una comunidad degradada, se desarrolla a la misma altitud
en lugares que son demasiado secos para las especies de la laurisilva. Puede existir como zona
natural de transición a los pinares, tanto en las cotas altas de laurisilva, como en las marginales
(zona de cambio devertientes). Sin embargo, la gran extensión que hoy ocupa esta formación
arbórea, sometida a un intenso y regular aprovechamiento forestal, tiene su origen en antiguos
bosques de laurisilva, ya que después de varias talas desaparecen las especies más nobles
(viñátigos, tilos, etc.) o las más umbrófilas (amantes de la sombra), que no toleran los ambientes
expuestos directamente al sol.
En ellos predominan las especies de gran porte, con hojas de tipo lauroide, lo que da al bosque
un aspecto homogéneo. Hay abundantes helechos y musgos, que se comportan como epífitos
(viven sobre otras plantas) y algunas lianas como la gibalbera (Semele androgyna). Entre las
especies arbóreas, de entre 10 y 20 metros, destacan el laurel (Laurus azorica), la faya (Myrica
faya), el viñátigo (Persea indica), el til (Ocotea foetens), el acebiño (Ilex canariensis), el naranjero
salvaje (Ilex platyphylla), el madroño (Arbutus canariensis), el palo blanco (Picconia excelsa), el
mocán (Visnea mocanera), el brezo (Erica arborea), la hija (Prunus lusitanica), el barbusano
(Apollonais barbujana), etc. En el estrato arbustivo destacan el peralillo (Maytenus canariensis),
el follao (Viburnum tinus), el tejo (Erica scoparia), etc.
d. Zonas de bosque de pinos: Los pinares ocupan una gran extensión, coronando las islas más
montañosas. El pino canario gracias a sus cualidades para adaptarse a situaciones adversas,
ha jugado un papel importante en la colonización de los terrenos arrasados por los volcanes,
siempre que se hallen dentro de su área potencial.
Dentro de la vegetación canaria, los pinares, con la única especie de pino silvestre existente en
el Archipiélago, dan carácter a la vegetación arbórea de las zonas más altas y de las vertientes
occidentales. Alcanza la cota máxima como formación boscosa entre los 1.900 y 2.000 metros.
En las vertientes del norte se sitúa por encima de la laurisilva, es decir, a partir de los 1.400-
1.500 metros, mientras que en las vertientes meridionales, su límite inferior potencial puede
considerarse alrededor de los 400 metros.
Los pinares son formaciones en las que el único árbol dominante es el ‘Pino canario’ (TB)
Principales Pinares
Forman excelentes masas forestales en las islas de Gran Canaria, Tenerife, La Palma y El Hierro.
Su ausencia en las islas de Lanzarote y Fuerteventura se debe a las condiciones climatológicas
existentes en dichas islas, mientras que, en La Gomera, su presencia se limita a escasos
ejemplares dispersos en algunos roques soleados de la región central, en zonas marginales de
la gran masa boscosa de la laurisilva y fayal-brezal, que cubre la parte alta de la isla.
Son de especial interés los pinares de Tamadaba, Pajonales e Inaguaen la isla de Gran Canaria,
los de la Caldera de Taburiente y cumbres del sur y del norte de la isla de La Palma, los
de Vilaflor, La Esperanza e Icod en Tenerife, y los de El Pinar en El Hierro.
Exceptuando el caso del Pinar de Tamadaba, en Gran Canaria, los pinares canarios suelen ser
bosques pobres en especies, quizás debido a la acción del hombre (pastoreos e incendios), que
ha eliminado o desplazado a las especies del sotobosque.
Cresta de Gallo. (MC)
Al igual que ocurre con los montes de laurisilva, los pinares van cambiando su composición
florística según la altura. En el norte, en sus límites inferiores aparecen asociados al monte bajo
de brezos y fayas, que luego, al ganar altura, desaparecen para dar paso a
los codesos (Adenocarpusfoliolosus) y escobones(Chamaecytisus proliferus), que varían según
la isla y las localidades. También forman parte del sotobosque del pinar especies como las
jaras (Cistus monspeliensis), tomillos(Micromeria sp.), poleos(Bystropogon origanifolius), y la
cresta de gallo (Isoplexisisabelliana).
En los límites superiores de los pinares, hace su aparición el cedro canario (Juniperus cedros),
árbol de majestuoso porte que por su apreciada madera fue muy buscado en tiempos
anteriores. En la actualidad es rarísimo en la isla de Gran Canaria y La Gomera. Vive en
situaciones de refugio en las Cañadas del Teide y sólo es abundante en las cumbres que bordean
la Caldera de Taburiente en la isla de La Palma, especialmente, en los paredones abruptos de su
interior.
Las jaras (a la izquierda), y el tomillo (a la derecha), son especies que componen el sotobosque
del pinar. (MC
El pino canario ha jugado un papel muy importante en la colonización de los terrenos arrasados
por los volcanes, siempre que se hallen dentro de su área potencial (entre 400 y 2.000 metros).
Es, por tanto, un elemento importante en la alteración de las rocas, creando nuevas condiciones
que permiten la instalación de otras plantas.
Presenta, asimismo, el interés de ser una especie resistente al fuego, gracias a lo cual todas las
cumbres insulares no son en la actualidad áreas deforestadas o auténticos desiertos de rocas
erosionadas.
Por otra parte, ha sido imprescindible en la construcción de las viviendas tradicionales de las
Islas, donde la madera tiene mucha importancia (puertas, ventanas, corredores, suelos,
balcones y techos artesanos). Lo más valioso es su parte vieja, la tea, símbolo de fortaleza. Su
resistencia y color se los proporciona la gran cantidad de resinas que la impregnan.
El pino canario ha jugado un papel importante en la colonización de los terrenos arrasados por
los volcanes. (DM)
Por encima de los 2.000 metros de altitud, la vegetación ha tenido que adaptarse a unas
condiciones climáticas duras, como escasez de precipitaciones que durante el invierno aparecen
en forma de nieve, heladas, alta oscilación térmica, fuerte insolación con mayoría de días
despejados a lo largo del año, fuertes vientos, etc.
El taginaste rojo es quizás la especie más emblemática de las cumbres de Tenerife junto con la
violeta del Teide. (DL)
La vegetación de alta montaña constituye un denso matorral de 1-2 metros de altura, en el que
dominan varias leguminosas. Debido a las extremas condiciones, las especies han desarrollado
diferentes mecanismos de adaptación al medio. De esta forma, nos encontramos con plantas
que presentan un porte almohadillado o achaparrado, lo que genera un microclima en su
interior, donde las condiciones de temperatura y humedad quedan amortiguadas. En otras
ocasiones, las especies se adaptan buscando las grietas o las escorias volcánicas, aprovechando
de esta forma los lugares donde existe un poco de humedad y la insolación es menos intensa.
También, para protegerse de la excesiva insolación, las plantas adquieren tonos blanquecinos o
grisáceos, que reflejan las radiaciones solares y disminuyen las radiaciones nocturnas.
En muchas ocasiones, esta vegetación ha sobrevivido en los riscos, lugares inaccesibles para el
hombre y, para el ganado, que solía pastar en estas áreas desde tiempos de los aborígenes.
Composición florística
Las especies que encontramos en las áreas de alta montaña son normalmente arbustivas y
abiertas. Predominan los codesares(Adenocarpus viscosus), especialmente en la isla de La Palma
y, retamares(Spartocytisus supranubius), más común en las cumbres de Tenerife.
A estas formaciones hay que añadirles otras especies que se encuentran de manera más
testimonial, según la isla, como el alhelí de cumbre (Dichroanthus scoparius) y el rosalito de
montaña (Pterocephalus dumetorum) - en las zonas más altas de Gran Canaria -, la hierba
pajonera (Descuarainia bourgaeana), los diferentes taginastes, con el nombre genérico de
‘Echium’, el retamón de La Palma (Genista benehoavensis), etc. El único árbol que sobrevive en
estas cotas es el cedro (Juniperus cedrus), del que quedan escasos ejemplares
El alhelí de cumbre se sitúa en Gran Canaria por encima de los 1.800 metros de altitud. (MC)
Cabe destacar el enclave de Las Cañadas del Teide, el cual constituye una de las zonas florísticas
de mayor interés dentro de toda la Región Macaronésica. La especie más emblemática es el
Taginaste Rojo (Echium wildpretii), que se caracteriza por su gran inflorescencia, que puede
llegar a alcanzar los 2 metros de altura, con sus características flores de color rojo. También,
aparecen otros taginastes, como el taginaste picante o azul (Echium auberianum), que es más
raro y que es endémico de esta zona. De manera menos frecuentes encontramos especies como
el cabezón del Teide (Pterocephalus lasiospermus), la tonática (Nepeta teydea), la margarita del
Teide (Argiranthemus teneriffae), el alhelí del Teide (Cheirantus scoparius), el cardo de plata
(Stemmacantha cynaroides), Hierba conejera (Pterocephalus lasiospermus), etc.
En la parte más alta de las cumbres florece la Violeta del Teide (Viola cheiranthifolia), especie
con flores de color malva y manchas blancas y amarillas, de gran belleza, que asciende por las
laderas y escorias pedregosas hasta los 3.400 metros de altitud, acompañada por algunas
gramíneas como la borriza de las cumbres (Gnaphalium teideum).