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Estructura de los materiales

Toda la materia está formada por átomos, y es la forma en la que los átomos están unidos unos con
otros dan origen a lo que llamamos moléculas. Es importante mencionar que no todas las sustancias
forman moléculas, por ejemplo, la sal común (NaCl) no lo hace, pero el azúcar (C12H22O11) sí, aunque
ambas sustancias, al igual que todo lo que nos rodea, están formadas por átomos.

Si toda la materia está formada por átomos, ¿por qué el oxígeno, el carbono y los demás elementos
químicos son tan distintos? La respuesta a esta pregunta nos lleva a concluir que los átomos de
distintos elementos químicos son necesariamente diferentes.

El primero en sustentar esta afirmación fue el científico inglés John Dalton (1766-1844) quien,
basándose en sus observaciones experimentales, concluyó que la materia debía estar formada por
átomos. Dalton propuso que todos los átomos de un elemento eran iguales entre sí (todos tenían la
misma masa) y ésta era distinta a la masa de los átomos de los otros elementos químicos. También
propuso que al ocurrir una transformación química los átomos simplemente se reacomodan (no
desaparecen), lo cual es enteramente consistente con la Ley de la
conservación de la materia.

En la actualidad sabemos que el átomo está constituido por:

• El electrón (que tiene carga negativa)

• El protón (que tiene carga positiva)

• El neutrón (que no tiene carga)

Cabe mencionar que estas tres partículas, además de tener diferente carga,
también difieren en masa, pues si bien, la masa del protón y la del neutrón
son prácticamente iguales, la masa del electrón es mucho menor (más de
dos mil veces más ligera que la de un protón).

El modelo atómico que los químicos usan hoy en día está basado en un
conjunto de ecuaciones matemáticas propuestas en 1926 por Erwin
Schrödinger (1887-1961), un físico austriaco. No obstante, en este curso
usaremos el modelo de Atómico de Bohr, el cual, por su simplicidad, nos
permite entender y explicar fácilmente muchos conceptos. En 1913, Niels Bohr (1885-1962), notable
físico danés, propuso que los electrones se mueven alrededor del núcleo atómico en órbitas fijas
semejantes a las de un sistema planetario (figuras 9). Estas órbitas eran necesarias, pues se sabía que
los átomos absorben o emiten energía en magnitudes muy precisas y específicas para cada elemento.
Cuando los electrones alrededor de un átomo cambian de un nivel a otro, lo hacen absorbiendo o
emitiendo una cantidad específica de energía. Cada elemento químico presenta un conjunto de
absorciones o emisiones característico (algo así como su “huella digital”). Alguna vez te has
preguntado: ¿cómo es que sabemos que el Sol está hecho primordialmente de hidrógeno y helio si
nadie ha ido nunca hasta allá a tomar una muestra de Sol para analizarla? Es precisamente el análisis
de la luz solar la que nos indica su composición.

Para los químicos, la característica más importante de un átomo es la cantidad de cargas positivas en
su núcleo, es decir, el número de protones. A este número lo llamamos número atómico. Todos los
átomos que contienen 6 protones en su núcleo son átomos de carbono. El número de protones en el
núcleo determina el elemento químico al cual pertenece ese átomo. Hoy sabemos que no todos los

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átomos de un mismo elemento son iguales, por ejemplo, en la figura 11 te mostramos la
representación de tres átomos de carbono distintos. Los tres átomos de la figura 11 tienen 6 protones
en su núcleo, por lo que los tres pertenecen al mismo elemento, y su reactividad química es idéntica,
sin embargo, son ligeramente distintos, puesto que varía el número de neutrones que poseen en el
núcleo, lo cual hace que el que tiene 8 neutrones en el núcleo tenga mayor masa que el que tiene 7, y
la masa de éste es mayor que la del que sólo tiene 6 neutrones en el núcleo. Todos los átomos que
tienen el mismo número de protones (número atómico), pero que varían en el número de neutrones,
son isótopos de un elemento químico. Los tres átomos de la figura 11 son isótopos del elemento
carbono. Cuando necesitamos diferenciarlos, los distinguimos usando el número de masa, que es la
suma de partículas en el
núcleo (protones y
neutrones). Así, al primer
átomo de la figura anterior
lo identificamos como 12C
(carbono 12, donde 12 es el
número de masa), el
segundo es 13C (carbono
13) y el tercero, 14C
(carbono 14).

Organización de los electrones en el átomo. Electrones internos y externos


Regresando brevemente a la estructura del átomo, ¿has notado que en todas las representaciones que
hemos presentado hasta el momento, el número de electrones (cargas negativas) coincide con el de
protones (cargas positivas). Esto no siempre es así: cuando el número de protones no es el mismo que
el de electrones, entonces el átomo no es neutro y da origen a una especie cargada a la que llamamos
ión. En los procesos químicos (reacciones químicas), el número de protones y neutrones en el núcleo
siempre permanece invariante: lo único que puede variar es el número de electrones alrededor de un
átomo. Si reflexionas al respecto, esto es muy razonable, pues el pequeñísimo núcleo está escondido
en medio de una nube de electrones. Cuando los átomos interaccionan, lo hacen a través de los
electrones más externos. Los electrones pueden perderse, ganarse o compartirse, como se ejemplifica
en la figura 13.

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En esta figura se presenta un concepto muy importante en química: la molécula, pero ¿qué es ésta?
Cuando dos o más átomos comparten electrones, los átomos involucrados permanecen juntos
formando una nueva especie química a la que llamamos molécula. Esta nueva especie debe ser neutra
(no tiene carga) y, dependiendo del número de átomos que participen en su formación, puede ser
diatómica (como en el caso del O2), triatómica (como en el caso del H2 O), tetratómica (como en el
caso del amoniaco, NH3), etcétera. Si varios átomos comparten electrones, pero la especie resultante
tiene carga eléctrica, entonces a esta nueva especie se le denomina ión poliatómico, el cual puede ser
positivo (como en el caso del ión amonio, NH4 +) o negativo (como en el caso del ión carbonato, CO3
2–
). Es importante mencionar que, de todos los
electrones de un átomo, los que más nos interesan son
los externos, porque éstos son los responsables de la
reactividad química. A los electrones externos los
llamamos electrones de valencia que son los únicos que
se usan para formar enlaces (uniones entre átomos) y
son los que participan en las transformaciones de las
sustancias. Al resto de los electrones, los que no
participan en reacciones químicas, los llamamos
simplemente electrones internos, por estar más cerca
del núcleo (figura 14).

Enlace químico
Los electrones de valencia tienen este raro nombre debido a que proviene de la palabra “valor” (lo
cual no significa que estos electrones sean muy valientes); los electrones externos determinan con
cuántos otros átomos puede combinarse un átomo: definen su poder o su valor de combinación. Para
entender por qué los átomos de diferentes elementos presentan tan distinta reactividad (unos suelen
ganar electrones, mientras que otros los pierden con facilidad), debemos comparar la fuerza con la
que cada núcleo atrae a sus electrones de valencia. Hay elementos, como el flúor (F) y el oxígeno (O),
cuyos núcleos atraen con mucha fuerza a sus electrones, por lo que éstos no se perderán fácilmente;
es más, ejercen tanta fuerza de atracción sobre los electrones más externos que fácilmente pueden
incluso “arrancar” un electrón a otros átomos, sobre todo si estos últimos no retienen con mucha
fuerza a sus electrones (figura 15).

Es importante señalar que la magnitud de la carga positiva o negativa presente en un ión depende del
número de electrones ganados o perdidos; si un átomo (neutro) pierde dos electrones se convierte en
un catión con carga +2, de la misma forma que un átomo se convierte en un anión con carga -2 al ganar
dos electrones.

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En la figura 15 se ilustra que, como resultado de la transferencia de un electrón del sodio al flúor, el
sodio forma un catión; y el flúor, un anión. En química, cuando dos iones se unen por medio de este
tipo de interacción (fuerza electrostática), decimos que están unidos por medio de un enlace iónico.
Las sustancias iónicas casi siempre son el resultado de la interacción entre metales de la extrema
izquierda de la tabla periódica y no metales de la extrema derecha (excluidos los gases nobles, grupo
8A).

Las sustancias iónicas poseen varias propiedades características: suelen ser sustancias quebradizas con
punto de fusión elevado, y por lo regular son cristalinas, es decir, los sólidos tienen superficies planas
que forman ángulos característicos entre sí. Los cristales iónicos con frecuencia pueden hendirse, es
decir, romperse a lo largo de superficies planas y lisas. Estas características son el resultado de las
fuerzas electrostáticas que mantienen a los iones en una disposición tridimensional rígida y bien
definida.

Casi todas las sustancias con las que entramos en contacto a diario, como el agua, tienden a ser gases,
líquidos o sólidos de bajo punto de fusión. Muchas, como la gasolina, se vaporizan fácilmente. Muchas
son flexibles en su forma sólida; por ejemplo, las bolsas de plástico y la parafina. Para la clase tan
amplia de sustancias que no se comportan como sustancias iónicas decimos que el enlace químico se
forma compartiendo un par de electrones y se llama enlace covalente. En este caso, los átomos que
participan atraen, tanto a sus electrones como a los de los vecinos con los que interacciona, de manera
muy similar. Por lo tanto, no les queda más remedio que compartir los electrones. (figura 16).

Un enlace covalente se forma por la compartición de dos electrones (un par electrónico). En ocasiones,
entre dos átomos se comparten más de dos electrones, cuando esto sucede, los átomos que
comparten los electrones están más fuertemente unidos, a diferencia de si lo hicieran con dos
electrones únicamente. Esto da lugar a la formación de enlaces dobles (cuando se comparten cuatro
electrones, como en el caso del oxígeno atmosférico O2) o incluso enlaces triples (cuando entre los
átomos se comparten seis electrones, como en el caso de la molécula de N2, presente en el aire que
respiramos).

Como podrás darte cuenta, la fuerza con que los átomos atraen a los electrones externos (electrones
de valencia) es una propiedad muy importante en los átomos, pues determina la forma en que se
combinan con otros átomos.

La reactividad de un átomo, es decir, la facilidad con que éste participa en las reacciones químicas está
muy relacionada con la cantidad de electrones de valencia que posee y con la fuerza con que los
retiene, por lo que es muy importante conocer cuántos electrones de valencia poseen los átomos.

Un tercer tipo de enlace químico son las uniones metálicas, que se encuentran en metales como cobre,
hierro y aluminio. En los metales, cada átomo está unido a varios átomos vecinos. Los electrones de
enlace tienen relativa libertad para moverse dentro de toda la estructura tridimensional del metal. Los

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enlaces metálicos dan pie a propiedades metálicas típicas como elevada conductividad eléctrica y
lustre.

Polaridad de los enlaces

Cuando dos átomos idénticos forman enlaces, como en el Cl2 o el N2, los pares de electrones se deben
compartir equitativamente. En compuestos iónicos como NaCl, en cambio, prácticamente no se
comparten electrones. El NaCl se describe mejor como compuesto por iones de Na+ y Cl-.
Efectivamente, un electrón del átomo de Na se transfiere totalmente al cloro. Los enlaces que se dan
en la mayor parte de las sustancias covalentes quedan en algún punto entre estos dos extremos. El
concepto de polaridad del enlace es útil para describir la forma en que se comparten electrones entre
los átomos. En un enlace covalente no polar, los electrones se comparten equitativamente entre dos
átomos. En un enlace covalente polar, uno de los átomos ejerce una atracción mayor sobre los
electrones de enlace que el otro. Si la diferencia en la capacidad relativa para atraer electrones es lo
bastante grande, se forma un enlace iónico.

Electronegatividad

Utilizamos una cantidad llamada electronegatividad para estimar si un enlace dado es covalente no
polar, covalente polar o iónico. Definimos la electronegatividad como la capacidad de un átomo en una
molécula para atraer electrones hacia sí. Cuanto mayor sea la electronegatividad de un átomo, mayor
será su capacidad para atraer electrones.

Podemos utilizar la diferencia de electronegatividad entre dos átomos para estimar la polaridad de los
enlaces entre ellos. Consideremos estos tres compuestos que contienen flúor:

En el F2, los electrones se comparten equitativamente entre los átomos de flúor, y el enlace covalente
es no polar. Se forma un enlace covalente no polar cuando las electronegatividades de los átomos
unidos son menores a 0,4. En el HF, el átomo de flúor tiene mayor electronegatividad que el de
hidrógeno, así que los electrones se comparten de forma desigual; el enlace es polar. Se forma un
enlace polar cuando los átomos tienen una diferencia de electronegatividad entre 0,4 y 1,7. En el HF,
el átomo de flúor, más electronegativo, atrae la densidad electrónica alejándola del átomo de
hidrógeno, menos electronegativo. Así, parte de la densidad electrónica que rodea al núcleo de
hidrógeno es atraída hacia el núcleo de flúor y deja una carga positiva parcial en el átomo de hidrógeno
y una carga negativa parcial en el átomo de flúor.

En el caso del LiF, la diferencia de electronegatividad entre sus átomos es mayor a 1,7, por lo tanto, la
transferencia de carga electrónica es prácticamente total. El enlace que se produce es iónico. Estos
ejemplos ilustran el hecho de que, cuanto mayor es la diferencia de electronegatividad entre dos
átomos, más polar es su enlace.

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