Building Change Architecture, Politics and Cultura

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Capítulo 1
Poder, Espacio y
Arquitectura
No es coincidencia que una de las historias antiguas más perdurables sobre la

arrogancia humana frente al poder sea sobre la construcción. En la construcción de la Torre de
Babel, la humanidad, unida en lenguaje y propósito, se dispuso a construir su propia
adición a la creación: una torre al cielo. De esta manera podrían unirse a Dios en Su
perspectiva aérea del mundo. La historia, del capítulo once de Génesis, dice así:
Y toda la tierra era de un mismo lenguaje y de unas mismas palabras. Y

aconteció que mientras viajaban desde el oriente, encontraron una llanura
en la tierra de Sinar; y habitaron allí. Y se decían el uno al otro: Andad,
hagamos ladrillos, y quemémoslos por completo. Y tenían ladrillo por
piedra, y cal tenían por mortero. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una
ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre,
para que no seamos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Y descendió
el Señor para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los
hombres. Y dijo el Señor: He aquí, el pueblo es uno, y todos tienen un
mismo idioma; y esto comenzaron a hacer: y ahora nada les impedirá lo
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que han pensado hacer. Vayamos, bajemos, y confundamos allí su lengua,

para que no se entiendan unos a otros. Así los esparció Jehová desde allí
sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por eso su
nombre se llama Babel; porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda
la tierra, y desde allí los esparció Jehová sobre la faz de toda la tierra.
(Versión King James)
Findley, Lisa. Building Change: Architecture, Politics and Cultural Agency, editado por Lisa Findley, Taylor & Francis Group, 2005.
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Poder, Espacio y Arquitectura
Dios, aparentemente celoso, vio como la humanidad comenzaba a construir

una torre en Sinar. Estaba furioso por este esfuerzo, seguro de que estos humanos
intentarían más actos de desafío arrogante. Entonces Dios inventó una miríada de
idiomas, dividiéndolos entre los constructores para que no pudieran entenderse entre sí
y, por lo tanto, no pudieran comunicarse para completar la torre. Uno puede imaginar el
caos en el sitio de construcción: ya es bastante difícil hacer un edificio cuando todos
hablan el mismo idioma. Obviamente el proyecto fue abandonado. Luego, solo para
asegurarse de que estos problemáticos humanos no se reunieran, Dios los dispersó
sobre la faz de la tierra.
Si bien la historia de la Torre de Babel pretende instruir acerca de los
peligros de la arrogancia humana ante el poder de Dios, también ilustra la antigua
asociación de edificios y poder. De hecho, en la mayor parte del mundo, una de las
actividades de poder más duraderas (políticas, culturales y económicas) es la
construcción. No sólo construir, sino construir bien: extensivamente, extravagantemente,
de forma duradera. Se necesita una enorme riqueza, tiempo, cooperación y trabajo para
asegurar, organizar y desplegar recursos de tal manera que se pueda hacer un trabajo
de arquitectura significativo. La Torre de Babel es el ejemplo perfecto de tal poder.
Quizás fue por esto que Hegel afirmó que este era el primer acto de arquitectura
registrado. De esta manera, la arquitectura se envuelve con el poder y la construcción
desde la base misma de nuestra imaginación sobre la cultura humana.
Pocas personas en posiciones de poder significativo pueden resistir el
impulso de construir. Los monumentos, palacios, centros gubernamentales, sedes
corporativas, templos, residencias palaciegas e incluso ciudades enteras reflejan la
sensibilidad y la organización del poder mucho después de que las personas y entidades
que lo ejercieron hayan desaparecido. Por el contrario, las humildes viviendas de la
gran mayoría de los habitantes del mundo son notablemente impermanentes: son
arrastradas por las inundaciones, se desmoronan por los terremotos, se desintegran
con el tiempo o desaparecen bajo más capas de construcción. En estos casos, lo que
sobrevive puede no ser el edificio real, sino la práctica de hacer y renovar, los patrones de habitación, el oficio de
ornamentación.
Otra lección perdura en la historia de Babel: la lección del potencial del
albedrío. La agencia, el poder de actuar en nombre de otra persona, o en el propio
nombre, es una prerrogativa de ciertos tipos de libertad. Asume que uno tiene el derecho
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de perseguir lo que se puede imaginar, lo que se puede emprender. En el caso de la

torre de Shinar, la gente imaginó una torre en el cielo, algo que tenían el poder y la
libertad de perseguir por sí mismos.
Dios, sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que les había dado demasiada
autonomía, y con la misma rapidez les quitó el albedrío que habían asumido. Les hizo
hablar diferentes idiomas; dividiéndolos a través de una incapacidad para comunicarse.
Luego los dispersó por los rincones de la tierra; dividiéndolos espacialmente como para
enfatizar en el ámbito físico lo que ya había sucedido en el social. De esta manera, se
tomó la agencia del pueblo para construir la torre.
2 Findley, Lisa. Building Change: Architecture, Politics and Cultural Agency, editado por Lisa Findley, Taylor & Francis Group, 2005.
lejos en los términos más abiertos. Y se nos da una lección definitiva sobre cómo opera el
poder a través del control de la agencia.
En su libro sobre el poder y la arquitectura de las capitales nacionales, Lawrence
Vale se entusiasma con el tema con una cita de Lewis Mumford sobre el papel de la ciudadela
en una ciudad:
En la ciudadela, la nueva marca de la ciudad es obvia: un cambio de escala,

deliberadamente destinado a asombrar y dominar al espectador. Aunque la
mayoría de los habitantes estuvieran mal alimentados y sobrecargados de
trabajo, no se escatimó en gastos para crear templos y palacios cuyo volumen y
empuje hacia arriba dominarían el resto de la ciudad. Los pesados muros de
arcilla cocida o piedra sólida darían a las efímeras oficinas del estado la seguridad
de la estabilidad y la seguridad, del poder implacable y la autoridad inquebrantable.
Lo que ahora llamamos “arquitectura monumental” es ante todo la expresión del
poder, y el poder se manifiesta en el ensamblaje de costosos materiales de
construcción y de todos los recursos del arte.
(Mumford 1961 citado en Vale 1992: 13)
¿Qué impulsa este deseo de los poderosos de construir? Algunos tienen atributo
lo atribuyó a una necesidad arrogante de hacer físico el poder que se esgrime. Otros piensan
que es un deseo de dejar una marca permanente de grandeza que comunicará a la historia el
poder del momento; como la procreación, es un intento de evitar la aniquilación de la muerte
al dejar una marca en el físico.
mundo ico. En un nivel humano más básico, como lo fue para aquellos en Shinar, también es
una forma de que una persona se extienda a una escala construida más grande, una forma de
declarar presencia en el momento actual. De hecho, puede ser que el deseo de construir tenga
poco que ver con el poder, pero el poder da acceso a los recursos.
para construir grandes y en formas que sobrevivan al tiempo.
Para muchos arquitectos, la discusión habitual sobre el espacio y el poder tiene

que ver con la organización del espacio arquitectónico para facilitar la visión o la vigilancia. El
más famoso es el ejemplo del trabajo de Jeremy Bentham, y su trabajo sobre la idea del
“panóptico”: la disposición de los espacios para que puedan ser vistos, por lo tanto controlados,
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desde un punto central. Las teorías de Bentham, que por lo general resultaban en un plan
radial, se aplicaron con mayor eficacia al diseño de prisiones. François Mitterrand, padre de
los impresionantes “Grands Projets” franceses de las décadas de 1980 y 1990, entendió
claramente la importancia de la arquitectura en este
contexto. Es citado por Julia Trilling en Atlantic Monthly diciendo, "una época
está inscrito en sus monumentos [por lo que] la arquitectura no es neutral[;] expresa 'finalidades'
políticas, sociales, económicas y culturales” (Goodman 1988: 43).
Los arquitectos están profundamente arraigados en esta estructura de poder.
Brindamos servicios a quienes pueden pagar y a quienes mandan
3
recursos para construir los costosos artefactos culturales que diseñamos. Sin embargo, 1.1
Los mayas
esta conexión entre la arquitectura y el poder es parte del enredo mucho mayor entre el
construyeron este
poder y el control del espacio. Es decir, los edificios son solo una parte de la forma en complejo de templos
que el poder opera espacialmente, ya que el poder se extiende a escalas tanto más en Uxmal en Yucatán.
Península
pequeñas como mucho más grandes. A menor escala, el poder controla los cuerpos
humanos a través de estrategias espaciales de segregación (es decir, invisibilizar ciertos
cuerpos o mantenerlos físicamente separados), marginación, exilio, encarcelamiento y
destierro. Pero, por supuesto, estas mismas estrategias se extienden a la escala de la
arquitectura, las ciudades, los paisajes e incluso las naciones.
A la escala de un edificio, la arquitectura puede reforzar estas estrategias, con la
segregación añadida a las muchas funciones que debe cumplir un solo edificio.
Sin embargo, entre los ejercicios de poder espacial más dañinos y difíciles
de revertir se encuentran aquellos que operan a escalas muy grandes. En particular, los
procesos de colonialismo y globalización tienen un enorme impacto en la forma en que
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se controla, asigna y habita el espacio dentro de sus esferas de influencia: utilizan todas
las estrategias espaciales a su disposición para hacerlo. El poder de las fuerzas que
actúan a esta escala es tan enorme que las personas tienen poca influencia para
desafiarlas o las actitudes de superioridad, desdén cultural y racismo que a menudo las
acompañan. Una sensación de inevitabilidad e impotencia acompaña a estas vastas
reorganizaciones del espacio. Tal ejercicio de poder priva a las personas de la capacidad
de actuar en su propio nombre en términos políticos, económicos, culturales y espaciales.
Esta negación de la agencia es tanto un resultado brutal del poder represivo como la
semilla de una resistencia efectiva a él.
Findley, Lisa.
4 Building Change: Architecture, Politics and Cultural Agency, editado por Lisa Findley, Taylor & Francis Group, 2005.
Espacio y poder
La toma de posesión del espacio es el primer gesto de los seres vivos, de los
hombres y de los animales, de las plantas y de las nubes, manifestación
fundamental del equilibrio y de la duración. La ocupación del espacio es la
primera prueba de la existencia.
(Le Corbusier 1948)
Le Corbusier, escribiendo después de las grandes perturbaciones espaciales, los

desplazamientos y la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, otorga una primacía
poética a la idea de “tomar posesión de”, es decir, poseer, controlar y actuar dentro del
espacio físico. “Poseer”, “poseer” y “controlar” implican el poder de un individuo sobre este
espacio de existencia primordial y aparentemente inalienable. En el silencio entumecido
que siguió a la guerra, esta pequeña idea fue una premonición de los desafíos generalizados
al poder político, social y cultural que pronto se precipitarían a abarcar el mundo. El
desmantelamiento de las estructuras coloniales, el surgimiento de los derechos civiles, la
expansión de los derechos de las mujeres y el doloroso resurgimiento de los pueblos
indígenas desde las sombras comenzaron a derrumbar las estructuras de poder monolíticas
que habían definido gran parte de la historia y dictado las prácticas espaciales durante
siglos.
Este desmantelamiento continúa hoy, creando sistemas de relaciones de poder
cada vez más inestables, diversos y difusos. Mientras el poder cambia y se extiende, las
construcciones físicas y las prácticas espaciales dejadas por los regímenes anteriores
permanecen como marcas más permanentes en el paisaje. Estas heridas espaciales no
son neutrales. Se hicieron usando estrategias para encarnar actitudes particulares, prácticas
culturales e ideologías. Están específicamente diseñados para apoyar y fomentar estas
prácticas. Reorganizar o borrar estos espacios para reflejar un nuevo conjunto de ideas,
constituyentes y relaciones de poder es un esfuerzo a largo plazo necesario para completar
cualquier proceso político, cultural y social.
transformación.
¿Qué quiere decir exactamente Le Corbusier cuando habla de la “ocupación”

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del espacio? La habitación del espacio (y aquí debemos suponer que significa algo más
que simplemente reemplazar algún volumen de aire) está íntimamente conectada con el
ejercicio de la libertad individual. Por el contrario, no tener el control del espacio que uno
ocupa es de alguna manera desmoralizador, privando a la vida de uno de sus modos
esenciales de existencia. Quitarle a una persona su derecho a actuar en el espacio es
negarle a esa persona cualquier tipo de agencia espacial. Es decir, es quitarles a los
individuos el poder de determinar el movimiento a través del mundo y robarles la dignidad
del aspecto espacial del libre albedrío. En efecto, a lo largo de la historia humana uno de
los medios más eficaces para ejercer
el poder ha sido conquistar, circunscribir y controlar el espacio de un pueblo.
5
Además del movimiento real y la ocupación del espacio, la posesión del espacio
puede extenderse a cómo uno se representa a sí mismo en el espacio.
Esta representación puede ocurrir a múltiples escalas: desde el nivel del cuerpo, pasando por
el cabello, la vestimenta y el adorno, hasta el nivel del paisaje, a través de edificios y jardines.
Si bien los individuos pueden ejercer cierto nivel de control sobre su cuerpo, el grado de control
disminuye con el aumento de la escala del espacio donde uno intenta ser representado.
Los arquitectos dan por sentado que el término “espacio” significa volúmenes
físicos reales de aire, tal vez circunscritos por paredes y un techo, o por los bordes de los
edificios, o incluso por una cadena de montañas. El libro seminal de Henri Lefebvre de 1971 La
producción del espacio amplió significativamente la discusión sobre el espacio al relacionar
directamente las construcciones y relaciones sociales con la producción del espacio físico en
una amplia gama de escalas. Este análisis fue parte del cambio en el uso del término “espacio”.
Una serie de disciplinas fuera de la arquitectura.
comenzó a describir como “espacio” las ideas no físicas o construcciones sociales que
fluyen de un lugar a otro casi como si fueran moléculas de aire atrapadas en un viento
dominante, y de esta manera operan como si estuvieran en un mundo único con sus propias
leyes físicas. La palabra “espacio” se usa entonces para reforzar la naturaleza ubicua y las
distribuciones fluidas de ciertos conceptos y condiciones discutidos.
Y la palabra “fluir”, con su imagen de agua o lava caliente, introduce el
elemento de tiempo para tales discusiones.
La geografía es una disciplina explícitamente interesada en el espacio de todo

tipo, desde el tipo de “flujos” espaciales que abordan los economistas políticos y el “espacio
social” de los sociólogos, hasta las manifestaciones de los sistemas naturales, la cultura, el
dinero y el poder en el espacio físico real. Para los geógrafos, la idea de flujo reitera la
importancia de la dimensión del tiempo cuando se habla de espacio. El geógrafo David Harvey
lo expresa de esta manera:
Armado con el kit de herramientas adecuado, es posible establecer marcos

descriptivos comunes y procedimientos de modelado para observar todo tipo de
flujos en el espacio, ya sea de mercancías, bienes, ideas, energía o insumos
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ecológicos. La difusión de formas culturales, enfermedades, biota, ideas, hábitos

de consumo, modas; las redes de comunicaciones, transferencias de energía,
flujos de agua, relaciones sociales, contactos académicos: los nodos de poder
centralizado, de sistemas de ciudad, innovación y toma de decisiones; las
superficies de temperatura, potencial de evapotranspiración, de población y
potencial de ingresos; todos estos elementos de la estructura espacial se vuelven
parte integral de nuestra comprensión de cómo se distribuyen los fenómenos y
cómo funcionan los procesos a través del espacio a lo largo del tiempo.
(Harvey 2001: 223)
Estos flujos, sin embargo, son frenados por la distancia física: cuanto mayor es la distancia,
más lento es el flujo. Una carta que contiene información vital que antes tomaba semanas
cruzar el Pacífico en barco, ahora se puede eliminar en un instante a través de Internet.
Harvey continúa uniéndose a la especulación generalizada de que gran parte de la agenda
humana que impulsa la invención es disminuir la resistencia física del espacio al reducir
continuamente "la fricción de la distancia".
Los intentos de lidiar con estos sistemas dinámicos de espacialidad,

generalmente bajo la rúbrica de la “construcción social” o la “producción” del
espacio, son ahora innumerables. Toda la historia de la acumulación de capital
que, como observó Marx hace mucho tiempo, tiene incrustado dentro de sí una
tendencia histórica hacia la aniquilación del espacio a través del tiempo, apunta
a un proceso evolutivo en el que las métricas y medidas relevantes tanto del
espacio como del tiempo han cambiado significativamente.
La aceleración del tiempo de rotación y las reducciones en la fricción de la
distancia han significado que la espaciotemporalidad ahora debe entenderse
de una manera radicalmente diferente de lo que operaba, digamos, en la Grecia
clásica, la China de la dinastía Ming o la Europa medieval.
(Harvey 2001: 224, énfasis añadido)
Así como la tecnología ha permitido que los objetos físicos se muevan más
rápido a través del espacio, también ha permitido que la información, las ideas, el capital, las
comunicaciones y otras entidades no físicas se muevan más rápido. De esta manera, como
dice Harvey, el término general “espacio” se aplica a todo tipo de redes:
financieros, informativos, sociales, intelectuales, culturales, etc. Sin embargo, esto
Ahora el uso generalizado requiere que ahora debamos calificar la palabra “espacio”: espacio
de flujos, espacio económico, espacio social, etc. Un ejemplo común de las aplicaciones más
amplias del término es "ciberespacio", una ubicación conceptual
hecho muy real por las interacciones sociales y culturales y trans económico
acciones que tienen lugar a través de conexiones digitales. Este es un mundo en crecimiento
paralelo a los espacios físicos y, a menudo, separado de ellos.
Si bien la arquitectura, como profesión, puede no tratar con el espacio no físico
muy a menudo, algunas de las ideas sobre el "espacio" de los diversos pensadores sobre
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sus diferentes modos tienen valor para nuestra conversación actual. Esto es particularmente
cierto cuando se trata de la discusión de la relación de poder y estos espacios. Y, de hecho,
las discusiones sobre el espacio y el poder finalmente regresan, sobre todo en Lefebvre, a
los edificios.
Este análisis nos lleva de vuelta a los edificios. . . . En su preeminencia, los

edificios, matriz homogénea del espacio capitalista, combinan con éxito el objeto
de control por el poder con el objeto de intercambio comercial. El edificio efectúa
una brutal condensación de lo social
7
relaciones . . Abarca, y al hacerlo reduce, todo el paradigma del espacio: el

espacio como dominación/apropiación (donde enfatiza la dominación
tecnológica); el espacio como obra y producto (donde se enfatizó el
producto); y el espacio como inmediatez y mediación (donde destaca las
mediaciones y los mediadores).
(Lefebvre 1991: 227)
Una vez más, el trabajo reciente en Geografía es de particular interés para

esta discusión. En una extensión lógica de su campo en la era de la deconstrucción y el
poscolonialismo, los geógrafos llegaron temprano al análisis de los efectos del poder en
el espacio físico. Como observó David Harvey en 1973: “Las organizaciones e
instituciones dominantes hacen uso del espacio de forma jerárquica y simbólica.
Se crean espacios sagrados y profanos, se enfatizan los puntos focales y el espacio
generalmente se manipula para reflejar estatus y prestigio” (Harvey 1973: 280).1
Los geógrafos también han hecho contribuciones importantes al análisis de
cómo el poder está incrustado en varias representaciones del espacio.
Harvey escribe que “la elaboración de mapas y la cartografía han sido centrales en la
historia de la Geografía.... La cartografía consiste en ubicar, identificar y delimitar
fenómenos y, por lo tanto, situar eventos, procesos y cosas dentro de un marco espacial
coherente. Impone un orden espacial a los fenómenos” (Harvey 2001: 219220).
Destacado historiador cartográfico, JB Harley fue uno de los primeros en
ver los mapas como textos que podrían ser deconstruidos con miras a
de pie las motivaciones subyacentes dentro de ellos. Esto lo llevó, naturalmente, a
escribir extensamente sobre la conexión entre cartografía y poder:
Los cartógrafos fabrican energía. Crean una panópti ca espacial. Es poder

incrustado en el texto del mapa. Podemos hablar del poder del mapa como
ya hablamos del poder de la palabra o del libro como fuerza de cambio. En
este sentido los mapas tienen política. Es un poder que se cruza y está
incrustado en el conocimiento. es universal
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(Harley 2001: solapa de la cubierta)
Al describir un mapa como una herramienta de poder, Harley provoca

pensamientos de mirar más allá del poder mismo a las técnicas que el poder despliega
para lograr sus fines. Hay una diferencia entre describir los resultados físicos del poder
en el paisaje y abordar la relación basada en el tiempo entre el espacio y el poder en un
nivel estratégico y táctico. Entendiendo qué estrategias utiliza el poder para afectar el
espacio, controlarlo, poseerlo; entonces es posible contemplar contraestrategias para
deshacer las prácticas espaciales coercitivas y restaurar la agencia espacial.
Las estrategias espaciales del poder

A nivel de la cultura y la sociedad, existen cuatro categorías amplias de estrategias
espaciales del poder: (1) la construcción de jerarquías, (2) segregación, (3)
marginación y (4) largo plazo, mecanismos a gran escala de transformación espacial
como el apartheid, el colonialismo y la globalización. Cada uno de estos tiene un
paradigma particular de operación, y cada uno impacta en varias escalas del espacio
físico. Desde la escala del cuerpo, pasando por la escala de los edificios y las
ciudades hasta la escala del paisaje, el poder ejerce un control explícito e implícito
sobre la configuración y ocupación del espacio.
Si bien están separadas aquí por el bien de la discusión, estas
estrategias espaciales utilizadas por el poder a menudo se emplean en combinación.
Por ejemplo, es imposible hablar de colonialismo sin incluir la construcción de
jerarquías evidentes y el racismo violento y la consiguiente segregación que
lo acompañó en todos los rincones del globo. Y es difícil hablar de la globalización
con sinceridad sin hablar de aquellos que son colocados sistemáticamente en una
amplia gama de diferentes tipos de márgenes por sus impactos espaciales.
Finalmente, cada lugar está sujeto a varias escalas de poder en un momento dado.
Espacialización de la
jerarquía Quizás la expresión más fundamental del poder espacial es cuando las
jerarquías sociales, culturales y económicas se traducen en jerarquías físicas y
espaciales. Estos incluyen no sólo la organización del espacio para la supervisión
visual como el panóptico de Bentham, sino también una amplia gama de otras
configuraciones espaciales en edificios y en ciudades y paisajes. Estas son las
estrategias de poder espacial más fácilmente percibidas y comprendidas, y muchas
son casi universales en las culturas humanas. Estas son estrategias poderosas
debido a la forma en que se integran de manera invisible en la vida diaria. Son tan
comunes y tan omnipresentes que prácticamente pasan desapercibidos e incuestionables.
La gama de formas espaciales que toma esta estrategia es tratada a
fondo por Thomas Markus en su libro Buildings and Power, pero aquí podemos
discutir algunas de esas configuraciones. Por ejemplo, en casi todos los rincones
del mundo, una persona en un estrado o plataforma elevada tiene alguna relación
de poder sobre la audiencia. Los que son más importantes se elevan; literalmente
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elevada. Asimismo, el centro del frente de una habitación suele estar dedicado a la
persona o evento más importante, es un lugar de atención y honor. En otros lugares
es el centro real de la habitación. Esta ocupación del centro se extiende en muchas
culturas para incluir la reserva del centro de un enfoque axial solo para el personaje
más importante. Solo al emperador se le permitió caminar por la rampa de dragón
tallada que adorna el acceso central al Salón de la Preservación de la Armonía
dentro de la Ciudad Prohibida en Beijing. En la época actual la rampa se encuentra
clausurada para evitar que los pies de los miles de compañeros liberados y turistas
extranjeros que la visitan a diario destruyan la fina talla.
9
1.2
El gran eje de la
Ciudad Prohibida en
Beijing que conduce a
la rampa del dragón en
el Salón de
Conservación
Armonía
Esta obsesión por el poder del centro y del eje obviamente tiene
numerosos ecos en una variedad de escalas. El anfitrión de una cena se sienta al
final, rematando el eje largo de la mesa. The Mall en Washington, DC organiza
edificios a ambos lados con importantes monumentos que ocupan lugares alineados
en el medio. En la “parte superior” del Mall está el Capitolio de los Estados Unidos,
claramente en su posición, así como en su escala y diseño, el edificio más importante
del conjunto. Del mismo modo, algunas aldeas melanesias están organizadas con las
casas alineadas a ambos lados de un largo callejón abierto con árboles, con la casa
más alta del jefe al final. Esta casa no es solo una vivienda, sino un lugar de reunión
para los líderes de la comunidad.
De maneras igualmente obvias, el tamaño y la altura de un edificio, su
ubicación dentro de un paisaje o ciudad, los materiales de su construcción, incluso la
gran cantidad de espacio que ocupa (tanto adentro como afuera) demuestran poder.
Por supuesto, esta apropiación del espacio, especialmente de grandes cantidades, a
menudo está directamente relacionada con el poder financiero. Ese mismo poder
compra el acceso a espacios que de otro modo serían inaccesibles para el público:
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clubes privados, campos de golf, restaurantes caros, playas de arena blanca. La

demostración de este tipo de poder económico no está exenta de peligros en un
mundo donde la brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor. Sin embargo, el
mismo dinero que puede comprar villas también puede pagar para protegerlas de
conciudadanos envidiosos detrás de altos muros y puertas de seguridad, donde los
habitantes están encerrados y las instalaciones constantemente bajo vigilancia. El
recinto colonial exclusivo, el palacio y la “comunidad cerrada”: aquí los residentes
están confinados por el miedo entre muros y hace que uno se pregunte sobre la
distinción entre “seguridad” y “vigilancia”, entre seguridad y prisión.
10
1.3
Solo el Emperador podía
subir por la rampa.
La noción de centro también se aplica habitualmente a escala mundial para

describir la ubicación del poder político (Londres en relación con el Imperio Británico),
cultural (París en relación con la industria de la moda) o económico (Nueva York en relación
con la banca). . El resto del mundo se vuelve “periférico” a ese centro, ocupando los
márgenes del poder y, por tanto, de la influencia. En realidad, por supuesto, hay muchos
centros y el grado de eliminación de la periferia varía; sin embargo, lo que es crucial para
quienes ejercen el poder es que la jerarquía existe y se reconoce implícitamente en las
relaciones de poder. Sin embargo, estar en la periferia, en los márgenes, tiene sus ventajas,
como pronto veremos.
Marginación En
reconocimiento de la disminución de la influencia de los que están en la periferia, otra
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estrategia del poder espacial es eliminar a las personas que amenazan a los que tienen
poder, oa la estructura de poder misma. A lo largo de la historia siempre ha habido personas
que coinciden con la etnia, la raza y las creencias religiosas de quienes están en el poder,
pero que siguen criticando la estructura de poder, que agitan por el cambio o que,
simplemente por su posición, creencias u origen, plantean un desafío al poder. . Estos
críticos son potencialmente bastante perjudiciales para la legitimidad del poder y, en la
mayoría de los casos, se ven limitados de alguna manera por quienes detentan el poder.
La restricción más duradera es, por supuesto, la muerte. Sin embargo, generalmente se
emplean estrategias menos radicales, que simplemente eliminan a la persona o grupo amenazante de
11
Esta marginación puede ser física (retirada a otro lugar) o procesal (como la negación de la
participación en procesos como las elecciones), o ambos.
El término “marginación” en sí mismo es espacial: una descripción de estar en el borde, fuera
del centro. El objetivo de asegurarse de que alguien permanezca en los márgenes extremos
es reducir su visibilidad, difundir su amenaza, su capacidad para actuar y su capacidad para
incitar a otros a través de la acción o la difusión de información. Claramente, esta fue la
estrategia que Dios usó en Babel: introducir una miríada de idiomas fue una forma de
marginar a través del procedimiento, y dispersar a la humanidad fomentó esta marginación a
través de la acción espacial.
Una táctica comúnmente utilizada en la marginación es simplemente la
eliminación del acceso a la sociedad mayoritaria a través del encarcelamiento. Esta es una
estrategia de primera línea destinada a silenciar simultáneamente a través de la eliminación,
mientras que también amenaza en términos físicos inequívocos con posibles consecuencias mayores.
El encarcelamiento es utilizado regularmente por todo tipo de gobiernos en todo el mundo
para silenciar a la oposición. Una medida menos drástica utilizada a menudo por el gobierno
de la era del apartheid en Sudáfrica fue la "prohibición". Este era un tipo de arresto domiciliario
utilizado específicamente para agitadores y líderes políticos que los confinaba en sus casas
bajo vigilancia y les prohibía reunirse con más de una persona a la vez. En Myanmar, el
régimen militar ha mantenido a la activista por los derechos democráticos Aung Sun Suu Kyi
bajo varios niveles de arresto domiciliario durante la mayor parte de una década. Sin
embargo, este esfuerzo resultó contraproducente para el régimen, ya que el arresto
domiciliario aumentó significativamente su visibilidad en la comunidad internacional y generó
una mayor admiración y simpatía por sus seguidores locales.
Una estrategia más efectiva de marginación es quitar físicamente la crítica a los
márgenes espaciales reales del territorio; a lugares sin importancia, remotos y, a menudo,
duros. Este exilio puede ser a campos o prisiones, como las que mantuvo en Siberia la
antigua Unión Soviética, o (durante la época colonial) a colonias penales a medio globo de
distancia. Tres de los cuatro estudios de caso en los últimos capítulos de este libro están
ubicados en lugares que alguna vez fueron utilizados por sus potencias coloniales como
colonias penales: Australia (Inglaterra), Nueva Caledonia (Francia) y Estados Unidos
(Inglaterra). El exilio utiliza el tiempo y la distancia para amortiguar el desafío y, por lo general,
también va acompañado de una marginación procesal a través del silenciamiento. Esta
estrategia fue particularmente efectiva cuando la fricción de la distancia era enorme. Sería
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ineficaz en el mundo actual de comunicación instantánea a través de Internet y teléfonos

móviles.
Mientras que la marginación espacial actúa sobre el cuerpo y la capacidad de
comunicar, la marginación procedimental frena las críticas a través de acciones institucionales
como el despojo de la ciudadanía, la suspensión del derecho al voto (privación del derecho
al voto) y el silenciamiento de las plataformas de comunicación (cierre de periódicos y
clausura de abajo estaciones de radio y televisión). Este tipo de acción, todavía de uso
común, funciona en el espacio invisible, pero crítico, de la agencia política y la información.
Por supuesto, los que están en los márgenes no siempre son obligados a estar allí
por los que están en el poder. Muchas personas eligen los márgenes por el grado de libertad
que permite un perfil bajo. Otros se desplazan hacia los márgenes precisamente para evitar el
control constrictivo de los que están en el poder. Todavía otros se pueden encontrar allí porque,
muy simplemente, no encajan en el centro debido a creencias, personalidad o comportamiento.
No todos los que están al margen son nobles luchadores por los derechos civiles
o contra un régimen fascista. Puede que no sean defensores de las mujeres en la pobreza o de
los derechos de los homosexuales. En cambio, podrían ser extremistas, un término que indica
trabajar en los márgenes de los márgenes, tanto de derecha como de izquierda, que abogan
por la anarquía o el terrorismo. Un sistema de poder que tolera e incluso protege el derecho de
la gente a ocupar ruidosamente los márgenes corre ciertos riesgos, como descubrió EE. Por
otro lado, un sistema de poder que silencia sistemáticamente toda disidencia también paga el
precio. La opresión es una táctica que requiere una gran habilidad.
Un aspecto curioso de la marginación es que una persona o grupo en el centro de

un lugar puede ser marginado en otro. Este es el caso del Southern Poverty Law Center,
fundado en 1971 en Montgomery, Alabama, Estados Unidos. Los programas del SPLC, que
incluyen litigios sobre cuestiones de derechos civiles y constitucionales, el seguimiento de
grupos de odio en todo el país y la promoción del programa educativo generalizado “Enseñanza
de la tolerancia”, cuentan con el apoyo generoso de donaciones individuales de todo Estados
Unidos. Sin embargo, su personal y abogados deben tomar todas las precauciones para
proteger su seguridad física en su sede en Montgomery, un bastión de resistencia a las reformas
de derechos civiles desde principios de la década de 1960.
A pesar de su aparente desolación, el margen tiene el potencial de ser un lugar de

gran creatividad cultural. Porque es en los márgenes donde el gusto, el estilo y otras
convenciones limitantes no se conocen o pueden ignorarse fácilmente. Es en este contexto que
la verdadera creatividad puede entrar en juego.
Sería una historia extremadamente extraña y peculiar de esta parte del siglo XX si
no dijéramos que la revolución cultural más profunda se ha producido como
consecuencia de la entrada en la representación de los márgenes: en el arte, en
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la pintura, en el cine. , en la música, en la literatura, en las artes modernas en

todas partes, en la política y en la vida social en general. Nuestras vidas han sido
transformadas por la lucha de los márgenes para entrar en representación. No
solo para ser colocados por el régimen de algún otro, o por el ojo imperialista, sino
para reclamar alguna forma de representación para ellos mismos.
(Hall 1997: 34)
Aquí, Hall sugiere lo que se explorará más adelante en este capítulo: que los márgenes
no solo son un lugar de enorme creatividad, sino también de potencial revolución.
Findley, Lisa. Building Change: Architecture, Politics and Cultural Agency, editado por Lisa Findley, Taylor & Francis Group, 2005. 13
Segregación
Así como la marginación suele funcionar a escala del cuerpo, también lo hace la segregación.
Esta vieja y perdurable estrategia de poder espacial admite que en ocasiones es necesario tener
cerca grupos de personas indeseables por necesidad económica o política. Sin embargo, estas
personas indeseables deberían estar, en la medida de lo posible, fuera de la vista, fuera del
contacto y, por lo tanto, hasta cierto punto, fuera de la mente. La segregación funciona para
asegurarse de que esto suceda. “Soy invisible”, son las tres primeras palabras del escritor
afroamericano Ralph Ellison en su epopeya
Hombre invisible.
No, no soy un fantasma como los que rondaban a Edgar Allen Poe; tampoco soy
uno de tus ectoplasmas de película de Hollywood. Soy un hombre de sustancia, de
carne y hueso, fibra y líquidos, e incluso podría decirse que poseo una mente. Soy
invisible, entiende, simplemente porque la gente se niega a verme.
Sin embargo, en su maniobra para lograr este acto de desaparición, la escala de segregación
se expande rápidamente más allá del cuerpo para incluir edificios, barrios, ciudades e, incluso,
regiones de naciones. A estas escalas mayores, se vuelve cada vez más difícil hacer invisibles a
grupos enteros de personas, lo que resulta en estrategias cada vez más desesperadas y
elaboradas por parte de quienes están en el poder para lograr la separación.
Los criterios para la segregación han variado ampliamente en la historia humana

para incluir clase y casta, religión, género, etnia y, más comúnmente y de manera más duradera,
raza. La palabra “gueto” proviene del nombre local del barrio cerrado donde los judíos de Venecia
fueron obligados a vivir, encerrados dentro de las puertas después del anochecer. El término se
extendió rápidamente por toda Europa como un término para los barrios judíos, solo para aplicarse
más tarde a las concentraciones empobrecidas de determinados grupos étnicos no mayoritarios
en ciudades de todo el mundo. El argumento insidioso de que las personas prefieren vivir “con
los de su propia especie” a menudo se ha utilizado para justificar la segregación religiosa, racial
y étnica. Hay una gran diferencia, sin embargo, entre las personas que eligen libremente vivir
cerca de aquellos que comparten ciertas características culturales y las personas que se ven
obligadas por restricciones legales a confinarse en un lugar delimitado debido a alguna
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característica definitoria.
Las mujeres de todo el mundo han sido rutinariamente segregadas de diferentes

maneras por diferentes culturas en diferentes momentos. En algunas culturas, las mujeres se
vuelven invisibles a escala del cuerpo mediante la ropa, como en la práctica musulmana de
purdah. Cuando cada mujer se parece a todas las demás, cada una se vuelve invisible. Las
mujeres, entonces, literalmente todas se parecen al observador (masculino). Dentro de algunas
culturas, las mujeres están separadas en ciertos escenarios: desterradas a los balcones o de pie
en los bordes de la habitación para mirar en silencio, montadas solo en
el último vagón del tren o el lado izquierdo del autobús. En otros lugares, simplemente no están
permitidos en ciertos lugares: bares, discotecas y otros bastiones de la masculinidad. En otros
lugares y épocas, las mujeres se vuelven invisibles por la organización espacial del ámbito doméstico:
la separación de la cocina y la lavandería en los planos de las casas tradicionales en Europa y
América son excelentes ejemplos.
Aquí, una vez más, hay un argumento a favor de la segregación: el supuesto pro
protección de las mujeres de la atención no deseada, incluso la violencia, de los hombres. Él
la segregación patriarcal, encubrir, callar, esconder se justifica como “por su propio bien”.
Entre todas las motivaciones para la segregación, la raza es el motivador más
pernicioso para la segregación que el mundo jamás haya visto: mientras que la etnicidad ocupa un
segundo lugar cercano. Al tratar con la raza, las estrategias de segregación alcanzaron alturas
ridículas durante la era de Jim Crow en los EE. UU. En 1896, la Corte Suprema de los Estados
Unidos dictó una decisión en el caso de Plessy v. Ferguson que permitió el establecimiento de
instalaciones “separadas pero iguales” para blancos y negros. Esto resultó en la aprobación de leyes
de gran alcance “Jim Crow” que codificaron “separados pero iguales” en acciones que separaron las
razas pero no proporcionaron las mismas facilidades.2 En su incisivo ensayo “Dualidad e invisibilidad”,
el arquitecto Craig Barton muestra cómo estas leyes se extendieron a la planificación y la política de
la ciudad para reforzar la segregación espacial también a mayor escala.
Pero, ¿qué sucedió en las situaciones inevitables cuando negros y
los blancos no se podian separar?
A menudo, se requería que blancos y negros habitaran el mismo espacio físico. La
necesidad de convivir en una misma habitación, edificio o ciudad requería estrategias
de construcción del espacio, que al delinear jerarquías sociales y espaciales pudieran
diferenciar la visibilidad.
Estos espacios reiteraron las relaciones de poder con el espacio y oscurecieron la
presencia de la población negra.

(Barton 2001: 4)
Lo que se desarrolló fue lo que Barton continúa llamando un “paisaje doble” de bebederos separados,
bancas separadas en la estación de autobuses, entradas separadas al teatro (donde los negros eran
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relegados al balcón), asientos en la parte trasera de los autobuses y comunidades separadas
confinadas dentro de límites determinados por la legislación de la ciudad. En Montgomery, Alabama,
la compañía de autobuses agregó la estrategia de teatro a los autobuses: los pasajeros negros
entrarían por la puerta principal, pagarían su tarifa y luego saldrían por la puerta principal para volver
a ingresar al autobús por la puerta trasera para tomar sus asientos.
La invisibilidad afecta a aquellos que se vuelven invisibles a través del racismo y su
segregación concomitante. Barton, al escribir sobre los efectos de la segregación racial en las
ciudades del sur de Estados Unidos, argumenta que: “Negociar tanto el concepto como los reinos de
la invisibilidad se convirtieron en el centro de la construcción de la comunidad negra.
identidad cultural." Esta invisibilidad se expandió mucho más allá del cuerpo para llegar
hasta la escala del paisaje. Barton continúa: “En Selma (Alabama), el legado espacial de
Plessy v. Ferguson y los diversos estatutos de Jim Crow resultantes condujeron a un
urbanismo de dualidad y una ciudad de dos paisajes urbanos distintos, que a medida que
evolucionaron se codificaron por raza”. (Barton 2001: 5).
Como señala Barton, la segregación étnica y racial suele ser fácilmente visible
a escala de la ciudad. Aquellos destinados a ser invisibles viven en áreas degradadas que
tienden a estar fuera del radar de los servicios de la ciudad: las calles no se reparan, las
franjas medianas no se plantan y la infraestructura no se mantiene. Es muy claro, en la
mayoría de las ciudades americanas, cuando uno se mueve de la parte “blanca” de la ciudad a
el barrio “negro”.
En Sudáfrica, donde la población negra es una abrumadora mayoría, las
estrategias radicales de segregación racista del apartheid están escritas en todas las
escalas de segregación en Estados Unidos, pero se extienden aún más y de manera más
gráfica en todo el paisaje. Aquí, desde el aire, uno ve que cada ciudad y pueblo son
literalmente dos pueblos ligeramente separados: el pueblo blanco bien mantenido y
perfectamente atendido y, a cierta distancia, el pueblo negro pobre con calles sucias,
letrinas y marañas salvajes de tráfico ilegal. líneas eléctricas. Bajo el apartheid, una
persona negra estaba prohibida en la ciudad blanca
a menos que ella o él tuviera negocios explícitos allí, y un pase escrito para probar
eso. Si bien tal segregación legal ya no existe, el “paisaje doble” de Barton con sus pueblos
separados permanece (ver Figura 4.4, p. 134).
En términos de cultura y comunidad, la segregación tiene un curioso doble
filo. Para cualquier grupo de personas que carecen de poder en una cultura más grande,
la mudanza a un mundo paralelo puede brindar oportunidades importantes para el
desarrollo y la producción cultural. Las presiones para ajustarse a las normas de la cultura
en el poder solo existen cuando una persona segregada es visible para esa cultura.
“A veces es ventajoso pasar desapercibido”, continúa Ellison en la primera página de su
libro, “aunque la mayoría de las veces es bastante desgastante”.
La invisibilidad puede permitir una vida secreta que nadie nota y, por lo tanto, no se
interfiere.
La segregación, cuando no se basa en la clase, a menudo también borra los

límites de clase, lo que convierte a las personas unidas por limitaciones sociales y
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espaciales en comunidades animadas. Esto tiene el efecto saludable de permitir que

ciertas formas y prácticas culturales sobrevivan y prosperen. Nathanial Belcher, en su
trabajo sobre el “Pueblo de color” de Miami, Florida, analiza los vibrantes desarrollos
culturales que tuvieron lugar allí. En el análisis final, sin embargo, este sentido de
la comunidad es agridulce:
Una bulliciosa comunidad de comercio, intercambio cultural y vivienda que

continúa evocando fuertes recuerdos en la actualidad. Pueblo de Color
también fue producto de prácticas laborales despiadadas, oportunismo de rango y
manipulación discreta. Emergió como una comunidad esencialmente en

cuarentena, cuya área física no logró expandirse proporcionalmente con el
denso crecimiento demográfico de una ciudad en auge. Extrañamente,
Coloured Town fue un producto vital de la segregación que existió durante los
primeros cincuenta años de la existencia de Miami, y es irónico que fuera
destruido por los efectos de la desegregación y los tremendos cambios físicos
y culturales que ocurrieron a raíz de ella.
(Belcher 2001: 37)
Este sentido de comunidad fue una pequeña compensación por el aislamiento,

la degradación, la privación de derechos, la negación de las libertades espaciales y la
reorganización del espacio que sustenta la segregación. En tales situaciones, una vez que
termina la segregación activa y la comunidad se dispersa, las personas que una vez
formaron parte de ella quedan varadas en un mundo donde las actitudes que condujeron a
la segregación continúan. Atrás queda también la huella física de las prácticas espaciales
de segregación. Tanto las actitudes como los espacios tardan mucho en cambiar.
Transformación del espacio a escalas mayores

Hay ciertas categorías de actividades de poder que operan en el espacio con efectos tan
sistemáticos y generalizados que exigen una discusión enfocada aquí. Estas incluyen
estrategias nacionales como el apartheid (que llevan al extremo las estrategias de
segregación y marginación), y estrategias internacionales como la colonización y la
globalización. Si bien el apartheid se ha discutido en el contexto de la segregación y la
marginación y se trata con mayor profundidad en el Capítulo 4, ahora nos enfocamos en
aquellas actividades cuyos impactos espaciales ocurren en la amplia escala de la geografía.
Las estrategias que utiliza el poder a esta escala son brutales y duraderas.
Si hay algo que distingue radicalmente la imaginación del antiimperialismo es

la primacía del elemento geográfico.
El imperialismo, después de todo, es un acto de violencia geográfica a través
del cual prácticamente todos los espacios del mundo son explorados,
cartografiados y finalmente controlados. Para el indígena, la historia de la
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servidumbre colonial se inaugura con la pérdida de la localidad hacia el

exterior; su identidad geográfica debe entonces ser buscada y de alguna manera restaur
(Dicho 1993: 225)
Si bien la colonización de un lugar por personas de otro ha continuado a lo

largo de la historia de la humanidad, el período de colonización europea desde el siglo XVI
hasta principios del siglo XX reconfiguró el mundo entero. Esta reconfiguración se hizo
desde una posición de supuesta superioridad por parte de los colonizadores europeos.
Si el período del Renacimiento marca una ruptura cualitativa en la historia de la

humanidad es precisamente porque, a partir de entonces, los europeos tomaron
conciencia de la idea de que la conquista del mundo por su civilización es en
adelante un objetivo posible. Por lo tanto, desarrollaron un sentido de superioridad
absoluta, incluso si la sumisión real de otras personas a Europa aún no había
tenido lugar.
(Samir Amin citado por Perera 1998: 18)
Esta certeza de superioridad enmarcó las consecuencias espaciales, así como raciales,
políticas, económicas y culturales del colonialismo que siguió. Afectó a grandes áreas del
planeta. Y seguimos viviendo con las consecuencias de su violencia.
Nihal Perera, en su excelente análisis de los efectos espaciales de colo
nialismo y sus secuelas en Sri Lanka, analiza la importancia de los mapas para el esfuerzo
colonial (Perera 1998). Argumenta que los grandes avances en la cartografía en el siglo XVI,
provocados por la nueva información que los exploradores trajeron a casa, permitieron a los
europeos comprender exactamente cuán grande era el mundo y cuán pequeño era su rincón
particular en comparación.
Sin embargo, a través de la cartografía, la relativa pequeñez de Europa podría contrarrestarse
colocándola en el centro de los mapas, marginando así literalmente al resto de un mundo que
se hace más grande con cada expedición exploratoria.
Las nuevas dimensiones del mundo desmantelaron los puntos cardinales
y borró las inscripciones espaciales de los antiguos centros de poder. Situar a

Europa firmemente en el centro del mapa del mundo y naturalizarlo mediante la
institucionalización del primer meridiano y una línea de fecha (más tarde, por parte
de las potencias de Europa Occidental) produjo un mundo moderno pero familiar
para ellos. Dicho mapa proporcionaría marcos tanto geométricos como basados
en el poder dentro de los cuales ubicar los lugares existentes, así como los nuevos
lugares que aún no han sido “descubiertos”. . . . Al producir un mundo centralizado,
las potencias de Europa occidental finalmente construyeron formas radicalmente
diferentes de límites espaciales, fronteras, centralidad y marginalidad. En el
proceso, el espacio histórico de la supremacía de Europa occidental se inventó
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mediante la denominación, el orden y la clasificación de lugares y, lo que es más

importante, la puesta en circulación cultural de este conocimiento en Europa. El
espacio mundial se representaba como algo que podía leerse y explorarse y, a la
larga, reestructurarse. En el futuro, cualquier niño criado en este contexto, ya sea
en Europa o en Ceilán, aprenderá automáticamente que Europa occidental ocupa
el centro
del mundo.
(Perera 1998: 19)
Los mapas de principios de la era colonial europea ilustran claramente que la

tierra que los colonizadores imaginaban desde sus barcos anclados en alta mar era vista por
ellos como vacía. Así como la terra incognito acecha como amplias zonas rojas en los bordes
del conocimiento coincidiendo con los bordes de las hojas de pergamino, terra nullis ocupa
el interior de vastos continentes. Si bien las líneas costeras están minuciosamente dibujadas,
estos interiores están en blanco excepto por las ilustraciones de criaturas fantásticas e
improbables "hombres" colocados allí como si pudieran borrar la ansiedad de los enormes
vacíos en el conocimiento del cartógrafo. Este vacío era una especie de invitación. En El
corazón de las tinieblas, la historia de Joseph Conrad sobre la brutal colonización del Congo,
Marlowe recuerda: “En ese momento había muchos espacios en blanco en la tierra, y cuando
vi uno que parecía particularmente atractivo en un mapa (pero todos se ven así ) Lo señalaría
con el dedo y diría: Cuando sea grande iré allí”.
Los geógrafos llaman a este deseo generado por los mapas “la imaginación geográfica”.
Y, por supuesto, el vacío que las potencias coloniales vieron en estos documentos también
condujo a lo que JB Harley llama “la imagen de un espacio geográfico deshumanizado, una
tierra sin el estorbo de los indios, cuyos lugares podrían ser controlados por coordenadas de
longitud y latitud. (Harley 2001: 187). Los mapas, entonces, se convirtieron en herramientas
cruciales del pensamiento a gran escala sobre la adquisición, el control, la división y la toma
de posesión teórica de grandes extensiones de
tierra completamente desconocida. Eran una representación política y cultural.
de actitudes sobre el espacio que, en última instancia, se convertiría en colonias.
Edward Said, en su obra crítica sobre el poscolonialismo, la cultura y el
imperialismo, enumera tres formas principales en que la colonización cambió espacialmente
la colonia (una vez que el paisaje estuvo bajo control colonial): primero, la introducción de
plantas y animales extraños y hábitos y métodos de construcción impresos. la cultura de los
colonizadores en el paisaje. En segundo lugar, dado que el colonialismo se trataba
principalmente de ganancias económicas, el paisaje se transformó radicalmente para generar
ganancias. Estas dos primeras estrategias llevaron a la tercera, que es más general y aún
más duradera: “el espacio colonial debe transformarse lo suficiente como para que deje de
parecer extraño a la mirada imperial” (Said 1993: 226).
Las tres estrategias tuvieron la consecuencia directa de desplazar a los pueblos indígenas
de sus tierras y, a menudo, de sus usos de la tierra. A veces este desplazamiento se produjo
rápidamente, a través de la eliminación directa, y otras veces más lentamente, a medida que
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se transformaba toda la estructura política y económica del paisaje. Este desplazamiento

generalmente se hizo con poca consideración y gran ignorancia de las diferencias entre los
pueblos indígenas que podrían ocurrir incluso dentro de un área geográfica pequeña.
Es natural que alguien que se encuentra lejos de casa durante un período

prolongado de tiempo anhele lo familiar. Pero el objetivo de la colonización fue mucho más
allá de este simple deseo. Los colonos no estaban simplemente de visita, estaban allí para
quedarse. Y sus acciones en la transformación del paisaje de su estado indígena estaban
destinadas a hacer que el nuevo lugar representara el hogar como completamente
1.4
Una porcion de
mapa del mundo del

siglo XVI que muestra
la costa detallada
conocimiento del
continente africano y la
relativa ignorancia del
interior
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como sea posible. Un visitante de Nueva Gales del Sur comentó en 1821, solo
treinta y tres años después de la llegada de la Primera Flota a Australia: “Apenas
podía creer que estaba viajando en Nueva Holanda ese día; tan diferente –tan
inglés– es el carácter del paisaje –bajadas, prados y arroyos en el llano– sin
escenas laterales de eucaliptos” (Lines 1991: 49).
Dado que la colonización fue principalmente un esfuerzo económico
empeñado en expandir la base de recursos de las potencias coloniales, no
sorprende que el otro objetivo en la modificación generalizada del paisaje fuera organizarlo.
con el fin de maximizar la ganancia. Esta prosperidad, a su vez, alimentó las guerras europeas y
luchas de poder, así como grandes auges culturales y de construcción en el hogar
países. El impacto de la mentalidad obtusa de extraer ganancias del paisaje y los pueblos
colonizados demolió las prácticas espaciales locales, los paisajes, las ciudades y las viviendas. El
espacio “en blanco” en el mapa de la colonia fue visto por el colonizador, sencillamente, como un
potencial productor de valor económico. como un
herramienta económica, había que maximizarla. Y, como estaba “en blanco”, el nativo
Se pensó en las personas que vivían allí como parte del paquete económico: como mano de obra
convenientemente disponible para extraer el valor económico de la tierra. Los colonos, en su
conjunto, carecían de cualquier sentido del sentimentalismo, reverencia
encia o reserva sobre el paisaje nativo y la sabiduría acumulada
sobre vivir en ella.
Hubo situaciones coloniales en las que no se pudo establecer el paisaje de Europa
debido al clima o porque se requería que el paisaje produjera valor económico. Por ejemplo, en
las colonias donde el clima y el paisaje eran adecuados para producir un producto agrícola para el
poder colonial, los sistemas de plantación de monocultivos reemplazaron a la muy variada
agricultura de subsistencia. Los agricultores desplazados se convirtieron en mano de obra de las
plantaciones. Si estos no estaban disponibles o no cooperaban, se importaba mano de obra de
otros lugares.
El resultado fue un paisaje radicalmente alterado. El té, el café, el caucho y el índigo se encontraban
entre los productos básicos más deseados de las colonias. Y eran todos productos que no se
podían producir en Europa.
Las plantaciones se convirtieron en microcosmos del proyecto colonial, reflejando
espacialmente a través de su disposición, distribución del espacio y diseño arquitectónico las
relaciones de poder, los supuestos de superioridad cultural y la preferencia por lo europeo. La
descripción de Nihal Perera de una plantación de café británica en Sri Lanka ilustra este punto.
Al formar el complejo de plantaciones, cada hacienda se organizaba como un

unidad de producción con instalaciones de procesamiento y con la fábrica y la oficina
en el centro de la finca. . . . Cada hacienda estaba organizada jerárquicamente y
como un asentamiento dividido, espacialmente evidente en las formas de alojamiento
y su ubicación. Los tipos de alojamiento que producían estas haciendas, tanto para
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los hacendados como para los trabajadores de las haciendas, eran formas
evolucionadas de alojamiento particulares de las zonas metropolitanas.
y culturas coloniales.
(Perera 1998: 70)
Perera continúa describiendo la vida lujosa de los hacendados o sus representantes

en viviendas que eran “formas políticas y culturales específicas conocidas como bungalows”. Estas
casonas tenían “espacios para el servicio doméstico y servicios individuales como agua,
alcantarillado y luego electricidad”.
21
Fueron apartados “en sitios espaciosos” y “construidos para el consumo conspicuo de espacio,
vistas, paisajes, tiempo, bienes y dinero” y rodeados de jardines “con plantas 'exóticas'”.
Por el contrario, los alojamientos para los trabajadores de las plantaciones constituían
“un mundo completamente diferente”.
El alojamiento era en "líneas", filas estrechas de habitaciones de hasta unos cien

metros de largo y tres metros de ancho. Cada bloque estaba dividido en habitaciones
de aproximadamente 10 'x 10' que se abrían a una terraza común, en cada una de
las cuales vivían de seis a diez personas. A diferencia de los amplios espacios de
consumo del bungalow, las líneas eran meros "refugios" de naturaleza puramente
utilitaria, con la cocina hecha principalmente al aire libre.
Algunos usaban la veranda para guardar el ganado, mientras que otros la encerraban...
Sin ventanas ni puertas, pero con una mera abertura para entrar, las habitaciones
eran lúgubres, lúgubres e insalubres.
(Perera 1998: 70)
Quizás la más duradera de las prácticas espaciales del colonialismo es la introducción

de las prácticas espaciales y tipos del colonizador a la colonia. Estos van mucho más allá de los
resultados reales de modificar el paisaje o introducir tipos de edificios, a la incorporación de ciertas
prácticas espaciales, a través de la educación y el hábito, así como a través de la construcción real.
Cuando se combina con la degradación rutinaria de las prácticas espaciales indígenas, como las
formas de aldea y casa, los modos de habitación espacial de los colonizadores no solo se
construyeron, sino que luego se convirtieron en los modelos "civilizados" preferidos para toda
construcción futura.
Sin embargo, hubo algunas prácticas espaciales que muy claramente no tenían
ningún sentido en algunas de las colonias. Algunos de estos tenían que ver con los materiales de
construcción y la forma en que los edificios responden a sus climas.
Otros tenían que ver con la forma en que la gente vivía en los espacios, particularmente en los
domésticos. Con el tiempo, las muy diferentes condiciones de las colonias provocaron una
modificación de los espacios habituales y de las técnicas de construcción, de modo que surgió una
arquitectura híbrida, generalmente mejor adaptada al clima de la colonia. En el caso de los británicos
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en la India, la colonización continuó durante tanto tiempo que evolucionó un estilo arquitectónico
particular. Esta exótica arquitectura colonial británica se trasplantó más tarde a Malasia, donde tenía
poco sentido en el clima tropical.
Lo mismo ocurre con las prácticas y la escala del paisaje. A
en algún momento el lugar colonizado empujó hacia atrás de una manera que no podía terminar
venir. Por ejemplo, mientras que las plantas y los animales europeos sobrevivieron, incluso
prosperaron, en el ambiente templado de las costas del sureste y este de Australia, no les fue bien
en las montañas del interior menos regadas, los trópicos cálidos y húmedos o los vastos desiertos.
Y mientras los jardines alrededor de la casa grande en un
Las plantaciones de caucho británicas en Malasia pueden haber contenido muchos especímenes
de Europa, los rosales a menudo se pudrían y las hileras de árboles de caucho con cicatrices
que marchaban en cuadrículas a través de las colinas circundantes claramente no eran un
huerto de frutas.
El sentimiento de derecho del colono a transformar el espacio se basaba, hasta

cierto punto, en la arrogante creencia (o justificación) de que la cultura y la religión europeas
eran innegablemente superiores a las de cualquier otro lugar. Uno de los objetivos de la
colonización, por lo tanto, supuestamente era dar el gran regalo de esa civilización a todo el
mundo, sin importar si alguien lo quería o no. Con las culturas encontradas, el grado de respeto
que se les dio se basó, en cierta medida, en las características de la cultura nativa que el invasor
europeo entendía como "civilizadas". ¿Tenían ciudades, prácticas religiosas reconocibles, vidas
familiares compasivas, agricultura, cría de animales, arte y artesanía? ¿Cómo se ejerció el
liderazgo?
Por supuesto, la vara de medir para todo esto era la cultura británica, francesa, española u
holandesa de la época. Los colonos buscaban lo que reconocían como cultura.
Sin embargo, este reconocimiento a menudo hizo poco para proteger realmente la
cultura nativa. Hernán Cortés, en un extenso informe a casa de Carlos V de España, describió
cómo apareció la ciudad de Tenochtitlán, la gran capital azteca, en 1520 cuando llegó por
primera vez a lo que luego sería México. Con una población de 200.000 habitantes, la ciudad
era más grande que cualquier otra de España en ese momento. En las siguientes frases
extraídas de la carta, Cortés intenta describir la ciudad en relación con las ciudades españolas
que conoce el rey.
La ciudad es tan grande como Sevilla o Córdoba; sus calles, hablo de las
principales, son muy anchas y rectas; algunos de estos, y todos los inferiores, son
mitad de tierra y mitad de agua, y se navegan con canoas. . . . Hay una plaza dos
veces mayor que la de la ciudad de Salamanca, rodeada de pórticos, donde se
reúnen diariamente más de sesenta mil almas, ocupadas en comprar y vender; y
donde se encuentran toda clase de mercaderías que el mundo da. . .
Diferentes clases de hilos de algodón de todos colores en ovillos se exponen a la

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venta en una cuarta parte del mercado, que tiene el aspecto del mercado de la
seda en Granada, aunque el primero se abastece más abundantemente. . . . Esta
gran ciudad contiene gran número de templos o casas para sus ídolos, edificios
muy hermosos, que están situados en los diferentes distritos y suburbios. . . . Entre
estos templos hay uno que supera con creces a todos los demás, cuya grandeza
de detalles arquitectónicos ninguna lengua humana es capaz de describir; porque
dentro de su recinto, rodeado por un alto muro, hay lugar suficiente para un pueblo
de quinientas familias.
El informe abarca desde descripciones de la amplia gama de bienes a la venta

en el bullicioso mercado, el esplendor de los palacios y templos, y las grandes pajareras
guardadas por toda la ciudad, hasta la ropa fina, los buenos modales en la mesa y las
extensas ceremonias que rodeaban a Moctezuma, el rey azteca. También incluye una
descripción de la hospitalidad de Moctezuma hacia los españoles y su voluntad de considerar
el catolicismo para reemplazar la religión tradicional azteca. No mucho después de que
Cortés escribiera este elogio, Moctezuma había muerto y los españoles habían arrasado
sistemáticamente la espléndida ciudad edificio por edificio. En solo 30 cortos años, la Ciudad
de México, construida sobre las ruinas de Tenochtitlán y con algunas de las mismas piedras,
era la próspera capital de la Nueva España.
Por supuesto, el control colonial y las tres estrategias espaciales de Said de
La colonización fue mucho más fácil de implementar en lugares donde la población local no
estaba urbanizada, estaba dividida en grupos tribales que no confiaban o no se comunicaban
entre sí o estaba escasamente asentada en un gran paisaje. Estos lugares, donde se fomentó
la inmigración de la nación colonizadora, son conocidos en el discurso poscolonial como
“Colonias de Colonos”. En estos lugares, la inmigración europea finalmente invadió el paisaje
y diezmó a los nativos. Incluyen el territorio que ahora es Canadá, EE. UU., Australia, Nueva
Zelanda, Chile y, en algunas partes, México. Otros lugares plantearon desafíos muy
diferentes. Si las nuevas colonias, como India, ya estaban densamente pobladas o, como
gran parte del interior de África y América del Sur, tenían paisajes y climas increíblemente
hostiles para los colonos europeos, requerían enfoques diferentes. Sin embargo, dondequiera
que los colonos establecieran su residencia, las actividades espaciales de colonización
siguieron en la mayor medida posible para ese lugar en particular.
No es difícil entender cómo el colonialismo estableció la red
funciona y establece el escenario político, cultural, económico y espacial para las actitudes
de la globalización.
En efecto, los europeos occidentales estaban desarrollando un mundo

“completamente nuevo”. La transferencia de personas y plantas son ejemplos
de una distribución y reorganización mucho mayor de los elementos del espacio,
que también incluyen animales, tipos de alimentos y enfermedades, todo lo cual
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ayudó a incorporar un entorno "natural" existente en un europeo "hecho por el

hombre". uno. En el último cuarto del siglo XIX se estaban produciendo redes
de cadenas socioespaciales complejas y de gran extensión, reestructurando el
espacio mundial.
(Perera 1998: 71)
Mientras que muchas formas de poder espacial están siendo desmanteladas

lentamente, la globalización continúa con gran ferocidad sin restricciones. A escala geográfica,
el desarrollo geográfico desigual es uno de sus principales impactos espaciales: este
la desigualdad hace mucho más que lo que Harvey lamenta como “llevar a poblaciones enteras a
la violencia de la reducción de tamaño, el desempleo, el colapso de los servicios, la degradación
de los estándares de vida y la pérdida de recursos y cualidades ambientales” (Harvey 2000: 81).
Y va más allá de la pobreza, el hambre y
devolución a la anarquía.
Espacialmente, la globalización extiende el proyecto del colonialismo por trans

formando paisajes locales de acuerdo con alguna fórmula global para la eficiencia y el beneficio.
Ya no atados por la inconveniencia de la lealtad nacional que limitaba los imperios coloniales, los
intereses económicos de hoy operan casi libres de fronteras nacionales. Ellos dictan qué cultivos
se plantan, la velocidad a la que se corta la madera y se extraen los minerales, los precios de las
materias primas y la dinámica del comercio. Un anuncio reciente en la Radio Pública Nacional del
gigante de productos agrícolas ADM (Archer Daniels Midland) presenta la voz suave de una mujer
que pregunta: “¿Qué pasa si pensamos en el mundo como un campo agrícola gigante? Cuando
los cultivos crecen donde crecen mejor, mejoramos la eficiencia agrícola, hacemos que los
alimentos sean más asequibles y ayudamos a alimentar a un mundo hambriento”. Esto es la
globalización en pocas palabras: haciéndose pasar por humanitarismo, lo que realmente está
haciendo es continuar, en una forma ligeramente diferente, el sistema de plantación del
colonialismo. Un número creciente de personas, incluidos los líderes nacionales, no están
convencidos de esta retórica.
La creciente oposición internacional al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional expresa
cada vez más los impactos políticos, económicos, sociales, culturales y espaciales de la
globalización. Y la Organización Mundial del Comercio, anteriormente bajo el control del mundo
desarrollado, se está moviendo hacia una postura más amplia e igualitaria en la aplicación de
subsidios y aranceles.
Entre los numerosos aspectos objetables de la globalización se encuentra la
continua afirmación de la superioridad (y la conveniencia) de los modelos de Europa Occidental y
Estados Unidos de organizar el espacio, hacer ciudades, construir edificios y consumir recursos.
Estos modelos están siendo adoptados incluso en
lugares donde no hay una presión externa particular para aceptarlos, o
a pesar del conflicto directo con la política y la cultura locales. Por ejemplo, en China, donde el
comunismo sigue siendo el sistema político/económico oficial y donde todavía se hace hincapié
en la familia extendida, la globalización ha golpeado duramente. La venerable ciudad de Shanghái
está rodeada de suburbios y comunidades cerradas que parecen haber sido trasplantadas del sur
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de California: el modelo prototípico del capitalismo, el consumismo y la vida unifamiliar. Este

modelo de vida solo está disponible para el pequeño porcentaje de chinos que han logrado
alcanzar un nivel de vida de clase media. Sin embargo, la gran mayoría de la gente todavía vive
en la pobreza: un ejemplo perfecto del desarrollo geográfico desigual al que se refiere Harvey.
Dados los crecientes impactos de la globalización, no sorprende que

el discurso sobre el espacio es cada vez más sofisticado y difundido. Este es un lugar donde las
diversas definiciones de "espacio" de un
gama de disciplinas convergen, se superponen y se enredan irrevocablemente.

La tecnología está permitiendo un colapso del espacio y el tiempo por lo que las redes de control
económico (y por lo tanto político y cultural) están más apretadas que nunca. La fricción de la
distancia se reduce constantemente. Sin embargo, esta misma tecnología también está permitiendo
la difusión de información e ideas a una velocidad y escala nunca antes imaginadas. De hecho,
dentro de las estrategias de la globalización están las semillas de su propia destrucción. Al igual
que con el colonialismo anterior, la globalización eventualmente pone a disposición de aquellos
que controla el pensamiento, la tecnología y las estrategias que despliega. Estos son recogidos y
transformados en herramientas de resistencia a diversos tipos de poder económico, cultural y
político.
Si bien la globalización nos amenaza con una especie de homogeneidad y
Muchos otros males reconocidos, la ruptura gradual de la hegemonía política y cultural significa
que las circunstancias locales se vuelven simultáneamente más explícitamente diversas a través
de la desagregación del poder. Para algunos pueblos esta desagregación ha significado una
enorme oportunidad, una apertura de horizontes y una posibilidad de forjar un futuro para su
cultura. En otras situaciones, los beneficios son mucho menos claros. Si bien la difusión del
localismo garantiza el respeto humano básico por el derecho de un pueblo a la autodeterminación
y la agencia, también abre enormes posibilidades para la destrucción generalizada de la diversidad
cultural y las prácticas humanas. Esto es especialmente cierto para los pueblos indígenas que
han sido aislados de la cultura exterior. Un grupo tribal en las selvas tropicales de Brasil, sin
importar qué tan inteligente y sabio sea, está mal equipado para negociar en su propio nombre
con las empresas madereras internacionales. Tampoco pueden comprender los efectos del
impacto ambiental y cultural cegadoramente rápido de la tala de árboles y la introducción de
sistemas monetarios y tecnologías externas que los acompañan.
Dentro de media generación, los restos de la tribu pueden encontrarse como pobres privados de
sus derechos que viven en la miseria en las afueras de alguna ciudad brasileña de tamaño medio.
Las estrategias espaciales discutidas aquí no están exentas de debilidades; sus
puntos débiles ocultos de ventaja y perspectiva. En las discusiones sobre el colonialismo y la
globalización, por ejemplo, a menudo se dedica mucho tiempo a establecer dualidades entre el
centro y la periferia, o el Norte y el Sur, o el Primer y el Tercer Mundo. Estas dualidades, si bien
proporcionan un manejo de algunas dinámicas básicas de ciertos tipos de poder en estos sistemas
a gran escala, simplifican en exceso las complejidades espaciales y suponen una direccionalidad
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y segregación de influencia que ahora muchos desacreditan. De hecho, al suponer que las
dinámicas básicas buenasmalas de las situaciones simplemente se reproducen a escalas cada
vez mayores, este tipo de análisis pasa por alto las sutilezas cruciales.
que existen en el terreno real, en el espacio real y en el tiempo vivido. Tiempo

el eje principal de las estrategias espaciales de poder es controlar, remodelar e invisibilizar,
también abren ventajas y estrategias de resistencia al mismo poder que las crea. Y, al final, a
menudo los subyugados tienen una enorme influencia sobre los que están en el poder. Hay una
razón,
después de todo, hay todo un género de literatura y cine centrado en los efectos
transformadores que las “colonias” tienen sobre el colonizador.
Recuperando espacio
¿Cómo es que las personas resisten o revierten estas estrategias y prácticas espaciales
profundamente arraigadas de quienes tienen poder? A pesar de los reveses y los intentos
de detenerlo, la dinámica del poder político y cultural en todo el mundo ha cambiado
rápidamente durante los últimos cincuenta años. Los pueblos indígenas, como los canacos
de Nueva Caledonia y los aborígenes de Australia, que han sido marginados
sistemáticamente en sus propias tierras, están recuperando sus voces mientras se niegan
a permanecer al margen cultural por más tiempo. Los pueblos minoritarios, como los
afroamericanos en los EE. UU., que han sido silenciados o ignorados, también están
afirmando su presencia y sus derechos. Pequeños grupos de acción política y
organizaciones no gubernamentales, previamente marginados, como el Fondo Mundial
para la Naturaleza, Médicos Sin Fronteras y el Centro Legal de la Pobreza del Sur, han
ganado legitimidad a través de la perseverancia y el éxito. Finalmente, las personas que
comprenden grandes proporciones de la población, pero que debido a la ocupación
colonial, la ley o la costumbre han sido relegadas al margen del poder, están
desmantelando los sistemas que les impedían participar plenamente en la determinación
de sus propias vidas. Un ejemplo sorprendente de esto es el surgimiento en 1994 de las
personas negras y “de color” de Sudáfrica después de décadas bajo el yugo del apartheid.
Sin duda, el surgimiento de estos grupos previamente impotentes no ocurre

fácil ni pacíficamente. Su progreso no es siempre hacia adelante, porque el terreno
ganado a veces se pierde. Pero el movimiento es generalmente hacia una distribución
cada vez más amplia del poder, particularmente en las arenas cultural y espacial: el
desmantelamiento del dominio colonial (con terreno perdido por la globalización); la
reafirmación del control político, cultural y territorial de los pueblos indígenas; el surgimiento
de los derechos civiles y el poder político para aquellos en minoría; y un apoyo continuo
al papel crucial desempeñado por muchas organizaciones sin fines de lucro en la
implementación de agendas sociales y legislativas progresistas a pesar de los esfuerzos
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conservadores en la dirección opuesta.

Esta redistribución del poder otorga un gran valor a la máxima individualidad.
libertad dual para cada persona, atemperada por una responsabilidad limitada hacia una
comunidad más grande. El movimiento hacia esta visión particular de cómo se organiza
el poder podría verse como el resultado de los últimos 900 años de historia impulsada por
Europa. Estos ideales alcanzaron un importante nivel de refinamiento con el nacimiento
de la democracia en Francia y los EE. UU. en el siglo XVIII: que cada persona tiene los
mismos derechos, protecciones y privilegios. Esta es una noción engañosamente simple.
De hecho, la creencia anterior (no del todo erradicada) de que la definición de un
“persona” incluye solo a los que son blancos, descendientes de europeos, hombres y terratenientes
ha sido fuente de un dolor inestimable. Esto nace en la historia de la expansión y colonización
europea, de la esclavitud, el racismo, los derechos de la mujer, la segregación, el apartheid, el
antisemitismo, el derecho al voto y los derechos civiles. Y continúa hasta el día de hoy. Este dolor
se expande aún más por el acoplamiento no necesariamente lógico de la idea de democracia con
las prácticas desenfrenadas del capitalismo. El experimento de la Ilustración con la igualdad de
derechos aún no ha demostrado plenamente su valor para la gran mayoría, que continúa viviendo
sin verdadero poder político o económico.
No es de extrañar que los que tienen poder sean los más reacios a renunciar a nada
de él. Tampoco sorprende que quienes no tienen poder se hayan vuelto cada vez más sofisticados
y más insistentes en obtenerlo, respaldados por las conclusiones lógicas a las que se debe llegar
sobre la extensión de los derechos incrustados en las constituciones e instituciones democráticas
primarias. No está claro si el objetivo de esta redistribución del poder debería conducir en última
instancia a una forma democrática de gobierno, al menos como se practica en el mundo actual.
Sin embargo, los principios de los primeros ideales democráticos siguen siendo profundamente
relevantes y han tenido un profundo impacto en la crítica activa y el desafío a los poderes
dominantes.
La lucha emprendida por las personas colonizadas, segregadas y marginadas es,
junto con el deseo de libertades espaciales, una lucha por la agencia, es decir, el poder de actuar
en nombre propio en la vida cotidiana, así como en las arenas políticas y culturales de la nación.
Edward Said insinúa que la agencia cultural debe anteponerse a la política porque “la recuperación
lenta y, a menudo, amargamente disputada del territorio geográfico que está en el corazón de la
descolonización, está precedida, como lo había estado el imperio, por la cartografía del territorio
cultural” ( Dijo 1993: 209). Esta es una idea central: que la idea del cambio político y la recuperación
de espacios se realiza primero en la producción cultural de un grupo de personas a través de la
escritura, el arte, la música; y luego se actúa en el real
mundo, con las ideas convertidas en realidad espacial.

Más adelante en el mismo texto, Said sugiere una fuente más poética para la
resistencia al colonialismo: “Debido a la presencia del forastero colonizador, la tierra es recuperable
sólo a través de la imaginación” (Said 1993: 225). La imaginación parecería una herramienta
inadecuada para deshacer la hegemonía de un poder colonial o de cualquier otro poder lo
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suficientemente fuerte como para cercenar la capacidad de actuar en el espacio o reordenar todo
un paisaje. Sin embargo, la imaginación es el lugar donde comienza la resistencia, e incluso la
revolución. Incluso en el más brutal de los regímenes, la vida interior de la mente no es
completamente controlable o conocida.
capaz, por lo que es el único lugar donde el espíritu humano puede ejercer su voluntad
hacia la independencia. En la mayoría de las situaciones en las que el poder controla abusivamente
cómo se usa el espacio, el poder no es lo suficientemente fuerte como para controlar otros
aspectos de la vida imaginativa de las personas sujetas, o no está interesado en hacerlo, siempre
que no se perciba como una amenaza directa. Esta vida se puede experimentar a través de pequeñas
cosas como la comida, la poesía, la ropa o la música, actividades que pueden definirse más
ampliamente como prácticas culturales.
La producción cultural, cosas hechas en un contexto cultural particular, es una
expresión compleja y poderosa de la vida humana. Es complejo porque implica una serie de
escalas y estrategias. En la escala física más íntima puede incluir ropa, peinados, tatuajes y
adornos. Herramientas y utensilios, armas y recipientes, objetos rituales y estéticos también son
formas de producción cultural. La comida y su preparación es una forma más transitoria o
performativa de producción cultural, como lo son la literatura, la danza, la música y el
comportamiento ritual. A mayor escala, la producción cultural incluye edificios, la organización
de pueblos y aldeas y el paisaje. Es, en parte, en esta condición multiescalar y enredada donde
reside el potencial radical de la producción cultural.
El poder de las prácticas culturales también reside en la forma en que sustentan

la identidad cultural. En todo el mundo, ciertos tipos de prácticas culturales ayudan a las personas
a mantener su sentido de separación durante los años en que son controlados por otros. En
entornos menos conflictivos, ayuda a trazar distinciones culturales ya construir puentes culturales.
Comunica valores y sensibilidades de maneras que se absorben a través de la exposición a lo
largo del tiempo. En ciudades de todo el mundo, los restaurantes étnicos suelen ser los puestos
de avanzada de las culturas minoritarias.
Del mismo modo, la literatura, la música y el cine transmiten aspectos de sensibilidad y
sofisticación cultural que de otro modo no serían visibles. De esta manera, las prácticas culturales
refuerzan un sentido de agencia, la capacidad y el poder de actuar en nombre propio, incluso
para aquellos que pueden estar al margen de las culturas dominantes.
La producción cultural también tiene poder como lugar de formulación de objeciones
a la dominación. A través del uso de prácticas de sus propias culturas, las personas dominadas
pueden expresar su oposición a través de las formas a menudo codificadas de las cosas que
hacen. Por ejemplo, las mujeres de Costa de Marfil han tenido durante mucho tiempo la práctica
de estampar algodón en bloques y luego coser las yardas en
faldas, pañuelos y otras prendas de vestir. La imprenta siempre ha dicho a un
historia o registro de un hecho histórico. Pero también se ha burlado de figuras políticas,
particularmente de los colonos franceses. Si bien una falda estampada en bloque no es apta
para fomentar la rebelión, la práctica de expresar puntos de vista políticos a través de esta forma
de decoración aparentemente inocua mantiene viva una práctica de crítica y una actitud de
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resistencia. También afirma la agencia de las mujeres: un pequeño ámbito donde pueden actuar
por sí mismas.
Que la producción cultural puede ser una herramienta de cambio político es una
noción que también se ha utilizado con más cinismo. En muchos lugares, la idea de una
“tradición” cultural discreta se ha inventado o elaborado para generar apoyo para el nacionalismo
y contrarrestar el aumento abrumador de la cultura global. A menudo, este tipo de nacionalismo
ha permitido que un grupo dispar de personas se una para deshacerse de un poder conquistador
o colonial. Sin embargo, si se inventa la “tradición” cultural, ¿qué es lo que impide que se
reinvente, provocando
29
continuas oleadas de agitación política y cultural? Esta pregunta es como

incontestable como la invención que lo impulsa. Este siglo XX
El fenómeno de la creación de “tradición” ha sido útilmente analizado por una serie de académicos,
mientras continúa en la actualidad.
La remodelación del mapa de las culturas humanas de la tierra avanza a buen

ritmo. La delimitación geográfica por la que se lucha y las numerosas invenciones
de la tradición que están ocurriendo indican que este es un campo dinámico de la
actividad humana que se mueve de manera un tanto impredecible.
(Harvey 2000: 67)
Una última forma en que la producción cultural se utiliza para la resistencia es a

través de la adopción de formas culturales de la cultura dominante para socavarla. Esta estrategia
podría ilustrarse mejor por la forma en que la literatura se convirtió en un arma crítica en el
desmantelamiento del colonialismo y en la reformulación de un sentido de poder para aquellos
recién descolonizados. VS Naipal, Salman Rushdie y Chinua Achebe transformaron la novela en
herramientas para hacer vívidos y presentes en el mundo enrarecido de aquellos previamente
colonizados.
Literatura “europea”.
Pero, ¿qué tiene que ver toda esta discusión sobre el cambio político con el
espacio? Henri Lefebvre nos devuelve a la relación crucial entre el espacio y el poder.
Una revolución que no produce un nuevo espacio no ha desarrollado todo su

potencial; de hecho, ha fracasado porque no ha cambiado la vida misma, sino que
simplemente ha cambiado las superestructuras ideológicas, las instituciones o los
aparatos políticos. Una transformación social, para tener un carácter verdaderamente
revolucionario, debe manifestar una capacidad creativa en sus efectos sobre la vida
cotidiana, sobre el lenguaje, sobre el espacio. . . .
(Lefebvre 1991: 54)
¿Cómo es posible en medio de estos cambios deshacer el legado espacial de la segregación, la

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marginación y las manifestaciones espaciales del colonialismo? ¿Es posible resistir las prácticas
espaciales de la globalización? Claramente, para que Sudáfrica haga una transición completa de
su pasado de apartheid al futuro imaginado ciego a la raza, el doble paisaje debe ser deshecho.
La arquitectura es una forma de práctica cultural visible, espacial y de alto perfil que
trata directamente con el espacio. Como tal, está íntimamente ligado no solo al poder, sino
también a la agencia cultural, ya que mientras que la agencia es necesaria para avanzar en un
proyecto arquitectónico; la arquitectura, como hemos visto, da crédito a esa agencia.
Es la forma espacial principal para que las personas se representen a sí mismas en el mundo.
Y es en este sentido que los arquitectos tienen la oportunidad de participar en la reestructuración

del mundo espacial y físico hacia una meta de mayor equidad y justicia.
Sin embargo, en términos de su relación con el poder, la arquitectura es sospechosa

como una forma de práctica cultural resistente. Nunca ha sido una práctica del “pueblo”. Lefebvre
ve al arquitecto como receptor de los favores de los desarrolladores, quienes le dan a un arquitecto
una porción de tierra para trabajar. Y ve la práctica de la arquitectura como autosuficiente y
distante: “Se puede decir así de
discurso arquitectónico que con demasiada frecuencia imita o caricaturiza el discurso de
el poder, y sufre de la ilusión de que el conocimiento 'objetivo' de la 'realidad' puede ser alcanzado
por medio de representaciones gráficas” (Lefebvre 1991: 361). Una página más adelante, Lefebvre
pasa del arquitecto a los que habitan el espacio arquitectónico.
Volvamos ahora nuestra atención al espacio de aquellos a los que se hace referencia
mediante etiquetas tan torpes y peyorativas como
“usuarios” y “habitantes”. No hay términos bien definidos con claras
Se han encontrado notaciones para designar estos grupos. Su marginación por la

práctica espacial se extiende así al lenguaje. . . El espacio de los usuarios se vive,
no se representa (ni se concibe). Frente al espacio abstracto de los expertos
(arquitectos, urbanistas, planificadores), el espacio de las actividades cotidianas de
los usuarios es concreto, es decir, subjetivo.
(Lefebvre 1991: 362)
De hecho, pocas personas en el mundo ejercen una agencia directa sobre la

producción de los edificios que componen sus mundos. Más bien, los edificios no residenciales y
las formas de los pueblos y ciudades suelen ser el resultado de la acción y el comportamiento
cultural y económico colectivo de quienes están en el poder. En muchos lugares,
la gente, los que no tienen poder, todavía construyen sus propias viviendas, a veces
utilizando formas y técnicas de construcción centenarias. Sin embargo, más a menudo, las
personas construyen refugios con cualquier material que puedan encontrar con una urgencia y
una necesidad que tiene poco que ver con la consideración de la cultura. Incluso en estas
circunstancias, sin embargo, las personas afirman pequeños gestos de agencia individual, dando
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dignidad e individualidad a las viviendas más provisionales. Por ejemplo, en los municipios aún
empobrecidos de la Sudáfrica posterior al Apartheid, los interiores de las chozas empedradas
suelen estar cuidadosamente y elaboradamente decorados, como si las restricciones espaciales
fuera de la casa pudieran contrarrestarse con la expresión viva del interior. Los exteriores de las
chozas suelen estar menos cuidados, pero a veces se iluminan con un poco de pintura, flores que
crecen en una maceta o pequeñas decoraciones. Estos pequeños gestos de dignidad señalan
que en estos lugares vive alguien, personas con pensamiento y sensibilidad. Incluso la
deshumanizadora deshumanización de la pobreza parece incapaz de quitarnos
la expresión de lo que Le Corbusier llama esta “primera prueba de existencia”, esta

“toma de posesión del espacio”.
Entonces, "la gente" parece llevarse bien con sus vidas y están encontrando
formas pequeñas pero significativas de resistir las depredaciones espaciales del poder
sin la ayuda de los arquitectos. Desde la perspectiva del habitante de los barrios
marginales de Yakarta, los arquitectos y la arquitectura no tienen nada que ver con la
vida cotidiana y, si se piensa en ellos, son simplemente una extensión de los sistemas
de poder económico y espacial existentes. Esta es una evaluación justa de una
disciplina creada para servir a estos intereses.
Dadas las relaciones de la arquitectura con estas estructuras, ¿cuáles son
las implicaciones para los arquitectos de los cambios en quién tiene el poder? La
relación tradicional entre los arquitectos y las autoridades del antiguo poder se complica
por el hecho de que, a medida que el poder político, económico y cultural está más
distribuido, también lo está el poder de comandar la producción arquitectónica. Sin
duda, la mayoría de los encargos de arquitectura siguen siendo para aquellos que
tradicionalmente han tenido el poder: gobiernos, religiones principales, corporaciones
ricas, instituciones culturales e individuos. Sin embargo, un número cada vez mayor de
proyectos de construcción están siendo iniciados y encargados por aquellos que antes
no habrían podido siquiera imaginar una afirmación tan visible, proactiva y permanente
en el espacio físico. Es aquí, en particular, donde los arquitectos pueden encontrar
estrategias para involucrar a la arquitectura, como producción cultural y espacial, en el cambio social.
El papel de la arquitectura
Estar de acuerdo con la observación de Le Corbusier sobre la primacía del espacio en

la existencia es también encontrar brutales, inhumanas y éticamente cuestionables las
consecuencias espaciales de siglos de colonialismo, racismo, segregación, tribalismo,
globalización e imperialismo económico. Y sin embargo, como se dijo anteriormente,
la arquitectura está implicada en estas consecuencias a través de su íntima relación
con los que están en el poder. Los arquitectos, quizás sin saberlo, han ayudado a
hacer, edificio a edificio, los paisajes y ciudades y barrios que encarnan, literalmente
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imprimen en nuestros cuerpos, las relaciones de poder que nos rodean. Kim Dovey,
en su provocativo libro Framing Power, analiza los matices teóricos de las conexiones
entre el espacio construido (particularmente la arquitectura) y el poder y no se anda
con rodeos sobre esta conexión.
El entorno construido refleja las identidades, diferencias y luchas de

género, clase, raza, cultura y edad. Muestra los intereses de las personas
en el empoderamiento y la libertad, los intereses del estado en el orden
social y el interés de las corporaciones privadas en estimular el consumo.
Porque la arquitectura y el diseño urbano implican transformaciones en las
formas en que enmarcamos la vida, porque el diseño es el
imaginación y producción del futuro, el campo no puede reclamar autonomía de la

política del cambio social.
(Dovey 1999: 1)
Porque estamos comprometidos, nos guste o no, en “la política del cambio social”.
¿Qué podemos hacer para liberarnos de todos los lazos económicos y sociales que nos unen a
quienes están en el poder y comenzar a aplicar nuestras habilidades para redistribuir tanto el
espacio como el poder? ¿Cómo es que los edificios que diseñamos pueden apoyar la tendencia
general hacia una agencia cultural y una manifestación espacial más generalizada de pueblos
que han sido sistemáticamente invisibilizados o excluidos de representarse a sí mismos en el
mundo construido? Dovey nos recuerda, en su Epílogo, que incluso un observador de la cultura
tan cínico como Michel Foucault escribió que “la arquitectura 'puede y produce efectos positivos
cuando las intenciones liberadoras del arquitecto coinciden con la práctica real de las personas
en el ejercicio de su libertad '”
(Foucault citado por Dovey 1999: 192). Aquí retomamos este tema donde lo deja Dovey: una vez
que un arquitecto acepta este potencial de su rol, ¿cómo se convierte uno en un agente de
cambio social como arquitecto?
Después de todo, la arquitectura y los arquitectos parecen tener poca capacidad
para alterar el mundo de una manera tan significativa. De hecho, la arquitectura no tiene la
capacidad de afectar las ambiciones imperiales de los Estados Unidos. No puede reestructurar el
flujo mundial desigual de recursos y alimentos. No puede desarmar a un tirano, detener una
guerra civil o acabar con el terrorismo. No puede restaurar los bosques tropicales de frondosas ni
detener el calentamiento global. Ni siquiera es apto para cambiar la forma de pensar de las
personas acerca de las ideas y valores que tienen. Esta verdad sobre la incapacidad de la
arquitectura para realizar cambios rápidos a gran escala a menudo frustra a los arquitectos y, en
particular, a los estudiantes de arquitectura. Hay una sensación de impotencia en esto, y el
impulso resultante de retirarse resignadamente a la vieja dinámica entre los poderosos mecenas
tradicionales y los arquitectos que los sirven. ¿Qué tipo de cambio social está realmente al
alcance de los arquitectos en ejercicio?
Para obtener una nueva mirada a lo que puede ser la arquitectura como agente de
cambio, puede ser útil dar un paso atrás y ver la arquitectura a través de los ojos de alguien que
piensa en el espacio, pero desde fuera del mundo de la
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arquitectura.
En su importante libro, Spaces of Hope, el geógrafo David Harvey imagina un actor

cultural al que llama el “arquitecto insurgente”. Es enfático en que no se refiere aquí al arquitecto
profesional sino, más bien, al arquitecto como figura metafórica. Su arquitecto insurgente tiene
un gran potencial como participante proactivo en el cuestionamiento, e incluso la reorganización
de lo que él llama la vida socioecológica contemporánea: las consecuencias temporales y
espaciales del poder económico, cultural y político actual. Si bien Harvey se dirige a todas las
personas que están activamente preocupadas por estos temas, sus pensamientos también son
útiles para los arquitectos reales que aspiran a cambiar.
33
el mundo. Esto se debe a que ve el potencial de la arquitectura con ojos nuevos, permitiéndonos
vernos a nosotros mismos de una manera nueva. Harvey abre ese sentimiento de impotencia que tan
a menudo rodea a los arquitectos en activo. Lo hace articulando una visión de la arquitectura como
algo crucial para la sociedad humana.
Comienzo con la figura del arquitecto. Lo hago en parte porque esa figura (y es la figura
más que la persona profesional de quien hablo) tiene cierta centralidad y posicionalidad
en todas las discusiones sobre los procesos de construcción y organización de espacios.
El arquitecto ha estado más profundamente enredado a lo largo de la historia en la
producción y búsqueda de ideales utópicos (particularmente, aunque no únicamente,
aquellos de forma espacial). El arquitecto da forma a los espacios para darles utilidad
social, así como significados humanos y estéticos/simbólicos. El arquitecto da forma y
preserva memorias sociales a largo plazo y se esfuerza por dar forma material a los
anhelos y deseos de individuos y colectivos. El arquitecto lucha por abrir espacios para
nuevas posibilidades, para futuras formas de vida social.
(Harvey 2000: 200)
Harvey continúa diciendo que el arquitecto es "una metáfora de nuestra propia agencia a medida que
avanzamos en nuestras prácticas diarias y, a través de ellas, preservamos, construimos y reconstruimos

de manera efectiva nuestro mundo de la vida".
Deberíamos sentirnos halagados, si no un poco incrédulos, por esta lectura generosa
del papel fundamental del arquitecto en la sociedad. Sabemos muy bien cómo nuestro trabajo se ve
comprometido por el contexto que rodea y, a veces, abruma a la arquitectura. Pero Harvey no está
desinformado sobre estas dificultades de hacer arquitectura. Él reconoce fácilmente los sistemas
complejos dentro de los cuales los arquitectos tienen que operar: leyes y reglamentos, política de
planificación, mercados económicos, limitaciones del sitio, desafíos tecnológicos, dificultades materiales.
lazos, y el amplio elenco de personajes, cada uno con sus propias motivaciones:
de promotores a financistas, de contratistas a obreros. Admite que a menudo estas entidades “tienen
más que decir sobre la forma final de las cosas que el arquitecto”. Pero son exactamente estas
presiones externas y relaciones complicadas las que refuerzan el apego de Harvey a la metáfora del
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arquitecto.
“'Hacer arquitectura'”, afirma, “es una práctica incrustada, espaciotemporal.
Pero, sin embargo, siempre hay un momento en que debe entrar el libre juego de la imaginación, la
voluntad de crear” (Harvey 2000: 204). De hecho, es esta misma experiencia de hacer malabarismos
con las presiones y seguir respirando poesía en nuestro trabajo lo que Harvey encuentra tan inspirador.
Finalmente, la defensa de Harvey de la figura del archi insurgente
tect descansa también en el hecho de que los arquitectos toman acción; hacemos cosas Ese es
nuestro trabajo.
Como verdaderos arquitectos de nuestro futuro, no podemos involucrarnos en interminables problemas.
lematización y conversaciones interminables. Recomendación firme

Deben avanzarse las decisiones y tomarse las decisiones, con el claro conocimiento
de todas las limitaciones y la potencialidad de las consecuencias no deseadas
(tanto buenas como malas).
(Harvey 2000: 245)
Esta fascinación por la “acción” surge del propio campo de Harvey, la geografía, que, junto con
la antropología y la teoría política y cultural, contempla la necesidad de un cambio cultural. Cada
una de estas disciplinas está involucrada en el análisis de problemas, ofreciendo discusiones
elegantes, perspicaces e inteligentes sobre las sutilezas de las causas y los efectos. Pero
siempre se detiene ahí; con una definición del problema. La arquitectura, por otro lado, se trata
de resolver problemas, de hacer una realidad espacial diferente. Lo hace ante la incertidumbre,
sabiendo que no será perfecto. Esto nos recuerda que la arquitectura es, en esencia, un esfuerzo
optimista basado en la acción. Harvey parece admirar tanto esta acción como su esperanza.
Así que aquí, según Harvey, hay cuatro herramientas que los arquitectos tienen en
sus manos: (1) una práctica cultural explícitamente espacial y física; (2) una práctica para
incrustarse de manera intuitiva (y experiencia trabajando con) una red de poder e información;
(3) imaginación y técnicas efectivas para visualizar futuros alternativos; y (4) acción espacial y
física real. Cada una de estas herramientas es una parte rutinaria del gran rompecabezas de la
arquitectura y quienes se dedican a su práctica diaria a menudo se olvidan de pensar en ellas en
estos términos generales. Sin embargo, enunciarlos en términos tan generales nos permite
alejarnos de sus implicaciones en la vida real para reformularlos dentro de las preocupaciones
de este libro. Lo que Harvey nos recuerda es que la arquitectura no es impotente. Tiene, dentro
de la disciplina y la forma en que se inserta en la cultura, su propia agencia cultural. Y esa
agencia se basa en las herramientas que Harvey ha identificado con tanta elocuencia.
Sin embargo, para utilizar la agencia de la arquitectura, es fundamental saber

exactamente cómo, a qué escala y mediante qué tipo de estrategias, la arquitectura puede
producir un cambio social. Aceptar las limitaciones de la arquitectura en este sentido, es aprender
a trabajar con su verdadero potencial. Dentro de una definición de arquitectura como el diseño y
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realización de proyectos individuales, está la escala del espacio real y el latido del corazón del
tiempo vivido: la “acción espacial real” de Harvey.
Esta es una escala mucho más pequeña que la gran dinámica arrolladora del poder de las
naciones. El arquitecto suizo Peter Zumthor lo expresa así: “cuando nosotros, como
arquitectos, estamos preocupados por el espacio, estamos preocupados por una pequeña parte
del infinito que rodea la tierra, y sin embargo cada edificio marca un lugar único en este
infinito” (Zumthor 1998: 21). Es exactamente aquí, a esta pequeña escala, que la arquitectura
puede y apoya el cambio. Lo hace haciendo lo que mejor sabe hacer: encerrando una serie de
usos humanos ajustados a las
35
condiciones particulares de un lugar específico. Estos incluyen el contexto histórico y

cultural, el sitio, las dinámicas matizadas de las diversas personas involucradas, las
posibilidades tecnológicas y materiales únicas, y los ritmos y sueños diarios de las
personas que habitarán el edificio.
No es fácil hacerlo bien, ya que requiere no solo habilidad arquitectónica,
sino también ese componente mágico al que Harvey se refiere como "imaginación". . .
futuros alternativos”. La imaginación, vista por Said como el primer lugar de resistencia
a la hegemonía del poder, se aplica aquí al problema específico de la transformación del
espacio. De hecho, se debe evocar otra realidad física: primero en la mente de los
arquitectos, luego en las representaciones de esas ideas a través de dibujos y modelos
y, finalmente, a escala real en el espacio real. El sudafricano Iain Low, al escribir sobre
el papel de los arquitectos y la arquitectura en la reconstrucción de los espacios de
Sudáfrica, destaca la importancia de la imaginación en este esfuerzo.
Si la arquitectura va a ganar una nueva identidad transformada, entonces

los arquitectos deben posicionarse del lado de la imaginación y de lo posible.
En Sudáfrica esto significa necesariamente involucrarse en lo desconocido;
con la alteridad que ha asegurado nuestras divisiones durante tanto tiempo.
Requiere el ejercicio de una capacidad de reflexión crítica que ubique nuestra
imaginación probablemente mejor entre las bases y el
global. De esta manera, podríamos reclamar una nueva identidad para la
arquitectura y contribuir a la producción significativa del proyecto de espacio.
transformación . .
(énfasis añadido, Low 2002: 36)
Este uso de la imaginación del arquitecto como un lugar clave para el

compromiso de la arquitectura con el cambio social no es una idea nueva. Durante los
últimos 150 años, los arquitectos han utilizado la imaginación arquitectónica para
cuestionar y comprometerse activamente con la estructura existente de la sociedad.
Ciertamente, los arquitectos han ayudado a los defensores de los órdenes utópicos
(incluidas las utopías fascistas) de todo tipo al apoyar sus ideales sociales, económicos
y políticos con visiones de ciudades, pueblos y barrios que podrían contenerlos
fácilmente. En el siglo XV Iaques Perret dibujó la “Ciudad Ideal” y Bartolommeo Delbene
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hizo un grabado de su “Ciudad de la Verdad”. Mucho más tarde, a finales del siglo XVIII,
Claude Ledoux desarrolló un plano urbano y configuraciones arquitectónicas detalladas
para su ciudad de Chaux. Del mismo modo, los futuristas han utilizado a menudo la
arquitectura como vehículo para visualizar una vida urbana tecnológicamente
transformada. Desde Le Corbusier hasta Super Studio, los propios arquitectos han
participado felizmente en estas empresas, convencidos de la potencia del espacio y la
forma para reflejar y apoyar el comportamiento social, incluso político. Ciertamente, en
estos casos la visión arquitectónica ha sido importante para completar la imagen de un
futuro idealizado. Mira, así es como será esta nueva vida. Aquí está la ciudad ordenada con
vivienda digna, canchas comunales y lugares de esparcimiento compartido. ¿No te

imaginas allí? Pero incluso entonces, la arquitectura sigue sin ser el agente del cambio.
Puede ser un partidario, un defensor y dar una definición espacial al cambio, pero no
provocará el cambio en sí mismo.
En el siglo XX un puñado de arquitectos comenzó a usar su imaginación y
habilidades para tratar de cambiar las circunstancias físicas de aquellos que no podían
pagar sus servicios. A veces, estos esfuerzos fueron apoyados por el gobierno, en
particular en los planes de vivienda para trabajadores socialistas apoyados por el gobierno
en Europa en la década de 1920. Estos surgieron de las visiones bien intencionadas de
los arquitectos que creían que la industrialización podría generar un progreso importante
en la vivienda de los trabajadores en edificios residenciales asequibles y eficientes. Este
esfuerzo por proporcionar viviendas decentes y asequibles continúa hoy en una amplia
gama de formas. En muchos lugares, los gobiernos siguen siendo el principal motivador
de este tipo de proyectos residenciales. En los EE. UU., a medida que el gobierno se
retiró de este rol, los desarrolladores privados sin fines de lucro se movieron hacia el vacío.
Hubo un tiempo, cuando las prácticas coloniales globales comenzaron a
colapsar y las antiguas colonias emergieron como nuevas naciones, cuando la arquitectura
se involucró mucho en la política, pero solo como siempre lo ha hecho: como un reflejo
del poder. En este caso, sin embargo, el poder había sido transferido a nuevos gobiernos
que estaban ansiosos por demostrar su separación de sus antiguos ocupantes.3 Para
esta tarea, para simbolizar la ruptura radical con estos vínculos europeos, algunas
naciones eligieron un modernismo supuestamente neutral como medio. estilo para los
nuevos edificios. Este estilo también estaba destinado a comunicar el hecho de que la
nueva nación era tecnológica y estéticamente avanzada; listo para unirse a la moderna
comunidad de naciones. Y así, Brasil, con la Brasilia de Oscar Niemeyer, la India con Le
Corbusier en Chandigarh, y la incipiente Bangladesh, con el edificio del capitolio de Louis
Kahn en Dacca, proclamaron su independencia de la visión del espacio de los
colonizadores.
A mediados del siglo XX, algunos arquitectos comenzaron a mirar no
sólo en los productos de sus prácticas, sino también en la estructura aceptada de la
práctica. Desafiando el posicionamiento de los arquitectos como si solo sirvieran a los
ricos y poderosos, algunos arquitectos, principalmente dentro de la estructura de apoyo
de las universidades, intentaron lanzar centros de diseño comunitario y brindar servicios
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gratuitos. Motivados por un intenso deseo y motivación por el cambio social, estas
prácticas de “tienda” intentaron una nueva forma de práctica proporcionando servicios
arquitectónicos a aquellos que de otro modo no podrían pagarlos. Si bien muchos buenos
proyectos han surgido de estos esfuerzos, los proyectos que han
comunidades mejoradas, el papel que juega la arquitectura en el contexto más amplio ha
continuó sin cambios.
Esta tradición de trabajo se ha extendido más recientemente por el diseño
construir el trabajo de las escuelas de arquitectura en los EE. UU. El más notable entre
estos es el Estudio Rural en la Universidad de Auburn y el Estudio 804 en la Universidad de
Kansas. El formato de estos estudios es para diseñar y construir viviendas para familias
en la pobreza Mientras se consulta al “cliente” pobre durante el diseño, las casas
reciben mucho más de lo que se necesita como refugio, o incluso como hogar. La idea es que el
cliente reciba un tremendo valor agregado a través del diseño.
Una dispersión de otras prácticas comprometidas directamente con el cambio social
está menos ligada a una tradición de trabajo que a individuos intrigantes que simplemente se han
decidido a hacer algo. Cameron Sinclair ha fundado Architecture for Humanity, una organización
sin fines de lucro que ha patrocinado concursos de diseño para una clínica móvil de SIDA en
Sudáfrica y viviendas de transición para refugiados en Kosovo. El arquitecto coreano
estadounidense Jae Cha diseña iglesias y edificios comunitarios etéreos con materiales ordinarios
para las comunidades rurales empobrecidas de América Latina. Y el reverenciado arquitecto
japonés, Shigeru Ban, ha aplicado su interés en la tecnología para diseñar viviendas para
refugiados a partir de tubos de papel gigantes fabricados por las mismas fábricas que fabrican los
tubos para el papel higiénico. Después del devastador terremoto de Kobe, amplió aún más la
tecnología para construir una iglesia católica temporal.
Además de los arquitectos en ejercicio, varios historiadores, teóricos y críticos, a lo largo
de los años, han presentado argumentos lúcidos sobre cómo la arquitectura y la forma urbana son los
resultados espaciales de un conjunto complejo de condiciones sociales, económicas, económicas y sociales.
interacciones políticas e históricas. Pero, ¿qué son los arquitectos, los que son
participando activamente en la construcción de edificios, para realizar estos importantes análisis?
¿Cómo se puede presentar este pensamiento para informar la práctica diaria de
¿arquitectura?
Como suele ocurrir en arquitectura, no existe una fórmula para ello; tampoco hay un
proceso específico. De hecho, los proyectos que abordan explícitamente los temas del poder
cultural y político, que son una reafirmación abierta de la dignidad y la agencia cultural, que
buscan representar simbólicamente a un pueblo antes invisible, o que tienen agendas abiertas
para el cambio social, son, por su propia naturaleza, definición, única en casi todos los sentidos.
Dichos proyectos no pueden ser resueltos por los procesos y procedimientos estándar de diseño
y construcción de la arquitectura.
En cambio, requieren tomar riesgos, repensar, reinventar: actos audaces de fe e imaginación.
Requieren lidiar espacial y materialmente con las consecuencias del poder político, económico y
cultural en el contexto del proyecto.
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Y requieren inteligencia, paciencia y, quizás sobre todo, persistencia.

Para entender cómo los arquitectos pueden operar creativamente en tales
circunstancias, pueden volver a imaginar la arquitectura en situaciones específicas, o incluso
pueden volver a imaginar la práctica arquitectónica en sí misma, es útil observar detenidamente
ejemplos específicos de proyectos.
En la última década, se ha encargado reiteradamente a los arquitectos que diseñen
edificios significativos para personas que anteriormente no tenían acceso cultural o político y que
no podrían haber tenido la oportunidad, incluidos los arquitectos de este libro. A través de una
serie de cambios políticos estas personas
ahora tienen una agencia cultural real: actuar en su propio nombre, representarlos
en un contexto físico y social más amplio a través de proyectos de construcción. Para
Por ejemplo, muchos de estos proyectos son centros culturales o museos que tienen
como misión fomentar una cultura local, revelar esa cultura a otros de la comunidad
global o reconciliar aspectos de la interacción cultural o política.
Tales programas de construcción no son benignos. Por lo general, los proyectos son
para instituciones que explícita o implícitamente abordan problemas de desigualdad y
desproporción histórica, pero también pueden ser poco familiares o incluso antitéticos
para la cultura de las personas a las que deben servir. Por lo general, estos proyectos
amenazan a quienes solían tener el poder al hacer física y espacialmente la estructura
revisada del poder, lo que aumenta la posibilidad de una reacción violenta. Por lo
general, el racismo ha sido un factor clave que debe reconocerse y abordarse en las
tensiones culturales y políticas. Y, por lo general, los arquitectos de estos nuevos
lugares son, como mínimo, educados en el marco de la cultura blanca de Europa
occidental que ha sido la principal fuente de tensión en primer lugar.
Las cuestiones arquitectónicas que plantean estas situaciones son
complicadas y difíciles. No hay forma de evitar el hecho de que las estructuras que
albergan tales instituciones son simbólicas en muchos niveles. Su mera existencia es
política, mucho menos su forma y expresión. En algunos casos, el edificio es la primera
vez que la gente ha tenido la oportunidad de representarse a sí mismos en el mundo
contemporáneo. Esto impone demandas particularmente pesadas tanto a la arquitectura
de dichos edificios como a los arquitectos. Cada instancia de este tipo de proyecto es
única. Si bien pueden compartir muchos de los mismos problemas, las estrategias
arquitectónicas para abordar estos problemas son necesariamente diferentes en cada
situación. De hecho, estas estrategias deben ajustarse a la política, la historia, el
contexto, las estrategias de toma de decisiones, los hábitos culturales y espaciales y
los modos de interacción del grupo particular de personas involucradas.
Los edificios mismos se vuelven parte del proceso de contar historias más
completas, de dar voz a los silenciados, de reconciliar víctimas y victimarios históricos,
y de manifestar en el espacio físico vivido la presencia de personas que alguna vez
fueron marginadas. En el mejor de los casos, estos proyectos complican la historia
aceptada al afirmar la agencia de aquellos que a menudo se piensa que son víctimas.
Al traducir las complejidades de la situación en forma construida, se les da profundidad,
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dimensión, individualidad y solidez física y espacial.

Este tipo de proyectos también están, por supuesto, implicados en los
procesos de disculpa, culpa, restitución, reconciliación y profundo cambio cultural. A
veces ocurren al mismo tiempo que la recuperación de la "tradición" para la gente: un
proceso que retrocede selectivamente el reloj a un período particular (a veces un
período diferente para diferentes sectores de la cultura: esta era para la ropa, esta para
las viviendas). , esto para danza y ritual).
Simultáneamente, puede haber un intento de revitalizar los idiomas, a menudo casi
perdidos en el uso diario.
La selección de arquitectos para dichos proyectos, las estrategias que utilizan

en el diseño y los materiales y técnicas de construcción que emplean también están
implicados. ¿Puede un arquitecto de fuera de la cultura realmente comprender las sutilezas
del proyecto? ¿Son los modos habituales de práctica de la arquitectura apropiados para
estos proyectos? ¿Hasta dónde llega un arquitecto al tratar de adaptar técnicas y materiales
de construcción “tradicionales” al nuevo edificio? ¿Es esto apropiado? ¿Deseable? ¿Incluso
razonable? ¿Qué pasa con una cultura que tiene poca o ninguna práctica de construcción,
como los aborígenes de Australia?
Para enmarcar y enfocar la amplia gama de problemas arquitectónicos que
sugieren los cambios contemporáneos en el poder espacial y la agencia cultural, he
rastreado las historias de cuatro edificios recientes.4 Los proyectos fueron seleccionados
porque cada uno tiene un propósito político y cultural manifiesto profundamente vinculado
a la historia. conflictos, cambios en el poder y esperanzas futuras. En cada caso el proyecto
se ubica en un lugar físico con profundas conexiones históricas y culturales. En cada caso,
los arquitectos asumieron estas circunstancias complejas como el contexto crucial del
proyecto y desplegaron la agencia cultural de la arquitectura al servicio del cambio social
proactivo. Esta decisión condujo a un proceso de diseño distinto, así como a un producto
arquitectónico muy específico. Estos cuatro proyectos se discuten no solo en términos de
los problemas globales que los rodean, sino también en términos específicos del entorno
físico, político, espacial, cultural e histórico, la selección del arquitecto, el proceso de
diseño, la construcción y el uso de tecnología, las cualidades del proyecto terminado y la
forma en que el proyecto opera en el día a día. Si bien comparten mucho en común, sin
embargo, cada proyecto es único. Y cada uno permite una perspectiva diferente sobre la
dinámica política rápidamente cambiante de la agencia cultural y el poder espacial que
continúa desarrollándose en todo el mundo.
Los estudios de caso presentados aquí son: El Centro Cultural Tjibaou en el

Territorio Francés de Ultramar de Nueva Caledonia para el pueblo Kanak por el Taller de
Construcción Renzo Piano; el Centro Cultural UluruKata Tjuta en Uluru (Ayers Rock) en
Australia Central para el pueblo aborigen Anangu por Gregory Burgess, con sede en
Melbourne; el Museo de Lucha en New Brighton, Port Elizabeth, Sudáfrica para los
ciudadanos de Sudáfrica por los arquitectos sudafricanos Noero y Wolff; y el nuevo edificio
de la sede del Southern Poverty Law Center en Montgomery, Alabama, por Erdy McHenry
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Architecture de Filadelfia.
El proyecto del Centro Cultural Tjibaou plantea la cuestión de cómo un

arquitecto representa una cultura oprimida y andrajosa principalmente para sí mismo, así
como para los extraños. ¿Cómo se crea un contexto para la revitalización de la cultura?
dignidad cultural? ¿Qué se representa exactamente en el edificio, quién elige qué aspectos
de la cultura están integrados y qué papel puede desempeñar la arquitectura en la
reactivación de una cultura? Su papel, como el único de los Grands Projets de Mitterrand
fuera de Francia, requiere un análisis detallado de la idea de agencia, así como de motivación, en
1.5 la instigación de tales proyectos. Finalmente, la forma sorprendente del Centro Cultural
Ubicaciones de los Tjibaou, los materiales importados altamente elaborados y el sistema estructural
proyectos en los
avanzado cuestionan la idoneidad de ciertos medios de producción disponibles a nivel
siguientes capítulos
mundial, al mismo tiempo que representan aspiraciones cuestionadas a la sofisticación
cultural global. Al igual que el despliegue de la tecnología de telefonía celular en la India,
esta estrategia tecnológica salta sobre las tecnologías de construcción importadas
disponibles localmente, pero comparativamente rudimentarias.
El Centro Cultural UluruKata Tjuta hace que los aborígenes de Uluru sean
visibles como nunca antes. El proyecto conduce a una discusión sobre cómo una cultura
con una práctica de construcción extremadamente limitada se manifiesta a través de la
arquitectura y cómo un edificio explícitamente para una cultura en particular, pero sin
representarla, puede tener una relevancia directa para ella. En tal caso, ¿cómo entender
las estrategias de tecnología y construcción, materiales y forma? Estas cuestiones están
íntimamente ligadas a las cuestiones del turismo en este caso, así como a las cuestiones
que surgen de un gran desequilibrio histórico de poder físico, político y cultural. Además,
se destaca la reivindicación y el ejercicio de la agencia cultural, en todos los aspectos
de tal proyecto.
Este proyecto también plantea la cuestión de cómo un arquitecto de fuera de la cultura
puede servir como traductor en un contexto cultural. Y finalmente la cuestión de qué se
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revela y qué se oculta de una cultura a través de la arquitectura se plasma explícitamente

en este proyecto.
El Museo de la Lucha, aunque no es un centro cultural activo, está construido
en memoria del último conflicto cultural crudo y sin resolver en la trágica historia de
Sudáfrica: el apartheid y la resistencia sostenida contra él. El proyecto plantea en los
términos más abiertos las cuestiones del poder y cómo se representa en la arquitectura
a través de los materiales y las referencias estilísticas del edificio y su tecnología de
construcción. Aquí se plantea la relación entre el espacio construido y el programa
cultural y curatorial del edificio.
41
como una cuestión política explícita. Aquí también, la noción de una sola interpretación de
la cultura y la política retratadas a través de un edificio se cuestionan explícitamente
ción Finalmente, debido a que el Museo se trata de un proceso cultural en curso del propio
lugar de los arquitectos, el proyecto plantea los problemas de cómo los arquitectos se
convierten en ciudadanos activistas en este tipo de entorno y proyecto politizados.
La inclusión del Southern Poverty Law Center amplía la discusión al presentar
una variedad de temas planteados por instituciones privadas no gubernamentales que
trabajan por el cambio legal, cultural y político. Si bien esta es una situación muy diferente a
la de una institución cultural sancionada, estas organizaciones a menudo ocupan los
márgenes del poder y operan en una atmósfera hostil.
¿Cómo pueden tales instituciones dar a conocer su presencia en el espacio físico? Al igual
que el Museo de la Lucha, el proyecto del SPLC plantea problemas de representación del
poder, pero aquí el contexto es de confrontación constante. La cuestión de la autoridad que
tiene el estilo arquitectónico también se plantea aquí con el modernismo y el neoclasicismo
cara a cara. Además, con este proyecto se destaca el posible poder y la naturaleza simbólica
del sitio, y la relación entre el contexto más amplio y el edificio. Finalmente, el controvertido
SPLC plantea el tema, demasiado actual, de brindar, a través de la arquitectura, seguridad
para un edificio y sus habitantes, al mismo tiempo que se proyecta una imagen cívica.
Dado que estas son historias en curso con resultados desconocidos y con
múltiples puntos de vista que es poco probable que se reconcilien en un futuro cercano, sería
imprudente e injustificado reclamar algún tipo de conjunto singular de ideas de estas
investigaciones. Sin embargo, en conjunto, los proyectos revelan un mundo donde la
capacidad imaginativa de la arquitectura es fundamental y se revitaliza con nuevas
inspiraciones y desafíos. También proporciona a los arquitectos una nueva perspectiva sobre
dónde pueden hacer, a través de su trabajo, una contribución significativa a la espacialización
del cambio político y cultural.
Finalmente, estos proyectos sugieren que para aquellos arquitectos dispuestos a ejercer su
agencia de manera proactiva, la arquitectura no es solo una esclava de quienes están en el
poder. De hecho, tiene el potencial de ser una práctica cultural vital y significativa que
contribuye a un cambio social positivo.
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No es coincidencia que una de las historias antiguas más perdurables sobre la

Y toda la tierra era de un mismo lenguaje y de unas mismas palabras. Y

que han pensado hacer. Vayamos, bajemos, y confundamos allí su lengua,

(Versión King James)

Poder, Espacio y Arquitectura

Dios, aparentemente celoso, vio como la humanidad comenzaba a construir

de perseguir lo que se puede imaginar, lo que se puede emprender. En el caso de la

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En la ciudadela, la nueva marca de la ciudad es obvia: un cambio de escala,

(Mumford 1961 citado en Vale 1992: 13)

Para muchos arquitectos, la discusión habitual sobre el espacio y el poder tiene

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Le Corbusier, escribiendo después de las grandes perturbaciones espaciales, los

¿Qué quiere decir exactamente Le Corbusier cuando habla de la “ocupación”

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La geografía es una disciplina explícitamente interesada en el espacio de todo

Armado con el kit de herramientas adecuado, es posible establecer marcos

ecológicos. La difusión de formas culturales, enfermedades, biota, ideas, hábitos

(Harvey 2001: 223)

Poder, Espacio y Arquitectura

Los intentos de lidiar con estos sistemas dinámicos de espacialidad,

Este análisis nos lleva de vuelta a los edificios. . . . En su preeminencia, los

Poder, Espacio y Arquitectura

relaciones . . Abarca, y al hacerlo reduce, todo el paradigma del espacio: el

Una vez más, el trabajo reciente en Geografía es de particular interés para

Los cartógrafos fabrican energía. Crean una panópti ca espacial. Es poder

(Harley 2001: solapa de la cubierta)

Al describir un mapa como una herramienta de poder, Harley provoca

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Las estrategias espaciales del poder

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La noción de centro también se aplica habitualmente a escala mundial para

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ineficaz en el mundo actual de comunicación instantánea a través de Internet y teléfonos

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Un aspecto curioso de la marginación es que una persona o grupo en el centro de

A pesar de su aparente desolación, el margen tiene el potencial de ser un lugar de

la pintura, en el cine. , en la música, en la literatura, en las artes modernas en

(Hall 1997: 34)

Poder, Espacio y Arquitectura

Los criterios para la segregación han variado ampliamente en la historia humana

Las mujeres de todo el mundo han sido rutinariamente segregadas de diferentes

Poder, Espacio y Arquitectura

permitidos en ciertos lugares: bares, discotecas y otros bastiones de la masculinidad. En otros

la separación de la cocina y la lavandería en los planos de las casas tradicionales en Europa y

América son excelentes ejemplos.

Entre todas las motivaciones para la segregación, la raza es el motivador más

la ciudad para reforzar la segregación espacial también a mayor escala.

Pero, ¿qué sucedió en las situaciones inevitables cuando negros y

los blancos no se podian separar?

A menudo, se requería que blancos y negros habitaran el mismo espacio físico. La

necesidad de convivir en una misma habitación, edificio o ciudad requería estrategias

de construcción del espacio, que al delinear jerarquías sociales y espaciales pudieran

Estos espacios reiteraron las relaciones de poder con el espacio y oscurecieron la

presencia de la población negra.

relegados al balcón), asientos en la parte trasera de los autobuses y comunidades separadas

confinadas dentro de límites determinados por la legislación de la ciudad. En Montgomery, Alabama,

a ingresar al autobús por la puerta trasera para tomar sus asientos.

La invisibilidad afecta a aquellos que se vuelven invisibles a través del racismo y su