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El poder de las bellas cosas

Las cosas en sí solo son y no más. Todas y cuantas hay en el mundo son solo eso: cosas.
Las cosas cambian y se trasfiguran al entrar en relación con los sujetos. Y son estos y no las
cosas en sí las que le dan valor y sentido.
En la vida de los seres vamos descubriendo ese valor y dándole sentido a las cosas en
nuestras vidas.
Y a pesar de que al vivir en sociedades podemos compartir semejante aprecio por las
cosas, lo cierto es que no es el mismo valor y sentido que las cosas tienen para cada uno.
En esencia, cada uno vemos las cosas de manera diferente, según la cultura, el país, la
ideología, la época, la edad, el género, la visión particular de cada uno.
Señalo lo anterior por que lo olvidamos y muy frecuentemente creemos que una cosa es
lo mismo para todos y nada más equivocado que eso.
Las cosas son lo que son para cada uno dependiendo de cada uno.
Un día te conocí a ti, y casi al instante me llego el presentimiento de que éramos:
semejantes. Esta palabra solía usarse como sustitución de prójimo. Sin embargo, lo cierto
es que podemos ser de cierta forma y aparentemente semejantes, pero ya entrados en la
convivencia, vamos descubriendo nuestras diferencias.
Desde luego que tu y yo no somos iguales y podemos hacer una lista amplia de nuestras
diferencias. Pero lo que lo que el presentimiento o intuición me decía en el momento que
te conocí, era que somos semejantes en aspectos fundamentales de ver la vida.
Este extraño fenómeno es el que nos hace estar, más cerca o lejos de las ideas de las
personas respecto a lo que piensan de las cosas.
Valorar, y darle sentido a las cosas de manera semejante nos ayuda a descubrir de quien
queremos estar cerca y de quien no.

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