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Licda.

Mirna Gamarro Meneses

Fromm: el psicoanálisis humanista

Perspectiva general del psicoanálisis humanista

Biografía de Erich Fromm

Supuestos básicos de Fromm

Las necesidades humanas

Fromm: el psicoanálisis humanista

¿Por qué existen las guerras? ¿Por qué no pueden llevarse bien los distintos países? ¿Por qué las
personas de esos países no pueden relacionarse, si no con respeto, al menos de manera aceptable?
¿Cómo se puede evitar la violencia que conduce a y perpetúa la masacre en el campo de batalla?

Mientras un niño se planteaba estas preguntas, su país se sumía en una guerra violenta. Esta guerra
que él vivió de cerca era la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra, la guerra que acabaría con todas
las guerras. Veía que los habitantes de su país, Alemania, odiaban a los habitantes de países
enemigos, sobre todo Francia e Inglaterra, y estaba seguro de que los habitantes de Francia e
Inglaterra odiaban a los de Alemania. La guerra no tenía sentido. ¿Por qué personas que en
condiciones normales eran razonables recurrían a esta destrucción absurda?

Estas preguntas no eran las únicas que preocupaban al muchacho. El niño de doce años quedó
profundamente impresionado y desorientado al conocer la noticia del suicidio de una hermosa y
joven artista que se quitó la vida inmediatamente después de la muerte de su padre. La joven, amiga
de la familia del niño, era hermosa y rebosaba talento, mientras que su padre era viejo y poco
atractivo; sin embargo, ella dejó una carta de despedida diciendo que quería ser enterrada junto a
él. El chico no era capaz de encontrarle sentido ni al deseo de la joven ni a sus actos. La hermosa
artista parecía tener muchas razones para vivir, pero prefirió morir antes que vivir sin su padre.
¿Cómo pudo tomar una decisión como esta? Una tercera experiencia decisiva en los primeros años
de vida del muchacho fue la enseñanza que recibió de sus maestros talmudistas. Se sintió
profundamente conmovido por el tono compasivo y redentor de los profetas del Antiguo
Testamento, Isaías, Óseas y Amós. Aunque más adelante dejaría de practicar la religión, estas
primeras experiencias, unidas a su aversión por la guerra y su perplejidad ante el suicidio de la joven
artista, contribuyeron de manera decisiva a la teoría humanista de Erich Fromm.

Perspectiva general del psicoanálisis humanista

La idea fundamental de Erich Fromm es que los individuos del mundo moderno han sido privados
de su unión prehistórica con la naturaleza y con los demás humanos, pero mantienen su capacidad
de razonar, hacer previsiones e imaginar. Esta combinación de ausencia de instintos animales y
pensamiento racional convierte a los humanos en seres únicos en el universo. La autoconciencia
provoca sentimientos de soledad, aislamiento e indefensión y, para huir de estos sentimientos, las

Feist, J., Feist, G. y Roberts, T. (2014). Teorías de la personalidad. 8ª edición, Mc Graw Hill.145
Licda. Mirna Gamarro Meneses

personas intentan reconciliarse con la naturaleza y con los demás seres humanos. Fromm estudió
el psicoanálisis freudiano y estuvo influido por Karl Marx, Karen Horney y otros teóricos de
orientación social. Desarrolló una teoría de la personalidad que destaca la influencia de los factores
sociobiológicos , la historia, la economía y la estructura de clases . Su psicoanálisis humanista parte
de la idea de que la separación de la humanidad del mundo natural ha provocado sentimientos de
soledad y aislamiento, la llamada ansiedad básica. Fromm fue algo más que un teórico de la
personalidad: fue crítico social, psicoterapeuta, filósofo, especialista en textos bíblicos, antropólogo
cultural y psicobiógrafo. Su psicoanálisis humanista estudia la humanidad desde una perspectiva
histórica y cultural más que estrictamente psicológica ya que le interesa menos el individuo y más
las características propias de cada cultura. Fromm adoptó una visión evolucionista de la humanidad.
Cuando la especie humana evolucionó hasta llegar a ser una especie independiente, perdió la
mayoría de sus instintos animales, pero adquirió “un mayor desarrollo cerebral que hizo posible la
autoconciencia, la imaginación, la previsión y la capacidad para dudar”. Esta combinación de
instintos débiles con un cerebro muy desarrollado distingue a los humanos del resto de los animales.
Un hecho más reciente en la historia de la humanidad ha sido la aparición del capitalismo, que, por
una parte, ha contribuido al aumento del tiempo libre y la libertad personal, pero, por otra, ha
generado sentimientos de ansiedad, aislamiento e impotencia.

El coste de la libertad, según Fromm, ha superado sus beneficios y el aislamiento causado por el
capitalismo ha sido insoportable, dejando solo dos alternativas a los individuos:

(1) huir de la libertad creando relaciones de dependencia interpersonales, o

(2) avanzar hacia la autoconciencia mediante el afecto y el trabajo productivos.

Biografía de Erich Fromm

Como sucede con todos los teóricos de la personalidad, la visión de la naturaleza humana de Erich
Fromm está determinada por sus experiencias de la infancia. En el caso de Fromm, una familia judía,
el suicidio de una mujer joven y el nacionalismo extremista del pueblo alemán influyeron
notablemente en su concepto de la humanidad. Fromm nació el 23 de marzo de 1900 en Frankfurt,
Alemania, y fue el único hijo de un matrimonio judío ortodoxo de clase media. Su padre Naphtali
Fromm era hijo y nieto de rabinos. Su madre Rosa Krause Fromm era sobrina de Ludwig Krause, un
conocido especialista en enseñanzas talmudistas. De niño, Erich estudió el Antiguo Testamento con
varios especialistas destacados, hombres que se consideraban “humanistas con una tolerancia
extraordinaria”. Los orígenes de la psicología humanista de Fromm se pueden encontrar en la
lectura de estos profetas, “con su visión de la paz y la armonía universales, y sus enseñanzas sobre
los aspectos éticos de la historia y la actuación de las naciones”.

La primera infancia de Fromm no fue perfecta. Recordaba que tenía “unos padres muy neuróticos”
y que él era “probablemente un niño neurótico más bien insoportable”. Su padre tenía mal carácter
y su madre tendencias depresivas. Además, creció en dos mundos muy distintos, por un lado, el
mundo judío ortodoxo tradicional y, por otro, el mundo capitalista moderno. Esta existencia dividida
generaba tensiones que le resultaban casi insoportables, pero enseñó al muchacho a considerar los
hechos desde varios puntos de vista, tendencia que mantendría durante toda su vida.

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Al principio de este capítulo mencionamos el inquietante y desconcertante suicidio de una hermosa


joven con dotes artísticas que se quitó la vida para poder ser enterrada junto a su padre, recién
fallecido. ¿Cómo era posible que esta mujer joven prefiriera la muerte y no fuera “consciente de los
placeres que le ofrecían la vida y la pintura”? Esta pregunta persiguió a Fromm durante los diez años
siguientes y finalmente despertó su interés por Sigmund Freud y el psicoanálisis. Conforme iba
leyendo los escritos de Freud, empezó a conocer el complejo de Edipo y a entender los posibles
motivos de la joven. Más adelante, Fromm interpretaría la dependencia irracional respecto de su
padre como una relación simbiótica improductiva, pero en aquellos primeros años se contentó con
la explicación freudiana. Fromm tenía 14 años cuando empezó la Primera Guerra Mundial,
demasiado joven para combatir, pero no tan joven como para no quedar impresionado por la
irracionalidad del nacionalismo alemán que conoció de cerca. Estaba seguro de que los ingleses y
los franceses eran igual de irracionales, y de nuevo lo asaltaba una perturbadora pregunta: ¿cómo
era posible que individuos que normalmente se comportaban de forma racional y pacífica se dejaran
llevar de esa manera por ideologías nacionalistas y estuvieran tan decididos a matar, tan dispuestos
a morir? “Cuando la guerra acabó en 1918, yo era un joven obsesionado con la pregunta de cómo
era posible la guerra, con la voluntad de comprender la irracionalidad del comportamiento de las
masas, y con un deseo apasionado de paz y entendimiento entre los distintos países”.

Durante la adolescencia, Fromm quedó profundamente conmovido por los escritos de Freud y Karl
Marx, pero también le interesaron las diferencias entre ambos. Conforme los fue conociendo mejor,
empezó a cuestionarse la validez de ambos. “Mi interés principal estaba claro. Quería comprender
las leyes que gobiernan la vida del individuo y la sociedad”.

Después de la guerra, Fromm se hizo socialista, aunque en aquel momento se negó a afiliarse al
partido y se concentró en sus estudios sobre psicología, filosofía y sociología en la Universidad de
Heidelberg, donde se doctoró en sociología a los 22 o 25 años de edad [Fromm era una persona tan
reservada que sus biógrafos no se ponen de acuerdo en varios datos sobre su vida.

Al dudar de que sus estudios pudieran responder a inquietantes preguntas como el suicidio de la
joven o la locura de la guerra, Fromm recurrió al psicoanálisis, que prometía darles las respuestas a
sus preguntas sobre los motivos humanos que no le daban otras disciplinas. De 1925 a 1930 lo
estudió, primero en Munich, luego en Frankfurt y, por último, en el Instituto de Psicoanálisis de
Berlín, donde fue analizado por Hanns Sachs, alumno de Freud. Aunque Fromm nunca conoció a
Freud, la mayoría de sus profesores durante aquellos años eran seguidores estrictos de la teoría
freudiana. En 1926, el mismo año en el que abandonó el judaísmo ortodoxo, Fromm se casó con
Frieda Reichmann, su analista, que era más de diez años mayor que él; más adelante ella adquiriría
fama internacional por su trabajo con pacientes esquizofrénicos. G. P. Knapp afirmó que Reichmann
fue claramente una fi gura materna para Fromm y que incluso se parecía a su madre. Gail Hornstein
añadió que Fromm parecía haber pasado de ser el niño mimado de su madre a tener relaciones con
una serie de mujeres mayores que lo adoraban. En todo caso, el matrimonio de Fromm y Fromm-
Reichmann no fue feliz. Se separaron en 1930 pero no se divorciarían hasta mucho más tarde,
después de queambos emigraran a Estados Unidos.

En 1930, Fromm y otros fundaron el Instituto de Psicoanálisis del Sur de Alemania en Frankfurt, pero
con la amenaza cada vez más acuciante del nazismo, pronto se trasladaría a Suiza, donde se
incorporó al recién creado Instituto Internacional de Investigación Social en Ginebra. En 1933,

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aceptó una invitación para dar una serie de conferencias en el Chicago Psychoanalytic Institute. Al
año siguiente emigró a Estados Unidos y abrió una consulta privada en la ciudad de Nueva York.

Tanto en Chicago como en Nueva York, Fromm reanudó su relación con Karen Horney, a quien había
conocido casualmente en el Instituto de Psicoanálisis de Berlín. Horney, 15 años mayor que Fromm,
se convirtió en una importante figura materna y mentora de Fromm, quien se hizo miembro de la
recién formada Association for the Advancement of Psychoanalysis (APP) de Horney en 1941.

Aunque él y Horney habían sido amantes, hacia 1943, los desacuerdos dentro de la asociación los
convirtieron en rivales. Cuando los estudiantes pidieron que Fromm, que no era doctor en medicina,
diera un curso de psicología clínica, la organización se dividió en opiniones respecto a su formación.

Con Horney en su contra, Fromm, junto a Harry Stack Sullivan, Clara Thompson y otros muchos
miembros, abandonaron la asociación e inmediatamente se pusieron de acuerdo para crear una
organización alternativa. En 1946, se fundó el William Alanson White Institute of Psychiatry,
Psychoanalysis and Psychology, donde Fromm ocupó el cargo de presidente del consejo docente.

En 1944, Fromm contrajo matrimonio con Henny Gurland, una mujer dos años más joven que
Fromm y cuyo interés por la religión y el pensamiento místico favoreció las inclinaciones de Fromm
hacia el budismo zen. En 1951, la pareja se trasladó a México en busca de un clima más benigno
para Gurland, que sufría de artritis reumática. Fromm se incorporó a la Universidad Nacional
Autónoma de México, donde creó un departamento de psicoanálisis en la Facultad de Medicina.
Tras la muerte de su esposa en 1952, siguió viviendo en este país y viajaba entre su casa de
Cuernavaca y Estados Unidos, donde ocupó varios cargos académicos, entre ellos catedrático de
psicología en la Michigan State University, entre 1957 y 1961, y catedrático adjunto en la New York
University, entre 1962 y 1970. En México conoció a Annis Freeman, con quien contrajo matrimonio
en 1953. En 1968, Fromm sufrió un grave ataque al corazón que loobligó a disminuir el nivel de
actividad de su nutrida agenda. En 1974, aún enfermo, él y su esposa se trasladaron a Muralto, en
Suiza, donde moriría el 18 de marzo de 1980, pocos días después de cumplir 80 años.

¿Qué tipo de persona fue Erich Fromm? Al parecer, no todos los que lo conocieron coincidían en
este punto. Hornstein enumeró una serie de rasgos opuestos usados para describir su personalidad.
Según esta versión, Fromm era autoritario, dulce, pedante, arrogante, devoto, déspota, tímido,
sincero, hipócrita y brillante. Fromm inició su actividad profesional como psicoterapeuta usando la
técnica psicoanalítica ortodoxa, pero después de diez años “se cansó” del enfoque freudiano y creó
sus propios métodos más activos y polémicos. Con el tiempo, sus ideas sobre cultura, sociedad,
economía y psicología han llegado a un público muy amplio. Entre sus libros más conocidos están El
miedo a la libertad, El hombre para sí mismo, Psicoanálisis y religión, La sociedad sana, El arte de
amar, El concepto del hombre de Marx, El corazón del hombre, La anatomía de la destructividad
humana, Tener o ser y El amor a la vida.

La teoría de la personalidad de Fromm se nutre de fuentes inagotables y es quizás la teoría con una
base más amplia de todas las estudiadas en este libro. Landis y Tauber citaron cinco influencias
importantes en el pensamiento de Fromm:

(1) las enseñanzas de los rabinos humanistas;

(2) el espíritu revolucionario de Karl Marx;

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(3) las ideas, también revolucionarias, de Sigmund Freud;

(4) la racionalidad del budismo zen según lo defendió D. T. Suzuki, y

(5) los escritos de Johann Jakob Bachofen sobre las sociedades matriarcales.

Supuestos básicos de Fromm

El supuesto fundamental de Fromm es que la personalidad individual solo se puede entender bajo
la luz de la historia de la humanidad. “Antes de debatir sobre la personalidad, se debe debatir sobre
la condición humana, [y] la psicología debe estar basada en un concepto antropológico-filosófico de
la existencia humana”.

Fromm afirmaba que los humanos, a diferencia de otros animales, han sido privados de su unión
prehistórica con la naturaleza. No tienen instintos fuertes para adaptarse a un mundo cambiante; a
cambio, han adquirido la capacidad de razonar, lo que Fromm denominó el dilema humano. Las
personas sufren este dilema básico porque han sido separadas de la naturaleza, pero tienen
conciencia de sí mismas como seres aislados. La capacidad humana para razonar, por tanto, es, al
mismo tiempo, una suerte y una desgracia ya que, por una parte, permite a las personas sobrevivir,
pero, por otra, las obliga a intentar resolver dicotomías básicas que no tienen solución. Fromm se
refirió a ellas con el término “dicotomías existenciales” porque están enraizadas en la existencia
misma de las personas. Los humanos no pueden eliminar estas dicotomías existenciales, solo
pueden reaccionar a ellas según su cultura y sus personalidades.

La primera y más importante dicotomía es la que existe entre la vida y la muerte. La autoconciencia
y la razón nos dicen que algún día moriremos, pero nosotros intentamos negarlo presuponiendo
que hay vida después de la muerte, lo que no altera el hecho de que nuestras vidas acaben en la
muerte.

Una segunda dicotomía existencial es que los humanos somos capaces de conceptualizar el objetivo
de la autorrealización, pero también somos conscientes de que la vida es demasiado corta como
para alcanzar ese objetivo. “Solo si la vida del individuo fuera idéntica a la vida de la humanidad,
aquel podría participar en el desarrollo humano que tiene lugar en el proceso histórico”. Algunas
personas intentan resolver esta dicotomía suponiendo que el periodo histórico en el que viven es el
mayor logro de la humanidad, mientras que otros suponen que el desarrollo se prolonga después
de la muerte.

La tercera dicotomía existencial es que, en última instancia, las personas están solas; sin embargo,
no pueden soportar el aislamiento. Son conscientes de su condición como individuos
independientes, pero al mismo tiempo creen que su felicidad depende de la unión con otros seres
humanos.

Aunque las personas no pueden resolver totalmente el dilema entre la soledad y la compañía, deben
intentarlo, pues de lo contrario corren el riesgo de caer en la locura.

Las necesidades humanas

Como los animales, los humanos estamos impulsados por necesidades fisiológicas como el hambre,
el sexo y la seguridad, pero nunca podremos resolver el dilema humano mediante la satisfacción de

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estas necesidades animales. Solo las necesidades específicamente humanas pueden impulsar a las
personas a volver al mundo natural. Estas necesidades existenciales han surgido en el curso de la
evolución de la cultura humana y nacen de sus intentos de encontrar una respuesta a la vida y evitar
la locura. En efecto, Fromm afirmaba que una diferencia fundamental entre los individuos
mentalmente sanos y los enfermos mentales reside en que las personas sanas encuentran
respuestas para su vida, respuestas que corresponden mejor a la totalidad de sus necesidades
humanas. En otras palabras, los individuos sanos tienen más capacidad para encontrar modos de
unirse con el mundo resolviendo de manera productiva las necesidades humanas de relación,
trascendencia, arraigo, sentido de identidad y marco de orientación.

Relación

La primera necesidad humana o existencial es la de relación, es decir, el impulso de unión con otra
persona u otras personas. Fromm postuló tres maneras fundamentales en las que una persona
puede relacionarse con el mundo:

(1) sumisión,

(2) poder y

(3) amor.

Una persona se puede someter a otra, a un grupo o a una institución, para unirse con el mundo: “De
este modo supera su condición individual para formar parte de algo mayor y experimentar su
identidad en relación con el poder al cual se ha sometido”.

Mientras las personas sumisas buscan relaciones con personas dominantes, las personas que buscan
el poder prefieren parejas sumisas, por lo que cuando una persona sumisa y una persona dominante
se encuentran, suelen iniciar una relación simbiótica, que resulta satisfactoria para ambas.

Aunque esta simbiosis puede ser gratificante, bloquea las posibilidades de avanzar hacia la
integridad y la salud mental, los dos miembros de la pareja “viven del otro y para el otro,
satisfaciendo sus ansias de afecto, pero sufriendo la falta de fuerza interior y confianza en sí mismos
que necesitan libertad e independencia”.

Las personas que mantienen relaciones simbióticas se sienten atraídas mutuamente no por amor,
sino por una necesidad desesperada de un vínculo, una necesidad que nunca puede ser satisfecha
totalmente por una relación de este tipo. Bajo esta unión subyacen sentimientos inconscientes de
hostilidad, ya que las personas con relaciones simbióticas culpan a sus parejas por no ser capaces
de satisfacer completamente sus necesidades. Se dan cuenta de que necesitan otros focos de poder
o sumisión y, como consecuencia de ello, se hacen cada vez más dependientes de sus parejas y
pierden cada vez más su individualidad.

Fromm afirmaba que el amor es el único camino que permite a las personas llegar a unirse con el
mundo y, al mismo tiempo, conseguir la individualidad y la integridad.

Según él, el amor es “una unión con alguien o algo, fuera de uno mismo, bajo la condición de
conservar la autonomía e integridad propias”. El amor implica compartir e intercambiar ideas con
otra persona, pero deja libertad para conservar nuestra identidad y autonomía, permite a la persona

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satisfacer su necesidad de vínculos sin renunciar a su integridad e independencia. En el amor, dos


personas se hacen una, pero siguen siendo dos.

En El arte de amar, Fromm estableció que los cuatro elementos básicos comunes a todas las formas
de amor verdadero son el cariño, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento mutuo. Alguien
que ama a otra persona debe sentir afecto por ella y estar dispuesto a cuidarla. El amor significa
también responsabilidad, es decir, disposición y capacidad para responder. Una persona que ama a
los demás responde a sus necesidades físicas y psicológicas, las respeta y acepta como son y evita
la tentación de intentar cambiarlas. Pero las personas solo pueden respetar a los demás cuando los
conocen. Conocer a los demás significa valorarlos desde su propio punto de vista. Por tanto, el
cariño, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento mutuo están entrelazados en toda relación
amorosa.

Trascendencia

Como otros animales, los humanos llegan al mundo sin su consentimiento o voluntad y
posteriormente desaparecen de él, también sin su consentimiento o voluntad. Pero, a diferencia de
otros animales, los seres humanos están impulsados por la necesidad de trascendencia, que se
define como el anhelo de superar una existencia pasiva y accidental y entrar en “el reino de la
determinación y la libertad”. Del mismo modo que la sociabilidad se puede buscar con métodos
productivos o improductivos, la trascendencia se puede perseguir con un enfoque positivo o
negativo; las personas pueden trascender su naturaleza pasiva creando vida o destruyéndola.
Aunque otros animales pueden crear vida mediante la reproducción, solo los humanos son
conscientes de su capacidad para crear. Asimismo, los humanos tienen otras formas de ser creativos
ya que pueden crear obras de arte, religiones, ideas, leyes, objetos materiales y amor.

Crear significa estar activo y cuidar de lo que creamos, pero también podemos trascender a la vida
destruyéndola e imponiéndonos, por consiguiente, a nuestras víctimas. En La anatomía de la
destructividad humana, Fromm sostenía que los humanos son la única especie que usa la
agresividad maligna, es decir, que mata por motivos distintos de la supervivencia. Aunque la
agresividad maligna es una pasión dominante y potente en algunos individuos y culturas, no es
común en todos los humanos. Al parecer, muchas sociedades prehistóricas y algunas sociedades
contemporáneas “primitivas” no la conocen.

Arraigo

Una tercera necesidad existencial es el arraigo, es decir, el deseo de echar raíces o sentir que el
mundo es como un hogar para nosotros. Cuando los humanos evolucionaron como especie
independiente, perdieron su hogar en el mundo natural y, al mismo tiempo, su capacidad para
pensar les permitió darse cuenta de que estaban sin hogar, sin raíces. Los sentimientos de
aislamiento e indefensión derivados de ello se hicieron insoportables.

El arraigo también se puede encontrar mediante estrategias productivas o improductivas. Con la


estrategia productiva, las personas salen de la órbita de su madre, se relacionan con el mundo de
manera activa y creativa y llegan a ser un todo con él, es decir, llegan a alcanzar el equilibrio. Este
nuevo vínculo con el mundo natural les da seguridad y restablece el sentido de pertenencia y
arraigo. No obstante, las personas también pueden buscar arraigo mediante la estrategia
improductiva de la fijación, una resistencia tenaz a superar la seguridad protectora que nos ofrece

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la madre. Las personas que buscan el arraigo mediante la fijación tienen “miedo a dar el paso
siguiente al nacimiento, de separarse del pecho de la madre [...], tienen unas ansias profundas de
ser mimados, cuidados, protegidos por una fi gura materna; son personas extremadamente
dependientes, que se muestran asustadas e inseguras cuando la protección materna desaparece”.

El arraigo también se encuentra en la evolución de la especie humana. Fromm coincidía con Freud
en que los deseos incestuosos son universales, pero no estaba de acuerdo con la idea de Freud de
que dichos deseos son fundamentalmente sexuales. Según Fromm, los deseos incestuosos están
basados en “las ansias profundamente arraigadas de permanecer en, o de volver a, ese vientre
envolvente, al pecho nutriente”. Fromm se dejó influir por las ideas de Johann Jakob Bachofen sobre
las sociedades matriarcales primitivas. A diferencia de Freud, que afirmaba que las sociedades
primitivas eran patriarcales, Bachofen sostenía que la madre era la fi gura central en estos primeros
grupos sociales, era ella quien proveía las raíces para sus hijos y los impulsaba a desarrollar su
individualidad y a pensar, o a caer en la fijación y ser incapaces de crecer psicológicamente.

La clara preferencia de Fromm por la descripción de la situación edípica de Bachofen, centrada en


la madre, por encima de la noción de Freud, centrada en el padre, es coherente con su preferencia
por las mujeres mayores. La primera mujer de Fromm, Frieda Fromm-Reichmann era diez años
mayor que Fromm y la que fuera su amante durante muchos años, Karen Horney, era quince años
mayor que él. El concepto del complejo de Edipo de Fromm como deseo de volver al vientre o al
pecho de la madre o a una persona que ejerza la función de madre se debería considerar a la luz de
su atracción por las mujeres mayores que él.

Sentido de identidad

La cuarta necesidad humana es el sentido de identidad, es decir, la capacidad de ser consciente de


uno mismo como entidad independiente. Como hemos sido separados de la naturaleza,
necesitamos crear un concepto de nosotros mismos para poder decir, “yo soy yo” o “yo soy
responsable de mis actos”. Fromm afirmaba que los hombres primitivos se identificaban más con
su clan y no se consideraban individuos con una existencia independiente de su grupo. Incluso en la
época medieval, los individuos se identificaban en gran medida por su papel social en la jerarquía
feudal. Fromm coincidía con Marx en que el capitalismo dio a las personas más libertad económica
y política. Sin embargo, esta libertad sirvió solo a una minoría de personas para adquirir un
verdadero sentido del “yo”. La identidad de la mayoría de las personas sigue radicando en su apego
a los demás o a instituciones como la nación, la religión, el trabajo o el grupo social:

En lugar de la identidad pre individualista del clan, se desarrolla una nueva identidad de
rebaño en la cual la identidad se apoya en un sentido incuestionable de pertenencia a la
masa. Que esta uniformidad y este conformismo a menudo no se reconozcan como tales, y
estén enmascaradas por la ilusión de individualidad, no altera los hechos.

Sin un sentido de identidad, las personas no son capaces de mantener la salud mental y esta
amenaza supone una potente motivación para hacer prácticamente cualquier cosa por adquirirlo.
Los neuróticos intentan vincularse a personas fuertes o a instituciones sociales o políticas; las
personas sanas, en cambio, tienen menos necesidad de acomodarse a un rebaño y de renunciar a
su sentido de sí mismas. No tienen que renunciar a su libertad e individualidad para encajar en la
sociedad porque poseen un verdadero sentido de identidad.

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Marco de orientación

La última de las necesidades humanas es el marco de orientación. Al estar separados de la


naturaleza, los humanos necesitamos un mapa para encontrar nuestro camino en el mundo ya que,
sin él, estaríamos “confundidos y seríamos incapaces de actuar de manera resuelta y coherente”.
Este marco de orientación nos permite organizar los diversos estímulos que inciden sobre nosotros.
Los individuos que poseen un marco de orientación sólido pueden dar sentido a estos eventos y
fenómenos, pero quienes carecen de él se esforzarán, pese a todo, por encajar estos hechos en
algún tipo de marco de referencia a fi n de encontrarles sentido. Por ejemplo, un estadounidense
con un marco de orientación poco firme y pocos conocimientos de historia podría intentar
explicarse lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 culpando de ello a personas “diabólicas” o
“malignas”. Cada persona tiene una filosofía, una manera coherente de considerar la vida. Muchas
personas dan por sentado este marco de referencia, de modo que todo aquello que no concuerde
con su opinión se considera “absurdo” o “irrazonable” y todo lo que sea coherente con ella se
considera sencillamente “sentido común”. Las personas harán prácticamente cualquier cosa por
conseguir y conservar este marco de orientación, incluso hasta el extremo de seguir filosofías
irracionales o extrañas como las que apoyan los políticos y líderes religiosos fanáticos.

Un mapa sin un objetivo o destino no tiene ningún valor. Las personas tienen capacidad mental para
imaginar muchos caminos alternativos a seguir, sin embargo, necesitan un objetivo final u “objeto
de devoción” para no caer en la locura. Según Fromm, este objetivo u objeto de devoción enfoca
nuestra energía en una sola dirección, nos permite trascender nuestra existencia aislada y da
significado a nuestras vidas.

Resumen de las necesidades humanas

Además de las necesidades fisiológicas o animales, las personas están motivadas por cinco
necesidades humanas distintivas: relación, trascendencia, arraigo, sentido de la identidad y marco
de orientación. Estas necesidades han evolucionado desde que existe el hombre como especie
separada y están orientadas a impulsar a las personas a unirse con el mundo natural. Fromm
afirmaba que la no satisfacción de cualquiera de estas necesidades resulta insoportable y provoca
el desequilibrio psicológico. Por tanto, las personas sienten una fuerte necesidad de satisfacerlas,
ya sea de manera positiva o negativa. En la tabla 7.1 se muestra que la necesidad de relación se
puede satisfacer mediante la sumisión, la dominación o el amor, pero solo el amor permite una
verdadera realización; la necesidad de trascendencia se puede satisfacer con la destructividad o la
creatividad, pero solo la última permite la alegría; el arraigo se puede satisfacer mediante la fijación
a la madre o mediante la unión con el mundo; el sentido de la identidad se puede basar en la
adaptación al grupo o se puede satisfacer mediante el avance creativo hacia la individualidad; el
marco de orientación puede ser irracional o racional, pero solo una filosofía racional puede servir
como base para el crecimiento de la personalidad hasta alcanzar la plenitud.

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El peso de la libertad

El planteamiento fundamental de los escritos de Fromm es que los humanos han sido separados de
la naturaleza, pero siguen formando parte del mundo natural y están sujetos a las mismas
restricciones físicas que otros animales. Al ser el único con capacidad de autoconciencia,
imaginación y razón, los humanos son “los especímenes del universo”. La razón es al mismo tiempo
una suerte y una desgracia. Provoca sentimientos de aislamiento y soledad, pero también permite
a las personas unirse con el mundo.

Históricamente, a medida que los hombres conseguían cada vez más libertad económica y política,
empezaron a sentirse cada vez más aislados. Por ejemplo, durante la Edad Media las personas tenían
relativamente poca libertad personal ya que estaban anclados a roles que les marcaba la sociedad
y que les proporcionaban seguridad y estabilidad. Más adelante, conforme fueron adquiriendo más
libertad para desplazarse geográfica y socialmente, constataron que estaban libres de la seguridad
de una posición fi ja en el mundo.

Ya no estaban ligados a una zona geográfica, a un orden social, o un trabajo. Ello provocó que se
separaran de sus raíces y se aislaran de los demás. En lo individual se produce una experiencia
similar. A medida que los niños se van haciendo independientes de sus madres, tienen más libertad
para expresar su individualidad, para moverse por sí solos, para escoger a sus amigos, su ropa, etc.
Al mismo tiempo, empiezan a conocer el peso de la libertad, es decir, quedan libres de la seguridad
de ser uno con la madre. Tanto en lo social como en lo individual, este peso genera la ansiedad
básica, la sensación de estar solos en el mundo.

Mecanismos de huida

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Dado que la ansiedad básica produce un aterrador sentido de aislamiento y soledad, las personas
intentan escapar de la libertad mediante diversos mecanismos de huida. En su libro El miedo a la
libertad, Fromm identificó tres mecanismos de huida básicos: el autoritarismo, la destructividad y
el conformismo. A diferencia de las tendencias neuróticas de Horney (véase el capítulo 6), los
mecanismos de huida de Fromm son las fuerzas impulsoras en las personas normales, tanto en lo
individual como en lo colectivo.

Autoritarismo

Fromm (1941) definió el autoritarismo como la “tendencia a renunciar a la independencia del sí


mismo y fusionarlo con alguien o algo que se encuentra fuera de él, a fin de adquirir la fuerza de la
que carece el individuo”. Esta necesidad de unirse con una pareja fuerte puede adoptar dos formas:
masoquismo o sadismo. El masoquismo surge de sentimientos de impotencia, debilidad e
inferioridad y está orientado a unir el sí mismo con una persona o institución más fuertes.

Las tendencias masoquistas suelen disfrazarse de amor o lealtad, pero, a diferencia de estos
sentimientos, no pueden contribuir nunca de manera positiva a la independencia de la persona.

Comparado con el masoquismo, el sadismo es más neurótico y socialmente más dañino, pero, al
igual que el masoquismo, está orientado a reducir la ansiedad básica mediante la unidad con otra
persona u otras personas. Fromm identificó tres tipos de tendencias sádicas, todas ellas más o
menos agrupadas entre sí. La primera es la necesidad de hacer a los demás dependientes de uno
mismo y tener poder sobre los débiles. La segunda es la inclinación a explotar a los demás, a fi n de
aprovecharse de ellos y usarlos para conseguir el beneficio o placer propio. Una tercera tendencia
sádica es el deseo de ver sufrir física o psicológicamente a los demás.

Destructividad

Como el autoritarismo, la destructividad tiene su origen en los sentimientos de soledad, aislamiento


e impotencia. A diferencia del sadismo y el masoquismo, en cambio, la destructividad no depende
de una relación continua con otra persona; más bien, busca eliminar a otras personas. Tanto los
individuos como los países pueden usar la destructividad como mecanismo de huida. Mediante la
destrucción de personas y objetos, una persona o nación intenta recuperar los sentimientos de
poder perdidos. Sin embargo, al efectuar esta destrucción, los individuos destructivos eliminan
partes del mundo exterior y, por tanto, desembocan en una situación de aislamiento pervertido.

Conformismo

Una tercera forma de huida es el conformismo. Las personas que se conforman intentan huir del
sentido de la soledad y el aislamiento al renunciar a su individualidad y convertirse en lo que otras
personas desean que sean. Por tanto, se convierten en robots que reaccionan de manera previsible
y mecánica a los caprichos de los demás. Pocas veces expresan su opinión, se aferran a modelos de
conducta esperados y a menudo muestran una actitud inflexible y automatizada.

Las personas del mundo actual están libres de muchas cadenas externas y pueden actuar según su
voluntad, pero, al mismo tiempo, no saben lo que quieren, piensan o sienten. Se amoldan como
autómatas a lo que les dicta una autoridad anónima y adoptan un sí mismo que no es genuino;

Feist, J., Feist, G. y Roberts, T. (2014). Teorías de la personalidad. 8ª edición, Mc Graw Hill.145
Licda. Mirna Gamarro Meneses

cuanto más se amoldan, más impotentes se sienten; cuanto más impotentes se sienten, más
necesitan amoldarse. Las personas solo pueden romper este ciclo de conformismo e impotencia
alcanzando la autorrealización o libertad positiva.

Feist, J., Feist, G. y Roberts, T. (2014). Teorías de la personalidad. 8ª edición, Mc Graw Hill.145

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