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Historia

En la ciudad de Orizaba se fundó en 1897 el psiquiátrico del Estado de Veracruz bajo el


impulso de la élite económica y política de la ciudad. Ante el incremento demográfico
experimentado por el desarrollo de la industria textil, la llegada del ferrocarril y la elevada
inmigración procedente de otros estados, el psiquiátrico ofrecía la posibilidad de contener
los problemas creados por los enajenados que escapaban al control de la familia, quienes
fueron retratados en la prensa por sus actos «violentos, escandalosos o inmorales» y desde
psiquiátrico.

Los problemas que causaba el asilo de enfermos mentales en el hospital Ignacio de la llave
llevaron al gobernador Apolinar Castillo a tratar de dar una solución al caso en 1882,
cuando Orizaba era sede de los poderes estatales. El ejecutivo veracruzano recomendó a la
jefatura política y al ayuntamiento orizabeño a la creación de un psiquiátrico anexo al
hospital civil, pero la junta de Cridad no vio buena la propuesta, argumentando que no
había espacio suficiente en el hospital y que no podían convivir en un mismo lugar
dementes y enfermos comunes. La fundación del psiquiátrico estatal en Orizaba obedeció a
distintos factores. En primer lugar, Orizaba era la capital del estado de Veracruz y ocupaba
entonces una situación privilegiada en la entidad. Por otro lado, la situación política que se
vivía en el estado también jugó un papel decisivo en la fundación del psiquiátrico. Fue
directamente el director del estado quien propuso la construcción del manicomio en
acuerdo con la junta de la caridad de Orizaba.
El proyecto se puso en marcha y en junio de 1883, el gobernador castillo pidió a los
diferentes municipios del estado que contribuyeran a la creación del manicomio
veracruzano con un porcentaje de sus ingresos anuales.
La construcción del inmueble accedería aproximadamente a $30,000 de los cuales el
ejecutivo contaba únicamente con la tercera parte, para subvencionar la obra, el gobierno
del estado envió además suscripciones mensuales a empleados de sus dependencias y de los
ayuntamientos; el plan era echar mano de todos los elementos disponibles para llevar a
cabo su objetivo. La cantidad donada por los empleados ascendió a $6,588. 65; la de los
particulares a $4,247.36 y la subvención total de los ayuntamientos a $14,435.66, lo que
sumaba $ 25,271.67, con lo que se dio inicio a las primeras obras.
Pero como muchos proyectos, la suerte del manicomio dependió de los cambios que se
verificaron en la política estatal. En el periodo durante el cual estuvo suspendida la obra del
manicomio, la elite orizabeña a través de la prensa local insistió constantemente en la
conclusión del edifico. Cuatro años más tarde, en 1894, Facundo sota propuso que se creara
un asilo para mendigos en el edificio destinado originalmente para el manicomio.
Finalmente, en 1895 el gobernador del estado, Teodoro A, decidió reiniciar la obra
emprendida por Apolinar Castillo doce años atrás.
Con el apoyo del gobierno del estado, la junta de caridad de Orizaba, en la que recayó el
proyecto, pudo iniciar la obra.
En mayo de 1896, el presidente de la junta de la caridad elevó un oficio al gobierno del
estado, manifestando que en vista de la conclusión próxima de la obra del manicomio era
impedioso nombrar un diligente. Finalmente llegó la hora de hacer los últimos preparativos
para la inauguración proyectada el 1° de enero de 1897, pero un retraso en la llegada de
aparatos y menaje necesarios hizo que se modificara la fecha para el sexto día del mismo
mes.
El recién fundado psiquiátrico cumplió diferentes funciones: brindo asilo a un grupo
especifico de la población, era un servicio más que ofrecía beneficencia y también fue la
expresión de un proyecto ordenador por parte del grupo de los privilegiados de la sociedad.
Lo cierto es que obedeció a un objetivo específico: el encierro de los dementes y su
aislamiento de la sociedad, aspecto sobre el cual se fundaría su carácter institucional.
El personal del psiquiátrico se dividía en dos grupos uno de carácter medico y otro de tipo
administrativo.
El primer medico director del psiquiátrico fue Ignacio Gómez izquierdo hasta su muerte en
1908, después lo fueron Rafael Labardini hasta 1914 y posteriormente el cargo Mauro
Loyo, Federico Hopper y Vicente Meza. A pocos años de fundado el manicomio, las
funciones de los cuerpos medico y administrativo quedaron establecidos en el reglamento
de 1900.
Los empleados, salvo el medico director y adjunto, vivían en el mismo establecimiento. El
hospital abría sus puertas a las 6 de la mañana y cerraba a las 6 de la tarde en invierno y a
las 7 en verano. Las visitas de familias eran permitidas solo los domingos de tres a cinco de
la parte para los varones y los jueves para las mujeres.
El incremento de los empleados respondió al crecimiento de la población en el asilada. En
diciembre de 1897 había veintinueve internos y siete empleados., en diciembre de 1909
había ciento treinta y un internos y veintitrés empleados.
Las condiciones del manicomio fueron notablemente deficientes desde los inicios de su
funcionamiento. Según informes del doctor Manuel Macías, el espacio del psiquiátrico era
insuficiente y no permitía atender y alojar a los asilados de manera adecuada, además de
que no reunía las condiciones higiénicas, pues las celdas eran húmedas, sucias y oscuras,
además por la falta de acondicionamiento del edifico se registraban fugas de internos y
faltaban departamentos indispensables como ropería, botiquín, despensa. Es evidente que el
psiquiátrico básicamente cumplía básicamente la función de aislar a dementes, mas que
brindarles tratamiento y curación.
Em 1922 el periódico obrero Pro-paria publicó una larga y detallada descripción de las
carencias del psiquiátrico. En términos generales, nada servía en cada uno de sus
departamentos o estaba deteriorado. Las condiciones del psiquiátrico tuvieron que ver en
gran medida con la economía, la situación general del país y la atención prestada por el
gobierno.

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