Está en la página 1de 47

Urbi et orbi: la ciudad dueña de un Imperio (I)

Esta expresión latina “urbi et orbi”, que significa “para la ciudad (Roma) y
para el mundo”, se aplica hoy en día en sentido literal exclusivamente a las
bendiciones que el obispo de Roma, es decir, el Papa, imparte para todos los
fieles católicos del mundo concediéndoles indulgencia plenaria y remisión
de los pecados. En sentido más amplio se utiliza para referirnos a cualquier
tipo de mensaje dirigido de manera general a todos los habitantes de la
tierra.

Es su específico y predominante uso litúrgico el que ha llevado a considerar el


origen de la expresión "urbi et orbi" en las bendiciones del Papa Gregorio X en los
años 1272 a 1276.
Ahora bien, la expresión y su génesis tiene tras de sí una larga historia, porque
para que tenga algún sentido necesitamos una ciudad que se diferencie del resto y
un mundo o un imperio que hablase latín, y eso existió muchos siglos antes del
Papa Gregorio X.
En primer lugar, desde el punto de vista del contenido, la expresión se refiere a
una ciudad especial, a Roma, la “urbe” por excelencia en cuanto es la cabeza o
capital de un enorme Imperio, el orbe de los romanos. El famoso Vitruvio (c. 80-70 a.
C.-15 a. C.) expresó perfectamente esta idea, que compartieron los romanos
desde muy antiguo:
Vitrubio, Sobre la arquitectura, VI,1, 10-11:
"La mente divina ubicó la capital del pueblo romano en una región excelente y
templada para que se adueñara de todo el mundo (orbis terrarum)".
ita divina mens civitatem populi Romani egregia temperataque regione conlocavit, uti orbis
terrarum imperii potiretur.
Desde el punto de vista de la forma lingüística inmediatamente salta al oído la
semejanza entre “urbi” y “orbi”, tan sólo diferenciadas en un fonema, en este caso
también en una letra. Esto es un juego de palabras. A esta figura literaria se le llama
“paronomasia”.
Que Roma es “la ciudad por excelencia” es un concepto muy antiguo, compartido
orgullosamente por los romanos, como decía más arriba. Recordemos cómo la
historia general que Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.) escribió sobre Roma se llama
precisamente “Ab urbe condita”, “Desde la fundación de la ciudad”, y todo el mundo
entiende que esa ciudad sólo puede ser Roma.
Profundizaremos a continuación en este hecho e intentaré explicar brevemente
cómo un pequeño villorrio con origen en el siglo VIII o VII antes de Cristo, junto
al Tiber, con el tiempo se convirtió en la capital del Imperio antiguo mayor y más
importante de la Antigüedad por sus consecuencias, y cómo el “orbe” de la tierra
conocida se convierte en el “orbe romano”. La ciudad además acabó divinizada,
como sus gobernantes, y recibiendo culto dirigido por unos sacerdotes
especializados en ello.
En segundo lugar también profundizaré un poco en el juego de palabras o la figura
literaria citada de la paronomasia en “urbi et orbi”, figura que definimos
como “utilización de dos o más palabras, parecidas fonéticamente porque sólo se
diferencian algún fonema, pero de distinto significado”. Esta paronomasia es también
un recurso literario bien atestiguado en la literatura romana. Expondré más
adelante algunos textos.
Trataré primero de la ascensión de la pequeña Roma a “urbe” del “orbe” romano
que es lo mismo que decir del "orbe mundial”.
Según la historiografía y la mitología Roma fue fundada en el siglo VIII a.C; con
más precisión en el año 753, y ajustando más el 21 de abril, día en que se ponen
de acuerdo las diversas leyendas fundacionales.
Pues bien con el paso del tiempo se convirtió en la capital de un enorme imperio, a
la que conducían todos los caminos, como la urbe capital del orbe. Como ciudad
fuerte y poderosa es respetada e incluso divinizada en un largo proceso en el que
también fueron divinizados sus gobernantes, los emperadores.
En el Oriente persa y egipcio y luego en el griego era ya tradición la divinización de los
reyes, de los poderosos. Grecia fue conquistada por los romanos y
declarada provincia romana en el año 197 a.C. y la Roma vencedora pasó a ser
considerada como ciudad poderosa y fuerte.
Esta divinización, que se fue elaborando en Oriente, fue consagrada por el
emperador Adriano en la primera mitad del siglo II d.C.; más aún, se identifica a
Roma con el Imperio mismo, que como dios poderoso se articula en diferentes
miembros coordinados.
Sobre la etimología de la palabra Roma y Rómulo, relacionada con ella, no sólo no
hay acuerdo sino propuestas diversas, varias de ellas relacionadas con el mundo
etrusco. Pero para un griego, inevitablemente la palabra Roma les recordaría su
palabra ῤώμη (rhòme), que significa fuerza. Ello ayudaría a deificarla como ciudad
fuerte y habitada por hombres fuertes; la fuerza, la fortaleza es una propiedad de
los dioses y seres asimilados; así que Roma, que ya es fuerte incluso en el
nombre, algo debe tener en común con los dioses.
Veamos en unos cuantos textos cómo se va elaborando esta idea de Roma y su
imperio como divinidad poderosa, benefactora del género humano, desde su
humilde origen.

Plutarco hace referencia al nombre de Roma al comienzo de la biografía de Rómulo.


Aprovecho para reproducir el relato detallado de Plutarco hasta enlazar con la
leyenda más conocida sobre Rómulo y Remo:
Plutarco, Vidas paralelas, Comienzo de la vida de Rómulo:
Respecto al gran nombre de Roma, que ha circulado con gloria en boca de todos los
hombres, no hay acuerdo entre los escritores sobre la fecha y el motivo por el que lo ha
recibido la ciudad, sino que, según unos, los pelasgos, después de viajar sin rumbo por
casi todo el mundo habitado y de vencer a la mayoría de los hombres, se establecieron
allí y, por su pujanza con las armas, así lamaron a la ciudad, pero, según otros, a raíz de
la toma de Troya, algunos, que lograron escapar y consiguieron naves, arrastrados por
los vientos arribaron a Tirrenia y fondearon a orillas del río Tíber.
Mas a sus mujeres, que a duras penas soportaban ya el mar, les aconsejó una, que al
parecer sobresalía en linaje y era la más sensata, llamada Roma, que quemaran los
barcos. Hecho esto, al principio, los hombres montaron en cólera; pero, luego, cuando
por necesidad se asentaron en el Palatino, como en poco tiempo iban consiguiendo más
de lo que esperaban, al comprobar la calidad de la región y que sus vecinos los
aceptaban, entre otros honores que tributaron a Roma, además tomaron el nombre para
la ciudad de ella, como responsable.
Y desde entonces dicen que se mantiene la costumbre de que las mujeres besen en la
boca a los hombres de su familia y parientes, pues igualmente aquéllas, cuando
incendiaron las naves, así besaban y acariciaban a sus hombres, suplicándoles y
tratando de calmar su cólera.
Otros dicen que fue Roma, hija de ftalo y Leucaria (para otros, de Télefo el de Heracles),
casada con Eneas (según otros, con Ascanio el de Eneas), la que proporcionó su nombre
a la ciudad. Otros, en cambio, que fundó la ciudad Romano, hijo de Odiseo y de Circe,
otros, que Romo el de Ematión, expulsado de Troya por Diomedes, y otros, en fin, que
Romis, tirano de los latinos, que rechazó a los tirrenos, los cuales habían llegado a Lidia
desde Tesalia y desde Lidia a Italia.
De todos modos, ni siquiera los que, de acuerdo con la versión más correcta, presentan a
Rómulo como epónimo de la ciudad, se ponen de acuerdo sobre [su] linaje; pues, según
unos, hijo de Eneas y Dexítea la de Forbante, siendo muy niño fue traído a Italia con su
hermano Romo, y mientras que las demás embarcaciones fueron destruidas en el río a
causa de una crecida, aquella en la que estaban los niños fue derivando poco a poco
hacia una suave ribera, por lo que, salvados inesperadamente, le pusieron el nombre de
Roma.
Según otros, Roma, hija de la troyana aquella, casada con Latino el de Telémaco, dio a
luz a Rómulo, pero, según otros, fue Emilia la de Eneas y Lavinia, acostada con Ares.
Otros ofrecen un relato completamente fabuloso sobre el nacimiento: Tarquecio, rey de
los albanos muy arbitrario y cruel, tuvo en su casa una aparición sobrenatural, pues del
hogar salió de pronto un falo y allí permaneció durante muchos días. Había en Etruria
un oráculo de Tetis, del que se le trajo a Tarquecio la prescripción de unir con el falo a
una virgen, pues de ella nacería un hijo muy señalado, de extraordinaria virtud, fortuna
y energía. Tarquecio reveló, entonces, la respuesta divina a una de sus hijas y le ordenó
que se acostara con el falo; mas ella sintió repugnancia y envió a una criada. Cuando se
enteró Tarquecio, indignado, las encerró a ambas con intención de matarlas, pero, al ver
a Vesta que, en sueños, le prohibía el crimen, ordenó a las jóvenes que, en prisión,
tejieran una tela, con la promesa de entregarlas en matrimonio cuando la terminaran.
Pues bien, aquéllas, durante el día, tejían, mientras que otras, por la noche, deshacían la
tela por orden de Tarquecio. Y cuando del falo la criada dio a luz gemelos, Tarquecio los
entregó a un tal Teracio y le ordenó matarlos. Pero aquél, llevándoselos, los depositó a
orillas del río; entonces, una loba iba y venía a darles su ubre, y pájaros de toda clase,
trayendo alimentos, se los ofrecían a las criaturas, hasta que un boyero lo vio y,
maravillado, se atrevió a acercarse y recoger a los pequeños. Ocurrida así su salvación,
cuando estuvieron criados, atacaron a Tarquecio y lo vencieron. Esta, en suma, es la
versión que nos ha contado un tal Promación, autor de una Historia de Italia.
Pero, del relato que más autoridad tiene y cuenta con mayor número de partidarios, la
parte principal se la transmitió a los griegos, el primero, Diocles Peparecio, de quien
depende, en su mayoría, Fabio Pictor. Hay también sobre estas historias diversas
variantes, pero, en síntesis, es como sigue:
De los reyes de Alba descendientes de Eneas la sucesión vino a parar en dos hermanos,
Numitor y Amulio. Y habiendo hecho Amulio dos lotes de toda la herencia, colocando
frente a la corona las riquezas y el oro traído de Troya, escogió Numitor la corona.
Entonces Amulio, al contar con las riquezas y gozar de mayor poder que Numitor gracias
a ellas, fácilmente le arrebató la corona, y por miedo a que de su hija nacieran niños, la
designó sacerdotisa de Vesta, para que siempre viviera ajena al matrimonio y virgen. A
ésta la llaman unos Ilia, otros Rea y otros Silvia.
Mas, al cabo de no mucho tiempo, se descubrió que estaba embarazada, en contra de la
ley establecida para las Vestales. Que no sufriera ésta lo irremediable lo consiguió la hija
del rey, Anto, intercediendo ante su padre; pero fue encerrada y llevaba una vida de
aislamiento, a fin de que a Amulio no le pasara inadvertido el parto.
Dio a luz dos niños de extraordinaria estatura y belleza. Asustado por ello todavía más
Amulio, ordenó a un sirviente que los cogiera y los despeñara. Algunos dicen que éste se
llamaba Féstulo, y otros, que no éste, sino el que los recogió. Pues bien, depositando en
una cesta a las criaturas, bajó al río con la intención de tirarlos, pero, al ver que bajaba
con mucha corriente y turbulento, temió aproximarse y, poniéndolos cerca de la orilla, se
alejó.
Con la crecida del río, el flujo alcanzó la cesta y, trasladándola de sitio suavemente, la
dejó en un lugar suficientemente tranquilo, que ahora llaman Cermalo y, antiguamente,
Germano, al parecer porque, precisamente, a los hermanos los llaman
“germanos”. (Traducción de Aurelio Pérez Jiménez. Editorial Gredos)
Detengo aquí el relato de Plutarco, que continúa más allá.
El poder que alcanzó siglos después esta pequeña ciudad generó en las ciudades
griegas una respuesta religiosa, otorgándo cultos a Roma y considerándola divina
en sí o en algún aspecto concreto, porque no habían conocido otra ciudad con tal
poder. Generalmente el culto es a la dea Roma, diosa Roma, pero también puede ir
acompañado del culto al pueblo, al demos, a los romanos “benefactores”, “evergetes”, y
luego por supuesto, al emperador gobernante.
Nota: “evergetes”, εὐεργέτης,es una palabra griega, de εὐεργετέω, compuesta de
εύ, eu,ev, que significa “bien” y εργετέω, que significa “hacer” y por tanto “hacer el
bien” o “hacer buenas obras”. Es el título que acompañó a algunos mandatarios
griegos.
Al menos en una ocasión los artistas Dionisiacos del Istmo ofrecen sacrificios a
los Romanos como benefactores comunes. Queda atestiguado en una inscripción
de Delfos, la signada en Sylloge Inscriptionum Graecarum, don el número 705
SIG3 705B.45f
Rompieron la jurisdicción del gremio de Artistas; dieron algunos de los oficios sagrados
que tenían como promesas, huyeron con dinero, ofrendas y coronas sagradas, que
todavía no han devuelto, ya que impidieron la realización de sacrificios y libaciones de
acuerdo con las antiguas costumbres de nuestro gremio a Dionisos y a los otros dioses y
a los romanos, nuestros patrones comunes.´(Traducció de acuerdo con la adaptación
al inglés de A.Johnson, P.Coleman-Norton & F.Bourne, "Ancient Roman Statutes",
no.49. ))
En las excavaciones de Delfos apareció también una interesante inscripción en la
que un historiador llamado Aristotheos de Troizen, (todos los estudiosos lo ubican a
mediados del siglo II a.C.) leyó públicamente en Delfos parte de su Historia y
añadió su encomio de los Romanos como benefactores.
El encomio, el panegírico, el discurso fúnebre (oratio funebris), las laudes o
alabanzas son tipos de discursos en los que se ensalzan las virtudes de las
personas excepcionales y cuando corresponde la grandeza de las ciudades y
lugares. En las escuelas de Retórica se enseña lógicamente su creación.
La inscripción conmemorativa de los honores concedidos a Aristoteos de
Troizen dice:
Fouilles De Delphes III 3 no. 124 (Syll.3 702) FGrH 835 T 1
Sylloge Inscriptionum Graecarum: 702
Con buena suerte, fue resuelto por la ciudad de Delfos en asamblea plenaria con los
votos prescritos por la ley; desde que Aristóteos hijo de Nikoteos de Troizen, el
historiador, cuando se quedó en la ciudad se condujo de una manera digna del templo y
de su patria, e hizo lecturas públicas de sus escritos durante varios días, y también leyó
en público {Paranegnō} aclamaciones para los romanos, los benefactores comunes de los
griegos; por lo tanto, los proxeny de la ciudad les garantizaram a él y a sus
descendientes prioridad en el acceso al oráculo, prioridad en recibir justicia,
inviolabilidad, libertad de todos los impuestos, asiento privilegiado en todos los juegos
que la ciudad tiene y los otros privilegios que se dan a los otros proxenoi y benefactores
de la ciudad. (Traducción de la inglesa adaptada de R.Zelnick-Abramovitz, in
"Between Orality and Literacy: Communication and Adaptation in Antiquity")
Nota: proxenos (πρόξενος), plural proxenoi o proxeni (πρόξενοι), "en lugar de o a favor
de un extranjero") o proxeinos (πρόξεινος) es el título y función que un estado
concede a un ciudadano de otro para que cuide de los ciudadanos de ese estado;
es una especie de cónsul honorario.
Tenemos también el relato de Plutarco sobre las guerras de Flaminino en Grecia y
sobre los honores que se le tributan, considerándolo poco menos que un dios
puesto que se le empareja con Herakles o el mismísimo Apolo Delfinio. También se
le daría culto a Julio César y a Augusto, como veremos más adelante. Tito Quincio
Flaminino fue un político y militar de la República romana. Pese a la oposición de
los veteranos a los que había dado tierras, fue elegido cónsul en 198 a. C. y
enviado a dirigir las guerras macedónicas contra Filipo V de Macedonia.
Plutarco: Flaminino 16: (Tito Quincio Flaminino)
Los ruegos y súplicas en que más tuvo que contender y trabajar con Manio fueron los de
los Calcidenses, que le tenían muy irritado con motivo del matrimonio que entre ellos
contrajo Antíoco, movida ya la guerra: matrimonio desigual y fuera de tiempo por
haberse enamorado un viejo de una mocita, la cual era hija de Cleoptólemo, y se tenía
por la más hermosa de las doncellas de aquella era. Este hizo que los Calcidenses
abrazasen con ardor el partido del rey, y que para la guerra fuese aquella ciudad su
principal apoyo, y también cuando después de la batalla se abandonó a una precipitada
fuga, en Calcis fue donde tocó, y tomando la mujer, el caudal y los amigos se embarcó
para el Asia Tito, cuando Manio marchó irritado contra los Calcidenses, se fue en pos de
él, y lo ablandó y dulcificó, y, por último, le persuadió y sosegó completamente a fuerza
de súplicas con él mismo y con los demás jefes de los Romanos. Por lo tanto, salvos los
Calcidenses por su intercesión, consagraron a Tito los más bellos y grandiosos
monumentos que pudieron, de los cuales todavía se leen hoy las inscripciones siguientes:
“El pueblo a Tito y a Heracles este Gimnasio”; y en otra parte, en la misma forma: “El
pueblo a Tito y a Apolo el Delfinio.” También en esta edad se elige y consagra un
sacerdote de Tito; a quien ofrecen sacrificio, y hechas las libaciones cantan un pean o
himno de victoria en verso; del cual, dejando lo demás por ser demasiado difuso,
transcribimos lo que cantan al fin del himno:
Objeto es de este culto
la fe de los Romanos,
aquella fe sincera
que guardarles juramos.
Cantad, festivas ninfas,
a Zeus el soberano,
y en pos de Roma y Tito
la fe de los Romanos.
¡Io peán, oh Tito,
oh Tito nuestro amparo!
(Traducción de Antonio Ranz Romanillos)
Así que entre la tradición deificadora de Oriente y el poderío inmenso de los
romanos se llega a la deificación de Roma, de la ciudad victoriosa y de sus
gobernantes.
Tenemos numerosos documentos epigráficos, pero pocos literarios y por eso es
muy valioso el llamado himno de Melimnos a Roma que con toda seguridad hay que
enmarcar en la celebración de un acto de culto a la poderosa ciudad.
Melimnos es una poetisa de Lesbos, cuyo poema está generalmente fechado a
principios del siglo II d. C. Estobeo nos transmite este himno de Melimnos, en el
que Roma es presentada como una diosa guerrera cuyo destino es eterno y único,
en Stobaeus 3.7.12. o en Diehl, Anthologia Lyrica Graeca, II: 315-316:
Salve, Roma, hija de Ares,
Reina guerrera coronada de oro
Tú que vives en la tierra en el Olimpo sagrado,
Para siempre indestructible.
A ti solo, la más reverenciada, te tiene el Destino
Concedida gloria real de poder inquebrantable,
Para que, con tu poder soberano,
Tú puedas dirigir el camino.
Bajo tu control de fuertes correas de cuero,
Los tesoros de la tierra y el mar gris
Están estrechamente unidos entre sí; con mano firme gobiernas
Las ciudades de tus pueblos.
La eternidad más larga, que destruye todo
Y moldea el curso de la vida primero de esta manera, luego de esta otra,
Sólo no cambia el viento para ti,
Que llena las velas del imperio.
Porque solo tú das a luz
Hombres fuertes, que manejan diestros las lanzas,
Cuando nos envías un plantel de hombres certeros
Como Deméter da sus frutos.
Nota: (Estobeo, Ioannes Stobaeus V – siglo VI d.C), doxógrafo neoplatónico del siglo V-
VI, hizo una antología de textos literarios de aproximadamente quinientos autores
llamada Antología de extractos, sentencias y preceptos.
Poco más tarde y sobre todo en el Imperio es frecuente la creación de templos
dedicados a Roma y al emperador, como los
de Ancyra (actual Ankara), Pérgamo o Lugdunum en Occidente dedicados a Roma y
Augusto con sus correspondientes sacerdotes.
Suetonio nos informa de la actitud de Augusto ante la erección de templos y
estatuas en su nombre:
Suetonio, Augusto 52
Aunque sabía que se decretaban anormalmente templos incluso a los procónsules, no
los aceptó en ninguna provincia sino en nombre suyo y de Roma a la vez. Mas en Roma
declinó con la mayor obstinación este honor, e incluso hizo fundir todas las estatuas de
plata que se le habían erigido en otro tiempo, y con el producto obtenido de ellas
consagró trípodes de oro a Apolo Palatino. En vista de que el pueblo le ofrecía con gran
insistencia la dictadura, se postró de rodillas, dejó caer la toga de sus hombros, y con el
pecho desnudo , le rogó que no se la impusieran. (Traducción de Rosa María Agudo
Cubas. Editorial Gredos.)
Templa, quamuis sciret etiam proconsulibus decerni solere, in nulla tamen prouincia nisi
communi suo Romaeque nomine recepit. nam in urbe quidem pertinacissime abstinuit hoc
honore; atque etiam argenteas statuas olim sibi positas conflauit omnis exque iis aureas
cortinas Apollini Palatino dedicauit. Dictaturam magna ui offerente populo genu nixus
deiecta ab umeris toga nudo pectore deprecatus est.

Templo a Roma y Augusto – Pérgamo Altar a Roma y Augusto – Lugdudum


Tácito nos presenta a Tiberio rechazando tales honores, a diferencia de Augusto:
Tácito Anales,4,37-38 ;
En este tiempo la España ulterior envió embajada al Senado por licencia para poder
edificar un templo a Tiberio y a su madre, como se había concedido a los de Asia. Con
cuya ocasión, César, harto constante de suyo en menospreciar las honras excesivas que
se le ofrecían, pareciéndole bien responder a los que le culpaban de que se había
comenzado a inclinar a la ambición, habló de esta manera:
Asegúrome, padres conscriptos, que de muchos seré tenido por fácil y mudable, no
habiendo, poco ha, contradicho a las ciudades de Asia que me pedían esto mismo.
Justificaré, pues, la causa del pasado silencio, y juntamente declararé lo que tengo
determinado de hacer en lo porvenir. Porque el divo Augusto no prohibió que en
Pérgamo se edificase un templo a él y a la ciudad deRoma, yo, que guardo y tengo por
ley todos sus dichos y hechos, seguí tanto más prontamente su agradable ejemplo, cuanto
con la honra que se me hacía se aumentaba más la veneración del Senado. En lo demás,
así como parece excusable el haber aceptado una sola vez este honor, asimismo el
consentir quede bajo de especie de deidad se consagre mi nombre por todas las
provinciassería cosa ambiciosa y soberbia; fuera de que perdería mucho de sus quilates
el honor de Augusto profanándole con la común adulación.
Yo, padres conscriptos, sé que soy mortal, y que ni hago ni puedo hacer mayores obras
que los otros hombres, contentándome, como desde ahora me contento, con poder
satisfacer el lugar de príncipe que ocupo. Certifícoos de verdad, y sírvame esto también
para los siglos venideros, que no me quedará más que desear, si desde ahora sé que los
que desean eternizar mi memoria me tienen por digno de mis mayores, por próvido en
vuestras cosas, por constante en los peligros, y que no temo incurrir en la malquerencia
de los hombres donde se atraviesa el servicio y el bien de la República. Estas cosas me
servirán de templo dentro de vuestros ánimos y de durables y hermosísimas estatuas.
Porque las que se levantan de piedra, si el juicio de los venideros las convierte en
aborrecimiento, como los sepulcros se menosprecian. Ruego, pues, a los confederados y
a los ciudadanos, a los dioses y a las diosas, a éstos que me presten hasta el fin de mi vida
un entendimiento quieto y capaz de la inteligencia de los derechos divinos y humanos, y
a aquéllos que después de mi muerte favorezcan con loores y honrada recordación la
fama de mis acciones y lamemoria de mi nombre.
Continuó después hasta en las conversaciones más secretas en apartar de sí semejante
veneración y culto, atribuyéndolo algunos a modestia, muchos a desconfianza y los más
a bajeza de ánimo. Porque losmejores -decían ellos- y los más excelentes entre los
mortales apetecieron siempre altísimas cosas. De esta manera Hércules y Baco entre los
griegos, y Quirino entre nosotros, se agregaron al número de los dioses. Que lo había
entendido mejor Augusto, pues aspiró a ello; que las demás cosas residen de ordinario en
los príncipes, faltándoles sólo una a que continuamente deben aspirar, que es la
prosperidad de su memoria, porque con el menosprecio de la fama quedan igualmente
menospreciadas las virtudes. (Traducción de Carlos Coloma. 1794)
Per idem tempus Hispania ulterior missis ad senatum legatis oravit ut exemplo Asiae
delubrum Tiberio matrique eius extrueret. qua occasione Caesar, validus alioqui
spernendis honoribus et respondendum ratus iis quorum rumore arguebatur in ambitionem
flexisse, huiusce modi orationem coepit: 'scio, patres conscripti, constantiam meam a
plerisque desideratam quod Asiae civitatibus nuper idem istud petentibus non sim
adversatus. ergo et prioris silentii defensionem et quid in futurum statuerim simul aperiam.
cum divus Augustus sibi atque urbi Romae templum apud Pergamum sisti non prohibuisset,
qui omnia facta dictaque eius vice legis observem, placitum iam exemplum promptius
secutus sum quia cultui meo veneratio senatus adiungebatur. ceterum ut semel recepisse
veniam habuerit, ita per omnis provincias effigie numinum sacrari ambitiosum, superbum;
et vanescet Augusti honor si promiscis adulationibus vulgatur.
Ego me, patres conscripti, mortalem esse et hominum officia fungi satisque habere si locum
principem impleam et vos testor et meminisse posteros volo; qui satis superque memoriae
meae tribuent, ut maioribus meis dignum, rerum vestrarum providum, constantem in
periculis, offensionum pro utilitate publica non pavidum credant. haec mihi in animis
vestris templa, hae pulcherrimae effigies et mansurae. nam quae saxo struuntur, si
iudicium posterorum in odium vertit, pro sepulchris spernuntur. proinde socios civis et
deos ipsos precor, hos ut mihi ad finem usque vitae quietam et intellegentem humani
divinique iuris mentem duint, illos ut, quandoque concessero, cum laude et bonis
recordationibus facta atque famam nominis mei prosequantur.' perstititque posthac secretis
etiam sermonibus aspernari talem sui cultum. quod alii modestiam, multi, quia diffideret,
quidam ut degeneris animi interpretabantur. optumos quippe mortalium altissima cupere:
sic Herculem et Liberum apud Graecos, Quirinum apud nos deum numero additos: melius
Augustum, qui speraverit. cetera principibus statim adesse: unum insatiabiliter parandum,
prosperam sui memoriam; nam contemptu famae contemni virtutes.
Son significativos los discursos encomiásticos que algunos historiadores y
oradores griegos hacen respecto de Roma. Así Elio Aristides (Αίλιος Αριστείδης; en
latín, Aelius Aristides, 118 – 180) fue un eminente sofista de la Segunda Sofística y
orador griego del siglo II d. C.4. Su discurso más famoso fue "Discurso a Roma"
(Encomio de Roma), que pronunció ante el palacio imperial en Roma y en el
que Aristides glorifica el Imperio y la teoría que subyace detrás de él,
particularmente la "Pax Romana" , y pinta un cuadro impresionante de los logros
romanos, que sobresalen al compararlos con cualquier otro imperio o ciudad
habida en la historia. Transcribo tan sólo una pequeña parte de esta importante
obra, que por lo demás ha sido desigualmente valorada por los críticos que se han
dedicado a ello.
Elio Arístides, Discurso a Roma, 8 y ss.
… (Traducción de Juan Manuel Cortés Copete. Editorial Gredos)Así pues, su
nombre es como su sobrenombre, y no otra cosa sino la fuerza le es propia1. De manera
que si alguien hubiese tenido la intención de desdoblarla limpiamente y de colocar, unas
junto a otras, las ciudades que ahora están en el cielo, apoyándolas sobre la tierra, me
parece que se llenaría todo el territorio de Italia que ahora esta vacío, y se formaría una
única ciudad continua que se extendería hasta el canal de Otranto. Puesto que la
ciudad, a la que posiblemente yo no he descrito ahora suficientemente pero de la que
mejor testimonio dan los ojos, es tan grande, no es posible decir lo mismo que se dice
sobre otras ciudades: ≪allí esta sita≫. Ni tampoco lo que alguien dijo sobre las
ciudades de Atenas y de Esparta, cuando afirmaba, sobre la primera, que el tamaño era
el doble que lo que le correspondía por su poder, sobre la segunda, que el tamaño
parecía ser inferior, y en mucho, con respecto a su poder —y que no haya ninguna mala
interpretación en el ejemplo—. Pero, de esta ciudad, grande en todos sus aspectos, nadie
podría afirmar que no fue dotada de un poder concorde a su tamaño. Cuando se dirige la
mirada hacia la totalidad del Imperio, es posible sentir admiración por la ciudad al
pensar que una pequeña parte gobierna toda la tierra entera; pero cuando se mira a la
propia ciudad y a sus límites, ya más no cabe admirarse de que toda la ecúmene sea
mandada por tal ciudad. Pues ahora se ha hecho realidad lo que cierto cronista dijo
sobre Asia cuando afirmaba que un solo hombre gobernaba todo el territorio que el sol
recorre —aunque no decía la verdad, a no ser que exceptuase toda África y Europa de
las puestas y ortos solares—: el recorrido del sol es equivalente a vuestras posesiones y el
sol recorre su camino a través de vuestros dominios. Pues ni los escollos marinos, ni las
islas Quelidonias ni Cianeas sirven de límites a vuestro Imperio, ni la carrera que en un
día pueda hacer un caballo hasta el mar, ni reináis sobre límites fijados, ni ningún otro
ha ordenado públicamente hasta donde debéis gobernar, sino que el mar se extiende
como una franja tanto en medio de la ecúmene como también de vuestro imperio.En
torno a este los grandes continentes se han situado ocupando un gran espacio,
ofreciéndoos siempre algo de lo que allí se produce. De toda la tierra y de todo el mar se
traen los frutos de todas las estaciones y cuanto ofrecen todas las regiones, ríos, lagos y
artes de los helenos y de los barbaros, de manera que, si alguien quisiera ver todas estas
cosas, sería necesario que las contemplase, o bien recorriendo toda la ecúmene, o bien
encontrándose en esta ciudad. Pues no es posible que no abunde siempre aquí cuanto se
produce o cuanto se construye en cada uno de ellos. Tantas son las naves de carga que
llegan trasportando todos los productos de todas partes durante todas las estaciones,
incluso durante todo el equinoccio de otoño, que la ciudad se parece al taller común de
la tierra.
Nota 1: juega con el significado ya comentado de la palabr griega rhome que
significa fuerza
2. De nuevo la ciudad y el orbe del mundo puestos en relación.
La relación establecida entre “orbis” y “urbis” ( la Ciudad) lo que está indicando es
la unión cultural y política de un mundo controlado y apropiado por Roma. Es más,
la grandeza de Roma es la grandeza del Imperio. Roma es la ciudad y el mundo;
incluso el mundo queda concebido como una ciudad; ambos conceptos son
intercambiables.
Los poetas latinos de la época de Augusto son bien conscientes de este papel que
les ha tocado jugar a ellos y a su ciudad por designio de los dioses. Así, Tibulo,
Ovidio, Virgilio, Horacio, etc.
Ovidio Amores 2,9
Hay muchos mozos que no aman y muchas jóvenes en la misma situación; tu triunfo
sobre ellos te conquistaría grandes alabanzas. Si Roma no hubiese desplegado sus
fuerzas en la inmensidad del orbe, no sería al presente más que un hacinado montón de
pajizas cabañas. Harto de pelear, el soldado trabaja los campos que se le han distribuido,
deja la espada y echa mano a las rudas estacas. Los puertos espaciosos resguardan las
naves de la tempestad; el potro libre de su prisión corre a pacer en los prados; el viejo
gladiador depone la espada y recibe la vara que asegura el resto de sus días, y yo que
tantas veces milité en las filas de Cupido, bien merezco gozar al cabo una vida tranquila.
Pero si un dios me dijese: «Vive por fin exento de cuitas», le disuadiría: ¡son tan dulces
las penas del querer!. (Traducción de Germán Salinas.)
Tot sine amore viri, tot sunt sine amore puellae!
Hinc tibi cum magna laude triumphus eat.
Roma, nisi inmensum vires promosset in orbem,
Stramineis esset nunc quoque tecta casis.
Fessus in acceptos miles deducitur agros;
Mittitur in saltus carcere liber equus;
Longaque subductam celant navalia pinum,
Tutaque deposito poscitur ense rudis.
Me quoque, qui totiens merui sub amore puellae,
Defunctum placide vivere tempus erat.
'Vive' deus 'posito' siquis mihi dicat 'amore!'
Deprecer — usque adeo dulce puella malum est.
Tibulo relaciona directamente el futuro de Roma con su nombre profético: “Fatal, oh
Roma, tu nombre será al mundo”
Tibulo 2.5.39 y ss.
Palabras de la Sibila
Valiente Eneas que al huir de Troya
Te llevas sus Penates, ya te asigna
A ti Jove los campos de Laurento.
Y ellos abrigo a tus Penates brindan,
Y allí serás un dios cuando a los cielos
Te lleve del Numicio la onda fría.
Sobre tus buques la victoria vuela,
Mientras una diosa a los de Troya auxilia.
De los Rútulos arde el campamento;
Ya, Turno cruel, tu muerte se aproxima;
Veo a Laurento, de Lavinio el muro,
Por Ascanio Alba Longa construida,
Y a tí, que abandonaste a las Vestales
Por serle grata a Marte, tierna Ilia,
Tu oculta unión, tu cinto por el suelo,
Y del Amor las armas en la orilla.
¡Oh toros! mientras Roma se construye,
Paced la verde hierba en sus colinas;
Fatal tu nombre, ¡oh Roma! será al mundo
Dondequiera que campos Ceres mira,
Desde Oriente hasta el río en cuyas ondas
Hunde el Sol ya cansada su cuadriga.
Troya volverá a verse y de tus viajes
Habrá de consolarse con tu dicha.
Yo canto la verdad, laurel me nutra;
Nunca mi castidad mire perdida.”
Esto, ¡oh Febo! agitando sus cabellos
Al llamarte cantó la profetisa.
(Traducción de Joaquín D. Casasus)
‘Impiger Aenea, uolitantis frater Amoris,
Troica qui profugis sacra uehis ratibus,
iam tibi Laurentes adsignat Iuppiter agros,
iam uocat errantes hospita terra Lares.
illic sanctus eris cum te ueneranda Numici
unda deum caelo miserit indigetem.
ecce super fessas uolitat Victoria puppes;
tandem ad Troianos diua superba uenit.
ecce mihi lucent Rutulis incendia castris:
iam tibi praedico, barbare Turne, necem.
ante oculos Laurens castrum murusque Lauini est
Albaque ab Ascanio condita Longa duce.
te quoque iam uideo, Marti placitura sacerdos
Ilia, Vestales deseruisse focos,
concubitusque tuos furtim uittasque iacentes
et cupidi ad ripas arma relicta dei.
carpite nunc, tauri, de septem montibus herbas
dum licet: hic magnae iam locus urbis erit.
Roma, tuum nomen terris fatale regendis,
qua sua de caelo prospicit arua Ceres,
quaque patent ortus et qua fluitantibus undis
Solis anhelantes abluit amnis equos.
Troia quidem tunc se mirabitur et sibi dicet
uos bene tam longa consuluisse uia.
uera cano: sic usque sacras innoxia laurus
uescar, et aeternum sit mihi uirginitas.’
haec cecinit uates et te sibi, Phoebe, uocauit,
Virgilio expresa en tres versos la conciencia que el romano tenía de su
extraordinaria misión en este mundo. Virgilio pone en boca de Anquises, el padre
que el héroe Eneas ha ido a buscar al Inframundo, al Infierno, a los espacios de
abajo, la extraordinaria responsabilidad de los romanos. Nos dice en Eneida,6,
versos 847 y ss.:
Labrarán otros con más gracia bronces animados
(no lo dudo), sacarán rostros vivos del mármol,
dirán mejor sus discursos, y los caminos del cielo
trazarán con su compás y describirán el orto de los astros:
tú, romano, piensa en gobernar bajo tu poder a los pueblos
(éstas serán tus artes), y a la paz ponerle normas,
perdonar a los sometidos y abatir a los soberbios.»
Así, el padre Anquises,
(Traducción de Rafael Fontán Barreiro. Edit. Alianza)
Excudent alii spirantia mollius aera,
credo equidem, vivos ducent de marmore voltus,
orabunt causas melius, caelique meatus
describent radio, et surgentia sidera dicent: 850
tu regere imperio populos, Romane, memento;
hae tibi erunt artes; pacisque imponere morem,
parcere subiectis, et debellare superbos.”
Propercio también pone en relación urbs y orbis (septem urbs alta iugis, toto quae
praesidet orbi) y canta henchido de orgullo el poder de Roma en una elegía en que
presenta el enfrentamiento entre Augusto y Cleopatra, que es lo mismo que decir el
enfrentamiento entre dos culturas:
Elegías, 3, 11, 55 y s.:
«No debiste, Roma, temerme con este ciudadano tan grande» ;
habló y su lengua quedó sepultada en continuas libaciones "'.
La ciudad levantada sobre siete colinas, la que rige todo el
orbe, temió, aterrorizada por Marte, las amenazas de una mujer.
Los dioses fundaron estas murallas, los dioses también las
protegen: César a salvo, Roma apenas puede temer a Júpiter.
'Non hoc, Roma, fui tanto tibi cive verenda!'
dixit et assiduo lingua sepulta mero.
septem urbs alta iugis, toto quae praesidet orbi,
femineas timuit territa Marte Minas
(non humana deicienda manu).
haec di condiderunt, haec di quoque moenia servant:
vix timeat salvo Caesare Roma Iovem.
Horacio ve en la propia fortaleza de Roma la razón de su propia ruina por las
continuas guerras civiles, de las que está horrorizado; sólo Augusto la rescatará de
la autodestrucción implantando la pax romana. En Epodi 16.1-14:
En Roma la guerra civil consumiendo ya está la segunda
generacion: sola la ciudad derrúbase.
A ella, a la cual destruir no fue dado a los Marsos vecinos
ni a la amenazante tropa del etrusco
Pórsena o Capua, que su émula fuera, ni a Espartaco el bravo
ni a aquellos Alóbroges que fueron traidores
para la rebelión; a la cual no venció la Germania y sus mozos
de cerúleos ojos, ni Hánibal odiado
por nuestros abuelos, perdémosla ahora los hijos impíos
de sangre maldita. Las fieras su suelo
poseerán otra vez. Sus cenizas, ¡ay, ay!, la herradura sonora
pisará del bárbaro por la urbe. Los huesos
de Qurino, guardados bien hoy contra el viento y el sol,- ¡insolente
penosa visión!- dispersará.
(Traducción Manuel Fernández Galiano)
Altera iam teritur bellis civilibus aetas,
suis et ipsa Roma viribus ruit.
quam neque finitimi valuerunt perdere Marsi
minacis aut Etrusca Porsenae manus,
aemula nec virtus Capuae nec Spartacus acer
novisque rebus infidelis Allobrox
nec fera caerulea domuit Germania pube
parentibusque abominatus Hannibal:
inpia perdemus devoti sanguinis aetas
ferisque rursus occupabitur solum:
barbarus heu cineres insistet victor et Vrbem
eques sonante verberabit ungula,
quaeque carent ventis et solibus ossa Quirini,
(nefas videre) dissipabit insolens.
Para Cicerón es evidente que Roma es la ciudad más poderosa y dueña del mundo.
Ver Catilinarias 1.4.9.
¡Oh dioses inmortales! ¡Entre qué gentes estamos! ¡En qué ciudad vivimos! ¡Qué
repú¬blica tenemos! Aquí, aquí están entre nosotros, padres conscriptos, en este consejo,
el más sagrado y augus¬to del orbe entero, los que meditan acabar conmigo y con todos
vosotros, y con nuestra ciudad y con todo el mundo. Los estoy viendo yo, el cónsul, y les
pido su parecer sobre los negocios públicos, y cuando con¬viniera acabar con ellos a
estocadas, ni aun con las palabras se les ofende. (Traducción de Juan Bautista Calvo)
O di inmortales! ubinam gentium sumus? in qua urbe vivimus? quam rem publicam
habemus? Hic, hic sunt in nostro numero, patres conscripti, in hoc orbis terrae
sanctissimo gravissimoque consilio, qui de nostro omnium interitu, qui de huius
urbis atque adeo de orbis terrarum exitio cogitent! Hos ego video consul et de re
publica sententiam rogo et, quos ferro trucidari oportebat, eos nondum voce
volnero!

Pro Murena 9-10 (21-22)


Pero, dejando esto a un lado y volviendo a la confrontación de profesiones y de
ocupaciones, ¿cómo puede ponerse en duda que, para conseguir el consulado, confiere
muchos más títulos la gloria militar que la que proviene del derecho civil? Tú estás en
vela aun antes del amanecer para responder a los que te consultan; él, para llegar a
tiempo, con el ejército, al punto de su destino; a ti te despierta el canto del gallo; a él, el
toque de la trompeta; tú dispones la acción judicial; él pone las tropas en orden de
batalla; tú cuidas de que tus clientes no sean sorprendidos; él, de que no lo sean las
ciudades o sus campamentos; él sabe de memoria cómo se aleja a las tropas enemigas;
tú, cómo se desvían las aguas producidas por la lluvia; él está adiestrado en ensanchar
nuestras fronteras y tú en trazar sus límites. Y -pues debo decirlo como lo pienso- el
mérito de la carrera militar aventaja al de las demás profesiones. Ese mérito es el que dio
renombre al pueblo romano, el que consiguió para esta ciudad una gloria inmortal, el
que obligó al mundo entero a someterse a nuestro poder. Toda la vida urbana, todas esas
brillantes ocupaciones nuestras, esta gloria y esta actividad del foro viven bajo la tutela y
al amparo del valor militar. Tan pronto ha sonado la sospecha de un levantamiento, al
punto nuestras actividades todas van enmudeciendo. (Traducción de Jesús Aspa
Cereza. Editorial Gredos.)
Sed ut hoc omisso ad studiorum atque artium contentionem revertamur, qui potest dubitari
quin ad consulatum adipiscendum multo plus adferat dignitatis rei militaris quam iuris
civilis gloria? Vigilas tu de nocte ut tuis consultoribus respondeas, ille ut eo quo intendit
mature cum exercitu perveniat; te gallorum, illum bucinarum cantus exsuscitat; tu
actionem instituis, ille aciem instruit; tu caves ne tui consultores, ille ne urbes aut castra
capiantur; ille tenet et scit ut hostium copiae, tu ut aquae pluviae arceantur; ille exercitatus
est in propagandis finibus, tuque in regendis. Ac nimirum–dicendum est enim quod sentio–
rei militaris virtus praestat ceteris omnibus. Haec nomen populo Romano, haec huic urbi
aeternam gloriam peperit, haec orbem terrarum parere huic imperio coegit; omnes
urbanae res, omnia haec nostra praeclara studia et haec forensis laus et industria latet in
tutela ac praesidio bellicae virtutis. Simul atque increpuit suspicio tumultus, artes ilico
nostrae conticiscunt.
Ad Familiares. 4.1.2. / 150 (IV 1)
(En la finca de Cumas, 21 o 22 de abril de 49)1208
Marco Ciceron saluda a Servio Sulpicio.1209
Ya ves cual es el panorama: el mundo arde en guerra por un reparto de poder; sin leyes,
sin tribunales, sin derecho y sin garantias, Roma ha quedado abandonada a la rapina y a
los incendios. Asi pues, no solo no puedo imaginar que es lo que yo podria esperar, sino
que apenas me hago ya una idea de que puedo atreverme a escoger. (Traducción de
José A. Beltrán)
Res vides quomodo se habeat: orbem terrarum imperiis distributis ardere bello; urbem sine
legibus, sine iudiciis, sine iure, sine fide relictam direptioni et incendiis: itaque mihi venire
in mentem nihil potest non modo, quod sperem, sed vix, iam quod audeam optare;

Paradoxa Stoicorum. 2.18


¿Me amenazas por ventura con la muerte para que de todo me aparte de los hombres, o
con el destierro para que me aparte de los malos? La muerte es terrible para aquellos a
quienes todo se les acaba con la vida; mas no a aquellos cuya alabanza no puede
perecer: el destierro atemoriza a aquellos que tienen como circunscripto y limitado el
lugar de su morada; no a aquellos que creen que toda la redondez de la
tierra es una sola ciudad. (Traducción de Manuel Valbuena)
Mortemne mihi minitaris, ut omnino ab hominibus, an exilium, ut ab inprobis demigrandum
sit? Mors terribilis iis, quorum cum vita omnia extinguuntur, non iis, quorum laus emori
non potest, exilium autem illis, quibus quasi circumscriptus est habitandi locus, non iis, qui
omnem orbem terrarum unam urbem esse ducunt.
Y también para Nepote, en vida de Atticus, 3.3
Era su porte de una manera, que sabiendo ser pequeño con los pequeños, parecía grande
con los grandes. Por esto las Atenienses le dieron todos los honores que pudieron, y
pretendieron hacerle su ciudadano. Mas él no quiso admitir este favor, porque algunos
son de opinión de que se pierde el derecho de serlo de Roma, si se admite el de otra
ciudad.
El tiempo que estuvo allí, no quiso consentir que le erigiesen estatua; mas después que se
ausentó, como ya no lo podía estorbar, le levantaron algunas en los lugares más
sagrados Pnice y Pecile. Porque Ático, mientras estuvo allí, era el que resolvía y
gobernaba todos los asuntos de la República. Fue pues don de la fortuna haber nacido
en una ciudad que mandaba al orbe, y tener por patria a la señora universal del mundo,
y fue también una gran prueba de la prudencia de Ático haberse hecho amar más que
ninguno, en una ciudad como Atenas, superior a todas las otras por su antigüedad,
cortesanía y sabiduría. (Traducción de Rodrigo de Oviedo)
Hic autem sic se gerebat, ut communis infimis, par principibus videretur. quo factum est ut
huic omnes honores, quos possent, publice haberent civemque facere studerent: quo
beneficio ille uti noluit quod nonnulli ita interpretantur, amitti civitatem Romanam alia
ascita. [2] quamdiu affuit, ne qua sibi statua poneretur, restitit, absens prohibere non
potuit. itaque aliquot ipsi et Phidiae locis sanctissimis posuerunt: hunc enim in omni
procuratione rei publicae actorem auctoremque habebant potissimum. [3] igitur primum
illud munus fortunae, quod in ea urbe natus est, in qua domicilium orbis terrarum esset
imperii, ut eandem et patriam haberet et domum; hoc specimen prudentiae, quod, cum in
eam se civitatem contulisset, quae antiquitate, humanitate doctrinaque praestaret omnes,
unus ei fuit carissimus.
También Tito Livio, que escribió una historia general de Roma desde sus orígenes,
que en consecuencia tituló “Ab urbe condita” (Desde la fundación de la ciudad), nos
explica por qué se atreve a abordar una obra de tal envergadura: sin duda el
pueblo más poderoso jamas habido y su emperador, en el momento Augusto, se lo
merecen. Nos dice en el Prefacio de su obra:
Ignoro si aprovecharía mucho escribir la historia del pueblo romano desde su origen; y
si no lo ignorase no me atrevería a decirlo, sobre todo cuando considero lo antiguos que
son algunos hechos, y lo conocidos, merced a la muchedumbre de escritores que
incesantemente se renuevan, y que pretenden, o presentarlos con mayor exactitud, o que
oscurecen con las galas del estilo la ruda sencillez de la antigüedad. Pero sea como
quiera, tendré al menos la satisfacción de haber contribuido a perpetuar la memoria de
las grandes cosas llevadas a cabo por el pueblo más grande de la tierra; y si mi nombre
desaparece entre tantos escritores, me consolarán el brillo y la fama de los que me
obscurezcan. Es además labor inmensa consignar hechos realizados en un periodo de
más de setecientos años, tomando por punto de partida los obscuros principios de Roma,
y seguirla en su progreso hasta esta última época en que comienza a doblegarse bajo el
peso de su misma grandeza; temo, por otra parte, que los principios de Roma y los
periodos a ellos inmediatos tengan poco atractivo para los lectores, impacientes por
llegar a las épocas modernas, en que el poderío por harto tiempo soberano, torna sus
fuerzas contra si miso. Por ni parte, un provecho obtendré de este trabajo: el de
abstraerme del espectáculo de los males que por tantos años ha presenciado nuestro
tiempo, ocupando por completo mi atención en el estudio de la historia antigua y
viéndome libre de los temores que, sin apartar de la verdad al escritor, consiguen sin
embargo fatigarle. (Traducción de Francisco Navarro)
facturusne operae pretium sim, si a primordio urbis res populi Romani perscripserim, nec
satis scio nec, si sciam, dicere ausim, quippe qui cum veterem tum vulgatam esse rem
videam, dum novi semper scriptores aut in rebus certius aliquid allaturos se aut scribendi
arte rudem vetustatem superaturos credunt. utcumque erit, iuvabit tamen rerum gestarum
memoriae principis terrarum populi pro virili parte et ipsum consuluisse; et si in tanta
scriptorum turba mea fama in obscuro sit, nobilitate ac magnitudine eorum me, qui nomini
officient meo, consoler. res est praeterea et inmensi operis, ut quae supra
septingentesimum annum repetatur et quae ab exiguis profecta initiis eo creverit, ut iam
magnitudine laboret sua; et legentium plerisque haud dubito quin primae origines
proximaque originibus minus praebitura voluptatis sint festinantibus ad haec nova, quibus
iam pridem praevalentis populi vires se ipsae conficiunt; ego contra hoc quoque laboris
praemium petam, ut me a conspectu malorum, quae nostra tot per annos vidit aetas,
tantisper certe, dum prisca illa tota mente repeto, avertam, omnis expers curae, quae
scribentis animum etsi non flectere a vero, sollicitum tamen efficere posset.
Y poco después nos informa que así fue vaticinado, en Livio, 1,16,6-7, cuando nos
narra la desaparición y previsible subida a los cielos de Rómulo, y nos dice:
Estaba la ciudad desazonada, porque echaba de menos al rey, y en contra de los
senadores, cuando Proculo Julio, hombre de peso segun dicen, aunque avalase un
acontecimiento fuera de lo comun, se presenta a los reunidos y dice: ≪Quirites: Rómulo,
padre de esta ciudad, al rayar hoy el alba ha descendido, repentinamente del cielo y se
me ha aparecido. Al ponerme en pie, sobrecogido de temor, dispuesto a venerarlo,
rogándole que me fuese permitido mirarle cara a cara, me ha dicho: ‘Ve y anuncia a los
romanos que es voluntad de los dioses que mi Roma sea la capital del orbe; que
practiquen por consiguiente el arte militar; que sepan, y asi lo transmitan a sus
descendientes, que ningun poder humano puede resistir a las armas romanas.’ Dicho
esto —dijo—, desaparecio por los aires.≫ Es sorprendente el credito tan grande que se
dio a aquel hombre al hacer esta comunicacion y lo que se mitigó, entre el pueblo y el
ejercito, la anoranza de Romulo con la creencia en su inmortalidad. (Traducción de
José Antonio Villar Vidal. Editorial Gredos.)
manavit enim haec quoque sed perobscura fama; illam alteram admiratio viri et pavor
praesens nobilitavit. [5] et consilio etiam unius hominis addita rei dicitur fides. namque
Proculus Iulius, sollicita civitate desiderio regis et infensa patribus, gravis, ut traditur,
quamvis magnae rei auctor, in contionem prodit. [6] “Romulus” inquit, “Quirites, parens
urbis huius, prima hodierna luce caelo repente delapsus se mihi obvium dedit. cum
perfusus horrore venerabundus3 adstitissem, petens precibus ut contra intueri fas esset,
[7?] 'Abi, nuntia,' inquit 'Romanis caelestes ita velle ut mea Roma caput orbis terrarum sit;
proinde rem militarem colant, sciantque et ita posteris tradant nullas opes humanas armis
Romanis resistere posse.' haec,” inquit, “locutus sublimis abiit.” [8] mirum quantum illi
viro nuntianti haec fides fuerit, quamque desiderium Romuli [p. 60] apud plebem
exercitumque facta fide inmortalitatis4 lenitum sit.
Lucano, en su Farsalia, nos presenta a César hablando a Roma deificada, coronada
con la corona de torres:
Lucano, Farsalia 1, 183 y ss.
Ya César en su marcha había rebasado los helados Alpes y concebido en su espíritu
grandes levantamientos y una guerra inminente. Cuando se llegó a las aguas del
insignificante Rubicón, el general tuvo la visión de una gigantesca figura de la patria
estremecida: brillante en la oscuridad de la noche y con una gran tristeza en el rostro,
derramando sus blancos cabellos desde una cabeza coronada de torres, se erguía con la
cabellera ajada y decía entrecortada de sollozo!;: ¿Hacia dónde seguís avanzando?
¿Adónde lleváis, guerreros, unas enseñas que son mías? Si marcháis con arreglo al
derecho, si como ciudadanos, hasta aquí y sólo hasta aquí os está permitido.. Entonces
un escalofrío sacudió los miembros del general, se le erizaron los cabellos y, estorbando
su marcha, una miedosa vacilación paralizó sus pies al borde de la ribera. Luego, dijo:
“¡Oh tú, señor del trueno, que desde lo alto de la roca Tarpeya contemplas las murallas
de la Ciudad, y vosotros, Penates frigios de la familia Julia, Quirino, misteriosamente
arrebatado , Júpiter Laciar, que resides en la encumbrada Alba , fuegos de Vesta y tú, oh
Roma, parigual de la divinidad suprema, favorece mis empresas! No te persigo con las
armas de las Furias; heme aquí, aquí estoy yo, César, vencedor por tierra y por mar,
soldado a tu servicio en todas partes (y, si se me permite, también ahora). Aquel, el
culpable será aquel que me convirtiere en tu enemigo.” (Traducción de Antonio
Holgado Redondo. Editorial Gredos.)
iam gelidas Caesar cursu superauerat Alpes
ingentisque animo motus bellumque futurum
ceperat. ut uentum est parui Rubiconis ad undas,
ingens uisa duci patriae trepidantis imago
clara per obscuram uoltu maestissima noctem
turrigero canos effundens uertice crines
caesarie lacera nudisque adstare lacertis
et gemitu permixta loqui: 'quo tenditis ultra?
quo fertis mea signa, uiri? si iure uenitis,
si ciues, huc usque licet.' tum perculit horror
membra ducis, riguere comae gressumque coercens
languor in extrema tenuit uestigia ripa.
mox ait 'o magnae qui moenia prospicis urbis
Tarpeia de rupe Tonans Phrygiique penates
gentis Iuleae et rapti secreta Quirini
et residens celsa Latiaris Iuppiter Alba
Vestalesque foci summique o numinis instar
Roma, faue coeptis. non te furialibus armis
persequor: en, adsum uictor terraque marique
Caesar, ubique tuus (liceat modo, nunc quoque) miles.
ille erit ille nocens, qui me tibi fecerit hostem.'
Y así podría continuar poniendo ejemplos.

(continuará…)
Urbi et orbi: la ciudad dueña de un Imperio (II)
El romano, en su autoafirmación y autocomplacencia, llega a confundir el
“orbis terrarum” con el “orbis romanus”. Son innumerables también los
textos y los hechos que pretenden asentar en los ciudadanos esta idea de
que el mundo, al menos el interesante, es romano.

Es lo que, por ejemplo, podemos apreciar en Cicerón, Rhetorica Ad Herennium,


4,9,13:
Un discurso será del estilo medio si, como he indicado antes, rebajamos ligeramente el
tono sin descender sin embargo hasta el más bajo; por ejemplo:
Estáis viendo, jueces, contra quiénes luchamos. Contra aliados que solían combatir a
nuestro lado y defendían con su valor y esfuerzo nuestro imperio. Conocen sin duda sus
propios recursos y tropas y, por la vecindad y las relaciones todo tipo con nosotros,
podían igualmente conocer y evaluar todo el poder del pueblo romano. Cuando
decidieron hacernos la guerra, decidme, en qué confiaban pata atacarnos, sabiendo que
la mayoría casi absoluta de nuestros aliados permanecería fiel a sus obligaciones, viendo
que no disponían de tropas abundantes, generales expertos, fondos públicos ni, en
definitiva, nada de lo que se necesita para realizar una guerra. Incluso luchando contra
algún vecino por una cuestión de fronteras o pensando resolver el conflicto en una sola
batalla, habrían acudido al combate mejor armados y equipados. Mucho menos creíble
es que intentaran con tan pocas tropas apoderarse del imperio que domina el mundo, un
imperio que todos los pueblos, reyes y naciones han aceptado, unos por la fuerza, otros
voluntariamente, vencidos por las armas o la generosidad del pueblo romano. Alguien se
preguntará: '¿Y los habitantes de Fregelas?''. ¿Es que ellos no lo intentaron por su
propia voluntad?’ Sí, y precisamente por ello no hubieran debido intentarlo, después de
ver cómo los de Fregelas salieron malparados. La ignorancia hace caer fácilmente en el
error a los pueblos que por falta de experiencia no pueden encontrar precedentes en su
historia para cada cuestión. Por el contrario, los que conocen lo que les ha sucedido a
otros pueden fácilmente obtener provecho propio de las experiencias ajenas. ¿Ningún
motivo les indujo? ¿No tenían la menor esperanza cuando empeñaron las armas?
¿Quién creerá que alguien ha sido tan insensato como para atreverse a atacar el poder
del pueblo romano sin el apoyo de alguna fuerza? Algún motivo, por tanto, debió existir.
Y ¿qué otro puede ser sino el que os digo?”
(Traducción de Salvador Núñez. Editorial Gredos)
In mediocri figura versabitur oratio, si haec, ut ante dixi, aliquantum demiserimus neque
tamen ad infimum descenderimus, sic:
«Quibuscum bellum gerimus, iudices, videtis: cum sociis, qui pro nobis pugnare et
imperium nostrum nobiscum simul virtute et industria conservare soliti sunt. Ii cum se et
opes suas et copiam necessario norunt, tum vero nihilominus propter propinquitatem et
omnium rerum societatem, quid omnibus rebus populus Romanus posset, scire <et>
existimare poterant. Ii, cum deliberassent nobiscum bellum gerere, quaeso, quae res erat,
qua freti bellum suscipere conarentur, cum multo maximam partem sociorum in officio
manere intellegerent? Cum sibi non multitudinem militum, non idoneos imperatores, non
pecuniam publicam praesto esse viderent? Non denique ullam rem, quae res pertinet ad
bellum administrandum? Si cum finitumis de finibus bellum gererent, si totum certamen in
uno proelio positum putarent, tamen omnibus rebus instructiores et apparatiores venirent;
nedum illi imperium orbis terrae, cui imperio omnes gentes, reges, nationes partim vi,
partim voluntate consenserunt, cum aut armis aut liberalitate a populo Romano superati
essent, ad se transferre tantulis viribus conarentur. Quaeret aliquis: Quid? Fregellani non
sua sponte conati sunt? Eo quidem isti minus facile conarentur, quod illi quemadmodum
discessent videbant. Nam rerum inperiti, qui unius cuiusque rei de rebus ante gestis
exempla petere non possunt, ii per inprudentiam facillime deducuntur in fraudem: at ii, qui
sciunt, quid aliis acciderit, facile ex aliorum eventis suis rationibus possunt providere.
Nulla igitur re inducti, nulla spe freti arma sustulerunt? Quis hoc credet, tantam amentiam
quemquam tenuisse, ut imperium populi Romani temptare auderet nullis copiis fretus?
Ergo aliquid fuisse necessum est. Quid aliud, nisi id, quod dico, potest esse?»
Es lo que en varias ocasiones dice Ovidio. Así a propósito de las celebraciones
del día 1 de Enero al dios Jano en Fasti,1,75 y ss.:
¿Ves cómo reluce el cielo con los fuegos perfumados y crepita la espiga cilicia al
encender las hogueras? La llama reverbera con su brillo en el oro de los templos y
esparce el resplandor tembloroso en lo alto del santuario. Van con las ropas intactas al
alcázar de Tarpeya y el pueblo lleva el mismo color que el color de su fiesta; ya marchan
delante los nuevos mandos, nueva púrpura refulge y el marfil llamativo siente pesos
nuevos. Novillos exentos del trabajo, que la hierba falisca alimentó en sus campiñas
ofrecen su cuello para que los hieran. Júpiter, cuando mira a todo el orbe desde su
alcázar, no encuentra nada que ver que no sea romano. ¡Salud, día bienhechor!: vuelve
cada vez mejor, merecedor de que te honre el pueblo dueño del mundo. Mas con todo,
¿qué dios diré que eres tú, Jano biforme? Pues Grecia no tiene numen ninguno parejo a
ti. Y a la vez revela el motivo por el que eres el único entre los celestiales que ves lo que
está a la espalda y lo que está delante.
cernis odoratis ut luceat ignibus aether,
et sonet accensis spica Cilissa focis?
flamma nitore suo templorum verberat aurum,
et tremulum summa spargit in aede iubar.
vestibus intactis Tarpeias itur in arces,
et populus festo concolor ipse suo est,
iamque novi praeeunt fasces, nova purpura fulget,
et nova conspicuum pondera sentit ebur.
colla rudes operum praebent ferienda iuvenci,
quos aluit campis herba Falisca suis.
Iuppiter arce sua totum cum spectet in orbem,
nil nisi Romanum quod tueatur habet.
salve, laeta dies, meliorque revertere semper,
a populo rerum digna potente coli.
Quem tamen esse deum te dicam, Iane biformis?
nam tibi par nullum Graecia numen habet.
ede simul causam, cur de caelestibus unus
sitque quod a tergo sitque quod ante vides.
Y luego, un poco más abajo:

"el espacio de la ciudad de Roma es el mismo que el del mundo".


Romanae spatium est Urbis et orbis idem.
Fastos 2, 667 y ss.
¿Qué pasó cuando se construyó el nuevo Capitolio? Por supuesto, toda la legión de los
dioses cedió ante Júpiter, haciéndole sitio. Término, según cuentan los antiguos, fue
hallado en el templo, y allí se quedó, poseyéndolo junto con el gran Júpiter. Ahora
además, para no ver por encima de sí nada que no sean las estrellas, el techo del templo
tiene una pequeña claraboya. A partir de entonces no eres libre de levantarte, Término;
quédate en el emplazamiento en que te colocaron, y no cedas un átomo al vecino que te
lo pida, para que no parezca que pones a un hombre delante de Júpiter. Ya te empujen
con las rejas o con el rastrillo, grita: «Este campo es tuyo, aquél es suyo». Hay un
camino que lleva a la gente a los campos laurentes, el reino que el caudillo dardanio
buscó en otro tiempo; en el sexto miliario desde la ciudad se celebra por ese camino una
ceremonia por ti, Término, con las visceras de una oveja lanuda. Los demás pueblos
tienen cada uno una tierra dada dentó de límites fijos; el espacio de la ciudad de Roma es
el mismo que el del mundo.
quid, nova cum fierent Capitolia? nempe deorum
cuncta Iovi cessit turba locumque dedit;
Terminus, ut veteres memorant, inventus in aede
restitit et magno cum Iove templa tenet. 670
nunc quoque, se supra ne quid nisi sidera cernat,
exiguum templi tecta foramen habent.
Termine, post illud levitas tibi libera non est:
qua positus fueris in statione, mane;
nec tu vicino quicquam concede roganti, 675
ne videare hominem praeposuisse Iovi:
et seu vomeribus seu tu pulsabere rastris,
clamato "tuus est hic ager, ille tuus".'
est via quae populum Laurentes ducit in agros,
quondam Dardanio regna petita duci: 680
illa lanigeri pecoris tibi, Termine, fibris
sacra videt fieri sextus ab Urbe lapis.
gentibus est aliis tellus data limite certo:
Romanae spatium est Urbis et orbis idem.
Los triunfos de Pompeyo de Oriente a Occidente confirman a los romanos que ellos
son los dueños del mundo. Plutarco nos presenta el triple desfile triunfal de
Pompeyo, en el que participa todo el imperio, toda la tierra que había conquistado.
Plutarco, Pompeyo 45:
A la grandeza de su triunfo, aunque se repartió en dos días, no bastó este tiempo, sino
que muchos de los objetos que le decoraban pasaron sin ser vistos, pudiendo ser materia
y ornato de otra pompa igual. En carteles que se llevaban delante iban escritas las
naciones de quienes se triunfaba, siendo éstas: el Ponto, la Armenia, la Capadocia, la
Paflagonia, la Media, la Cólquide, los Iberes, los Albanos, la Siria, la Cilicia, la
Mesopotamia, las regiones de Fenicia y Palestina, la Judea, la Arabia, los piratas
destruidos doquiera por la tierra y por el mar, y además los fuertes tomados, que no
bajaban de mil; las ciudades, que eran muy pocas menos de novecientas; las naves de los
piratas, ochocientas, y las ciudades repobladas, que eran treinta y nueve. Había dado
sobre todo esto razón por escrito de que las rentas de la república eran antes cincuenta
millones de dracmas, y las de los países que había conquistado montaban a ochenta
millones y quinientas mil. En moneda acuñada y en alhajas de oro y plata habían
entrado en el erario público veinte mil talentos, sin incluir lo que se había dado a los
soldados, de los cuales el que menos había recibido mil quinientas dracmas. Los cautivos
conducidos en la pompa, además de los jefes y caudillos de los piratas, fueron: el hijo de
Tigranes, rey de Armenia, con su mujer y su hija; la mujer del mismo Tigranes, Zósima;
el rey de los Judíos, Aristobulo; una hermana de Mitridates, con cinco hijos suyos y
algunas mujeres escitas; los rehenes de los Albanos e Iberes y del rey de los Comagenos,
y, finalmente, muchos trofeos, tantos en número como habían sido las batallas que había
ganado, ya por sí mismo y ya por sus lugartenientes. Lo más grande para su gloria, y de
lo que ningún Romano había disfrutado antes que él, fue haber obtenido este triunfo de
la tercera parte del mundo; porque otros habían alcanzado antes tercer triunfo; pero él,
habiendo conseguido el primero de África, el segundo de la Europa y este tercero del
Asia, parecía en cierta manera que en sus tres triunfos había abarcado toda la tierra.
Tenemos también información sobre las gestas de Pompeyo en Diodoro Sículo 40, 4
Esta es una copia de la inscripción que Pompeyo colocó, registrando sus logros en Asia.
Pompeyo Magno, hijo de Gnaeus, general (imperator), liberó las costas del mundo y
todas las islas dentro del océano de los ataques de piratas. Rescató del asedio el reino de
Ariobarzanes, Galacia y los territorios y provincias de más allá, Asia y Bitinia. Protegió
Paflagonia, El Ponto, Armenia y Acaya, y también Iberia, la Cólquida, Mesopotamia,
Sofene y Gordiene. Subyugó a Dario rey de los Medos, Artoles rey de los Ibéricos,
Aristóbulo rey de los judíos, y Aretas rey de los árabes nabateos, y también Siria junto a
Cilicia, Judea, Arabia, la provincia de Cyrenaica, Achaei, Iozygi, Soani y Heniochi y las
otras tribus que habitan la costa entre Colchis y el lago Meotis, junto con los reyes de
estas tribus, nueve en número, y todas las naciones que habitan entre el mar Póntico y el
Mar Rojo. Extendió las fronteras del imperio hasta las fronteras del mundo. Mantuvo los
ingresos de los romanos, y en algunos casos los aumentó. Retiró las estatuas y otras
imágenes de los dioses, y todo el otro tesoro de los enemigos, y dedicó a la diosa
(Minerva) 12.060 piezas de oro y 307 talentos de plata.
Tal vez sea Plinio el más exagerado en recordarnos los éxito de Pompeyo en todo
el mundo romano, hasta concluir :
Lo mas grande dentro de la grandeza de aquella gloria fue (según él mismo dijo
públicamente en la asamblea, hablando de sus propias hazañas) que recibió Asia como
la provincia más lejana y la devolvió a la patria como provincia interior.
Veamos esta cita más amplia:

Plinio, Historia Natural: 7, 95 (26), (27) y ss.


Verdaderamente corresponde al honor del Imperio Romano, no solo al de Las hazañas
un hombre, que se mencionen en este lugar todos los títulos de las victorias y los
triunfos de Pompeyo Magno, ya que el brillo de sus hazañas se iguala no solo con las de
Alejandro Magno sino incluso casi con las de Hércules y las del padre Liber. Pues, una
vez recuperada Sicilia, momento desde el que comenzó mostrándose primero partidario
de Sila en la causa de la Republica, después de dominar África entera y someterla a su
autoridad, por lo que recibió como trofeo de guerra el nombre de Magno, entró en carro
triunfal, cosa que nadie había obtenido antes, siendo caballero romano, y pasando
inmediatamente a Occidente, además de conseguir trofeos en los Pirineos, añadió a la
victoria ochocientas setenta y seis poblaciones, desde los Alpes hasta los confines de la
Hispania Ulterior, sometidas a su autoridad, y con gran magnanimidad guardó silencio
sobre Sertorio y, después de poner fin a una guerra civil que concitaba a todos los
enemigos extranjeros, de nuevo condujo los carros triunfales siendo caballero romano,
tan frecuentemente general antes que soldado. Después, enviado a todos los mares y
luego a Oriente, volvió trayendo a su patria estos títulos según la costumbre de los
vencedores en las competiciones sagradas — en realidad
no se coronan ellos mismos, sino que coronan a sus patrias—; por eso, en el santuario
de Minerva, que dedicó con el dinero del botín, ofrecía estos honores a Roma:
El GENERAL GNEO POMPEYO MAGNO, CONCLUIDA UNA GUERRA DE
TREINTA ANOS, DISPERSADOS, PUESTOS EN FUGA, MUERTOS Y RENDIDOS
DOCE MILLONES CIENTO OCHENTA Y TRES MIL HOMBRES, HUNDIDOS O
CAPTURADOS OCHOCIENTOS CUARENTA Y SEIS BARCOS, TOMADAS BAJO
PROTECCION MIL QUINIENTAS TREINTA Y OCHO POBLACIONES Y
FORTALEZAS, Y SOMETIDOS LOS TERRITORIOS DESDE LOS MEOTAS HASTA
EL MAR ROJO, CUMPLE SU VOTO, COMO DEBIA, A MINERVA.
Esto es el compendio de su actuación en Oriente. Pero el preámbulo del triunfo que
celebró el día tercero antes de las kalendas de octubre, siendo cónsules Marco Pisón y
Marco Mesala era el siguiente:
HABIENDO LIBERADO DE PIRATAS LA COSTA MARITIMA Y HABIENDO
DEVUELTO EL IMPERIO DEL MAR AL PUEBLO ROMANO, CONSIGUIÓ
HONORES DE TRIUNFO POR SUS VICTORIAS EN ASIA, EL PONTO, ARMENIA,
PAFLAGONIA, CAPADOCIA, CILICIA, SIRIA, LOS ESCITAS, JUDIOS, ALBANOS,
HIBERIA, LA ISLA DE CRETA, LOS BASTERNAS Y, ADEMAS DE ESTO, SOBRE
EL REY MITRIDATES Y SOBRE TIGRANES.
Lo más grande dentro de la grandeza de aquella gloria fue (según él mismo dijo
públicamente en la asamblea, hablando de sus propias hazañas) que recibió Asia como
la
provincia más lejana y la devolvió a la patria como provincia interior. Si alguien por el
contrario quisiera examinar de igual modo las hazañas de César, que se mostró más
grande que aquel, debería enumerar el orbe de la tierra absolutamente entero, cosa que
convendrá que es infinita. (Traducción de Encamacion del Barrio Sanz)
Verum ad decus imperii Romani, non solum ad viri unius, pertinet victoriarum Pompei
Magni titulos omnes triumphosque hoc in loco nuncupari, aequato non modo Alexandri
Magni rerum fulgore, sed etiam Herculis prope ac Liberi patris.
igitur Sicilia recuperata, unde primum Sullanus in rei publicae causa exoriens auspicatus
est, Africa vero tota subacta et in dicionem redacta Magnique nomine in spolium inde
capto, eques Romanus, id quod antea nemo, curru triumphali revectus et statim ad solis
occasum transgressus, excitatis in Pyrenaeo tropaeis, oppida DCCCLXXVI ab Alpibus ad
fines Hispaniae ulterioris in dicionem redacta victoriae suae adscripsit et maiore animo
Sertorium tacuit, belloque civili, quod omnia externa conciebat, extincto iterum
triumphales currus eques R. induxit, totiens imperator ante quam miles.
postea ad tota maria et deinde solis ortus missus hos retulit patriae titulos more sacris
certaminibus vincentium — neque enim ipsi coronantur, sed patrias suas coronant —, hos
ergo honores urbi tribuit in delubro Minervae, quod ex manubiis dicabat:
CN·POMPEIVS MAGNVS IMPERATOR BELLO XXX ANNORVM CONFECTO FVSIS
FVGATIS OCCISIS IN DEDITIONEM ACCEPTIS HOMINVM CENTIENS VICIENS
SEMEL LXXXIII DEPRESSIS AVT CAPTIS NAVIBVS DCCCXLVI OPPIDIS CASTELLIS
MDXXXVIII IN FIDEM RECEPTIS TERRIS A MAEOTIS AD RVBRVM MARE SVBACTIS
VOTVM MERITO MINERVAE.
Hoc est breviarium eius ab oriente. triumphi vero, quem duxit a. d. III kal. Oct. M. Pisone
M. Messala cos., praefatio haec fuit:
CVM ORAM MARITIMAM PRAEDONIBVS LIBERASSET ET IMPERIVM MARIS
POPVLO ROMANO RESTITVISSET EX ASIA PONTO ARMENIA PAPHLAGONIA
CAPPADOCIA CILICIA SYRIA SCYTHIS IVDAEIS ALBANIS HIBERIA INSVLA CRETA
BASTERNIS ET SVPER HAEC DE REGE MITHRIDATE ATQVE TIGRANE
TRIVMPHAVIT.
Summa summarum in illa gloria fuit (ut ipse in conditione dixit, cum de rebus suis disseret)
Asiam ultimam provinciarum accepisse eandemque mediam patriae reddidisse. si quis e
contrario simili modo velit percensere Caesaris res, qui maior ille apparuit, totum profecto
terrarum orbem enumeret, quod infinitum esse conveniet.
En numerosos pasajes Plinio va incluso más allá y justifica el imperialismo romano
por sus efectos beneficiosos para la humanidad. En el libro 27 de su Historia
Natural nos habla de las numerosas plantas existentes en el mundo que son
recogias y transportadas desde cualquier lugar del mundo sólo por efecto de
la Pax romana. Por eso los romanos son como una segunda luz, como un segundo
sol para la humanidad, y también como una segunda naturaleza como dirá lugo en
el libro 44.
Transcribo ambos pasajes:
Plinio, 27, 1 y ss:
Ciertamente aumenta en mi interior la admiración de la Antigüedad conforme crece mi
obra y cuanta más cantidad de hierbas me queda por describir, tanto más aumenta el
deseo de valorar el cuidado de los antiguos a la hora de buscarlas y luego su bondad al
transmitírnoslas. Y sin duda podría parecer que de este modo la magnificencia de la
misma naturaleza de las cosas ha sido superada si su descubrimiento es propio de la obra
humana.
Sin embargo ahora parece que fue obra de los dioses o ciertamente de inspiración
divina, incluso aunque el hombre las haya encontrado, y que la misma madre de todas
las cosas las ha engendrado y las ha mostrado, no habiendo ningún milagro mayor de la
vida, si es que queremos confesar la verdad. Las hierbas escíticas vienen de las lagunas
Meóticas y la eufórbea del monte Atlas y de la otra parte de las columnas de Hércules
desde el propio límite de las cosas de la naturaleza,y por la otra parte la británica de las
islas del Océano situadas más allá de la tierra y así mismo la Etiópica de la región
abrasada por las estrellas. Además otras se traen de otras partes más lejos o más cerca
por todo el mundo para la salud de los hombres, mostrando la inmensa majestad de la
paz romana no solo hombres entre sí de diferentes tierras y naciones, sino tambien
montes y cumbres que se alzan hasta las nubes y sus productos y las hierbas que
producen. Pido que este regalo de los dioses sea eterno. Hasta tal punto parece que nos
han dado a los romanos como otra luz para las cosas humanas.
Crescit profecto apud me certe tractatu ipso admiratio antiquitatis, quantoque maior copia
herbarum dicenda restat, tanto magis adorare priscorum in inveniendo curam, in tradendo
benignitatem subit. nec dubie superata hoc modo posset videri etiam rerum naturae ipsius
munificentia, si humani operis esset inventio.
nunc vero deorum fuisse eam apparet aut certe divinam, etiam cum homo inveniret,
eandemque omnium parentem et genuisse haec et ostendisse, nullo vitae miraculo maiore,
si verum fateri volumus. Scythicam herbam a Maeotis paludibus et Euphorbeam e monte
Atlante ultraque Herculis columnas ex ipso rerum naturae defectu, parte alia Britannicam
ex oceani insulis extra terris positis,
itemque Aethiopidem ab exusto sideribus axe, alias praeterea aliunde ultro citroque
humanae saluti in toto orbe portari, inmensa Romanae pacis maiestate non homines modo
diversis inter se terris gentibusque, verum etiam montes et excedentia in nubes iuga
partusque eorum et herbas quoque invicem ostentante! aeternum, quaeso, deorum sit
munus istud! adeo Romanos velut alteram lucem dedisse rebus humanis videntur.
Plinio en 37, 77 (200) ss. asimila Roma a la propia naturaleza e Italia es la
gobernadora y segunda madre del mundo; la primera es, evidentemente, la propia
naturaleza.
Despúes de haber tratado de todas las obras de la Naturaleza, es oportuno ahora
establecer una comparación entre los territorios y las diversas cosas que producen.
Así pues, en todo el orbe, a dondequiera que se extienda la bóveda celeste, por las cosas
que con todo merecimiento merecen el primer puesto de la Naturaleza, Italia es la más
hermosa de todos los países, ella que gobierna y es la segunda madre del mundo. Es así
por sus hombres, por sus mujeres, por sus jefes militares, por sus soldados, por sus
esclavos, por la superioridad de las artes, por los ejemplos de sus hombres ilustres. Y
también por su situación, por la salubridad y suavidad de su clima; por el fácil acceso
para todas las naciones, por sus costas abundantes en puertos, por el benigno soplo de
sus vientos; lo que se debe por su posición, colocada en una parte muy favorable, en
medio de la salida y la puesta del sol (entre Oriente y Occidente. Y también por la
abundancia de agua, la salubridad de sus bosques, las intersecciones de sus montes, la
inocuidad de sus animales salvajes, la fertilidad de su suelo y la riqueza de sus pastos.
Etenim peractis omnibus naturae operibus discrimen quoddam rerum ipsarum atque
terrarum facere conveniet.
Ergo in toto orbe, quacumque caeli convexitas vergit, pulcherrima omnium est iis rebus,
quae merito principatum naturae optinent, Italia, rectrix parensque mundi altera, viris
feminis, ducibus militibus, servitiis, artium praestantia, ingeniorum claritatibus, iam situ ac
salubritate caeli atque temperie, accessu cunctarum gentium facili, portuosis litoribus,
benigno ventorum adflatu. quod contingit positione procurrentis in partem utilissimam et
inter ortus occasusque mediam, aquarum copia, nemorum salubritate, montium articulis,
ferorum animalium innocentia, soli fertilitate, pabuli ubertate.
También Cicerón en Catilinarias 4, 11 (6) compara a Roma con la lux orbis terrarum.
Si os conformáis con esta opinión, me daréis, ante la asamblea, un compañero a quien el
pueblo es¬tima y quiere; si seguís el parecer de Silano, fácilmente nos libraremos
vosotros y yo del cargo de crueldad, y aun demostraré que este parecer es el más benigno.
Aunque para castigar tan horrible maldad, ¿habrá, pa¬dres conscriptos, algo que sea
excesivamente cruel? Yo por mí juzgo. Porque así pueda gozar con vosotros de ver
salvada y tranquila a la república, como es cier¬to que si soy algo enérgico en esta
causa, no es por dureza de alma (¿quién la tiene más benigna que yo?), sino por pura
humanidad y misericordia. Paréceme estar viendo a esta ciudad, lumbrera del mundo y
fortaleza de todas las gentes, ser devorada repentinamente por el incendio: me figuro
arruinada la patria, y sobre sus ruinas los insepultos cuerpos de desdichadísimos
ciudadanos; tengo ante mis ojos la figura de Cetego satisfaciendo su furor y gozando con
vuestra muerte, figuro arruinada la patria, y sobre sus ruinas los insepultos cuerpos de
desdichadísimos ciudadanos; tengo ante mis ojos la figura de Cetego satisfaciendo su
furor y gozando con vuestra muerte. (Traducción de Juan Bautista Calvo)
Quam ob rem, sive hoc statueritis, dederitis mihi comitem ad contionem populo carum
atque iucundum, sive Silani sententiam sequi malueritis, facile me atque vos a crudelitatis
vituperatione populo Romano purgabo atque obtinebo eam multo leniorem fuisse.
Quamquam, patres conscripti, quae potest esse in tanti sceleris inmanitate punienda
crudelitas? Ego enim de meo sensu iudico. Nam ita mihi salva re publica vobiscum perfrui
liceat, ut ego, quod in hac causa vehementior sum, non atrocitate animi moveor (quis enim
est me mitior?), sed singulari quadam humanitate et misericordia. Videor enim mihi videre
hanc urbem, lucem orbis terrarum atque arcem omnium gentium, subito uno incendio
concidentem, cerno animo sepulta in patria miseros atque insepultos acervos civium,
versatur mihi ante oculos aspectus Cethegi et furor in vestra caede bacchantis.
La expresión concentrada y visual de todo el imperio se representa en el famoso
“Mapa de Agripa”.
Agripa ordenó construir un mapa de todo el mundo conocido que se colocó en
el Pórtico que llevaba el nombre de su hermana Vipsania, en el Campo de Marte y
cerca del Panteón, y que tenía como finalidad evidenciar que Roma era el centro del
mundo. Le podíamos, pues, considerar el mapa del Orbis Terrarum o
representación de todo el mundo conocido. Hay quien piensa que se trataba
simplemente de una lista de lugares con su dimensión y de la distancia entre ellos
antes que de una representación del mundo. Y es que de la descripción del mapa
tan solo tenemos algunos fragmentos escritos y podemos hacernos alguna idea
por otros mapas posteriores. Podemos imaginarnos al ciudadano romano a punto
de emprender un viaje o por mera curiosidad, observando este enorme mapa de
países y carreteras.
Se considera que las medidas eran de gran precisión, aunque Plinio observa algún
error, por ejemplo cuando habla de Hispania y de la Bética:
Plinio, Historia Natural, 3, 17 (3, 2, 17)
La longitud actual de la Bética, desde la localidad de Cástulo hasta Gades, es de
doscientos cincuenta mil pasos y desde Murgi, en la costa, veinticinco mil más. La
anchura, de Carteya al Guadiana, por la costa doscientos treinta y cuatro mil
pasos. .Quién creeria que Agripa, varon tan celoso y que tanto se esmeró en este trabajo,
cuando fue a exponer la imagen del mundo a los ojos de Roma se equivocó, y con él el
divino Augusto? Porque este fue el que llevo a término el pórtico que empezó a levantar
la hermana de Agripa, en el que se albergaba ese plano del orbe, elaborado según el
proyecto y los escritos de Marco Agripa. (Traducción de Antonio Fontán. Editorial
Gredos).
Baeticae longitudo nunc a Castulonis oppidi fine Gadix CCL et a Murgi maritima ora XXV
p. amplior, latitudo a Carteia Anam ora CCXXXIIII p. Agrippam quidem in tanta viri
diligentia praeterque in hoc opere cura, cum orbem terrarum orbi spectandum
propositurus esset, errasse quis credat et cum eo Divum Augustum? is namque conplexam
eum porticum ex destinatione et commentariis M. Agrippae a sorore eius inchoatam
peregit.
Vitrubio expresa la misma idea desde otro punto de vista: no existió otro mejor
emplazamiento que el de Roma para conquistar el mundo:
Vitrubio, VI,1, 10-11
Siendo, pues, las naciones meridionales de ingenio agudísimo, y maravillosa sutileza en
sus pensamientos, si emprenden acciones valerosas, salen vencidas, por haberles el calor
del sol disipado el vigor del ánimo; pero los que nacen en regiones frías son mas a
propósito para el rigor de las armas, y se arrojan sin temor valerosamente a la pelea; si
bien, faltos de reflexión por lo tardo de su ingenio, lo hacen inconsideradamente y
ciegas, siendo siempre rechazados en sus designios. Habiendo, pues, la naturaleza
dispuesto las cosas en el mundo de manera que todas las naciones tienen diverso y
desproporcionado temperamento, quiso que el pueblo Romano tuviese sus confines en
medio de todas la partes y regiones del orbe de la tierra; y así las gentes en Italia son
aptísimas para entrambos ministerios, de valor en sus cuerpos, y de agudeza en el ánimo.
Porque así como el planeta Júpiter, corriendo entre Marte calidísimo y Saturno
frígidísimo, goza un temperamento medio, del modo mismo la Italia, sita entre
septentrión y mediodía, tiene la preeminencia de que con la mezcla de ambos
temperamentos goza constitución templada : así que con el consejo rebate las fuerzas de
los barbaros, y con el valor las astucias de los meridionales. En efecto, colocó Dios la
capital del pueblo Romano en región tan templada y excelente, para que fuese dueña y
señora del mundo. (Tradución de Joseph Ortiz y Sanz. 1787)
Cum sint autem meridiane nationes animis acutissimis infinitaque sollertia consiliorum,
simul ut ad fortitudinem ingrediuntur, ibi succumbunt, quod habent exsuctas ab sole
animorum virtutes; qui vero refrigeratis nascuntur regionibus, ad armorum vehementiam
paratiores sunt magnis virtutibus sine timore, sed tarditate animi sine considerantia
inruentes sine sollertia suis consiliis refragantur. cum ergo haec ita sint ab natura rerum in
mundo conlocata et omnes nationes inmoderatis mixtionibus disparatae, veros inter
spatium totius orbis terrarum regionesque medio mundi populus Romanus possidet fines.
Namque temperatissimae ad utramque partem et corporum membris animorumque
vigoribus pro fortitudine sunt in Italia gentes. quemadmodum enim Iovis stella inter Martis
ferventissimam et Saturni frigidissimam media currens temperatur, eadem ratione Italia
inter septentrionalem meridianamque ab utraque parte mixtionibus temperatas et invictas
habet laudes. itaque consiliis refringit barbarorum virtutes, forti manu meridianorum
cogitationes. ita divina mens civitatem populi Romani egregia temperataque regione
conlocavit, uti orbis terrarum imperii potiretur.
Si el “orbis terrarum” es el “orbis romanorum” y Roma es un microcosmos,
también Nerón, por ejemplo, pretende que su Domus Aurea sea un microcosmos,
una reproducción a pequeña escala del “imperio romano”, incluyendo bosques,
lagos y las obras maestras de todo el imperio. Nos lo confirman textos
de Suetonio o Tácito y tantos otros. :
Suetonio, Vida de Nerón, (Vidas de los doce Césares, VI,31),31
Pero en ningún asunto gasta tanto como en sus construcciones, pues edificó una casa
que llegaba desde el Palatino hasta las Esquilias y a la que llamó primero “Transitoria”
y luego, despues que fue consumida por un incendio y restaurada, “Dorada”.. Para
hacerse una idea de sus dimemisries y esplendor bastara con referir lo siguiente. Tenia
un vestibulo en el que se alzaba una estatua suya colosal, de ciento veinte pies de altura;
era tan espaciosa, que albergaba porticos de tres filas de coiumnas y mil pasos de largo,
un estanque tan grande como un mar, rodeado de edificios que parecian ciudades, y,
ademas, grandes extensiones de terreno, que incluian campos, viñedos, pastos y bosques,
con una multitud de animales domesticos y salvajes de todo tipo. Todas sus habitaciones
estaban forradas de oro y adornadas con piedras preciosas y conchas de perlas; sus
comedores estaban cubiertos por unos paneles de marfil movibles y perforados por tubos,
para que se pudieran esparcir desde el techo flores o perfumes; el comedor principal era
redondo, y giraba continuamente sobre si mismo, de dia y de noche, como el mundo; sus
banos tenian agua corriente del mar y de los rnanantiales de Álbula. Cuando inauguró
semejante mansión, una vez acabadas las obras, le dio su aprobación exclamando que
por fin había empezado a vivir como un hombe.
Non in alia re tamen damnosior quam in aedificando domum a Palatio Esquilias usque
fecit, quam primo transitoriam, mox incendio absumptam restitutamque auream nominauit.
de cuius spatio atque cultu suffecerit haec rettulisse. uestibulum eius fuit, in quo colossus
CXX pedum staret ipsius effigie; tanta laxitas, ut porticus triplices miliarias haberet; item
stagnum maris instar, circumsaeptum aedificiis ad urbium speciem; rura insuper aruis
atque uinetis et pascuis siluisque uaria, cum multitudine omnis generis pecudum ac
ferarum.
in ceteris partibus cuncta auro lita, distincta gemmis unionumque conchis erant;
cenationes laqueatae tabulis eburneis uersatilibus, ut flores, fistulatis, ut unguenta desuper
spargerentur; praecipua cenationum rotunda, quae perpetuo diebus ac noctibus uice mundi
circumageretur; balineae marinis et albulis fluentes aquis. eius modi domum cum
absolutam dedicaret, hactenus comprobauit, ut se diceret “quasi hominem tandem habitare
coepisse.”
De similar manera Marcial, en su Libro de los Espectáculos, nos ofrece numerosos
ejemplos de espectáculos en Roma con animales exóticos, traídos desde los
confines del imperio, del que se sienten los dueños
Marcial, Libro de los Espectáculos, 2.
Aquí en donde el coloso sidéreo contempla muy de cerca las estrellas y se elevan en mitad
de la vía altos andamiajes, irradiaban los atrios soberbios del fiero tirano y había ya una
sola casa en toda Roma. Aquí en donde se eleva la augusta mole del hermoso anfiteatro
estaban los estanques de Nerón. Aquí en donde admiramos las termas, obra prontamente
acabada, un campo inmenso había expropiado las casas de los míseros ciudadanos. En
donde el pórtico de Claudio proyecta sus amplias sombras, venían a terminar las últimas
construcciones del palacio imperial. Roma ha sido devuelta a sí misma y, contigo en el
trono, César, hace las delicias del pueblo lo que las hacía de su señor. (Traducción de
Jose Guillén. Institución Fernando el Católico)
Hic ubi sidereus propius uidet astra colossus
et crescunt media pegmata celsa uia,
inuidiosa feri radiabant atria regis
unaque iam tota stabat in urbe domus;
hic ubi conspicui uenerabilis Amphitheatri
erigitur moles, stagna Neronis erant;
hic ubi miramur uelocia munera thermas,
abstulerat miseris tecta superbus ager;
Claudia diffusas ubi porticus explicat umbras,
ultima pars aulae deficientis erat.
Reddita Roma sibi est et sunt te preside, Caesar,
deliciae populi, quae fuerant domini.
Así en De spectaculis, 5
Podéis creer que Pasífae se ha unido al toro de Creta: lo hemos visto nosotros, la antigua
fábula ha recibido su confirmación. Que no se admire de sí misma, César, la longeva
antigüedad: lo que la fama canta, lo presenta la arena ante tus ojos. (Traducción de
Jose Guillén. Institución Fernando el Católico)
Iunctam Pasiphaen Dictaeo credite tauro:
uidimus, accepit fabula prisca fidem.
Nec se miretur, Caesar, longaeua uetustas:
quidquid fama canit, praestat harena tibi.
Y en el 6,b
La fama ensalzaba un trabajo famoso y propio de Hércules: que el león había sido
abatido en el vasto valle de Nemea. Calle la leyenda, porque después de tus juegos, oh
César, declaramos que esto lo hace ya un Marte femenino. (Traducción de Jose
Guillén. Institución Fernando el Católico)
Prostratum uasta Nemees in ualle leonem
nobile et Herculeum fama canebat opus.
Prisca fides taceat: nam post tua munera, Caesar,
hoc iam femineo Marte fatemur agi.
Y en el 7
Lo mismo que Prometeo, atado en las rocas de Escitia, alimentó con su hígado potente al
águila puntual a su cita, así Lauréolo, colgado realmente en una cruz, presentó sus
entrañas desnudas al oso de Caledonia. Sus músculos desgarrados palpitaban en sus
miembros sangrantes, y en todo su cuerpo no había cuerpo por ninguna parte. Por fin
recibió un castigo digno: él había clavado cruelmente el cuchillo en el cuello de su padre
o de su dueño; había robado locamente el oro sagrado de los templos; te había aplicado a
ti, Roma, las teas incendiarias; había superado el criminal las atrocidades referidas por
la antigua leyenda, y por ello lo que era hasta entonces pura imaginación, se cumple en
él realmente. (Traducción de Jose Guillén. Institución Fernando el Católico)
Qualiter in Scythica religatus rupe Prometheus
adsiduam nimio pectore pauit auem,
nuda Caledonia sic uiscera praebuit urso
non falsa pendens in cruce Laureolus.
Viuebant laceri membris stillantibus artus
inque omni nusquam corpore corpus erat.
Denique supplicium dignum tulit: ille parentis
uel domini iugulum foderat ense nocens,
templa uel arcano demens spoliauerat auro,
subdiderat saeuas uel tibi, Roma, faces.
Vicerat antiquae sceleratus crimina famae,
in quo, quae fuerat fabula, poena fuit.
y en el 8
Dédalo, al sentirte devorado por el oso de Lucania, ¡cómo desearías haber tenido ahora
tus alas! (Traducción de Jose Guillén. Institución Fernando el Católico)
Daedale, Lucano cum sic lacereris ab urso,
quam cuperes pinnas nunc habuisse tuas!

Y en el 9
Exhibido el rinoceronte por toda la arena, te ofreció, César, un espectáculo que no
prometió. ¡Oh con qué bravura se enfureció incoerciblemente! ¡Qué grande era el toro,
para quien un toro era un pelele! (Traducción de Jose Guillén. Institución Fernando
el Católico)
Praestitit exhibitus tota tibi, Caesar, harena
quae non promisit proelia rhinoceros.
O quam terribilis exarsit pronus in iras!
Quantus erat taurus, cui pila taurus erat!
Elefantes en el 17
Esto de que, piadoso y suplicante, te adore, César, un elefante, éste que poco ha era tan
temible para un toro, esto no lo hace mandado ni por maestramiento de ningún
domador; créeme, también él reconoce a nuestro dios. (Traducción de Jose Guillén.
Institución Fernando el Católico)
Quod pius et supplex elephas te, Caesar, adorat
hic modo qui tauro tam metuendus erat,
non facit hoc iussus, nulloque docente magistro,
crede mihi, nostrum sentit et ille deum.
Etc. etc.

Hasta aquí algunos textos que documentan el status divino que adquirió Roma en
virtud de la fuerza y energía que de ella emanaba. Podría aportar otros muchos.
Ello explica como la “urbe” por antonomasia, por excelencia, es Roma.
Nota: antonomasia, palabra griega, ἀντονομασία, del verbo ἀντονομάζω
("antonomázo"), compuesto de antí-/ant-/anta-, con el significado de "en lugar de", "a
cambio de", y el verbo ὀνομάζω ("onomázo"), que significa denominar, nombrar,
derivado de ὄνομα "ónoma", nombre. Designa a una figura retórica que consiste en
nombrar a un sustantivo por el adjetivo que expresa su cualidad o viceversa
porque en él se da esa cualidad de manera sobresaliente.
(Continuará…)

Urbi et orbi: la ciudad dueña de un Imperio (III)


La expresión “urbi et orbi” tuvo notable éxito por referirse a una “urbe” que
se convirtió en la capital del “orbe” y también porque en sí misma la frase
encierra un atractivo juego de palabras consistente en relacionar dos
palabras de distinto significado pero que tan sólo se diferencian en un
fonema o en una letra; es decir, porque “urbi et orbi” es una paronomasia.

Varrón, lógicamente no resiste la tentación de buscar una explicación o extraer


una conclusión, (no importa si es acertada o no, que no parece serlo), de la
proximidad entre los dos términos: urbem y orbem. Lo hace en su De lingua Latina,
V,143:
Muchos fundadores levantaban en el Lacio ciudades siguiendo el rito etrusco, a saber:
después de uncir dos animales vacunos, un toro y una vaca –que ocuparía lz posición
interior-, trazaban con el arado un survo, para sentirse fortificados por un foso y una
muralla. Naturalmente la operación laa realizaban un día en que, de acuerdo con la
religión, los auspicios fueran favorables. El agujero resultante de extraer la tierra lo
llamaban fossa: y la tierra arrojada tras él, murum (muralla). Después de ello, el círculo
(orbis) que se obtenía era el comienzo de la ciudad (urbs, urbis); y, como ese círculo se
encontraba detrás de la muralla (post murum), se denominaba post moerium: hasta
aquí llegaba el lugar en que podían tomarse los auspicios de la ciudad. En torno a Aricia
y a Roma aún están en pie los mojones del pomerio. Resumiendo: las ciudades cuyos
límites eran trazados con un arado se llamaban urbes, nombre derivado de orbis
(círculo) y urvum (cama del arado). Por este motivo, en los documentos antiguos todas
nuestras colonias se regisgtran con la denominación de urbes, porque fueron fundadas
del mismo modo que Roma; y por idéntica razón las colonias se fundan como ciudades,
porque están colocadas dentro de un pomerio.
Oppida condebant in Latio Etrusco ritu multi, id est, iunctis bobus, tauro et vacca
interiore, aratro circumagebant sulcum (hoc faciebant religionis causa die auspicato), ut
fossa et muro essent muniti. Terram unde exculpserant, fossam vocabant et introrsum
iactam murum. Post ea qui fiebatorbis, urbis principium; qui quod erat post murum,
postmoerium dictum, eo usque auspicia urbana finiuntur. Cippi pomeri stant et cirum
Ariciam et circum Romam. Quare et oppida quae prius erant circumducta aratro ab orbe et
urvo urbes; et ideo coloniae nostrae omnes in litterid antiquis scribunturt urbes, quod ítem
conditae ut Roma; et ideo coloniae et urbes conduntur, quod intra pomerium ponuntur.
Presentaré algunos textos que ejemplifiquen la utilización en la Antigüedad de
esta paronomasia.
Cornelio Nepote (c. 100 a. C.- c. 25 a. C.) en la vida de Atico pone en contacto
ambas palabras:
Nepote, Vida de Ático, 20,5
Quán difícil sea esto, lo conocerá mas bien quien sea capaz de comprehender, cuanta
cordura es menester para conservarse en el trato y amor de dos sujetos, que además de
competir sobre intereses de la mayor inportancia, estaban tan opuestos y encontrados,
como era forzoso lo estuviesen César y M.Antonio, deseando uno y otro mandar, no solo
Roma, sino a todo el universo. (Traducción de Rodrigo de Oviedo)
hoc quale sit, facilius existimabit is, qui iudicare poterit, quantae sit sapientiae eorum
retinere usum benivolentiamque, inter quos maximarum rerum non solum aemulatio, sed
obtrectatio tanta intercedebat, quantam fuit incidere necesse inter Caesarem atque
Antonium, cum se uterque principem non solum urbis Romae, sed orbis terrarum esse
cuperet.
Así Ovidio, en su Arte de Amar comenta que los espectáculos públicos a los que
asisten las mujeres son una buena ocasión para establecer algún tipo de relación.
En este pasaje hace una interesante integración, una paronomasia entre “urbe” y
“orbis”: atque ingens orbis in Urbe fuit
Arte de amar, 1, 171 y ss.
¿Y qué pasó, cuando últimamente César enfrentó las naves persas con las cecropias
aparentando que se trataba de una batalla naval? Jóvenes y muchachas de uno y otro
mar llegaron hasta aquí y una gran parte del orbe estuvo en la urbe. ¿Quién no encontró
prenda que amar entre toda aquella muchedumbre?¡ay! a cuántos les hizo sufrir un
amor llegado de lejos!
He aquí que el César se prepara para anexionarse lo que falta por conquistar del orbe:
ahora, Oriente remoto, serás nuestro. Parto, sufrirás el castigo. ¡Alegraos vosotros,
Craso y compañeros que estáis ya enterrados, y vosotras, enseñas que sufristeis en mala
hora las manos de los bárbaros! Aquí está vuestro vengador, y promete ser general desde
sus primeros años y, aunque sólo es un muchacho, lleva con acierto una guerra difícil
de dirigir para un muchacho. (Traducción de Vicente Cristobal López)
quid, modo cum belli navalis imagine Caesar
Persidas induxit Cecropiasque rates?
nempe ab utroque mari iuvenes, ab utroque puellae
Venere, atque ingens orbis in Urbe fuit.
quis non invenit turba, quod amaret, in illa?
eheu, quam multos advena torsit amor!
ecce, parat Caesar domito quod defuit orbi
addere: nunc, oriens ultime, noster eris.
Parthe, dabis poenas: Crassi gaudete sepulti,
signaque barbaricas non bene passa manus.
ultor adest, primisque ducem profitetur in annis,
bellaque non puero tractat agenda puer.
Veleyo Paterculo (c. 19 a. C. – c. 31), Historia de Roma, 2,44
Así, éste, siendo cónsul constituyó una sociedad de poder entre Gneo Pompeyo, Marco
Craso y él, que fue nefasta para Roma y para el mundo (quae urbi orbique terrarum) y
les acarreó consecuencias no menos fatales a cada uno en distintos momentos. Al
secundar este proyecto, Pompeyo había tenido la intención de que su conducta en las
provincias del otro lado del mar, que muchos, según hemos dicho, criticaban, fuera
finalmente aprobada por medio del cónsul César; por su parte, César se daba cuenta de
que cediendo ante la gloria de Pompeyo aumentaría la suya, y que al desviarse hacia éste
los odios por el poder compartido, él iba a reforzar sus posibilidades; Craso, como no
había podido conseguir él solo el principado, intentaba alcanzarlo por la autoridad de
Pompeyo y los recursos de César. También se estableció un parentesco por matrimonio
entre César y Pompeyo; pues Gneo Magno se casó con la hija de Gayo
César. (Traducción de María Asunción Sánchez Manzano. Editorial Gredos)
Hoc igitur consule inter eum et Cn. Pompeium et M. Crassum inita potentiae societas, quae
urbi orbique terrarum nec minus diverso cuique tempore ipsis exitiabilis fuit. Hoc
consilium sequendi Pompeius causam habuerat, ut tandem acta in transmarinis provinciis,
quibus, ut praediximus, multi obtrectabant, per Caesarem confirmarentur consulem,
Caesar autem, quod animadvertebat se cedendo Pompei gloriae aucturum suam et invidia
communis potentiae in illum relegata confirmaturum vires suas, Crassus, ut quem
principatum solus adsequi non poterat, auctoritate Pompei, viribus teneret Caesaris,
adfinitas etiam inter Caesarem Pompeiumque contracta nuptiis, quippe Iuliam, filiam C.
Caesaris, Cn. Magnus duxit uxorem.
Tertuliano (ca.160-ca.220), 40,1-4 en su Apologeticum pone en relación las dos
palabras:
quantae clades orbem et urbes ceciderunt!
Que las calamidades no suceden al mundo ni al imperio por ocasión de los cristianos,
como dicen los gentiles. Antes por el contrario, el nombre de amotinados se debe
acomodar a los que conspiran en odio de los buenos y honrados, a los que proclaman
contra la sangre inocente, excusando el odio con pretexto de aquella frívola vanidad con
que piensan, que toda común desdicha y las particulares descomodidades del pueblo
suceden por causa de los cristianos . Si el Tíber sube a las murallas ; si el Nilo no llega a
regar las vegas; si el cielo está sereno y no da lluvias; si la tierra tiembla o se estremece;
si el hambre aflige; si la peste mata, luego grita el pueblo: arrójense los cristianos al
león. ¿Un león para tantos?
Yo ruego que me digáis: ¿cuántas calamidades cayeron sobre el mundo y sobre Roma
(quantae clades orbem et urbes ceciderunt! ) antes del imperio de Tiberio , esto es, antes
de la venida de Cristo? Leemos que Hierápoli y las islas de Delon, Rodas y Coon, con
muchos millares de hombres se hundieron.
At e contrario illis nomen factionis accommodandum est, qui in odium bonorum et
proborum conspirant, qui adversum sanguinem innocentium conclamant, praetexentes sane
ad odii defensionem illam quoque vanitatem, quod existiment omnis publicae cladis, omnis
popularis incommodi Christianos esse in causa[m]. Si Tiberis ascendit in moenia, si Nilus
non ascendit in arva, si caelum stetit, si terra movit, si fames, si lues, statim: «Christianos
ad leonem!» acclamatur. Tantos ad unum?
Oro vos, ante Tiberium, id est ante Christi adventum, quantae clades orbem et urbes
ceciderunt! Legimus Hieran, Anaphen et Delon et Rhodon et Co insulas multis cum milibus
hominum pessum abisse.
Sidonio Apolinar (hacia el 430-489 d.C.) obispo de Clermont Ferrand,
en Carmina,7, se sirve de esta paronomasia: captivus, ut aiunt, orbis in urbe
iacet (verso 557)
El Carmen 7 es un panegírico a su suegro Avito cuando fue nombrado emperador.
En una reunión de los dioses Roma se queja de su decadencia; se pasa revista a
su historia e interviene Júpiter. Luego Avito es proclamado emperador por los
visigodos y por los galorromanos.
Sidonio Apolinar, Carmina, 7, 550 y ss.
»Ahora te llama el destino supremo; en un tiempo azaroso no gobierna el Imperio un
cobarde. Se deja de lado todo rodeo cuando una situación extrema requiere un hombre
preclaro: tras las derrotas del Tesino y Trebia la república atemorizada acudió
apresurada a Fabio. La elección de Livio hizo olvidar la célebre derrota de Cannas, a
pesar de la fuga de Varrón, e hizo quebrar al fenicio, engreído por la muerte de los
Escipiones.
»Dicen que el mundo yace cautivo en la urbe (captivus, ut aiunt, orbis in urbe iacet;) el
emperador ha muerto; aquí tiene hoy una cabeza todo el imperio. Te lo pedimos, sube al
tribunal, levanta a los que están decaídos; en esta situación, el momento no pide que
algún otro ame más a Roma.
»No pienses que quizá no eres digno del mando: tú sabes que cuando los estandartes de
Breno acosaban la roca Tarpeya, toda la república era Camilo, quien, obligado a vengar
a la patria, cubrió los humeantes rescoldos con una matanza de enemigos.
»No han sido regalos al populacho los que han dispuesto a tu favor lascenturias, ni
acuden a votarte tribus venales, sobornadas a punta de dinero. Nadie compra el voto del
mundo. Eres elegido, aunque pobre; basta una sola cosa: eres rico en méritos. ¿Por qué
tardas en aceptar la voluntad de la patria que te ordena tomar elmando? Éste es el
pensamiento de todos: si tú te conviertes en señor, yo seré libre’.(Traducción de Agustín
López Kindler. Editorial Gredos)
nunc iam summa vocant, dubio sub tempore regnum
non regit ignavus, postponitur ambitus omnis
ultima cum claros quaerunt: post damna Ticini
ac Trebiae trepidans raptim respublica venit
ad Fabium; Cannas celebres Varrone fugato
Scipiadumque etiam turgentem funere Poenum
Livius electus fregit, captivus, ut aiunt,
orbis in urbe iacet; princeps perit, hic caput omne
nunc habet imperium, petimus, conscende tribunal,
erige collapsos; non hoc modo tempora poscunt,
ut Romam plus alter amet. nec forte reare
te regno non esse parem: cum Brennica signa
Tarpeium premerent, scis, tum respublica nostra
tota Camillus erat, patriae qui debitus ultor
texit fumantes hostili strage favillas.
non tibi centurias aurum populare paravit,
nec modo venales numerosoque asse redemptae
concurrunt ad puncta tribus; suffragia mundi
nullus emit, pauper legeris ; quod sufficit unum,
es meritis dives, patriae cur vota moraris,
quae iubet ut iubeas ? haec est sententia cunctis :
si dominus fis, liber ero.’
Flavio Cresconio Coripo (Flavius Cresconius Corippus) que vivio aproximadamente del
año 500 al 570 de nuestra era fue probablemente el último autor latino importante
de la Antigüedad, de la época de los emperadores bizantinos Justiniano I y Justino
II. Sus dos principales obras son el poema épico Johannis y el panegírico In laudem
Justini minoris.
Es justamente en esta última en el que utiliza en varias ocasiones la fórmula
“urbis-orbis”; precisamente es un rasgo de su estilo la repetición de palabras y
conceptos y también el uso de paronomasias o palabras muy parecidas en la forma
aunque distintas en el significado. Así
Verso I, 173 y ss.
Todo el grupo, postrado y tendido ante sus pies, mientras así hablaba, dice al unísono:
≪Ten piedad, compadécete, santo varón, de quienes te suplican, ven a socorrernos en la
adversidad. Pronto verás con la llegada del día que todo se habrá perdido, si el pueblo
llega a percibir el vacío de poder, ante la pérdida del emperador. Por mucho que te
conmueva el afecto por tu buen padre, que no sea el amor a la patria menor que el de tu
progenitor. Tu mismo tío, moribundo, te ordenó con sus propias palabras que fueras tu
quien conservara el cetro. Mira cuanta fue la previsión y solicitud del anciano para con
nuestra ciudad y el mundo entero. (aspice quanta fuit nostrae simul urbis et orbis) En tu
favor hizo Dios todo lo que quiso que fuera realizado. Sube al trono paterno, príncipe
valerosísimo, y gobierna el mundo que a ti se somete. (Traducción de Ana Ramírez
Tirado. Editorial Gredos)
Talia dicentis pedibus prostrata iacensque
omnis turba simul “pius es, miserere” perorat
“supplicibus, vir sancte, tuis: succurre periclis.
Omnia mox veniente die periisse videbis,
si vacuam vulgussine príncipe senserit aulam.
Quantumcumque boni moveat dilectio patris,
non sit amor patriae patrio minor. Ipse tenere
sceptra tuus moriens te iussit avunculus ore.
aspice quanta fuit nostrae simul urbis et orbis
próvida cura seni. pro te deus omnia fecit,
quae fieri voluit. solium conscende paternum
et rege subiectum, prínceps fortissime, mundum
Y de nuevo en Verso 244 y ss.
Y no injustamente, creo, pues ¿iba a estar él, al morir, tan dichoso y con semblante tan
lleno de bondad, si su alma, consciente del bien que llevo a cabo, no hubiera
abandonado sus tranquilos miembros, volando hacia el cielo y no hubiera afianzado el
imperio tras confirmar a un heredero? Cuando acudió allí el noble Justino, poniendo sus
amorosos brazos en tomo al cuerpo sin vida, así hablo sollozando: ≪Luz de la ciudad y
del universo, padre Justiniano, ¿abandonas tu amada corte y dejas a tus allegados, a tus
sirvientes y a tantos súbditos? ¿Menosprecias la tierra? ¿No velas por el mundo
extenuado? Aquí tienes a los ávares, a los amenazadores francos, a los gépides, a los
getas y a tantas otras naciones que, tras poner en movimiento sus enseñas, provocan
guerras por doquier. ¿Con qué empuje vamos a vencer a tantos enemigos si tú, firmeza
de Roma, estás muerto?≫.
((Traducción de Ana Ramírez Tirado. Editorial Gredos)
Haud, reor, immerito sic laetus et ore benignus
Ille foret moriens, nisi mens sibi conscia recti
in caelum properans securos linqueret artus
et tutum imperium firmato herede locaret.
Huc ubi magnanimus sacra cum coniuge venit,
cara per exanimum circumdans brachia corpus
cum lacrimis Iustinus ait: “lux urbis et orbis,
Iustiniane pater, dilectam deseris aulam?
Cognatos fámulos et tantos linquis alumnos?
Contemnis terras? Fesso non prospicis orbi?
En Avares Francique truces Gepidesque Getaeque
totque aliae gentes commotis undique ignis
bella movent; qua vi tantos superabimos hostes,
cum virtus Romana iacet?…
Y otra vez en verso III, 72 y ss.:
Organos, plectros y liras resonaron por toda la ciudad; se ofrecieron mil clases de
espectáculos, mil festines, hubo danzas, risas, ajetreo, regocijo y aplausos. Desean larga
vida a los emperadores entre alegres clamores. ≪Tras la vejez≫, afirman, ≪el mundo se
regocija por su rejuvenecimiento y busca los principios de su aspecto originario.
Desaparece ahora una edad de hierro y surge una edad de oro en tu época, Justino,
esperanza de la ciudad y del mundo, resplandor del imperio romano, gloria añadida a
todos los emperadores que te precedieron, cuya sabiduría victoriosa obtuvo la más alta
cumbre del reino paterno≫. (Traducción de Ana Ramírez Tirado. Editorial Gredos)
Organa, plectra, lyrae totam insonuere per urbem.
Mille voluptatum species, convicia mille,
saltatus, risus, discursus, gaudia, plausus.
Augustis vitam laetis clamoribus optant.
post senium dicunt “sese iuvenescere mundus
gaudet Et antiquae repetit primordia formae.
Férrea nunc abeunt aurea saecula surgunt
temporibus, Iustine, tuis, spes urbis et orbis,
Romani iubar imperii, decus addite cunctis
retro principibus, cuius sapientia victrix
obtinuit patrii fastigia máxima regni.”
El resumen de todo esto, del contenido y de la figura literaria, lo personifica un
verso feliz del poeta galo del siglo V Rutilio Namaciano, del que conservamos parte
del único poema que sabemos que escribió, titulado “De reditu suo” (Sobre el
regreso). En él canta la grandeza y antiguo esplendor de Roma y critica
al Cristianismo. En el llamado Himno a Roma, que aparece personificada,
encontramos el verso resumen al que me refería:
‘urbem fecisti quod prius orbis erat’
“formaste una ciudad de lo que antes era un mundo”
“!Escucha, Roma, hermosisima reina de un mundo que
es tuyo, acogida entre las celestes estrellas!
!Escucha, engendradora de hombres y engendradora de dioses,
gracias a tus templos no nos mantenemos alejados del cielo!
A ti cantamos y siempre cantaremos mientras los hados lo permitan:
nadie en vida puede olvidarte. Antes sepultaria yo el sol en impio olvido
que apartar de mi corazon tu gloriosa fama,
pues derramas tus favores como rayos de sol
por donde se agita vacilante el envolvente Oceano.
Por ti da vueltas Febo, que todo lo abarca,
y en ti esconde los caballos que de ti habian salido.
A ti no te detuvo Libia con sus ardientes arenas
ni te arredro la Osa guarnecida de hielo.
Cuanta extension comprende la naturaleza hasta las regiones habitables,
otro tanto la tierra se convierte en camino accesible a tu valor.
Formaste de pueblos distintos una unica patria;
al imponer tu poder, beneficiaste a los vencidos,
ignorantes de la justicia, y al ofrecerles compartir tus propias leyes,
formaste una ciudad de lo que antes era un mundo.(‘urbem fecisti quod prius orbis
erat’)
Como autores de tu linaje reconocemos a Venus y a Marte,
la madre de los Eneadas y el padre de los Romulidas.
Cuando vences, la clemencia ablanda tu brazo armado:
en tu personalidad aunas la inspiracion de ambos dioses.
De ahi tu gran satisfaccion en combatir y en perdonar:
vences a quienes has temido, amas a quienes has vencido.
(Traducción de Alfonso Grcía-Torano Martínez. Editorial Gredos).
«exaudi, regina tui pulcherrima mundi,
inter sidereos Roma recepta polos,
exaudi, genetrix hominum genetrixque deorum,
non procul a caelo per tua templa sumus:
te canimus semperque, sinent dum fata, canemus:
sospes nemo potest immemor esse tui.
obruerint citius scelerata oblivia solem,
quam tuus ex nostro corde recedat honos.
nam solis radiis aequalia munera tendis,
qua circumfusus fluctuat Oceanus.
volvitur ipse tibi, qui continet omnia, Phoebus
eque tuis ortos in tua condit equos.
te non flammigeris Libye tardavit harenis,
non armata suo reppulit Ursa gelu:
quantum vitalis natura tetendit in axes,
tantum virtuti pervia terrae tuae.
fecisti patriam diversis gentibus unam:
profuit iniustis te dominante capi.
dumque offers victis proprii consortia iuris,
urbem fecisti quod prius orbis erat.
«auctores generis Venerem Martemque fatemur,
Aeneadum matrem Romulidumque patrem:
mitigat armatas victrix clementia vires,
convenit in mores nomen utrumque tuos:
hinc tibi certandi bona parcendique voluptas:
quos timuit superat, quos superavit amat.
La Iglesia Católica y Romana es deudora de la antigua Roma en casi todo, en gran
parte de sus mitos, creencias y dogmas, en sus ritos, en su expresión artística, en
su estructura administrativa y jurídica, y por supuesto en su lengua oficial, que
sigue siendo el latín. Esta expresión es una prueba más de ello. Si el Papa
Católico hoy puede dirigirse “a la ciudad y al mundo” es precisamente porque él es
“el obispo de Roma”, la ciudad (urbs) que fue capital del mundo (orbis)

También podría gustarte