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Los Límites Del Mundo
Los Límites Del Mundo
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10 LOS L IM IT E S DEL MUNDO
PRELUDIO 11
futuro, determiné como devenir o suceder. El ser es devenir o sche, parece como si la filosofía hubiera perdido eso que
suceder: singular sensible en devenir derivado de un funda Nietzsche llamaba el gran estilo, abundando en cambio hoy
mento en falta y referido a un fin sin fin. En la primera parte, el pequeño trabajo sectorial, que en principio podría estar ple
a la que llamo primera sinfonía, muestro el camino o método namente justificado si arrancara de una poderosa idea o in
que permite enunciar ese componente trágico del ser. tuición filosófica fundamental. La mayoría de los nuevos maes
Thomas Mann, en su estupendo comentario a la filosofía de tros que ofrece la filosofía en el campo internacional presente,
Schopenhaucr, subraya la confesión de éste respecto a su obra no dejan de ser representantes de lo que bien podría llamar
principal: la de qu e en ella está expuesto un único pensa se el género chico de la filosofía: no pasan de ser excelentes
miento, sólo que desglosado en cuatro partes. Thomas Mann tratadistas de epistemología de la ciencia, o de la interacción
llama a esas cuatro partes «sinfonías de ideas». En esta feliz ex entre ciencia y sociedad, o de la metodología científica o her
presión me inspiro para denominar sinfonías a las dos partes menéutica, o del minucioso análisis de los juegos lingüísticos
en que se descompone este libro. El objetivo de éste es, pri corrientes, o de la mera matización, lógico-lingüística o socio
mero, definir el ser. En segundo lugar, decir qué es la verdad. lógica, al uso corriente de nuestras expresiones éticas o esté
Ésta es, como se verá, pura transparencia. En la primera sin ticas, o cualquier otro orden de minucias. Lo más interesante
fonía se accede a la definición del ser como devenir o suceder que ofrece la filosofía actual tiene siempre carácter crítico o
sin principio ni finalidad. En la segunda sinfonía se halla el disolvente, así por ejemplo los trabajos analíticos en torno a
fundamento externo al ser en lo que siempre he llamado espa ciertos prejuicios epistemológicos, como la idea misma de
cio-luz: éste es pura transparencia. La primera es una sinfonía sense data (Sellars) o de la dualidad mente-materia (Rorty).
trágica; la segunda, escrita más allá de toda tragedia y de O bien los esfuerzos por destruir el marco mismo de una
toda ontología, es la sinfonía de la pura transparencia. epistemología fundada en la representación (Foucault, Deleu-
ze). Tampoco las últimas estribaciones de la Escuela de
Frankfurt llegan más lejos que a un intento sincrético por fe
II cundar la epistemología con la teoría crítica de la sociedad,
a partir de un diálogo con la sociología americana y con la
Mi intención ha sido siempre abrirme a la experiencia pro epistemología «científica» de orientación anglosajona. En nin
piamente metafísica a través de tanteos y ensayos previos, que guna, o casi'ninguna, de estas líneas de fuerza filosófica se adi
acaso permiten inducir, con la experiencia propiamente meta vina cierta orientación hacia la metafísica. Más bien se puede
física, algunas de sus categorías o determinaciones específicas. percibir desgana o desinterés respecto a esa posible empresa.
Confieso que hasta ahora no he llevado a cabo el temático La dificultad se agrava si se pretende llevar a cabo esa in
afrontar de esa experiencia y el riguroso análisis y ensambla cursión y esa introducción en el terreno de la metafísica desde
je de sus categorías pertinentes. No me había visto con fuer una situación no sólo históricamente desfavorable, sino, ade
zas para esta ardua tarca, acaso una de las tareas más necesa más, localmente desalentadora o imposible. Cataluña, España,
rias, pero también más ingratas, de todas las que pueden ha Hispanoamérica no han sido ni son espacios culturales en
cerse hoy en el terreno de la cultura y, en particular, en el donde la filosofía moderna haya tenido cultivo intenso y con
terreno de la filosofía. Éste es un tiempo histórico de indigen tinuado. Es más, en razón de su propio atraso con relación a
cia muy grave en lo que se refiere a la metafísica. Se sospecha la modernidad, subsiste en esas comunidades la pervivencia
y se cree que ya no es tiempo para dicha ocupación, tomán de una metafísica residual y arqueológica, generalmente esco
dose la coartada del anacronismo como legitimación de una lástica y particularmente tomista, que acaba produciendo un
impotencia (cuya verdadera razón se hallaría en la abrumado efecto de desaliento en todo aquel que busque o se interese
ra extensión de los campos del saber y en el carácter pluri- en ese territorio marcado por el infortunio. Escribir de filoso
forme y disperso de los juegos lingüísticos y de los juegos de fía y, en particular, de metafísica en estas latitudes es un puro
la cultura). Muertos Heidegger y Wittgenstein, esos «últimos ejercicio de quijotismo testimonial que sólo se justifica por ra
filósofos» de idéntica raza que Parménides, Heráclito, Platón, zones de necesidad idiosincrática (o por un idealismo a largo
Aristóteles, Kant, Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard o Nietz- plazo).
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Ni que decir tiene que, en rigor, la verdadera filosofía, lo llamo, en este libro, la proposición ético-metafísica (o propo
mismo que el verdadero arte, es algo inútil y, en cierto modo, sición metódica), la proposición ontológica y la proposición
provocador. No responde a necesidad social alguna. Más bien topológica. A partir de un largo y extenso recorrido será posi
puede ser profundamente disfuncional y desquiciante con ble, al final del libro, extender la genuina proposición filosó
relación a ciertas normas que regulan los usos y las costum fica, esa a la que llamo principio de variación.
bres tribales. Menos aún puede hacerse de todo ello uso ideo El libro consta de dos partes que se siguen una a otra con
lógico y político, por mucho que los poderes públicos se es inflexible consecuencia. Pero cada una de ellas cubre un ám
fuercen una y otra vez en ello. Decir la verdad o ponerla en bito objetivo y discursivo diferente e intrínseco. Cada una
obra es algo obsceno. Por esta razón el verdadero arte y la exige, por lo mismo, un arsenal diferente de imágenes y pala
verdadera filosofía, y en general todo aquel juego que tenga bras. En cada una de esas dos partes se articulan y vertebran
que ver con la verdad, no pueden ser nunca cosa pública ni distintas líneas de razonamiento y voz, cuya coordinación y
estupefaciente popular. En principio nunca adormecen las estructura da lugar a una pieza de autonomía relativa que,
conciencias sino que las irritan y mantienen en estado de per por todo ello, he denominado sinfonía. Se trata, pues, de dos
petua alerta y lucidez. Lo cual produce más bien dolor e ira sinfonías de ideas. Cada una de ellas accede y despliega al
que sensaciones placenteras. Por eso son pocos los que pue guna de las diferentes proposiciones en las que se desglosa la
den llegar a comprender una obra artística profunda o una proposición filosófica. La primera sinfonía consta de un tra
genuina construcción filosófica. La selección es, en este caso, zado metódico en virtud del cual se pronuncia la proposición
de naturaleza ética, moral. ético-metafísica, lográndose así el acceso a la proposición on
tológica. La segunda sinfonía explota un filón conceptual ha
llado en el despliegue de la propuesta ontológica, abriendo
así el ámbito de pronunciamiento de la proposición topológi
III ca. Al final de esta segunda sinfonía se aprovecha el funda
mento hallado para repensar las materias tratadas en la pri
En la evolución interna de una obra, sea ésta literaria, mera. En ella la filosofía inicia su viaje de vuelta. En ella se
plástica, científica o filosófica, hay una determinada fase en la vuelve al ser; o éste es recreado. Es entonces cuando puede
cual su administrador debe ocuparse de librarla de todo adi pronunciarse la proposición filosófica, la que corresponde al
tamento innecesario (siguiendo acaso la consigna de Adolph principio de variación, tal como fue expuesta en Filosofía del
Loos de que «el ornamento es delito») con el fin de que res futuro.
plandezca en el centro de irradiación de la misma lo que s . La primera sinfonía despliega el método en razón del cual
tiene de propio, singular e irreductible. Tratándose de una puede accederse a lo que es, al ser en tanto que ser. El punto
obra filosófica esto significa situar en el centro de la medita de partida metódico es el empírico: eso que soy, eso que so
ción la idea filosófica que en ella se propone. A esa propuesta mos, el sujeto en su doble variante empírica, el sujeto que soy
puede llamársele la proposición filosófica. Por lo que se, re (opción metódica solipsista) y el sujeto que somos (opción
fiere a mi propia obra, esa proposición fue expuesta en Filoso metódica comunitaria). Ambos soportes empíricos y metódi
fía del futuro con el nombre de principio de variación. cos cubren dos amplios ciclos, correspondientes a cada elec
Ahora bien, en ese libro presenté de forma abrupta ese ción metódica. Una vez puestos los cimientos metódicos y em
principio, por lo que me he visto en la necesidad, en este píricos puede pronunciarse al fin la proposición referente a lo
nuevo libro, de llevar a cabo un arduo trabajo analítico que que es, al ser depurado de su propia mostración a través del
permita conceder a dicho principio su genuina demostración, recorrido metódico. En ese tercer ciclo de la primera sinfo
tomando el término «demostración» en su sentido más rancio nía se dice, pues, qué es lo que es. Pero con ello no termina
y literal («demostración de fuerza», por ejemplo). Se trata, el recorrido entero y completo a través de la idea filosófica.
pues, de trazar el método, el camino que conduce a dicha pro Ese ser, en tanto que ser, pide un fundamento diferenciado
posición. Y así mismo de desglosar esa proposición en aque que exige un salto discursivo a un ámbito localizable más allá
llas en las cuales se pone en evidencia. A esas proposiciones del ser. En él puede pronunciarse una genuina proposición
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PRELUDIO 15
fundamental: la que explora esa última instancia a la que, en los hábitos en que cuarenta años de mezquindad filosófica in
todos mis libros, he denominado espacio-luz. Éste es pura ternacional nos han echado sobre los hombros, a modo de pe
transparencia. Desde él puede definirse al fin el objeto de toda sado lastre de desengaño respecto a cualquier quehacer serio
filosofía, la verdad. Puede decirse qué es la verdad, a saber, y ambicioso en el marco de la filosofía primera. Éste es uno
transparencia pura. Su signo material lo constituye lo que de mis retos. Que en plena era de la banalidad informatizada
llamo el signo de diferencia y concordancia. aparezca una obra escrita con absoluta y majestuosa parsimo
En esta segunda sinfonía ese fundamento alcanzado sirve nia puede servir acaso de contrapunto irónico a toda la chá-
para retomar todo el material de la primera sinfonía y pro chara vacía que se hace pasar por trabajo intelectual o cul
nunciarse en consecuencia la proposición o propuesta genui- tural. Quede, pues, este texto como monumento o como gran
namente filosófica, a saber, lo que he llamado siempre prin oratorio. No he dado la más mínima facilidad. Que sepa el
cipio de variación. lector que el texto está vallado, pues lo que en él se dice no
Inspirándome en Platón hablaría de tres grandes fases en puede simplificarse.
el recorrido de la filosofía: 1) el camino ascendente hasta el
fundamento incondicionado. 2) La exposición de dicho funda
mento. 3) La deducción de la experiencia ganada en el ascen IV
so desde ese fundamento. O si quiere decirse así, momento del
ascenso, momento del reposo y momento del regreso. En la Todo verdadero libro constituye un organismo viviente.
primera fase se conjuga el verbo «llegar», en la segunda el ver Precisamente porque todo él se halla en lo profundo radical
bo «estar», en la tercera el verbo «volver». La primera enuncia mente centrado y centralizado (en una única idea o pensa
una búsqueda, la segunda un hallazgo, la tercera una coloni miento, si el libro es filosófico), por eso puede soportar todas
zación. aquellas disgresiones o excursos que le darán fluidez, espon
En cierto modo hay una recíproca fundamentación entre taneidad y gracia. En una palabra, vida. Confieso haber logra
cada parte y sinfonía. El recorrido metódico (primero y segun do ese objetivo en algunos casos. En ellos conseguí aunar esa
do ciclo de la primera sinfonía) da el fundamento empírico y estricta unificación de las partes en el todo en virtud de una
metódico a la ontología. La exposición de ésta (tercer ciclo de única idea o de un solo pensamiento que atravesó el texto de
la primera sinfonía) da al método y a la experiencia su funda parte a parte, así por ejemplo cierta idea de pasión rubricada
mento lógico. La sinfonía primera tomada en su conjunto con por un constante traer a escena la gran leyenda pasional de
fiere fundamento empírico y metódico a la segunda, y la se Tristán e Isolda, o bien cierta distinción entre drama y tra
gunda (exposición del fundamento) concede fundamentación gedia que permitía un constante aventurarme y dispersarme
lógica a la primera. Ese ejercicio de fundamentación se reve por todos los ámbitos de la cultura, o bien cierta articulación
la al final de la segunda sinfonía. entre lo bello y lo siniestro que hacía posible enfocar la cá
Por razones intrínsecas puede decirse que la primera sin mara analítica en el primer plano de un par de cuadros o de
fonía es una sinfonía trágica: su objetivo es desplegar lo que una insigne película, de un breve relato de Hoffmann o de
siempre he llamado ontología trágica. Sólo que en el enuncia dos piezas teóricas freudianas.
do del ser como puro ser trágico, sin fundamento, no conclu Un libro verdadero de filosofía debe aunar una potente
ye el poder discursivo de la filosofía. Ésta se remonta, más construcción teórica medida desde el criterio de la verdad
allá del ser y de su ausencia, hacia un allende, épekeina, que con un elaborado trabajo estilístico, medido a su vez desde
debe llamarse espacio-luz. Exponer en qué consiste el espa el criterio de lo artístico. Creo haber cumplido esta suma arti
cio-luz exige una segunda sinfonía, la sinfonía de la pura trans culada de criterios en los casos citados. No así en otros li
parencia, escrita después de toda tragedia. Por último será bros míos. En La memoria perdida de las cosas echo en falta
preciso regresar a la caverna platónica, volver a la tierra pro esa unidad orgánica: el libro se derrama en un exceso de
pia, en el final de la segunda sinfonía, en el cual se vuelve al ideas con escasa ligazón, pese al innegable buen hacer esti
ser, deduciéndose éste de su fundamento propio. lístico del mismo y a su justificado carácter experimental y
Me consta que una obra como la que aquí propongo rompe aventurero. No es muy común que uno mismo juzgue su pro-
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pia obra con la distancia retrospectiva que da el tiempo, pero ,teriales, la del cristal, que exhibe Marcel Duchamp en su ex
eso me trae sin cuidado. ¿Por qué renunciar también a ser traordinario Gran Vidrio, el que será leitmotiv de la segunda
juez público de Sí mismo? Los poetas escriben sus estéticas o sinfonía). Este libro trata de decir qué es la verdad. Decir la
sus retóricas. Lo mismo hacen, no siempre con fortuna, los verdad es la tarea filosófica. Si se logra definir la verdad con
pintores. Siempre he creído que la filosofía pertenece al gé sigue la filosofía su objetivo. Aquí, al final del texto, extiendo
nero creación. Luego puedo alguna vez aventurarme a decir mi idea acerca de la verdad. Digo en él que la verdad es pura
«cómo he escrito algunos de mis libros». No ha llegado ese transparencia: mostración del signo de concordancia (/) que
momento, sin embargo. Bastarán estas pequeñas indicaciones articula palabras en proposiciones y sucesos en sucesiones o
o confidencias: invitaciones a penetrar en el secreto del su variaciones. Decir o hacer verdad es mostrar, con palabras,
mario o a adentrarse al taller mismo en donde se forjan ideas, pasiones o actos, la barra o bisagra misma que Duchamp
escrituras, textos. llama signo de concordancia. Ese signo debe ser meditado
Este libro que ahora publico gravita todo él en torno a como lámina de vidrio, lámina que repliega su doble faz de
una única idea especificada por su título. Es una gigantesca anverso y reverso (idénticos y diferentes a un tiempo) en la
variación en torno al único tema del límite: el límite en tanto visión cobrada cuando se mira el cristal frontalmente y de
que límite, la idea filosófica de límite. En la primera sinfo canto, lámina que se despliega en un anverso y un reverso
nía ese límite aparece en forma que exige el genitivo: como proyectados desde dentro del corazón mismo de la barra o la
límite del mundo. En la segunda sinfonía se explora el límite bisagra. En esa proyección se estampan o emplastan en las
mismo, el límite de sí a sí, el límite de lo mismo (interno dos caras, anverso y reverso, las mismas figuras colgantes, sus
respecto a lo mismo), el límite en toda su diamantina pureza pendidas, expuestas en el más vacío y translúcido de todos
de anverso y reverso de un cristal, el límite como límite o la los materiales: una novia colgada, expuesta, ahorcada en ese
transparencia como transparencia. vacío luminoso, desnudada por la mirada reflexiva de sus
He debido reprimir, en este libro, para mi propio infortu solteros trocados en la postura voyeur de los «testigos ocu
nio y el de los lectores que accedan a este texto, el compo listas».
nente sensible y sensual de mi habitual trabajo conceptual- Este libro, en su segunda sinfonía, es un inicio de medita
poético por razón del carácter seco, adusto, ascético, o de re ción sobre esta genial composición de Marcel Duchamp.
citativo seco, que tiene la filosofía primera. Pero hay, creo, tam
bién cierta «salvación estética» para esa belleza dura y nada
concesiva. Considero bella la escritura kantiana en su seque V
dad rotunda y vibrante, en su poderosa adustez sin mácula,
en su virginal chorro de inteligencia transparente y poderosa. La filosofía tiene un doble comienzo empírico y metódico.
Pero al terminar el libro vuelvo con nostalgia la vista a for La filosofía arranca de su compromiso con la modernidad en
mas más sensuales y emotivas en que hablaba y vibraba la la medida en que explícita ese sujeto de la experiencia y del
pasión o en donde emergía el Horror a través de la pura be método. Dicho sujeto es, a primera vista, el ego cogito sum
lleza. Probablemente tardaré en escribir un nuevo libro como cartesiano, eso que soy, sujeto que asume el compromiso me
éste, tan ascético y desecador. No puede abusarse de la filoso tódico solipsista característico de la primera modernidad
fía pura. La pureza infinita del cristal translúcido puede ator (Descartes,-Kant). En el primer ciclo de esta sinfonía se dará
mentar' con su exceso de luz y refulgencia. Mirar de canto el palabra y voz a ese sujeto, convenientemente rectificado y re
borde vertical de un cristal alzado sobre nuestros ojos no creado. Se incorporará, por tanto, el paradigma solipsista,
puede hacerse demasiado tiempo, por mucho que del corazón aunque con intención sólo metódica y no doctrinal. Pero en el
interno a ese cristal, que al girar muestra su anverso y su cursó de esa expansión del sujeto que soy, o de su recorrido
reverso (idénticos en su absoluta diferencia), broten figuras y trazado de un camino o método, el cual trecho constituye la
pictóricas embutidas y emparedadas en el interior mismo del propia experiencia que hace dicho sujeto de su mundo, se re
cristal (como esas figuras suspendidas y expuestas al puro velará el arraigo de eso que soy en una dimensión más honda
aire absoluto de la más vacía de todas las transparencias ma- y radical de lo que soy, el campo de interacción entre sujetos
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PRELUDIO 19
que constituye el ser que somos. El segundo ciclo, por con
siguiente, avanzará de la primera fase de la modernidad a la asi mismo el límite del mundo. Al movimiento que efectúa eL
segunda, aquella que, después de Hegel, piensa el punto de sujeto,ef que soy y el que somos, a través de esta experiencia
partida metódico en términos de intersubjetividad. El recorri le llamaré, por todo ello, al cerco.
Cabe, sin embargo, experimentar, a través de ciertos suce>j
do de ambos itinerarios dará un fundamento metódico y em sos y de'cierta proposición, lo "que se halla fuera del cerco|
pírico a la filosofía primera. Una vez desplegados ambos ci Esa experiencia es, como se verá, la experiencia ética. En ellá)
clos será posible desvelar la incógnita (= X) encerrada en las se produce el genuino ingreso en lo metafísico. Por último,
dos proposiciones (eso que soy, eso que somos). Podrá al fin tras este segundo movimiento referido al acceso, cabe pensar
decirse qué es eso que soy y somos: podrá proponerse al fin que la incógnita vislumbrada y palpada en la experiencia y en
qué es lo que es, decirse qué es el ser y definirse eso que es. la proposición ético-metafísica se despliega a través de un ter
Será ese tercer ciclo, referido a eso que es, el objetivo y fin cer trecho o recorrido de la experiencia, el que corresponde al
perseguido a través del método. El despliegue de la proposi
suceso y proposición estética y teleológica.
ción que dice qué es eso que es, la proposición ontológica, ¿4»Como se verá, estos tres movimientos, cerco, acceso y des
concederá fundamento lógico al método y a la experiencia, pliegue, se reproducen en el segundo ciclo. A través de ellos
implantando un segundo sentido a la idea de comienzo y de se asciende hasta la posibilidad de experimentar y pronun
punto de partida. Pero a su vez esa proposición ontológica ciar en palabras aquello a lo cual la incógnita hace referencia:
tendrá en el método y en la experiencia alcanzada su funda el ser en tanto que ser. En el tercer ciclo, por tanto, se despeja
mento empírico y metódico. Lo que resultará de ese desplie la incógnita y se dice qué es eso que es.
gue de la proposición ontológica, la que dice qué es el ser en •k 9b Uní:
tanto que ser, será lo que siempre he llamado ontología trági .<!■ .
ca: una ontología que piensa el ser como devenir o suceso VII
absolutamente puesto, remitido a un fundamento siempre en
falta. El ámbito de dicha falta mostrará un acceso hacia más En el primer ciclo la incógnita aparece alojada en la ex
allá del ser (definido como suceder). A partir de esa puerta
abierta será posible transitar, a través de un salto, hasta la periencia primaria e inmediata del sujeto que pronuncia la cé
instancia última, o espacio-luz, cuya proposición será des lebre proposición cartesiana (ego cogito sum). Desde esa ex
plegada en la segunda sinfonía. periencia metódicamente primera en la cual queda inaugura
do el método y la modernidad, así como el marco crítico en
el cual se especifica y concreta el método y la modernidad en
VI filosofía, se abre un itinerario, camino o recorrido (método)
jalonado por tres etapas, trechos de la andadura que hace el
En el curso de la exploración metódica, tanto en el primer pensamiento radical a través de tres formas de experiencia
ciclo como en el segundo, esa incógnita a la cual remite lo que determinadas, las cuales desprenden diversas regiones o
soy y lo que somos se muestra de tres maneras. Cada una de «mundos» que, en el curso del texto serán gradualmente re
ellas significa, respecto a la anterior, una mayor precisión y corridos: mundo teorético referido al orden de los sucesos
concreción de eso que se busca (el ser). A esas tres manifes físicos (el cerco), mundo moral explícito en la proposición
taciones de lo buscado corresponden tres movimientos dentro ético-metafísica (el acceso), mundo estético referido al modo
del recorrido o método global que efectúa el sujeto de la an simbólico de exposición propio de la obra de arte y mundo
dadura metódica y experiencial. ui histórico moderno explicitado en el juicio o proposición que
Eo el comienzo, el sujeto se encuentra con que lo que bus determina finalísticamente la propia modernidad (el desplie
ca está fuera de los alcances de su experiencia. Su referencia gue).
al ser está vallada. Pero eso que busca le cerca y embiste des En estos mundos se desglosa un orden de sucesos (físicos,
de fuera del límite de <=■■*>yp*,rifrif~1> Se le dibuja así él cerco morales, estéticos e históricos), el modo en que son padecidos
de sucesos que canstituye_sn propio por el sujeto (angustia y vértigo referido al límite del cerco,
culpa y conciencia del deber referidos a la proposición moral
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P R IM E R M OVIM IENTO
EL CERCO
para el ejercicio «serio» de su profesión, consistente en la fías, se instalan plena, regiamente en ella: la definen, la crean,
elucidación, desde esas orejeras, del vasto mundo empírico. la recrean, trazando así el campo desde el cual —y sólo desde
No puede sorprender que a este «profesionalismo» de corto el cual— puede pensarse hoy. Pues sólo asumiendo integral
vuelo se haya querido responder con la pura y simple nega mente la modernidad será posible, acaso, rebasarla. Lo que
ción de cualquier método. Como se irá viendo a lo largo de bajo ningún concepto parece posible es reencontrarse, hoy, sin
este texto el método es un medio y nunca un fin. Eso sí: un mediación moderna (es decir, como se verá, sin mediación me
medio indispensable. Es siempre lo que literal, etimológica tódica), otra vez con el modelo tradicional de filosofar, el grie
mente es: un camino, una senda que, como tal, lleva a alguna go o el medieval. Esas «notas a pie de página» que la moder
parte, lugar éste que justifica el recorrido. nidad postcartesiana añade al filosofar griego son, pues, ab
Por lo que respecta a mi propia obra, a veces se me ha re solutamente necesarias. Los contemporáneos enamorados de
prochado «falta de método», en ignorancia de que toda ella, Grecia y los presocráticos, un Heidegger o un Karl R. Popper,
en su estricta progresión, evidencia una innegable autocons- lo saben mejor que nadie.
ciencia respecto a cada uno de los pasos que se permite y que Y bien, lo que caracteriza a la filosofía moderna es, sin
determinan su propio avance. Pero, ¿qué duda cabe de que la duda, su carácter metódico, hasta el punto de que filosofía
síntesis ontológica lograda en mi libro Filosofía del futuro al moderna y método son términos inextricablemente unidos. La
canzaría plena legitimación teórica a partir de una reflexión filosofía moderna es moderna porque es metódica y es metó
metodológica? Esa reflexión, que ahora emprendo, deberá dica porque es moderna.
mostrar el camino (methodos) a través del cual puede la filo
sofía primera hallar su propio marco jurídico, pasando de ser
algo factual a ser algo legal. Se trata, pues, de plantear a la fi II
losofía la kantiana quaestio quid juris.
Si planteo, pues, la cuestión del método de la filosofía pri Descartes es quien, de un modo radical, decide esta orien
mera es por razón de que no puede filosofarse hoy sin tener tación metódica de la filosofía, propiciada por una actitud de
clara consciencia del peso y del determinismo que ejerce desconfianza respecto a toda opinión recibida que no posea
sobre el actual filosofar la tradición de la modernidad, la que un criterio interno (de evidencia) con relación al cual pueda
inaugura Descartes con su Discurso del método y llevan a su «medirse» su posible verdad o falsedad. En principio se coloca
perfecto cumplimiento, en sucesivas etapas históricas, Kant, «entre paréntesis» todo saber adquirido, por autorizada que
Hegel, Husserl, Heidegger y Wittgenstein. Pretender abrir hoy sea la voz o la escritura que lo avale. Cualquier saber fun
un debate con Aristóteles o con Suárez, sin esa mediación de dado exclusivamente en el «principio de autoridad» queda
la modernidad, puede hacerse allí donde la cultura filosófica desde este momento, cuestionado. Se somete a dubitación, poi
no arraiga en la tierra firme de la cultura moderna, acaso tanto, el conjunto de lo que se sabe, aparcado provisionalmen
por falta de reforma religiosa y libertad de conciencia, de te en el rango de incierta opinión, en tanto no se disponga de
verdadero humanismo y verdadera ilustración, de modernidad un principio seguro y firme con el cual poder confrontar la
en suma. Sólo en medios culturales con ilustración frágil y masa del saber recibido. Las viejas premisas, ingenuamente
modernidad quebradiza puede acometerse, incluso con ex realistas, según las cuales se suponía al conocimiento deriva
traordinaria dignidad (así en el caso de Xavier Zubiri), un im do de un dato ontológico previamente revelado, algo así como
posible reencuentro con el pensamiento precartesiano y pre un hecho metafísico «en bruto» que, a lo más, se soportaba
crítico. Hoy, sin embargo, el medio hispano comienza a inte en legitimaciones de carácter metafilosófico (en datos y revela
riorizar, en forma de hábito y creencia, esa modernidad insos ciones inscritas en un texto de autoría divina en el que se
layable. Sólo asumiéndola en toda su consecuencia y de forma afirmaba la creación del mundo desde la nada), todo este an
radical es posible, acaso, trascenderla. Porque si bien al damiaje onto-teológico tradicional se resquebraja. Ante el úni
gunos de los grandes filósofos de la modernidad tardía ini co tribunal de la razón que entonces se instituye no hay dato
cian una efectiva superación integradora de la misma, lo cier ni revelación heterogénea que pueda aparecer como punto de
to es que, desde los primeros pasos de sus respectivas filoso apoyo y de partida, a menos que se adecúe a los criterios in
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temos —de evidencia y firmeza— fijados por dicho tribunal. mente» (o bien nos abre la pregunta fundamental, ontológica;
No es mi objetivo, aquí, rememorar el modo peculiar carte o a la triple «idea-problema» que constituye el principal ne
siano a través del cual, a partir de la evidencia del ego cogito, gocio de la razón). .
se halla al fin el baremo o pauta desde el cual medir la firmeza 4) Determinar el final de la andadura metódica (en su )
de nuestras ideas originarias. Pero es importante destacar primera etapa, como pronto se verá) como detectación de un
que esa roca firme que constituye la evidencia del cogito sum limite: la frontera de todo cuanto puede ser experimentado, j
determina el punto de partida de un itinerario (método) que la línea irrebasable que circunscribe el cerco de lo que puede /
se concibe como «segura senda» hacia la verdad. En ese re ser conocido, comprendido o «dicho», es decir, el límite del/
corrido, todos los conocimientos heridos por la universal du sentido. A dicho cerco puede llamársele mundo. ¡/
bitación serán confrontados con ese recién adquirido criterio No es posible, hoy por hoy, librarse de esta sujeción al
de verdad, de manera que, en la medida misma en que pueda método. Sólo atravesándolo puede ser posible, acaso, su «me
garantizarse en ellos una firmeza pareja a la del cogito, pue tódica» liberación y trascendencia. Sólo asumiendo método y
dan establecerse como «ideas evidentes» de naturaleza ori modernidad puede hacerse posible, quizás, ir «más allá» del
ginaria, auténticas «semillas de verdad» a partir de las cua método y de la modernidad. Pensar en un «salto» hacia una
les pueda reconstruirse, de forma garantizada, gradual, paso supuesta «postmodernidad» sin la plena integración ilumina
a paso, con método, nuestra aproximación a la verdad. De este dora de la modernidad metódica es empresa irrisoria y ca
modo, con las solas luces de la razón que el hombre puede rente de sentido, síntoma de banalidad y de una insuficiente
poseer, será posible adquirir la idea evidente de un ser perfec adquisición del sentido acerca de lo moderno: sólo allí donde
to, garantía final de la evidencia de la idea de res extensa, ter el espíritu moderno es todavía frágil y precario aparece, como
cera evidencia, referida ésta al mundo externo, que puede ser tentación ridicula, ese ahorro de costes históricos que supon
adquirida por el método. dría borrar de un plumazo lo específico del mundo moderno.
La filosofía, desde Descartes, sólo puede ser metódica, lo Esa asunción como requisito de liberación y trascendencia
que es sinónimo de modernidad: o es metódica y moderna o está patente en todas las grandes construcciones de la filo
no puede autojustificarse como filosofía legítima, siendo el sofía moderna. Esas grandes construcciones (las filosofías que
método lo que da a la filosofía su posible juridicidad. De en este siglo levantan Husserl, Heidegger, Wittgenstein) son
Descartes a Kant, de éste a Hegel o a Heidegger, o bien a Hus- nuestro legado, nuestra herencia. Al modo newtoniano, nos
serl o a Wittgenstein, la filosofía se ha visto en la necesidad cabe hoy la posibilidad de elevarnos sobre los hombros de
imperiosa de despejar estas cuestiones: esos gigantes. Hoy por hoy sólo es posible ahondar en la sus
1) Especificar un criterio primero de verdad que, con tancia misma de método y modernidad legada por estos últi
todas sus variantes, es siempre el ego cogito sum cartesiano. mos «padres filosóficos». La inteligencia que nos ha sido his
El recorrido metódico consiste, entonces, en confrontar el vas tóricamente dada hoy, en el presente, puede herir con rayos
to mundo empírico con esa pauta. de energía esa sustancia hasta, acaso, presionando en ella y
2) Constituir, por tanto, ese «sujeto» que actúa como desde ella, desintegrarla; en esa descomposición puede irra
pauta interna desde la cual puede confrontarse y verificarse la diar la diamantina explosión de lo verdadero. Sólo con y des
experiencia, en lugar específico y determinado desde el cual de el método puede irse más allá de él.
puede trazarse un camino, un recorrido. Dicho lugar es, por Entendiendo por metafísica a la filosofía primera y radical,
tanto, punto de partida metódico: comienzo del filosofar metó filosofía en sentido escricto, cabe preguntar hoy, aquí, por
dicamente orientado. el método de la metafísica: ¿Puede hablarse, en singular, más
3) Abrir, de este modo, un recorrido dentro del cual pue allá de sus diversas manifestaciones, del método de la meta
den especificarse diferentes etapas. En ellas el «sujeto» va en física? ¿Tiene el pensamiento radical y su experiencia honda y
riqueciendo su experiencia de forma gradual y entrelazada. específica una senda o recorrido que le sea propio, en el cual
De Hegel a Wittgenstein, de Kant a Heidegger, ese recorrido funda su andadura toda filosofía verdadera? ¿Puede decirse
metódico puede concebirse como escala o escalerilla que nos acaso que el pensamiento es, en su más firme y soterrada es
conduce al «saber absoluto» o que nos permite «ver correcta- tructura, siempre el mismo, perenne en su constante y variado
28 LOS L IM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 29
esclarecimiento del propio conocimiento, un adentrarse con podemos conocer. Esa cuestión acerca del limíte o confín del
el conocimiento en el propio conocimiento, o un mostrarse el mundo que nos es dado conocer como objeto posible de un co
ámbito y confín mismo del decir en y desde el propio decir, nocimiento posible constituye, desde Kant hasta Heidegger o
de manera que puedan trazarse desde dentro los límites y los Wittgenstein, la cuestión primera y fundamental de una filo
alcances del conocer o del decir, condición todo ello de que sofía rigurosamente metódica, siendo entonces método ese ca
pueda o de que no pueda legitimarse la incursión, el desplie mino, itinerario, escalerilla o como se la quiera llamar que
gue y el desarrollo del decir o del conocer en lo que se halla nos permite avanzar hasta ese límite, límite del conocer y del
más allá de esos límites. Se trata, pues, de que el propio co decir, límite del comprender y del proyectar, límite de aque
nocimiento o el propio lenguaje muestren, desde sí mismos, llo que somos en tanto que sujetos de conocimiento y com
desde dentro de su propia sustancia gnoseológica o lingüísti prensión, en tanto que sujetos capaces de cogitaciones, verda
ca, los alcances y los límites dentro de los cuales pueden ser dera prosapia del ego cogito sum cartesiano. Éste, el ego cogito
legítimamente usados, es decir, el cerco gnoseológico o lin sum, constituye siempre el fundamento metódico, la piedra an
güístico en el seno del cual puede haber conocimiento y hablar gular que soporta el edificio metódico, el más o menos cues
con sentido, indicándose, asimismo, aquel ámbito allende el tionado «sujeto» que, en su elipsis, abre o libera el ámbito
confín en donde el conocimiento incurre necesariamente en mismo en el cual puede determinarse el trazado de un,itinera
antinomias y paralogismos y el lenguaje en proposiciones ca rio y de un recorrido. Sea concebido como síntesis pura de la
rentes de sentido. Ese cerco es, como se verá, el propio mun apercepción (Kant) o como síntesis dialéctica de conciencia y
do. Y el límite que define lo que puede conocerse o decirse es, autoconciencia (Hegel) o como inversión de la fórmula carte
por tanto, el límite del mundo. Más allá subsiste aquello en siana (prioridad del sum sobre el cogito en Heidegger) o como
donde no hay ya lugar a conocimiento ni a decir con sentido; elipsis del sujeto que hace posible la asunción metodológica
más allá está lo que rebasa o trasciende el mundo mismo (o del solipsismo (según la fórmula wittgensteineana: «los lími
para decirlo en términos kantianos: la naturaleza o «lo físi tes del mundo son los límites de mi mundo»), en todas las
co»). Más allá, épekeina, allende los límites del conocer y el variaciones que constituyen los aparentemente diversos méto
decir, allí, en ese ningún allí, subsiste, inmarcesible, silencio dos de la modernidad (método trascendental, método dialécti
so, lo metafísico, lo que rebasa los límites del mundo, lo que co, método fenomenológico, analítico-existencial, hermenéuti-
desborda el cerco y el confín: el otro mundo. co, estructural o lógico-lingüístico) siempre puede identificar
La filosofía crítica tiene, pues, como exigencia, someter a se el mismo tema, el tema del ego cogito sum, por evanescen
riguroso examen la propensión aventurista y dogmática de la te que sea, pura sombra que acompaña a toda cogitación o
filosofía tradicional, pero también, al decir de Kant, de la comprensión (Kant, Husserl), pura ausencia que libera la sus
metafísica racionalista de raíz cartesiana, la cual, desde cier tancia lógico-lingüística (Wittgenstein), barra que escinde irre
ta afirmación de la sustancia o de la mónada, pretende infe mediablemente el esse del cogitare (estructuralismo), factum
rir, por vía demostrativa y hasta geométrica, un conocimiento bruto o sobrante ontológico que desencadena todo el ámbito
absoluto de carácter sistemático, sin haber sometido previa del existir y de sus modos (Heidegger). Este tema especifica el
mente a examen crítico las capacidades o los alcances mis «sujeto» que efectúa la andadura metódica, conquistando gra
mos de nuestro conocimiento. Dogmatismo que puede condu dualmente, paso a paso, el ámbito entero de lo que puede ser
cir, una vez se ejerce la crítica, a un empirismo escéptico propuesto, es decir, el espacio de todo aquello que puede com
(Hume) en el que se disuelve a la metafísica de su pretensión prenderse o decirse, en el cual dicho «sujeto» se proyecta.
de verdad, pero al precio de dejar sin soporte alguno a la pro Ese recorrido, que asume formas netamente diferenciadas en
pia ciencia, salvo quizás, y con reparos, a las matemáticas y a cada una de las variantes metódicas y arroja, en consecuencia,
la lógica formal. resultados exploratorios distintos, se caracteriza siempre por
La filosofía moderna sólo puede, desde Kant, concebirse a un escalonamiento y un avance progresivo y entrelazado. En
sí misma como filosofía crítica, entendiendo por ello una filo Kant, por ejemplo, el «sujeto trascendental» avanzará de la
sofía que sitúa en el punto de partida metódico de su itinera estética trascendental hasta el ámbito de los conceptos puros
rio la cuestión acerca de los límites mismos de aquello que del entendimiento, a través de la mediación de la imaginación
• ■
32 LOS L IM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 33
y del esquematismo, hasta plantarse en el límite o confín en y ción sin soporte y sin sujeto que pueda responder de él, sino
desde el cual se abre, como suplemento, la triple interrogación que es siempre mi mundo, filtrándose entonces inexorable
en torno a las ideas-problema de la naturaleza, el sujeto y mente el ego cogito sum, sea bajo la variante kantiana de' la
Dios. En Hegel, con su Fenomenología del Espíritu, queda per síntesis aperceptiva, sea bajo la síntesis dialéctica hegeliana
fectamente escenificado y plasmado en el modo más adecuado del yo y del nosotros, sea bajo la determinación de aquel lu
y expresivo este recorrido de la consciencia itinerante a través gar que da al suplemento ontológico, al ser, ubicación y con
de consciencia, autoconsciencia, razón, espíritu, religión y sa creción (ese lugar, Da, que hace del ser algo mío), sea bajo la
ber absoluto, hasta toparse con el linde mismo en donde la asunción metodológica del solipsismo.
finitud y su cerco son cancelados, liberándose y haciéndose po En toda la filosofía moderna puede hallarse este triple
sible la exploración lógico-metafísica. En Heidegger se explora componente, que resiste a todas las rectificaciones y reformas
de forma gradual, desde lo más cercano hasta lo más lejano, metódicas propiciadas, en oleadas sucesivas, por el transcen-
todo el ámbito en donde el «ser» se hace presencia y lugar dentalismo, la dialéctica (idealista o materialista), la fenome
(Da), ganándose así la estructura entera del ser-ahí, de sus nología (pura o existencial), la hermenéutica o el análisis lógi
modos más «a mano» y «a la vista» hasta los límites mismos co-lingüístico. Ese triple componente está cifrado en:
en donde cesa toda posible proyección y comprensión, límites 1. Una pregunta por lo que puede conocerse, decirse o
de un mundo que es «mi mundo». En Wittgenstein se van proyectarse.
ahondando las condiciones que liberan y hacen posible el es 2. Una tarea: la determinación, desde dentro de lenguaje
pacio en y desde el cual puede hacerse posible arrojar pro y mundo, o de conocimiento y naturaleza (Kant), de los lími
posiciones con sentido, hasta determinarse, desde dentro de tes del mundo, es decir, del cerco más allá del cual nada pue
los límites de lenguaje y mundo, ese «otro mundo» en el cual de decirse ni proyectarse ni saberse. Sobre esa nada, en ex
cede la palabra y parece reinar, como inconmensurable resto, trema tensión, como se verá, gira una metafísica moderna
el más enigmático de los silencios. metódicamente fundamentada.
El método se determina, en suma, por una pregunta, idén 3. Una sombra evanescente: la del ego cogito sum, «tema»
tica a través de todas sus variantes, respecto a las capacida da. cuya ausencia deriva la posibilidad misma de apertura de
des y límites de un comprender que es proyectar, o de un de un recorrido gradual y por etapas.
cir que es proponer. Se pregunta, en efecto, por lo que puede
conocerse (Kant), por lo que puede saberse desde la finitud Esta triple caracterización me permite, ya desde ahora, a
(Fenomenología de Hegel), por lo que puede comprenderse o partir de una tarea mostrativa de aquello que es patente en
proyectarse (Ser y Tiempo de Heidegger), por lo que puede toda la filosofía moderna, definir esa pregunta, esa tarea y ese
decirse o proponerse (Tractatus de Wittgenstein). Se pregunta sujeto o lugar en donde arraiga la pregunta y desde el cual
por el poder del lógos. Pero de un lógos arraigado aquí, en ese puede emprenderse y deplegarse la tarea, como el asunto mis
lugar que es siempre eso que soy (ego cogito sum). ¿Hasta mo o la materia y sustancia de la primera etapa del método
dónde alcanza mi poder, el poder de lo que puedo conocer, de filosófico, primera etapa que debe ser llamada, con pleno ri
cir, proyectar o proponer? ¿Dónde radica el límite mismo de gor, etapa crítica o epistemológica, o en una fórmula unitaria,
ese poder? ¿Es posible, bajo ciertas condiciones que deben es epistemología crítica. Ésta se produce a partir de esa pregun
pecificarse rigurosamente, rebasar esa limitación, ese confín, ta, esa tarea y a través de la instrumentación de ese evanes
ese cerco en donde irradia el poder propio? ¿Bajo qué para cente sujeto capaz de hacer posible la pregunta y la tarea. No
dójicas condiciones se hace viable que dicho poder propio se es mi intención aquí mostrar cómo se formula dicha pregun
desborde? ta y se emprende dicha tarea e instrumentación en las sucesi
El método, a partir de esa pregunta acerca de lo que po vas variantes metódicas de la modernidad. Obras señeras ca
demos conocer, decir, proyectar, plantea la determinación de racterísticas de esta primera etapa son, desde luego, la Crítica
los límites de ese poder, límites del lenguaje y del proyectar de la razón pura de Kant, la Fenomenología del Espíritu de
que constituyen, una vez definidos desde dentro, los límites Hegel, el primer libro de El mundo como voluntad y repre
mismos del mundo. Pero ese mundo no es una nuda abstrac sentación de Schopenhauer, el Tractatus de Wittgenstein y
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ONTOLOGÍA TRÁGICA 35
Ser y Tiempo de Heidegger: obras todas ellas preparatorias, decir a su respecto, pero pueden arrojarse sobre él preguntas
proemiales, auténticos prólogos que hacen posible, acaso, el fundamentales. Son las preguntas metafísicas. Kant especifica
acceso y el despliegue metafísico. ba tres, delineando el área de las ideas de la razón, ideas pro
blemáticas imposibles de unívoca respuesta. En esos signos
de interrogación concluye la tarea de la primera etapa del
II método, es decir, de la epistemología crítica. Insistiendo en
esos signos cabe acaso alzar el trazado de una expansión se
La filosofía moderna halla, pues, en el criticismo, en la fi gunda del método filosófico que levante el cerco de poder y
losofía crítica, o, si quiere decirse de modo más personalista, haga posible el acceso a la metafísica.
en Kant, su propio autoesclarecimiento, así como la exacta
medida de lo que pretendía realizar a través de su progra
ma metódico abierto por la filosofía cartesiana. La filosofía
moderna es, desde Kant, moderna porque es crítica y crítica 3. El litigio entre dos concepciones de la crítica: Hegel
porque es moderna. Y en esa vocación crítica halla al fin la y Kant
intencionalidad metódica su despliegue y su concreción. El
método debe conducir a que el sujeto gnoseológico o lingüís I
tico desvele o muestre, a sí y desde sí, el ámbito de su poder,
dándose a sí mismo el trazado proyectivo de un recorrido es La tarea crítico-epistemológica correspondiente a la prime
calonado y por etapas al fin del cual pueda, desde el interior ra etapa del método consiste, según se ha visto, en establecer,
de la exploración, determinarse un límite o confín que permi desde dentro del propio mundo, los límites de lo que puede
te especificar el cerco. ¿Cabe entonces cancelar la línea de de conocerse o decirse. Se trata de hacer que se revele o mues
marcación, y de qué modo? ¿Es posible rebasar el coto den tre, a partir de la exploración de ese interior —lo Ultramun
tro del cual hay lugar a conocimiento (Kant), a saber feno- dano— el horizonte en donde termina el mundo, fin del mun
menológico (Hegel), a comprensión (Heidegger), a proposición do al cual puede llamarse muerte. O bien se trata de hacer
con sentido (Wittgenstein)? ¿Cómo, desde esa exploración que sobrevenga, una vez recorrido el espacio en donde arraiga
proemial, debe, en rigor, concebirse el levantamiento del lími la sustancia lógico-lingüística, la imperiosa presencia de la
te y la apertura del cerco y del confín? ¿Es tal cosa posible? frontera, verdadera aduana del sentido.
¿O sólo pensar en ello constituye un imposible? ¿Cómo debe Pero cabe preguntar con todo derecho si tal tarea es po
pensarse en rigor esa imposibilidad? ¿Es posible avanzar un sible o tiene sentido. ¿No será acaso un sinsentido toda esta
paso siquiera en lo que excede el área de lo que puede ser, tarea ingente y la consiguiente exploración, acaso un sinsen
y en consecuencia poner pie en lo imposible? ¿Hay signos o tido desvelador y propedéutico que haga posible hablar dentro
vestigios, vislumbres o centelleos de eso que no puede ser? del mundo de modo correcto y propio? Cabe incluso sospe
¿Qué o quién habita en ese otro mundo? ¿Bajo qué distintos char que todo ese esfuerzo crítico-metódico constituye un ejer
nombres se desbroza eso que no puede ser? ¿Hacen esos nom cicio ocioso sustentado acaso en una contradicción de fondo.
bres referencia, en profundidad, a lo mismo? ¿No es en cierto modo absurdo querer trazar límites desde
Un hiato es, desde luego, lo que se muestra al terminar la dentro de lo explorado? ¿No exige ese trazado haber rebasa
exploración proemial. Si el sujeto gnoseológico porfía en co do ya dicho límite y haber acampado en el extrarradio?
lonizar lo que rebasa el límite, resbala y cae en picado en la ¿Cómo podemos medir el conocimiento si no es por y a tra
«ilusión trascendental» (Kant) o bien incurre en sarta de sin vés de la medida del propio conocimiento? ¿No es, por tanto,
sentidos (Wittgenstein). Lo que se dice desde allende el límite redundante y superflua toda esta investigación? ¿Qué sentido
es, para Wittgenstein, silencio. Muerte llama Heidegger a eso tiene entonces la crítica del conocimiento?
que no puede ser o a lo imposible: un no-lugar en donde no Esta objeción al proyecto crítico kantiano es presentada,
hay ya ahí arraigo para la comprensión y la proyección. Igno- con fuerza y coherencia, por Hegel en la introducción de su
tum = x llama Kant a dicho territorio paradójico. Nada cabe Fenomenología del Espíritu. En sustancia la argumentación de
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Hegel es como sigue: querer determinar los límites de nues mente «consciencia», es decir, «consciencia de la cosa», la cons
tro conocimiento en y desde nuestro propio conocimiento ciencia no es reflexiva; en la medida en que lo es y llega a
(que se presupone —y esto es para Hegel mucho presuponer— ser «autoconsciencia», la cosa externa se la presenta como
limitado y finito) significa, de facto, haber rebasado ya esos resto independiente con el cual luchar y confrontarse. A tra
límites, con lo que, una de dos, o bien la empresa se contra vés de un largo ascenso o peregrinaje que Hegel define como
dice a sí misma (pues, ¿cómo podemos conocer un límite si no escalerilla que conduce al saber absoluto, puede la conscien
es desde más allá del propio límite?) o bien ha sido anulada cia cancelar su propia limitación y alcanzar el fin a donde la
la premisa de que nuestro conocimiento sea limitado y finito, lleva el método, el cual fin de partida es el propio conoci
con lo que mejor será decir y afirmar que nuestro conocimien miento absoluto, el Lógos, un Pensar que es Ser, la sustan
to está ya instalado en lo absoluto, en lo infinito, allí donde cia-sujeto que, en razón del experimento fenomenológico,
no hay límite, condición ni nada que establezca cierta fron queda metódica y críticamente fundada y legitimada, o lo
tera al saber. Luego ya el saber se halla incardinado en lo que es lo mismo, se hace patente como algo manifiesto en
absoluto o es saber absoluto. nosotros.
En un verdadero alarde de agilidad filosófica, Hegel, tras Hegel, pues, en la Fenomenología del Espíritu retoma la
establecer esta límpida conclusión, la de que el saber es siem inspiración crítica de Kant, aunque modificando sus presu
pre saber absoluto, como premisa doctrinal, sistemática y me puestos doctrinales acerca de la limitación de un conocer
tafísica, parece, a posteriori, reconciliarse con el kantismo, que sólo puede ser pensado como «nuestro conocer», trocán
con la filosofía crítica, instrumentándola para sus propios fi dolos en la afirmación contraria, la de que no hay otro cono
nes, es decir, para probar de forma metódica y crítica la cer que el conocer (el que la Idea absoluta tiene de sí), saber
validez de esa tesis doctrinal. Hegel comienza por afirmar que infinito que, sin embargo, se nos hace manifiesto, siendo «no
huelga esa cuestión acerca de los límites del conocer. El co sotros», en tanto que consciencias finitas e itinerantes, esa ma
nocimiento se halla instalado ya en lo que excede todo límite, nifestación, ese fenómeno, es decir, fenómenos del Lógos, el
lo infinito. Ahora bien, esa tesis debe ser mostrada, debe ha aparecer aquí y ahora del Ser, y el lugar o el «ahí» (Dasein)
cerse manifiesta y debe aparecer, de manera que «cualquier que el Ser idéntico al Pensar se da y se asigna como revela
sujeto» (cualquiera que pueda certificar el signo de identidad ción y presencia, como investidura mundanal, Weltgeist. Eso
cartesiano, el ego cogito sum) pueda acceder metódicamente que soy, el fenómeno (ego cogito sum) constituye entonces, al
a ella. Por consiguiente, Hegel establece la invalidez de la tesis modo cartesiano, el patrón y la pauta interna desde donde
sistemática respecto al carácter finito y limitado del conocer, puedo medir la limitación de mi propio saber o la distancia
pero asigna a dicha tesis una validez metodológica. Pues de he que subsiste entre lo que sé y lo que es, entre mis certidum
cho yo, cualquier yo, en tanto que consciencia espontánea y bres y lo verdadero. Yo mismo desbordo mi propia limita
común, me concibo a mí mismo inicialmente separado de mi ción al instalarme en ella y ahondar en la figura que define,
objeto y en consecuencia limitado, determinado y condiciona viéndome cada vez arrastrado más allá de donde me colocan
do por él. Esa consciencia es, pues, finita y su saber es, siem mis convicciones y certidumbres, siendo refutado por mí mis
pre, saber de un límite que señala su distancia con el saber mo y proyectado de un lugar determinado a otro que lo atra
sin límite o conocimiento absoluto. La fenomenología es la viesa y lo rebasa. Esa confrontación de la consciencia con su
mostración de todas las variantes posibles, o figuras, en las límite o condición, en la que prueba sus convicciones, deter
que ese límite aparece, primero como falla del saber que la minando lo que en ellas hay de verdadero o erróneo, constitu
conciencia tiene de sí misma, luego como opacidad del mundo ye la experiencia que la consciencia lleva a cabo, la cual de
objetivo externo, luego como inconsciencia de una razón que termina su propia peripecia formativa, su Bildungsrornan, su
es todavía instinto de modernidad, como razón del individuo «avance» en maduración y progreso, hasta alcanzar cultura y
en sí real en y para sí que no capta su entorno colectivo o saber universal, manifiesto aquí, en mí, en un Individuo al
mundo, por fin como espíritu que se sabe Sí-mismo y mundo, fin ingresado en la comunidad racional o lógica, en el elemen
sin lograr determinar el ensamblaje absoluto de ambos com to o éter del saber absoluto.
ponentes de su sustancia. En tanto esa consciencia es mera De hecho la Fenomenología del Espíritu conduce al sujeto
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ONTOLOGÍA TRÁGICA 39
empírico hasta el límite último, del mundo, que fundamenta
todas las previas comparecencias de limitación y condición. El güístico que desborda el área acotada de lo que puede pro
mundo es, en la figura de la Religión, rebasado en aquello que ponerse, responderse, verificarse. Esas preguntas no pueden
a través suyo se manifiesta (la cosa misma, el ser). Y en la fi ya determinarse en respuestas que las despejen y arrojen
gura del saber absoluto parece afirmarse que «la cosa mis saldos de conocimiento, sino que subsisten e insisten como
ma» es al fin captada como concepto. Pero la exposición ri preguntas colgadas en la misma frontera del sentido: son
gurosa y metódica de esa conceptuación de la cosa queda re auténticos suplementos de sentido, ademanes lingüísticos que
servada a la Lógica, la cual pretende ser filosofía primera o ensayan dar palabra y voz a lo que está más allá de la fron
metafísica concebida como ciencia estricta. Sólo que esa cien tera. Exigen respuestas, resoluciones que, sin embargo, sólo
cia debe dejar de lado el itinerario o la escalerilla proemial, son críticas si se saben reinstauradoras de la misma pregunta
fenomenológica, y trazarse el espacio de un comienzo sin que precaria, deficitariamente responden.
condiciones, absoluto. Esa rigurosa premisa de la ciencia es
tricta exige, entonces, que la cosa misma, el ser, sea captada en
toda su pureza y nitidez. Y en este punto Hegel, genialmente, II
advierte que esc ser es, se le mire por donde se le mire, es lo
mismo que la nada, con lo que el fundamento y principio que La filosofía kantiana está toda ella atravesada por una su
debería gobernar, como fin, el itinerario fenomenológico descri til e inteligente distinción, que Hegel desconoce o borra: la
to ya recorrido, y como principio, la expansión propia y especí diferencia real, profunda, imposible de superar ni cancelar,
ficamente lógico-metafísica, se revela idéntico a su contrario, entre pensar y conocer, entre lo que puede ser pensado y lo
lo infundado y sin principios, el abismo de un fundamento sin que puede ser conocido. Hay para Kant cosas y objetos que
fundamento. Más allá del modo «dialéctico» mediante el cual pueden y deben ser pensados, pero que no hay modo humano
pretende Hegel suturar el hiato fundamental, el comienzo de de conocerlos. Sobre esos asuntos puede la razón formarse
la Lógica demuestra la radical aporeticidad de un «saber» ideas, de naturaleza problemática, que definen áreas sobre
que quiere hacer la experiencia de aquello que sobrepasa el las cuales cabe aventurar preguntas radicales e hipotéticas
límite. Poner pie en el más allá es caer en picado en un abis respuestas. Éstas no arrojan nunca un saldo conceptual en vir
mo que sube y que comparece como emergencia de aquello tud del cual puedan adquirirse conocimientos científicos. Un
que existe al otro lado de la frontera. El «sujeto» sólo puede hiato irremediable separa a dichas ideas-límite acerca del
entonces dar palabra a su experiencia a través de la pregunta límite y las realidades ignotas (igual a x) a las cuales hacen
radical o metafísica: «¿Por qué entes y no más bien nada, referencia. Luego hay cosas u objetos que pueden y deben
por qué algo (quelque chose) y no más bien ninguna cosa?» ser pensados y sobre los que puede y debe la razón preguntar
A esa pregunta por el fundamento último, abismal, sin funda y aventurar respuestas aporéticas y condicionales, sin que sea
mento, se interna Kant en la Dialéctica trascendental, una vez posible, sin embargo, determinarlas como materia u objeto
apuradas todas las formas que hacen posible, como condicio de conocimiento científicamente fundado: no pueden ser con
nes de experiencia, trazar el coto de lo que puede conocerse. ceptuadas en razón de que no es posible imaginar ni esque
Entonces cabe un decir que rebasa el conocer, o un sujeto matizar el modo en el cual puedan ser expuestas y repre
lingüístico que rompe su sinonimia con el sujeto gnoseológico, sentadas. '
o una Razón que preside y excede el simple conocer (síntesis Por consiguiente no todo lo que debe ser pensado puede
del entender y el intuir). Ese decir límite acerca del límite se ser conocido, ni todo lo que constituye el ámbito de lo que
muestra sólo en el modo de la interrogación radical, dibujan puede conocerse agota la riqueza del edificio de la razón, del
do entonces el área ideal de un triple negocio de la razón: pre lógós. Éste se halla desgarrado entre aquello que puede ima
gunta acerca del fundamento último de sujeto, universo, Dios; ginar y entender, conceptuar y esquematizar, y lo que sólo
pregunta acerca del carácter de ser y nada, de finitud o infini puede pensar, es decir, determinar como ámbito ideal de inte
tud, de ese sujeto, universo o Dios. Las ideas de la Razón, en rrogaciones y problemas radicales que nunca pueden ni po
tanto que ideas-problema, aparecen, pues, como sobrante lin drán ser definitivamente despejados ni resueltos.
Pues bien, esta importante distinción doctrinal y sistemáti-
ONTOLOGÍA TRÁGICA 41
40 los l ím it e s del mundo
El vértigo tiene la prerrogativa de «contemplar» de forma fronterizo es de hecho, el limite Hafine y HrrnnsJ
emotiva esa doble dirección y su mutua dialéctica y liminar cribe los dos mundos. No habita plenamente «este mundo».
solapamiento en lo infinito. El vértign se prndnrp de modo como por ejemplo el animal » ]? piant^ No tiene por única re-i
espontáneo cuando se. habitaJa.iíaea_que-es-límite. del mun ferencia lo intramúnúanó (Eajo la modalidad de habitat, nicho
do^ EsJajo^spuestajiatural»_a_la-posieién-q«e-«l-<tsu4etaa_ad- ecológico o entorno). Su casa se halla siempre referida a la
quiere una vez que habita el Emite. Contempla a la ve? agne, intemperie, De ahí que no puede ser definido desde criterios
Hq. de ín nial p.arpc.«- dp«ppdÍT-<if» —pI hogar--, y a q u alln n-lfv puramente materialistas, sean éstos mecanicistas, dialécticos
cual es atraído (el abismo). Quiere n ln ve? mantenerse en o «culturales». El fronterizo se diferencia también del ángel
pie «dentro del i nundo» y. poner pie en el Sinmnndqjn acce.- o del arcángel, es decir, ¿e_ios--seFes-qtre; a modo de ftgííras
der al otrn mnndqj Quiere a la vez perseverar en el ser (den alegóricas o míticas, supuestamente habitan...«el otra- mua-
tro del mundo) y esparcirse o dispersarse en el espacio-luz do». Su carácter centáurico radica en ser el límite, carne del
que le circunda como trascendencia inaccesible. En el vérti límite, con un pie implantado dentro v otro-fuera. En tanto
go, pues, se adquiere noticia oscura, emocional, patética, de que fronterizos somos los límitps dpi murutn Somos pura~lí-
eso que trasciende el límite. Éste aparece como presencia irre nea. puro confín, referidos a la vez al cerco v al extrarradio.
batible, empírica. La frontera sohrevieng-gn-et-vértigo. r-nmn En el vértigo se documenta esta naturaleza peligrosa que nos
facticidad. En ella echa raíces el signo de interrogación: re inviste y nos define. En el signo de interrogación se da forma
creación lógico-lingüística del vértigo como emoción radical. racional, lingüística, al vértigo. En toda la complejidad de
El vértigo resulta de la doble inclinación hacia fuera (atrac Eros se revela la doble inclinación latente al vértigo. En la
ción del abismo) y hacia dentro (tendencia a la conservación). productividad erótica se da resolución pasional a nuestra na
Esa tentativa o «tentación» hacia lo que trasciende da al vér turaleza. En las resoluciones lingüísticas que, a modo de opi
tigo una dirección activa y resolutiva (deseo, anhelo) que, sin niones rectas o de creencias racionales, dan forma proposicio
embargo, se halla neutralizada por el conatus (tendencia a nal a lo que nos inquieta, se determina de modo racional lo
perseverar en el ser). A través de la re-producción se halla-un , que productivamente se instituye a través de «hijos», «obras»,
modo activo y afirmativo por con;ugar ambas inclinaciones «empresas».
v tendencias. Lo que trasciende es para pI individuo, génprn Los ltndJjíS-dpI m undn enmne rr>„ tín pj¿> implan
E) «fiijo» rpsnliirión individual (en otro ser) en tada dentro y otro fuera. Somos Jos-limites mismos del mun-
donde se plasma la doble inclinación de lo genérico-y de lo (iO—La filosófica, r r í t i r n y m e t á i t i r n m e n t e r t e s p l e g n r i n p e r m i t a -
individual. «Hijo» debe entenderse aquí en el sentido amplio decir qué es ln que rramo-! Trazar esos límites desde dentro
y abarcador de la doctrina platónica del Eros productivo y del mundo constituye la primera etapa y tarea del método
reproductivo. Ello da fundamento erótico a la resolución lógi filosófico, su momento crítico-epistemológico. Ahora es preciso
co-lingüística mediante la cual se abre vía y curso a la in preguntar si es posible abrir el cerco y acceder, a través de
terrogación esencial. En esa decisión lingüística se da forma una experiencia específica, a eso que trasciende. Entonces
proposicional, como resolución y proyecto, a las grandes pre acaso se alcance una segunda etapa del método.
guntas metafísicas. En mi libro Filosofía del futuro está todo
este movimiento reflexionado: aquí me limito a s a c a rla - can
el fin de acceder ajin? Hprta dpfinirinn, c.rítica_y metódica.
dcLsujeto. A éste le llamaré, de ahora en adelante, el fronteri
zo. Éste es síntesis de Eros, Logos, Poíesis. Está determinado
por eso que Hegel llama las «tres potencias del espíritu» (de
seo, trabajo, lenguaje). Hay en el fronterizo una. doble dimen
sión i que aparece como orientación e inclinación) de inro.ai
nenria y trascendencia. El fronterizo es, en puridad, la. juntu
ra y separación de eso que queda dentro (hogar) y de eso que
desborda v trasciende (lo. extraños-inhóspito, inquietante). El— ,
ONTOLOGÍA TRÁGICA 47
Creo que el lector entenderá mejor las páginas que siguen presión ejercida desde fuera del cerco sobre el cerrado coto
si despeja los siguientes problemas filosóficos técnicos: ¿De de lo que puede ser representado a través de un decir lógi
qué trata en profundidad la Crítica de la razón práctica kan camente autoesclarecido y autofundado.
tiana? ¿Por qué Heidegger, en Ser y Tiempo, después de defi Desde dentro del cerco podrá afirmarse «no hay enigma»,
nir la estructura entera del Dasein como ser en el mundo, ni en general pregunta ni problema que no pueda mostrar el
efectúa un enigmático (y extraordinario) análisis de la con modo de ser respondido, despejado y verificado. Pero hav un
ciencia moral? ¿Cómo deben interpretarse las últimas y enig límite, Y lo qnp está allftnrip—lñ trasr.ip.ndp. presiona so-
máticas páginas del Tractatus de Wittgenstein? ¿Cómo debe bre dicho límite, dejando constancia de su facticidad, pese a
interpretarse el giro metapsicológico y la orientación al su- qüe ésta es silenciosa (no puede, en efecto, ser representada
peryo y hacia la culpa del último Freud? ni propuesta a través de nuestro decir). La prueba de existen
Puedo confesar que estas preguntas me han bailado por la cia de esa silenciosa presión'reside en el hecho insólito, enig
mente durante años. El texto que sigue intenta responderlas. mático, ya constatado por Kant (al que éste, en su segunda
Creo que estos cuatro grandes pensadores percibieron, de crítica, llama un «hecho de la razón pura»)# de que ese silen
forma instintiva algunos, otros de modo plenamente cons cio paradójica y extrañamente nos habla a través de una voz
ciente, que el salto al suceso moral abre regiamente el acceso que nada dice (en términos de representación concreta y ma
a la metafísica. En este discurso se asume esta ligazón intrín terial) pero que ordena: «voz de la conciencia» que enuncia
seca del hecho moral y del hecho metafísico. En la proposi como deber aquello de lo cual deriva y brota nuestra expan
ción moral se produce, sucede o acontece el suceso metafísico sión estimativa y evaluadora, un mundo de juicios de valor
y la proposición metafísica. y de estimaciones éticas que se halla en la raíz de nuestra
Durante años creí que el mejor acceso a la metafísica lo acción, de nuestra praxis. Hay, pues, un silencioso decir que
constituía el hecho o suceso estético, la obra de arte. Modifico nada dice y sin embargo ordena: pura forma vacía del impe
aquí este punto de vista. Como se verá, en la obra de arte la rativo verbal, que es categórica respecto a la raíz de eso que
metafísica logra exponerse y decirse, logra desplegarse. _Pero somos y que, desde el núcleo de nuestra propia ipseidad, nos
eLacceso regio a Ig jüg.tafísira tiene lugar a través, del hecho determina a ser y a resolvemos por la vía del juicio ético y
moral. Éste es el que marca lo que el fronten^r. tipnp Hp pc- de su expansión en la acción, en la conducta. Mediante este ex
pecíficoj su existencia en la línea o límite mismo que dife- pediente se cubre, en puro salto y en elemento de abismo, el
bache entre la proposición interrogativa (lógico-erótica) me
Ni que decir tiene que, por mucho que haga uso de la ar diante la cual se desborda el límite del primer mundo y el
quitectura y de las grandes líneas de la reflexión kantiana, el territorio (ético-trascendental) en donde se expansiona el
espíritu del movimiento diverge completamente de la imagen «nuevo mundo» de los valores, deberes, estimaciones y accio
canónica que desprende la moral kantiana. Quizá con ello nes: mundo del querer y del obrar, ámbito de la razón prác
sugiero una interpretación más honda de esa moral. Podría tica. Y lo que hace posible, como hecho silencioso, este
decir, cum granu salís, que el espíritu de mi reflexión moral amanecer ético en el feudo de la voluntad es el puro deber
es más kafkiano que kantiano. Se acerca más al universo de formal imperativo por traspasar y dar el salto, es decir, por
El Castillo o de El Proceso que al de la Crítica de la razón ser fronterizos. «Salta, trasciende, desborda, o lo jpie es hy\
práctica. mismo, sé fronterizo^ aprende a ser fronterizo»: esa.jobHgár
r ión nnívora imperativa y categórica abre el terreno de la j
ética trascendental, de la segunda etapa del método filosófico,
1. Tránsito al segundo mundo ese segundo mundo por donde orienta sus pasos una razón
que, desde ese silencioso dato imperativo, se reconoce a sí
I misma razón práctica. Lo que soy, en tanto provisto de razón,
logos, capacidad de comprensión y proyección, poder prepo
sicional, se me revela, pues, como el ser mediado por un
La exploración del límite mismo del mundo nos deja plan decir que ordena y manda que sea lo que soy, fronterizo. Una
tados interrogativamente ante ese enigma que subsiste como
50 LOS L IM IT E S DEL MUNDO
ONTOLOGÍA TRÁGICA 51
voz imperativa proveniente de un sujeto ajeno a mí, situado cia que corresponde a la primera etapa del método ahora con
más allá de la frontera, un sujeto metafísico, pronuncia so cluida, en la cual queda determinado un primer mundo en el
bre mí un juicio imperativo que puede formalizarse al modo que el ser que soy, sujeto de esa experiencia, abre el ámbito
de un «haz esto» u «obra de esta manera». El interpelado, el en el cual puede decir y proponer, comprender y proyectar,
que recibe la proposición soy yo. Y lo que esa voz enuncia dando así terreno al conocimiento. Esos pasos son los si
es una orden formal, un «yo te ordeno que...» del que no guientes:
«llega» al receptor el concreto y material mensaje y conteni 1. Asunción del postulado solipsista metodológico, deter
do de la orden. La proposición puede formalizarse así: «Yo minado por el punto de partida cartesiano del ego cogito sum,
te ordeno que (...),» La primera parte de la frase es pronun bien purificado y situado (como lugar o punto de partida)
ciada desde allende el cerco y la frontera. Luego la comuni por las diferentes revisiones metódicas de la modernidad.
cación se interrumpe. Esa interrupción, ese hiato telefónico 2. Reconocimiento del carácter dividido y partido de ese
funda radicalmente mi libertad. «sujeto»: partición originaria entre el ser que soy y lo que
Con ello queda señalado el ámbito en el cual afinca la me se me abre a juicio y representación o comprensión, entre el
tafísica de manera firme y positiva: en una experiencia que esse que invisto y el cogitare que despliego. La elipsis del
hace el sujeto (ego cogito sum) de un «hecho» o de un «dato» sujeto metafísico (o del ser que soy) posibilita, pues, la aper
que desborda el cerco. Eso que soy, sujeto, registro emocio tura de un mundo de aconteceres susceptibles de representa
nalmente esa experiencia en una modalidad peculiar de pa ción y de dicción. A dicho ámbito puede llamársele mundo:
decimiento, el sentimiento moral del deber y de la culpa. Y la en él se articulan y se vertebran los aconteceres que pueden
proposición que da forma lingüística a esc pathos es el juicio darse, padecerse y representarse por esc sujeto que soy. Ese
o proposición ética. En ella la razón o el lógos que me inviste mundo es, en su asunción radical, «mi mundo». O como dice
(en tanto ego cogito) asume una forma nueva y peculiar: la Wittgenstein: «los límites del mundo son los límites de mi
de un imperativo gramatical vacío (la pura forma verbal va mundo».
cía de un imperativo gramatical). El sujeto que habla a tra 3. Determinación de un límite a todas las posibilidades
vés de esa proposición es un sujeto ajeno a mí; yo soy el de mi ser dentro del mundo que puede llamarse, en rigor,
receptor del mensaje. Y éste asume forma de orden o de confín del mundo. O si quiere decirse así, frontera del ser
mandato. que soy y del sentido de mi decir y proyectar. Allí existe la
Pero por mucho que se quiera determinar el contenido aduana del sentido y del sinsentido. Más allá está lo que «no
material de esa proposición, la tarea crítica e indagadora fra puede ser» o «lo imposible» (eso que Heidegger llama la
casa. Allende el límite todo es silencio y nada puede decirse. muerte). O bien está lo que no puede ser dicho ni propuesto.
Nada puedo decir respecto a lo que se me dice. Pero cae so O bien esa realidad igual a x que Kant denomina «noume-
bre mí la pura forma de un imperativo lingüístico. Ésa voz nal». Allí está, pues, el otro mundo (o el sinmundo).
de detrás del cerco se dirige a mí y me ordena y manda. 4. Pregunta angustiada propiciada por el vértigo al que
¿A qué? Esta interrogación marca el fin de nuestras capaci determina la experiencia del confín. Proposición interrogati
dades de audición de las emisoras instaladas en la frontera. va metafísica en la cual termina la aventura de la primera
Lo que resta es asunto y negocio de mi libertad en ejerci etapa del método. Resolución condicional, hipotética, a esa
cio. La indeterminación material de la orden abre, pues, cau pregunta mediante decisiones lingüísticas referentes al triple
ce a mi libertad: la instituye y funda. Y a través de ello con enigma que envuelve el cerco. Respuestas a los problemas ci
sumo la experiencia ética trascendental. frados en las ideas de la razón en torno a naturaleza, suje
to, Dios.
5. Silenciosa noticia del otro mundo. De entre los muer
II tos surge una extraña voz que nada dice pero que cae sobre
mí, el que soy, el habitante de la frontera, con el carácter de
Puedo, pues, mostrar ahora los pasos metódicos que el una Orden Formal Vacía. Del abismo infernal asciende la voz
pensar filosófico se da a sí mismo en esta primera experien ie orden que nada ordena pero ordena: voz que impone,
52 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 53
como deber, que llegue a ser eso que soy, habitante de la co dice algo: de hecho dice una sola cosa y carece de ambi
frontera. Este último punto es catapulta que nos arroja, vio güedad y polisemia. Por cuanto dice una sola cosa o es uní
lentamente, del primer tramo metódico al segundo: del pri voco, adquiere carácter imperativo. No dice algo respecto a
mero al segundo mundo. En este segundo mundo, o mundo lo que puede ser (verdadero o falso) sino que dice algo que
ético, esa voz de lo indecible se materializa en mi acción y debe ser: es una orden.
conducirme: su palabra no puede ser pronunciada, pero pue Dado que la forma del juicio ético es la del imperativo
do ser obrada, ejecutada. gramatical, el «sujeto» de la proposición es otro, un otro que
pronuncia el juicio desde un lugar externo respecto a mí. Yo
soy aquel a quien la Orden se dirige, a quien se impone el
2. El imperativo categórico mandato. Ese «sujeto» de la orden, del cual brota la propo
sición imperativa, no puede ser determinado: está más allá
I de toda posible localización. Ese sujeto es, pues, respecto a
mí, un lugar vacío que se sitúa allende la frontera de mi ex
Lo que desde dentro del cerco gnoseológico se presentaba periencia. Pero que se comunica extrañamente conmigo me
como «el otro mundo», sin que fuera posible dar determina diante la proposición imperativa.
ción positiva a lo que con esa expresión se mentaba, debe Pero esa proposición, ¿qué dice, qué propone, qué es lo
ahora determinarse como segundo mundo. Ello es posible en que ordena o manda?
la medida en que el sujeto (eso que soy) puede darse allí un Y bien, por mucho que quiera o me proponga dar conte
espacio donde acampar y un recorrido susceptible de experi nido lingüístico material, concreto, empírico, susceptible de
mentación, de prueba y de peripecia. El mundo que entonces formulación lingüística, a ese imperativo, me veo condenado
se abre puede y debe, en rigor, conquistarse y colonizarse. al fracaso. La prueba de ello estriba en la infinita multiplici
En esa misma medida se hace posible definir el espacio de dad y en la Babel de lenguajes materiales a través de los
un segundo recorrido o segunda etapa del método de la filo cuales se puede dar materialidad y concreción a esa forma
sofía. Se revela en este segundo mundo una nueva dimensión vferbal imperativa. Por ello debe decirse, en rigor, que ese
de lo que soy, la que evidencia mi naturaleza de sujeto prác imperativo verbal está vacío o expresa lo inexpresable, lo in
tico. La experiencia propia de ese sujeto práctico es la expe decible. Es la pura forma verbal vacía de un imperativo gra
riencia ética. Lo que el sujeto así concebido y comprendido matical.
dice o propone adquiere, entonces, el carácter del juicio éti Y sin embargo, aun cuando no pueda saber ni decir qué
co. Mediante ese juicio el sujeto discierne los móviles y los es lo que esa orden ordena, he de afirmar en rigor que me
objetos de su querer. El sentimiento subyacente a ese juicio ordena. ¿A qué? ¿En qué dirección? No puedo decirlo ni ex
puede llamarse, en rigor, sentimiento moral (sentimiento del presarlo. Aquí el decir enmudece. Silencio es lo que esa «voz»
deber, sentimiento de culpa). A ese pathos corresponde un pronuncia desde el «otro mundo». Pero cae sobre mi esa si
modo de decir y proponer que es el juicio ético. Se trata, lenciosa voz imperiosa, imperativa. Me ordena a ser y a re
pues, de examinar la forma lógico-lingüística de esa proposi solverme, es decir, a ejecutar eso que no puede ser dicho. Lo
ción. Ello permitirá adentrarse en el corazón mismo de la indecible no puede, obviamente, ser enunciado, pero por la
experiencia ética y de ese segundo mundo habitado por valo mediación de una Orden que nada dice, puede ser empren
res, estimaciones, mociones de la voluntad, resoluciones en dido, obrado, actuado, ejecutado. Esa pura forma verbal vacía
forma de acciones: el mundo de la razón práctica. de un imperativo gramatical se halla en la raíz última de mi
obrar y conducirme, de mi ethos. Es el fundamento infun
II dado de mi experiencia ética.
tóctona, sea desde otro (tradición, por ejemplo) que se funde a través de la legislación responsable que yo emprendo, so
con mi propia autoctonía. Cargo yo con el peso ético-legal bre mí, sobre mi mundo, sobre lo que me pertenece como
de eso de lo cual debo responder. Yo soy el sujeto libre en ámbito.
quien recae la responsabilidad de la respuesta en la cual ma
terializo el mandato. Éste tiene su fuente última, aquella que
lo instituye como mandato, en esa instancia que me desbor 3. El imperativo pindárico: «Llega a ser lo que eres»
da o trasciende, el sujeto de la orden, ubicado fuera de un
mundo que es mi mundo. Pero el modo a través del cual le
gislo lingüísticamente para mí o para mi mundo se produce I
materialmente desde una fuente que soy yo, yo mismo en mi
radical ipseidad. No puede haber, en este punto, delegación El sujeto metafísico o lugár del dios o del ancestro muer
de responsabilidad, si quiere mantenerse el ethos en el seno to es el sujeto de la «frase» que comienza así: «Yo te ordeno
de un paradigma crítico, metódico, ilustrado y moderno. Tal que (...).» De hecho, lo que se halla entre paréntesis es un
delegación tiene por raíz la sumisión de mi subjetividad libre añadido del sujeto que soy, un añadido humano, si por hom
a un supuesto sujeto autorizado situado fuera del mundo que bre se entiende un modo singular de ser y habitar el límite
se hace cargo de las órdenes que se me imponen. Entonces o confín del mundo. Precisamente mi condición de límite y
yo soy sancionado positivamente en la medida en que obe confín se me confirma en razón de que, en tanto que límite,
dezco y me sé situar dentro de una jerarquía cuya cúspide defino un espacio determinado dentro y fuera. Y bien, desde
es celeste. Esa altitud celeste nace de la atribución de reali el límite puedo localizar el espacio o el lugar desde donde
dad al lugar vacío desde el cual se oye la orden recibida. De «algo llega» (en el modo de una orden que nada concreto y
hecho, material y empíricamente, esa altitud proyecta sobre material ordena). Parecerá un parvo y magro cobro de noti
el «cielo» la jerarquía de dominación que determina el orden cia y comunicación con el trasmundo, un escuálido espectro
de distribución de poder aquí en la tierra. Es la estiliza de experiencia metafísica. De hecho esa voz que llego a oír,
ción de nuestros poderes terrenales. Crítica y metódicamen esa voz que me manda, que se dirige a mí (ego cogito sum),
te, esa cúspide se nos desvela como el lugar vacío desde don es precisamente lo que da carta de naturaleza a mi experien
de un sujeto (ausente y metafísico) pronuncia una orden que cia metafísica y lo que hace posible definir el ser que soy,
nada ordena: una orden formal vacía que debe ser determi como goene, diferencia y juntura físico-metafísica. Pero sobre
nada y respondida por mí mismo, el sujeto aquel sobre quien todo esa voz de detrás (de la frontera que soy) me determina
recae dicho imperativo lingüístico. Yo doy entonces forma y define como un ser en un radical sentido desarraigado de
material a esa orden que «se me da». «Me doy» una orden lo físico, capaz de darse una «ley» diferenciada radicalmente
cuya raíz última o fundamento «se me da». Pero esa raíz es de lo que, desde dentro del cerco, puede pensarse, crítica
trascendente. En la inmanencia «llega» sólo aquello que yo mente, como «ley física». El hecho de que esa «frase» tenga
me doy, eso que supongo «oír» de la orden que se me impo la peculiar característica de hallarse partida y descoyuntada,
ne. Pero eso que «oigo» proviene de mí mismo, de la raíz éti de manera que sólo su comienzo me llega, mientras que el
co-práctica de lo que soy. Esa raíz está paradójicamente co resto de la frase es inaudible o está obstruido por los ruidos
nectada con el más allá. Hay, pues, extraña comunicación, y los parásitos que dificultan la audición de lo que viene de
silenciosa, entre el sujeto del otro mundo y la orden material otro mundo, no quita un ápice de valor inmenso y trascen
que yo me doy. Del padre y del dios muerto queda, pues, como dencia radical a esa mínima audición. Ésta se rompe en ra
resto silencioso pero imperioso de ese haber o legado que zón de la propia naturaleza de lo que soy, carne de límite. No
constituye mi pasado, mi tradición o el legado ancestral que se truncaría esa comunicación al ángel: él mismo se daría
me determina, la formalidad pura de la orden. También me acaso la orden, siendo sujeto emisor y receptor. Fundiría el
llegan, desde luego, señales materiales de ese pasado, con las ángel lo que sólo podemos concebir con la distinción de lo
cuales, en genuina mimesis, puedo recrear las normas de mis formal y lo material: se daría a sí mismo una orden legal
ancestros ciudadanos, dándoles concreción y acto, hoy, aquí, material. Pero el fronterizo, a caballo entre el cerco y el tras-
60 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 61
tóctona, sea desde otro (tradición, por ejemplo) que se funde a través de la legislación responsable que yo emprendo, so
con mi propia autoctonía. Cargo yo con el peso ético-legal bre mí, sobre mi mundo, sobre lo que me pertenece como
de eso de lo cual debo responder. Yo soy el sujeto libre en ámbito.
quien recae la responsabilidad de la respuesta en la cual ma
terializo el mandato. Éste tiene su fuente última, aquella que
lo instituye como mandato, en esa instancia que me desbor 3. El imperativo pindárico: «Llega a ser lo que eres»
da o trasciende, el sujeto de la orden, ubicado fuera de un
mundo que es mi mundo. Pero el modo a través del cual le
gislo lingüísticamente para mí o para mi mundo se produce I
materialmente desde una fuente que soy yo, yo mismo en mi
radical ipseidad. No puede haber, en este punto, delegación El sujeto metafísico o lugár del dios o del ancestro muer
de responsabilidad, si quiere mantenerse el ethos en el seno to es el sujeto de la «frase» que comienza así: «Yo te ordeno
de un paradigma crítico, metódico, ilustrado y moderno. Tal que (...).» De hecho, lo que se halla entre paréntesis es un
delegación tiene por raíz la sumisión de mi subjetividad libre añadido del sujeto que soy, un añadido humano, si por hom
a un supuesto sujeto autorizado situado fuera del mundo que bre se entiende un modo singular de ser y habitar el límite
se hace cargo de las órdenes que se me imponen. Entonces o confín del mundo. Precisamente mi condición de límite y
yo soy sancionado positivamente en la medida en que obe confín se me confirma en razón de que, en tanto que límite,
dezco y me sé situar dentro de una jerarquía cuya cúspide defino un espacio determinado dentro y fuera. Y bien, desde
es celeste. Esa altitud celeste nace de la atribución de reali el límite puedo localizar el espacio o el lugar desde donde
...................... .........................................i
dad al lugar vacío desde el cual se oye la orden recibida. De «algo llega» (en el modo de una orden que nada concreto y
hecho, material y empíricamente, esa altitud proyecta sobre material ordena). Parecerá un parvo y magro cobro de noti
el «cielo» la jerarquía de dominación que determina el orden cia y comunicación con el trasmundo, un escuálido espectro
de distribución de poder aquí en la tierra. Es la estiliza de experiencia metafísica. De hecho esa voz que llego a oír,
ción de nuestros poderes terrenales. Crítica y metódicamen esa voz que me manda, que se dirige a mí (ego cogito sum),
te, esa cúspide se nos desvela como el lugar vacío desde don es precisamente lo que da carta de naturaleza a mi experien
de un sujeto (ausente y metafísico) pronuncia una orden que cia metafísica y lo que hace posible definir el ser que soy,
nada ordena: una orden formal vacía que debe ser determi como gocne, diferencia y juntura físico-metafísica. Pero sobre
...................—
nada y respondida por mí mismo, el sujeto aquel sobre quien todo esa voz de detrás (de la frontera que soy) me determina
recae dicho imperativo lingüístico. Yo doy entonces forma y define como un ser en un radical sentido desarraigado de
material a esa orden que «se me da». «Me doy» una orden lo físico, capaz de darse una «ley» diferenciada radicalmente
cuya raíz última o fundamento «se me da». Pero esa raíz es de lo que, desde dentro del cerco, puede pensarse, crítica
trascendente. En la inmanencia «llega» sólo aquello que yo mente, como «ley física». El hecho de que esa «frase» tenga
....... . —
me doy, eso que supongo «oír» de la orden que se me impo la peculiar característica de hallarse partida y descoyuntada,
ne. Pero eso que «oigo» proviene de mí mismo, de la raíz éti de manera que sólo su comienzo me llega, mientras que el
co-práctica de lo que soy. Esa raíz está paradójicamente co resto de la frase es inaudible o está obstruido por los ruidos
nectada con el más allá. Hay, pues, extraña comunicación, y los parásitos que dificultan la audición de lo que viene de
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silenciosa, entre el sujeto del otro mundo y la orden material otro mundo, no quita un ápice de valor inmenso y trascen
que yo me doy. Del padre y del dios muerto queda, pues, como dencia radical a esa mínima audición. Ésta se rompe en ra
—
resto silencioso pero imperioso de ese haber o legado que zón de la propia naturaleza de lo que soy, carne de límite. No
constituye mi pasado, mi tradición o el legado ancestral que se truncaría esa comunicación al ángel: él mismo se daría
me determina, la formalidad pura de la orden. También me acaso la orden, siendo sujeto emisor y receptor. Fundiría el
llegan, desde luego, señales materiales de ese pasado, con las ángel lo que sólo podemos concebir con la distinción de lo
cuales, en genuina mimesis, puedo recrear las normas de mis formal y lo material: se daría a sí mismo una orden legal
ancestros ciudadanos, dándoles concreción y acto, hoy, aquí, material. Pero el fronterizo, a caballo entre el cerco y el tras-
62 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
ONTOLOGÍA TRÁGICA 63
mundo, con un pie en el coto y otro fuera, con un oído aquí
y el otro referido a lo que trasciende, sólo puede determinar del mundo. El aforismo délfico daba concreción a esa frase al
su ethos, su obrar, su acción desde esa frase rota en dos pe pedir al fronterizo que se conociera a sí mismo, es decir, su
dazos, uno proveniente del otro mundo (pero formal y vacío), límite, su medida, ese límite y medida que él es como condi
otro con significación e influencia en este mundo (material, ción de su destino de ser libre.
concreta). Pero entonces puede añadirse un doble corolario en forma
En virtud de esa forma verbal vacía imperativa que me de doble prohibición que se desprende de esta constricción a
es dado oír me invisto e instituyo como sujeto físico-metafí- ser el límite. La orden manda no querer ser lo que el límite
sico, límite y carne del límite. No oye ese comienzo de la fra no es, no desear ni envidiar eso que no es, ángel, planta, ar
se el animal ni la planta ni la estrella. Tampoco sufre esa cángel, piedra, estrella. Se exige que el límite se separe del
dislocación de las dos partes de la frase el ángel. Ninguno animal, de la planta, de la piedra y de la estrella. Y esa exi
de estos «entes» habitan el límite o la frontera. El fronterizo gencia se determina en la prohibición respecto a permanecer
es límite irremediable, irrebasable, que fija diferencia infini sumergido, ahogado, hundido en el cerco físico. «Sepárate de
ta, abismal, total, con el ángel, con la estrella y con toda la lo físico, salta por encima de la matriz o del regazo», es de
trama evolutiva material, vital. Es precisamente el límite mis cir, escíndete de todo deseo o voluntad por permanecer unido
mo del mundo. Su condición consiste en un alzado del cerco a la matriz. Y se exige también que el límite se separe de la
a la frontera. comunidad de las supuestas «inteligencias racionales puras»,
¿Puede entonces afinarse el oído hasta que pueda acaso las que carecen de límite y con las que supuestamente se co
recibirse, como signo o vestigio, alguna información suple munica a través de la pura forma verbal vacía imperativa.
mentaria incrustada dentro de ese escueto y conciso comien «Sepárate de los dioses o de los ángeles, no quieras ser so
zo de la frase? ¿Puede acaso decirse algo más respecto a qué brehumano, no olvides que eres límite, no te creas ni quieras
ordena esa orden formal vacía imperativa? ¿Recibo acaso ser nunca Dios; respeta el intervalo que te separa de las es
una indicación o precisión suplementaria sobre lo que esa trellas inteligentes.»
orden ordena? ¿A qué me manda y llama esa voz que me cae
bajo el modo de un «deber»? ¿Qué es lo que debo ser? ¿Qué
es, en consecuencia, lo que debo hacer? ¿Cómo y de qué II
modo debo orientar mi acción, mi ethos? ¿Qué puedo hacer
con esta vida mía, con eso que soy, límite y confín, carne del «Oye, detente, párate y contempla tu condición y reflexio
límite y confín? na sobre lo que eres, tu destino, eso que te define y deter
La orden, emergiendo desde las raíces inmemoriales y an mina desde dentro de ti mismo, cíñete al límite que te cir
cestrales de mi más radical pasado, me abre, como futuro, lo cunscribe a ser eso que eres, dándote medida propia y sin
que soy, proyectándolo de manera que llegue a ser, como de gular.» Podría escenificarse la voz de mando y aquel a quien
ber, eso que radicalmente soy. La orden me llama a ser lo esa voz remite como tenso diálogo entre el sujeto metafísico
que ya soy; hace de eso que soy tarea, vocación, destino pro que puede alegorizarse como Dios y el sujeto habitante del
pio. A diferencia del animal, que tiene escrito en su pasado límite, el Adán del Génesis al qüe Dios arranca del humus
lo que es y lo que como especie llegará a ser, o que sólo pue material-materno hasta hacerlo dependiente de un nombre
de variar eso que puede ser por mediación física externa (a propio. Pico della Mirándola se retrotrae a esta escena pri
través de la selección natural), el fronterizo puede llegar a ser mordial para definir la condición libre imperativa del fron
lo que ya es, pero sólo por la mediación de esa Orden que, terizo, llamado a constituirse en lazo de unión céntrico-ex-
materialmente, nada concreto ordena, si no es el imperativo céntrico del todo-el-mundo, poblador del límite o intervalo
pindárico: «llega a ser lo que eres». que separa los reinos del submundo y del supramundo. Ser
La frase o juicio moral puede, pues, reconstruirse así: «Yo libre es, en propiedad, forzoso imperativo a resolverse con
te ordeno que llegues a ser lo que eres» o lo que es lo mismo referencia a la posibilidad de cumplimiento del deber (ser lí
«Yo te ordeno que seas límite», es decir, frontera y medida mite) o de incumplirlo extraviándose fuera del límite, o en
el interior físico intramundano que degrada al fronterizo a
64 LOS LÍMITES DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 65
bruto o a vegetal, en una recaída en el cerco, o en el exterior que debo ser, es decir, aquel habitante de la frontera que
metafísico donde habita acaso el ángel y toda inteligencia ra sólo oye el comienzo de la frase y se ve en la imperiosa nece
cional pura. En la bóveda de la Capilla Sixtina logró esceni sidad o exigencia de completarla como puede, desde su pre
ficar Miguel Ángel lo que esa voz de orden dice, alegorizando caria subjetividad libre y resuelta. Se me ordena que dé com-
al sujeto de la orden (Dios Padre) y al interpelado fronterizo pletud a la frase, a sabiendas que ese añadido es mío y tiene
(Adán) recién alzado del territorio físico o de la matriz en en eso que soy, ego cogito sum, su fuente y su procedencia.
virtud de la investidura de un nombre propio. El sujeto que Sólo que aquí el que soy halla una raíz o fundamento último
habla imperativamente pertenece, en efecto, al otro mundo. de sí conectado, bien que deficitariamente, con la trascen
El sujeto interpelado, al que se habla, el receptor, soy yo. dencia o cosa en sí. De ese encuentro difícil entre lo que soy
Hay levísimo roce y encuentro entre la mano divina y mi y eso que se me ordena desde allende el límite brota el fun
mano. Hay comunicación, pero es mínima y precaria. Hay damento mismo de mi querer y de mi obrar. Lo que quiero'
metafísica, pero sólo como experiencia, desde mí, de un ves y lo que hago tiene su motivación final en ese encuentro en
tigio o de un vislumbre. El sujeto metafísico pronuncia ese la diferencia de la voz ausente de una orden formal vacía y la
comienzo de frase, el «yo te ordeno que...». Yo recibo la or materialidad que yo asigno a la frase inacabada. Esa mate
den que nada dice, pronunciada por un sujeto siempre ausen rialidad aparece con el carácter de aquella creencia o fe que
te (o si quiere decirse así, bien muerto y bien sepultado en da una razón última y un móvil a mi obrar. Esa razón última
la tiniebla soterraña del otro mundo). Algo puede oírse pre está, en mí, fundada como razón rebatible y condicional, por
cariamente desde dentro de la frontera. Algo capto de la emi cuanto la incondicionalidad que se le puede atribuir es única
sora celestial: «Yo te ordeno que seas lo que eres, carne del mente formal, vacía. Doy a mi obrar una razón condicional,
límite, confín.» El sujeto muerto y sepultado en el subsuelo fundada en una creencia con estatuto de «opinión recta», que
del mundo, antecedente y ancestro de mi ser y de mi nacer, sin embargo actúa sobre mí como «deber» con carácter in
entra en la escena de mi mundo como presencia imperiosa condicional en virtud de hallarse investida por la forma ver
que me ordena llegar a ser lo que soy: me exige, como de bal vacía de un imperativo gramatical. Para mí esa orden que
ber, que llegue a ser, en el futuro, lo que soy, límite y con me doy tiene, pues, en virtud de que la recibo como algo
fín del mundo. dado proveniente del otro mundo, carácter incondicional.
Pero no puedo asegurarme la validez o legitimidad de mi
precaria interpretación de lo indecible, es decir, de la deci
III sión lingüística mediante la cual verbalizo el silencio del otro
mundo. Y sin embargo, la condicionalidad material de la or
Quisiera tener más información sobre lo que se dice des den no quita un ápice al carácter incondicional de la orden
de esa emisora proveniente del otro mundo. Una tupida cor que yo me doy, que inviste mi obrar y determina mi volun
dillera pirenaica impide que la comunicación de lo que «se tad con el carácter de lo obligatorio y forzoso. No puedo me
dice» detrás de la frontera llegue hasta mí. Carezco de me nos que vivir angustiadamente esta paradoja o contradicción
dios técnicos para poder suplir la deficiencia y límite de esta entre la obligatoriedad de una orden que nada ordena, pero
condición que me impone, como deber, eso que soy, habitan que inviste mis decisiones, y el carácter condicional de éstas
te del límite o confín, sujeto de la frontera situado dentro y de las creencias opinables sobre las cuales se fundamentan,
del cerco pero con oído suficiente para captar ese comienzo permitiendo así un despliegue al querer y al obrar. Esa an
de la frase ético-metafísica. Pues esa frase puede ser llamada, gustia es registrada como sentimiento del deber y de la cul
desde ahora, la proposición ético-metafísica, aquella que tie pa. Sólo una conciencia crítica y esclarecida de naturaleza
ne en la experiencia ética trascendental su fundamento críti morál, un ethos ilustrado, puede, mediante asunción de esta
co y metódico. Pero esa frase está partida y troceada, de verdad, dar a esa angustia un sentido humano radical, rubri
modo que sólo llega hasta mí el comienzo de lo que en ella cado por lo que el deber impone como vocación y destino:
se dice, un «yo te ordeno que...» que deja entre paréntesis ser carne del límite o confín.
los puntos suspensivos. Se me ordena ser y querer ser eso
LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 67
mal y material. El animal o la planta nada oyen: reciben cida. Incesto y parricidio son los dos «pecados» que se des
como ley física sin paliativos todo su programa de vida. Pero prenden del hecho de ser el límite, de habitar la frontera
el sujeto de la frontera, en la medida en que oye sólo la Or misma que articula y separa este mundo que es hogar, tie
den Formal Vacía, se ve en esa posición medianera y daimó- rra natal y el reino de los muertos a donde me encaminaré
nica que le exige transitar el atajo crítico que separa, como en un último futuro de mí mismo.
territorio fronterizo, este mundo del otro mundo. Por tanto,
el constreñimiento pindárico no hace sino desprender las con
secuencias del hecho mismo de oír la Orden Formal Vacía. Lo VII
mismo el adagio órfico y socrático que exige habitar el límite
y darse medida o límite o conocer eso que soy, habitante del Yo mismo, en tanto que sujeto del camino o itinerario
confín fronterizo. Pero entonces la doble prohibición por alo metódico que me conduce a donde habito como lo que soy,
jarse allende el cerco o por subsistir, encerrado, en el regazo carne de límite y ciudadano fronterizo, me hallo electrizado
materno, se desprende también, deductivamente, del hecho por un doble campo de fuerzas. Me siento atraído, a veces
de que se nos ordena ser lo que somos. La materialidad de de modo resistible, otras veces de forma harto irresistible,
esa doble prohibición puede ser del siguiente tenor: «no quie por dos polaridades de signo opuesto. Me hallo solicitado por
ras, como Lucifer, ser como dios»; «no desees permanecer un doble embudo en espiral que me atrae hacia sí. Ambos
encerrado dentro del paraíso, del cual has sido despedido». centros de gravedad son opuestos y los vivo como un doble
Ahora bien, ¿son materiales estas órdenes, preceptos, máxi tirón que me conduce en direcciones contrarias. Procuro re
mas? ¿Cómo puede entenderse su universalidad, su carácter sistir la doble sacudida pasional de esa atracción que se con
«antropológico»? ¿Cómo, por lo que se refiere a la prohibi tradice. La sabiduría, la astucia, la prudencia exigen jugar a
ción del incesto, puede entenderse su universal consenso? Pa fondo esa dialéctica de seducción y de resistencia.
recería esta prohibición un hecho de la naturaleza o un «dato Un centro de gravedad lo constituye la Diosa Erda, aloja
antropológico», dada su universalidad. Pero aparece bajo la da en la celada entraña de la tierra natal, a modo de seduc
modalidad de una diáfana orden que nos obliga a separarnos tora incitación a la pasión del incesto. Otro centro de gra
de la naturaleza, de lo físico. Esta paradoja o dialéctica de vedad lo constituye la Voz del Padre Muerto que, desde el
la prohibición del incesto, que Lévi-Strauss concibe como la sepulcro vacío alojado en el otro mundo, me llama irresisti
otra cara del constreñimiento a ser exógamo, se aclara si blemente a que ocupe y conquiste su lugar. De esta doble
la concebimos como pura consecuencia deductiva formal atracción nace en mí, el que soy, el fronterizo, una doble pa
de la Orden Formal Vacía que nos obliga a ser eso que so sión, el amor-pasión por fundirme en el abrazo fusivo de la
mos, habitantes de la frontera. Coexiste, de hecho, esta prohi noche que preside el ágape nupcial incestuoso, o la pasión
bición con aquella que nos exige aceptar la medida de lo por el poder que me incita irresistiblemente, bajo la forma
que somos, sin querer ocupar el lugar vacío desde donde se carnal de la ambición y de la voluntad de dominio, a ocupar
pronuncia la Voz de Orden. En toda tribu o sociedad ese lu el lugar reservado a los Olímpicos. No reconozco en mí otras
gar vacío es «concedido» a un personaje o a una máscara que pasiones que estas dos, las más intensas, las que hacen del
asume el rol de Dios aquí en la tierra, es decir, de jefe, he fronterizo un ser dominado por la oscura sexualidad y la
chicero, «gran Hombre», líder carismático, déspota, tirano, ambición desmesurada. Todas las pasiones, codicia, avaricia,
rey constitucional o presidente de gobierno. Y hay una expre envidia, se explican y se resumen en estas dos grandes pasio
sa prohibición de «asaltar» ese lugar. Nada está tan penado nes que nos dominan, el amor-pasión que quiere fundir al
y condenado como el intento de parricidio o regicidio. Nada sujeto con el principio material-materno y la pasión y volup
está tan sometido a amenazas físicas en forma de infinitas tuosidad del poder de dominación que lleva al sujeto irresis
torturas. Al crimen infinito se suele responder con el castigo tiblemente a ocupar el lugar dejado vacío por el padre muer
de una agonía infinita: una infinitud de muertes que acom to y sepultado. Por eso esa doble pasión se halla determinada
pañen la «única» muerte que nos corresponde. Eso es la tor por una doble prohibición que la mediatiza y matiza, la cual
tura. Y en particular aquella con la cual se castiga al parri se desprende de la Voz de Orden Formal Vacía: la prohibí-
72 LOS LÍMITES DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 73
ción del incesto y la tabuización del ser sagrado (dios, mo mal, más allá del orden moral y sus sentimientos y juicios
narca, altísimo, presidente). Sólo en el orden simbólico puede correspondientes, «un primer movimiento», «una rueda que
consumarse el cumplimiento de la Orden: mediante una con gira», un nuevo régimen de infancia (lo cual, literalmente, es
versión de la Madre en metáfora que alude a ella de modo la vuelta al útero o matriz en donde no hay pensamiento, len
metonímico y a la vez la mantiene celada, encerrada en su guaje, proposición ni lógos). Ese superhombre, de hecho, se
inaccesible morada; o mediante una conversión de la figura desenmascara como lugar de la locura o de la psicosis.
paterna en símbolo o máscara que mantiene en la trascen Pero allí donde hay humanidad, es decir, neurosis, allí
dencia el Lugar Vacío (losa que guarda de la intemperie el florece lo que está «detrás» de toda neurosis, como genial
cuerpo muerto del padre), sustituyendo esa figura por un mente supo constatar Freud en el último tramo de su aven
mero símbolo o emblema. Entonces nadie ocupa ese lugar: tura intelectual, a saber, el sentimiento y la conciencia de
del régimen despótico se logra dar paso al contrato social en culpa. La misma verdad fue simbolizada por Kafka en sus
el cual se pacta dejar libre y vacante el lugar del padre muer grandes narraciones, en las fjue todo nuestro discurso crítico
to; o en dejar, como sustituto simbólico, la figura de un mo sobre ética trascendental halla su perfecta escenificación o
narca constitucional o de un presidente emblemático. exposición simbólica. En ellas se forma el símbolo artístico
en el que se revela la verdad de la proposición ética (El pro
ceso) y del laberinto ascendente que sigue el «homo viator»
VIII para acceder al imposible lugar sin límites en donde habitan
los padres (El castillo). La culpa es, pues, un dato irreducti
Hasta aquí se ha llevado a cabo un examen crítico de lo ble, como irreductible es la Orden Formal Vacía de la que es
que llamo proposición ética. Se ha intentado determinar la trasunto en el sentimiento del sujeto receptor de dicha Or
forma lingüística de esa proposición que está en la base del den. Si quiere decirse así, se trata de un único y bifronte a
juicio ético sobre lo bueno y lo malo. Pero quizá no se ha priori ético-antropológico, que permite definir y diferenciar
determinado de forma suficiente la base empírica emocional, lo humano de lo que no lo es (del ángel, del animal y la pie
patética, sobre la cual dicha proposición se edifica. El carác dra, todos ellos inocentes). Allí donde hay hombre hay culpa.
ter insólito de esa proposición tiene, sin embargo, en esa base Críticamente concebida, la culpa debe entenderse en el
su fundamento. Y dicha base es, ante y sobre todo, el llama sentido nietzscheano, desvelado en su Genealogía de la mo
do sentimiento de culpa. La importancia de este sentimiento ral. Culpa, Schuld, significa en alemán lo mismo que deuda.
lo hace irreductible a cualquier tratamiento crítico que in Ser culpable es ser deudor, estar y sentirse deudor. Ser deu
tente disolverlo en algo anterior de lo cual derive. Creo, por dor significa hallarse referido a alguien al cual «algo se debe».
el contrario, que constituye un dato fundacional, caracterís En tanto no se «pague» esa deuda contraída el sujeto se halla
tico del fronterizo, un genuino dato «antropológico», si quie en falta. Y esa conciencia difusa o agudísima de hallarse en
re hablarse así. Allí donde hay «hombre», hay sentimiento de falta determina la conciencia de culpa y el sentimiento an
culpa y oscura o clarificada conciencia de la misma. Es más: gustioso consiguiente. De hecho ese sentimiento es angustio
constituye algo diferencial y distintivo del habitante del lími so: la raíz de la culpa, como supieron comprender Freud y
te el ser finito y, en consecuencia, existir en régimen de cul Heidegger, es, en una primera aproximación, la misma de la
pa, o instituir un orden de ser cuya fundación lo constituye angustia: la referencia a un no-lugar, imposible de determi
cierto fundamento en falta. Por eso carece de sentido pro nar desde el sujeto, desde el cual éste ha sido arrojado, ex
puesta alguna que pretenda volver a la inocencia del cerco y pulsado, hallándose en un callejón oscuro y angosto que sien
abolir y extirpar del sentimiento y de la conciencia algo que te como cerco, lugar limitado y encerrado. Alguien, pues,
es inherente al hecho fronterizo mismo. Eso sólo puede ha arrojó al sujeto al ser en ese angosto cerco y le dio el ser: su
cerse, de modo inflexiblemente lógico, al modo de Nietzsche: base física, su carne; su base lógica, su palabra y su capaci
concibiendo como producto de la razón generadora de deli dad de proyectarse y proponer. Ese alguien se dibuja como
rios un Superhombre en el cual se restaure la inocencia edé Autor del propio sujeto angustiado y culpable. Críticamente
nica del cerco al abolirse y revocarse, más allá del bien y del aparece como el doble ancestro muerto, como la doble som-
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bra andrógina del Padre y de la Madre originarios, de cuya natal que nos da el ser en dirección elíptica hacia el ocaso
matriz derivan el padre y la madre singulares con quienes el en donde yacen, bajo tierra, en otro mundo, los ancestros que
sujeto se determina de modo inmediato, infantil, primaveral, nos anteceden como historia pasada y tiempo ya consumado.
primerizo. Respecto a esa doble sombra o sombra andrógina En tanto animales en despedida, somos habitantes de la fron
se siente el sujeto, el que soy, yo mismo, deudor, culpable, tera del sentido: a mitad de camino entre la cuna y la se
indeciso o resuelto a pagar o a no pagar el precio contraído pultura. A través del sentimiento angustiado de culpa y de
con la existencia y la palabra mediante una posible revalida pecado se evidencia nuestra condición temporal, nativa, fini
ción, en mi presente y mi futuro, de la productividad determi ta, mortal, llamada a la extinción. Estamos, pues, y nos sen
nante de mi existencia. Pago la deuda contraída recreando o timos en deuda con nuestros muertos, a los que damos pia
variando el impulso generador productivo, Eros poiético pla dosa sepultura, dejando que sus carnes en descomposición
tónico. Me sitúo, de este modo, en el orden generacional y vuelvan a lo orgánico y fecunden la tierra natal hasta formar
variacional en el cual se contabiliza toda la economía de las la e informarla como tierra que acoge los ancestros, el mascu
deudas y los créditos, de los pagos pendientes y de los saldos lino, el femenino, madre patria, lugar de la sombra andrógina
morales. Si quedan deudas o créditos pendientes antes de la ancestral. Esa conciencia de culpa se determina, así, como
muerte del ancestro, el sujeto vivo puede temer la insistencia deuda contraída con esa tierra natal que es fuente de nues
del antepasado, primitivamente visualizado como aparecido, tro propio proyecto de cultura y de civilización.
muerto viviente que nos espanta y genera la sensación tre
menda de lo siniestro. En un ámbito ilustrado esa visualiza-
ción deja paso a escenarios más íntimos, más burgueses: que 4. Las razones del obrar y los móviles metafísicos
da la difusa sensación de culpa, una culpa que domina y
determina, corroe y socava la entereza del sujeto que está I
vivo.
Se es culpable, en última instancia, porque ese sujeto que Nada particular ordena esa ley moral que, sin embargo,
es y encarna el límite mismo y la frontera del mundo se sabe se experimenta como imperiosa e imperativa voz de mando.
definido, cercado, es decir, finito: referido a un «antes» en el Entre la Orden y su aplicación hay un inmenso vacío jurídi
cual aún no existía, o era cuando más, proyecto o sueño de co. Entre la disposición formal y el caso material al que se
los propios progenitores, y referido a un «después» en donde aplica hay un hiato insalvable. Hay, en el extremo, una orden
habitará el mismo lugar sin límites donde yacen los ancestros inaudible cuyo contenido se ignora. En el otro extremo, una
muertos. Se es, pues, consciente de esa finitud cercada. Eso circunstancia particular que exige decisión, resolución, res
que soy, sujeto, sabe y siente ese cerco que lo delimita y de puesta. El sujeto se ve urgido por esta circunstancia. En vano
fine entre la frontera de lo que le antecede y le sucede, lo que halla inspiración material en la cúspide de la superestructura
no era y lo que dejará de ser, su inexistencia prenatal y post moral. El sujeto oye un «yo te ordeno que...» inmediatamen
mortem, lo anterior a la cuna y lo que se halla dentro de la te interrumpido. Oye asimismo lo que la situación o el acto
sepultura. Una culpa originaria o pecado original define mí le propone como circunstancia concreta y singular. En vano
tica, alegórica, teológicamente ese hecho desencadenante de buscará inspiración si se remonta a la orden formal vacía.
lo humano, de ese ser que se sabe nacido y referido a un fin Deberá, por tanto, cubrir el intervalo entre los extremos de
que es muerte y sepultura. Los animales, como dice Rilke, la orden y de la acción particular mediante ciertas normas
«no ven la muerte», sólo nosotros la vemos y estamos, por materiales que, bajo el revestimiento de mandamientos, cu
ello, dentro del cerco de nuestra reflexión, del lógos. Tampo bran la casilla vacía de la orden y puedan fecundarla, de ma
co saben los animales que son fruto de la natividad, sino que nera que invista de incondicionalidad la conducta y la acción.
no llegan siquiera a nacer, viviendo en el limbo o paraíso Pero esas «respuestas» no son dadas por el sujeto metafísico
terrenal de la matriz o del regazo, conectados a la entraña sino que derivan de la libre facultad de plasmación moral del
misma de la madre tierra, sin despegue ni despedida. Nues sujeto que habita el límite. Esa libertad se halla, desde luego,
tro ser, por el contrario, es continuo despedirse de esa tierra mediatizada por la propia inserción mundana del sujeto en
76 LOS LÍMITES DEL MUNDO
o n t o l o g I a t r á g ic a 77
nada ordena y nada dice. Dice nada, el silencio. Pero ese si siempre precaria y aporética, a la «ley moral», motivando la
lencio cae sobre el sujeto con todo el peso de la ley. Esa voz voluntad, dando objeto al querer, haciendo brotar de sus es
silenciosa ordena al fronterizo a ser otra cosa que un simple timaciones y juicios la acción, el obrar y el resolverse, son
acontecer del mundo físico. Esa voz procede de más allá del irreductibles a la «ley física* («primera naturaleza» según
límite o confín del mundo. El sujeto de esa voz es, como sa Kant) que determina el límite de lo que puede ser conocido
II i: bía Wittgenstein, metafísico (metalingüístico) y «habla» en o dicho con sentido. Valor y creencia no pueden derivarse
forma tal que de su «hablar» derivan valores, creencias, deter de lo que puede ser representado y conocido. Ciencia y len
minaciones últimas de la voluntad o del querer. Pero es im guaje «representativo» no pueden jamás fundar evaluación ni
posible dar «forma representativa» a lo que silenciosamente estimativa ni pueden motivar un ápice la voluntad, dar objeto
dice esa voz. De ello no puede hablarse, ya que lo que esa alguno a ese querer. Valor y voluntad tienen su fundamento,
voz dice es imposible decirlo desde dentro de los límites del su estímulo y su motivo más allá de los límites del mundo
mundo. No hay proposición alguna que pueda modelar, pin que podemos representarnos. Sus móviles son metafíslcos.
tar ni representarse eso que la voz silenciosa enuncia. No hay
imagen ni esquema, ni esquema-imagen, que permita «expo
ner» dentro de los límites del cerco (o «isla de la razón») lo III
que ese contenido «noumenal» expresa. Desde las entrañas y \
las fauces de la «cosa en sí» kantiana, emerge esa voz solem Mediante el interrogante metafísico (pl tVíptico de las
ne y silenciosa que «nada dice» pero que se presenta como ideas-problema) se asomaba el hombre empujado por Eros,
forma vacía verbal imperativa. En eso se cifra nuestra expe al más allá, detectando el límite y enunciando así su peculiar
riencia de lo «nouménico» o de lo «metafísico». En la medida desbordamiento. Hasta ese rebasamiento interrogativo, me
en que esa voz de mando llega a nosotros, nos sabemos y diatizado por el vértigo del límite/ alcanzaba una razón teo
sentimos electrizados e imantados por esa corriente prove rética y «representativa» que se (rascendía así como razón
niente de las emisoras de otro mundo. Como dice Wittgen interrogativa. Su capacidad quedaba cualificada por ese su
stein en el Tractatus, esa voz imperiosa determinante del plemento de poder que hacía a é ste ,ascendente o excedente.
l! i? mundo ético de los deberes y de los valores o estimaciones Pero la respuesta y resolución a esí interrogante metafísico
(juicios o proposiciones éticas) tiene el poder de ensanchar era imposible de determinar desdey dentro del cerco, por vía
y comprimir los límites de un mundo que es mi mundo. En de conocimiento. Quedaba entonc/s como algo donde la ra
virtud de ese rendimiento activo del «sujeto metafísico», mi zón teorética revelaba el déficit de'sus recursos y soluciones.
mundo deja de ser algo estático y atemporal (ahistórico) y Podía darse opiniones mediante las cuales relatarse o conce UTM
se vuelve un ser dinámico, un «ser vivo». Mi mundo está vivo derse libre doctrina sobre el misterio de la trascendencia. En
en razón de que no es simple correlato de la representación la medida en que esa libertad crític/ quedaba salvaguardada,
que se forma de él el sujeto lógico-gnoseológico. Mi mundo el poder del conocer adquiría cualíicación como poder pro
está habitado por juicios de conocimiento, pero también por pio racional. La razón podía insti air así una libre plasma-
estimaciones, juicios éticos. Ese mundo se mueve y «aconte ción doctrinal y narrativa sobre el migina, dándose relatos y
ce» en razón de que la dimensión radical de lo que soy la explicaciones sobre el sentido últi 10 de naturaleza, hombre
constituye la esfera práctica o «mundo ético», el que tiene y Dios, sobre el sentido último délos misterios de la vida y
>: por protagonista el sujeto ético, eso que soy como receptor de la muerte, del nacer y del perecer, de la cutía y de la se
de un imperativo verbal vacío cuyo emisor está ausente, ra pultura, de la relación o comunidíd de! hombre con sus se
dicado allende el límite o frontera del sentido. Los límites de mejantes y con los restantes reinas ontológicos, con la ma
un mundo que es mi mundo se hallan, pues, atravesados por teria y la vida, con el animal y la >lanta/ccn la estrella inte
el vendaval que ejerce sobre ellos el mundo de los valores o ligente y la divina presencia supnlunar,
mundo de la voluntad, ese segundo mundo que se abre al Pero la respuesta a esos inteirogantes era imposible de
trascender el mundo de lo que puede ser representado, cono determinar desde dentro del cerco comt proposición teoré
cido o dicho. Los valores y las creencias que dan concreción, tica, según las premisas y exigencias del \ionocimiento cientí-
\ ¡&r- *•
\ (t' » s c " '
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fico. Mas he aquí que ahora esas respuestas figuradas o esas plantado dentro y otro fuera. Somos los límites mismos del
«ilusiones» o «ficciones» de explicación y de relato, o esos mundo. El solipsismo metodológico aquí asumido como fun
«mitos ilustrados», para decirlo al modo platónico, adquie damento crítico y moderno del método filosófico permite defi
ren un segundo rendimiento dentro de la segunda etapa del nir eso que soy, ego cogito sum, como límite y confín: habi i
método, es decir, en el mundo ético de los valores, las esti tante de la frontera, con un pie en el hogar o patria y el otro
maciones y las acciones. No se limitan a «completar», bien adelantado hacia lo que me despide de mí mismo en direc
que precariamente, el afán de conocer al que recurre el pen ción irrevocable a lo incierto. Eso incierto tiene en el reino
sar mítico y mágico para salvar el desnivel entre lo que pue de los muertos su lugar certísimo e irrevocable. En un último
de conocerse y el arcano. Ni tampoco a reflexionar crítica futuro de mí mismo habitaré también el otro mundo.
mente ese estatuto de la razón mítica o mágica que la con Pero ese solipsismo metodológico es .‘provisional: eso que
vierte en razón metafísica ilustrada. Ni a proponer, en con soy deberá desvelarse más adelante como subjetividad im
secuencia, opiniones respecto a lo incierto con las que saciar plantada en lo que somos. Entonces será posible hallar una
nuestro anhelo por trascender el límite del poder de conocer. raíz genérica al régimen de frontera. Entonces se podrá ha
... - ................... ..
Sino que a todo ello añaden esas creencias y opiniones un blar, en pluralidad de sujeto y de voluntad, en multiplicidad
rendimiento ético y práctico: se revelan como móviles y de de quereres y de saberes, de los límites del mundo. íi.
terminaciones materiales del obrar y el emprender, como ra El solipsismo metodológico abre una doble dimensión del
zones materiales de la acción y del querer, como creencias mundo, el mundo de la representación, el cerco gnoseológico-
prácticas que dan motivo y finalidad a nuestro ethos. lingüístico, y el mundo del querer y del obrar, fundado en un
En esas creencias morales puede, si no decirse, al menos sujeto metafísico de allende el cerco que pronuncia, desde
decidirse mediante postulaciones qué sean esas «tres ideas»
-
detrás de la frontera del sentido, un imperativo formal vacío.
■V -----------------
respecto a las cuales preguntaba la razón teorética. El con Ese solipsismo abre al sujeto que soy a una duplicidad de
tenido de esas resoluciones lingüísticas da entonces motivo, mundos en donde habitan dos formas de juicio y proposi
razón y fundamento al obrar; lo determina o lo legitima y ción: mundo del conocer y del querer, mundo del decir con
justifica. Pero esas decisiones lingüísticas carecen de aval teo sentido (pero que no motiva el obrar) y mundo del decir que
rético y sólo poseen, como referente pragmático, la silenciosa nada dice (pero que se halla en la raíz del obrar). El inter
-
orden que en vano deja oír respuesta unívoca material sobre valo es poblado por opiniones rectas y creencias morales con
qué sea el mundo, el hombre y Dios. Por tanto, los postulados las que se quiere saciar la deficiencia del conocer y el bache
prácticos ni pueden deducirse de la esfera del conocer ni entre la orden formal y la actuación o la conducta material
J -V .
o n t o l o g I a t r Ag ic a
acceso a lo que trasciende hasta el primer despliegue de la creencias acerca de lo bueno y de lo malo. Esc decir que pone
trascendencia en la inmanencia: se halla un modo de exposi en obra lo indecible (la orden), ese decir que hace o implanta
ción de lo indecible en «nuestro mundo», modo mediante el aquí lo que trasciende, a través de los recursos lingüísticos
I M, i ! i cual lo indecible puede ser verbalizado. Con ello pasamos del propios del decir con el cual nos referimos a las cosas de este
acceso al peculiar despliegue de la metafísica. Ése se produce, mundo, ese decir que usa la palabra común y los referentes
,;! ií ‘í.4 ante y sobre todo, a través del mundo del arte. En la obra tribales o sociales para que, silenciosa, elíptica, metonímica-
I
de arte se da palabra material, concreta y viva a lo indecible. mente se presente, por vía lingüística, el otro mundo, ése es
La Orden, que en el segundo mundo no puede ser pronuncia el decir simbólico. Usa como metáfora lo que nombra, des
da, si bien puede y debe ser ejecutada u obrada, halla en este cribe o narra: lenguaje que hace referencia siempre a lo que
Ik?:; tercer mundo un modo expositivo en virtud del cual puede desborda el límite, pero a través de la palabra con la que se
ser apalabrada. Esa palabra, poética o artística, da concre da nombre a los aconteceres e historias que forman la trama
ción verbal plena a lo que no puede ser dicho ni propuesto. tribal, comunitaria, social o individual de este mundo.
El recurso mediante el cual se hace posible decir lo indecible Ese decir simbólico, en la medida en que confunde lími
es ese modo de exposición que llama Kant, en la Crítica del tes, bien porque quiere dominar lo trascendente a través de
! »:■!
: juicio, exposición simbólica, plenamente diferenciada de la ex la inmanencia (así la magia), o porque concibe este mundo
posición esquemático-imaginativa propia del mundo de la como efecto de otro mundo verdadero (religión), se mantiene
en estatuto dogmático y precrítico: borra la diferencia entre '
representación. Aquí la imaginación creadora produce libre
mente símbolos de lo «suprasensible», símbolos de lo ético, eso que dice (el ser o la referencia) y su decir, con lo que
mediante los cuales se da exposición sensible a lo que tras desnaturaliza su propio carácter simbólico. Entonces es mera
ciende. Esa exposición se produce a través de un decir que se alegoría, esquema: simple ilustración o apólogo de una «ver
refiere, ante y sobre todo, a las cosas de este mundo, pero dad» ya firmemente revelada. Pero si mantiene tensa esa di
que siempre alude como referencia implícita y misteriosa a I ferencia entre lo que dice y el decir, entonces puede conce
otro plano último trascendental de significación. Ese decir birse como decir simbólico propiamente dicho. A través de él
simbólico habla metafóricamente, en tanto se refiere, más puede darse palabra y voz a eso que siempre trasciende,
allá de aquello que expresa y dice, a un núcleo último de re abriéndose así una tercera etapa del método.
ferencia que subsiste siempre como figura metonímica. En En esa tercera etapa se inaugura la experiencia objetiva
ese decir simbólico se pone en obra lo que la Orden roza: el de un tercer mundo en el cual el primero y el segundo se
mundo de allende el cerco. Ese decir es un hacer u obrar resuenan y se corresponden, sin que su distinción quede anu
trascendental que expone como obra —obra de arte o poe lada. El dualismo metodológico abre, así, a un tercer terreno
R
IM i1
i! ;¡¡
ma— lo que subyace y trasciende nuestro mundo, lo que lo
desborda y rebasa (llámese el ser o lo inconsciente).
de experiencia, en el cual el primero y el segundo mundo se
dan cita. Lo que en el primero era imposible (experimentar
y decir algo referido a lo que desborda el cerco) se hacia po
sible en el segundo, pero al precio de un decir imperativo
J1IW
1
TERCER MOVI
P rólogo
bro Lo bello y lo siniestro esbocé una incursión en esas som pasional la raíz empírica en la cual anticipa la forma racional:
bras que rodean y cercan el universo acotado y limitado de ese sujeto pasional que soy abre la posibilidad de mi decir y
lo que tradicionalmente se entiende por bello. La categoría proponer.
de lo sublime es, en este sentido, una categoría bisagra: deja Pero dentro de la esfera de todo cuanto padezco, el senti
ver el cerco y lo que desborda el cerco (exceso que abre lo miento, es, desde luego, el modo más subjetivo y reflexivo.
estético hacia lo propiamente metafísico). La experiencia de Nada me informa ni me indica respecto a referencia alguna
las categorías negativas, así lo siniestro, sugieren de modo externa a mí. No parece conectar de ningún modo con las fa
sensible (estético) la categoría metafísica maldita: la noción cultades de conocer. Muy al contrario, deja en borroso lugar
de la nada. El libro citado es, pues, un complemento o apén la causa ocasional que lo desencadena, quedando yo en puro
dice indispensable de la reflexión que aquí llevo a cabo. juego especular —de placer o de dolor— conmigo mismo:- en
este sentido es reflexivo.
¿Cómo, pues, lo más «subjetivo» e «idiosincrático» que
| en mí se produce puede atestiguarse como prueba empírica
1. Lo que me llega de una ley desconocida de un enunciado que tiene carácter de proposición teorética,
en el que algo se afirma o niega de un objeto (a saber, que
I es bello)?
¿Será, quizá, que el lenguaje ha sido víctima de una ilu
A diferencia del juicio ético, que enuncia lo que debe ser, sión al presentarme, como juicio estético acerca de lo bello, lo
el juicio estético dice lo que es o acontece, confundiéndose que sólo es azarosa o puntual transcripción de una vicisitud
con los restantes juicios de conocimiento que se pronuncian sentimental?
desde dentro del cerco. Enuncia de una cosa un atributo, ¿Será que un hábito o recurrencia sentimental habrá for
propiedad o pertenencia: dice de ella que es bella. Esa cosa, mado en mi cierta «creencia» en torno a eso que pretendo de
objeto o acontecer del cual eso se dice se halla, desde luego, cir cuando afirmo de algo «que es bello»?
dentro del cerco: sale a nuestro encuentro con el carácter de De ser así será preciso, con el empirismo, con Hume, re
algo familiar, cotidiano, consuetudinario. Pero se singulariza conducir la proposición estética a su verdad, corregir el len
por un peculiar resplandor que nos suscita ese juicio. guaje corriente y vulgar de todos los días, desenmascarar su
Ese juicio lo pronuncio yo: afirmo, en efecto, de un objeto confusión de lo subjetivo y lo objetivo, eliminar el efecto ilu
que es bello. Y la prueba que doy de la validez del juicio es sorio de objetividad, universalidad y necesidad que produce
triba en la experiencia a la que da forma proposicional. Es la y traducir ese juicio que dice «esto es bello» por el mucho
experiencia de un sentimiento placentero. Juzgo el objeto
bello y lo discrimino de su contrario en razón de «sentir» en
-• ’""1 *' ' más ajustado de «esto me gusta» o «esto me disgusta».
Pues desde luego si afirmo algo que es bello es porque
mí un peculiar placer o dolor. Aquí, como en todas partes, el me gusta. Por tanto, es, quizás, un arraigo intenso, poderoso
sujeto que soy anticipa en el modo del padecer lo que se pro y ampliamente compartido en el gusto lo que posibilita que
duce en la forma proposicional. Padezco un sentimiento de éste rebase de lo subjetivo («me gusta») a lo objetivo («es
placer o de dolor que atestigua la genuinidad de mi afirmación bello»). Entonces, una de dos: o el lenguaje enuncia de for
o negación. Del mismo modo como en el borde del cerco su ma inadecuada al afirmar de algo que «es bello», siendo pre
fría el sujeto vértigo, anticipando así, pasionalmente, la for ciso devolver a éste la forma proposicional correcta («esto
ma proposicional interrogativa; o en la frontera misma atesti me gusta»), o bien algo más y algo bien diferente se quiere
guaba, como experiencia pasional, en el modo del sentimien decir al afirmar de un objeto «que es bello».
.....
.
to del deber y de la culpa, la validez de la proposición ético- Se ha afirmado muchas veces que Kant careció de sensibi
metafísica; así mismo ahora, en mi experiencia estética, prue lidad para las cuestiones lingüísticas o que a su filosofía le
bo el discernimiento —afirmativo o negativo— en la base pa £ falta la referencia a los hechos de lenguaje. Creo que es una
sional de un sentimiento de placer o de dolor. Como ya señalé afirmación errada y superficial que todas sus Críticas, pero
en mi libro Tratado de la pasión, el sujeto tiene en la base especialmente la Crítica del juicio, desmienten.
88 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 89
]:]
A diferencia de los empiristas, que desconfían del lenguaje? sión de universalidad y necesidad, ningún carácter del objeto.
corriente y ordinario, procurando restablecer, mediante im Todo es, en este terreno movedizo, del color con que se mira.
placable crítica, la forma proposicional correcta que se escon Parece en consecuencia honesto pronunciar los juicios co
de tras las defectuosas formulaciones de los juicios científi loreados sentimentalmente con un discreto «me parece a mí»
cos, morales o estéticos, Kant da un voto de confianza al len (según «mi gusto»). Esos juicios no informan sobre la cosa ¡■i 1
guaje ordinario en el contexto temático a que nos estamos sino sobre el estado de ánimo que poseo.
refiriendo. |i Pero he aquí que en la familia abigarrada de los sentimien
Kant presta oído sensible y eficaz a un enunciado o juicio tos se me destaca uno en el que todas estas apreciaciones pa
que dice de una cosa que es bella (y no, sencillamente, «me recen revocadas. Se trata de un sentimiento bien singular.
gusta»). Kant se da cuenta perfectamente de que ese enuncia En él el sujeto hace la experiencia sentimental de poner entre
do no da únicamente un informe sobre mí, sobre el sentimien paréntesis o de suspender su propia peculiaridad subjetiva.
to subjetivo que sufro, sino que enuncia algo distinto. Enun Y en esa suspensión se predispone a la emisión de un juicio
cia algo de una cosa, objeto o acontecer de nuestro mundo. acerca de lo bello. En cuanto al placer y al dolor que, bajo
Dice algo de la cosa y no únicamente de mí. Afirma o niega forma de sentimiento, registra el sujeto, son el trasunto sub
algo de esa cosa y no tan sólo del placer o dolor que siento jetivo de la determinación objetiva que el juicio pronuncia
en mí. La forma del juicio de placer o agrado es, pues, imposi sobre la cosa. Son el registro en mí —como afirmación y nega
ble de confundir con la forma del juicio estético. Y éste no ción emocional— de lo que «la cosa es», a saber, bella o su
puede, legítimamente, ser reconducido a aquél, por mucho que contrario.
lo suponga. Es, pues, como dice Kant, un juicio objetivo sobre la
Pues, en efecto, ese juicio presupone un placer o dolor que cosa que tiene por base experiencial un sentimiento vaciado
experimento: en ese sentimiento de placer o dolor se halla la de interés, en el que el interés del querer ha sido suspendido.
base experiencial de mi afirmación o negación. Pero entonces, Por esta razón ese juicio no posee eficacia respecto a mi vo
¿cómo puedo hacer depender de algo tan subjetivo como el luntad y mi ethos: en ello se diferencia del juicio ético.
sentimiento de placer o dolor un juicio con pretensión de Pero, ¿en qué se funda, entonces, esa pretensión de objeti
decir algo objetivo sobre la cosa? vidad y de legalidad, universal, necesaria, con que irrumpe
H 1 La razón que da Kant de esta paradoja del juicio estético dicho juicio? No, desde luego, en cierto conocimiento del
(que se presenta como juicio objetivo, pero que se apoya en objeto, aun cuando el juicio posea el carácter formal del jui
una experiencia subjetiva y reflexiva, sentimental), es la si cio de conocimiento. Si indagamos la ley o la norma oculta
guiente: ese juicio, contra todas las apariencias, no es un jui y subyacente a «la belleza» que es fundamento del juicio es
cio de conocimiento, no ensancha ni enriquece nuestro cono tético nos encontramos con una multiplicidad dispersa de so
cimiento de la cosa. Y sin embargo, posee la misma forma luciones, definiciones y respuestas. Unas escuelas considera
,¡ ¡si:
que los enunciados teoréticos o científicos. rán que el fundamento es cierta idea objetiva trascendente
El hecho de que ese juicio tenga la apariencia de un juicio que se refleja o deja participar por los objetos que juzgamos
teorético explica la clásica y tradicional propensión de la es bellos. Otras refinarán esta concepción entendiendo que esas
tética a considerar ese juicio como una cierta forma de cono ideas forman una trama ideal y matemática (o musical) de re
(l| ¡ 1 cimiento, confuso, del objeto. Mediante el juicio estético esta laciones y proporciones en las cuales se funda el principio de
ríamos, pues, según la estética tradicional o clásica, iniciando armonía, siendo la belleza en su estructura misma armonía
nuestra penetración intelectual y cognoscitiva en la esencia o matemático-musical. Un objeto será juzgado bello si se ade
estructura radical de dicho objeto. cúa a esa norma objetiva que, se supone, inviste el orden natu
El sentimiento, desde luego, empaña la objetividad de ral de las cosas. La creación será mimesis, adecuación imitati
nuestros juicios, tiñéndolos y coloreándolos de subjetividad va de esos armónicos naturales, si pretende ser bella y artísti
I ocasional e idiosincrática. Presos por los estados de ánimo ca. Otras escuelas, por fin, juzgarán que ese orden oculto y
' >si y las emociones, no estamos, desde luego, en condiciones de subyacente a la belleza que sentimos y asentimos a través de
juzgar objetivamente algo, menos de enunciar, con preten- juicios estéticos se funda en la naturaleza vital y orgánica,
■
ya que el ser y la esencia son, en su radical determinación, puesta entre paréntesis: un placer y un dolor que Kant llama
acto en el cual un ser vivo alcanza su inmanente finalidad, su «sin interés».
plenitud y consumación, su entelequia o perfección. Ese juicio afirma o niega algo de la cosa, al igual que en
En unas escuelas se entiende por belleza la armonía, en los juicios de conocimiento, pero sin poderse confundir con
otras la perfección (la intfiüñente finalidad cumplida). Pero de ellos. Y lo afirma o niega con fonosidad\ como si esa afirma
hecho ni el conocimiento de la estructura armónica de la cosa ción o negación derivara de una legalidad o norma interna a
ni de su dinámica vital permite fundar el juicio estético. la cosa.
Éste no se funda en una norma o ley objetiva, susceptible de Pero por mucho que busquemos esa notpa —única y no
ser descifrada y conocida. Por eso aparece en nosotros con el susceptible de discusión y revocación— no la encontramos.
muy subjetivo carácter de un sentimiento, placentero o dolo Incluso consideramos dogmática y precrítica iapre tensión de
roso. Y ese sentimiento no posee nexo ni comunicación posi la estética tradicional de fundarse en cierto «papiigma clási
ble con el orden del conocer: ningún sentimiento lo tiene, co» como principio obvio, indiscutible. \
sino que parte del sujeto y vuelve a él, en movimiento reflexi En realidad, con todos estos razonamientos pandójicos fia
vo. El juicio que funda es llamado por Kant, por esta razón, mos puesto las bases para decir al fin qué es y qté tiene de
juicio reflexivo. Como tal se diferencia del juicio de conoci específico el juicio estético. Este largo introito kantiano nos
miento o del juicio ético: en que no puede determinar un ha ido preparando el terreno.
illlii) i;; área específica de objetos de experiencia. El juicio teorético
juzga en la cosa su verdad o su falsedad; el juicio ético dis
cierne la conducta conforme a su bondad o maldad. El juicio II
teorético posee un principio o pauta desde el cual «medir» la ¡r**•- i • l r
adecuación del juicio: aquel mediante el cual se logran sensi Un juicio formamos qon referencia a esta cosa.idecimos de
bilizar los conceptos a través de imágenes-esquema, o se lo ella que es bella. Ese juicio se pronuncia con caActCP de in
gran elevar al nivel categorial las intuiciones. Lo mismo suce condicional necesidad. Nos vemos forzados a emitr ese jui
II '
II y li
de con el juicio ético: lo bueno o lo malo se discierne con
relación al imperativo formal. Hay en el primer caso una ley
física y en el segundo una ley moral que permiten cualificar
cio. Se nos impone como si de una norma objetiva si tratara.
No lo podemos discutir. No podemos someterlo a difusión.
Lo enunciamos de tal modo que, sin discusión, cualqui^ su
J:
Il
nuestros juicios. ¿Hay, quizás, alguna norma objetiva en el jeto que sufriera idéntici imposición asentiría radical e in
■VilUl l terreno de los juicios estéticos? condicionalmente con nosotros. Y la prueba de esa imposición
Bi I ' 1 ,,. La estética tradicional pretendía, en efecto, que de ese co la tenemos en un sentimiento placentero: el que desen£ade\a •ASOFIA
Ifl:ni en nosotros nuestro sentimiento o disidencia.
l i ií nocimiento de la naturaleza de la cosa y de su estructura o JUKM
de su dinámica podía derivarse una norma objetiva física, de Ese juicio se produce ton relación a un ser o aconjeí-Br <je
armonía o de perfección, que sirviera de pauta de nuestros dentro de nuestro cerco mundano. Tiene por sujeto p i pro
juicios estéticos y también de nuestras creaciones artísticas. pio sentimiento de placer1o de dolor: yo mismo en táhto ex
Pero la pluralidad misma de esas normativas revelaron, como perimento,- como placer o dolor, esa imposición que ne obli
prueba suficiente, que ninguna de ellas tenía capacidad de ga a decir de algo que es bello o qUe no lo es. Se rn dan,
erguirse como principio último de la legalidad estética. pues, en este juicio, todos los caracteres propios de \n jui
Por todo lo cual este juicio estético parece plenamente pa cio incondicional, universal, necesario. Pero por muco qtL?
radójico, sin que nos sea posible dar con la razón que lo per trate de hallar la norma de la cual ese juicio deriva, \p la
mite diferenciar del simple juicio subjetivo que se pronuncia encuentro. Se me da el efqcto de la norma, sus caracteres se
en términos de «me gusta» o «me agrada». cundarios de forzosidad e incondicionalidad. Se supone'
Es un juicio en el cual se pone en suspenso nuestro sentir tanto, que ese juicio derivé de alguna norma. Pero aun s il
para que pueda decirse algo objetivo sobre la cosa («que es do lo intente, no puedo determinarla.
m
bella»). La prueba del discernimiento que en ella hacemos la La norma es, pues, trascendente: se halla localizada, a n>
registramos como residuo o sobrante de esa suspensión o dudarlo, más allá del límite que circunscribe mi experienci.
92 LOS LÍMITES DEL MUNDO o n t o l o g I a t r Ag ic a
Carezco de noticia alguna respecto a esa norma estética de la cifrada en un sentimiento (de placer y de dolor), registrada
cual deriva la incondicionalidad y forzosidad de mi juicio. en un modo peculiar de hablar y proponer, el juicio estético.
Hasta mí llegan estos caracteres. Es como si se me diera el No puedo hallar fundamento trascendente a ese juicio, si
caso en el cual la norma se aplica (este objeto), el nexo o có bien pende de una norma localizable allende el cerco. La cosa
pula que da necesidad al juicio (Este objeto es forzosamen en sí deja en tiniebla la ley de donde brota ese juicio. Pero
te...) y lo que la norma dice, enuncia (Este objeto es, forzosa me llega, como emisión comunicada del otro mundo, el ca
mente, bello). Pero sin que pueda, por mucho que lo quiera, rácter forzoso del juicio, que se me impone, comprometien
determinar la norma de la que procede esta ley particular do mi experiencia. Dicho juicio legisla sobre un solo caso:
aplicada a un caso. esta cosa singular, singularísima, imposible de delegar o re
Tengo, pues, una extraña experiencia de la trascendencia. presentar en paradigma o generalidad conceptual, de la que
Hago, a través del juicio estético, una sorprendente experien afirmo que es bella. Es un peculiar juicio que legisla sobre
!¡ Irlví’!' cia metafísica. La norma está, desde luego, allende el cerco y un único caso. Pero que posee el carácter de forzosidad y le
la frontera. Nada puedo saber ni conocer respecto a esa nor galidad universal propio del juicio derivado de la ley física o
ma. Nada llega hasta mí. Aquí la comunicación se interrumpe moral. Es más: todo juicio estético, referido siempre a un
desde el principio. Pero curiosamente me llegan los efectos caso singular, singularísimo, posee idéntico carácter legal y
de la norma, con pleno desconocimiento de las causas; me necesario.
llegan los juicios que derivan de la norma, sin que ésta se me Pero si bien no me es posible dar con la norma que invis
revele o patentice. te de incondicionalidad a ese juicio, quedándome tan sólo el
¿En dónde se halla, entonces, el fundamento de ese juicio? efecto y siéndome sustraída la causa, sí puedo acaso hallar,
En una norma ausente y trascendente localizable en el «otro dentro de mí, el fundamento del sentimiento a través del cual
mundo». Desde dentro del cerco no me es posible tener noti me vienen dados todos estos caracteres de la ley.
cia alguna de ella. Me veo, pues, repelido hacia mí mismo. Ahora, en este tercer mundo, no soy sujeto de conocimien
Quizás en eso que soy, sujeto, halle, si no la norma, al menos to ni sujeto ético. Pero, en una primera aproximación, puedo
el fundamento crítico y metódico que explique tanto el senti reconocer frágiles puentes entre la experiencia que hago y el
miento de belleza como el carácter formal objetivo que atri «primer mundo». Más adelante podrán tenderse también otros
buyo al objeto al decir de él que es bello. Esto es lo que Kant puentes con el «segundo mundo». El juicio que formulo po
emprende en su «deducción trascendental» del juicio estético. see, en efecto, la formalidad del juicio del conocer. Luego al
ffl gún «aire de familia» puede imaginarse entre éste y el juicio
que emito sobre la cosa bella. Acaso estén en juego idénticas
facultades o potencias. Acaso en ambos juicios se movilicen
III idénticas disposiciones y se coordinen o armonicen las mis
mas instancias o condiciones.
Indagando dentro de mí, en lo que soy, puedo encontrar Así, por ejemplo, las facultades de imaginar y de enten
acaso el fundamento que explique ese misterioso sentimiento der son responsables en su coordinación sintética de la forma
placentero o doloroso que Kant considera «desinteresado». Se ción de la proposición teorética, a través de la síntesis de in
me revela, acaso, una tercera y decisiva dimensión de eso que tuiciones y de conceptos. Sólo que en el juicio estético no nos
soy, sujeto (ego cogito sum). No soy sujeto gnoseológico, como formamos concepto alguno de la cosa. Ni enriquecemos nues
aquel que inaugura en el primer mundo su primer tramo me tro conocimiento teorético y conceptual de ella.
tódico; tampoco sujeto volitivo o práctico que, a través de la ¿Significa, con todo, que en ese juicio no se produzca un
experiencia ética, se daba un recorrido en el segundo mundo. enriquecimiento genérico en nuestro conocimiento del objeto?
Ahora se abre en mí un tercer mundo con su correspondiente ¿El hecho de no formar concepto de la cosa significa divor
recorrido. Yo soy el sujeto que efectúa dicho recorrido o que cio radical entre el juicio teorético y el estético? ¿O cabe de
se abre paso en la espesura de este misterioso mundo estético: cir más bien que en este juicio estético se produce un juego
un sujeto que realiza una modalidad específica de experiencia, libre de nuestras facultades de imaginar y entender, sin que
LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA
de ello deriven conceptos sensibilizados ni intuiciones esque J que se ha tomado, hasta aquí, en consideración. De una cosa
matizadas susceptibles de integración categorial? puedo decir que es bella. Pero también mi experiencia esté
La definición de la belleza como armonía no sirve a Kant tica se desencadena cuando de una cosa digo que es sublime.
de fundamento válido de donde deducir el juicio estético. Ello Con ello se abre un nuevo tramo en el recorrido de esta ter
en razón de que no hay norma alguna inteligible desde dentro cera etapa del método y de este tercer mundo o mundo es
del cerco de donde inferir dicho juicio. Pero no erraban ni tético. Ahora se hallará coordinación entre este tercer mundo
andaban desencaminados los antiguos en su definición de la y el segundo, el mundo ético. De este modo se perfila el ter
belleza como armonía. Sólo que, de forma dogmática y pre cer mundo como aquel en el cual los dos primeros se dan
crítica, proyectaron sobre la cosa lo que era carácter del su cita en un único mundo, este mundo, un mundo que es mi
jeto. De hecho la armonía es fundamento del juicio estético, mundo, el mundo de mi experiencia humana.
pero fundamento que se halla en el sujeto mismo que lo pro
nuncia: en mí. Cuando se produce en mí una armonización
de las facultades de imaginar y entender, pero de tal manera El juicio acerca de lo sublime
que se descarguen de sus obligaciones especializadas propias
del primer mundo, de modo que la imaginación y el entendi
miento, en vez de producir conceptos sensibles o intuiciones
inteligibles se coordinen mediante un juego libre y armonioso,
entonces se produce en mí el sentimiento de lo bello. Y lo El sentimiento de belleza se produce, al decir de Kant, en
que esa armonía del libre juego de imaginar y entender hace virtud de la conjugación armónica de nuestras facultades de
posible es una revelación de la cosa en la que ésta, libre de conocer (imaginación y entendimiento), abocadas a un libre
su sometimiento al constreñimiento de una ley física o moral, juego entre ellas. Lo que despierta el juicio de belleza y apare
se me ofrece como pura forma de una finalidad sin fin (o de ce como referente objetivo del mismo es la presencia de la for
una finalidad inmanente). No erraban tampoco aquellas viejas ma de una cosa con caracteres conformes a ese «libre juego»:
escuelas que definían la belleza como perfección o entelequia, con el aspecto de un organismo, con todos los atributos de un
como vitalidad o forma viva, como acto y cumplimiento de ser vivo, con una inmanente teleología, pero sin que pueda es
un proceso o dinamismo orgánico. Sólo que esa perfección tablecerse el fin al que se ordena ese finalismo interno.
(finalidad inmanente de lo orgánico) no era norma objetiva, Mas he aquí que el juicio acerca de lo sublime aparece
como creían. Proyectaban sobre una norma, trascendente, un como antítesis de todo lo dicho. Niega los caracteres reseña
atributo inmanente y formal de la cosa: su revelación formal dos del juicio de belleza. Se opone radicalmente a los princi
como legalidad orgánica descargada de finalidad, su presenta pios que explican mi sentimiento subjetivo de belleza (armo
ción como forma o fenómeno revelado de una finalidad su nía de mis facultades de conocer) y la referencia objetiva del
puesta y desconocida. Decimos de algo que es bello cuando juicio (organización formal de un objeto).
se presenta como si fuese una forma viva o como si poseyera El juicio acerca de lo sublime, señala Kant, no se apoya en
los caracteres de inmanente finalidad propios de un ser orgá un sentimiento subjetivo que tiene su fundamento en la ar
nico. Y esa presencia formal produce en mí, en eso que soy, monía de sus facultades (de conocer). Por el contrario, brota
una armonización de mis facultades de conocer, pero libre de un sentimiento paradójico y contradictorio. No da expan
mente dispuestas y descargadas de sus ocupaciones gnoseoló- sión a un libre juego armónico sino a un conflicto, oposición,
gicas. O bien puede afirmarse, con mayor precisión, que el violencia o discordia. Y no hace referencia a un objeto cuya
sentimiento estético de lo bello y el juicio acerca de lo bello forma aparece organizada, como si se tratara de un organis
se producen cuando se produce el encuentro entre un objeto mo vivo, sino que recae sobre objetos faltos de organización,
que se revela formalmente como si fuese un ser vivo y un carentes de forma, desordenados, caóticos, informes. La vida
sujeto que logra armonizar libremente sus facultades de co y sus manifestaciones eran el supuesto de un juicio de belle
nocer. za que de ellas retenía su forma. Los seres vivos que se nos
Pero el juicio estético no se agota en este juicio de belleza presentan dentro del cerco de nuestro mundo aparecen como
ONTOLOClA TRÁGICA 99
98 LOS LIMITES DEL MUNDO
Mediante la interjección parece darse respuesta, por la in el sujeto que actúa, interviene, emprende. O si hay una rela
sólita vía de un sentimiento, a las proposiciones interrogativas ción del sujeto con la cosa que no sea del orden del decir re
en las que culminaba y se desbordaba la razón teórica y re presentativo sino del hacer y obrar. El sujeto estético aparece,
presentativa que investía lingüísticamente al sujeto de expe entonces, no tanto como sujeto de un juicio cuanto como
riencia del primer mundo. Esas interrogaciones proponían sujeto de una acción y producción. Lo que de esa relación
dictámenes sobre la trascendencia en el modo de respuestas. resulta no es interjección acerca de lo bello y sublime, sino
Sólo decisiones lingüísticas, con estatuto de opinión, podían producción de obra. Ese sujeto estético que pone en obra un
cubrir el bache entre la pregunta y su objeto trascendental y objeto susceptible de ser juzgado bello o sublime y que da,
trascendente. En la experiencia ética hallaba el sujeto, en la por consiguiente, base empírica a esos juicios en forma de in
raíz de su ser y de sus capacidades de audición, una incomple terjección, es el sujeto creador o artista. Y el producto de su
ta frase o proposición —formal, vacía, imperativa— que de obrar trascendental es la obra artística, sea ésta poema, trage
terminaba, como orden o deber, su ethos y su actuación. Me dia, comedia, representación pictórica, edificación o sinfo
diante creencias morales, es decir, decisiones lingüísticas so nía. El análisis de la creación artística y de la obra de arte
bre lo incierto, generaba el sujeto móviles para su acción y permitirá, de nuevo, un segundo haz de conexiones, esta vez
objetos para su querer, cubriendo de modo condicional el ba con el mundo de la acción. El tercer mundo se nos revela
che entre la orden vacía, motivo último de su obrar, y sus como aquel en el que hallan su compleja unidad los dos pri
particulares cometidos y tareas. Ahora ese reino de las ideas meros. En él se hallan caminos sinuosos que permiten tran
de la razón, que aparece primero como opinión recta y luego sitar de él al primero y al segundo mundo.
como creencia moral y móvil de conducta, halla el modo de
«sensibilizarse» en la experiencia del sujeto estético, a través
de un sentimiento, el sentimiento de lo sublime. En él parece
responderse a las grandes interrogaciones metafísicas median 3. La creación inconsciente y la obra de arte. La exposición
te una interjección que exclama y que celebra el desborda simbólica
miento y la despedida de lo físico, pero que sin embargo, se
materializa y presenta a través de una imagen física negativa. I
En esa interjección se obtiene la irrupción de la trascendencia
en la inmanencia: la implantación de lo metafísico en la ex
periencia de un sujeto sentimental. Lo infinito, en la naturale La paradoja del juicio estético, su deducción de una nor
za, en la libertad, en lo divino, resplandece en la experiencia ma que nos ha sido sustraída, se vuelve a encontrar en la
que yo hago a través del modo más subjetivo y reflexivo: por creación. No puede sorprendernos, en la medida en que el
el cauce sentimental. Experimento sentimentalmente lo infini sujeto que juzga es el mismo sujeto estético que aparece
to en mi finitud cercada. Y doy cauce y expansión lingüística como sujeto creador, sólo que en distinta posición: allí como
a ese desbordamiento placentero o doloroso del sentimiento receptor, aquí como emisor. De hecho toda creación presupo
a través de la proposición estética acerca de lo sublime, que ne la previa recepción: es siempre recreación, mimesis en
asume la forma de una interjección. sentido propio, tal como mostré en Filosofía del futuro. Pero
El sujeto que juzga (a través de la interjección) posee simé es metodológicamente indispensable distinguir ambos lugares
trica relación con el sujeto gnoseológico. Dice algo de la cosa y posiciones, la del receptor y la del creador. No es lo mismo
y esa proposición tiene el carácter formal de un juicio de co crear una sinfonía que disfrutarla, si bien este momento del
nocimiento. Se diferencia de éste por la incrustación de un goce estético dispone al sujeto a una creación que pueda ser,
sentimiento. La forma que informa esa incrustación es la in de modo genuino, recreación. Y bien, la creación artística tam
terjección. Ahora bien, ese sujeto que juzga así no agota la ex bién deriva de una normativa o ley que el propio creador
periencia que el sujeto, es decir, yo mismo, puedo recorrer en desconoce. Kant dice rotundamente: su creación es incons
tanto soy sujeto estético. Cabe preguntar si existe una expe ciente. Por mucho que se le pregunte respecto a la ley de la
riencia simétrica a la del sujeto práctico, a la que efectúa cual ha desprendido su obra artística, a modo de aplicación
100 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 101
pragmática, por la vía del obrar, de ese principio o normativa Lo que se llama clasicismo es un paradigma, concebido como
estética, el creador no sabrá dar con respuesta ajustada. Esto norma objetiva incuestionable, dentro del cual se da regla
no significa que no dé alguna respuesta. De hecho puede re mentación concreta y material al juicio y a la creación esté
mitirse a una norma tradicional consagrada o inventar ad hoc tica. La estética es moderna en la medida en que deja vacío
una «estética» que legitime y explique su producción. El in el lugar de la norma, o sabe que ésta trasciende y sobrepasa
menso vacío jurídico dejado por la norma (trascendente, des nuestras capacidades de sujetos habitantes del cerco y la
conocida) y la obra singular, suele ser llenado, tanto por el frontera. Por eso la modernidad aparece en estética con el
que crea como por el que juzga, por el movedizo territorio de carácter de una constante convulsión y crisis, en la que se
las estéticas materiales. Éstas son resoluciones lingüísticas ritualiza el relevo de una normativa estética material por otra.
mediante las cuales se quiere elevar al estatuto de ley la obra En el caso límite, característico del Novecientos, cada creador
concreta o la familia concreta de obras a las que, desde esta termina instituyendo su propia estética material, o bien se
institución lingüística, denominaremos «románticas» o «neo crea a la vez la obra singular y su doble gemelo, la doctrina
clásicas», «naturalistas» o «simbolistas», «constructivistas» o estética que pretende interpretarla, explicarla, justificarla.
«dadaístas». Esas normas estéticas cubren el vacío dejado Y hasta se invierte la relación, haciéndose de la obra un sub
por la norma desconocida, trascendente, inconsciente. La nor producto de la doctrina estética que la determina. La crisis
ma rebasa el marco de lo que puede conocer el sujeto estético, de este caso límite genera lo que puede llamarse estética post
sea éste creador o receptor. De ella deriva el carácter incondi moderna. Ésta es, en realidad, en verdad, estética autocrítica
cional de su juicio estético exclamativo y de su creación ar capaz de entender la modernidad como normalidad vigente
tística. Dicha creación adquiere, en virtud de esa norma des y aceptada, dejando el lugar vacío de la norma trascendente
conocida, carácter forzoso, legal, incondicional. Se impone al y reinvirtiendo la jerarquía entre la obra singular y la nor
creador con todo el peso de una ley, sin que pueda explicar ni mativa material doctrinal. La nostalgia de clasicismo y nor
desvelar, ni para sí ni para los demás, cuál es ésta. Y esa ley mativa dogmática que a veces deja traslucir es una corruptela
legisla un solo caso singular, singularísimo; una ley rige, en característica de inmadurez e incertidumbré: parte de la pre
efecto, en el creador y el receptor, lo que a la séptima sin misa de que la modernidad es crisis y da a este juicio un con
fonía de Beethoven le da su singularidad estilística indelega tenido negativo. De hecho esa modernidad o crisis pone en
ble. Esa ley sólo rige, en dicha obra, al modo de pauta propia su lugar al arte, a la estética material y a la norma trascen
que legisla de modo radicalmente casuístico. Infinitas inter dente, evitando la teologización dogmática o «metafísica» de
pretaciones pueden darse, desde la recepción, como razones esta última, que era el modo característico del clasicismo, del
estéticas, de esa obra, mediante las cuales quiere apresarse arte y la estética tradicionales.
esa norma retirada de nuestro control consciente. Esa nor La ley de la que deriva la obra de arte es inconsciente. El
ma rebasa nuestra frontera o límite. Muestra hasta qué punto artista puede forjarse, desde su consciencia, el proyecto o
eso que excede el límite es lo que, desde Leibniz y Kant, propósito de lo que «quiere hacer». Incluso en algunos terri
desde el romanticismo y Freud, denominamos lo inconsciente. torios el proceso de creación se desglosa en los diferenciados
Hay, pues, entre la norma trascendente y la obra singular momentos del proyecto y de la edificación y construcción, así
sensible que convive dentro del cerco un amplio intervalo o en el terreno arquitectónico. Pero en general debe decirse que
vano que llenan, como pueden, las legislaciones estéticas ma la obra resultante, efecto de esa «causa» forjada por la men
teriales. Éstas son decisiones lingüísticas mediante las cua te del artista («causa final»), desborda por entero a ésta o pue
les se determina materialmente el vacío dejado por la norma de llegar a desbordarla. Entre la causa consciente y la obra
tiva inconsciente. Adquieren carácter crítico, metódico y mo singular se produce un hiato causal: el efecto puede ser so
derno en la medida en que se asumen como tales decisiones breabundante con respecto a la causa. ¿Significa esto una ex
lingüísticas, obras de la libre creatividad de plasmación de cepción dentro del principio de razón suficiente? ¿O significa,
la razón. Asumen carácter precrítico y dogmático en tanto más bien, que esa «causa consciente» deriva, a la vez que la
aparecen como normas materiales que cubren, sin fisura al obra, de una causalidad eficiente, motor de la creación, que
guna, el lugar vacío de la norma desconocida, y trascendente. desborda y trasciende la consciencia del artista? Éste, pues,
102 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 103
produce, desde su proyecto consciente, una obra que, como cho la exposición simbólica rebasaría el marco del «represen
resultado, y con relación a la premisa, es inconsciente. tar». Sería un modo concreto de exponer o de decir, modo
Del inconsciente, es decir, de lo que trasciende y desborda, sensible que, sin embargo, desbordaría el ámbito del decir re
procede el fundamento y la ley que rige la productividad del presentativo. La doctrina lingüística que debería formalizar
artista. A través de la obra de arte, sea poema o sinfonía, sea ese uso lingüístico simbólico debería, por tanto, trascender el
edificación o escultura, habla una voz de detrás de la frontera. marco doctrinal del decir representativo. O si quiere decirse
A través de la obra artística lo indecible puede ser obrado, así, debería sobrepasar el mundo lingüístico al que puede
ejecutado y puede también ser nombrado, verbalizado. En la llamársele mundo de la representación o primer mundo.
obra de arte se halla el modo de exposición mediante el cual . En ese decir simbólico no subsistiría correspondencia en
logra verbalizarse lo indecible, a través de un obrar trascen-' tre lo que se expone y lo expuesto en el modo de la «represen
dental que es poíesis, creación artística. Aquí el hacer es decir, tación». Pero ello no significaría inexistencia de nexo. Sólo
para decirlo en términos próximos a Austin. Aquí se cumple que éste no sería el de una correspondencia biunívoca. Podría
el desiderátum del último Wittgenstein acerca de un modo de incluso afirmarse que, en la medida en que el decir simbólico
uso lingüístico entendido en términos pragmáticos: un decir se concibe a sí mismo bajo el patrón de la correspondencia
que es forma de vida, actividad. En la obra de arte lo incons biunívoca, entonces se degrada en simple alegoría: como si lo
ciente, es decir, lo que trasciende, deja oír su palabra como sensible-estético tradujera contenidos inteligibles previamente
palabra viva o palabra plena. Es preciso definir, por tanto, establecidos, en una correspondencia término a término entre
ese modo de exposición mediante el cual se hace posible decir tal o cual «ideologema» o «mitema» y tal o cual forma icóni-
lo que trasciende, lo indecible. Tal modo de exposición lo | ca concreta. En la medida en que la producción estética de
llama Kant exposición simbólica. símbolos se mantiene en relación de dependencia con cierta
doctrina teológico-estética o metafísico-estética concebida
como corpus doctrinal canónico, o como materialización dog
II mática y precrítica de la norma trascendente, cubriendo la
yacía norma desconocida de preceptos materiales concretos,
En un importante pasaje de la Crítica del juicio establece puede afirmarse que el arte y la estética mantienen todavía
Kant la distinción entre dos modos de exposición (entendien su servidumbre alegórica y no logran liberar, en plenitud, el
do por ello el modo o procedimiento mediante el cual se hace orden propio y emancipado de los símbolos. Entonces la obra
sensible lo inteligible). Habla allí Kant de la exposición es de arte aparece como ejemplificación alegórica de una doc
quemática, la que en la Crítica de la razón pura queda am trina preestablecida o como fábula moral que la expone de
pliamente tratada a través de la doctrina de la imaginación y iforma didáctica y popular.
del esquematismo trascendentales. Y la distingue de un modo En el símbolo, a diferencia de la alegoría, no hay concepto
diferente de exposición, la exposición simbólica, que corres determinado que dé razón de modo unívoco de su exposición
pondería a las materias tratadas en la Crítica del juicio, refe í<. sensible, ni hay contenido moral o ley moral concreta y mate
rentes a la obra de arte y a la naturaleza viviente (a la estética rial que se exponga en él de modo unívoco.
y la teleología). Kant señala que el modo de exposición simbólica se funda
En el esquema subsistiría siempre una relación de corres en cierta unidad y correspondencia, no entre los elementos,
pondencia biunívoca entre lo que se representa (contenido in sensibles e inteligibles, del objeto expuesto (así el esquema o
teligible) y la forma en la cual se representa (la maqueta, el la alegoría) sino entre el procedimiento y método de cons
bosquejo; o si quiere decirse así, el «mapa» con el cual se trucción del símbolo y de aquello a lo cual éste hace referen
da representación estilizada, «esquemática», a la trama ideal cia. Hay unidad en el procedimiento constructivo, pero no
o al contenido). entre los elementos del objeto construido. Hay unidad entre
Pero existiría un segundo modo de exponer, modo simbó el método mediante el cual se construye el símbolo y el méto
lico en que no existiría tal correspondencia biunívoca entre la do que se seguiría para trazar la idea (de la Razón) al que ese
representación y aquello a lo cual ésta hace referencia. De he- símbolo hace referencia. Pero no podría trazarse paralelismo
104 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRAGICA 105
ni correspondencia entre esa idea simbolizada (por ejemplo, tos que constituyen nuestra vida en común, la vida en socie
cierta idea problemática acerca de la naturaleza, el sujeto o el dad. En virtud de la obra artística se da plasmación, forma
fundamento) y el símblo construido. El símbolo haría refe y figura a la idea que puede ser formada sobre el mundo y el
rencia a la idea problemática, así, por ejemplo, a cierta idea o límite del mundo, pero esa plasmación no transcribe, de for
creencia moral, pero de modo libre y laxo, en libre asociación, ma biunívoca, un código doctrinal preestablecido, en el cual a
sin que fuese posible «descifrar» ni «traducir» esos contenidos cada «contenido» corresponda una secuencia sensible, de ima
alusivos a lo que desborda o trasciende nuestros límites y gen, de figura o de palabra. Eso a lo que el símbolo artístico
el material sensible mediante el cual se da forma a esa idea hace referencia es trascendente y no puede ser determinado.
que se halla situada en el borde mismo de nuestras aptitudes Sólo cabe una tentativa resolución lingüística que dé respues
cognoscitivas o morales. La tarea de la filosofía consiste en ta a qué es ese referente. Esa tentativa, siempre abierta, es
adentrarse, con dificultad y riesgo, en la exposición textual y obra de la filosofía. Ésta seculariza lo que, de modo premoder
discursiva de esas ideas problemáticas. La del arte, en la cons no y precrítico, realizaba la teología: dice la verdad de lo que
trucción de símbolos que hacen referencia, de modo libre, a existe, de su origen y su fundamento. El símbolo artístico es
esas ideas filosóficas. En mi libro Filosofía del futuro está alegórico en la medida en que se limita a descifrar el código
efectuada la conexión entre estos dominios del arte y de la doctrinal teológico establecido como idea del mundo, de no
filosofía, o del símbolo artístico y la idea filosófica. sotros mismos, del fundamento, código significado con el ca
rácter de un corpus doctrinal dogmático. Pero el símbolo ar
tístico propiamente dicho, emancipado de su arqueología ale
III górica y de su tutela teológica, constituye a la idea filosófica
en referente, toda vez que ésta surge, así mismo, de una eman
La inconsciente producción genera una obra que debe con cipación de la teología. En Filosofía del futuro está articulada
cebirse como institución simbólica a través de la cual se la síntesis de símbolo e idea: allí la llamaba arquetipo. En
pone en obra y se da espacio y territorio a lo que trasciende el éste la filosofía halla su lugar, a la vez que el símbolo artísti
cerco. El contenido susceptible de ser formulado en ideas de co. El arquetipo es síntesis en la que comparece la idea como
la razón de la cosa trascendente puede, pues, ser relatado y referente del símbolo y éste como materialización singular
narrado en razón de una libre plasmación de símbolos. Puede concreta de la idea. El arquetipo es el lugar en el cual se
así implantarse el contenido y la doctrina sobre el misterio en dice y se pone en obra qué son el sujeto y su mundo. Expone
nuestra realidad convivencial, dándose el escenario pertinente. de forma sensible o reflexiva cuanta verdad nos es posible
Irrumpe de modo festivo lo que trasciende, instalándose en acceder respecto a ese límite del mundo que habitamos o
nuestra vida cotidiana, rompiendo el cerco profano y dejando encarnamos.
emerger lo inconsciente: eso que, míticamente, puede llamarse
lo sagrado. Incluso puede configurarse el propio tiempo en
razón de relatos estacionales: tiempo de gestación, pronun IV
ciamiento, ocaso. El mito y el rito dan espacio narrativo a lo
que desborda el cerco. Constituyen la arqueología mítica, má En la experiencia simbólica (recepción estética de sím
gica, religiosa y precrítica de lo que, desde el paradigma crí bolos o inconsciente plasmación que los produce y reproduce)
tico, metódico y moderno, aparece bajo el modo de gran tea se despliega en la inmanencia lo que desborda el cerco y el
tro, gran producción operística o gran literatura mundial. Los confín. Lo trascendente irrumpe en nuestras vidas, dándose
dioses hacen acto de presencia en nuestras vidas, cobijándose forma y figura en razón de ese indirecto modo de exposición
en el espacio que se les tiene reservado, el templo o la cate que es el simbólico: se alude siempre, de forma metonímica,
dral. La arquitectura y la urbanística secularizan, desde cri a una causa eficiente que trasciende y desborda nuestro co
terios modernos, esta concepción, dando espacio y territorio nocimiento. Se da palabra y verbo a lo inconsciente (lo me-
al límite mismo del mundo: definen y determinan los sitios, tafísico). Pero esa palabra esconde la referencia: ella misma
los lugares, los parajes; formalizan la existencia y los conflic es efecto de una causalidad ausente. Esta elipsis abre el re-
ONTOLOUÍA TKÁG1CA 107
106 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
corrido libre y asociativo a través de analogías y correspon matizan, mediante la interjección estética, un sentimiento que
dencias en virtud de las cuales, mediante el procedimiento registra, emocionalmente, lo que el juicio encerrado en la
metafórico, se relatan y narran, se escenifican o edifican los interjección enuncia: el dictamen respecto a lo bello, lo subli
temas, los asuntos, las tareas propias de este mundo, de mi me y sus contrarios. Pero ese juicio estético se prolonga a tra
mundo, de ese único mundo que constituye el horizonte de mi vés de un obrar trascendental que genera la base empírica ade
experiencia posible, subsistiendo siempre la paradójica refe cuada a ese juicio: dicha empiría es la obra artística: edificio,
rencia y comunicación con lo que desborda el cerco y el con ciudad, poema, sinfonía. El decir se revela decir simbólico
fín. Lo metafísico irrumpe de forma festiva o litúrgica en y el mundo aparece objetivado como un universo de símbolos.
nuestras vidas, como celebración o acontecer a través de la El dualismo metodológico puede ser, en esta tercera etapa
escena y la palabra, a través del monumento o la edificación, del método, sobrepasado. En este tercer mundo resuenan los
a través del ritmo musical y de la danza. Los misterios cifra dos primeros, hallando nexos que indican, a modo de flechas,
dos en las ideas problemáticas en torno a lo que somos o no una zona única de arraigo e implantación de esa triple dimen
somos, en torno al sentido o sinsentido de esta vida nuestra y sión del mismo mundo, de ese mundo mío que habito y pue
de su marco mundano, de nuestras relaciones con lo que está blo con la triple dimensión empírica de lo gnoseológico, lo
allende la frontera, quedan así expuestos y escenificados a ético y lo estético. No erraba Schiller en considerar que el
través de formas en las que, simbólicamente, se expone lo «su homo aesteticus permitía pensar, en términos trascendentales,
prasensible», lo que traspasa la barrera y la aduana del senti la unidad de experiencia negada por la doble razón teorética
do hasta alojarse en nuestras casas, en nuestros espacios, en y práctica o por la doble naturaleza, física y moral.
nuestra temporalidad, en nuestra historia y geografía. La pa En este tercer mundo el lenguaje no es ya representación
labra adquiere así una virtualidad nueva o abre el marco de ni espejo de aquello que se abre dentro del cerco; desborda,
un uso diferenciado de aquel propio del decir representativo. pues, la idea misma de la verdad como adaecuatio y confor
Lo indecible puede al fin ser obrado y verbalizado. La palabra mación entre un concepto y su objeto, o entre una palabra-
poética, narrativa o escénica ponen en obra lo indecible, sim término y cierta realidad (igual a x) de «hechos simples» que
bolizando la inaccesible ley moral formal vacía. El novelista, deban ser postulados. Pero tampoco es el lenguaje autoanu-
así Franz Kafka, dará libre curso a su plasmación de un sím lación ética silenciosa fundadora de un obrar en libertad.
bolo moral en el cual todo cuanto hemos tratado en la segun Ahora se impone un nuevo modo de concebir el lenguaje.
da parte (El acceso) adquiere forma singular libre y sim Esta imposición- exige un cambio metódico riguroso y dramá
bólica, sin que pueda efectuarse correspondencia biunívoca tico que puede parecer, en los mejores ejemplos de la moder
entre lo allí expuesto y esa novela formativa que relata el im nidad (Kant, Heidegger, Wittgenstein), un efectivo cambio de
posible acceso al lugar sin límites. paradigma filosófico. En lugar del decir (razón) que expone de
modo imaginativo-esquemático, se abre un segundo modo de
exposición que Kant conceptúa simbólica. En vez del juicio
V determinante, desprendido de una ley, física o moral, se abre,
dentro de la familia judicativa, un insólito juicio que brota
El tercer mundo no propone un decir teorético ni ético del sujeto y vuelve a él sin especificar área objetiva alguna
sino simbólico. El mundo no es, en esta tercera etapa del de experiencia. Ese juicio legisla sobre un caso singular singu
método, el cerco dentro del cual puedo enunciar verdad o fal larísimo con todos los caracteres de forzosidad legal, sin que
sedad; tampoco es la frontera que abre la proposición inte sea posible determinar qué es esa ley o normativa estética.
rrogativa metafísica; ni es ese Himalaya del sentido desde el Esc juicio estético se prolonga en un obrar trascendental que
cual algo se oye del otro mundo, la Orden Formal Vacía que establece la base empírica de dicho juicio: la inconsciente
decide nuestro querer y nuestro hacer. No es el mundo ámbi creación artística, dependiente, a su vez, de una ley de allen
to de proposiciones susceptibles de verificación o falsación ni de el cerco (lo inconsciente). Esa obra es símbolo (moral) que
campo de acciones que pueden ser cualificadas «buenas» o metonímicamente alude al ser o a lo inconsciente; esa meto
«malas». Ahora el mundo es área de exclamaciones que for- nimia radical abre el cauce o el desfiladero de una red de
108 LOS L IM IT ES DEL MUNDO 0N T 0L 0 G ÍA TRÁGICA 109
asociaciones metafóricas que todas ellas «penden» de esa cau la frontera. Ya en el ámbito del segundo mundo se esbozaba
salidad ausente. el modo mediante el cual el ser que soy, yo mismo, raíz de la
Ese decir simbólico expone a través de un sustituto (me opción solipsista adoptada en este discurso del método, des
tafórico) la raíz inconsciente-trascendente del querer. Es, borda en el ser que somos. Somos habitantes de la frontera,
como sabía Nietzsche, transporte (metáfora) en el cual se determinados por el territorio compartido de una comuni
pone «término» a una inconsciente pulsión del querer. Ese dad moral. Somos miembros de una comunidad que conjuga,
término es palabra erradicada en el querer, palabra propia a su modo, los principios del bien y el mal, o que materializa
que dice lo que se quiere: palabra verdadera. y mediatiza la Orden formal vacía en el modo propio de cier
Ese orden simbólico que así se abre exige entender el len tos usos, costumbres y normas jurídicas compartidas. Del ser
guaje más allá del modelo o paradigma del lenguaje denota que soy se producía, en el umbral del mundo ético, un primer
tivo o representativo; debe concebirse como lenguaje im acceso a lo que desborda la opción solipsista: de eso que soy,
plantado en una forma de vida, como actividad lingüística yo mismo, a eso que somos, sujetos de una comunidad histó
cuyo decir es hacer, obrar, ejecutar. El mundo simbólico abre rica.
el riquísimo ámbito de los distintos juegos lingüísticos y sus Ahora, en este primer despliegue metafísico que se produ
«aires de familia». Hay tantos juegos lingüísticos como reglas cen en el territorio estético comparecen ideas y símbolos, sin
concretas materiales a través de las cuales se determinan los tetizados en arquetipos, en torno a los cuales la comunidad
múltiples quereres o voluntades. de estimaciones y valores éticos puede producir su exposi
En la obra de arte se pone en obra lo que trasciende. El jui ción sensible y verbal, su vehiculación a través de la palabra
cio suspendido que, al decir de Heidegger, tiene en la angus filosófica o poética y de la obra de arte. En tomo a esa pa
tia su base emocional, patética, abre al ser ahí a una experien labra y obra se constituye la comunidad arquetípica y sim
cia en la cual ello (el ser), desde sí, se suspende en múltiples bólica, en donde el ser que soy se reconoce en un medio o
conjugaciones o declinaciones de lo que dice, lo que Heideg territorio compartido. Esos símbolos e ideas (o arquetipos)
ger llama palabra del ser: cada suspensión de ese juicio pro forman e informan los principios comunitarios, dándoles una
duce así una epojé o época histórica, en la cual ello (el ser) razón sensible y plástica. Implantan e instituyen los princi
se pone en obra como palabra fundante. El «ser» al cual «se pios morales en el acontecer histórico de una comunidad so
proyecta» el ser ahí «proyecta» desde sí eso que ahí existe, cial. Eso que soy, sujeto, se revela al fin eso que somos, habi
que desde este «giro» aparece como mundo histórico, época tantes de un pueblo, pertenecientes a una comunidad histó
del ser, comunidad en la palabra poético-artística. rica.
Estas orientaciones nuevas que se perciben en la evolu En la frontera, pues, se despliega una pluralidad de pue
ción de Kant, Heidegger o Wittgenstein no responden a mo blos históricos en donde el ser se materializa, como creencia
dificaciones de sus filosofías respectivas sino a exigencias del moral y arquetipo sensible, en lo que somos, miembros de una
propio método, por mucho que ellos mismos no lo entendie comunidad en donde se realiza, de modo propio y singular,
ran de ese modo. No hacen sino modificar, en función de las el desbordamiento congénito a todo habitante del límite.
exigencias del método en su desarrollo, ciertas premisas váli Cada pueblo tiene su peculiar manera de decir y nombrar lo
das en el primero y segundo tramo metódico, pero que de innombrable, determinando la Orden de modo propio, ma
ben cambiarse al llegar al tercer trecho. terializando en concretas palabras con las cuales se llenan las
vacías casillas del bien y el mal. Y tiene asimismo su modo
peculiar de exponer las ideas-problemas en donde confina el
VI primer mundo, dando respuestas propias, en forma de decisio
nes lingüísticas, a lo enigmático e incierto. Y, por último,
Las creencias morales mediante las cuales se da forma ma tiene también sus modos de exposición simbólica mediante
terial a la Orden verbal vacía imperativa nos constituyen e los cuales implanta en su realidad convivencial, como acon
instituyen como lo que somos, sujetos que habitan una comu tecer y escenario, como palabra poética y obra de arte, como
nidad, tribal, social, nacional, mundial situada siempre en escultura o morada, sus referencias elípticas y metonímicas a
ONTOLOOÍA ITKAo ICA 111
110 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
ca y actitudes vitales y hasta políticas que corresponderían al mercio y las finanzas) sobre el sector agrario: el pleno predo
inconcreto significado de esta palabra-maletín. La dificultad minio de lo que en términos de ideología moderna, puede lla
principal de ese supuesto concepto consiste en que promete marse economía propiamente dicha. El tercer estado debe ha
mucho más de lo que da: sugiere un ámbito de positivas res ber logrado imponerse sobre la aristocracia y el clero, intro
puestas superadoras de la modernidad y de su entorno histó duciendo así la hegemonía del poder civil sobre el poder mi
rico, sugerencia que las afirmaciones y productos postmoder litar y la hegemonía de los valores y principios de la moderni
nos no hacen sino desmentir. Puede, desde luego, comprender dad sobre los valores y principios dogmáticos del viejo orden
se cierta resaca, desengaño o desencanto histórico en comu preburgués. La burguesía ha debido, en una palabra, tomar
nidades o pueblos que llevan ya uno o dos siglos dentro del las riendas del poder cívico y cultural. Esto no constituye
marco de la modernidad, siendo ésta algo sobreentendido y hoy por hoy la regla, sino la excepción: la que protagoniza
presupuesto, prácticamente una creencia o un prejuicio que el apéndice euroasiático y cuyo paradigma mundial lo cons
determina el ser, el saber, las actitudes cívicas y políticas, la tituyeron, grosso modo, las fuerzas aliadas vencedoras en la
atmósfera de hábitos y costumbres estéticas de tal modo y segunda contienda mundial. En términos generales puede afir
con tal fuerza que tenga sentido hacer de todo ello cuestión, marse que la segunda guerra mundial fue un importantísimo
problema. De hecho, la modernidad no deja de incitar este conflicto material y moral entre dos ideas-fuerza enfrentadas,
autocuestionamiento y crisis. Ello forma parte de su propia representadas por los aliados y por el Eje: el predominio de
naturaleza y esencia. Pero en comunidades que, por vez pri ¡deas, principios y valores modernos, no sólo en lo tecnoló
mera desde milenios, estrenan «modernidad» en sus actitudes gico, sino también en lo social y en lo político, característico
cívicas, políticas y culturales, todo síntoma de resaca o desen de las potencias aliadas, con el doble modelo de las democra
canto sugiere el penoso esfuerzo por librarse de los hábitos cias formales y populares, frente a la gran restauración de
sociales y culturales informados por la reacción y el despotis un nuevo orden feudal, fundado en principios irracionales
mo, orgánicamente conexos con la propia historia secular. como la raza y la Patria Eterna, basado en una concepción
Tienen esos ademanes caracteres de ambigua nostalgia res autárquica de lo económico, característico de las potencias
pecto a ese pasado despótico. Pues la modernidad es, al igual del Eje y de sus acólitos de segundo orden. En realidad fue
que la «ilustración» teorizada por Kant, el estadio histórico un gran conflicto entre lo que podría simbolizarse en las figu
en el cual cierta sociedad accede a la edad adulta, librándose ras míticas de Neptuno y Marte: el Dios de los mares, ve
de la tutela que en épocas de sujeción y servidumbre dejaba nerado por una potencia predominantemente marítima y co
el sector público de administración y gobierno en manos de mercial (ya Hegel insinúa en la Fenomenología que «el dinero
un monarca o de una oligarquía despóticos y administraba es el elemento líquido»), una especie de imponente talaso-
las ideas y los gustos, las actitudes éticas y estéticas, en fun cracia, frente al Dios de la guerra, venerado por una poten
ción de valores trascendentes concebidos como principios in cia continental que dispuso de un poderoso ejército de tierra
conmovibles. La resistencia de todo ser humano al estado de con el que sometió a todo el continente europeo con la excep
madurez es bien patente. Tanto mayor la resistencia comuni ción de Rusia. Este inmediato pasado nos determina y con
taria. La propia debilidad de las estructuras sociales, econó diciona radicalmente a quienes, hijos de la posguerra, somos
micas y mentales de una comunidad insuficientemente infor habitantes de ese mundo histórico moderno informado por
mada por los valores de la modernidad constituye el eterno principios y valores morales, políticos y estéticos cuya fuente
humus en el cual florece, como planta genuina y espontánea, de procedencia se halla en las potencias victoriosas. La inmen
la reacción en todas sus formas políticas, ideológicas, morales. sa capacidad de olvido de toda generación debe ser contra
Por eso el salto mortal al estado de adulto no puede arraigar rrestada con una aguda y viva memoria histórica respecto a
en estructuras débilmente «modernas» en lo económico y so lo que, en un determinado momento no lejano, fue posible: la
cial. Lo que hace posible la implantación firme y duradera de formación de un Orden Nuevo en ql que todos los grandes des
una estructura política informada por los valores de la ilus pliegues tecnológicos y económicos se pusieran al servicio de
tración y la modernidad es, desde luego, la consolidación, en una poderosa restauración de los principios despóticos de ser,
una comunidad, de la dominación de la industria (con el co- sentir, pensar y convivir.
114 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
ONTOLOGÍA TRÁGICA 115
dades que, habiendo estado secularmente marginados del determina finalísticamcntc el propio mundo histórico en don
mundo moderno y envidiándolo secretamente, desearían plan de arraiga el método y el criticismo frente al mundo despó
tarse de forma milagrosa en el tramo último de su recorrido tico informado por principios y valores dogmáticos. Esc jui
sin haber sudado los caminos que llevan hasta él. Una defor cio asume el carácter temporal e histórico de un juicio que se
mación mental de cuarenta años de anestesia cívica puede proyecta sobre el triple componente o éxtasis temporal del
abonar este espejismo. Lo que se llama mundo moderno es el pasado, el presente y el futuro: abre una interpretación re
resultado o efecto de una trama coordinada de factores, al creadora de la propia tradición memorizada, ilumina el pre
gunos de ellos tan antiguos como el renacimiento europeo y sente como acto de discernimiento en donde la facultad de
todo lo que trajo consigo (humanismo, reforma religiosa, juzgar muestra su carácter referido al caso singular y pro
nuova scienza, etc.). Sin esa trama orgánica de factores di yecta ese presente, fundado en pasado y tradición, hacia un
versos entrelazados todo proyecto de modernización unilateral futuro de posibilidades viables que entonces se abren. Ese
está condenado al fracaso, que suele materializarse mediante juicio asume o puede asumir un peculiar modo de interiori
un triunfo, a veces drástico y sangriento, de la reacción y el zación del pensar dogmático: siempre que reduce o niega
oscurantismo. Por mucho que en este contexto intente sofis la unidad en la diferencia del triple éxtasis, bien porque corta
ticar los esquemas y modelos históricos y convivenciales con los nexos de las dimensiones del tiempo en favor de una de
los que trato de juzgar mi propio mundo histórico, mi época, ellas, un pasado concebido como sustancia suprahistórica (tra
no puedo evitar esta distinción ruda, rancia, ilustrada, ilumi- dicionalismo), un futuro concebido como meta definitiva
nista, que diferencia la modernidad, como tendencia progre (utopismo), un presente definido como única instancia de
siva, del oscurantismo en todas sus formas, como tendencia referencia, de manejo y de disfrute (coyunturalismo). Gene
regresiva. No hay otro marco de referencias que éste, resul ralmente, en el pensar dogmático y reactivo, se superponen y
tante de un peculiar modo de decir y proponer al que llamaré refuerzan estos modos impropios de proyección del juicio his
proposición o juicio histórico. No hay otro horizonte munda tórico: la sustantivación de pasado y de futuro suele abonar
no y epocal que el que despliega la propia modernidad. y legitimar el más sórdido de los lacticismos. Los modos des
La gran ventaja de ese concepto de modernidad consiste póticos y reactivos de gobierno, en el presente siglo, revelan y
en sobrevolar instancias particulares (económicas, científico- delatan esta unidad intencional que cuaja y cristaliza en el
tecnológicas, ético-políticas, estéticas, etc.), sin que, por esta juicio de la reacción: el que subyace a todos los fascismos,
razón, constituya un concepto vacío y abstracto. Su concre dictaduras militares y socialismos despóticos. Hasta el presen
ción la cobra de ser efecto o diana de un juicio. Un juicio te siglo este juicio reactivo dogmático-despótico era la regla,
que no es moral ni estético ni gnoseológico, sino que deriva siendo excepción el despunte «progresista» o «ilustrado» del
de la reflexión de todos estos dominios recorridos por este juicio que tenía su sujeto histórico material en el movimiento
discurso del método y se abre y expansiona por todos los te que llevó consigo la compleja y sinuosa implantación, en al-
rritorios que configuran-un determinado bloque histórico: al pinas consmúdadís del zpézdizs eraroasiático. de la r o c e m:-
cuai T'uede "ar\i.-s£:<í coerces, '- r v c ''s: croe dad corno p¿uz¿ y j jc >.
y sigue siendo escenario mundial, total, de una lucha o
abierta, de carácter material y moral, entre los prin-
juicio reactivo (despotismo y dogmatismo) y los
C. COOOr CUOí S. T T T O C .U C .; TC p TO O ü C i U rm r
informan el juicio progresivo (el que reflexiona
La filosofía y su sombra, llamaba, inspirado en lia modernidad). No hay, pues, otro horizonte que
per, «problema de la demarcación». Pero la distinción' estos conflictos materiales, militares, sociales
la luz y las sombras no se presenta, en el juicio No hay otros términos que los que esta dualidad
como demarcación de la proposición critica respecto’ ¡^sombras expresa, por mucho que deba concebirse
dogmática, ni como proposición ética autónoma frente z de modo complejo y nada ingenuo. No hay, pues,
teron om :'1 mnrr ni en lo político, como tampoco en el horizonte
umln i|iir> primita hablar do postmoder-
118 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
o n t o l o g I a t r á g ic a 119
nidad en sentido positivo: como ámbito de respuestas y pro ahora, determinarse como sujeto despótico, cúspide «celeste»
ductos que van más allá del horizonte que abre la moderni de una jerarquía material de poder terrenal, en comunicación
dad en todas sus formas. con un jerarca o tirano que con esa voz del cielo comunica.
Ese jerarca puede ser individual (monarquía despótica, dicta
dura) o colegiada (oligarquía de clase, de aparato o de parti
IV do único). Ese sujeto histórico se ha ido también dibujando
a lo largo de nuestro discurso metódico y crítico como la
La modernidad es, pues, límite histórico de un mundo que genuina sombra respecto a la cual puede definirse y determi
es mi mundo. No hay otro horizonte cultural, ideológico y po narse el sujeto histórico moderno progresivo, el que se pro
lítico que el que abre la propia modernidad, fecundando un nuncia en términos de progreso frente a reacción, de criticis
juicio reflexivo crítico al que llamo juicio histórico, Pero hoy, mo frente a dogmatismo, de libertad frente a despotismo.
aquí, en este mundo presente que trato de reflexionar, parece Pero, como decía, esa modernidad que se asume de forma
revelarse esa modernidad como una convulsión negativa acia comprometida por el sujeto moderno, no comparece como un
ga que no da «respuesta» a la brecha de crítica y crisis que haz o cupo de respuestas positivas frente al pensar dogmá
inaugura, quedando así en clara inferioridad de condiciones tico y el régimen despótico, sino como simple negación de
respecto a lo que el proyectar y decir dogmático presenta: un esas respuestas. Y como lúcida asunción del carácter vulne
sólido y sustantivo repertorio de «respuestas» a todos los rable y revisable de toda respuesta: carácter revisable de las
problemas individuales y convivenciales. El pensar dogmático respuestas que se formulan en términos de conocimiento y
es, por su propia naturaleza, un haz entrelazado de respuestas ciencia, o de las materializaciones condicionales e hipotéticas
a todas las inquietudes, angustias y crisis que asolan al suje de las leyes y los preceptos morales, fecundados por la ex
to, individual o convivencial, dejado a su propio impulso y periencia de la libertad trascendental, o de los modos mate
fortuna. Acompaña la soledad de lo que soy mediante una riales en que se implanta lo nouménico en nuestra inmanen
subjetividad del Otro Mundo que apacigua la orfandad y el cia a través de símbolos y mediante juicios estéticos referidos
desamparo del sujeto, promoviendo un sistemático cerco de a ellos. El propio recorrido metódico nos da, pues, las pautas
subjetividades transmundanas que responden a las trágicas para concebir ese juicio moderno progresivo como juicio crí
demandas del individuo o grupo dejado a su propio impulso tico. Y todo juicio verdaderamente crítico no puede «respon
e inmanencia. Puebla de sujetos reales el lugar vacío del su der» a un dogma que se rebate con otro dogma. Cuando
jeto de otro mundo, materializa órdenes y preceptos, llenando eso sucede en lo político, en lo ideológico, en lo ético o en lo
así la casilla vacía del imperativo gramatical formal, enuncia estético, se restaura una nueva forma de dogmatismo, cosa
leyes materiales unívocas prescriptivas (o preceptivas) de que se pone claramente en evidencia en toda revolución que
donde derivar juicios y modelos de imitación artístico-estéti- entroniza cierta ideología como canon unívoco y celeste de
cos; funda nuestros enunciados de conocimiento en la previa respuestas, pronunciadas desde un estamento oligárquico su
afirmación de ciertos trascendentales (ens, verum, bonum, puestamente iluminado por cierta verdad acerca del devenir
pluchrum) susceptibles de participación y comunicación. A lo histórico y de su dialéctica, verdad que sólo alcanza el parti
largo de todo nuestro recorrido metódico la sombra del dog do o el líder carismático, o el secretario general. Entonces
matismo aparece y reaparece como ese referente negativo res se legislará, en rancia emulación del Rey Sol, sobre lo político
pecto al cual se desmarca en su juicio el protojuicio crítico, y lo ideológico, pero también, de forma casuística, sobre el
ilustrado, iluminado por el método. Y bien, el juicio histórico gusto, la estética, las normas de la creación y la recepción,
moderno progresivo no hace sino reflexionar ese itinerario re los símbolos adecuados a las necesidades del poder.
corrido: nada añade sino una recreación de todo el itinerario La modernidad, frente a toda respuesta definitiva, frente a
en el ámbito en el que todo el camino arraiga y se sedimenta: todo sujeto como único lugar de la verdad, del bien y del rec
el ámbito histórico de un mundo histórico que es mi mundo y to gusto, se ofrece como perpetua convulsión crítica y como
cuyo límite es la modernidad. El sujeto histórico que mate ámbito de una crisis que no se cierra (que no pretende ni
rializa y posibilita el pensar, decir y juzgar dogmáticos puede, quiere cerrarse). La modernidad se caracteriza, en su más alto
120 LOS LÍM IT ES DEL MUNDO ontologI a tk Acica 121
nivel de consciencia, como afirmación de esa crisis, como jui reconoce. Pero con ello queda clarificado que la modernidad
cio afirmativo y positivo acerca de la crisis que ella es y en no es lugar susceptible de ocupación en un determinado tiem
carna. Propone, pues, un ámbito de ser, sentir, decir y con po, lugar de tránsito hacia otra cosa, llámese suprahuma-
vivir que asuma y afirme esa crisis que protagoniza: su pro nidad o postmodernidad. Ese «lugar» es sólo el punto de par
puesta es hacer que la crisis, es decir, lo crítico, sea ha tida necesario, imprescindible, que tiene su fecha histórica de
bitable. Lo que sucede hoy, aquí, en esta época que descubro origen en lo civil, en lo político, en el ámbito de las ideas y
como mi propia época, en este mundo que reconozco como creencias (por ejemplo, a través de un gran pacto histórico
mi propio mundo histórico, es la revelación de algo, por lo de entre fuerzas sociales diversas), pero que se abre entonces a
más, inherente a la idea misma de modernidad: la crisis. una tarea y a un recorrido que no tiene nunca límite (que
es, para decirlo en forma kantiana, ámbito infinito de una
tarea infinita). Siempre cabe ahondar más y más en esa sus
tancia de crisis y criticismo que constituye la modernidad.
Siempre cabe profundizarse más y más en la asunción y com
Como perpetua crisis sacrificial define René Girard la mo promiso con un límite, el moderno, que es límite y frontera
dernidad en un discurso teórico que respeto profundamente de lo que somos, hombres, habitantes de la frontera, sin pers
pero que no puedo asumir. Como perpetua crisis de valores pectiva ninguna de régimen suprahumano si no es por la
piensa Nietzsche la modernidad y el conjunto entrelazado de vía de una restauración despótica de lo inhumano.
las ideas modernas, en un discurso cuyo componente crítico e El imperativo pindárico, el «llega a ser lo que eres» se
iluminista asumo en todas sus consecuencias, sin poderlo se impone, así, como tarea en lo ético y en lo político: llega a
guir en sus conclusiones ni en sus respuestas positivas. Nietz ser (dice el imperativo) lo que eres, habitante de un lugar
sche, en efecto, enuncia, desde Zarathustra, la frase que fronterizo que tiene como marco histórico esa frontera o lí
compendia esa crisis de valores y fundamentos, la célebre mite, fundamento de criticismo y crisis, al que puede llamár
frase «Dios ha muerto», con la cual se eleva a consciencia el sele modernidad. Llega (dice el adagio) a ser moderno en to
destino y sentido mismo de la modernidad como tal. Pero de das las formas de ser, sentir y compartir. Dicho imperativo,
esa frase no se deduce la apertura del nihilismo como palan entrevisto genialmente por Baudelaire en fechas próximas a
ca que puede precipitar, acaso, el salto a un régimen supra- aquellas que Nietzsche pronunciaba su frase de defunción
antropológico. Que el nihilismo florezca, como planta espon respecto a Dios y a todo régimen patriarcal-despótico, puede,
tánea y natural, cuando la afirmación de Dios (y su encarna desde luego, configurar un modo ingenuo y precrítico de
ción terrenal, el déspota, el zar o el monarca absoluto, el asunción de la modernidad y sus valores, cosa bien manifies
Fiihrer o el Secretario General, el Caudillo y Generalísimo o ta en la ideología y la estética de lo que puede llamarse «mo
la dictadura colegiada militar o de partido) se descuartiza, es vimiento moderno» (en términos de vanguardia y revolución
desde luego signo y síntoma del vacío y de la orfandad en frente a tradición). Hoy cabe matizar, por tanto, ese juicio,
que esa sombra milenaria proyecta sobre nuestra existencia mediante la evitación de toda confusión de pasado y tradición
histórica, siempre proclive, como se ha demostrado en este con oscuridad reactiva y de toda masiva asunción de nove
siglo, a reinventar la figura histórico-mundanal del Déspota. dad y modernidad con progreso ético y estético. Hoy es posi
Éste sería, en todo caso, ese Superhombre ensoñado por el fi ble alcanzar una concepción más refinada y crítica de lo histó
lósofo, salvador de la orfandad nihilista y sucedáneo del pa rico, pensado como unidad del triple éxtasis capaz de iluminar
dre muerto. Cabe, sin embargo, concebir el ámbito que abre y recrear la tradición y abrir un futuro viable como ámbito de
el mundo moderno como espacio de libertad asumida por posibilidades finitas, capaz de concebir el tiempo presente
un sujeto en mayoría de edad civil, política, ética, estética e como ámbito de discernimiento en el que la capacidad de juz
histórica. La reflexión acerca de ese pasaje al mundo adulto gar se ciñe al caso singular, singularísimo, de nuestra realidad
es la empresa crítica y metódica que da sentido a este dis presente fugitiva. Quizás ese refinamiento de un juicio histó
curso. Por tanto, conviene pensar en términos afirmativos rico que, sin embargo, insiste y no puede menos de insistir en
eso que la modernidad es y encarna: la crisis en la cual se términos de dualidad de progreso y reacción caracteriza ese
122 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO 0N T 01.0G ÍA TRÁGICA 123
estadio de nuestra conciencia que, con cierta desventura ter de los hábitos y creencias consolidados durante siglos de pre
minológica, suele llamarse conciencia postmoderna. dominio despótico y feudal, alumbrándose la posibilidad de
un orden social y político cuyo horizonte de convivencia es
eso que hoy llamamos democracia.
-
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Esa idea de crisis no sugiere, como se va viendo, ningún 5;H
tránsito hacia un lugar o ámbito superador de lo que signifi 2. El sujeto de la crisis
ca. No existe en el horizonte, para nuestro bien o para nues
tro mal, nada que pueda atisbarse como superación de la mo
dernidad en crisis. La modernidad es crisis en su esencia mis I
ma. En ella entra en crisis el sólido y milenario orden del
mundo que en lo social, en lo político, en lo ético, en lo esté Ya la primera modernidad surgida del ego cogito sum car
tico, en lo gnoseológico, en lo ontológico, había llegado a ser tesiano puede definirse, en rigor, como modernidad en crisis.
creencia firme, inquebrantable. Esa crisis, desde luego, no se Ese yo que soy (o ese mismo yo que piensa y dice) pudo ha
-
produce de modo unívoco y coordinado, sino a modo de con ber sido concebido por el propio Descartes de modo sustan-
fluencia contagiosa en todos los ámbitos del ser, del decir, cialista, sin fisuras, apareciendo ante la razón metódica como
del hacer o del compartir. En el terreno de la filosofía y de evidencia indudable, incuestionable. Pero poca andadura me
la ciencia podría localizarse su despunte en el renacimiento, tódica pudo hacer por sus propios medios, desamparado como
siendo quizá Descartes (o Galileo) su personificación casi mí se hallaba de toda subjetividad despótica o divina que le su
tica. En el orden del discurso metódico aquí desarrollado, esa ministrase sólido fundamento a su aventura. Y no dudó, des
crisis se explícita a partir del Discurso del método cartesiano, de luego, en revertir sobre la idea de ser perfecto la fuente
con lo que, como ya se ha sugerido, puede hablarse de cierta última de verdad de su propia autocertidumbre. En la filosofía
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unidad de destino entre crisis de la modernidad y método. Cri crítico-trascendental kantiana se desvela esa partición origina
sis, modernidad y método mentan en sustancia lo mismo. En ria que se halla en la raíz de todos los juicios que brotan del
el terreno de las ideas sociales y políticas puede perseguirse ego cogito sum. Esos juicios están partidos (Ur-teil) en la me
esa apertura de la crisis a través' de los grandes discursos dida misma en que lo está, radicalmente, esa subjetividad de
filosófico-políticos de la modernidad más antigua, los que tie la que brotan: un sujeto que se halla escindido entre lo que
nen su acta inaugural en Locke, Hobbes, Mandeville y su cul es (el sum) y lo que piensa (el cogito). Ese sujeto no puede
minación en Adam Smith, Kant, Hegel. En el terreno de la representarse a sí mismo en lo que es, como realidad (igual
estética esa ecuación de método, modernidad y crisis hace a x). Se capta como fenómeno. Nada puede saber ni decir de
acto de irrupción señera en la Crítica del juicio kantiano. En sí mismo en tanto que cosa en sí. Sólo sabe de sí como repre
el terreno de las ideas éticas es también Kant, a través de la sentación sometida a las condiciones, espaciotemporales, de
formulación del imperativo categórico, como se ha ido vien toda representación. Esa brecha o herida abierta del sujeto
do, quien marca la transición de lo viejo hacia lo nuevo. Me no hace sino ahondarse en la progresiva reflexión metódica
limito con ello a reseñar los «reflejos filosóficos» o «ideológi de la modernidad (Hegel, Hólderlin, Marx, Freud, Nietzsche,
cos» (para decirlo en rancio vocabulario marxista) de una cri-, Heidegger, Wittgenstein) por mucho que se la quiera suturar
sis que en lo material tendría su decantación en el proceso' de diferentes modos. Ese destino desgarrado del sujeto define
transformador que convierte cierto apéndice del continente el destino mismo, crítico y de crisis, de la modernidad y su
euroasiático en una sociedad industrial en la que la actividad método. Sujeto en crisis, método y modernidad son términos
económica, industrial, comercial y financiera adquiere predo indisociables. Si la modernidad metódica tiene su punto de
minio y hegemonía sobre todas las demás actividades huma referencia y fundamento, su raíz, su arjé, su Ursprung en la
nas. Y en donde, en virtud de que el mundo agrícola costea idea de sujeto que constituye el ego cogito sum, entonces la
ese proceso industrial, puede configurarse un orden revulsivo partición, la diferencia interna, la esquicia radical de ese su-
ONTOLOUÍA ik Ac. ua 123
124 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
jeto define el marco mismo, de crítica y de crisis, del método o la Revolución Pendiente. ¿Puede olvidarse ese «episodio»
moderno. No hay referente trascendental objetivo externo a trágico y siniestro del Novecientos que determinó la vida y la
muerte de toda la generación de nuestros padres? ¿Será tan
ese sujeto, llámese Dios, Padre o Déspota, que pueda salir al
culpable nuestra amnesia que ese episodio inaudito haya
encuentro de ese sujeto herido en su entraña misma, des caído ya en el trastero de nuestros primeros recuerdos infan
garrado entre su ser y su decir, entre lo que es y lo que puede tiles, en ese desván de nuestra historia al cual han ido a pa
representarse. Nada ni nadie del trasmundo puede sacarlo de rar todos esos hombres de mármol?
los límites de su cerco de representaciones. La exploración
crítica y metódica que he ido recorriendo revela ese radical
descampado y esa orfandad de un sujeto que sólo «oye» de II
más allá del cerco la inaudible e inaudita «voz» de un Dios y
un Padre bien muertos y bien sepultados, o que siente la lla .b
Esa modernidad en crisis se desencadena, pues, a partir
mada y llamarada pasional de una Divinidad materna encerra de la brecha metódica abierta por Descartes. En el Novecien
da en el inaccesible subsuelo.
La frase de Zarathustra Dios ha muerto define, así, el hori tos esa modernidad en crisis alcanza al fin su plena consoli
zonte explicitado, autoconsciente, del mundo moderno. La dación y madurez; en cierto modo su radical normalización
y hegemonía, invadiendo todas las esferas del ser, del saber,
eventual restauración o resurrección de esa figura divina, des del ethos y del gusto. Sólo que esa idea de crisis debe conce
pótica y paterna sólo podrá producirse, desde entonces, desde birse de un modo afirmativo, sin que implícitamente sugiera
que la modernidad asume sus propias certidumbres y se sabe tránsito hacia ningún «nuevo clasicismo» ni cosa alguna de
incuestionable creencia, de modo paródico y bestial, en el re este estilo. De hecho, la conciencia de crisis es la creencia
gistro histriónico y farsesco, como último y postrer ramalazo básica del mundo moderno. Cuando esa conciencia aparece
y resplandor, esta vez siniestro, de lo divino en nosotros, pre como algo impensado, como creencia, como lo que no ofrece
sente aún en nuestro mundo como salvación de horfandad y duda ni discusión, entonces la modernidad entra en su perío
desventura, si bien promoviendo la más aciaga cuota de te do hegemónico y normal. Este siglo asiste a ese proceso de
rror y de infelicidad. ¿Puede sorprender, entonces, que el normalización (para decirlo en expresión de T. S. Kuhn). Lo
ámbito euroasiático haya sido testigo, entre los años veinte y propio de la modernidad es la radical crisis de todo ser y pen
cincuenta del Novecientos, de la más siniestra resurrección de sar dogmático. El dogmatismo gnoseológico, ético y estético
esa figura despótica? En esos años el Padre originario detecta queda radicalmente socavado. El sujeto que produce el soca
do por Freud en Tótem y tabú hizo irrupción entre nosotros, vón es el ego cogito sum, sujeto que en su ejercicio destruye
especialmente en aquellos ámbitos en los que la modernidad enérgicamente cuanta «solidez» se suponía al orden trascen
no había aún del todo cuajado y cristalizado como hábito, dental del ser, de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello. La
creencia, rutina y sobreentendido. Alemania, Italia, España, crisis, pues, se despliega a través de un sujeto crítico que po
Portugal, Rusia, fueron los espacios genuinos en donde se res see en sí mismo su baremo epistemológico, ético y estético.
tauró la más florida centuria de tétricas y sórdidas divinida Ese sujeto pronuncia desde sí un juicio a través del cual dic
des terrestres. La esperanza que nos permite seguir recorrien tamina sobre la verdad, la bondad, la belleza; juicio cientí
do el trecho metódico de la modernidad se cifra en que esa fico, juicio ético, juicio estético. Ese juicio se revela como
vez fuese acaso la última, la póstuma. Se quiso, en lo social y proposición, a través de un peculiar uso lingüístico. Importa,
en lo político, en el orden del ser y del representar, del con pues, el decir y proponer del sujeto relativo al ser, a lo ver
vivir y del pensar, suturar radicalmente la herida abierta y dadero, a lo bueno y a lo bello y sus respectivos contrarios,
narcisista del sujeto mediante la promoción más trágica de sin que pueda inferirse ese decir, el lógos, de una instancia
Sujetos sin fisuras, sustantivos; eleáticos, verdaderos Padres que se conciba allende el cerco mundano. No hay trascenden
de la comunidad y de la patria, representantes de la raza y tales objetivos participables que deban ponerse al principio
de la historia, dobles terrestres de un Dios que encarnaban y del decir ni del proponer (ni de ninguna de las formas de de
con quien decían hallarse en comunicación, Dios que asumía cir y proponer, la científica, la ética y la estética).
los distintos nombres de la Raza, la Historia, la Madre Patria
126 LOS LÍM IT ES DEL MUNDO
ONTOLOUÍA TKAUICA 127
....... .-..i
a ese sujeto y a su peculiar itinerario, mostrándose, de este tanto que sujeto escindido, soy el sujeto histórico de ese mun
modo, lo que, a través de todo el proceso del pensar moderno do histórico. A ese sujeto puedo llamarle, en propiedad, suje
esencial, se ha hecho explícito y textual. Ahora puedo definir to en crisis de la crisis. Habrá que ver qué es lo que ese
ese sujeto como sujeto (en perpetua crisis y cuestionamiento peculiar sujeto que soy dice o propone. Habrá que oír su pe
interno) de la modernidad (en crisis). Ese sujeto es, pues, culiar decir y proponer histórico. Sólo entonces será posible
sujeto de la modernidad. 0 lo que es lo mismo: es el propio hablar, con rigor metodológico y crítico, de un decir, propo
sujeto de la crisis. Es sujeto en crisis de esa crisis a la que ner, de un lógos y de una razón históricos. Ese decir y propo
llamamos modernidad. En la medida en que ésta constituye ner será, a no dudarlo, un peculiar juicio histórico. Habrá que
un estadio histórico-mundial determinado, es decir, una épo estar a la escucha del peculiar dictamen de ese juicio históri
ca y un mundo histórico peculiar, ese sujeto en crisis es el co que pronuncia el sujeto histórico que yo soy; yo, habitante
de un mundo histórico en crisis al que llamo modernidad. 'FIA
sujeto histórico que hace la experiencia de esa época y de ese NA*
mundo. Dicha época o mundo es, en su modo peculiar de
presentarse hoy, aquí, mi propia época y mi propio mundo. r ¡
Los límites de ese mundo histórico vienen dados por el hori IV
zonte de posibilidades que abre la crisis llamada modernidad.
Como referencia histórica pasada subsiste el marco referen- m No hay otro sujeto en este primer ciclo sino el que soy,
cial del cual emerge y se produce dicha crisis llamada moder en mi más radical experiencia idiosincrática. No hay universal
nidad: ese orden del ser que puede llamarse, desde la asun participable (raza, clase social, «unidad de destino en lo uni
ción radical del paradigma moderno, mundo informado por versal» ni nada que se le asemeje) al que pueda apelar más
valores y principios trascendentes, determinado por la afirma allá ni más acá de la asunción solitaria y solipsista de lo que
ción previa y precedente de ciertos trascendentales (el ser, lo soy, yo mismo en mi más radical inocuidad limitada y cer
bueno, lo verdadero, lo bello) participables por un sujeto deri cada. Por consiguiente el método en esta etapa determina en
vado y dependiente. En lo político aparece como régimen des lo posible esa experiencia histórica que hago de mi mundo
pótico; en lo económico y social, como Anden Régime. El y de los límites de mi mundo. Un mundo que puede desde
sujeto en crisis de esa crisis llamada modernidad es, pues, ahora vislumbrarse como mundo histórico, como época. Soy
sujeto histórico de esa época mundial y de ese mundo al que jo de ese mundo y de esa época y a ella me debo. Dentro
ONTOLOGÍA IHA i . U A 129
128 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
y de la pasión amorosos. Había, pues, un Padre y una Madre Lo que soy es, desde este nuevo horizonte, en una primera
Originarios como doble sombra andrógina respecto a la cual aproximación, una relación amoroso-pasional con el ser que
se hallaba, el sujeto, religado, determinado y endeudado. Oía me dio el ser, metaforizado o simbolizado en un cogénere de
el sujeto la voz de orden del Dios o del ancestro masculino sexo femenino (desde el punto de vista simbólico de la se
muerto y el llanto y gemido de la Diosa Erda reclamando su xualidad y su diferencia). Y en segundo lugar una relación de
exclusividad y su favor fusivo y oceánico. Se hallaba, pues, conflicto, lucha, emulación e identificación amorosa con el
el sujeto sometido a una doble compulsión, llamada o voca que me da la palabra y el sentido a través de su oscura y for
ción. Se hallaba de corazón y cabeza sometido a una doble de mal, vacía e innombrable voz de orden. Ser que se me apare
terminación y constricción. La divinidad masculina le recla ce en mi experiencia delegado o representado en todos quie
maba a sus urgencias cívicas, civiles, a pagar la deuda con nes invisto de esa máscara paterna. En última instancia lo
traída con la comunidad y el territorio mediante la recreación que somos es una comunidad o sociedad, un pueblo histó
de pautas culturales y la propulsión de iniciativas o empre rico, cuyo último horizonte, desvelado por Hegel, es el mundo
sas. La divinidad femenina, Diosa Luna, le arrastraba a la todo, eso que llama el filósofo alemán «espíritu del mundo».
aventura pasional amorosa, a vivir en plenitud y consumación En ese.horizonte se abre mi mundo como mundo histórico
la consagración de la noche y las exigencias del dúo amoro mundial o como época histórica. Y esa época se determina
so, en olvido de toda urgencia o exigencia del Mundo Diurno desde esa complejísima experiencia intersubjetiva.
y sus valores profanos. La experiencia del deber y de la culpa Pues la historia es, ante y sobre todo, historia que relacio
abría ya, en el tramo ético, esa doble vocación y destino pro na de modo coral mi vida con otra u otras vidas, historia amo
pio de un sujeto que soy y encarno, irresistiblemente atraído rosa pasional c historia de luchas y de conflictos, de pactos
por la ambición de dominio y por la oscura y lunar sexuali y de conciliaciones. Yo soy entonces trascendido por esa rea
dad. Y allí podía aparecer, como encarnación concreta y viva lidad histórica coral que me determina y coloca como lugar
de esa doble deidad solar y lunar, diurna y crepuscular, Za- o posición de una historia que posee su propia lógica interna
rastro y Reina de la Noche, otro yo, otro sujeto, otro ser con de variación y desarrollo, su pauta propia y esencial. Soy hijo
creto, singular, mortal, finito, humano, fronterizo, otro pró de las sucesivas historias pasionales, amorosas o conflictivas,
ximo y congénere que, de extraño modo, por vía de metáfora, homicidas o conciliadoras que dibujan el zigzag de mi pro
simbolismo, metonimia, dejaba que la doble luz resplandecie pia biografía, trascendida por esas mismas historias, que a su
ra junto a mí, a modo de compañía fugaz o duradera. Ese vez se hallan referidas a un marco comunitario y social, o
otro sujeto me abre a una experiencia que ahora debe ser de pueblo histórico, en donde se documentan como hitos de la
terminada, la experiencia intersubjetiva, en la que yo dejo de historia de ese pueblo; y que, en un último tour de forcé
ser lugar único exclusivo y solipsista en donde el ser se hace de la reflexión concreta y viva, se trasciende a su vez en el
presencia y se da un hábitat, un tiempo y una historia indi mundo histórico o época en donde habito y me desenvuelvo
vidual, y comienzo a ser lugar atravesado por un ser que se como efecto de historias pasionales y conflictivas y como
me cruza en una relación cordial, fraterna, de amor, de miembro de la historia local y nacional de mi país o de mi
odio, de amistad, de inquina, de compañía o de violencia, en patria, pero dentro del horizonte último de una época del
donde al fin soy trascendido en lo que somos, habitantes de mundo que comparto con todos los habitantes de esa frontera
una frontera compartida y convivida. El ser se hace presencia del mundo que soy y habito en tanto que sujeto histórico. El
en mí a través de otro sujeto con el que me relaciono en los ser que soy queda, pues, al fin, trascendido en el ser que
canónicos modos del dúo amoroso y del duelo a muerte, tal somos. Y eso que somos es, primero, pueblo histórico; en úl
como fueron reseñados en mi libro Tratado de la pasión. Allí timo término, época del mundo. Allí el ser se expone no de
se especificó la célula relacional que constituye la matriz modo simbólico, como en la obra de arte, sino de modo te-
de toda comunidad o sociedad. En mi libro El lenguaje del leológico o histórico, como mundo histórico, como lugar o pa
perdón recorrí, en compañía de Hegel, la trama de figuras tria trascendental y época en la cual el ser se pone en obra
concatenadas en donde puede determinarse la experiencia in en un campo de interacción entre sujetos. En esa exposición
tersubjetiva. En ella el ser que soy se abre al ser que somos. se consuma el despliegue de la metafísica. El despliegue asu-
llu,
1
134 LOS LÍMITES DEL MUNDO ONTOLOCÍA TRAGICA 135
.t í
me su condición crítica y metódica en la medida misma en
fr que ese mundo histórico queda definido, como patria fronte
S-Vi riza y época, en términos de modernidad, de crisis. En ese IV
a | pueblo histórico moderno en crisis que puebla el espacio
temporal de una época de consumación crítica en crisis, lo En el estadio ético comparecía, frente a mí, un sujeto de
nouménico se despliega al fin en lo que somos, atravesando allende el cerco que pronunciaba, desde latitudes metafísicas,
nuestro lugar de soledad y solipsismo por el huracán inter una orden o mandato capaz de determinar mi obrar y condu
subjetivo de la experiencia compartida. cirme dentro del mundo. Críticamente se desvelaba como
lugar vacío de un sujeto muerto y sepultado, enterrado en la
tiniebla del otro mundo. Y su norma propuesta, como impera
tivo formal vacío. Aquí el pensar crítico e ilustrado suminis
III i ; tra, pues, el criterio interno a partir del cual puede reflexio
I narse el mundo mismo, ese mundo mío en donde habito como
Yo soy yo, por tanto: el que soy, este de aquí y ahora, pero sujeto histórico. El juicio histórico, por tanto, se pronuncia
en referencia radical e intrínseca a otro yo u otro sujeto que, a partir de esa consciencia crítica y esclarecida. Dictamina la
esta vez dentro del cerco, en el interior del ámbito de mi ex diferencia entre la asunción del paradigma ilustrado capaz de
perimentar y decir, comparece como aquel a quien me refiero dejar vacante el lugar del padre muerto y dejar, por tanto, en
al hablar, proponer, juzgar, aquel «interlocutor» que me res libertad al sujeto receptor de la orden y aquel ethos comunita
ponde con palabra o con silencio, o con un hacer-decir que rio o convivencial que se aferra, por ignorancia, impotencia,
expone o pone en obra la respuesta o la ausencia de respues opresión, prejuicio, necedad o conveniencia interesada a la
ta. En este sentido el ámbito del juicio histórico, fecundado propensión dogmática por materializar la orden en precepto
por el lugar del sujeto histórico, se desvela como el ámbito positivo, pronunciado por un sujeto físico-metafísico que
en el cual cierta dimensión del solipsismo es cancelada. Se asume, así, caracteres despóticos. Habría, pues, por una par
conserva el lugar, yo mismo, sin el cual no hay método ni te, épocas históricas en las cuales el lugar vacío es ocupado
modernidad, sino regresión dogmática a los espacios donde poí un sujeto fronterizo que legitimaría su posición y la va
yo perezco devorado por jerarquías, dominaciones despóticas lidez de sus órdenes en cierto sujeto metafísico en comunica
o colectividades que imposibilitan la emergencia individualis ción con él (el Dios respecto al cual responde el déspota) y
ta del ego cogito sum. Pero yo mismo advierto, en mi expe L épocas de progreso en luces en las que se dejaría perpetua
riencia de sentimiento, pasión y palabra, mi referencia intrín ¡V, mente vacante ese lugar vacío y se mantendría en pura for
seca a otro sujeto, otro yo, que se enfrenta a mí de diversos malidad la orden, pactándose entre la comunidad de los su
modos (así, por ejemplo, aquellos canónicos, pensados por jetos físicos, es decir, entre los humanos, respecto a la exi
Hegel, de la lucha a muerte por la dominación y el juego gencia imperativa por dejar en pura trascendencia el lugar
especular del reconocimiento). El ser que soy advierte su del sujeto metafísico y de su orden formal vacía.
referencia a un horizonte de convivencia dentro del cual in El juicio histórico determina, pues, como referencia nega
teractúa. Comienza a saberse referido al ser que somos. Y ese tiva o sombra, la figura histórico-mundial del déspota. No se
ser que somos es el mundo propio, el mundo del tiempo en trata, en este contexto, de ahondar en las causas o razones
que vivo y me proyecto. Ese horizonte, sin embargo, es mío: históricas (económicas, políticas, culturales) que propician su
constituye el horizonte histórico, temporal y convivencial al emergencia y predominio. En función del discurso crítico aquí
que denomino mi mundo. El solipsismo, pues, en este estadio desarrollado aparece el déspota como usurpador del lugar va
del método, es mantenido y conservado y a la vez sobrebasa cío del padre o del dios muerto. Ese déspota sólo puede
do o alzado a un estadio que en cierto modo lo trasciende y legitimar la arbitrariedad de su ocupación con referencia a
lo desborda. Mi mundo es un mundo histórico en el cual cierto sujeto del trasmundo (Dios o la Historia), con el cual
convivo con otros sujetos que me anteceden o con quienes se supone hallarse en comunicación.
interactúo o con aquellos que pueden sucederme. El déspota es doblemente usurpador: ocupa el lugar vacío
136 LOS LÍM IT ES DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 137
del sujeto metafísico, al que tiende a «doblar» con la figura bertad. Pero desde ese proyecto juzgo. Y desde esc juicio pro
de un ser divino con quien interactúa y comunica; pero asi pongo una visión o concepción de mi propia historia y tra
mismo pretende investir el lugar único y exclusivo de la ma dición.
dre originaria, formando indisoluble unidad con el ancestro
que le dio el ser, al que entonces entronizará también como
«doble» con el que se halla en comunicación. Esa «madre tras-
cedente» a la que dice servir y defender en exclusivo mono
polio le aparece como «madre patria». A sus servicios pone El ser que soy, yo mismo, se halla electrizado, como ya se
toda la complejidad armamentística que exclusivamente po vio, por un doble centro de atracción que desencadena la do
see. Y a esa madre originaria tributa un culto supersticioso y ble pasión fundamental, el amor-pasión mortífero y la ambi
ritual. En nombre de Dios y de la Historia y en defensa de ción de poder insaciable, devoradora. El ser que soy se ve ten
la Madre Patria se arma de legitimidad histórica el déspota, tado a ocupar el lugar vacío del padre muerto, consumando
previamente armado hasta los dientes. su pasión de dominio, y a penetrar en el cercado umbrío de
Allí donde despunta la reacción, esta figura no hace sino la madre, consumando así el deseo incestuoso. Nada ni nadie
aparecer y reaparecer dentro del mundo moderno. Y desde disuadirá al que soy, yo mismo, a esa doble irresistible llama
luego, dentro de lo que puedo constatar como mi mundo y da, a menos que sea limitado y mantenido dentro del propio
mi época. La consciencia vigilante respecto a ese despuntar cerco mundano por aquellos con quienes interactúo. El su
despótico y reactivo abre una dimensión, no por negativa y jeto es, por condición radical, como supo Kant (y desde luego
purificadora menos necesaria, a la conciencia moral pública y Hegel, Freud) insociable en lo más profundo. Pero a su vez se
al compromiso correspondiente. Y legitima el pronunciamien halla en relación de necesidad, ya desde la más temprana in
to del juicio que avala dicho compromiso, el juicio histórico fancia, con otros sujetos, siquiera sea con sus ancestros inme
moderno e ilustrado. El mundo moderno que detecto como diatos. Es por tanto, también, radicalmente sociable. Habla
mi mundo es, hoy por hoy, escenario de una lucha moral inex Kant a este respecto de la insociable sociabilidad humana. El
tinguible entre despotismo y libertad. régimen progresivo histórico convivencial, por tanto, no se
Soy hijo de mi tiempo y de mi mundo y a ellos me debo. La produce por buenos deseos ni es obra de ningún voluntaris
reflexión histórica y la filosofía de la historia tiene en ese mun mo individual. Se accede a él si el sujeto histórico moder
do mío y en esa época mía su horizonte mismo de posibilidad. no alcanza esclarecimiento crítico y metódico y apoya ese jui
Frente a aguados historicismos, axiológicamente neutros, he cio histórico —su decir y su obrar— en una fuerza material
de aceptar mi compromiso ético-público con mi propio juicio superior a aquella desde la cual se pronuncia el sujeto des
de valor histórico. Y a éste como aquel decir o proponer que pótico o reactivo. Debe, pues, prevalecer, por razón de fuer
hace posible toda reflexión histórica. Ésta se halla investida za y no de buenos propósitos, la tendencia sociable sobre
de los juicios de valor históricos que pronuncio con referen la insociable. A ello puede llegarse o suele llegarse por com
cia a mi mundo y a mi época. Sólo de este modo puede com- binación de fuerzas o por delimitación recíproca de las mis
parecerme mi pasado y mi tradición como lo que es, pasado mas. Todos albergamos alma de déspotas y de tiranos, todos
mío y tradición que puedo recrear. Sólo así puede abrírseme queremos ayuntar con la madre, poseer en exclusiva las re
el ámbito del proyectar o proponer cara al futuro. La ciencia servas todas de la madre tierra y ocupar el lugar del padre
histórica, la filosofía de la historia, no puede rehuir ese com muerto. Pero cabe una circunstancia histórica en la cual, ante
promiso insoslayable con el juicio histórico en términos de ; I el infortunio general, llámese revolución, terror, guerra civil
progreso y reacción. Por mucho que ese juicio debe ser radi o lucha de todos contra todos, que resulta del ejercicio desa
calmente matizado, no puede sofocarse en nombre de una tado de nuestras pasiones radicales, se llegue a formar la
supuesta concepción naturalista de la historia. El hecho de condición, generalmente forzada, de un gran pacto social o
que el pasado esté pasado no permite concebirlo como pura histórico entre tribus, clases, estamentos, naciones o indivi
naturaleza, si bien sea para mí aquello decantado, orgánico, i P duos, en virtud del cual se sustituye el régimen despótico por
cercado desde donde emerjo con un posible proyecto de li i I el gobierno de la comunidad fraterna, régimen colegiado entre
ONTOLOUÍA IMAl.lt A 139
138 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
lugares de emergencia y extinción, el lugar de la madre ori mundo en que habita el sujeto histórico moderno: sujeto en
ginaria y el lugar del ancestro muerto. Ese pueblo abre, en crisis de una crisis última, final, llamada modernidad. Ese
virtud de esta doble liberación y vacación, el ámbito de una límite último del mundo histórico, la modernidad, podrá ser
convivencia libre, democrática y relativamente justa. Los ves determinado, en el segundo ciclo, fin final de la historia toda.
tigios de tiranía y despotismo han sido, en él, máximamente Los límites del mundo vienen patentizados por esa frontera
controlados y sofocados. del sentido histórico, revelación de su fin final, que puede
llamarse modernidad crítica en crisis. En ese horizonte ter
mina el primer ciclo del método de la metafísica: a él aboca
VII todo su largo y sinuoso recorrido.
La modernidad es el límite de un mundo que es mi mundo.
En este primer ciclo se ha liberado el espacio previo y proe
mial en el cual puede arraigar un juicio reflexivo histórico
que se pliega a esa modernidad metodológicamente despeja
da. El trayecto que en ese ciclo se ha recorrido es moderno
porque es metódico: parte siempre de la asunción radical del
solipsismo cartesiano (ego cogito sum). Pero al final del pri
mer ciclo eso que soy se delata en relación esencial a lo que
somos, abriéndose así el segundo ciclo metódico, el que co
rresponde a la experiencia intersubjetiva. El solipsismo ha
bía previamente desbrozado la experiencia que hace el suje
to de cuatro mundos, el mundo del conocimiento, el mundo
ético, el mundo estético, el mundo histórico, cada uno de
los cuales documentado por un juicio (teorético, ético, estéti
co, teleológico). En sus respectivas conclusiones esos juicios
anticipan, de hecho, el segundo ciclo, en el cual el sujeto que
soy hace la experiencia intersubjetiva y sabe y reconoce su
relación intrínseca a lo que somos. Ese segundo ciclo avanza,
dentro del marco moral, desde las formas inmediatas de la
relación intersubjetiva (experiencia del amor pasión) hasta la
limitación o mediación (de la lucha a muerte a la experiencia
del pacto fraterno). Estas dos formas, en las cuales el ser,
que somos se experimenta en el interior de la subjetividad
moral, preparan el salto al orden objetivo e institucional de
rivado del pacto cuya experiencia da lugar al concepto de
sociedad civil. Ese orden objetivo institucional se determina *
temporal, históricamente, como comunidad o pueblo histó
rico, hasta que puede desvelarse el horizonte último, límite o
confín de un mundo concebido como mundo histórico. Ese,
horizonte es, como se ha visto, la modernidad o la crisis
Allí puede al fin decirse lo que somos: habitantes de ui
pueblo fronterizo arrastrados por esa crisis radical llamad
modernidad, encarnaciones del límite mismo de un mundo?
que es, históricamente concebido, el mundo moderno o el
SEGUNDO CICLO
éiiB&mísm
fronterizo, y por último el despliegue, como vestigio y vis
lumbre de lo metafísico en lo físico, a través del «tercer mun
do» o mundo estético y de la reflexión de las tres dimensio
nes mundanas en un único mundo, mundo histórico o época
i'moderna y metódica. Este segundo ciclo aprovecha este tra
nzado del método o itinerario y de sus cuatro correspondien-
etapas que la opción metódica solipsista ha hecho posi-
queda asi plenamente justificada. Ha permitido de-
1/
144 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOUÍA TNAo ICA I4S
en cierto modo, hemos abandonado. Esa exploración hizo po to filosófico. En absoluto quedan canccladus de forma abs
sible un abandono efectivo, garantizado por los propios agu ( tracta. Permanecen conservadas a la vez que trascendidas. La
jeros de escape o de huida que el territorio explorado revela. experiencia radical del ser que soy, con su presupuesto solip
Sin esa exploración no sería posible detectar dichos accesos sista, no puede ser revocada o anulada. Insiste como expe
al más allá de este territorio recorrido a través del primer riencia genuina. Los logros de la modernidad metódica pos
ciclo. cartesiana y poskantiana no pueden ser dejados en la cuneta.
De hecho el nuevo punto de partida, el que determina el Su recreación es necesaria si quiere ahondarse radicalmente
arranque y el itinerario del segundo ciclo, se dibujaba ya con en aquello en donde se está, el horizonte histórico mismo de
meridiana claridad al final de cada trecho de las sucesivas la modernidad o la crisis. No es posible obviar las experien
etapas del primer ciclo. Lo que en éstas era un horizonte cias en que arraiga esa modernidad metódico-crítica fundada
final, presagiador de un nuevo territorio, es ahora premisa y en el ego cogito sum. No es posible olvidar ni aniquilar sus
presupuesto, punto de partida y comienzo. La cláusula meto logros, inclusive sus exageraciones abstractas, su cuota de in
dológica del primer ciclo era el ego cogito sum solitario y dividualismo y atomismo. La experiencia individual y solita
solipsista. Ahondando en esa premisa se abría un itinerario ria y todo su séquito de «robinsonadas» pertenece a la for
jalonado por cuatro etapas o mundos sucesivos, que se abrían mación y educación cultivada y civilizada del hombre moder
a partir de este presupuesto metódico. Pero en el despliegue no: en vano se intentará destrozar promoviendo falsificados
discursivo de cada una de esas etapas metódicas o mundos colectivismos, supuestamente progresivos, pero que eviden
de experiencia, se abría, al final de cada trecho, en particular cian el retorno de aquello que la modernidad burguesa indi
a partir del acceso a la metafísica y de su despliegue, un uni vidualista, cartesiano-kantiana, logra superar: los modos de
verso, una constelación problemática nueva, en la cual el ego ser, producir y pensar característicos del despotismo feudal
cogito sum quedaba erradicado en una premisa más honda y : o asiático.
radical: del ser que soy, punto de partida metódico, se des
prendía como postulación necesaria del propio recorrido el
ser que somos; del ego solitario e individual como lugar en
donde se producía o acontecía el pensar, el decir, el compren
der y el proyectar, y en última instancia el ser, brotaba un
sustrato más hondo de la experiencia yoica, la que erradicaba
al yo de modo radical e intrínseco en un campo de interac- '
ción con otros sujetos y otros yos, campo comunitario o so
cial en el cual se cumplía el desbordamiento del ser que soy
en el ser que somos.
Lo que entonces era resultado final de la exploración me
tódica ha sido instituido, en esta segunda andadura, punto
de partida y comienzo. La cláusula metódica se ha invertido:
el solipsismo como premisa se ha trascendido en el campo de
interacción comunitaria o social como nuevo comienzo y nue
vo punto de partida. Pero el trazado efectuado en la primera
etapa señala con claridad el itinerario que en este nuevo ci
clo deberá seguirse. Ese trazado justifica por sí solo el reco
rrido efectuado, en el cual, por lo demás, se han ido especi
ficando formas de experiencia específicas e insoslayables. Nin- %
guna de ellas queda abolida en este nuevo recorrido. Éste
las presupone. De hecho se conservan, e insisten como me
moria, en el avance de la experiencia que hace el pensamien-
ONTOLOOÍA TRÁGICA 147
1
el primer trecho, el que corresponde propiamente al cerco,
sólo fue determinado en lo que se refiere a la peculiaridad
que en él asume el decir o proponer, toda vez que se mueve
dentro del coto de lo que, por lo demás, puede determinarse
como universo de aconteceres o de sucesos de naturaleza físi
ca. Pues evidentemente el primer mundo, o mundo físico, re
PRIMER MOVIMIENTO
fiere el decir o proponer al conjunto de sucesos que configu
I i- ran el mundo físico, del mismo modo como el segundo mundo
1 i refiere el decir o proponer al conjunto de sucesos o aconte
EL CERCO
ceres que pueden llamarse propiamente éticos o morales; o
1 I bien, en el tercer y cuarto mundo, el juicio estético y ideo
'
1. Nuevamente el cerco í: lógico da cuenta en forma de juicios y proposiciones respecto
a sucesos o conjuntos de sucesos que pueden llamarse esté
I ticos o históricos. Es evidente que en el curso de la explora
ción se ha atendido preferentemente a las expresiones lingüís
La palabra cerco posee una doble significación. Hace refe ticas, de manera que a través de ellas se dejara traslucir esas .}:[f|
rencia a aquello sometido a un cerco, eso que en la primera diversas modalidades de suceder o acontecer.
parte llamaba específicamente el coto, y asimismo el embes Pero cabría reparar en cierta ausencia respecto al conjun
tir y rodear de aquella fuerza, poder o límite que acosa a lo to de aconteceres físicos a los cuales hace referencia el decir
que puede llamarse cerco en la primera significación. Al filo específico y propio que se mueve y manifiesta dentro del cer
de ambas significaciones, justificando la elección lingüística, co. 0 dicho de otra manera: cabría reprochar al primer ci
resplandece la línea o límite que, en cierto modo, escinde y clo una cierta imagen desdibujada o poco dibujada respecto
articula a la vez eso que queda dentro (el cerco en el sentido al mundo físico con relación al cual se van edificando los di
versos mundos que sobre él se soportan, el moral, el estético 'A
del coto) y lo que presiona desde fuera (o el más allá que
cerca al coto). En la búsqueda de la determinación de ese y el histórico. La razón de dicha ausencia será justificada en
límite (del mundo) se encaminó mi discurso a través del pri
mer ciclo. Dicho límite pudo ser definido rigurosamente
como aquello específico y diferencial que tiene el fronterizo,
carne de ese mismo límite o confín del mundo en el cual se
I lo que sigue. Será en este movimiento donde se intentará,
I en lo posible, determinar y dibujar con trazo firme una cier
|
I'
ta imagen, esquema o idea de lo físico.
i
IA
tf>
da cita en la diferencia el primer mundo (naturaleza) y el se m< j: |
gundo mundo (suplemento metafísico del sentido). Desgarra ii
lil
do y atravesado por ese lugar de cita que encarna y es, el IR
fronterizo podía al fin definirse como materia pasional lógico- j, El lector puede ser testigo, tomando mi propio discurso
lingüística capaz de revelar o mostrar, en proposiciones cien | como campo de prueba y experimentación, de la suma natu
tíficas, lo que se halla dentro del cerco, lo intramundano o ralidad y hasta facilidad con que, a partir del análisis del su
lo físico, a la vez que capaz de abrirse al otro mundo, mundo ceso moral y de su correspondiente proposición, podía llevar
metafísico-moral, a través de lo que fue llamado proposición se a cabo el tránsito, a medida que el discurso avanzaba, des
ética o decir imperativo moral. El enlace de ambos mundos de la opción solipsista hasta la intersubjetiva, o del ser que
y de ambos modos de decir y proponer sugirió la existencia soy al ser que somos. Los ejemplos aducidos de la transición
de un territorio de mediación en el decir o proponer estético de la cláusula metodológica solipsista a la comunitaria pro-
y en la obra de arte como lugar en donde se produce ese de f cedían todos, íntegramente, del territorio moral, estético o
cir y hacer que es mediador. histórico, en una palabra, del «universo humano» (o si quiere
Sin embargo, el lector podría con plena justificación ale decirse en terminología hegeliana, del universo del espíritu
gar, a modo de crítica respecto al recorrido efectuado, que l 'como territorio idóneo de la intersubjetividad y de la interac-
as'
148 LOS L IM IT E S DEL MUNDO ONTOLOOÍA IH A U K A 149
los sistemas relativistas confluyen y coinciden. Curiosamente cepto sobre el cual cabalga una cierta noción filosófica que
ese «absoluto» aparece bajo la forma de un límite, verdadero determina la relación o nexo epistemológico entre sujeto y
límite del cerco físico. Éste se nos abre como una multiplici objeto trascendentales, entre el sujeto de la ciencia, o del co
dad pluralista de sistemas de coordenadas y de medidas que, nocimiento, y el suceso al cual, dentro del universo físico,
sin embargo, pueden ser coordinadas en razón de que todas dicho sujeto hace referencia a través del discurso físico. Ha
ellas pueden ser referidas a una constante universal y nece bría, por tanto, en el punto de partida mismo de la proble
saria, constante que, sin embargo, no se presenta como «ab mática científica y filosófica clásica, un sujeto de conocimien
soluto» espacial o temporal ni como «infinitud» de una su to ante el cual comparece, como objeto enfrentado a él, cierto
puesta velocidad en que se propaga la luz de modo instantá marco físico de sucesos que son pensados como sucesos con
neo, sino como constante de una velocidad que es límite fi idénticos caracteres formales a los del ego trascendental.
nito para todas las velocidades, límite último del cerco físico Como si a éste debiera corresponder, en propiedad, cierta
más allá del cual no puede pensarse ya en términos físicos. partícula libre, en lo posible atomísticamente concebida, exen
Esa finitud que es límite absoluto de todas las velocidades ta de toda determinación o rozadura externa que dotara de
obliga a destruir las nociones físicas de espacio y tiempo ab impureza teórica a sus movimientos experimentales absolutos.
solutos, los preconceptos acerca de la simultaneidad de ocu Respecto al carácter fantasmagórico de esa entidad obje
rrencia de los sucesos físicos, así como las ideas newtonianas tiva llamó la atención Mach en su crítica acerca de los «ab
acerca de propagaciones instantáneas de fuerzas (como la su solutos» que incorpora la teorización newtoniana, fecundando
puesta «acción a distancia» que propagan las fuerzas gravita- de este modo la tarea revolucionaria de Albert Einstein, que
torias) o de ondas luminosas. tomó cumplida nota de esa crítica. Con esa crítica quiso lla
Puede decirse, pues, que este carácter finito de la cons mar la atención Mach acerca del carácter radical e intrínse
tante universal que se introduce en la célebre fórmula einste- camente interconexo, interrelacionado, de todos los sucesos
niana de la ecuación de masa y energía especifica el carácter del mundo físico: ninguno de ellos puede pensarse en la so
limitado, cercado y radicalmente finito de un mundo, el físi ledad solipsista a la que les somete la experimentación new
co, que no tiene ya por marco de referencia, como en la con toniana, la que especifica ciertos movimientos absolutos, iner-
cepción newtoniana, ciertas coordenadas absolutas que remi ciales, determinables a partir de cuerpos o partículas libres
ten a un sujeto trascendental provisto de reloj y vara de de toda influencia (en el puro vacío). Ese puro vacío, conce
medir universales, desde las cuales pueda datarse o medirse bido al modo newtoniano, es el vacío de la abstracción, el
cierto objeto libre de toda influencia respecto al conjunto de vaciado trascendental en virtud del cual emerge la noción
los objetos físicos, cierto objeto trascendental susceptible misma del átomo, el cual es, por lo que al objeto se refiere, el
de ser pensado desde coordenadas absolutas. La dualidad del justo correlato del ego cogito, del ego cartesiano purificado
sujeto y del objeto trascendentales, su rigidez, su mutua in de toda rozadura empírica. De hecho el suceso físico debe
terdependencia, queda desintegrado en su núcleo epistemoló concebirse de otro modo, como conjunto de sucesos plurales
gico, abriéndose como relevo una pluralidad interconexa de en interacción, especificados por sus mutuas influencias, por
sucesos físicos relativos e interactuantes que remiten, todos lejanas que éstas sean. ¿Quién nos dice que esa «inercia» que
ellos, a cierta magnitud finita, universal para todos los siste se especifica como ley que rige todos los cuerpos no deba su
mas: la magnitud de la velocidad en la que se propaga la razón de ser a las lejanas influencias de las masas estelares
luz en el vacío. ¿I más remotas, las siempre lejanas estrellas fijas? Mach, por
tanto, invita a concebir el objeto físico no como suceso libre
y absoluto —cuyo mejor y más adecuado modelo sería el áto-
^0 o elemento o partícula que existe en el puro vacío de la
flexión—, sino como conjunto de sucesos que interaccionan
La fecundidad del solipsismo debe verse en la posibilidad y se influyen mutuamente, o si se prefiere decir de forma más
que abre a una ciencia física como la que, desde Newton has ajustada, más acorde con el pensar einsteniano, como cam
ta Einstein, dibuja el concepto nítido mismo de lo físico, con: pos de interacción entre sucesos.
152 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 153
Pero con todo ello no sólo es el hecho objetivo físico lo de la edad clásica, el objeto físico y el sujeto trascendental
que se modifica sino también su correlato subjetivo, el suje eran uno el espejo del otro, dos caras de la misma moneda,
to trascendental, el cual deja de ser un ego epistemológico dos usos de un mismo concepto básico y cosmovisional. A la
ante el cual ese suceso objetivo absoluto se presenta. El su soledad atomista y solipsista del ego trascendental correspon
jeto deja de ser el lugar privilegiado en y ante el cual com día la del objeto físico y viceversa. Se suponía, además, que
parece el objeto trascendental, con los caracteres absolutos ese objeto era propiamente ob-jeto, algo puesto y expuesto
referidos, lugar en el cual puede determinarse lo que tiene ante un determinado sujeto provisto de esquemas formales
de absoluto el espacio y el tiempo, sino que la idea misma de y de conceptos puros mediante los cuales lo conocía. Dicho
sujeto trascendental kantiana queda subvertida. Precisamen sujeto era único para todo tiempo y lugar. Por eso mismo,
te la genialidad de Einstein estribó en pensar, e imaginar, también las leyes que, a modo de condiciones, determinaban
que cada uno de esos sucesos o partículas-suceso en interac las propiedades físicas del objeto se suponían válidas para
ción, cada uno de esos campos de interacción y en general la cualquier «sujeto» que, desde cualquier tiempo o lugar, pu
totalidad o malla de todos los campos de interacción entre diera «observar» el objeto físico en cuestión y pensar con
sucesos deben ser concebidos como sujetos, sólo que como ceptualmente en él. Lo que se cuestiona es, pues, a través de
sujetos relativos a su propio sistema de referencia. Entonces la teoría relativista, una doble presuposición: en primer lu
cada suceso es lugar de observación, sujeto provisto de sus gar, la existencia de un único sujeto epistemológico capaz de
propios esquemas, o formas puras, espacio-temporales, desde conocer un objeto físico marcado también .por la unicidad
los cuales determina las medidas y los pesos de los restantes (unicidad en lo que respecta al carácter unívoco y absoluto
sucesos con los cuales interactúa, a los cuales puede poten de las condiciones físicas que especifican sus caracteres y
cialmente conocer, o percibir. Entonces cada suceso está pro propiedades físicas). En segundo lugar, el modo de relación
visto de su propia vara de medir, o de su propio reloj, con entre ese objeto físico y ese sujeto epistemológico: se supo
su sincronización propia, dejando de ser pensable ninguna ne, en efecto, en la epistemología clásica, que el objeto es
vara rígida absoluta ni ningún reloj universal, ni por tanto ob-jeto, algo que comparece ante cierto sujeto que lo conoce.
ningún Sujeto trascendental absoluto que permitiera obviar Mientras el objeto es de naturaleza física, el sujeto es de
esa pululación de múltiples sujetos extraños, extranjeros o naturaleza lógico-trascendental. Mientras el objeto pertenece
exóticos, con idéntico derecho en cuanto a la formulación de al ámbito de la «naturaleza» o de «lo físico», el sujeto tiene
ciertas leyes «absolutas» acerca de lo físico. un estatuto ambiguo y peculiar: posee estatuto «epistemoló
Parafraseando a Hegel podría decirse que, entonces, la gico». De hecho con este término se encubre su verdadera
sustancia física misma es sujeto, pero esa sustancia es plu naturaleza. Ya que en el fondo se supone, de un modo más o
ral, del mismo modo en que es plural la subjetividad. Ello menos solapado o camuflado, que ese sujeto del conocimien
exige una modificación radical de los planteamientos episte to o de la ciencia pertenece a una región ontológica diferen
mológicos, corolario del revolucionario modo de entender lo ciada de lo físico, a una esfera en cierto modo meta-física, la
físico a partir de Einstein. esfera del espíritu o de la mente, o si quiere decirse de modo
sofisticado, la esfera humana de la inteligencia racional. El
esquema abona la siguiente relación dual, en la cual importa
III la disimetría del lugar que ocupan cada extremo: un objeto
físico ante un sujeto espiritual, intelectual o mental. O si quie
Queda de este modo desintegrado el núcleo epistemológi re decirse de modo drástico: la naturaleza frente a una razón
co, el par sujeto-objeto de la ciencia y de la epistemología que la interroga, observa y determina a través de sus propias
clásica: objeto y sujeto aparecen, desde la ruptura einstenia- categorías, por mucho que se piense también que esa natu
na, radicalmente dislocados con referencia al modo en que raleza «posea» dichas categorías, o que el libro de la natura
eran pensados en la teoría clásica, en la física newtoniana y leza esté escrito en caracteres matemáticos.
en la filosofía kantiana, por ejemplo. Se advierte, por lo mis Los dilemas, opciones, debates y discusiones propias y
mo, cómo, en este bloque problemático científico-filosófico peculiares a este modo de plantear la ciencia física y su per-
1 54 I.OH I.ÍMITUS 1)111. MUNIM) O N IO K K IÍA IIIA<)l< A ISS
tincntc epistemología derivan de su propio campo problemá ( I ml i Mi i u) . I V i o 1.1 idc.i m i s m a i l r s u j r l u y d e <>1>|<-lo v de- su
tico, o si se quiere decir así, de la episteme o del paradigma relación nuclear, tul como brota de lu problemática clásica,
clásico en el que hunden sus raíces. Se dibujan diversas op la que, con evidente exageración aclaratoria, llamo ncwtonia-
ciones filosóficas, que recurren con tediosa predictibilidad a na-kantiana, se mantiene incólume y no es, en absoluto, rozada
lo largo de la epistemología moderna. En primer lugar, la ni criticada. El par sujeto-objeto, en todas sus variantes, se
opción o la tendencia que marca el énfasis acerca de la su dobla en el par mente-materia, como bien ha señalado Rorty
perioridad jerárquica del espíritu, o de la inteligencia racio en su libro La filosofía como espejo de la naturaleza. De he
nal capaz de conocer, sobre la muda materia, carente de cho esta dualidad se retrotrae a la cartesiana de la res cogi-
inteligencia y de conciencia, falta de lenguaje y de sentido. El tans y de la res extensa, o a la dualidad de Locke entre la
sujeto que conoce demuestra una superioridad ontológica de idea simple, o átomo objetivo «físico» del conocimiento, y
carácter jerárquico respecto a la «materia bruta». El hom la cámara vacía o receptáculo en donde se acoge, como im
bre, en tanto poseedor de lógos, en tanto animal lógico-lin presión, el plexo de ideas simples. O bien la dualidad entre
güístico provisto de inteligencia, evidencia su superioridad al hechos o sucesos físicos, susceptibles de observación y cons
ser capaz de conocer cierto objeto que no es sujeto, cierto tatación «empírica» (juicios sintéticos, si quiere decirse así)
ser en sí que no es para sí, cierta existencia que habita la y las leyes lógico-matemáticas que establecen, como marco
exterioridad pero que carece de interioridad. Pero no será de posibilidad respecto a los sucesos físicos o mundanos, la
difícil promover la posible inversión de esta tendencia, sos inteligencia racional, la inteligencia o la razóñ analítica. Ha
pechando de los prejuicios espiritualistas, idealistas y antro- bría, pues, por una parte cierta mente (sujeto) que estable
pocéntricos que recubre. Se tratará, entonces, de concebir la cería cierto marco de posibilidades lógico-matemáticas. Ha
inteligencia y el lógos humano, la subjetividad como una bría, además, cierto suceso físico que sería susceptible de
i complejización, mecánica o dialéctica, de la propia materia observación y constatación y que podría «rellenar» o «cum
en movimiento, de manera que ésta llegue a «reflejarse» en plir» algunas de las posibilidades abiertas por la inteligencia
dicha inteligencia humana, pero en el sobreentendido de que lógico-matemática. El acto de conocer resultaría del feliz en
el hecho humano es producto físico y material. Se tratará, por cuentro entre ese marco analítico y ese suceso físico: la ob
todos los medios, de contraponer al monismo espiritualista, servación daría materia al conocimiento; el juicio analítico
dentro del cual la naturaleza material es enajenación degra suministraría la forma. A través del buen encuentro de la
dada de la Idea, un monismo materialista, de carácter meca- forma con la materia se produciría el conocimiento, o bien
nicista o dialéctico, según el cual la aventura humana apare se extendería en su avance y en su progreso.
ce como transformación, cuantitativa o cualitativa, mecánica
o dialéctica, de las propias fuerzas físicas que tienen su ho
gar primero en la materia en movimiento. En sus formas más IV
refinadas esta tendencia procurará destruir los prejuicios en
torno a la existencia de «lo mental» e intentará, por lo mis Desde una nueva doctrina capaz de explicar y criticar la
mo, estudiar y observar al hombre como objeto físico mani precedente, ésta, la antigua, aparece necesariamente instala
fiesto a través de sus modos de exteriorización o «compor da en ideas básicas, creencias, que actúan en el modo de
tamiento». prejuicios: conceptos que han terminado por ser creencia
Ahora bien, todos estos problemas filosóficos derivan del compartida y sentido común, modo obvio y natural, espontá
modo mismo en que se plantea la problemática epistemoló neo e indudable de pensar. Al modo en que se dispone el
gica nuclear en su modalidad clásica y a partir de los ya ci núcleo epistemológico según la doctrina clásica, científica y
tados supuestos. Se supone siempre que «hay» cierto objeto filosófica, al modo en que aparece el par sujeto-objeto, según
físico que comparece ante cierto sujeto conocedor (inteligen lo acabo de describir, lo denomino, pues, el prejuicio episte
te y provisto de lenguaje). En unos casos se intenta reducir mológico clásico, entendiendo por clasicismo, en ciencia y epis
el objeto al sujeto (espiritualismo idealista), en otros, a la temología, el paradigma que culmina en Newton y Kant. Se
inversa, el sujeto al objeto (viejo materialismo, moderno con- supone, en el origen y en la raíz misma del acto gnoseológico.
156 1.0 S l (MI II1S DLL MUNDO on 101.00 ( a i u Au i c a 157
el encuentro entre dos datos originarios, un sujeto único pro ajuste o la coordinación de sus esquemas perceptivos y con
visto de «condiciones» absolutas de percepción y conocimien ceptuales, a partir de la remisión de todos ellos a esa cons
to (así el espacio y el tiempo, independientemente de que se tante única universal, de carácter limitativo (un absoluto
les considere «objetivos» o «formas puras de la sensibilidad limitativo) que es la velocidad finita de la luz, pueden hallar
del sujeto») ante el cual comparece un objeto (físico) del cual ciertas cláusulas de acuerdo dentro de un continuo espacio-
pueden estipularse ciertas condiciones físicas absolutas, abs temporal en el seno del cual cabe especificar ciertos interva
trayendo su soledad y unicidad del resto de todos los objetos los como magnitudes de coordinación entre las diferentes
de la naturaleza. Habría, pues, un hecho físico que se da perspectivas. Perspectivismo que, de esta suerte, permite un
—como dato o factum— a un supuesto sujeto epistemológico ajuste y coordinación de carácter «objetivo» y físico que deja
trascendental que, desde sí, por recepción o espontaneidad, de sustentarse en lo que, desde la única perspectiva tenida
determinaría lo que ese dato fuese, determinación en la cual por objetiva en el seno del paradigma clásico, se tenía por lo
se consumaría el acto de conocer. objetivo y absoluto. El avance en el conocimiento significa
Si hemos de remontarnos a la raíz de la nueva creencia siempre una cierta «humillación» de la propensión prepoten
básica que introduce la teoría de la relatividad, desde la cual te, geocéntrica y antropocéntrica del hombre. Avanzar en el
brota su peculiar y específica problemática, debería reparar conocimiento, en la sabiduría, consiste en añadir límites ri
se en lo que en ella se da como dato o datos radicales desde gurosos, cadenas de necesidad, al destino humano.
los que brota la propia concepción que se hace de lo físico En consecuencia, si cabe hablar así, el ego trascendental
y del conocimiento de lo físico. Y bien, lo primero que llama se aloja ahora en cada uno de los objetos físicos que interac
la atención es que el hecho físico o suceso físico no se da en túan. De hecho esos objetos no deben ya llamarse en rigor
soledad con relación al conjunto o totalidad de los sucesos objetos sino sucesos, sucesos o aconteceres físicos en campos
físicos. Pero en segundo lugar llama la atención que ese con de interacción. Y el sujeto ya no puede nombrarse en singu
junto no comparece ante un supuesto sujeto epistemológico lar, como si hubiera tal cosa como Un Ünico Sujeto: hay,
que pueda conocerlo a través de ciertas formas puras o con como dato inicial, una pluralidad de sucesos que son sujetos,
ceptos (como el espacio y el tiempo o el principio de causa o si quiere decirse así, aunque con ciertas salvedades, una
lidad). Lo que se da es, en su origen mismo, como dato pri pluralidad de mónadas leibniceanas, en el sentido de que cada
mero y radical, un conjunto interconexo de sucesos físicos una de ellas posee sus «nociones» relativas de distancia y de
cada uno de los cuales constituye potencialmente, a la vez, un tiempo, sus propias pautas de medición, pero que, a diferen
modo propio de «percibir», cada uno de ellos provisto de cia del modelo leibniceano, se hallan en relación de interac
un esquema o mapa espacio-temporal desde el cual y a par ción y, además, infieren sus «percepciones» de sus propias
tir del cual determina medidas, fechas, pesos, longitudes y condiciones físicas. En sí son sujetos, como en Leibniz, pero
velocidades. Se trata de una pluralidad, radicalmente afirma sujetos pensados desde el horizonte de la intersubjetividad.
da, de sucesos que son propiamente y con todo rigor y dere Pero con ello el prejuicio de la dualidad mente-materia,
cho «sujetos de conocimiento», independientemente de que se inteligencia lógico-lingüística frente a naturaleza, espíritu-na
alojen en la supuesta rigidez geocéntrica o antropocéntrica de turaleza, res cogitans versus res extensa o como se quiera
nuestras condiciones humanas de conocimiento, o bien en el nombrar en todas sus posibles variantes el preconcepto que
centro o foco de una galaxia distante, en la estrella Sirio o esconde la dualidad sujeto-objeto, queda seriamente conmo
en el seno de una partícula subatómica que viaja a velocida cionado y criticado, haciendo inútil la discusión planteada en
des próximas a la velocidad de la luz en el vacío. Cada uno esos términos. Pues podría decirse, a partir del nuevo modelo
de estos objetos o acontecimientos físicos posee con todo de físico y filosófico, que cada uno de esos sucesos físicos que
recho el título de sujeto de conocimiento o de sujeto trascen son sujetos constituye, con todo derecho, un «trozo», si así
dental. Por tanto, conocer no significa ya el encuentro del cupiera hablar, de mente y de materia, o de res extensa y
objeto físico con el sujeto ante el cual éste comparece, sino res cogitans, o de objeto y sujeto.
el encuentro entre diversos sucesos físicos que son sujetos y
que interactúan dentro de un campo en el cual, en razón del
158 LOS LÍM ITHS DHL MUNDO ONTOLOCifA t h Au i c a 159
trabajo crítico, la ciencia. Pero ese sentir común se presenta se refiere a su calidad de sujetos, son capaces de ajustar sus
en la modalidad newtoniana de referencia, en la cual espa propias mediciones y coordenadas, entonces puede ser posi
cio, tiempo, movimiento aparecen como conceptos dotados ble trascender el punto de vista vulgar, la perspectiva inge
de carácter absoluto y a priori. A partir de Einstein podría nua y espontánea del sentir común, alzándose el marco mismo
considerarse que ese modo absoluto de pensar es el corrien de la ciencia física, la cual trata, entonces, de especificar
te. Si bien este razonamiento debe llevarse a toda la comuni aquellos intervalos dentro de unas coordenadas espacio-tem
dad relativa de «testigos» que forma el universo. Por decirlo porales que especifican las propiedades físicas de un determi
así, en cada rincón del mismo puede aparecer un testimonio nado cuerpo sometido a determinadas condiciones. Y ello es
«newtoniano» capaz de erigir como pauta absoluta de medi posible en la medida en que todos los cuerpos remiten a la
ción y datación sus propias coordenadas espacio-temporales magnitud constante, de carácter limitativo y finito, de la ve
desde las cuales especifica movimientos, velocidades y mo locidad con que la luz se propaga en el vacío.
mentos. Habría, en el punto mismo de partida con el que se La ciencia física es posible, pero sólo y en la medida en
enfrenta la ciencia, en ese punto de partida que es la pers que asume plenamente (y se somete a duda radical y a crí
pectiva obvia y de sentir común, generadora de una experien tica) ese lugar de la conciencia empírica vulgar, según la cual
cia cotidiana no sometida a crítica, a confrontación, a con se toma por absoluto lo que deriva de la propia posición re
traste, una múltiple pululación posible de esquemas o coor lativa de la partícula o suceso físico que actúa como «obser
denadas de percepción y conceptuación todas las cuales po vador». En el supuesto de que aquí el observador es también
drían imaginarse aferradas, al modo newtoniano, al carácter objeto observado. La relatividad afecta a la rígida dualidad
absoluto de sus propias mediciones y determinaciones de pro del observador y del observado, conduce a la dialectización
piedades físicas. La duda y la sképsis propia de la ciencia, la de estas dos ficciones epistemológicas. Del mismo modo como
que permite alzarse del sentido común a la ciencia, no deja en la moderna etnología, según narra Lévi-Strauss, la duda
entonces, como residuo en el que pueda justificarse el hacer radical y el escepticismo se introduce en la medida misma
y decir científicos, un ego cogito sum que, desde su lugar tras en que el investigador tiene que habérselas con un objeto que
cendental, determine en términos absolutos qué es el tiempo, a su vez investiga, observa y juzga, también en el terreno fí
el espacio y el movimiento intrínseco de un cuerpo, sino que sico puede afirmarse que el propio objeto emisor de infor
Einstein, aprendiendo del escepticismo machiano, lleva la maciones se determina desde un lugar que debe ser concebi
duda y la sképsis hasta afectar a toda pretensión de erección do ante y sobre todo como lugar de observación, como pers
de una perspectiva como atalaya privilegiada desde la cual pectiva de visión y, potencialmente, de dicción, de conoci
pueda trazarse un plano único o un mapa que haga posible miento. Experimentalmente o en sí tal es la situación que
determinar las condiciones mismas del objeto físico. La duda permite a la ciencia librarse de la rémora antropocéntrica
se ejerce entonces sobre todas y cada una de esas perspecti que padece la teoría clásica, más allá de que exista o no exis
vas múltiples, de carácter monadológico, de manera que to ta la inteligencia lingüística capaz de responder a las señales,
das ellas quedan afectadas por la relatividad, o dicho con más signos o símbolos que se emiten desde el lugar donde se
propiedad y rotundidad, por la sképsis universal. En princi enuncia la teoría científica. Si no existen, se han de inventar
pio ninguna perspectiva posee prerrogativa sobre las demás, o al menos imaginar. Pueden existir y eso basta. Cada móna
ninguna vara de medir nos sirve como vara universal, ningún da es, potencialmente, lugar y atalaya de observación, además
reloj es apto para dar cuenta de la hora universal y simul de objeto o suceso físico susceptible de ser observado. No es
tánea de todos los aconteceres físicos. Pero en la medida mis medio pasivo de experimentos sino sujeto activo potencial de
ma en que esos sucesos físicos que poseen sus propias pautas experimentos propios. Pero sea cual sea el lugar inicial es
(concebidas para ellos mismos como absolutas) de medición, pontáneo y primario de la mónada, se halle en Sirio o alojada
puedan coordinarse, es decir, entrar en campos de interac en una partícula subatómica con velocidad próxima a la de
ción, de manera que no sólo en sí, en tanto que sucesos físi la luz, se conciba como inteligencia alojada en el núcleo de al
cos, se hallen en interacción, cosa que se postula desde el guna galaxia distante, o como microinteligencia radicada en
principio de la teoría, sino que, además, para ellos, en lo que una partícula de rayo cósmico, puede imaginarse que, en prin-
162 LOS LIM IT ES DEL MUNDO
ONTOLOCÍA TKAo ICA 163
cipio, reproduce este carácter propio de la conciencia común, En el seno de una reflexión sobre el conocimiento en el
al menos en un primer repliegue de su propia reflexión sobre terreno de las relaciones espirituales o humanas, Hcgcl des
su percepción y concepción, carácter según el cual se adopta montó el presupuesto de este núcleo (una de cuyas variantes
como postura absoluta y dogmática la que es, únicamente aparecería bajo la forma rígida kantiana de una cosa en si
relativa y perspectivista. El avance del pensar crítico moder cuyo aparecer o fenómeno puede ser determinado por cierto
no, a través de la asunción en la modernidad consumada que sujeto trascendental capaz de un conocimiento limitado a ese
en este siglo se despliega, consiste, como se ha ido viendo a
fenómeno) al advertir, genialmente, cómo esa cosa en sí, así
lo largo y ancho de todo este libro, en la introducción de esa que ascendemos del puro observar e interrogar el medio
sképsis, duda radical desesperada, relatividad generalizada mudo que constituye la naturaleza, así que nos enfrentamos
sobre esta producción espontánea de carácter dogmático del no tanto con una cosa con sus cualidades o propiedades, o
sentir común, de la conciencia empírica o del sujeto todavía con un objeto determinable como comunidad de fuerzas en
no formado en la ilustración moderna, según el cual se aban interacción, o como campos de fuerzas que interactúan según
dona todo aferramiento a lugares o pautas fijas, rígidas o el esquema leibniceano, sino con cierta cosa o sustancia que
absolutas, promoviendo una pululación múltiple de perspec
tivas y de esquemas. Sólo en la medida en que se asume ese es, a la vez que objeto de nuestra percepción y conocimiento,
también sujeto de percepción y conocimiento, entonces la
escepticismo universal y radical es posible alzar un criterio cláusula metódica del par sujeto-objeto, y su peculiar disime
propio de ilustración y modernidad plenamente autocons- tría, la de que el objeto lo es para un sujeto, al modo de la
ciente: aquel que sabe que ese relativismo asumido es ya disimetría entre un ser físico observado y un sujeto espiri
saber, sabiduría, frente a su sombra dogmática, que desde
esa consciencia aparece como el lugar mismo del yerro y del tual que observa, todo este esquema debe ser roto y modi
ficado sustancialmente, toda vez que entonces reaparece en
extravío. Lo mismo quedó perfectamente clarificado en nues
términos de una cosa o sustancia que es a la vez sujeto y ob
tro recorrido a través de la proposición moral.
jeto, observador y observado. Se ha dicho una y otra vez que
en el campo de las ciencias del espíritu, sociales o humanas,
hemos de modificar el modelo epistemológico y metodológi
II
co clásico, sólo apto en el campo de las ciencias físicas o
naturales, en razón de que en aquéllas el objeto es también
Lo que a través de la epistemología que deriva de la teo sujeto. Pero con todo ello se parte de una idea moderna de
ría de la relatividad einsteniana se destruye es una cierta las ciencias sociales y humanas y se asume, por ignorancia o
idea presupuesta del núcleo epistemológico, según la cual se irreflexión, un modelo anticuado y clásico de epistemología
presupone que ciertos sense data, o datos sensibles, son da referente a las ciencias de la naturaleza. Se ignora, en efecto,
dos a cierta «cámara oscura», o receptáculo, en el cual son que éstas, desde Einstein, deben pensarse de otro modo a
recibidos, a través de una afección que puede llamarse im como se piensan en el seno de la epistemología tradicional,
presión o sensación primaria. Sellars, en un importante tra ya que, a partir de la teoría relativista, no puede hablarse ya
bajo, señala con precisión el prejuicio en que se aloja este de un objeto físico que aparece, bajo el modo que sea, ante
esquema característico de una tradición empirista que remi un sujeto que lo conoce o que lo observa, sino que ese ob
te, al igual que otras tradiciones sólo aparentemente antagó jeto físico, o suceso físico, es a su vez «ego» potencial capaz
nicas, a un mismo paradigma cartesiano según el cual existe de observación y percepción, del mismo modo como ese su
o hay, como primera evidencia, como idea originaria, cierta puesto «ego» ante el cual comparece puede ser concebido,
cosa extensa que se nos presenta como objeto físico ante cier desde otra perspectiva, como puro suceso físico capaz de ser
ta cosa pensante o inteligente que nos aparece como sujeto observado, percibido y datado o fechado. Luego es ocioso re
epistémico, sujeto que es soporte y sustento del discurso de ducir a puro suceso físico lo que ocurra en nuestra mente
la ciencia, sujeto en donde se consuma, en la medida en que (basta colocarse en la perspectiva de «observador» para que
se produce su encuentro con el objeto, el acto del conoci tal cosa pueda producirse), como es igualmente ocioso con
miento. cebir como puro hecho mental eso que se llama suceso físico.
1 64 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRAGICA 165
Cabe, en idéntica justicia, ejercer las dos ociosidades, ambas «objetivo» del hecho físico que comparece ante el observador
inútiles, la de reducir, según el modo conductista, todo hecho humano. De hecho ese objeto físico determina su interacción
mental a puro suceso físico, o bien proponer una alucinante con todos los restantes objetos físicos, al menos desde Eins-
mentalización generalizada de todo el universo físico (como tein, a partir del mismo modelo intersubjetivo, en la medida
a veces parece ser la tentación de algunos críticos del con- en que cada suceso o trozo de materia del universo, o cada
ductismo, así por ejemplo Karl R. Popper). punto o lugar dentro del continuo espacio-temporal, o cada
De hecho se trata de concebir a la vez todo suceso como secuencia dentro del espacio-tiempo relativista, puede valer
sujeto, o todo hecho físico como potencial lugar en donde, como lugar de observación, percepción y medición, de mane
puede suceder o acontecer el hecho mental propio del cono ra que todo suceso es potencialmente sujeto. O dicho con
cimiento. Eso es tanto como decir que no hay cosas en sí plena radicalidad: la interacción está, en lo físico, igualmen
enfrentadas a sujetos trascendentales, sino cosas que son po te que en el terreno moral o histórico, o social, marcada por
tencialmente sujetos, u «observados» que son de derecho ob la intersubjetividad.
servadores, u objetos que son sujetos siempre, al menos po No existe por tanto referente respecto al cual se diga o se
tencialmente. proponga algo en calidad de proposición científica sobre la
El problema es que esta introducción del modelo intersub naturaleza. O ésta no es esa cosa o referente respecto al cual
jetivo en las propias ciencias de la naturaleza ofrece podero fantasma epistemológico hace referencia nuestro decir y pro
sas resistencias al sentir común, que acepta, como dan mues poner. Sino que eso a lo cual se refiere nuestro decir y propo
tras de hecho los investigadores que trabajan en el campo de ner, ese objeto físico que se determina como suceso o acon
las ciencias humanas o sociales, este modelo para penetrar tecimiento en interacción con todos los sucesos y aconteci
en lo que tiene de específico el hombre en toda su variedad mientos de lo que puede llamarse, con Wittgenstein, el mun
de normas, juegos lingüísticos, pautas morales de comporta do, es ya de hecho un marco desde el que puede a su vez
miento y códigos estéticos, en general en toda su variedad trazarse, en forma de medición de distancia, tiempo o velo
de usos lingüísticos y de normas de conducta, pero que man cidad, un determinado modelo desde el cual decir y proponer
tiene tozudamente, consciente o inconscientemente, cierta frente al que por mi parte trace o proponga. Luego no existe
cláusula respecto al carácter específico de lo humano respecto un único mundo, en singular, como quería el primer Witt
a lo que no es propiamente humano, sino simplemente físico. genstein, en el cual, dadas ciertas reglas de posibilidad en el
Existe, desde luego, diferencia, hecho diferencial propio del decir, o normas lógicas, podría determinarse cualquier acon
habitante de la frontera. Éste no es sólo un ser físico, como tecer o suceso físico, o mundano, sino múltiples sucesos en
ya se ha ido viendo a lo largo de este libro. El fronterizo es interacción, cada uno de ellos con su propia normativa o
el ser que habita el límite mismo del mundo físico y se abre regla según la cual determinar sus distancias, sus magnitu
a mundos que ya no son de naturaleza física (mundos mora des, sus enunciados, según sugiere el segundo Wittgenstein, el
les, estéticos, históricos). En la medida en que habita esa en de las Investigaciones filosóficas, plenamente anegado en el
crucijada es habitante de la frontera o límite. Da palabra y nuevo paradigma relativista.
voz a esa frontera y límite: palabra capaz de enunciar o mos En consecuencia, toda nuestra reflexión acerca del cerco,
trar qué es el cerco físico en donde se aloja, capaz también según se llevó a cabo en el primer ciclo, debe ser zarandeada
de dar palabra y voz, a través de la proposición moral o del a través de esta perspectiva, de manera que el mundo que, a
hacer y decir estético, a aquello que desborda el cerco. Pero modo de representación, parecía abrirse ante un sujeto so-
esta singularísima diferencia que determina el lugar y desti lipsista elíptico, de cuya elipsis podría derivar la posibilidad
no del fronterizo no autoriza a presentar, como diferencia de llamar a dicho mundo el mundo en términos del único
epistemológica y metodológica, la que tantas veces, errónea mundo existente, deja paso a una pluralidad de posibles
mente, se ofrece como lugar de diferencia o de reducción en «mundos» diferenciados, cada uno de los cuales emerge a par
tre el hecho humano y el físico, a saber, el carácter intersub tir de un determinado suceder o acontecer físico, suceso o
jetivo del modo de interacción propio del comportarse social, acontecimiento en el que se produce la comparecencia de un
psíquico o lingüístico del hombre, y el carácter puramente sujeto potencial.
o n t o l o g I a t r á g ic a 167
166 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
' I
como mundo. Incluso puede extremarse más la reflexión, lle en proposiciones), a partir o desde ese silbarse /tullo, o tam
vándola a su máximo rigor. Y decir, en consecuencia, que ese poral-finito, cercado por un origen nutuliclo y un lili letal, o
ámbito que se abre más allá de lo físico y del mundo es, ni marcado por la limitación inexorable de ser y inberir nativo
más ni menos, el ámbito de todo aquello que bajo ningún con y llamado a caducar. Siendo la muerte en particular el ámbi
cepto puede darse ni suceder, como experiencia, ámbito en to de lo imposible, el lugar en el cual ya nada puede darse ni
el cual no puede bajo ninguna razón haber ni habitar ningún suceder como experiencia, la efectiva destrucción, o el / in
mundo, ámbito, de lo imposible o del sinmundo. Y bien: lo del mundo, el desbrozamiento del ámbito del sinmundo. Este
propio, lo específico, lo diferencial y definitorio del habitante hallarse referido a la trascendencia o a lo imposible, sólo lo
del límite o frontera consiste en hallarse, como ya se dijo, sabe y experimenta el habitante de la frontera. El habitante
con un pie implantado en el mundo y otro pie avanzado hacia del cerco, la piedra, el animal, la planta «no ven la muerte»
lo que trasciende o desborda. La notificación y prueba de ese ni se saben nacidos. Tampoco la figura alegórica del ángel, o
carácter anfibio viene dada por el orden de sucesos que se de de cualquier «habitante del sinmundo», son nativos ni morta
sencadenan en el seno de esa línea o límite: el orden de su les ni nada saben del nacer y perecer.
cesos pasionales, el orden de sucesos propios de la inteligencia Todo lo cual me permite, ahora, diferenciar tres órdenes
lingüística (proposiciones). La pasión, en efecto, revela esta de suceder o acontecer: el orden del suceder físico que co
absoluta referencia de todo suceso a ese ámbito. Ya la simple rresponde al puro cerco o coto, en el cual se produce la ma
emoción o sentimiento del vértigo lo revela, como señalé al teria como la sustancia que a dicho orden corresponde; el
principio del texto. Y la pasión es, por naturaleza, vertiginosa, orden del suceder pasional, cuyo lugar podría llamarse el
o tiene en el vértigo sus rasgos más destacados. Pues el vér alma, es decir, lugar de emociones, sentimientos y pasiones y,
tigo se experimenta como registro emocional de este tener por último, íntimamente ligado a este segundo orden, aunque
puesto un pie en el límite o frontera y otro avanzado hacia el susceptible de diferenciación en tanto que orden de suceder,
abismo de lo que trasciende. También la angustia revela, como el orden propio de la inteligencia racional-lingüística, que
han señalado Kierkegaard y Heidegger, esta presencia del lí tiene su sede en la inteligencia y su sustancia en las proposi
mite del mundo como tal límite en virtud del cual se produ ciones lingüísticas. El habitante de la frontera se define y se
ce «extrañeza» respecto a lo que queda dentro (el cerco), que diferencia de todos los demás habitantes del mundo o del sin
de pronto se revela como lo contrario a lo próximo, hogareño mundo en que consiste en la síntesis intrínseca de estos tres
y cotidiano. En la angustia se abre el ámbito de lo que tras órdenes, o es la mediación dialéctica lograda y efectiva, con
ciende el límite del mundo, pudiéndose definir entonces el sumada, de este orden tripartito: en él hay materia, pero ya
mundo como tal mundo. En la angustia se produce una ge- cualitativamente diferenciada de la simple materia (sea inor
nuina suspensión del cerco, de lo intramundano, abriéndose a gánica o vital), ya que esa carne suya, carne de límite, está
experiencia lo que trasciende, el sinmundo. animada por la pasión y por el lenguaje. En él hay también
Pero ese orden de suceder pasional, que en el amor-pasión, inteligencia lingüística, pero que no subsiste, como en las figu
en la experiencia del dúo de amor y del duelo a muerte, o en ras alegóricas del sinmundo, el ángel o las estrellas inteligen
la emoción del vértigo o de la angustia, apunta a la trascen tes, sin ropajes materiales (fónicos) y sin articularse con la
dencia, sugiriendo la intrínseca relación entre pasión y tras materia y la pasión. De hecho lo más propio, lo más genuino
cendencia, muestra o revela al habitante de la frontera el y específico del fronterizo es el alma como lugar de la pasión,
modo concreto y singular con que incide en su propia ex en cuyo centro se dan cita la materia y la inteligencia. El
periencia esa presencia imperiosa de lo que no-puede-ser. En fronterizo es, en suma, materia de inteligencia y pasión.
efecto, todo ello señala de forma inequívoca la doble consta
tación y presencia de hallarse referido a un «principio» u «ori
gen» en el que el sujeto de la frontera «no existía» y a un II
«fin» en el que inexorablemente dejará de existir. Dicho ser
fronterizo se abre entonces a la «comprensión» y a la «con Frente a toda ontología tradicional, referida únicamente a
ciencia» (es decir, a la inteligencia lingüística que se plasma lo que es o acontece, esbozo aquí una topología trascendental
174 1.0» l.lMlTUN l)UI. MUNDO IINItMOulA IMAIi IIA 171
radical que asigna metódicamente dos ámbitos, los cuulcs, Esa ley mcdlatlzu ludiculmcute el tumpoiienlo pnklutuil
desde el método, es decir, desde nuestra experiencia de ani que caracteriza al huhituntc del limite. Mientra» la piulóu
males fronterizos, sólo podemos designar y nombrar como revela el movimiento ascendente (impulso, árexis, deseo,
el ámbito de emergencia del mundo, nuestro mundo, el que se Eros) en virtud del cual el fronterizo desborda el cerco y
cobra de la experiencia del límite o de la frontera y ante el dibuja como objeto de su querer lo que trasciende (lo impo
cual se abren o se desvelan los órdenes del suceder físico, sible, el sinmundo), la proposición ético-metafísica orienta o
pasional y lingüístico, y un segundo ámbito al cual nuestra da luz e inteligencia (lógos) a esa búsqueda pasional, dotan
experiencia se halla referida y al cual sólo podemos designar, do, en forma de Orden, o de Ley formal vacía, de palabra pa
desde ella, como ámbito de lo imposible o del sinmundo, a radójica y de silenciosa razón a su inextinguible pasión. De ese
diferencia del ámbito de lo que puede darse a experiencia, encuentro (entre la corriente pasional ascendente y la palabra
física, pasional, lingüística o proposicional, o ámbito de lo silenciosa descendente) brota un orden de suceder o acontecer
que puede ser. que puede llamarse acción, es decir, el orden propiamente
Asimismo pueden distinguirse, desde el método, tres for ético, el ethos, la conducta misma de la línea o límite del
mas de naturaleza, o tres «naturalezas», entendiendo por ello, mundo. Esa conducta, en tanto se halla «determinada» por
como ya he dicho, todo lo que puede darse o acontecer. Pero una ley que es formal y vacía, deriva, como efecto de la causa,
de esas tres sólo podemos constatar la existencia (el darse o de un principio de incertidumbre que deja en radical indeter
suceder) de dos. Una es lo que propiamente llamamos natura minación cuanto en particular o en concreto «deba hacerse»,
leza, lo físico, es decir, lo que puede darse o suceder dentro por lo que de todo ello se deduce el carácter radicalmente
del cerco. Otra es la paradójica naturaleza del fronterizo, en libre de ese «sujeto» al que llamo habitante del límite del
cierto modo excéntrica respecto al cerco, o bien, como quería mundo. Si bien debe decirse que ya en el orden de sucesos
Pico della Mirándola, el centro mismo de la «naturaleza» o que constituyen el cerco físico debe pensarse lo que hay desde
«cosmos», su lazo de unión y su compendio, verdadero micro principios menos rígidos que el esquema causal o determi
cosmos que resume y sintetiza la sustancia misma de todo lo nista propio de la física tradicional (es decir, a partir de prin
físico, y a la vez ente excéntrico respecto a todo lo físico, si cipios de indeterminación e incertidumbre, como los que for
tuado en su misma frontera y límite, abierto a lo que trascien mula la microfísica).
de y desborda el cerco. Sólo en esa paradójica naturaleza Por último, debe decirse que frente a la naturaleza física,
(que en rigor cuestiona y problematiza lo que este término o al orden de aconteceres propiamente físicos, los que suce
sugiere, a saber, el inexorable brotar desde un principio o ley den dentro del cerco, independientemente de que sean o no
que desde dentro determina lo que a partir de él sucede o experimentados por el sujeto fronterizo, y frente a la expe
acontece) puede hablarse propiamente de mundo y de expe riencia propiamente fronteriza que permite hablar del mun
riencia. do, de ese único mundo existente que es el mundo en donde
En esa naturaleza, además, lo que desencadena el ser o el habita el límite o frontera en virtud del cual hay mundo, po
acontecer, o el suceder, no es una ley o principio estampado dría pensarse en la posibilidad de la existencia de cierta ter
en su seno, que actúa como causa eficiente, inexorable o de cera naturaleza alojada en ese segundo ámbito al que puede
terminista, sino una especie nueva de principio generador y llamarse reino de las sombras (ámbito de lo imposible, ya
motivador de acontecimientos, un nuevo régimen de ley, la que no puede jamás ser experimentado), el que sólo desde
cual, en primer lugar, no es puramente física sino lingüística, nuestra experiencia podría llamarse la nada, dado que nada
ley que brota de una modalidad de proposición, la proposi podemos experimentar de él ni desde luego decir ni conocer.
ción que en el primer ciclo llamé ético-metafísica. En la raíz Pero que en propiedad no es la nada, ya que su nada o su
de lo que sucede o acontece al fronterizo debe hallarse esa vacío sólo se derivan de nuestra propia nada y vacío con res
paradójica ley que brota de la proposición ético-metafísica, la pecto a él, es decir, de nuestra radical ignorancia al respecto.
cual determina un modo de suceder que, desde dicho prin Mejor, pues, llamarlo, de modo alegórico o mítico, o simbóli
cipio o ley, debe llamarse suceder bajo el modo del actuar, co, mundo de las sombras, es decir, aquel ámbito de cuya
obrar o emprender, o del hacer. exclusión o demarcación proviene la generación o producción
176 LOS L IM IT E S DEL MUNDO ONTOLOGÍA TRÁGICA 177
de cuanto puede haber o suceder, o simplemente ser (todo Frente a Hegel, que mezcla promiscuamente las categorías del
lo que desde nuestra experiencia llamamos propiamente na mundo y del sinmundo, abonando con ello un monismo espi
turaleza o mundo). A esas sombras estamos referidos, en tan ritualista en virtud del cual la sustancia toda de lo que hay
to que seres de la frontera, a través de nuestra pasión y de puede llegar a ser concepto y puede iluminarse en la concep
nuestra razón, a través de una corriente pasional que tiene en ción de la Idea absoluta, intentaré, en el tercer ciclo, a través
ese mundo nocturno su raíz y su determinación, o de una ra de una radical crítica de la Lógica hegeliana, separar las cate
zón o lógos que una y otra vez puja y porfía por arrancar ji gorías que el filósofo alemán indebidamente mezcló y sinteti
rones de luz, o de claroscuro, o de materia neblinosa tenue zó. Pero asimismo es ilícito inferir la posible existencia de la
mente iluminada, a ese recinto umbrío que es, para nuestra naturaleza de un ser del «otro mundo» (Dios) a partir de los
experiencia, el reino del no-ser y del no-saber, lo arcano, el datos que ofrece nuestra experiencia (la contingencia, el orden
enigma mismo que, en nuestra aventura pasional y racional, causal del suceder físico, etc.), como lleva a cabo Tomás de
porfiamos por nombrar, cobrando de ese comercio radical con Aquino en su deducción de la existencia de un ser que puebla
nuestro límite u horizonte alguna palabra invadida de silencio. el ámbito del otro mundo.
Podría, pues, pensarse que ese ámbito, o que ese reino de
las sombras, pudiera hallarse acaso habitado o poblado de
ciertas naturalezas (ángeles o estrellas inteligentes, divinida 2. Libertad y justicia
des o demonios, estilizaciones sublimadas de progenitores mí
ticos ancestrales). Pero sólo en el orden de la exposición sim
bólica que corresponde al arte (y a su peculiar «religión es I
tética») cabe decir algo respecto a dichas naturalezas, o bien
a través de un discurso alegórico que induce o deduce ideas En rigurosa prosecución del patrón metódico establecido
(en rigor: ideas-problema) de esas figuras míticas, alegóricas, en el primer ciclo, este segundo movimiento del segundo ciclo
simbólicas. determina la experiencia del habitante de la frontera con la
La metafísica es ese saber crítico (en propiedad, como ya frontera. Y produce esa determinación desde la cláusula metó
dije, doxología) que determina las ideas a través de las cuales dica de la intersubjetividad, asumida aquí, de modo que esa
puede trazarse ese ámbito de lo que trasciende o desborda. Lo frontera del mundo esté habitada o poblada por sujetos en
importante es que esas categorías metafísicas (como las del interacción en un campo o territorio.
ser y la nada, o la del uno y lo infinito, o la de lo absoluto) En este segundo movimiento se traspasa del cerco al lími
sirvan sólo para pensar ese ámbito, o para reconstruirlo en el te del mundo. A través del movimiento ascendente de la pa
discurso de la razón (ontología). Pero es importante, como se sión en síntesis con el movimiento descendente de la Orden
verá, apartar radicalmente ese ámbito y sus categorías perti formal vacía, desde la cual se desencadena la producción de
nentes de nuestro ámbito, aquel en el cual se produce el sucesos definidos como acciones, obras o empresas, se ingre
orden de sucesos físicos, pasionales y racionales, el orden de sa en lo metafísico y se tiene acceso a lo que trasciende. En
la naturaleza física y del mundo del sujeto fronterizo. Para virtud del cumplimiento de esa ley que exige libertad se pro
este orden nuestro no valen dichas categorías; son otras las duce el alzado del cerco al límite del mundo.
categorías que lo determinan (como veremos: devenir, exis Ahora, en la experiencia del ser que somos, esa ley formal
tencia). Y es importantísimo deslindar radicalmente ambos vacía no rige ya tan sólo como determinación formal de la
ámbitos y sus respectivas categorías. Es fundamental, si quie experiencia de la libertad que me doy en tanto que sujeto
re construirse lógicamente el mundo, o más en su raíz, cons solipsista, sino que matiza y mediatiza esa libertad con la ex
truirse lógicamente el doble ámbito, uno de los cuales hace periencia ética que se dan todos aquellos con quienes interac
posible la emergencia de un mundo, evitar a toda costa tras túo, o con la experiencia en virtud de la cual «ellos» se dan
ladar categorías del sinmundo para pensar nuestro mundo, o también, o se toman, su propia libertad, según sus respectivos
bien mezclar nuestras categorías mundanas para inducir o modos singulares de producir en el mundo la orden formal
deducir la existencia de naturalezas propias del sinmundo. vacía. El concepto que resulta de esa mediación de la líber-
1.08 lÍMITIIN llltt. MUNDO ONTOMKilA TRÁGICA 179
178
tad del ser que soy con la libertad que aquellos con quie ca o que esa patria no predisponga a una existencia en la cual
nes interactúo, y con los que me relaciono en los modos ca se realice la humanidad de lo humano. En lo que sigue será
nónicos, pasionales, del duelo a muerte, del dúo amoroso, y de preciso determinar esta idea fundamental de naturaleza ética,
la mutua determinación y limitación de estas formas prima la idea de la humanidad de lo humano. Y asimismo, su perti
rias de acontecer la pasión intersubjetiva (a través del pacto nente negación o sombra, a saber, lo inhumano, el modo de
o del acuerdo en virtud del cual se reconoce en forma lingüís vivir o convivir que fuerza al hombre a recaer de lo humano
tica el lugar de cada uno de los miembros de la comunidad, propiamente dicho en el puro cerco.
asignando a cada cual un lugar dentro del orden racional-lin Allí donde no rige el principio de libertad como principio
güístico, un nombre propio que los constituye en sujetos per rector de cada uno y del conjunto de sujetos en interacción,
tinentes de derecho, es decir, del derecho y deber de enun o del campo o territorio de interacción entre sujetos huma
ciarse y enunciar, o de juzgar, o de proponer y proyectar con nos, allí la humanidad de lo humano no se produce: se produ
respecto a ellos mismos y al propio juego de interrelaciones ce, en cambio, lo inhumano, la condición de vida inhumana.
comunitarias), ese concepto que de todo ello deriva es un con Pero ese principio de libertad no es el único concepto ético
cepto ético que da materia y concreción a la ley pura moral fundamental. En el trecho actual del presente ciclo, en el que
del primer ciclo, y al que debe llamarse principio de la justi se accede a lo ético desde la opción metódica de la intersub
cia. Pues la justicia es el concepto pertinente a este trecho me jetividad, ese principio de la libertad, ya ganado como con
tódico, en síntesis con el logrado y ganado en el primer ciclo, cepto en el primer ciclo, debe fecundarse radicalmente con
la libertad. un segundo concepto, aquel que rige y regula la humanidad
de lo humano, preservándola, dentro del orden de interaccio
nes del sujeto con los demás sujetos dentro de un campo o
II territorio comunitario. Ese principio es, como puede adivinar
se, el principio de la justicia.
A caballo entre el mundo y el sinmundo el fronterizo habi Y bien, esos dos conceptos y principales leyes éticas de la
ta el límite y se halla determinado en su acción y en su con libertad y la justicia son las que, en su precaria y siempre
ducirse por una ley que deja en incertidumbre lo que de ella inestable síntesis, hacen posible la realización de la humani
puede desprenderse como suceso o acontecer. Esa ley es la dad de lo humano, posibilitando en consecuencia el acceso del
ley moral, ese principio que determina al fronterizo como cerco a lo que trasciende, permitiendo que el fronterizo huma
ser llamado a la libertad. La libertad es, por tanto, el prin no se alce de la existencia animal, puramente física, determi
cipio que rige la conducta y la acción del fronterizo y que da nada por la circunstancia (hambre, sed, frío, calor), a la
luz y orientación a su pasión. La materia fronteriza es, en existencia y convivencia en su verdadera patria, que siempre
virtud del principio de la libertad, materia exenta. Puede, en es la frontera.
efecto, «librarse» de su sometimiento a la cadena o a la opre Sólo una comunidad impregnada y fecundada por esa do
sión de la pura y simple indigencia o necesidad. Puede elevar ble ley, construida desde el doble principio de la libertad y
se de una existencia puramente animal. Puede ser algo más de la justicia, puede llamarse comunidad o patria humana:
que un sujeto determinado radicalmente por el entorno (am sólo esa comunidad logra situarse propiamente en el lugar hu
biente físico) con todas sus exigencias duras que obligan a res mano, en la frontera. Sólo esa comunidad es verdadera patria
guardarle de la hostil naturaleza con el fin de no perecer o de del hombre, es decir, comunidad propiamente moderna, co
sobrevivir y perpetuarse a través de la reproducción. El fron munidad crítica, en crisis, en la cual se vive y se convive en
terizo sólo es tal si accede a existir y a habitar en la frontera y desde la libertad y la justicia: en y desde un lugar que no
misma, alzándose del cerco al horizonte donde puede trascen se halla fatalmente determinado por las circunstancias fí
der. O si tiene por patria o comunidad esa frontera en la cual sicas del cerco, ni oprimido por jerarquías de dominación
se alza de lo físico hasta el ser y saberse materia de inteli que ahogan en el puro cerco a la gran mayoría de la pobla
gencia y pasión. ción, o que legitiman su dominio a través de una supuesta
Pero puede suceder que lo humano como tal no se produz- «determinación» cuyo origen radicaría en alguna naturaleza
180 LOS L IM IT E S DEL MUNDO o n t o l o g I a t r á g ic a 181
del otro Mundo (Dios o Patria Eterna). Sólo si la libertad y es, en efecto, el concepto ético moderno, la categoría ética de
la justicia se producen en síntesis, regulando la convivencia la modernidad crítica en crisis. Su acuñación constituye un
y la interacción entre los sujetos que habitan la frontera o evento filosófico de inmensa radiación, acaso el más trascen
límite, sólo entonces se produce la humanidad de lo humano, dental invento creador de ese horno forjador de ideas-proble
lo ético propiamente dicho. Sólo en una comunidad así se ma que constituye la genuina filosofía. Esta potente acuña
realiza lo moderno y lo crítico: lo ético en su dimensión ción da a la filosofía crítica kantiana, y especialmente a su
pública, civil, ciudadana, la verdadera ciudad de los hombres. ética, una superioridad radical sobre todas las éticas de la
antigüedad, por mucho que hoy, en el seno de la moderni
dad consumada, de eso que se llama postmodernidad, no po
3. La libertad abstracta sin justicia, la justicia abstracta damos dejar de simpatizar con esas éticas antiguas y paganas
sin libertad: Terra y Antiterra guiadas por la insaciable búsqueda de todo lo que hace bien y
produce felicidad. Por eso mismo no hay en la antigüedad un
concepto trascendental de hombre, es decir, una reflexión ade
I cuada a esa naturaleza paradójica que se sitúa en la línea o
límite y se determina por una palabra o voz que deja en in
La categoría hegeliana de la medida específica (como sín certidumbre el orden del suceder que de dicha naturaleza se
tesis concreta inmediata de la cantidad y la cualidad) permite deriva, determinándose en consecuencia dicho orden del suce
una aproximación bastante adecuada a la categoría ética de der como acción o como praxis, es decir, acción libre.
justicia. En su poderosa teorización sobre este concepto re Lo que dentro de la cultura judaica podría llamarse su
curre Platón, en su República, a las nociones matemático-mu episodio moderno y crítico, es decir, el novum que introduce
sicales de armonía y proporción. Supuestas las diferencias el Cristo y Pablo de Tarso respecto al horizonte de ideas ve-
cualitativas entre las cosas (sujetos), a cada una de ellas co terotestamentarias, significa ya una premonición fundamental
rresponde una específica cantidad, que sin embargo debe de esa idea del ser libre marcado por la incertidumbre. Pero
hallarse en armonía con el conjunto (en el terreno ético pú sólo a partir de la gran reforma religiosa del renacimiento y
blico, la ciudad, la polis), de manera que deben estipularse más aún a través del humanismo (ya en un Pico della Mirán
las proporciones de dicha cantidad en atención, a la vez, a dola, como queda implícito en este discurso) se alcanza la
la cualidad específica de cada objeto y a la genérica cualidad idea suprema de que dicha incertidumbre posee una interior
de dicha totalidad. determinación, exenta respecto a instancias jurídico-teológi-
La justicia, pues, daría con la medida específica o con el cas, eclesiásticas y celestes, que desde el exterior la determi
número propio y singular que a cada cosa corresponde, en nen o la orienten. De hecho sólo a través de la Crítica de la
tanto inserta en dicho conjunto. Sería, pues, respecto a otras razón práctica kantiana se acierta a trasladar esas premoni
fuerzas o virtudes (del alma en su estricta correlación con la ciones míticas, alegóricas o religiosas al terreno de la verdad,
polis), la fuerza o virtud sintética suprema, la que repartiría que siempre es el terreno filosófico, en el cual se depura y se
la específica cantidad de las restantes fuerzas o potencias, de adecúa lo que, premonitoriamente, se barrunta a través de las
manera que pudiesen cada una de ellas alcanzar su estricta sucesivas elaboraciones de la materia figurativa que consti
definición, púmero propio, sin defecto ni exceso. Sería, pues, tuye la religión.
la justicia la que aseguraría el justo medio, el mesótes, esa Pero esa inmensa invención kantiana no se produce casual
noción dialéctica de la Política de Aristóteles que mitigaría y ni azarosamente (nada es azaroso en el origen de las ideas
moderaría los excesos de las diferentes virtudes (sabiduría, filosóficas), sino que responde (en el sentido literal, lingüístico
valor, templanza) y que procuraría llenar sus deficiencias o del término responder, corresponder) a un movimiento his
carencias. tórico en virtud del cual se promueve la implantación radical
Sin embargo ninguna de estas éticas de la antigüedad, grie de esa Orden Formal Vacía, instituyéndose así la libertad
gas o romanas, lograron fecundar este elaborado concepto de como principio del poder, es decir, fecundándose la sociedad
justicia con el concepto propiamente dicho de libertad. Éste toda, convenientemente revolucionada, subvertida, de los prin
182 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
ONTOLOGÍA TRÁGICA 183
cipios formales en virtud de los cuales cada sujeto se eleva
a la condición de sujeto lingüístico, sujeto en plenitud del de como sujeto laboral, en interacción con el cerco, en vez de
recho de enunciar y de juzgar, sujeto con nombre propio, su abstraerlo a puro límite formal qae no asume su condición
jeto que desde ese su propio nombre puede actuar, dándose material o física. Esa revolución será social. En vez de guiar
así, desde la interpretación que su interior determinación le se por la inmediata libertad que hace posible a cada cual se
dicta, expansión y efecto (en forma de suceso) a su propio guir el imperativo de su acción (eso que da lugar a lo que
modo de acoger la ley moral, la orden formal vacía. Frente al Hegel llama sociedad civil, prefigurada en la forma fenomeno-
Anden Régime, en el cual sólo *el Monarca Absoluto accedía lógica del zoológico espiritual), esa revolución tratará por to
a la asunción del propio nombre, a través de eso que Hegel, dos los medios de hacer terrenas y encarnadas\la justicia y la
genialmente, llama el juicio infinito (el estado soy yo; yo soy igualdad, usando como instrumento o medio de\implantación
el estado), el tercer estado que nace de la revolución y del de esos principios éticos comunitarios el viejo y caduco «po
terror (tercero con respecto al doble modo de presentarse lo der del Estado» que, antes de cualquier revolución, se hallaba
despótico o lo inhumano, el salvajismo de la pura fuerza de en dialéctica jamás resuelta con el principio burgués o cívico
las armas y la barbarie moral de la conciencia esclavizada al del «poder de la riqueza». De hecho la primera revolución se
principio de autoridad, es decir, a lo heterónomo), implanta concreta y materializa en el lema «¡enriqueceos!», ccmo modo
e instituye la libertad como principio. El espacio propio y en el cual se da materia y concreción reql-histórica a la Orden
adecuado a esa institución, el espacio o territorio físico que, Formal Vacía. Esta segunda revolución, la de la justicia, re
con mejor ajuste, promueve y propaga la semilla de esa liber voca ese principio y con él la misma idek radical de libertad.
tad formal lo constituye el infinito espacio sin fronteras de Convierte a todo ciudadano en sujeto iiserto en el nuevo Le-
un Continente Nuevo en el cual será, a través de los siguien viatán, el que surge de la revolución soc al, o bien dobla cada
tes siglos, la libertad señuelo y emblema propio y diferencial. sujeto físico de una sombra estatal, fuicionarial, que lo su
Por eso la verdadera revolución ciudadana o burguesa, esa que pervisa y controla. La libertad del sujeto es atropellada en lo
trae la libertad formal, tiene en Nueva Inglaterra su territo más hondo.
rio sin fronteras. Esa doble sacudida revolucionaria promue*, pues, un do
A la letra platónica, aristotélica, griega y antigua en gene ble modo de presentarse e instituirse el orden étk'o dentro
ral, con la cual se escribe, en trazos firmes y vigorosos, la idea del marco de la modernidad crítica en crisis, el dec‘r, dentro
ética de justicia le falta, pues, la embriagadora música moder del horizonte de la posible y difícil síntesis de iMibertad y la
na que entona la libertad. Pero puede afirmarse también, como justicia. O bien aparece la libertad en su monda abstracción,
en seguida se dirá y desarrollará, que a la música moderna, desvinculada de la justicia, guiada por el imperaVo t>*«'nó-
tan determinada por el libre acto creador melódico, le falta mico desnudo de toda mediación social, o bien aparece la jus
el principio de armonía y medida justa que constituye el co ticia en su nuda abstracción, exenta y libre de libeitad, guií?"
rrectivo ético al que presto atención en este segundo ciclo. No da por el nuevo Leviatán que hace abstracción alsoluta de
puede sorprender entonces la reacción moderna a esa liber toda cualidad diferenciadora. Resulta de todo ello ina recaí
tad formal, vacía, que se vuelve libertad abstracta si no se da en versión moderna en lo que en este /novimíento llamo
halla moderada dialécticamente o materializada en la justicia. la inhumanidad, lo inhumano. Éste asume,¡pues, ios formas,
Dicha reacción es, desde luego, también, inicialmente, revo dos modalidades, verdaderas sombras de lo ético, .'iodos mo
lución y subversión: movimiento histórico en virtud del cual dernos en los cuales se reproduce o retorna Jo qui hiere al
se alza en armas todo lo que queda en sombras, como residuo animal fronterizo, a la materia de pasión e inteligemía, en su
y como negación, o como resto, del trabajo histórico de la entraña misma, haciéndole decaer de nueyi <20/el seno del
burguesía en el poder. Esa nueva forma de institución ética puro cerco, en la conducta inhumana. Pues la no realización
revolucionaria se producirá, en consecuencia, en nombre de sintética de las ideas o principios ético de a liberad y la jus
la justicia y la igualdad, pero una igualdad no abstracta sino ticia impiden la realización consumada de Ja humaridad de lo
material, concreta, determinada por el carácter físico del ser humano.'Como en seguida se verá, lo inhuman/se prsenta, en
fronterizo humano, definido como sujeto de necesidades, o la sociedad gobernada por la libertad sin justpá. cono salva
jismo (reaparece éste en la modalidad dé p salvóje moví-
ONTOLOtiÍA ln A l.U A 185
184 LOS LÍM IT ES DEL MUNDO
telúrico de valores, usos, instituciones y expresiones simbó formal de todos los territorios, cuyas diferencias son tolera
licas en las cuales se da cauce ejecutivo a los principios éticos das a partir de una ilustrada consciencia arqueológica o his-
(y estéticos) superiores. Pero en tanto la desatada libertad toricista. De hecho las «nacionalidades» subsisten, pero desde
(económica, sin justicia) se impone sobre la sociedad y su te el poder se las reconoce tan sólo o se las tolera con visión
rritorio, convierte a aquélla y a éste en materia prima al ser antropológica.
vicio del movimiento autónomo de las fuerzas económicas Terra y Antiterra son los amos de nuestro mundo moder
que entonces se desencadenan. Desde luego rompe la burgue no en crisis: y lo son en razón de sus desmedidos territorios
sía, en su revolución, toda frontera, como genialmente narró sin fronteras, los más aptos para que se realice la fuerza des
Marx en el Manifiesto comunista, desacralizando y desmitifi pobladora y desertizadora del «poder de la riqueza» (en Te
cando la idea misma de tierra, patria, ciudad, pero al duro rra, patria del dólar) y del «poder del Estado» (en Antiterra,
precio de una general desertización de toda tierra, convertida la patria del Trabajador). Sólo dos grandes espacios sin fron
en materia prima. En este sentido el capital salvaje es siem tera, o cuya única frontera es el espacio opuesto y gemelo
pre personificación de la terrible figura del despoblador. Su (ambos se «rozan» en el siempre probable beso de Bering),
función consiste, como sugieren agudamente Deleuze y Guat- permiten la realización de todas las potencialidades de un in
tari en el Anti-Edipo, liberar flujos a partir de una general de menso territorio convertido en materia prima.
sertización del cuerpo lleno de la tierra.
Pero el misipo carácter siniestro puede advertirse en el
otro extremo de la tierra (para decirlo en términos de Nabo- III
kov, en Antiterra). Allí el despoblador es el propio Leviatán,
quien «dice» realizar la sociedad de la igualdad y la justicia, Los principios éticos son dos; uno cobrado en el primer ci
pero desde luego al alto precio del radical vaciado de toda di clo del método, la libertad; otro en este segundo, la justicia.
ferencia étnica, que sin embargo subsiste y resiste, ya que An La humanidad de lo humano y la pertinente ocupación del
titerra constituye el más extraordinario (y espeluznante) ex territorio fronterizo —y su consiguiente colonización fisco-
perimento de «conjunción de pueblos» que ofrece el mundo metafísica— se produce en todo rigor, o como ideal de la ra
moderno, una genuina realización o logro de ese «forjador zón pura práctica, en la cumplida síntesis concreta de ambos
de estados» que fue magistralmente pronosticado y pensado principios, cuya concreción significa su implantación e insti
por Nietzsche en la Genealogía de la moral. De hecho lo que tución en un determinado territorio físico-metafísico, es de
en verdad se constituye no es la sociedad de la igualdad (o cir, en una patria, con su peculiar modo singular, diferencial,
sólo como igualdad en un nuevo régimen de opresión y escla específico de materializar palabra y orden en forma de lengua
vitud) sino la articulación política de ese conglomerado, al je propio, usos e instituciones específicas, modos propios de
que se da forma mediante el sistema neozarista. encarnar el edificio legal que da materia a los ideales de jus
Por consiguiente, el mundo moderno ofrece como imagen ticia y libertad, y por último con sus formas específicas de
dual, polar, la de una sociedad gobernada por la libertad sin exponer en formas, figuras, trazos, modos rítmicos y escenas,
justicia (ni compasión), en la cual, bajo el señuelo ético de la con su pertinente dimensión simbólica, lo que desborda y
libertad, se «llama» a todos los oprimidos de la tierra para trasciende.
que recalen en ese espacio sin fronteras y configuren allí o Los amos del mundo, los señores de esta tierra nuestra
reconstruyan sus propias etnias, sacrificando entonces dos o que existe en el marco u horizonte de su fin final, la moder
más generaciones hasta producirse la integración en esa má nidad crítica en crisis, usan como señuelo los propios prin
quina conformadora y uniformadora que arrojará, como re cipios fecundadores del mundo moderno, la idea moderna
sultado, la americana clase media, y el de una sociedad gober de libertad sin fronteras y de justicia social, pero de un modo
nada por la justicia sin libertad (en la cual, desde luego, unos tan unilateral y abstracto que, en su afirmación de uno de
son más iguales que los otros), y cuyo señuelo ético «comu ambos principios se deja siempre al otro en sombras, subra
nista» está al servicio de la razón de Estado de una única e yándose la libertad a costa de la igualdad y la justicia (o bien
indiscutida Patria Socialista en la que se alcanza la igualdad redefiniéndola en el modo hipócrita de hablar acerca de «igual-
ONTOLOGÍA TRÁGICA 189
188 LOS L ÍM ITES DEL MUNDO
dad de oportunidades», que desde luego sólo rige como prin que llegue a ser ese simulacro de privacidades asociadas. Por
cipio de igualdad en el supuesto de que el sujeto sea blanco tanto, el pobre no puede menos que ser un potencial delin
de piel, anglogermánico y, en lo posible, protestante y desde cuente. Y hará bien la sociedad de las Buenas Gentes en
luego de habla inglesa) o bien atropellándose la libertad en vivir en auténtico estado de alerta respecto a ese verdugo del
nombre de lo colectivo y del ser social (o del carácter bur sistema que es el pobre. Con el fin de que no haya lugar a
gués y privado de toda «intimidad» del sujeto). Este nuevo dificultad en su localización o fichaje, bastará una simple
Leviatán social y laboral, que ama lo público y la empresa pú inspección a los caracteres secundarios del objeto, el color de
blica, o que convierte todo emprender en cosa pública, sea la piel, el acento, el sonido de las palabras. Pero con el fin de
un emprender político, económico, cultural o folklórico, termi que no subsista resquicio alguno a la duda, a la incertidum
na sumiendo al ciudadano en la más sórdida y siniestra sole bre, el territorio mismo se parcelará y acotará, de modo bien
dad, sin que siquiera le queden restos de memoria y fidelidad espontáneo, en cercos estrictos, en ghettos, sin que sea nece
a sí mismo y a su alma pasional e inteligente. No puede sor sario, como sucede en Antiterra, colocar en cada demarcación
prender, entonces, que se produzca la paradoja o la justa iro puestos de vigía, aduanas y servicios de orden: éstos se des
nía histórica de que en ese territorio opresivo, todo él some parramarán a través del ghetto espléndido en donde viven las
tido a supervisiones y aduanas fronterizas,'en el que el suje Buenas Gentes, quedando los sucesivos ghettos residuales, o
to corriente es siempre espía potencial, en donde se parte de cloacales, «a su aire», en salvaje libertad. La capital «objetiva»
la inicua premisa de la «presunción de culpabilidad» del ciu de Terra es la expresión misma de la libertad abstracta sin
dadano, florezca, como ética espontánea de reacción y rebel justicia, la realización de lo inhumano en su modalidad sal
día, un existencialismo de la desesperación. Ni sorprende tam vaje, el monumento más exhaustivo y expresivo que levanta
poco que en el extremo opuesto, en Terra, resulte del bel el mundo moderno a la modernidad misma que encarna y
canto entonado a la Libertad abstracta sin justicia, la más de protagoniza: es el microcosmos acabado de todas las etnias
primente nivelación mesocrática de la opinión pública y de y las patrias residuales, reconvertidas en parcelas de territo
las costumbres, usos y consumos de esa sociedad de privatis- rio fuertemente demarcadas unas de otras, aunque a veces de
mos atomizados en la que no hay modo leibniceano de dis modo extremadamente sutil, casi invisible. Todo ese micro-
tinguir una gota de agua de otra, una ciudad de otra ciu mundo, que es salvaje y libre hasta el punto de no ser centro
dad ni un ciudadano de clase media de otro ciudadano de político, esa capital del mundo étnico y del mundo de los
clase media. grandes negocios, forma una orla de nacionalidades que se
apretujan y se empujan unas a otras, la cual rodea, a modo
de corona de laurel roído, el ghetto espléndido que levanta al
IV cielo en desafío la abigarrada vida económica de los grandes
negocios. Ese centro de la metrópolis, su ensanche, exhibe
En el mundo de la libertad abstracta y sin justicia (ni una concentración de símbolos de obscena verticalidad ra
compasión), en ese zoológico salvaje, la Orden Formal Vacía diante, verdaderas catedrales que celebran el infinito cuanti
se materializa en una voz que dice «¡Enriqueceos!» ¡Ay de tativo, o que revelan a la vez lo sublime dinámico y mate
aquel que no cumpla, como un deber impuesto, lo que esa voz mático, el de la fuerza y potencia y el de la constante pro
ordena y manda! Sobre él recae toda la magnitud de la culpa gresión de los grandes números que se apretujan unos sobre
social, pues pudo hacerlo, en virtud del principio formal va otros. Frente a esa orgía de la construcción desatada en li
cío de la «igualdad de oportunidades». Por consiguiente, ca bertad y sin justicia, subsiste la orla de los ghettos en donde,
recer de poder, ser paria, ser pobre es una forma de delito en línea horizontal, como justo contrapunto a la vertical de
social, es ser parásito y vampiro que succiona el erario públi safiante (expresiva de la vacía trascendencia del poder falto
co y que empobrece a la nación, perjudicando a las Buenas de ética, o que se cobra el sacrificio de lo ético en la innegable
Gentes que siguen fielmente el imperativo social, promovien validez estética del conjunto), se amontonan los pobres y los
do, en forma de privada iniciativa, riqueza de la que el con parias del sistema en tenements bombardeados y quemados
junto se beneficia, por muy mancomunado y transnacional por la propia avidez planificada de las Buenas Gentes que en
190 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO
de un horizonte de genuino futuro. Ya en mi libro Filosofía trágico capaz de captar la verdad de esa nada absoluta, iu
del futuro inicié esta reflexión que ahora prosigo. Se trata, dical.
antes que nada, de meditar sobre lo que significa nuestra con Si la filosofía tiene como tarea pensar en ideas la épo
dición posbélica. ca presente (Hegel) y el presente puede definirse en térmi
nos de época o edad como era de la posguerra, se exige de la
filosofía que piense en profundidad este signo de los tiempos.
II Signo que introduce en la historia un novum radical, por
cuanto la guerra que soporta el tiempo presente es, como po
¿Cómo caracterizar esta época nuestra? ¿Cómo debe lla sibilidad que puede en cualquier momento actualizarse, gue
marse la filosofía que en propiedad le corresponde? Con pleno rra absoluta. Mejor llamarla así que europea o mundial. Se
rigor se le llama época de la posguerra. Con pleno rigor, en vive bajo el supuesto y la amenaza de una destrucción total.
efecto: se abre una historia nueva en la que la guerra, lo que Como si al fin se hiciera carne y sangre el concepto maldito
hasta hoy se concebía como guerra, queda sobrepasada. Toda de toda la tradición filosófica poscristiana, la idea o noción de
guerra es una relación social que presupone un vencedor y nada, el ex nihilo del Génesis bíblico, esa nota discordante
un vencido como resultado. Hoy esa estructura ha sido mi que el pensamiento judeocristiano introdujo en la placidez
nada en su esencia. La guerra que hoy se dibuja en el hori serena y acrítica de la virginal filosofía greco-pagana. Como
zonte es absoluta, es guerra absoluta, sin condiciones, sin tér si la nada dejase al fin de ser concepto y se corporizase. Y no
minos relativos: litigio que no arroja, al final, como posibili sólo a título individual, según el espíritu premonitorio que un
dad, ni vencedor ni vencido. Esa guerra es a la vez condición Heidegger había desarrollado en Ser y tiempo, no como hori
trascendental y límite último de toda guerra. Acaso, también, zonte de desvelamiento de la posibilidad radical e insustitui
de toda humanidad posible. Nuestra época es época de la pos ble del existente individual, sino como horizonte de revelación
guerra en un sentido radical y esencial. Y nuestra filosofía de la propia existencia intersubjetiva del hombre y de su ser
sólo puede ser, en una primera aproximación, filosofía de la social. El hongo atómico abre, pues, a la sociedad humana, al
posguerra. A esta filosofía nuestra le es dado pensar ese límite sujeto del segundo ciclo del método (eso que somos) a su
último, esa condición trascendental o absoluto de la guerra, verdad radical. Muestra la inanidad a la que puede, en cual
que en caso de sobrevenir quita espacio a guerra y a huma quier momento, ser conducido. Habla del suicidio como pro
nidad. Hoy puede pensarse al fin, como posibilidad real, en la blema primero de una filosofía rigurosamente social, y no,
muerte del hombre. La filosofía de la posguerra es, por esto, como quería Albert Camus, como problema primero del in
esencialmente trágica: no puede ya dejar de convivir con ese dividuo asocial de todos los existencialismos. Filosofía de la
horizonte final de aniquilación. Hoy el nihil bíblico deja de posguerra quiere decir, por tanto, reflexión sobre eso que so
ser lugar común teológico o sombra perenne del pensamiento mos a partir o desde el horizonte de nada absoluta que abre,
filosófico. La nada ontológica nos atañe a modo de fulgura como posibilidad bien real, bien positiva, el arma nuclear. La
ción cotidiana: posibilidad que está a la vista y a la mano. El pregunta leibniceana, Pour quoi quelque chose et ne plutót
hombre, hoy, no puede ya dejar de pensar en esa nada. La rien?, no es hoy únicamente pregunta técnica del filósofo pro
aniquilación de lo humano es nuestro horizonte. Sobre este fesional, ni siquiera es tan sólo pregunta angustiada del exis
dato insoslayable, empírico, cotidiano, imposible de pasar por tente individual. Esa pregunta es hoy pregunta social, pregun
alto, se construye la reflexión filosófica, que hoy debe ser trá ta flotante en todo sujeto en tanto que ser que somos, en tan
gica, en la medida misma en que ese horizonte de aniquila to que sujeto inserto en un campo radical de interacción. Y es
ción es irremediable. Auténtico factum y fatum de nuestra pregunta cotidiana y periodística, la más obvia y trivial de
era y de nuestra condición de hijos de la posguerra. No po las preguntas de quienes pertenecemos a la era de la posgue
demos dejar de convivir con esa idea de la aniquilación que rra. De este modo nuestra propia cotidianidad se ha vuelto
nos atañe y amenaza. Acostumbrarse a habitar esa idea, cuyo trágica y lo trágico se ha vuelto habitual, familiar, radicalmen
fundamento in re no suscita duda alguna, nos invita a habi te próximo. No es preciso hoy atravesar el entorno intramun-
tuarnos a ocupar el espacio de un pensamiento trágico, lógos dano, suspender todo juicio de realidad sobre lo que se nos
194 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOUlA TKAü ICA IVS
ofrece a la mano o a la vista, rasgar el velo de Maya de nues tal a través de la cual se hace presente la nada), en donde la
tra realidad convivencial para sentirnos acuciados, en la de existencia humana alcanza su verdad común, transindividual
solada soledad de la angustia heideggeriana, por la pregunta e intersubjetiva. Lo que en esa prueba se juega no es tal o
ontológica radical. En la cotidianidad misma aparece o se nos cual individuo o pueblo, tal o cual etnia, nación o Estado,
cruza ese ente tan a la mano y a la vista que es el arma nu sino la humanidad misma captada al fin en su radical unidad
clear. Y nuestra experiencia diaria convive con él como con o, si quiere decirse así, como campo unificado de todas las
algo presupuesto y casi vano. De ahí el carácter desgarrado interacciones. Todo hombre, como individuo o como miem
de nuestra vida cotidiana. Se ha roto el velo hogareño, aquie bro de una comunidad determinada, cuenta con la supervi
tante, de una privacidad que se sitúa de espaldas a la verdad vencia, tras la muerte de ese «campo unificado». Y hasta cui
ontológica. Lo inhóspito, das Unheimliche, ese «siniestro» ab da y procura, pálida pero efectivamente, administrar su pro
soluto que prepara el arma nuclear constituye amenaza coti pia sobrevivencia a través de hijos, herederos, generaciones
diana, dato insoslayable en todo despertar diario. Lo vano y futuras, obras, empresas. Hay en el fronterizo humano, como
lo descomunal se hallan fundidos en una experiencia inmedia supo ya Platón, como he tratado de explicar a fondo en mi
ta que es vanamente trágica. Y la reflexión filosófica, en la libro Filosofía del futuro, un oscuro anhelo que orienta su ac
medida en que sólo puede partir, metódicamente, de lo inme ción y su hacer, su poíesis, hacia eso que le trasciende: un
diato o de la experiencia inmediata, se cierne sobre ese fac- más allá del muro de la muerte, una «otra orilla» en donde
tum o fenómeno que es, para nuestra época, fatalidad, destino el ser que soy (yo mismo) se recrea en hijos y en nuevas gene
histórico. Encuentra como cosa familiar un comprimido de raciones. Pues bien: esa dimensión del anhelo y de la poíesis,
sustancias en descomposición radiactiva. Se cruza con ese esa proyección del ser más allá de la propia muerte, eso que
objeto familiar, ya sea a través del periódico o de los medios hace del fronterizo humano algo más que un puro «ser para
de comunicación, o a través del discurso y charla común con la muerte», eso que define al fronterizo como ser para la re
el vecindario. Dicho objeto nos pertenece, es pertinente a creación, esa dimensión y «voluptuosidad del futuro», para
nuestra experiencia. Pero a la vez, en su dialéctica, se mues decirlo al bello modo como Nietzsche explícita el horizonte
tra revelador de la absoluta im-pertinencia. La imbricación de la «tercera metamorfosis del espíritu», todo ello queda se
de lo familiar y de lo inhóspito, entrevista por Freud en el ria y profundamente conmovido, conmocionado, a partir de
propio lenguaje, en su análisis de lo siniestro, halla en el arma ese dato factual de nuestra época que constituye la amenaza
nuclear su explosiva fusión e indistinción. Desde ese instante, nuclear. La posibilidad de que no haya en absoluto más hu
la analítica de la existencia, de la cotidianidad, del factum co manidad abre la reflexión sobre la existencia a un nivel mu
mún y «de término medio» del ser ahí debe modificarse radi cho más hondo que aquel —relacionado con la muerte indi
calmente. Lo más común, lo más inmediato, se revela ligado vidual— en donde quedó confinado por los excelentes análi
y religado a lo absolutamente extraño, inhóspito, inquietante. sis al respecto de Heidegger en Ser y tiempo.
La nada nos anonada, mal que les pese a lógicos y gramáticos
puristas. Y la vida humana alcanza así, forzosamente, edad
adulta y temperatura trágica. Pensar la posguerra implica, III
pues, primero de todo, pensar en profundidad la guerra. Pen
sar, en particular, el salto cualitativo que se produce cuando La historia de ese sujeto que soy y somos, con todo su le
se desborda el marco limitado y particularizante de la guerra gado de tradiciones, en cuya memoria viva se asientan inicia
convencional y se insinúa, en el horizonte histórico, la posi tivas y proyectos, esa síntesis de pasado, presente y futuro
bilidad, acaso la existencia y la necesidad, de la guerra abso que constituye el ser que soy y el ser que somos, todo queda
luta. Absoluta en la medida en que implica y compromete al comprometido en su raíz esencial ante el virtual futuro de
«espíritu del mundo» (Weiltgeist), concepto hegeliano que en extinción que proyecta sobre el horizonte el arma nuclear.
esta prueba halla su revelación y su legitimidad. Es, precisa De ahí el carácter revelador, apocalíptico, febrilmente lúcido
mente, en esa prueba (en la que el hombre como ser social de nuestro ser histórico encarnado hoy, de nuestro ser pre
juega absolutamente su ser con referencia a una amenaza to sente, de nuestro ser de posguerra. Todo presente es, para
196 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOUÍA THAo ICA w
decirlo en terminología heideggeriana, presente (temporal): vorín en perpetuo estado de latcncia que es, uetuiilmcntc,
modo de presentarse el ser. Todo presente es presente (dá nuestro mundo. Ese horizonte de amenaza y terror nos cons
diva, regalo, entrega): modo en el cual se entrega el ser. tituye. Y si Hegel veía, con razón, en la experiencia del terror
¿A quién se envía? ¿Cómo se determina, cómo aparece o se la disolución de todo lo que es sustancial y cosiíicado, el
muestra eso que se envía? ¿Quién envía, quién es el sujeto, el mundo social configurado por principios atávicos y consuetu
«se» que envía o hace la entrega? Somos nosotros mismos los dinarios, hoy puede afirmarse que sus análisis sobre la Revo
complicados y comprometidos con el envío; en algún sentido lución Francesa adquieren un sentido que compromete hasta
los enviados. Somos nuestro presente y podemos decir «pre los últimos entresijos del Weltgeist. Hegel pensaba que en la
sente» respecto a eso que somos. Y eso que somos es: seres experiencia de la revolución y del terror se disolvía absoluta
de la posguerra, sujetos fronterizos postumos en quienes se ha mente todo el orden sustancial en el cual el sujeto prerrevo-
hecho patente la posibilidad futura de un horizonte absoluto lucionario (el sujeto del Anden Régime político y metafísico)
de extinción, de nada. Somos «presentes» arrojados sobre ese se reconocía y se captaba a sí mismo. El orden intramundano
fondo de posibilidad que se proyecta en el horizonte futuro de los objetos (a la mano, a la vista) quedaba, en esa experien
como ausencia radical de lo que somos, muerte del hombre, cia de la revolución y del terror, radicalmente atravesado y
fin definitivo de todo ser, decir, pensar y proyectar humano. disuelto. O para decirlo hegelianamente, superado, sobrepasa
Y esa posibilidad no depende de algún rayo divino, de algún do, aufgehoben. El objeto trascendente en el cual se recono
inmisericorde vuelco en la providencia del Dios creador del cía una de las mitades de la consciencia desventurada, o «es
mundo de la nada. Se nos ha dado como posibilidad futura, píritu extrañado de sí mismo», lo mismo que el objeto inma
abierta por nuestro modo de ser presente, la de extinguir ra nente en que se reconocía la otra mitad, perdían su carácter
dicalmente nuestro ser, la posibilidad de un suicidio a escala de soporte y de sustento de la subjetividad. Se hundía y se
de especie, algo cualitativamente distinto de un mero genoci iba a pique tanto el «mundo de la fe» como el «orden de la
dio. Ese futuro siniestro está literalmente en nuestras manos. utilidad». Y de esa general aniquilación de «todas las cosas»
De todos es conocido el modo, el procedimiento, el automa emergía un sujeto puro, libre y trascendental, desligado de
tismo a través del cual se realizaría lo siniestro absoluto. Ese todo lo empírico y factual, que en la Revolución y en el Te
futuro posible nos obliga y compromete a responder. Res rror expresaba su abstracta voluntad. Hoy esa abstracción y
puesta a la pregunta radical, ontológica y trágica: Pour quoi esa pureza, esa trascendentalidad, está alcanzada a niveles
quelque chose et ne plutót ríen? El arma nuclear es el factum más hondos y metafísicos. El hombre, como hombre, en su
de nuestra fatalidad, destino histórico. Y es también y por radical desnudez, el hombre como sujeto de la frontera, es
lo mismo el fenómeno en donde se documenta y en donde decir, de un absoluto campo unificado, es lo que aparece esen
arraiga nuestra ontología trágica. En esa experiencia ya coti cial, sustancialmente intimidado por la amenaza nuclear.'En
diana de la posible extinción total halla la ontología trágica mi libro El lenguaje del perdón está analizada y determinada
su base empírico-trascendental de naturaleza histórica y te- esta dialéctica, cotejando de modo interpretativo los análisis
leológica, su premisa metodológica histórica, la siniestra ilu hegelianos. Pero en realidad es de nuestro presente de pos
minación que muestra el camino o methodos por el cual po guerra de lo que, indirectamente, estoy allí tratando. Lo que
demos transitar filosóficamente. La filosofía primera halla en en dicho libro llamo sujeto posrevolucionario es el sujeto pos
ese dato su raíz en la conciencia común y cotidiana. bélico que en esta meditación voy definiendo. Y la moderni
La guerra absoluta revela el fondo de inanidad desde el dad, pensada por Hegel, que en esa obra voy cercando, es jus
cual y con referencia al cual se crea y se recrea el precario tamente esa época del mundo en la que, en su último y con
ser del ser humano. No es el rayo divino, la mano invisible clusivo episodio, abre el ámbito de la absoluta desustan-
de un Dios plenipotenciario cuyo libre arbitrio se hallase tan ciación. Puede, pues, pensarse como frontera última y fin fi
sólo limitado por la razón de su voluntad inconmensurable; nal negativo del ser que somos.
no es, pues, algo externo y trascendente lo que, hoy por hoy, El concepto propio y adecuado de la modernidad, antici
se vive como amenaza, sino un fortuito estallido de efectos pado por Descartes, pensado en profundidad por Kant, puri
bélicos en cadena que inflamen la malla potencial de este pol ficado por Husserl y Heidegger, es el Sujeto Trascendental.
198 LOS L ÍM IT E S DEL MUNDO ONTOLOUÍA Tu AOUA ivu
Dicho sujeto alcanza su verdad y su concepto adecuado cuan Hegel alcanza su encarnación y la consumación de su absolu
do logra diferenciarse radicalmente del «sujeto empírico» y ta pureza trascendental y de su nuda abstracción en lo que
de la referencia de éste al «mundo real». La filosofía tradicio hoy puede determinarse como sujeto posbélico.
nal partía del supuesto, ingenuo, realista, de una ligazón no En razón de este horizonte posbélico lo que está en juego
pensada, no cuestionada y no dudada, entre sujeto empírico y hoy no es tanto la emancipación del sujeto respecto a la natu
realidad, entre «alma» y «ser». La filosofía moderna se carac raleza o a lo divino cuanto el ser mismo del fronterizo hu
teriza por una crisis de desconfianza respeto a ese circuito mano. Lo que puede extinguirse o destruirse es el ser mismo
tradicional confiado. Se inicia reduciendo a «opinión» esa cap en su modo de hacerse presente al fronterizo humano. El pro
tación ingenua de la «cosa» por parte de una subjetividad blema de la libertad, problema primero de toda la filosofía
receptiva y derivada. Se inicia poniendo en duda todas las moderna, debe ahora plantearse en y desde el horizonte radi
«ideas» procedentes de esa modelación del alma y su razón cal y último del ser en tanto que ser. Y esta cuestión no es
por parte de las cosas. Y confía y espera hallar, en el movi entelequia profesional sino acuciante cuestión en el orden
miento mismo de la duda, un comienzo firme y absoluto que de las prioridades ontológicas y políticas. Lo que está en jue
permita inaugurar metódicamente el saber, la ciencia. Ese co go, hoy, lo que está amenazado de extinción, lo que pende
mienzo lo constituye la evidencia respecto a la realidad del de la maroma de una afirmación o de una negación absolutas,
propio sujeto, del yo pensante descubierto como soporte y es la cuestión de ser. De ahí el carácter urgente y radical de
supuesto del propio movimiento de la duda. De esa autocap- esa cuestión, que es la más cotidiana de las cuestiones, cues
tación del Yo deriva, pues, la posibilidad de expansión del tión de la que inevitablemente deriva una ontología que es
saber. inmediatamente política. O si quiere decirse así, una política
Los grandes pensadores de la modernidad tardía, de Hegel ontológica radical.
a Marx, de Nietzsche a Heidegger, prueban el vigor de su re El fronterizo humano se comienza a saber hoy, desde el
flexión en haber cercado, con circunspección, pero con ener advenimiento de esa prueba, ligado al ser, libre en la medida
gía decidida, esta verdad letal del sujeto en interacción, o del misma en que deja en libertad al ser, procurando su propio
ser que somos, esta mutación de los diversos y particulariza devenir, su propio recrearse y variarse a través de cada ente,
dos «espíritus del pueblo» (Volkgeist) en un único «espíritu y de modo peculiar a través de cada singularidad humana. El
mundial» (o campo unificado) que se constituye cuando la «lu cuidado del ser pasa a ser, por tanto, la raíz prioritaria de
cha a muerte» rebasa el marco limitado de los individuos y toda filosofía sensible a lo específico de nuestra condición
las naciones y se plantea a escala mundial y planetaria. En de seres de la posguerra. Y la ética, lo mismo que la filosofía
Hegel la «lucha a muerte» es la insoslayable condición de política, debe derivar su fuente de inspiración radical de esa
constitución del sujeto, de la «autoconsciencia». De ahí que cuestión primordial. Se es libre en la medida en que se deja
sea en la figura de la Revolución y el Terror donde se consti en libertad al ser, en la medida en que se cuida su propio
tuye, desde esa «guerra de todos contra todos» generalizada, juego: el inocente devenir en donde el ser se crea y se recrea.
el sujeto absoluto, el sujeto incondicionado, el sujeto sin de Nos vamos habituando ya, desde finales de la segunda gue
terminaciones concretas, particulares, empíricas, como pue rra mundial, a vivir y habitar en el espacio lógico-trágico de
den ser las esferas de la familia o de la sociedad civil. Un la posguerra, en tanto sabemos, como el narrador de Moby
sujeto absoluto que, por esa razón, es abstractamente libre. Dyck, que desde ese instante en que compareció en el hori
Sólo en esas figuras se alcanza, en toda su pureza trascenden zonte cotidiano el arma nuclear, «vivimos cada uno de nues
tal, la subjetividad, desligada del sujeto empírico, porfiada tros días como si nos los hubieran regalado». En realidad so
mente buscada como a priori y fundamento del conocer y del mos ya supervivientes. Lo cual no es decir, necesariamente,
obrar por las Críticas kantianas: núcleo del que deriva la cé nada negativo, pero sí algo trágico. Sobrevivimos cada día a
lebre deducción trascendental de las categorías. El sujeto ga la amenaza absoluta y sabemos que nuestra existencia, en
nado en las experiencias «políticas» de la Revolución y del Te tanto que existencia fronteriza humana, puede extinguirse
rror es, por ello, punto de apoyo aperceptivo de todo conoci cualquier día. 0 que un día podemos no despertar más al ser
miento y fuente de toda acción moral. Ese sujeto pensado por ni nombrar ya más lo que se nos ofrece como presencia. Pue-
200 LOS LÍMITES DEL MUNDO
ONTOLOOÍA l l l AUI' A fiil
de suceder que ese faro en medio de la tiniebla de la razón mún cuando hay amenaza. La ontología icvlntt Imy ntinili’
se extinga definitivamente. O que esa peculiar luz que somos res de reflexión de urgencia ante la amcnu/.a. No Inquiría an
en medio del carrusel de los millones de galaxias y amonto razón de una indeterminada angustia del individuo que n
namientos de galaxias se extinga definitivamente. Nuestra li reconoce mortal, sino a partir de una muy determinada an
bertad, nuestra responsabilidad individual, étnica, nacional, gustia, generadora de terror y espanto aciago, respecto a la
se vuelva secundaria respecto a esa responsabilidad de seres muerte. Pero no la muerte de «aquel que en cada caso soy
de la frontera. Lo que en ello está en juego es el ser o no ser yo mismo», sino la muerte del sujeto de ese «campo unifica
mismo de nuestro modo de habitar esa frontera. La cuestión do» al que puede llamarse humanidad. El arma atómica es
hamletiana se implanta en el corazón de nuestros cerebros el factum que inaugura un nuevo régimen histórico y ontoló-
como cuestión primera, fundamental, insoslayable. Y esa cues gico. La ontología tiene hoy en ese factum su punto de apoyo,
tión es, ni más ni menos, la cuestión trágica, la cuestión on- su base empírica, su documentación y su prueba: eso es lo
tológica radical. En nuestra época se puede establecer la ine gravísimo y lo que da que pensar; eso en lo que todavía no
xorable y radical intrinsecación entre tragedia y ontología. se piensa en sus radicales implicaciones.
Lo que Holderlin dice del poeta vale también para el filó
sofo: su oficio es el más fácil e inocuo, el más superficial e
inocente, y a la vez el más peligroso, el más arriesgado, el que
requiere mayor valor, mayor compromiso. Hace referencia a
algo tan vacío, tan irrisorio, tan próximo y extraño a un tiem
po como el ser, eso que se nos cuela en cada enunciación
verbal a modo de cópula o que nos ataca cada despertar, cuan
do renacemos a la vida después de algunas horas de reposo
y olvido. Por eso nada resulta tan extraño, tan sorprendente y
milagroso como eso, el hecho de ser. Y nada resulta tan atroz
y descomunal como la muerte. Porque la muerte nos roba el HK
ser, lo más próximo y lo más querido.
Í ||
La filosofía, lo mismo que la poesía, la música y algunas ¡i'.
otras ocupaciones esenciales, sólo tiene sentido si constituye r
algo más que una simple profesión (en el sentido calvinista
del término). Es una profesión en un sentido radical del tér
mino profesión, ese en el cual se retrotrae a vocación, es de 1
cir, llamada. No existe filosofía «profesional» sino tan sólo
- Hí.
vocacional. Y eso que llama es el ser. Por eso la filosofía es,
hoy, inmediatamente política. Hace referencia a lo que más
necesita protección, a lo que debe ser máximamente cuidado :
y custodiado: el ser. Hoy no vivimos ante la simple amenaza ■i $
de una amnesia respecto al ser. Vivimos en la perpetua ame
naza de una extinción abrupta de nuestro ser, el humano, el i t
de la frontera que el hombre habita y protagoniza. Hoy la ■
solidaridad respecto al problema del ser no necesita revela
ciones oraculares para suscitarse; basta ojear cualquier pe e
riódico para que entre en todos nuestros sentidos la ontolo
gía. Hoy la política sólo puede ser ontología, y la ontología,
política. ;; ■>
La ontología se aviva en la consecuencia cotidiana y co-
TERCER CICLO
ESO QUE ES
I n t r o d u c c ió n
Tal proposición es la proposición ontológica que a lo largo del en crisis (sujeto, en consecuencia, de esa modernidad en cri
discurso del método se ha ido determinando. Dicha proposi sis), esa ontología que aquí desarrollo y en la cual doy justa
ción dice lo que es, eso que es: enuncia lo que aparece. Pero culminación a toda mi tarea filosófica hasta el momento, de
lo hace siempre con referencia al ámbito de lo que no puede berá medir sus fuerzas y confrontarse con otras propuestas
darse ni suceder como experiencia, ámbito de lo imposible o ontológicas, aquellas que directamente pueden competir con
del sinmundo. El desarrollo de esa proposición es la ontolo- ella, propuestas monistas que ahogan la dimensión trágica del
gía, la palabra o razón (lógos) que enuncia lo que hay y se ser y del límite del ser, o que reducen la diversidad dispersa
revela. del horizonte plural del ser en un único modo de decirse el
Por consiguiente, este ciclo despliega y desarrolla una on- ser o de mostrarse.
C'tología que responde a la^naturaleza anfibia de ese ser que Por consiguiente, este discurso ontológico deberá criticar
Í
\iiábita el límite o frontera. Desvela la ontología pertinente a y refutar las más potentes propuestas respecto a lo que hay
C 'dicho ser: la qu&-resulta~dííqjro£H©--rec<^ridQ-4eL_m£todoT o a lo que se muestra: la construcción lógica del mundo pro
jEsa ontología no hace sino explicitar lo que es a la luz de lo piciada por Hegel; construcción en la que el concepto absor
/ Que sov o somos. Dice lo que-es-a-partir~de-fa-expeEÍftnriiL.qiie be la totalidad sustancial hasta realizarse como Idea absolu
los habitantes del límite hacen con lo que excede v deshorda ta, cuyo despliegue es naturaleza y mundo humano; o el
dicho-límite y con lo que éste deja dentro; como oorco físico encierro dialéctico del ser en la palabra o poema que dice de
o mundanor-Es, pues, una ontología tráeica v dualista, pn_la él lo que se revela o muestra (a través de la obra artística y
cual se abre un doble ámbito en donde se aloia el mundo y del decir poético-metafísico), tal como se desprende de la on
el sinmundo, doble espacio que se diferencia y articula en el tología heideggeriana.
extremo: "esos dos ámbitos sólo se-rozan en la frontera. Una |
frontera que, a través de la pasión y de la palabra, trasciende)
el cerco hacia el exceso y trae o atrae ese excedente a través
de símbolos con los cuales expone la cosa o lo inconscienjeA 1. La proposición ontológica: su despliegue
Esa ontología es trágica en razón de ese desgarro del ámbito
entre un cerco y un exceso. Esa ontología es trágica porque 1. Naturaleza es el conjunto de todo lo que puede darse.
trágica es toda materia animada de pasión y de inteligencia 2. Mundo es el conjunto de todo lo que puede experimen
lingüística. tarse.
En virtud de la asunción de la cláusula metódica de la in 3. La naturaleza define todo lo que hay. Es el conjunto
tersubjetividad, esamntología dualista abre o revela un ámbi absoluto de todo lo que hay.
to plural de/múltiples modos de afrontar la línea o límite, o 4. Lo que hay rebasa cuanto puede experimentarse.
de dibujar con su propia existencia la línea de la vida en la 5. El mundo presupone la naturaleza. Ésta precede al
frontera- -tantos modos como habitantes fronterizos en in-_ mundo. Sólo llega a ser mundo si puede ser experimentada.
teracción dentro de campos o territorios compartidos. colnT 6. Sujeto es el lugar de toda experiencia posible. En tor
nizados a través de formas, figuras, trazos mediante los cua no a él se constituye un mundo.
les se expone en forma simbólica lo que desborda o trascien- 7. Hay tantos sujetos como mundos, es decir, modos de
dtn_Esa ontología dualista es, pues, la que hace posible un experiencia posible.
modo plural radical de conjugar el ser o lo nouménico, un 8. Sólo tenemos noticia de la existencia de un único mun
pluralismo oníológico radical. do, al cual todos los distintos «mundos» (que se han ido re
Esta ontología dual, trágica y pluralista, que evita toda corriendo a través del método) se hallan referidos, cuyo suje
contaminación de categorías lógicas con las cuales pensar o to es la materia de inteligencia y pasión.
nombrar mundo y sinmundo, que distingue radicalmente dos 9. Lo que hay se da en el modo del suceder. Lo que hay
ámbitos que sólo en la frontera se dan cita, esta ontología es todo lo que puede suceder. Naturaleza es el conjunto de
que corresponde al habitante de la frontera cuyo mundo his todo lo que puede suceder.
tórico se abre dentro del horizonte de la modernidad crítica 10. Si lo que puede suceder llega a ser experimentado se
206 LOS L IM IT E S DEL MUNDO u n io l u u I a ik Ao i c a 207
configura un mundo. Mundo es todo lo que puede darse o 26. Lo que no puede typerimentarse por la materia de
suceder como experiencia. inteligencia y pasión es el ámbito del sinmundo, ámbito al
11. El suceder es la categoría verbal que constituye el co que dicho sujeto, sin embargo, se halla radicalmente referido,
mienzo absoluto de cuanto pueda decirse respecto a lo que a través de la inteligencia y a ttavés de la pasión.
hay (de toda ontología). Su correlato nominal es el suceso. 27. El sinmundo es lo que nunca puede aparecer, es de
12. A lo que sucede debe llamarse suceso. Eso es lo que cir, lo que no puede darse a experiencia.
es, del mismo modo como el suceder es ser. 28. El sinmundo es lo que se ocuvta siempre, aquella re
13. El verbo y el nombre constituyen, en el lenguaje de gión o reino del que no puede nada decYvse, ni puede habitar
la materia de inteligencia y pasión, las recreaciones poéticas la materia de inteligencia y pasión. Ésta nL puede intervenir
(es decir, lingüísticas) del suceder y del suceso. allí ni nada puede hacer. Nada sabe tampoL, respecto a si
14. Lo que hay es todo lo que puede suceder: el conjun ese lugar está vacío u ocupado por «naturales del Otro
to absoluto de todos los sucesos que pueden darse. mundo».
15. Al conjunto de todos los sucesos que pueden ser ex 29. El sinmundo puede ser pensado y nombrado -orno
perimentados debe llamársele mundo; hay tantos «mundos» origen y como fin: lo que rebasa el límite o la frontera
como órdenes del suceder u órdenes de sucesos. todo suceder.
16. Desde la materia de inteligencia y pasión pueden de 30. Natividad y muerte son los límites del ceri o de lo que
terminarse tres órdenes de sucesos: sucesos físicos (dentro puede darse o suceder. Todo suceso tiene en el nacer y el mo
del cerco), sucesos pasionales, sucesos de la inteligencia lin rir su estricto límite y frontera.
güística (proposiciones). 31. Nada es posible referir respecto a ese día antes o a
17. Al orden de suceder de la materia sin emoción y sin ese día después. Nada sabemos del «primer instante» de la
palabra debe llamarse el orden de suceder físico (dentro del «creación» del universo. Nada sabemos respecto ál reino de
cerco). las sombras en donde habitan los muertos.
18. Los tres órdenes del suceder se producen en síntesis 32. La categoría que permite concebir lo que hay, es de
en la materia de inteligencia y pasión. cir, el suceder de los sucesos, es la categoría de finitud (tiem
19. Al lugar en donde ocurre el suceso físico puede lla po-espacio marcado por la finitud).
mársele cerco físico. 33. La tautología y la contradicción constituyen los lími
20. La materia específica de la materia de inteligencia y tes absolutos de todo cuanto puede suceder o darst, indepen
pasión es lo que, en rigor, debe llamarse cuerpo-y-territorio. dientemente de que pueda o no experimentarse.
21. En el cucrpo-y-territorio se inscribe o se instituye la 34. La tautología y la contradicción ocupan el1lugar del
materia de inteligencia y pasión. límite o la frontera misma de lo que puede darse d suceder.
22. A diferencia de la materia simpliciter, la materia de Determinan también negativamente todo lo que puede decir
inteligencia y pasión desborda el cerco físico y se halla refe se: son el límite y la frontera misma del decir.
rida a lo que trasciende naturaleza y mundo. 35. Se puede hablar sin contradicción, sin incurrir en sin-
23. La pasión y la inteligencia están referidas a lo que KcntidfjH, de Jo»; im ible» hubilunlva (Id tjnmiliulo, de Ion »un
sucede; lo mismo el lenguaje. Pero asimismo se hallan refe leu titula sabemos, J
ridos a lo que nunca jamás puede suceder como experiencia Mi, Se pueden deíinli Jim nilejjni JuMned nnle Jipi i ind»"<
a \o imposible.
^ cueúe sicscjir u rrtTvgni- sea pensadle el ámbito del sinmundo,
ii' na» m Tsrecü ti 37. La experiencia de la materia de i|iteU$cueu s pasión
—-2 ' XOi T3TTH213 ——-Jl-sll 1' \Tn1. ií Zit VjUl se Ccrxrrxrx por la orcl-t oxcrcncTa i XX tobVe jc'.b -
qus cam racucs. TU TO£- sa el cual o ere lugar el sácere: ce tecos os succ^. - .. •
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POT X XI. -erra ce mteageica. -y ■ce.. U- amrvn: oe_ samuro:.
pasión. La matena oe inteugeneu \ pasiin habUA \a U\m\Wia
, misma entre esos dos ámbitos; es la lint» o limite que dit.