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1) INTRODUCCIÓN
Lo que la globalización pretende es una expansión ideológica, un proyecto socio-político-
económico a nivel planetario (y es que las ideologías conllevan modelos sociales, económicos,
políticos: capitalismo, socialismo, religiones).
La Historia mundial, pero sobre todo la europea, ha sido un campo de batalla, muchas veces
por razones ideológicas, en las que en el fondo lo importante es cómo podemos hacer
nuestra la propiedad.
Desde el fin de la Guerra Fría y la desaparición de la URSS, el peldaño solitario y
hegemónico en que se ha quedado el capitalismo hace que ya no se tengan otras ideologías:
como el capitalismo se ha quedado sólo, expande sus características a nivel mundial (la
crisis actual es una crisis de ajuste, que tiene que ver con la implementación a nivel
planetario de la misma ideología capitalista: todo ello, fomentado por el FMI y el Banco
Mundial, quienes ya han entrado en Europa, a través de Grecia y de Portugal).
Por otra parte, la UE que se ha creado no es la Europa ideal y espacio de paz en la que
Rousseau o Kant habían pensado. La actual es fruto de los Acuerdos de Bretton – Woods
de 1.944, cuyo objetivo era la reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial: de
hecho, el Plan Marshall de 1.947 era claramente dinero americano para crear en Europa
un mercado único y unificado. Por tanto, podemos afirmar que la UE es la expansión de la
ideología anglosajona en Europa (desde el Tratado de Roma hasta el Lisboa, se ha
evolucionado de una Europa liberal a una neoliberal).
El neoliberalismo y su expansión mundial es la última fase del capitalismo (las
multinacionales son el mecanismo para implantar el capitalismo moderno por todo el mundo).
2) GLOBALIZACIÓN Y NEOFEUDALISMO
Lo que la globalización pretende es una expansión ideológica, un proyecto socio-político-
económico a nivel planetario (y es que las ideologías conllevan modelos sociales, económicos,
políticos: capitalismo, socialismo, religiones).
El objetivo del proceso de la globalización es la refeudalización, la vuelta al feudalismo:
sociedad jerarquizada, tanto a nivel local como a nivel internacional. La sociedad feudal,
desde que el liberalismo acabara con ella entre los ss.XV – XVI, está retornando en la
actualidad: aquélla era una sociedad piramidal, estamental, donde no ocurría nada si no era
por la voluntad de Dios (el orden hecho en la Tierra era a semejanza del orden celestial).
Pues bien, hoy todos los estratos se repiten. Eso sí, el cosmos actual ya no se esconde tras
una la bóveda celeste, sino que es un cosmos terrenal: Dios es el mercado (y como Dios en
el medievo, el mercado marca hoy el peldaño en el que debe situarse cada Estado: el
capitalismo exige la desigualdad) y la tríada formada por Padre, Hijo y Espíritu Santo es
hoy el FMI, el Banco Mundial y la OMC. Y a su vez, estos marcan la disposición jerárquica
de los ángeles y arcángeles de la modernidad: el G20, Wall Street, las Bolsas de París o de
Tokyo…
La consecuencia de esto es que las nuevas Biblias pueden ser el New York Times o el The
Economist, los nuevos monasterios son el Manhattan Institute o el Adam Smith Institute,
las nuevas Cruzadas son las guerras de Irak y de Afganistán, etc.
Éste es el nuevo orden mundial: la pregunta es si el liberalismo iniciado con la Reforma
protestante es una destrucción del feudalismo o si es una suplantación de éste pero con
nuevos actores (“ninguna clase que se ha hecho con el poder lo ha hecho para abolirlo”).
3) EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO MODERNO
Los orígenes del capitalismo no son muy lejanos: surge hace unos 500 años, con la Reforma
protestante. Hasta entonces, lo que existían eran prácticas capitalistas, prácticas de
acumulación: las familias patricias en la Roma imperial, en la Edad Media la familia de los
Médicis en Florencia…
Las características del capitalismo moderno es que está generalizado, es una forma de vida,
es un cosmos (Max Weber).
Eso sí, su implantación no fue fácil: la demolición del feudalismo fue muy lenta. Antes de la
aparición del capitalismo, todo dependía de la voluntad de Dios (era un orden teológico e
inmovilista): se regían por el precio justo (no cabía la plusvalía), se prohibía prestar dinero
con intereses y el trabajo se concebía como un medio de subsistencia (ganar lo necesario
para seguir viviendo).
Pero con la aparición de la ética protestante (y, por tanto, del capitalismo), según Weber
surge el espíritu capitalista: este espíritu se asienta sobre el dogma de la predestinación
(unos pocos son los elegidos y los demás están condenados: este baremo lo marca la
acumulación del capitalismo), se pasa de una economía natural a una economía monetaria y el
trabajo se concibe como una profesión (es una forma de ganar dinero).
La base de este nuevo sistema son unos valores que rompen con el orden estamental (la
caridad, como medio de perpetuar la jerarquía): ahora, es muy importante que exista un por
qué en el fondo de todas las cosas.
Respecto del término “Estado de Derecho”, podemos decir que en sí mismo no significa
nada, ya que hay muchos tipos de Derecho: así, el Estado absolutista o el franquista
también son Estados de Derecho, porque también operan con el Derecho. Por tanto, sería
más correcto hablar de Estado del instrumental jurídico.
Según Max Weber, el Derecho en el que opera el Estado – nación es el Derecho de
racionalidad formal: el Derecho sirve para proteger una concepción del sujeto, que el
propio Derecho no puede transgredir ni dañar (el sujeto de Kant: sujeto kantiano). Éste se
constituye por dos elementos: la dignidad (base fundamental e irrenunciable de todo ser
humano) y el precio (todo lo demás, que puede ser objeto de intercambio).
Por tanto, el fin del subsistema político (Estado) es el sujeto y su protección (dignidad,
libertad, igualdad). En esencia, el Derecho de racionalidad formal es un Derecho
autosuficiente, teóricamente no necesita de ningún sistema de valores ajeno a él (lo
importante es la forma: igualdad de todos ante la Ley).
Modelo 2 (Estado – mercado / neoliberal):
Desde los años 70 en adelante, el nuevo modelo de Estado (Estado – mercado o Estado
neoliberal) se asienta sobre una serie de oposiciones-equivalencias: la liberación económica
del Estado conlleva el refuerzo de sus componentes policiales y un incremento del control
social. La liberalización y desregulación de los flujos financieros exige la flexibilización del
mercado del empleo y la disolución de los derechos del trabajador (aumentando la
precariedad, la vigilancia en el lugar de trabajo, disminución de las ventajas sociales).
Con este panorama, es lógico que las multinacionales sean un fenómeno vital en la
actualidad. El mayor desarrollo de estas empresas se produjo tras la II Guerra Mundial,
cuando las multinacionales americanas desembarcaron en Europa (la UE se creó para la
expansión ideológica de las multinacionales americanas y para su beneficio económico). Así,
se introdujo un problema estructural grave, ya que mientras que los Estados operan con el
Derecho, las multinacionales operan en un espacio libre de Derecho (algunas de éstas tiene
más poder que el PIB de muchos Estados: actualmente, se estima que el 70 % del PIB
mundial está en manos de multinacionales; sin contar el creciente poder del crimen
organizado de drogas o armas / “la corrupción es necesaria para que el sistema se
mantenga”).