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LA
FI
trabajos y ha participado en
numerosos Congresos en Amé-
rica y Europa. Es autora del libro
De la práctica analítica. Escritu-
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SEGUNDA EDICI6N
D.
Corregida y ampliada
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ISBN 950-808-459-6
1.Psicoanálisis 1. Título
CDD 150.195.
OM
Imagen de tapa: Pareja reclinada. Naum Knop
Foto de solapa: Sergio Chiozzone
ISBN N°950-808-459-6
CAPÍTULO I
El goce fálico y la significación fálica ......................... 19
OM
CAPÍTULO II
Notas sobre el “Potlatch” .............................................. 45
CAPÍTULO III
Apuntes sobre Hamlet .................................................. 67
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CAPÍTULO IV
El relato de los sueños .................................................. 85
D.
CAPÍTULO V
Uno unario. Uno unificante .......................................... 95
AD
CAPÍTULO VI
Somos semejantes, somos únicos .................................. 111
CAPÍTULO VII
¿Qué significa comer? ................................................... 125
CAPÍTULO IX
Notas sobre "El despertar de la primavera" ..................... 171
CAPÍTULO X
Segundo despertar e inhibición ............................................ 197
CAPÍTULO XI
La femineidad ......................................................................... 213
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CAPÍTULO XII
Veinte años después .............................................................. 225
CAPÍTULO XIII
1976-1996: Una historia que no se quiso. Reflexiones
sobre el totalitarismo ............................................................... 241
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CAPÍTULO XIV
¿De qué bordes se trata en la Clínica en los bordes ... 253
D.
AD
autora lee tanto el material de las curas como el texto de los maes-
tros del análisis: el sostener absolutamente una orientación lacania-
na lleva necesariamente consigo el articularla con la doctrina de
D.
Freud. Sin dejar nada de ellos afuera, muy por el contrario, Silvia
Amigo muestra cómo la escritura lógica de la sexuación llama nece-
sariamente a los tres tiempos de la metáfora paterna y al complejo de
Edipo tal como Freud lo escribiera en los años veinte y reescribiera en
AD
su Moisés y el Monoteísmo.
Pero éste no es un libro de exégesis. No es un comentario
erudito, sagaz, didáctico del seminario de Lacan. No es que la auto-
ra no lo conozca al dedillo, en sus mínimos vericuetos, en sus fabu-
losos avances lógicos, en su uso luminoso y enigmático a la vez del
nudo borromeo, No. No es que esos libros no sean necesarios, útiles y
al mismo tiempo agradables, ya que llenan un cometido esencial en
la divulgación del análisis: enseñan a los que los escriben y allanan
camino a los que los leen.
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Este es otra clase de libro. Es el libro de alguien que escribe
movida, cuestionada por lo real de la clínica a fin de proponer, ceñida al
cuadro estricto de la teoría clásica -tal como se lo dice en matemáticas
una teoría no-standard que dé cuenta de un real clínico no contemplado en
aquélla, la teoría clásica. Esto es lo que introduce el término "fracasos".
Sujetos en donde el fantasma fracasa, de modo contingente, o necesario,
haciendo preciso, para que el análisis sea posible, no una "modificación
del encuadre", tal como se lo intentó resolver en la historia del post-
freudismo, sino una creación teórica que muestre que la concepción
clásica es válida, pero que le faltaba una hipótesis suplementaria, la
demostración y los corolarios que la acompañan.
Es éste pues, el libro de una clínica que avanza conceptos
nuevos, por ejemplo el escribir --φ la letra que hace posible el esta-
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blecimiento de la identificación imaginaria y su correlación lógico-
temporal con las otras dos: la primaria al Urvater, al padre primordial y
la secundaria al einziger zug, al rasgo unario. Esta castración, la de -φ ,
no es imaginaria en el sentido de degradada, respecto de la simbólica,
sino que, en tanto agujereamiento, permite el pasaje de libido desde el
yo ideal al echte ich, al "yo auténtico" al que tanto' Freud como Lacan
hacen enigmática alusión.
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HÉCTOR YANKELEVICH
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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
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El rigor de este libro van acompañados de una libertad y una
creatividad cuya causa es el primero. Es por ajustarse a la nodología y
trabajar con ella que puede dar cuenta de lo real clínico, que no se
libra a sí mismo si no se cuenta con el instrumento capaz de interro
garlo. El discurso analítico, sí, que requiere que el analista se haga
semblant de objeto para poder dar cuenta de una singularidad que no
muestra jamás, por sí misma, su tipicidad.
C OM
D.
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de Magritte, sino al revés, dejaré que el artista nos enseñe a los analis-
tas algo importante acerca del fantasma.
Si podemos dar un esbozo de respuesta desde el psicoanálisis,
ayudados por el arte del pintor, acerca de qué es el fantasma, si fija-
AD
¿Che vuoi?
Y el pobre hombre, por supuesto, no sabe qué contestar, porque
.u..no cree saber todo lo que quiere. Pero ante la alternativa de
especificar singularmente qué es lo que se quiere suele sobrevenir una fuer-
te desorientación. Es más fácil reprocharle al Otro que nos prive de algo,
enojarse, hacer un berrinche, que aceptar la responsabilidad de decir "yo
quiero esto".
Poder contestar qué es lo que quiere uno viene luego de haberse
podido dar en el fantasma una respuesta acerca de qué quiere el Otro. Es
por creer haber podido deducir el deseo en el Otro que puede
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surgir una respuesta fantasmática que va a decidir cuál ha de ser el
deseo de uno.
Pero para deducir un deseo en el campo del Otro es impres-
cindible que el goce del Otro no abrume al sujeto, porque si eso suce-
de, éste no puede preguntarse por el deseo del Otro. Goce y deseo,
que pueden anudarse, se contraponen en este punto.
El sujeto no puede, por razones estructurales y no contingentes,
preguntarse ¿qué quiere el Otro? si vive abrumado por un goce del Otro
que no da respiro y que no permite, por ende, la menor hendija por donde
pueda establecerse el espacio de una lectura del campo del Otro,
lectura que precisa de espacio y tiempo para ser efectuada.
Si no quedan intersticios, intervalos, el sujeto, abrumado sin
tregua por ese goce, no podrá preguntarse por el deseo del Otro, ni en el
sentido-genitivo ni en el objetivo del término. Presa continuamente
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acosada por el goce, ni siquiera podrá formularse la pregunta por el
deseo y resultará evidente que dada la situación jamás logrará esa
respuesta singular que es la frase fantasmática. Más adelante veremos
las hipótesis que, sobre la razón y estructura de este acoso, podemos
formularnos. (3)
El fantasma no es algo, entonces, que venga dado por el Otro, si
bien se deduce en el campo del Otro. Es claro que si el fantasma es
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al menos así me sucedió a mí, inmerso en ese liquido, sin límites, cual
un nenúfar más.
Este cuadro de Magritte, en cambio, pinta en principio una
ventana, muy bien enmarcada, enmarcada por los cuatro marcos que
hacen hueco en la pared. Está subrayado el enmarcado por las corti-
nas, que enfatizan y adornan las líneas de enmarcamiento. Por el
agujero excelentemente definido se alcanza a ver un paisaje pintado
con trazos netos. Pero interpuesto ante el paisaje "real", se encuen-
tra estratégicamente colocado un bastidor de pintor que reproduce en
dos dimensiones el mismo paisaje que se percibe. El paisaje "real"
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(tres dimensiones) es taponado con un bastidor que reproduce exactitud un
paisaje imaginario (dos dimensiones) ficcionalizado en otra pintura dentro
de la pintura, que reproduce exactamente el paisaje "real": las mismas
nubecitas, el mismo cielo, el mismo conjunto pero sobre la superficie
del bastidor "pintado".
En una primera mirada puede suceder que escape a la percepción
la complejidad de la composición.
Hay al menos tres cosas en ese cuadro que podemos tomar en
cuenta como los tres movimientos de conformación fantasmática.
En principio, lo real tiene que estar afuera, expulsado, manda-
do al exterior. En el cuadro hay una ventana por donde se mira un
paisaje real. Esta capacidad de poner fuera lo real en un sujeto huma-
no no está asegurada ni mucho menos. Que un sujeto humano viva
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lo real como puesto fuera de él,. Que el campo de lo real aparezca como
exterior, _d_epende de que haya hecho la primera identificación al
lenguaje, lo que en los autistas jamás se da Una vez que se ha incorporado
el lenguaje, el sujeto ha hecho la Ausstosung, tal como Freud la indicaba
para dejar fuera el objeto de goce. Por este mecanismo lo real queda
separado del sujeto.
En principio, el cuadro de Magritte muestra algo que es precondición del
fantasma, primera
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real fuera, pero carece de borde de ese agujero y accede a lo real por
un desgarro o una rajadura dolorosa. Esta formación del marco es
otro dato esencial del fantasma. No sólo se trata de que el sujeto tenga
posibilidad de acceder a lo real, sino que tiene que poder acceder a
través de un marco legal. Veremos más tarde que este marco se adquiere
en la segunda identificación al rasgo unario deI Otro, al rasgo fálico del
Otro.
Traeré a colación, antes de continuar, una frase de "La
significación del falo". (4) Allí se subraya cómo la escritura necesita ser
re-escrita una y otra vez, en distintos registros,._para que se vaya
Ahora bien, aún teniendo las tres pasadas de escritura, los tres
momentos de incorporación de la falta, una contingencia, una crisis
estocástica, puede hacer que uno momentáneamente no cuente con la
disposición de las tres letras que, más tarde veremos, señalizan esta
operatoria.
Durante los tiempos fundacionales de estructuración hay incon
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tables ocasiones de perturbación de estas operatorias, pudiendo suce-
der que alguno de estos pasos fracase.
Desde luego que si fracasa el primero de los tiempos, el de la
primera expulsión, el sujeto tendrá siquiera la chance de comenzar la
escritura que le proporcione un fantasma. Si no hay expulsión de lo real
el sujeto jamás va a poder constituir fantasma.
Si el sujeto no ha podido llevar a cabo la segunda identificación a
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norte de Italia; dejando aquí y allá (en museos, iglesias, teatros) testi-
monios de su generosidad.
El escudo de armas de los Borromeo era una cadena de tres
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La condición del borromeo es que no puede haber entre las
cuerdas interpenetración, Los nudos se apoyan uno en otro pero no
se interpenetran. La interpenetración equivale en el nudo al accidente
forclusivo del Nombre del Padre.
Si un nudo es borromeo, lo es porque ninguno de sus redonde-
les interpenetra el agujero del otro, esto es fundamental. Cuando un
registro cree poder anular, "comerse" el agujero del otro registro, hay
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Esta ley de composición del "una por arriba, otra por abajo"
equivale estrictamente al trenzado. Si con tres hebras se realizan seis
cruces en una trenza y se vuelven a unir los bordes, se obtiene un
nudo borromeo. Un nudo borromeo es una trenza de seis cruces. La
ley del "por arriba y por abajo" indica que ningún registro pasa por el
agujero del otro hacia el otro lado, en el nudo una cuerda pasa para
volver a salir, pasa y vuelve a salir, como en el bordado.
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Además, con el correr de los seminarios, el nudo será plante-
ado por Lacan como la adjunción de tres toros. Un toro, parecido a
una cámara de auto, es la mínima figura topológica cuyo agujero es
irreductible. El nudo es la adjunción de tres registros tóricos de agujero
irreductible: real, simbólico e imaginario, donde ninguno de los
registros se arroga el derecho de anular el agujero del otro. Se anudan los
tres y forman zonas donde Lacan va a apoyar su matema. Es decir que,
lejos de abandonar la teoría del matema cuando ingresa el nudo,
Lacan utiliza el nudo para apoyar su matema.
En este punto estoy planteando una posición divergente de la de
Jean Claude Milner, quien en su texto La Obra Clara (10) afirma que
cuando Lacan propone el nudo borromeo da un paso que implica la
abolición del matema. Esto lo afirma Milner en el citado libro que, por
lo demás, considero magnífico. Me permito plantearle sin embargo una
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objeción. Esta, a mi juicio, aparece allí donde Milner afirma que la
disolución de la Escuela Freudiana de París, que es un avatar político,
corresponde a la disolución del materna que, de haber existido -cosa
que personalmente no creo- habría sido un avatar epistemológico.
Lacan va a tomar el nudo como una prosecución superadora
del conjunto de su enseñanza, añadiendo al del esquema alienación
separación, que es un esquema del cruce de lo simbólico con lo real, el
C
hoy, escribe su materna del goce fálico (J Ф). Este goce constituye el
modo normativo de recubrimiento de los agujeros de lo simbólico y
de lo real.
En el cruce entre real e imaginario escribe su matema del goce
de Otro (J A).
Ya la zona de triple agujero, donde se superponen los aguje-
ros de los tres registros, en esa zona de coinçage de los tres, va a decir
Lacan que se debe colocar el objeto a.
Volvamos por un momento al cuadro de Magritte, quien en
la composición de su tela nos ofrece un testimonio de esa triple
o por detrás del plano. Tiene que ser una recta al infinito, porque si
fuera un segmento de recta se correría el riesgo de que en los extremos
del segmento el nudo se deshaga. La apertura al infinito hace aparecer,
sea cual sea la cuerda que se abre, su agujero específico.
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preta el llanto del bebe como hambre, cuando interpreta el llanto del
bebe como ganas de que le hagan upa o como ganas de que lo
cambien o que lo duerman. Al decriptar como demanda el grito del
bebe, la madre acude al bebe donando, en el mismo acto que dona el
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tomaría el trabajo de criar un bebe, lo cual es bastante difícil, peno- so
y cansador. Si el bebe no le reportara a la madre una porción de goce
que le falta, entonces ninguna madre podría ocuparse de un bebe.
Tratemos de delimitar en qué posición estructural se coloca una
madre cuando acentúa, del valor fálico de su bebé, o bien de la alternativa
producen muy diferentes respuestas en el sujeto a venir.
Una analista de Barcelona me relató un caso de su práctica. Se
trataba de una nena cuya madre había atado a los barrotes de la cuna
una mamadera inclinada en unos cuarenta y cinco grados. Con esa
inclinación la leche no se caía por el agujerito de la tetina, sólo salía si
la beba chupaba. Dejaba la mamadera atada todo el día con leche tibia
que se iba enfriando. Esta beba tomaba una leche que no vehi-
culizaba el campo del lenguaje. Nada le faltaba nunca a la vez que
no es exagerado afirmar que le faltaba todo.
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Como esta bebita devino autista, dado que no se le ofertó el
campo del lenguaje para ser incorporado, ni siquiera pudo estable-
cerse el balanceo entre goce fálico y significación fálica, ambos funcio-
nes de la palabra. Afortunadamente estos casos no son frecuentes.
En la mayoría de los casos una madre pasa al niño el lenguaje
y las primeras marcas fálicas. ¿Cómo es que pasan estas primeras
trazas fálicas?
C
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a acomodar su mirada. Si la madre no le ofrece su mirada, el bebe
carece de apoyatura para acomodar la suya y no puede mirar a los
ojos.
También le habla, no continuamente porque eso abrumaría al
bebe de su goce invocante. Pero le habla, pulsión invocante, lo sostie-
ne en sus brazos, pulsión anal, la del tono nuscular, dado que toda la
superficie de los músculos se proyecta en el orificio anal.
Una madre good enough, como diría Winnicott, apenas buena, da
a su niño el campo del lenguaje bajo un modo de intrincación
pulsional que le brinda.
Podemos señalar algunos trazos diferenciales entre pulsión de
vida y de muerte. (11)
La pulsión de vida está acentuada en la intrincación de las
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pulsiones, m ientras que cuando una pulsión se independiza de las otras y
se desintrinca, acerca peligrosamente a la ribera de la muerte.
Como ejemplo de intrincación podemos tomar nota de una
experiencia cotidiana. Si colocamos un bebe en un moisés alto y supo-
niendo que se trata de un bebe que no se sienta aún, si su madre le
habla caminando alrededor del moisés, el bebe seguirá con la mira-
da la voz de la madre Ya hay intrincación pulsional. La mirada sigue la
voz.
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que el Otro exige que su hijo cumplimente. Claro que para el sujeto que
debe padecer su embate, esta demanda de garantizar el goce fálico del
Otro, es vivido como goce del Otro a secas. . . Siempre se debe tener
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cuidado de plantear de qué lado, si del lado del Otro o del lado del
sujeto, se examina la cuestión de los goces. Aquí vale a pleno la
advertencia de Lacan acerca de las relaciones de circularidad no
recíproca entre ambos.
AD
sexuada, que implica que el que porta las semillas muera, y que viva
la progenitura, vive el resultado, el fruto, la descendencia.
La introducción de la diferencia sexual introduce en lo real,
lo real de la muerte. Y para los seres que hablan, el símbolo de la
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Dada esa intrincación, el goce de una pulsión está limitado por el
goce de las otras, no se hace de una pulsión un coto de goce, como quien
dice un coto de caza, sobre el cuerpo del chico.
No es fácil, para una mujer, devenir La madre. No le sería posi-
ble el enorme trabajo y la gigantesca responsabilidad de criar un niño si no
fuera que éste le reporta la ocasión de restañar la herida de su falta fálica.
Pene: niño. Esta ecuación simbólica, descubrimiento deslumbrante de
Freud, fundamenta el habitual deseo femenino de maternidad. Es por esta
misma ecuación que no es sencillo para una madre resistir la caída en el
fácil tobogán del ejercicio, sobre su retoño, de un permanente goce fálico.
Clínicamente, este goce se vectorializa por la vía de la acen-
tuación del goce de una pulsión que, desintrincada del resto, hace del
cuerpo del niño una suerte de coto reservado a su exclusivo arbitrio.. Los
consejos de crianza de poco sirven. Es sólo desde el saber inconsciente que
OM
una mujer devenida madre encontrará la ley que le impida ese ejercicio
nefasto.
Cuando esto no sucede, en vez de primar sobre un niño la signi-
ficación fálica (la que afirma que un niño significa la falta de la madre,
hace ver a la madre lo real de lo real), cuando la madre goza en
permanencia fálicamente al chico, éste será garante de la obturación del
agujero real de la madre. Para el chico, el embate del goce fálico de la
C
Sexualidad ^ Muerte
costado de la muerte.
Cuando el chico es adecuadamente significado en el amor, conoce
la posibilidad de una conjunción vital entre sexualidad y muerte. La muerte
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disfrutamos.
Hoy vamos a citar a otros artistas, a los poetas escandinavos de
poco después del neolítico. Tomaré estos versos, citados en el gran clásico
D.
El "hau" y el "maná"
C
quien le dijo al florista que mande doce rosas de cualquier color, que
no dicen nada, cuando se reciben esa suerte de regalos mecánicos, se
suelen sentir ganas de tirar las flores al basurero. Aún hoy, lo que se
espera en un regalo es el "hau" de la persona que decidió dar algo. Y
sólo en la medida en que porta el "hau" el regalo llega a la altura del
potlatch. Sólo entonces el regalo, que hace que nuestro ser quede
tocado por el "hau" del otro, produce una modificación en lo profundo
de nuestro vínculo con el donante.
Como afirmaban nuestros ancestros, las cosas que nos importan
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llevan puesto el "hau" del que nos las ha donado. Cualquiera que se
haya mudado habrá pasado por la experiencia de tener que decidir
desprenderse de pequeños objetos que carecen por completo de valor
de mercado. Cajas, souvenirs, cartas, cuadernos de notas, muñecos,
fotografías. Estos pequeños recuerdos, estas nimiedades, de las que
resulta tan doloroso desprenderse, demuestran detentar algo que nos
representa a nosotros mismos o a quien nos lo ha dado.
Por supuesto no se puede calcular sobre qué objeto va a recaer el
"hau". Hay jardines de infantes que piden que los niños lleven un
almohadón, o algún otro objeto de la casa. Lamentablemente no se
puede estar seguro de que, para ese chico, el almohadón porte el "hau"
de la madre y lo tranquilice en su ausencia.
El objeto transicional, ese objeto que por el hecho de repre-
OM
sentar a la madre permite separarse de ella, es la prueba más fuerte de
que las cosas tienen "hau" y que portan algo de uno.
No se trata en el "hau" de una vieja historia en desuso. Hay en la
idea de "hau" un profundo saber de la estructura.
Descartes tuvo muchos descendientes, uno de los cuales es la
"lista de regalos". No voy a quejarme de Descartes. Este filósofo
fundador de los tiempos modernos, llevó a cabo una operación magní-
C
aquél que lo hizo venir al mundo. Dado que uno lo ama, se desprende
de él en tanto bien que se retiene, y le dona un nombre propio que deja
claro que no se trata de una cosa, Los objetos de posesión no tienen
D.
fiesta. Las fiestas son potlatch, celebrar que nuestra hija cumple los
quince años, celebrar que nos casamos, celebrar el nacimiento de un
chico, es ofrendar un potlatch.
D.
cente de un don.
Para que ese gozne que permite el vaivén funcione ¿en qué nos
auxilia el fantasma?
AD
de falta de sentido. La falla del empalme del goce fálico afecta también
el empalme imaginario-simbólico del sentido.
No es extraño que la cuarta hija de Sissi, María Valeria, nacida
D.
La búsqueda de satisfacción
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Notas
perdido.
Por lo tanto suele ser preciso "entrar" clínicamente por la cuer-
da real y por la imaginaria. Así, "no andan" las intervenciones de
desciframiento, intervenciones éstas que se abren camino través de la
cuerda simbólica, razón por la cual se trató mucho tiempo como
"inanalizables" a estos pacientes.
En todo análisis hay momentos en que se debe trabajar clíni-
camente "en los bordes" porque hay circunstancias de la vida que
"corren los hilos" de modo tal de que el sujeto pueda llegar a no contar
con alguna zona vital del nudo ...
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En algunos casos el sujeto cuenta con presentaciones estable-
mente "corridas" de los hilos. Estos son casos de los que me he ocupa-
do bastante en los últimos tiempos: anorexias, bulimias, adicciones,
tendencias al acting-out a repetición, tales que no resulten epifenó-
menos de una psicosis o de una perversión.
¿Por qué si afirmo que en estos casos no se trata de que haya
accidente forclusivo de estructuración, que se cuenta con el anuda-
miento borromeo, no llamo por ejemplo histerias a estos casos?
Porque creo que no es lícito hablar de histeria en casos en que la
presentación nodal no permite, por ejemplo, contar con la dispo-
nibilidad de la zona sobre la que se escribe el goce fálico, o aquella de
la escritura fantasmática del objeto a, de la que depende por ejemplo la
posibilidad de transferencia
Conservo para estos casos el diagnóstico de neurosis. Discuto
OM
que pueda hablarse de histeria.
No me ocuparé aquí de los casos establemente corridos de los
hilos, casos graves que se suelen llamar “de borde”. Estos casos exis-
ten, pero también existe la eventualidad de episodios graves de
corrimientos de hilos dentro de cualquier neurosis. Solemos llamar
“crisis” a estos episodios motivados por alguna contingencia azarosa-
mente toca un punto débil de la estructura, en que de pronto los hilos se
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(que ha matado a su padre y usurpado el trono y el lecho de su madre)
por presentir que él mismo podría haber sido el protagonista criminal e
incestuoso de esa trama macabra. (2)
Freud acentúa, con su genio, las similitudes de Hamlet y Edipo.
Esto es, el carácter inconsciente y por ende poiético de la tragedia
shakesperiana.
En términos de escritura nodal diríamos hoy que Freud acentúa
en su lectura la dimensión imaginariamente simbólica de la situación
hamlética, (3)
Los "escrúpulos de conciencia" y la vacilación, la postergación al
infinito del acto, son para el maestro, subsidiarios de esta lógica
inconsciente y calificados de neuróticos, específicamente histéricos.
Genial lectura freudiana, ordena de un de un solo golpe y con la
sencillez del hallazgo verdadero las miles de páginas que se habían
OM
dedicado al enigma de una obra que, desde el lejano año 1601 deja
conmovidos y atónitos a sus espectadores.
C
D.
AD
duelo, le piden que se quite los vestidos negros, que termine con esa
historia de las caras largas y que no les complique más la vida con el
recuerdo del padre.
D.
En el nudo, es claro que se han corrido los hilos de tal forma que
el goce del Otro se extiende a expensas del goce fálico, del sentido y de
la zona escritural del objeto a. En efecto, el sentido de la vida escapa al
ensombrecido príncipe, su novia se le torna subjetivamente inaccesible,
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que señale esta imposibilidad, a su propia cuenta. De faltar esa escri-
tura, esa traza literal de la imposibilidad, el horizonte arrasador de ese
goce se hace presente en la clínica.
Cuando se presenta para cualquier sujeto una situación como la
que describimos para Hamlet, la formación imaginaria que debe velar
el agujero verdadero que engarza al objeto resulta ser velo de nada,
cobertura de nada.
En efecto, este "príncipe heredero" ¿tiene algún reino que here-
dar? ¿Este hijo de rey, no es acaso también hijo de la infamia?
Cuando estas funciones relacionables con la dignidad del falo,
que debieran ser sagradas, están comprometidas en el sentido de lo que
nuestro argot porteño denomina lo "trucho", los blasones imaginarios
no cubren ningún real y el sujeto tiene la penosa sensación de llevar un
OM
disfraz vacuo, pesado y ridículo.
Así le sucede a Hamlet, quien porta la investidura de príncipe
heredero cuando se ha despojado esa investidura de todo sentido "real".
Real a ser leído, tanto en el sentido del registro de lo real, como en el
de la realeza.
Hamlet no ha de heredar ningún reino. Representa más una
molestia, un sobrante amenazador para la voracidad de poder de la
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Le pide entonces a Hamlet que vengue la horrible afrenta, que
mate a Claudio, que devuelva al trono la dignidad perdida.
Luego de esta demanda se desencadena la profunda inhibición de
Hamlet.
Este es capaz de fingir estar loco, de enviar a la muerte a
Rosencrantz y Guildernstern, de dar la estocada que mata a Polonio.
Puede de todo ... menos ejecutar el único acto que en su vida merece el
título de tal: matar a Claudio y restaurar la legitimidad y la dignidad
del trono asumiendo la corona. Para su acto, está profundamente
inhibido.
Pero, ¿cuál ha sido el pecado del padre? ¿Qué delito cometió este
padre tan idealizado -tal como deja claro la obra de Shakespeare- por
su hijo?
Lacan, de cuyo comentario sobre Hamlet son deudores estos
OM
apuntes, subraya este asunto de los pecados del padre, de la falta del
padre tan idealizado por su hijo, dejando en la indeterminación de qué
pecados se trata.
Arriesgaré una lectura.
¿Qué le ordena el ghost a Hamlet? Que no ceje hasta vengar la
horrible afrenta padecida, que no repare en gastos para nevar a cabo el
retomo de la legitimidad a la corona ..., pero sin comprometer -ni
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en pena sin poder caer por el hueco-fosa que al tiempo que le otorga
por su pasaje fálico brillo agalmático y dignidad, permite -recién
entonces- anotarlo como perdido.
Pero para ello es precondición que el sujeto cuente en la estruc-
tura con la letra – φ , muesca de tope real sobre lo Imaginario (12).
En Hamlet, arriesgo, asistimos a uno de esos casos en que,
acaecida la inscripción de la marca fálica, ante un grave aconteci-
miento real-que reclamaría su disponibilidad- el Otro se coloca de
forma tal que el sujeto no dispone de la superficie para reescribirla. Es
mi hipótesis, plantear que, así como en el síntoma, subsidiario de la
eficacia del goce fálico, resulta vía regia de acceso clínico la apertura
del inconciente entrando por la cuerda simbólica, abriéndola al infmito,
en los casos subsidiarios de la demanda de goce del Otro, se trata de la
maniobra en el borde de los cruces entre I y R. En esta zona, deberá
OM
restablecerse el hueco letrado de - φ , restablecimiento subsidiario de la
apertura al infinito de la cuerda de lo imaginario. Esta apertura hará
aparecer, de esa cuerda, el agujero real, es decir, lo real de lo
imaginario.
Propongo denominar esta intervención clínica "maniobra
imaginaria literante ''.
En giro levógiro sobre el nudo -es decir dirigiéndose hacia lo
C
Ser o no ser
To be or not to be.
En los casos de Edipo "típico" se trata de la pregunta por el ser o
no ser el falo de la madre, porque lo típico consiste justamente en
interpretar fálicamente ese deseo.
Cuando se trata del to be or not to be fast food, objeto obsceno y
no falo portador de uno de los nombres del padre; la inhibición
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masiva restituye a altísimo precio el "decir que no" al goce del Otro,
cuando esta negativa vacila.
La inhibición suple la nominación imaginaria (13) con cuya
renovación no se está contando. Allí el falo pierde su dignidad de ser
uno de los nombres del padre, para ser carne de la que se goza indig-
namente.
Not to be fast food, responderá Hamlet luego de la escena del
cementerio y al precio de su muerte.
Tragedia del deseo, fracaso del fantasma.
Intentando evitar este desenlace trágico, las maniobras clínicas,
mediando la presencia del analista, intentarán una salida. Entrando por
una vía "atípica", esto es, por la cuerda real y por la imaginaria,
recolocarán una parte a perder, parte cuya demarcación precisa
OM
también el hueco fálico en la dignidad de la imagen.
Es corriente además que, de llevarse a cabo esta maniobra con
eficacia en la cura, se logre cambiar el tono de tragedia y se coloque la
dimensión entre dramática y cómica; hace más transitable una, de por
sí bastante difícil, vida humana.
C
D.
AD
sido citado por María del Carmen Meroni en su artículo "El goce, una
posición de cálculo ante la ley". Hay fotocopia en la biblioteca de la
E.F.B.A.
D.
(9) Así llama Lacan a esta tragedia, en su Hamlet, un caso clínico, Ed.
CEP. Este escrito parte de la lectura de este "Lacan oral".
(10) Los desarrollos que siguen están en la línea de la tematización de
los trastornos no formalizables por la vía de la productividad típica
AD
84
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CAPÍTULO IV
interpreta sólo una pura deriva en lo simbólico, sino que por la lectura
del trazo que el sueño logra escribir, su interpretación puede producir
un efecto de sentido que alcanza a lo real. (3)
Deseo subrayar el hecho fuerte de que por la vía de la inter-
pretación clásica, la que "entra" por la cuerda simbólica, se alcanza
jante crisis.
Indagando con detalle sobre el momento en que lo deja aparece
el tema de un embarazo de esta mujer, atribuido por ella a su novio
D.
desaparecidos.
Se va dando cuenta de que jamás había podido amar a fondo,
vivir a fondo, que había salteado cada uno de los duelos que en la vida
le tocaron en suerte. Comprueba que, con tal de evitar cualquier dolor,
AD
2. Valga aquí a pleno que "su deseo" remite a la madre. Por eso mismo va a implicar
inexorablemente
Estealarchivo
deseo delfue
sujeto.
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89
Pero este significante, universal en su función estructurante,
precisa ser retraducido en el trazo particular de un sujeto. Para ello
había que esperar el momento en que le fuera posible poner a funcio-
nar la maquinación de saber inconciente, para lograr que "en medio de
su decir éste produzca su propio escrito". El sueño es un hacedor por
excelencia del trazo poiético, personal. El sueño es escriba privi-
legiado de la escritura propia del sujeto, es traductor privilegiado de la
línea de corte universal, en términos absolutamente singulares. Es en el
sueño donde exquisitamente puede ponerse en juego el trazado de la
grafía del rasgo personal, el, por así decirlo, de marca registrada.
Así se comprobó en esta cura, donde, llegado el sujeto a este
punto de su análisis, va a traer un sueño.
Paso a comentarles el relato del sueño. El relato es ya una
OM
primera lectura, por parte del soñante, de la escritura en imágenes. Sin
el relato, podría esta escritura quedar en el estadio de "figurita". Debo
aclarar que este señor, por razones profesionales, poseía sólidos
conocimientos de biología.
"Entraba a un gran edificio, esos que tienen en el fondo, en el
pulmón de manzana, un pequeño parque con una pileta. Subía a un
departamento cuyo balcón daba a ese fondo y veía desde arriba la
C
pileta y unos cursos de agua, que como dos pequeños ríos, confluían en
los dos ángulos superiores del rectángulo de la pileta.
Bajaba y dejaba en el borde las llaves, el dinero y los cigarri-
D.
90
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Y él quiere hacer un bebe de su carga genética al útero de alguna
mujer etc., etc.
Entonces puedo leer, interpretando en sentido clásico, estricto y
eficaz ya que en ese momento él esta en tiempo y en "zona" de poder
recibir esta intervención, que se puede hacer un hijo cuyo
engendramiento sea sólo biológico, animal, con una mujer sorda a su
palabra; o bien si va a comprender que él mismo pudo dejar esta-
blecido en su sueño que la paternidad pasa por las trompas de
Eustaquio. Allí donde una mujer escucha lo que un hombre tiene para
decirle.
Va a decirme entonces que yo soy una mujer que escucha, y que
el borde donde pudo situar alguna escritura, algún trazo sobre el
enigma del engendramiento fue el borde donde dejó el dinero, los
cigarrillos y las llaves, tres claras remisiones transferenciales.
OM
Dinero para pagar, cigarrillos que consumía uno tras otro y que
decidí que no se fumen en sesión, llaves de la puerta de calle que reci-
bió de mí.
En ese marco transferencial, el sueño, formación princeps del
inconsciente, por su lectura y con la presencia del analista va a produ-
cir la apertura del inconsciente, la poiesis de un más uno, creación del
sujeto que pondrá marca propia y coto al exceso de goce que padeció,
C
la madre.
Lo que era -descontando el tiempo de la angustia, en que pudo
preguntarse por el deseo del Otro materno al romperse la tranquili-
zante distribución de goces que aseguraba su rebajamiento de la vida
erótica- clara primacía del goce fálico de la madre sobre el niño-falo,
exigía del análisis su rotación hacia otra cosa que el goce fálico: La
significación fálica.
91
traza singular,
Si el análisis no hubiera podido desplegar en un primer tiempo,
frente a la angustia, el horizonte del significante fálico, universal,
D.
escritura afirma que el falo no sabría ser pura carne a ser gozada, sino
que debe ser también portador de uno de los nombres del padre;
nombre que su sueño hace entrar por los oídos de una mujer.
D.
94
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CAPÍTULO V
que graduó, por así decirlo, el voltaje enceguecedor de las luces del
cogito, sin volver al oscurantismo anterior. Le recordó a la soberbia
del cogito que todo no se puede pensar, que lo simbólico no puede
D.
humano.
En efecto, para funcionar esta maquinaria, sólo se precisa el ser
que piense y un lejano Dios que le garantice, desde el más allá, la
verdad y la existencia del mundo.
le dio lugar al niño; con la falta del niño por nacer al lenguaje, por ser
un ser de lenguaje que no se puede autoabastecer como un ser de la
naturaleza. Así, los registros se articulan entre sí a través de sus aguje-
ros, si estos están señalizados por el trazo. Si no hubiera agujero no se
AD
dejarse sorprender,
Esta anécdota le revela al psiquiatra que no es sólo lo propio-
ceptivo lo que informa del cuerpo, porque el hijito de Darwin señala la
imagen en el espejo y no su cuerpo "propioceptivo" cuando es
nombrado.
Hay, entonces, del cuerpo propio dos fuentes de percepción. Con
lo propioceptivo no alcanza, porque además el cuerpo será percibido
como uno en el exterior, dado que es en el exterior que se encuentra el
espejo. Wallon lo deja dicho, pero no puede extraer de
102
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esto la conclusión que Lacan sacará. Esta conclusión impone la nece-
sidad del estadio del espejo, que hace que el niño, cuando es nombra-
do, no toque su cuerpo, sino la imagen, y no cualquier imagen sino
aquella que le ha ofrecido el Otro.
Un chico gravemente alterado en su movimiento estructurante,
muchas veces no pasa por la aprehensión del espejo. ¿Qué le faltó al
chico grave? El Otro no hizo en su honor el potlatch de la imagen.
Pero la experiencia de Darwin nos enseña aún algo más. Cuando
el padre le habla detrás del espejo, el nene, con sorpresa, se da vuelta,
porque aún no comprendió la diferencia entre la imagen y lo real.
Y... ¿cuál es la diferencia entre la imagen y lo real?¿Cómo es que
el nene de Darwin podrá llegar a saber quién es su padre especular y
cual su padre en tanto cuerpo real?
En verdad no es tan evidente, si miramos por un momento el
OM
mundo con ojos de bebe, que uno, por ejemplo, no esté realmente en
una fotografía.
Más vale aceptar que es bastante difícil explicar por qué una
imagen no es real.
Nosotros, que hemos separado, como pudimos, imaginario de
real, aún así, si viéramos nuestra foto pinchada con alfileres,
sentiríamos 'una fuerte molestia'.
C
primitiva!
Sin embargo, me contaba una amiga, doctora ella, que encontró
casualmente una foto .suya pinchada con alfileres por su mucama. Su
empleada padecía una cierta confusión entre imaginario y real. Ella piensa que
la imagen de su patrona es real y que dañando la imagen la daña a ella. Ahora
bien, uno podría pensar que una doctora está por encima de esas tonterías. ¡No!
[Para nada! Mi amiga sufrió un pánico espantoso, horrible, y no supo qué
hacer. Como somos amigas me preguntó qué opinaba, y yo, lo confieso, le
sugerí que deshaga el vínculo con quien tan mal la quería. Nosotros,
occidentales cartesianos que nos creemos más o menos "norrnalitos", sentimos
el horror de esas pinchaduras.
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Cogito y existencialismo
cuerpo, y por la vía de una imagen que viene de afuera y que otorga
una identidad alienada a lo que el Otro devuelve.
Al igual que Wallon, Lacan pensaba que la unidad del ser no está
dada desde el inicio, ni mucho menos. A diferencia de los idealistas
que piensan que el uno preexiste, Lacan afirma que el uno está
das. Cada búfalo cazado era computado así. Ese trazo escribe lo que
tienen en común todos los búfalos, sean unos más pesados, otros más
livianos, marrones, negros. ¿Qué tienen de común? Que todos son
inscriptibles con un trazo con el que se puede jactar el cazador, un
AD
108
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Notas
Únicos, semejantes
112
113
114
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objeto totalmente intrascendente puede elevarse a objeto cuya pose-
sión es cosa de vida o muerte por el mero hecho de que lo posee un
prójimo.
El drama de los celos señala un objeto del mundo como un
objeto precioso.
En el cuadro de Magritte del que ya se ha hecho mención, sería
muy difícil elegir- una vez hecha la operación de construcción de la
ventana que pone lo real afuera y, una vez enmarcada ésta con el trazo
unario, el marco fálico- qué diablos pintar sobre el bastidor. ¿Cómo
elegir qué pintar? Para comenzar, me oriento pintando lo que mi próji-
mo me enseñó, no sin celos, que a él le gusta. El unario que aparece
entonces en este drama es el del otro.
Me atrevería a calificar como "entrada al estadio del espejo" al
conjunto de los fenómenos de asunción de la imagen y al drama de los
OM
celos que señala al objeto en lo imaginario.
no el del otro sino el propio, que deberá ser retraducido a ese nivel.
Aquí, la letra necesita de la superficie imaginaria para concluir su
escrituración en tanto tal.
Una vez inscripto sobre la imagen el trazo propio, ya no se estará
AD
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no parezcan ejercicios directos de goce perverso sobre un chico, son de
hecho cosificaciones. Un chico gozado es abandonado de los cuida-
dos parentales normativos. Un chico abandonado es gozado como una
cosa.
Vuelvo a subrayar la diferencia entre significar fálicamente al
niño en su cuerpo, como un entero, y gozarlo fálicamente, sea de modo
perverso, abuso directo sobre el cuerpo del chico, ya sea de modo cosi-
ficador. El niño vive este goce fálico del Otro como goce del Otro.
Cuando acaece una atribución narcisista injuriante, abusiva o
abandonante, la catexia de goce sobre la imagen que el Otro devuelve
en el fondo del espejo, captura sin resto al yo. En esas condiciones, no
ha de haber para el niño una salida adecuada del estadio del espejo.
El "Nombre-del-Padre" organiza, de estar presente y no forclui-
do, una estructura neurótica. Pero el Nombre-del-Padre se actualiza en
OM
los nombres del padre, en lo simbólico, en lo imaginario y en lo real.
Lacan llama al Nombre-del-Padre en lo imaginario, inhibición. (6) El
Otro ,si se atiene al poder ordenador de ese Nombre, se inhibe de
capturar por entero la imagen del niño en el fondo del espejo, en la
densidad de goce del Otro. Su correcta eficacia en lo imaginario
inhibirá el uso instrumental del chico, permitiendo que algo real del
niño escape a la captura del espejo. Sólo así el niño podrá diferenciar
C
agujereando lo imaginario.
Por el agujero en lo imaginario éste resultará ingresable en el
borromeo.
D.
120
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Una posibilidad es suicidarse. El problema es que, al suicidarse
el sujeto, lejos de borrarse como objeto, afirma justamente ser un
objeto sobrante que se "elimina". Muchos enfermos aquejados de
melancolía afirman querer "limpiarse", dejando oír cuán sucios se
sienten por la parasitación del objeto.
Pero en la tristeza neurótica, ¿no se suelen acaso constatar
cadaverizaciones de la imagen? Cuando el. neurótico anda mal se le
suele notar en la cara y en la actitud corporal. Estas "martirizaciones"
de la imago suelen presentarse cuando algún objeto está plantado en la
imagen del cuerpo, martirizándola, cadaverizándola. Por eso el
analista, además de escuchar a los analizantes, está atento al modo de
su presentación corporal. Durante el análisis, la realización escritural
de la falta. de objeto logrará vivificar la imago. Cuando se libera de ese
objeto que la martiriza, la presencia florece. De hecho, son
OM
sorprendentes los cambios físicos de la gente en análisis.
Otro modo de defenderse de esta parasitación de la imagen por el
objeto, es realizar un clivaje del yo. El trozo clivado de yo se entrega al
Otro, a su goce, para no entregar el entero. Se entrega, por ejemplo, el
duodeno y empiezan las úlceras. Personalmente, no pienso que todas
las enfermedades sean "psíquicas", lo real merece respeto. Hay muchas
enfermedades orgánicas, pero no todas. Para defender al yo de la
C
122
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OM
FRACASOS ESTABLES DEL FANTASMA
C
D.
AD
sidad nutricia del cuerpo, es un hecho que va mucho más allá del mero
hecho de hacer crecer el cuerpo; es un hecho que está ligado al
nacimiento mismo de las re1aciones del sujeto con el Otro. El acto de
D.
cierto -sin duda hay falencias gravísimas del cuidado estatal de los
enfermos hospitalizados. Pero además, el gran psicótico tiene
problemas en la alimentación por que está lesionado gravemente su
D.
tesis. Antes de pasar a ver qué puede dar la clave de si alguien padece
una bulimia o anorexia vera, o si está haciendo eje identificatorio por
histeria-ante lo cual no digo que simulen ni que mientan, ni que no
D.
haya que tomar en serio, pero reviste sin dudas otra gravedad, otra
coloratura clínica-, voy a referirme a qué es comer.
128
130
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¿Qué puede querer decir Tánatos en la pulsión? Les doy un
indicador clínico: un modo en que se deja ver Tánatos en la pulsión, es
por ejemplo aquella situación clínica donde se ve actuar una pulsión
sola, no mezclada con las otras. Cuando la comida es sólo comida,
entonces es tanática; si una madre diera de comer sólo leche -con el
bebe colgado de la teta- estaría vectorializando un goce mortal, no
escandido por el significante ni bañado por la mirada. La pulsión
erótica se diferencia de la tanática en el punto en que la pulsión erótica
está intrincada con otras pulsiones; mientras que un plano de Tánatos
pulsiona1 es una pulsión aislada.
La comida, el primer plano de la comida, que es la comida
materna, va a estar marcada por el modo en que la madre intrinque las
pulsiones cuando dé el pecho. Se tratará de experiencias funda-
cionales del acto de comer. Ya la madre pasa la ley de la palabra y la
OM
1ey de la escena en el modo en que alimenta a su bebe recién nacido.
Freud en el "Proyecto ..." habla de la primera experiencia de
satisfacción ésa que el niño vuelve a repetir porque no alcanza, en las
experiencias ulteriores, una identidad con aquélla. Esto ya indica que el
pecho ha tenido que ser separado de la boca para que el niño pueda
establecer diferencia entre la segunda vez y la primera, para que haya
seriación en la experiencia. Para que se historice lo oral, para que no
C
sea un puro goce -mudo como muda es la pulsión de muerte-, tiene que
haber ausencia y presencia -fort da-, alternancia. Y tiene que haber
mirada y cuidado de la escena, sino no se constituir siquiera como
D.
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sin el falo, sin su escena ni su ley, prefieren no comer. Son las histé-
ricas que tienen pendiente anoréxica que son las que se plantan más en
posición de amo.
La pendiente bulímica, por el contrario, opera con una lógica de
"premio consuelo". Si no llega el símbolo fálico, al menos se goza de
morder el pecho materno. En nuestro porteño argot "comérsela" o "no
comérsela” describen con bastante aproximación cada una de estas dos
vertientes. Todo sujeto tiene tendencia a alguna de las dos vertientes: la
anoréxica, más plantada del lado del amo; la bulímica más plantada en
territorio de esclavo del goce de comer, en tanto "premio consuelo".
Para explicarlo brevemente diría que si el eating disorder es uno
más de los muchos recursos de un sujeto, podemos decir que es un
eating disorder histérico. En ese caso se trata de un recurso más que
tiene el sujeto para poner en jaque al Otro, jugando a través de la
OM
comida con su deseo.
Ahora bien, por el contrario, cuando el único recurso que tiene
un sujeto para poner en falta al Otro es no comer o comer y vomitar,
entonces creo que hay eating disorder vero, y que ahí tenemos un real
clínico al que no podemos encasillar en el saco de la histeria sin
cometer una violencia clínica. Por lo tanto, hay casos de trastorno
alimentario que no dependen de la histeria. Intentaremos justificar esta
C
Otro. Claro que para encontrar alojamiento tiene que haber un cuarto
disponible. Si uno llega a un hotel en el que no hay lugar, se quedará
afuera. Lo mismo pasa en el Otro. Para encontrar allí un lugar, hay que
haber localizado qué lugar vacante hay en ese campo. Si no se localiza
AD
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sino que es la de perder el pequeño trocito marcado además con brillo
fálico. Eso es lo que se oferta en el fantasma al Otro, como cubriendo
su falta. Quien ha logrado el armado de un fantasma, cosa fácil de
describir pero larga y difícil de llevar a cabo, el que ha logrado eso,
armó su estructura.
Una histérica juega con el deseo del Otro con montones de
recursos. Como cuenta con un fantasma fundamental, juega con el
primer objeto que se coloca en el marco fantasmático -que es su propia
desaparición- y con muchísimos más.
En cambio, lo que yo llamo anorexia vera se da en el sujeto cuyo
único objeto en juego para movilizar el deseo del Otro, es su propia
desaparición.
Podría objetarse que el suicida también lo hace. Pero a dife-
rencia de éste, que comete un acto relámpago, y esta rapidez testi-
OM
monia que ya ha caducado toda posibilidad de llamado al Otro -la
anoréxica llama al deseo del Otro ofreciendo a la mirada del Otro su
cadaverización .
Cuando un sujeto tiene este modo cadaverizante de presentarse,
como único recurso para hacerle falta a algún Otro, Otro al que de
ninguna otra manera puede poner en falta, entonces va a sostener el
deseo por la vía de forzar a que ese Otro esté permanentemente
C
plano donde, si no viene con el brillo fálico del amor eso que se ofre-
ce como alimento, si no viene como escena de banquete, como deíc-
tico del deseo, entonces no come. Así es que sostiene el deseo de un
D.
quiere salir de esa situación "homosexual" tiene que matar al padre que
lo quiere tanto. Para arreglárselas, el varón pasa por situaciones duras.
Pero a la falta de don fálico los varones son claramente menos
sensibles que una mujer.
Si las mujeres leemos más novelas de amor, consultamos más a
los analistas, si las mujeres vamos más a la astróloga y ese tipo de
cosas -no digo que todas, pero es un hecho- es que, por llevar la marca
de la falta del órgano, que es vehículo del significante en lo real del
cuerpo, nos hallamos más expuestas a algunos desórdenes
140
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con el cuerpo. Además, no se debe olvidar que el pene y el falo no son
lo mismo, pero justamente, por ser piezas discontinuas es que entran en
relación de articulación (artículus quiere decir justamente parte
discontinua). El significante fálico proviene de una elevación del
órgano al significante, lo que implica, que el varón tiene dónde hacer
pié en su cuerpo propio para llegar al falo. Por el contrario, la mujer
depende muchísimo del don fálico; en principio, del amor del padre (y
no sólo al padre), de que el padre pueda donarle la ilusión de que va a
recibir el falo, bajo la forma del amor del padre y luego de otro varón
que, a su tumo, le dará un niño.
Una mujer depende fundacionalmente de ese tiempo, aunque
puede, a mi juicio, desentenderse del padre más radicalmente que el
varón. Pero no sin haber pasado por el desfiladero de recibir la
convalidación de1 padre-que a veces falta- al derecho que ella debe
OM
disfrutar, de pedir el falo. Que una mujer sienta que el padre le legitima
el derecho de pedirlo, es vivido por una mujer como amor del padre.
Esto no siempre sucede, porque el padre no siempre está a la altura de
legitimar esa demanda. Debe recordarse que el derecho de sujeto de
demandar no significa en absoluto que reciba el objeto que pide. El
amor del padre consiste en acoger al sujeto de la demanda, y no en
responder dando el objeto real imposible de ser dado. Muchas veces
C
función.
Como es el don fálico el que va a posibilitar la introyección del
marco a los objetos de la pulsión, y al enmarcarlos los dignifica, de no
haberlo, se produce fracaso del fantasma. Al no contarse con el
AD
142
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distribución de estructuras que manejamos corrientemente. Esto no
debería acobardamos.
Tal como le advertía el príncipe Hamlet a su incrédulo amigo
Horacio: "Hay algo más en el cielo y en la tierra, Horacio, que lo que
ha soñado tu filosofía".
C OM
D.
AD
Lo real de lo imaginario.
Un caso de fobia a las gallinas’
'
1. Ciase del 14 de octubre de 1997 del seminario Clínica de los fracasos del
fantasma.
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149
Durante el transcurso del seminario ...ou pire, Lacan se debate
con la frase "Yo te demando que rechaces lo que te ofrezco porque 'eso
no es eso", que involucra a los tres registros. Da vueltas y vueltas,
intenta escribir la formalización de los tres verbos presentes en la frase,
con unos grafos que se pueden apreciar en el seminario. (1)
En su socorro, una chica que forma parte de la concurrencia le
dice "Mire Dr. me parece que esto le va ha ser útil" y le da una hojita
con el dibujo del nudo borromeo, que ilustra, en el escudo de armas de
la familia italiana Borromeo, lo indisoluble de la lealtad familiar,
donde romper con sólo uno de los miembros equivale a romper con
todos.
A Lacan este hallazgo le cae del cielo como contingencia. Y de
ahí en más, él se lanza con el nudo, transformándolo en necesario.
OM
La historia del nudo no nace de una elucubración matemática en
Lacan. Se puede abordar matemáticamente el nudo pero, en Lacan,
llega más bien por el sesgo de los lazos familiares. Y él recomienda
explícitamente utilizarlo de un modo "bobo".
Dando por adquirida la noción de cruce real-simbólico en la
letra, me dedicaré, con la ayuda de un caso clínico célebre y del nudo
borromeo, a puntualizar qué es lo que aporta el registro imaginario
C
registro.
¿Qué letra escribe el agujero en lo real? El significante fálico, el
de la ley fálica, dado que, en verdad, lo real en sí nada le falta.
¿Qué letra escribe el agujero en lo simbólico? El rasgo unario, S1
AD
que anota el trazo propio del sujeto, rasgo poético de su propia autoría,
que realiza la retraducción del significante fálico para reafirmar en
trazos propios el trazado del agujero.
¿Y qué letra anota el agujero en lo imaginario? A riesgo mío -
dado que Lacan no lo anota así en sus nudos, pero lo deja deslizar-, en
la zona de apertura al infinito de la cuerda imaginaria, -φ.
Debe señalarse que no es lo mismo la letra que viene del Otro,
lugar donde todo estaba escrito, que la letra que el sujeto reescribe;
donde cabe y es bienvenida la novedad de una poética creación.
imaginaria.
Helene Deutch comenta que le llega este paciente enviado por la
familia. Los padres no están de acuerdo con la elección del partenaire
D.
narcisistas que ella le causaba a él, cosa totalmente plausible dadas las
características del caso. En efecto, se trataba de un muchacho muy
autocomplacido, muy "creído". Seguramente Helene Deutch, si bien no
está muy especificado en el historial, no se avino a afirmar cuán noble,
maravilloso, ni cosas por el estilo, era su paciente.
Contra todo lo previsible, un tiempo más tarde, este muchacho le
pedirá vehementemente, pasionalmente, en varias cartas que
con su dedo.
A su vez, ponía a la madre, a modo de regalo; unos hermosos
huevos de caca en los rincones de la casa. Para sorpresa del .niño, la
D.
la escuela.
¡¿Cómo es que se las había arreglado para que su modo de goce
o interfiera en su imago de varón?!
D.
La constitución del yo
fondo del espejo. Pero ambas son imágenes, no cosas sustanciales del
mundo. Esta imagen real del cuerpo, ella misma producto de una
mediación, no es accesible al niño.
El espejo plano figura al gran Otro. Dado que desde la alienación
a su realidad cortical inicial, el sujeto no puede percibir la imagen real
de su cuerpo -él está "fuera de foco", pegado a su realidad biológica-,
no tiene más remedio que, para hacerse una idea del mismo, dirigirse al
gran Otro y preguntarle qué es en el campo imaginario. El Otro
responde con una imagen virtual de esa imagen real i’(a), que se ve en
el fondo del espejo.
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Es en el espejo del Otro que veo la imago de mi "yo ideal", no de
mi "yo", por así decirlo, verdadero. Como "yo ideal", la imagen
pertenece al campo del Otro. De no mediar alguna apropiación que
haga devenir a este "yo ideal" un echte Ich -yo verdadero, imagen real-
, el sujeto debería llevar puesto permanentemente el espejo del Otro
para no disolverse en el campo imaginario.
rasgo.
Esa marca de conteo se anota como trazo en la superficie
psíquica del sujeto, así como cuando se cazaban búfalos en los tiem-
pos de las cavernas, donde los cazadores, nuestros ancestros, trazaban
AD
rayitas sobre un hueso por cada búfalo que mataban para gozar de su
carne en la comida. He ahí una buena experiencia de conteo. El conteo
es la marcación en el campo del significante de aquello que el
significante puede tomar más cercanamente como goce del Otro. Es
decir, el punto del significante muerde, aunque no lo alcance, lo real.
Este niño ha hecho su extracción de rasgo y ha marcado, en el
campo del Otro, el significante "huevo" como límite literal del signi-
ficante mediante el cual orienta su relación al goce de la madre. Pero, a
diferencia de las muescas que sí podía dibujar el cazador sobre un
especular, y poder contar con un yo más allá del espejo. Un "yo ideal"
es algo que se puede tener sin tener un echte Ich. No es lo mismo
regular el yo con relación al "yo ideal" y entonces vivir preso del
espejo, que haber podido llevar a cabo una incorporación del Yo.
AD
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a un "yo ideal", que no se dejará incorporar porque resulta no ligarse
con lo imaginario del Otro real, sino ser mera formalidad standari-
zada, vacía.
Lo que resulta preciso señalar, para poder continuar con este
rastreo del desencadenamiento de la fobia, es que sólo es agujereable y
reversible sobre el sujeto la imago del yo ideal, si allí se escribe el
rasgo unario, que hará las veces de línea de corte. Una vez revertida,
una vez que pase la libido de una a otra, se lograrán recubrir las
relaciones derecho- izquierdo, tal como en el ejemplo del guante.
El estallido de la fobia
158
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De hecho, este niño no se la formulaba jamás. Cuando pueda
hacerlo, va a cruzar la frontera de una futura posible perversión y
caminará de la mano de la fobia hacia una neurosis que constituye
recién a los siete u ocho años.
porque no hay ninguna marca allí del unario, dado que, de haber estado
habría operado un corte en su superficie. Ese agujero habría permitido
coordinarla imagen con un objeto. (7)
D.
161
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entre las cuales está una mujer, Faustine, de la que inmediatamente se
enamora. Tal como dice la Biblia "no es bueno que el hombre esté
solo". Pero ella parece no verlo ni escucharlo. Pasa delante de él como
si no existiera, mientras charla, ríe, baila normalmente con el resto de
los amigos de su grupo.
El protagonista, que quiere, por cualquier medio, despertar su
atención, llega al colmo del esfuerzo, construyéndole penosamente, a
modo de homenaje, un jardín donde escribe versos con pequeñas
flores:
“Ya no estoy muerto, estoy enamorado"
"Mi muerte en esta isla has desvelado"
Desecha estos versos, que traen a colación el amor ... y la muer-
te
OM
Elige finalmente:
"El tímido homenaje de un amor"
de ese trazo por donde podría escribirse el borde del agujero que
alojara un objeto, se trata de una suerte de imágenes muertas.
AD
Lo real de lo imaginario
constituye como perdido cuando entra a jugar esa pérdida en los tres
registros para el sujeto. Mientras el huevo salía de una gallina con la
que él no tenía nada que ver en el narcisismo, poner huevos no cons-
D.
acabo de enterar que debo dejar caer, debo "poner" el huevo! ¡No!
Imaginario no especular
AD
165
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de la superficie, lo que hace inteligible por qué Lacan afirma en R.S.I.
que el "yo" es un agujero. (10)
De aceptarse esta serie de reflexiones se pueden constatar situa-
ciones clínicas muy diversas.
Hay modos de configuración del "yo ideal" que conviven sin
tocarse con la marca de conteo, tal el que venimos examinando antes
del estallido de la fobia.
En otras configuraciones, el yo mismo es por entero un objeto de
goce, situación melancólica por antonomasia que fue certeramente
retratada por la brillantez del maestro Freud en su lúgubre frase "la
sombra del objeto cae sobre el yo". En estos casos, en vez de haberse
apoyado sobre la imago la traza escrita de la lectura de ese goce, el yo
mismo se hace cargo de responder "cash" a la satisfacción demandada.
OM
La única posibilidad clínica de que el "yo ideal" pase a ser
incorporado como yo no especular, es que haya una superficie donde el
trazo unario se apoye en la imago, agujereándola, para permitir la
reversión libidinal de uno a otro.
C
D.
AD
166
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Llamaré –φ a la retraducción del rasgo unario sobre i'(a).
El a, en el fantasma, se constituye como causa de la división
deseante del sujeto, si es que está ocupando la zona de coinçage del
nudo, en el lugar donde se superponen los tres agujeros, uno por cada
registro.
La fobia dará curso a la virilidad de este muchacho, aunque la
dedique a otros muchachos varones. Será un homosexual varón, no una
gallina indigna.
Antes aún de la intervención de Helen Deutch, la fobia habrá
dado una resolución a la situación de este muchacho, calificable, si se
me permite el término de inconstitución parcial, por falta de iden-
tificación a lo imaginario del Otro real.
Es de señalar que esta "inconstitución" se presenta de este modo,
relativamente fácil de solucionar, en niños y adolescentes, quienes se
OM
encuentran en medio de los movimientos de estructuración.
Si de un adulto se tratara, la inconstitución se habría de pagar
con el carísimo precio de una grave patología duradera.
¿Cuál? Locura histérica, responden algunos autores. (11)
"Fracasos del fantasma" es el sintagma que me he permitido acuñar
para intentar aprehender esta posibilidad de falla en la tercera iden-
tificación.
C
D.
AD
(1) Lacan, Jacques. Seminario XIX ...ou pire, Inédito. Clase del 18
de febrero de 1970.
(2) Deutch, Helene. Un caso de fobia a las gallinas, Ed. Sitio,
Buenos Aires, 1991. Puede consultarse la traducción de la revista
Conjetural N° 23.
(3) Lacan, Jacques."Remarques sur le rapport de Daniel Lagache",
Ecrits, Ed. du Seuil, Paris, 1966.
(4) Lacan, Jacques. Seminario N° XIII D’un Autre à l'autre,
Inédito. Clase del 7 de mayo de 1969.
(5) Vegh, Isidoro Acerca de una referencia clínica en el semina-
rio Del Otro al otro, Ed. Agalma, Buenos Aires, 1997, pág. 35.
OM
(6) Lacan, Jacques. Seminario XXII R.S.I., Inédito. Clase N° 4.
(7) Julien, Philippe. Le retour à Freud de Jacques Lacan, Ed.
EDELP, Toulouse, 1986, pág. 239.
(8) Bioy Casares. La invención de Morel, Texto recopilado en La
invención y la trama por Marcelo Pichon Riviére, Ed. Tusquets, 1991.
(9) Lacan, Jacques. Seminario XXIII L'insu… Inédito.
(10) Lacan, Jacques. Seminario XXII R.S.I., Clases N° 2 y 3.
C
miento del grafo del deseo, donde el lugar del Otro es redoblado como
lugar de la pulsióu- de él proviene la demanda de goce, demanda
imperiosa pulsional. (5)
Todo lo que habitualmente llamamos Edipo, no es sino la ardua
AD
logre.
Cuando culmina este arduo tramo de la primera vuelta edípica el
sujeto contará con los algunos "títulos en el bolsillo". Estos "títulos"
son esos trazos, esas letras que señalan el resto no apropiado por el
campo del Otro: S1 en lo Simbólico, -φ en lo Imaginario, Φ en lo Real.
(9)
El encaje de triple agujero que señalizan estas letras, permitirá
colocar fantasmáticamente el "a".Pero estas escrituras no se pueden
poner a prueba en lo real durante la primera vuelta edípica.
173
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¿Por qué esos títulos van a parar "a los bolsillos"? ¿Por qué no
utilizarlos de inmediato? Porque ningún niño tiene posibilidades, en lo
real, de tener que "pagar" con esas letras (letras en el sentido analítico
pero también en el sentido contable) del término. Esas letras serán
exigidas para responder a las demandas del Otro sexo cuando llegue el
momento de la posibilidad del acto sexual.
Y esto sucederá recién cuando otro empuje formidable de lo real
golpee como una "catástrofe" (10) al sujeto en el segundo despertar
sexual.
Mientras tanto sobreviene la latencia, donde el sujeto acumula
letras y cifras, geografía e historia, ciencias del hombre y la natu-
raleza.
Hasta que irrumpe, tal como dijera más arriba, el segundo
despertar sexual.
OM
El despertar de la primavera
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Subrayo lo enorme de esta frase freudiana. Ese que ayer fuera un
niño podrá desde ese momento engendrar en lo real un hijo. y deberá
poder hacerse cargo del hijo que engendre.
176
la madre no le otorga a ella un saber propio. Por ende, ella ignora cómo
se hacen los niños.
Es de recordar la celebre fábula de Longo (17), donde Dafnis y
D.
Cloe, atraídos el uno por el otro, no encuentran el camino que los lleve
al coito y precisan de las enseñanzas de una mujer mayor, sin cuyo
auxilio no hubieran sabido salir del juego corporal infantil.
Wendla suplica que su madre le abra algún canal hacia la
AD
brar acerca de diablos puede llegar a conectar sus erecciones con esos
cuerpos.
No le queda tiempo para estos afanes investigadores. En el
D.
Consultas habituales
Esta joven (19), consulta interrogada por primera vez por algo que en
verdad le sucedía desde la primera vuelta edípica: una vida monótona,
vacía, prolija, obediente, sin amistades, sin salida de un hondo lazo
endogámico con su familia.
Es recién desde el segundo despertar sexual que se siente rara.
Rara en el sentido ominoso de "bizarra". En verdad, dirá con rabia y
angustia que una amiga, harta de sus caras largas y de sus continuas
negativas a "prenderse" en cualquier programa, le espeto una terrible
denominación: "aparato". Ella afirma que lo que le duele es lo certero
del nombre: se siente realmente un aparato.
182
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con sus propios padres y hermanos, de los que al igual que su esposo,
no había podido desligarse por entero.
A Martina le tocó ser algo así como secretaria materna, dama de
compañía, ayudante, en esa cruzada de orden, control y continua de
retención de cualquier desborde. Ella lloraba por ejemplo, si su
hermanito lloraba, si los padres discutían. Entonces, invocar la fragi-
lidad de la hija resultaba para su mamá un buen método para que todos
se encuadren en una sutil manipulación. Mujer de buenos sentimientos
pero tremendamente tensa, vertió sobre su hija la imago inmóvil de una
dura prolijidad, de una rígida forma obediente, carente de erotismo en
el sentido más amplio que se le quiera dar al término. Esta hija,
sobreadaptada a la demanda de la madre, fue una suerte de brazo
ejecutor de la política de control de su madre. Y no pareció pagar caro
OM
esto en el primer despertar, en la primera vuelta edípica.
Pero esta suelte de "pantallazo" sobre su historia indica lo sufi-
ciente que, si bien jamás hubo un uso perverso de esta niña, ella no fue
significada fálicamente por la madre.
Al igual que tampoco lo fueron Mauricio y Wendla.
Un niño significado fálicamente se hace, debido justamente a la
eficacia de esta significación, representante de la falta materna y no
C
183
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Entonces, al goce fálico del Otro, el niño lo vive como goce del
Otro, inductor de fijaciones del objeto fuera de la palabra.
Fijaciones de a en i' (a) que producen inconvenientes con la
propia imagen. Estas fijaciones son la raíz de lo que denomino
"imágenes martirizadas" por la no caída de un objeto. Imágenes que
han de carecer de eso tan difícil de definir y que se puede llamar belle-
za o "agalma".
En una primera mirada sobre los datos obtenidos sobre su cons-
telación edípica, como en Melchor, Wend1a o Mauricio, no parece
primar ningún desborde escandaloso de uso perverso del hijo. Pero si
se toma uno el tiempo de comprender, éste nos lleva a la conclusión de
que no prevaleció la preparación del hijo para la futura sexualidad, el
juego posterior de la seducción fálica, sino el propósito claro de hacer
un niño que no cree problemas y se adapte bien.
OM
Esta situación es típica de aquellos adolescentes que habían
pasado una infancia aproximadamente "normal".
Sólo se revelará en el segundo despertar sexual que el modo de
configuración yoica que el Otro le reflejó al niño, era inepta para
hacerlo un hombrecito o una mujercita.
Como se ve estamos girando en la órbita de los problemas donde
la imagen i' (a) reclama la aparición de su agujero real, anotab1e como
C
187
190
Semblante de Otro que permite dar curso a este "ardor" ... y a sus
responsabilidades añadidas, semblante de ese objeto ardiente y
separador electivo en el campo del Otro, el enmascarado relanza, por la
D.
191
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Notas
(1) Freud, Sigmund. Tres ensayos para una teoría sexual, Obras
Completas, Biblioteca nueva.
(2) Freud, Sigmund. Más allá del principio del placer, Obras
Completas, Biblioteca nueva.
(3) Recuérdese el celebre ejemplo de "Signorelli" de Sigmund
Freud Psicopatología de la vida cotidiana, Cap. N° 1, Biblioteca
Nueva.
(4) Esta presentación de la alienación, ligada a la operación lógica
de negación de la cópula entre ser y pensamiento, es presentada por J.
Lacan en su seminario sobre La lógica del fantasma, Inédito.
(5) Véase el grafo del deseo, presentado en su forma definitiva en
"Subversion du sujet et dialectique du désir" por J. Lacan, Ecrits, Ed.
OM
du Seuíl, Paris, 1966.
(6) Véase de J. Lacan la puesta en forma del estadio del espejo en
su "Remarques sur le rapport de Daniel Lagache", Ecrits, Ed. du Seuil,
Paris, 1966.
(7) Así lo señala Jacques Lacan en las primeras 10 clases del semi-
nario La angustia, Inédito.
(8) En el nudo borromeo, presentado en una forma elaborada en su
C
193
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OM
DIFICULTADES EN LA CONFORMACIÓN FANTASMÁTICA
DEL SEGUNDO DESPERTAR SEXUAL
C
D.
AD
esta última, dentro del propio campo de las neurosis al que me limitaré
hoy?
Escuchemos un par de fragmentos clínicos.
D.
monótona vida.
Solemne, almidonada, de continuo malhumor, ha vivido hasta el
momento de la consulta una vida prolija, obediente, plana. Ella no
llega entonces al análisis interrogada por los enigmas a los que podría
haberla conducido la maquinación de su saber inconsciente.
Yo escuchaba lo poco que decía, pero también estaba muy atenta
a su modo de presentación corporal. Martina estaba muy por fuera de
la imago de una jovencita apetecible. Muy gorda, sin ningún
aditamento coqueto a su vestimenta correcta y pulcra, sin ninguna
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expresión que denotara picardía o vinculación erótica con su prójimo.
No tenía novio ni lo había tenido nunca. Más me alarmaba el hecho de
que no tuviera amigas.
Es desde el segundo despertar sexual que se siente rara, y ella
misma dirá, con dolor y rabia, que se siente un "aparato". Pasó su
secundario sin pena ni gloria, en una profunda inhibición, mientras su
cuerpo se hacía cada vez más desemejante de aquéllas que debieran
haber sido sus semejantes.
Fue justamente una semejante quien, durante su viaje de egre-
sados, harta de sus continuas malas caras le espetó esta terrible deno-
minación: "aparato". De allí la angustia y la consulta.
La ligó a mí, según creo, el hecho de no sumarme, en principio, a
la presión considerable que le llegaba desde su familia: Que elija
carrera, que adelgace, que se maquille, que tenga amigos, que salga a
OM
pasear, que tenga novio.
¿Cómo podía yo operar clínicamente con esta muchacha?
Al no presentarse representada por sus síntomas o producciones
subsidiarias del saber inconsciente, hubiera sido inútil entrar por la
cuerda simbólica, que opera lectura jeroglífica tendiente a producir un
significante más.
Esto no quiere decir que no le hablara, ni que no recabara datos
C
represión, sino como enclave de pulsión invocante dentro del seno del
yo. Es decir como superyó, presencia real parásita del Otro dentro del
yo del sujeto. Por ser voz exigente y no significante, es que promueve
D.
204
del analista, si entendemos por tal a una tenaz barrera a su goce sobre
el paciente.
Pero esto no se logra interpretando al modo de la lectura jero-
glífica; sino por lo general; poniendo a jugar en la cura aquello que
Lacan nombraba sin-poder formalizar del todo en sus últimos semi-
narios: un discurso sin palabras. Lo gestual, el cambio de tono, el
extremo cuidado de la puesta en escena de cada sesión, el semblante de
charla sobre la vida cotidiana son cruciales. De ninguna manera se trata
de lo preverbal, y por eso subrayo aquello de discurso sin palabras.
205
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Por ejemplo, una mímica de inmovilidad mía sancionaba los
puntos de impasse en que no lograba desasirse de las satisfacciones que
le otorgaba la vieja manera de obedecer. Una risa franca, real- mente
alegre, fue la poiesis lograda de muchas de las sesiones en que lograba
salirse de la patética fijeza obediente.
En ese entonces pudo comenzar a preguntarse por qué razón la
desaprobación de su madre, que jamás utilizó otro método .de repri-
menda que retirarle la buena cara, podía hacer que ella, a disgusto, a
costa de que ella misma tuviera mala cara, aceptara hacer de dama de
compañía de ella, de los abuelos, cadete de trámites, cuidadora del
hogar.
Pudo entonces empezar a entrever que tener amigos o adelgazar
o elegir carrera podían perfectamente ser sus deseos y ya no some-
timientos a una demanda de buena forma.
OM
También trabajé mucho, con comentarios o gestos mímicos, su
aspecto corporal: cada vez que su imagen pasaba de la pulcritud a la
coquetería me ocupaba de intentar sancionarlo en la transferencia. Ella
comenzó a advertir cuánto ganaba en brillo agalmático su aspecto -y
por supuesto también el entorno de conocidos, amigos y pretendientes
se encargó de hacérselo saber-, cuando iba desprendiendo el objeto
mierda y el objeto voz de su superficie, cuánto atractivo podía adquirir
C
El acto analítico puede ser llevado a cabo sobre cada una de las
tres cuerdas. Esto siempre sobre la base de un anudamiento borro-
AD
207
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Luego de esta apertura o corte, el sujeto podrá rearmar con otra
eficacia el empalme que vuelva a velar normativamente estos agujeros
reales. El análisis no opera entonces sólo cortes, sino que promueve
que el sujeto sepa hacer allí mejor sus empalmes.
Sobre la cuerda de lo imaginario en particular, la apertura al
infinito ha de permitir la aparición del contorno de - φ, agujero real
letrado de lo Imaginario. Liberado este agujero, el sujeto sabrá hacer
mejor el empalme del sentido para que éste no impida, sino que faci-
lite, el juego poiético.
Esta última maniobra reclama al analista en su presencia,
operando su eficacia en el despliegue de un discurso sin palabras.
Intervenciones clínicas en las diferentes cuerdas según el tiem-
po del sujeto y la manifestación clínica que lo representen, hacen a una
clínica lacaniana del acto analítico. Y a una posibilidad de eficacia
OM
insospechada en muchos casos considerados antes muy difíciles de
abordar.
C
D.
AD
La femineidad’
por causa de ella, por desear tener recursos para poder casarse con ella
(cherchez-la-femme!)que instala un consultorio neurolégico:
Y resulta que la mayoría de sus pacientes son mujeres que no
D.
214
pueda donar el significante del ser sexuado femenino, puesto que este
significante no existe. Es decir que no hay padre de la posición
femenina.
Por supuesto que en tanto sujeto, que lo es pero en su costado
significante, es decir no estrictamente "de su género", una mujer sí
introyecta el falo del padre. No se trata de que carezca en absoluto de
padre (en tanto sujeto de la palabra lo tiene por supuesto ), sino que en
tanto "mujer" no tiene padre donador de significante. Para vérselas con
su real propio, femenino, no tiene padre significante en
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quien ampararse. Veremos más abajo cómo esta circunstancia la hace
más ligada al padre del nombre y del amor.
Por encarnar singularmente eso que no se deja anotar con un
significante, una mujer está en posición privilegiada de encarnar el
lugar de objeto a, rebelde a toda significantización. (6)
Así, una mujer está en posición de escribir la letra del objeto a
como limite entre la batería significante, que desde luego incorpora al
igual que su hermano -batería viril-, pero que sólo bordea y no
representa su ser sexuado; y lo real del objeto de goce que la batería no
agota en su tarea de inscribir.
El/a es la escritura de esa falta de significante. Desde esa falta,
una mujer puede hacerse letra de la falta en el Otro, con el que se
relaciona profundamente, íntimamente puesto que no está -al menos en
el canal hacia lo real que le deja su propio "agujero" simbólico,
OM
estorbada por el significante. Es decir que se relaciona de un modo
privilegiado con el hetereos que está del mismo lado de su sexuación
así se trate de un varón al que se dirige.
También desde esa falta de significante, se dirigirá hacia la
búsqueda del falo, hacia el costado masculino de las fórmulas. Porque
tampoco es toda en su goce.
C
Dos comentarios
las fórmulas pero transita (como vale vice-versa para el varón) por los
cuatro lugares que las fórmulas preparan para que habite allí una
subjetividad. (7)
Esto es fundamental para comprender la necesidad de identifi-
cación de una mujer a la figura de excepción, identificación al padre
ur, de la que una mujer debería ser capaz. Este tránsito posible por este
lugar de las fórmulas le da un buen flanco de sujeto, un buen borde
para que su "feminidad" no sea locura mística, extravío continuo.
concluir su vínculo con el padre, pero es claro que por diferentes razo-
nes que el varón. El varón concluye su vínculo al padre para proteger
de la pasividad al órgano fálico cuya significación le ha hecho conocer
el propio padre.
AD
222
224
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CAPÍTULO XII
Pero no es lo único.
Hoy quisiera hacer, a modo de celebración, el subrayado de una
eficacia del espacio público de la EFBA en particular, dado que fui
invitada por el Comité de Jornadas a tratar de articular la práctica del
análisis y sus interrogantes a este fin de siglo.
secular del poder del verbo por voluntad divina y a los padres de la
iglesia como únicos intérpretes autorizados de ese verbo.
El individuo medieval-y esto no es monopolio de Occidente: el
Islam también reconoce en el Dios monoteísta y el Corán la fuente
AD
espontáneamente.
El padre se coloca desteñido, desacralizado, en figuras limita-
das en su poderío como el soberano con parlamento, que reina pero no
gobierna.
Se endiosan en su lugar la Razón y la Ciencia. Pero éstas, de
carecer del límite que regula la ley, conducen derechamente a la
forclusión del sujeto.
¿Se puede seguir operando sobre la fertilidad, por ejemplo, sobre
229
¿En qué punto de esta trama ingresa como cuña, surco tajante, el
pensamiento de Freud?
OM
El psicoanálisis es hijo de una doble red de determinaciones, Por
un lado, es hijo de la indigencia médica de un señor judío muy
favorecido -por los azares de su historia personal- para captar los
decisivos desdoblamientos de la figura paterna. Un señor cuya madre
lo llamara hasta la vejez mein goldener Sigi, permitiéndole sospechar
bajo qué condiciones libidinales se trae un niño al mundo.
Pero, con igual fuerza determinadora, fue hijo de la Viena de fin
C
no?
A diferencia de Alain Touraine -quien plantea lo contrario en su
último texto, "Crítica de la modernidad" (3)-, pienso que la subver-
sión del sujeto cartesiano que lleva a cabo Freud, se inserta de pleno en
la vuelta crítica característica de la modernidad. Es más: Freud
destraba las impasses con las que la vacancia del padre abrumaba al
sujeto moderno.
Al intentar localizar en el discurso las señales del padre, el
psicoanálisis reintegra la verdad al campo del saber, y reinstala la
faire con el hecho de que todo no se puede, todo no se goza, yendo así
más allá de la necesidad de que el padre se lo recuerde a uno a cada
paso.
Esta localización escritural del padre, entonces, puede operar en
AD
múltiples direcciones.
Por un lado, enfrenta las consecuencias de una ciencia que, por
no admitir su tope, puede conducir, como decíamos, a la forclusión del
sujeto, visible en la depredación del planeta, e incluso en la de cuerpos
humanos.
Esto es visible, también, en el terreno histórico-social. Si no hay
tope a la Ilustración aplicada a este campo, ésta puede conducir
derechamente a una ilustración despótica cuyos experimentos no
235
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loca de la causa en un mundo que la ha licuado, bajo la forma
del terro- rismo, la aparición de sectas, la instalación de un sentido
único y tota- litario que ampara frente a la falta de sentido?
Doloroso ejemplo de esta reinstalación "loca", es esa bomba
siniestra (13), que nos recordó de la peor manera, y aún estamos de
duelo por ello, cómo puede recolocarse torcidamente en la escena del
mundo, una causa trascendente. Restaña fallidamente el funda-
mentalismo, la falta de marcación de una causa que haga de funda-
mento.
Y cómo no leer en el odio racista, antisemita or caso, el seña-
lamiento del objeto cuya presencia de ausencia debería señalar la
letra?
Si pudiéramos tematizar, intentar detectar por dónde estos aires
finiseculares se instilan en nuestro propio campo, estamos en posición,
OM
los analistas, y por ende también la EFBA que celebra sus veinte años,
de responder en acto a la polémica modernidad posmodernidad.
Creo que de no tomar en cuenta este cambio en la subjetividad
de la época, corremos el riesgo de carecer del suelo (suelo moderno)
en que se asienta nuestra práctica.
Porque, finalmente, ¿qué implica iniciar un análisis?
La idea de iniciar un largo y paciente camino de búsqueda de
C
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Debiera retomarse hoy al estudio y cuidado de las letras como
señales discursivas de la eficacia paterna el parlétre y en los lazos
sociales que éste funda, para poder intentar cada uno en su tiempo,
encontrar su propio estilo escritural e ir más allá del padre.
Pero si es cada uno en su tiempo, podría ser útil no quedar
adheridos al gesto de disolución de Lacan (14), porque la disolución no
se gobierna, cada uno la obtiene en el tiempo en que logró adquirir
para con el padre su deuda de castración y la letra que opera de causa
ética y de generadora del sentido de su existencia.
Porque hay en la escuela espacio para esta clase de reflexiones,
es que decía que mi práctica hoy aún, no es sin la EFBA.
Es mi apuesta contribuir a que la Escuela mantenga vivo, junto
con la práctica del análisis, un flanco de humanidad moderna en este
OM
fin de siglo.
C
D.
AD
237
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Notas
de la EFBA.
(8) Ver nota anterior.
(9) Expresión extraída del texto de María del Carmen Meroni Lo
D.
psicoanálisis a secas.
242
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El mundo premoderno atribuye el Verbo a Dios Padre, y su
interpretación, en exclusiva, a los padres de la Iglesia. Así las cosas,
terminaron en la hoguera los que intentaron poner a jugar al verbo en
secuencias lógicas para avanzar sobre lo real, avanzada ésta que sólo
puede realizar el verbo si se lo consideraba atributo humano. (2)
No es otro el giro que llevó a cabo Descartes, poniendo patas
para arriba el orden hasta entonces establecido del cosmos cuando
emite su Cogito ergo sum. Cogito, esto es pienso, me apropio del
verbo, y entonces soy, me aseguro un ser que ya no depende de la
voluntad divina.
He aquí el gran salto a la así llamada modernidad. El verbo,
ahorra atributo humano, se va a poner a descifrar la naturaleza,
iniciando las ciencias naturales, que van a conocer un crecimiento
progresivo hasta llegar a las alucinantes -y a veces temibles- proezas de
OM
hoy día.
El verbo se ocupará también de descifrar al hombre mismo,
inaugurando junto con las ciencias políticas, los intentos modernos por
trasladar a lo social las conquistas del espíritu. Desafiado Dios, todo
parece posible: revolución, cambio social son conquistas de la
modernidad.
Siendo el verbo atributo humano, todo parece posible. Pero ¿es
C
hay Dios, el verbo humano cree que puede todo. Muerto Dios, todo es
nietzschianamente posible.
Para resguardarnos de la inminente amenaza de reinado del todo,
esto es del totalitarismo, ¿sería entonces preciso retomar a algún Dios?
AD
La Pesadilla Totalitaria
AD
rismo?
Porque cuando los gerentes del régimen advierten lo ingober-
nable de lo real humano, deciden crear un territorio apartado -esto es
D.
250
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Notas
Raúl Alfonsín.
(9) J. Lacan toma el caso de Hamlet como paradigmático de los
estragos de la falta de duelo en Hamlet, un caso clínico, Ed. CEF.
(10) Esta operación es descripta detalladamente por J. Lacan en La
lógica del fantasma, Clases del 11-1-67 y 12-2-67, Seminario XIV,
Inédito.
(11) Según la definición de J. Lacan en "Subversión du Sujet et
dialectique du désir", Ecrits, Ed, du Seuil, Paris, 1966.
(12) Ver nota Nro. 4.
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(13) No es que no exista traducción posible de "desaparecido".
Missing, en inglés; disparu(e)e en francés, resultan traducciones acep-
tables en el sentido idiomático. Pero la prensa mundial ha percibido
que la palabra "desaparecido" nombra un modo tal de desaparición,
que resulta intraducible. Así se puede leer, por ejemplo en algún
periódico de lengua inglesa "...argentinian 'desaparecidos"' ...o en la
prensa francófona " ... les argentins 'desaparecidos "' ...Esto revela el
carácter de Nombre Propio que ha adquirido el término.
(14) En Argentina se ha comenzado lentamente a inscribir esas
muertes. Bajo iniciativa privada, de asociaciones profesionales y
familiares, se ha erigido, por ejemplo, un monumento recordatorio a
los cien desaparecidos de la facultad de Arquitectura en el predio que
la rodea en La Plata. Allí se ven cada uno de los nombres grabados en
OM
mármol.
(15) El Nro. 31 de La Revista Conjetural (Ed. Sitio) está dedicado a
este ítem. Véase en especial la editorial de J. Jinkis, el artículo de
Eduardo Grunner y el de Juan B. Ritvo.
C
D.
AD
252
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CAPÍTULO XIV
acting out, pero no como respuesta a una falla de escucha del analista,
sino un acting continuo que no puede ser atribuido a una falla del
manejo clínico.
Víctor Iunger quizá fue el primer analista que, reclamándose de
AD
256
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Pero el niño, sujeto por venir, va incorporando los tiempos de la
falta en las tres dimensiones del tiempo -el tiempo simbólico de las
significaciones y retroacciones, el tiempo real de corte y cambio
estructurante y el tiempo imaginario del calendario sin cuyo auxilio los
anteriores carecerían de anudamiento (2). El niño los incorpora paso a
paso, es decir que los incorpora diacrónicamente. y esta incorpora-
ción ofrece, en cada uno de sus pasos, la posibilidad de invenciones de
escritura a cargo del niño, dado que la poiesis posible del sujeto es la
hendija -pequeña pero eficaz- por donde se cuela el estrecho margen de
libertad que tiene respecto del Otro, aún un niño pequeño.
Puede suceder que en cada uno de estos pasos haya fallas de
escritura singulares al encuentro del Otro con ese niño que pueden no
darse con otro hijo.
La estructura no pasa durante los tiempos de la infancia y de la
OM
adolescencia en un solo acto, como un sello que se le pone sobre la
superficie al sujeto a venir, sino que la estructura exige varias vueltas
de escritura por los tiempos de la falta.
Esto indica que en niños y adolescentes, sujetos "en trámite" de
hacer cada una de las escrituras, no puede ponerse en juego el
dispositivo clásico, el dispositivo clínico de un neurótico adulto.
Vale la pena pasar someramente por la descripción de los movi-
C
¿Neurosis “especiales”?
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las estructuras se distribuyen por la tramitación que, en cada una, se
hace del Nombre del Padre. Ahora bien, ¿qué es el Nombre del Padre?
Esta pregunta abre a un debate apasionante. Remite a una discu-
sión sobre la función del lenguaje. Un niño viene al mundo y cierta-
mente por un largo período, no habla. Le hablan. Y hay chicos -por
ejemplo los autistas- que no van a hablar jamás. La mera existencia del
autismo indica que no está asegurado, ni mucho menos, que un niño
humano hable. Hay niños que jamás van a hablar. El ejemplo
impactante del autismo deja ver que la incorporación del lenguaje es
una compleja trama, que no tiene nada de sobreentendido.
Esta incorporación del lenguaje es una operación que lo hace al
entrar en el sujeto, expulsando en ese acto el goce de la cosa.
Esto lo dice Borges de un modo admirable en su poema "El otro
tigre". Nunca constaté mejor modo de descripción de esa operación del
OM
aforismo "La palabra es asesinato de la cosa" que ese bellísimo poema.
Borges describe minuciosamente un tigre, con la belleza de la que el
poeta es capaz, hasta que advierte que el tigre de su verso, por el hecho
de ser nombrado, ha sido perdido como el tigre vertebrado, como el
tigre que va por la selva en ese instante de puro presente en que vive el
animal. "El hecho de nombrarlo y de conjeturar su circunstancia, lo
hace ficción del arte y no criatura viviente de las que andan por la
C
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P + Φ?
Existe la posibilidad de que no baste con esas dos escrituras.
Debería añadirse una tercera. Este agregado surge la lógica R.S.I. de
D.
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El agujero en lo imaginario deberá articularse de un modo
específico con la castración fálica.
objeto.
El goce pulsional transita feteando el cuerpo, que inicialmente es
percibido como morcelé, fragmentado.
Cambiando súbitamente el decurso de este fluir, va a llegar el
tiempo de lo que Freud llama "nuevo acto psíquico" del narcisismo.
Antes de este "nuevo acto psíquico", el cuerpo no tiene ninguna idea de
su unidad, ninguna idea de ser uno.
Y un cuerpo que no es vivido como uno, no se puede cantear
como separado del campo del Otro. De allí la importancia del
narcisismo.
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Además, las letras de las operaciones de P y de Φ necesitan la superfi
cie imaginaria donde asentarse. La letra, litoral entre real y simbólico,
precisa la superficie imaginaria para lograr ser inscripta, lo que la hace
triplemente determinada.
En el acto psíquico del narcisismo, el sujeto encuentra por
primera vez un uno de su imago, un uno de su cuerpo. De ahí en más,
como segunda aprehensión lógica del cuerpo, adviene la aprehensión
de una imago alienada a los mensajes en que el Otro nombró ese
cuerpo.
Consideremos el esquema del florero invertido
OM
C
D.
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psíquico, dándose el primer objeto, que es narcisista, va a ser comple-
tamente distinto que haya habido atribución primera injuriante o que
atribución primera normativa.
Porque la atribución primera normativa, la que cuenta con el velo
del amor, hace que en la imago misma aparezca la muesca, el trazo de
aquello de lo que el gran Otro se inhibe de apropiarse en términos de
goce.
Por ello es que esta muesca en la imago depende del encuentro
en el campo del Otro del rasgo unario como signo del amor del Otro.
Es en el asentimiento que el rasgo unario ofrece a algo del niño que
puede estar más allá de la captura especular, que la imagen del niño se
normativizará como descarozada del objeto de goce. El rasgo unario
señala en la imagen la pérdida de objeto que la hará devenir vestidura
del objeto, "sileno" del objeto. Sólo una vez cumplidos estos pasos, el
OM
objeto será ubicable como agalma, y no como desecho abyecto.
Cuando la normativa, dependiente del unario, opera en la imago,
aparece una señal de la ley sobre la imagen uniana que se llama
castración imaginaria, - φ.
Por eso es que se puede proponer para la neurosis la escritura de:
P + Φ + (-φ).
C
libido de la imagen del espejo hacia la imagen real de su yo. Escapa así
de la obligada captura especular, adquiriendo un imaginario no
especular. No es que no se pueda volver al espejo. Se puede. Pero el
sujeto acaba de adquirir una identidad imaginaria más allá de la captu-
ra en el campo del espejo. (13)
Pero es claro que esto sólo puede pasar si está adecuadamente
escrito el hueco (-φ) por donde ha de hacerse la reversión tórica, el
canal por donde pasar la libido al "yo" no especular. Sólo entonces el
"yo" va a estar centrado en su agujero, tal como lo señala Lacan
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en sus últimos seminarios. El "yo" devendrá la envoltura del objeto,
que debe ser situado también en el campo yoico, como falta en el seno
del "yo".
Recién entonces, el objeto estará localizado con las tres cuerdas
que hacen nudo. Recién entonces, el objeto puede pasar por el colador
de la castración primordial, y colocarse así en el hueco de la ventana
fantasmática, ubicable en el nudo en el punto de triple agujero. Allí
donde se recubren las tres carencias o los tres agujeros de los tres
registros.
La falta en lo real es creada por la eficacia fálica de lo simbó-
lico (Φ), porque a lo real no le falta nada en sí mismo. La falta en lo
simbólico es el agujero en el campo significante que hace que siem-
pre falte un significante para nombrar lo real. S1, que hace de límite
OM
simbólico al objeto, la escribe. La falta en lo imaginario es agujero en
el "yo", escrito como falta fálica imaginaria, -φ.
Recién entonces, el objeto a se ha colocado para el sujeto
fantasmáticamente, lo cual le permitirá darse un objeto elegido en las
contingencias de la crianza entre los objetos ofertados por el Otro.
Luego de estos largos rodeos de trabajosos tiempos de escri-
tura, el sujeto puede recuperar goce según ley, según la ley del deseo
C
en el fantasma.
En los casos en que la atribución primera ha sido injuriante;
donde el Otro ha creído que puede no inhibir la posición gozante de la
D.
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mencionada posibilidad de una estructura particular resultante de esta
combinatoria estructural.
Esta clase de configuración "mal dicha" en el narcisismo obliga a
una disyunción entre el campo del discurso y el campo imaginario que
se constata habitualmente en estos pacientes graves que no son
psicóticos y que no son perversos, pero que tampoco terminan de
constituirse plenamente neuróticos.
En estos casos se constata la eficacia de la represión, en el
sentido de pasar al inconsciente la marca discursiva de que no todo es
posible, que no toda demanda pulsional puede ser satisfecha. El gran
problema clínico es que no hay retraducción imaginaria de la eficacia
de las escrituras logradas de los registros real y simbólico.
Lo imaginario no termina de recibir los efectos normativizantes
de la castración, que debiera ser vivida ahí como herida narcisista. Esta
OM
particular constelación hace al sujeto capaz de rechazo del goce pero,
al encontrarse detenida la avanzada de constitución del fantasma, por
fallar la concurrencia del registro imaginario que no le otorga la tercer
cuerda para localizar al a, el sujeto padece fracaso del fantasma. (14)
Este fracaso pone al sujeto en la situación desesperante de no
tener cómo recuperar goce según escala legal. Entonces, cuando el
goce perdido vuelve a reclamar satisfacción; retornando como-deman-
C
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La inconstitución parcial no "remendada" de modo tan oneroso,
suele ser, en cambio, frecuente en el transcurso del primer y segundo
despertar sexuales.
Parecen éstas afirmaciones herejes, pero también de herejía se
trata en R S I.
Desde luego, aquí no se expone aún ningún resultado que a esta
altura esté demostrado. No ha llegado, ni siquiera cercanamente, el
momento de concluir sobre estos temas.
Pero sí de transitar el momento de comprender, insistiendo en la
investigación.
Si se aceptara que para definir neurosis se precisa P + Φ + (-φ),
al menos tres operaciones escriturales, los sujetos en quienes se cons-
tata fracaso del fantasma serían tributarios de otro modo de escritura:
P + Φ + (-φ0)
OM
Escritura estructural del caso de fracaso del fantasma:
P + Φ + (-φ0)
constitución fantasmática.
Estas reflexiones subrayan que los bordes de los que se trata en
la clínica en los bordes, son los bordes de la escritura, bordes cuyo
D.
tual, dado que sería a todas luces más rápidamente aceptado un planteo
que afirme la sola "gravedad" de casos que serían de derecho neurosis.
Una de las diferencias que deslindarían a estas curas de las curas
de la neurosis de transferencia es la cuestión del fin de estos análisis.
En estos casos de "fracaso del fantasma", la cura habitualmente
termina cuando el sujeto ha logrado constituir el fantasma. No cuando
lo ha atravesado, sino cuando lo ha constituido.
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Es subrayable la diferencia con las conceptualizaciones, bien
avaladas por la observación clínica, acerca del fin del análisis de las
neurosis adultas.
En verdad, este momento de finalizar el análisis en el tiempo del
logro de la coagulación fantasmática, emparienta estas curas con las de
niños y adolescentes. Sólo que en esos análisis el sujeto está en tiempo
normativo de llevar a cabo esa formalización escritural.
Sostener una posición éticamente pascaliana no impide emitir
estas dudas y estas hipótesis. El analista apuesta en verdad a una
posibilidad de constitución en la trama de la transferencia, a pesar de
admitir que la inscripción en esa trama "artificial", que no es la de los
trazos fundacionales deja huellas de fragilidad en la adquisición.
Vale la pena el empeñarse en conceptualizar el desdoblamiento
OM
de los tiempos escriturales de fundación del sujeto, dado que este
esfuerzo permite pesquisar fallas sobre distintos puntos del recorrido
del trazado de las letras que tiene que adquirir la estructura.
Y el tiempo es un tema enorme en la medida en que es en medio
de las tres dimensiones del tiempo que llevan a cabo las operaciones
escriturales. Y no en cualquier momento es posible llevar a cabo una
operación específica de escritura. Puede prescribir la posibilidad de
C
C OM
D.
AD