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ESPERANZAS Y FRUSTRACIONES (1): JEVA YORK (1946-


1956)

Sudáfrica había sido para Fritz y Lore una solución de emergencia. Y, según quedaba
demostrado, había sido en su momento una buena elección. Atrás quedaban años de brillo
profesional y esplendor económico, años de un relativo disfrute familiar y de un
asentamiento mental y personal que había llegado a concretarse nada menos que en un
libro. Ahora, las circunstancias aconsejaban emprender de nuevo la marcha. Lore lo
explicará muy claro años más

Fritz estuvo en Sudáfrica casi trece años y yo casi catorce... Pero en realidad nunca
tuvimos la intención de quedamos en Sudáfrica. Ya habíamos solicitado nuestro ingreso a
Estados Unidos, pero los cupos estaban llenos. Estalló la Segunda Guerra Mundial, nos
vimos enfrentados a las elecciones de 1948 y ya no quisimos estar más ahí. El primer
ministro Smuts no quería ser reelecto porque ya tenía más de setenta años... Podíamos
anticipar el resultado de las nuevas elecciones por el ambiente que se vivía en el país...
Muchas personas -especialmente artistas e intelectuales- se estaban yendo del país. Los
intelectuales, en su gran mayoría, eran demócratas y radicales, y trabajaban contra el
apartheid... Ayudar a los negros en Sudáfrica era una tarea intelectual, tal como en
Alemania lo había sido el unimos a los trabajadores. l

Y asimismo, Stephan, el hijo de Fritz y de Lore:

Desde el punto de vista de mi familia, Sudáfrica era culturalmente un desierto. Nada


pasaba, todo era opaco, muerto. Mi madre, en particular, quería que mi hermana y yo
creciéramos en un medio que fuera culturalmente más estimulante, y Estados Unidos
parecía ser una buena posibilidad. En segundo lugar, el clima político de Sudáfrica ya
estaba cambiando en 1946. El gobierno del apartheid se hacía cada vez más poderoso. No
había llegado al poder aún en ese momento, pero las cosas se encaminaban definitivamente
hacia el lado fascista. Los africanders se concentraron en los negros de África, y su orienta-
ción no parecía muy diferente de aquella de los nazis, y naturalmente que esto se oponía al
pensamiento de mis padres. Querían salir de allí antes de caer en la misma rutina por la que
ya habían pasado en Alemania… 2

En cuanto obtuvo la baja en el ejército, en febrero de 1946, Fritz sintió que había llegado
el momento. Su plan era irse solo a Estados Unidos, establecerse profesionalmente, y hacer
venir después a la familia. La relación con Lore y con sus hijos estaba ya muy dañada, pero
los lazos con ellos eran aún suficientemente fuertes. Karen Horney, su antigua
psicoanalista, estaba ya en Estados Unidos y le había ofrecido su patrocinio. También le
atraía conocer a Paul Goodman, del que había leído un artículo aparecido en una revista
americana, Politics, que solía adquirir en una librería de Johannesburgo, sobre W. Reich y
otros neofreudianos, resaltando su dimensión social y cultural, que le había interesado
profundamente.
Por culpa de un funcionario antisemita que le negaba el visado a Estados Unidos, Fritz
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debe embarcarse primero para Inglaterra y luego para Canadá. Aquí se aloja con unos
parientes de Lore y consigue trabajar junto a un famoso neurocirujano el tiempo que debió
permanecer allí. Curiosamente, este hecho le facilitaría al final de su vida su decisión de
establecerse en ese país3.
Finalmente, consigue trasladarse a Nueva York en la primavera-verano de ese mismo
año 1946. Las cosas le van bastante mal: revive la misma sensación de opresión y
hostilidad que había experimentado veinte años antes. Decide trasladarse a casa de Robert,
el hermano de Lore, con quien nunca se había llevado bien, que vive con su familia en New
Haven (Connecticut). Poco después, a causa de su extremado descuido de cualquier tipo de
disciplina doméstica, le piden que se vaya. Profesionalmente, su expectativa de obtener el
encargo de una cátedra en la Universidad de Yale se desvanece. Desesperado, piensa
incluso en volver a Johannesburgo.4
Vuelve a Nueva York a visitar a Erich Frornm, que había valorado muy positivamente la
lectura de Yo, hambre y agresión, y éste le anima a quedarse: «Le garantizo que en tres
meses estará trabajando». Con el apoyo de la Washington School of Psychiatry (más tarde
Instituto Psicoanalítico William Alanson White), grupo neofreudiano de orientación
humanista reunido en torno a Harry Stack Sullivan, y donde trabajaba, entre otros, Clara
Thompson. Fritz obtiene una suplencia y se encuentra a pleno rendimiento al cabo de ¡tres
semanas!, convertido de nuevo en esclavo de su horario de pacientes. Se niega, en cambio,
a pasar por el aro de tener que revalidar su título de médico, como le exigía el Instituto para
poder contar con él como analista instructor. «Si he de ir nuevamente a la escuela, será
como profesor, no como alumno», parece haber contestado Fritz.
Taylor Stoehr, profesor de literatura en la Universidad de Massachusetts y biógrafo de
Paul Goodman, riguroso conocedor de su obra y de su tiempo, cuenta en detalle la forma
casual como Perls, casi recién llegado, pudo realizar su deseo de entrar en contacto con este
personaje al que, para bien o para mal, se iba a ver vinculado en los años siguientes:5 un
ceremonioso y cortés doctor Perls, con abrigo, corbata y anteojos redondos, sentado en una
cafetería de la Pennsylvania Station, observa a su lado a dos personajes de aspecto informal
que mantienen una discusión sobre política internacional. De pronto oye a uno de ellos
mencionar el nombre del editor de la revista Politics, Dwight McDonald ¡Claro que
conocían a Goodman!, e incluso le llevaron a su casa, en la Novena Avenida, a unas
manzanas de distancia, aunque aquel día no estuviera.
Comenta Stoehr:

Sólo podemos presumir lo que conversaron en esos primeros encuentros. Jamás


existieron dos personalidades más engreídas, ni siquiera durante las guerras de la sucesión
psicoanalítica, y ninguno confió en el otro o simpatizó jamás con él. Aun así, deben haberse
percatado rápidamente de lo mucho que podían aprender de su intercambio de ideas e
impresiones.6

Goodman era dieciocho años más joven que Fritz. Tenía en ese momento treinta y cinco
años. Cuarto hijo de una familia judía arraigada en Manhattan, Paul conoce desde niño el
abandono de su padre, un exitoso anticuario que se escapa a Buenos Aires con su amante.
Su madre debe ponerse a trabajar. Viven con dificultad y con continuas mudanzas. Paul
queda en buena parte al cuidado de tías o alguna de sus dos hermanas, bastante más
mayores que él. Es un niño muy brillante, escribe poemas a los siete años, y pronto
demuestra grandes dotes para las lenguas y la filosofía. Alegre, precoz, irreverente, a los
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veinte años ya había leído a Freud, Aristóteles, san Agustín y Trotski. Escribe cuentos,
resume novelas francesas para posibles guiones cinematográficos, publica, con la asesoría
de su hermano Percival, futuro arquitecto, dos ensayos sobre Frank Lloyd Wright y Le
Corbusier, adapta obras de teatro de Shakespeare y Moliere, y dirige él mismo pequeñas
obras propias para público infantil. Escribe cuentos y alguna novela y participa como
monitor en campamentos juveniles (donde se destapa su bisexualidad). Entretanto, acude
como libre oyente a clases de filosofía o historia en la Columbia University, donde no se
priva de opinar y discutir, y despierta la atención de los profesores. Uno de éstos, trasladado
ahora a Chicago como decano de la universidad, le invita a trabajar con él en un programa.
Paul acepta, tiene veinticinco años. Asiste a algunos cursos, enseña, y escribe su propia
tesis. Se enamora, vive en pareja en plan bohemio, tienen una hija pero, un poco perdido en
su nuevo papel, se prodiga abiertamente en aventuras homosexuales dentro y fuera del
campus. Despedido, finalmente, por su conducta, vuelve a Manhattan, donde, conside-
rándose más artista que académico, retorna su actividad literaria provocadora y empieza a
abrirse paso en círculos de vanguardia. Pierde a su pareja, malvive con su hija, y encuentra
al fin un nuevo empleo en un internado progresista, pero pronto será también expulsado por
seducir a sus alumnos. Siempre necesitado de apoyo femenino, consigue formar un nuevo
hogar -que habría de ser definitivo- con Sally, la secretaria de la escuela, una joven de
carácter férreo e independiente, a la que lleva once o doce años y a la que había estado
cortejando paralelamente sus agitados amores con escolares.
Estamos ahora en 1945. Goodman, reclamado a última hora por el Servicio de
Reclutamiento, provoca a los entrevistadores con una soflama antimilitarista, pero consigue
escapar gracias a su miopía y a sus hemorroides. La Universidad de Chicago le publica un
libro sobre planificación comunitaria, escrito a medias con su hermano, y se va ganando
seguidores en círculos anarquistas y entre poetas y gentes de teatro del Greenwich Village.
Pero sus obras apenas se venden. Se siente un tanto decepcionado y amargado, con menos
alegría y empuje, dudoso de qué dirección tomar, necesitado de hacer revisión de sus
recientes autodestrucciones y catástrofes. Se ilusiona con Reich, al que siente como cata-
lizador de todas sus lecturas y su fe psicoanalítica, y a la vez como bastión y fundamento de
sus ideales anarquistas. A raíz de su artículo, Reich le invita a su laboratorio de Queens.
Paul acude ilusionado, esperando de él tal vez algún encargo, pero el único que recibe es el
de dejar de asociar su nombre al anarquismo. Se vuelve entonces a Alexander Lowen, su
discípulo, a quien visita durante unos pocos meses a fin de aprender de él las técnicas
vegetoterápicas básicas de Reich. Goodman se niega a seguir con Lowen un trabajo
secuenciado sobre su propia armadura. A lo que aspira es a poder llevar a cabo consigo
mismo, como Freud, un "autoanálisis", valiéndose para ello de estas técnicas, lo mismo que
de asociaciones libres o interpretaciones de sus sueños. El nacimiento ahora de un hijo
varón afianza su relación con Saliy, pero -según afirma Stoehr-le lleva a la vez a «una
súbita y sorprendente confrontación consigo mismo, su infancia y especialmente su falta de
padre. Aquí estaban las causas más tempranas de sus fortalezas y debilidades, ahora
sometidas a cuestionamiento». Oscuramente presentía que, «a menos que hiciese un gran
esfuerzo por cambiar su carácter, jamás sería feliz ni descubriría su verdadera vocación».?
Laboralmente, había conseguido un empleo en la escuela nocturna de la Universidad de
Nueva York para enseñar la obra de Kaika a veteranos de la guerra recién terminada.

Éste es el hombre con quien se encuentra Perls en ese final de primavera de 1946.8
Alguien muy distinto a él, pero con quien le unen a la vez notables concordancias. Fritz
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venía, como paciente y como terapeuta, del campo de la terapia personal, de la clínica
psiquiátrica y psicoanalítica, orgulloso e impaciente por aportar sus nuevos
descubrimientos, necesitado de abrirse paso y de alguien que le ayudara a difundirlos;
Goodman viene de una polivalencia intelectual creativa que, justamente en ese momento,
en medio de sus dudas actuales, estaba necesitada de encauzamiento. Ambos son de origen
judío, tienen una hija y un hijo y una mujer fuerte, los dos llevaban dentro un niño rebelde y
contestatario, les une el teatro, el talante bohemio, el psicoanálisis, Wilhelm Reich. .. De
éste, ninguno de los dos estaba interesado en el orgón, pero sí en su crítica a la teoría
freudiana de los instintos y en su énfasis en las huellas corporales "actuales" de las neurosis
y en los condicionantes culturales, más que en los traumas de la niñez y las vicisitudes de la
libido. Perls estaba, además, muy interesado en la nueva "vegetoterapia" de Reich y en
todos los nuevos ejercicios que Goodman estaba aprendiendo de Lowen.
Sin duda que Goodman debió sentirse, por su parte, muy de acuerdo con los
planteamientos y las intuiciones de Yo, hambre y agresión, que tanto tenían que ver con
Reich, y singularmente con su central y axiomática fe en la "autorregulación organísmica".
Este principio se avenía a la perfección con su ideal anarquista, para el que -como para
Reich, con matices-liberar lo instintivo (sexual) en los individuos era el medio de abrirles a
una actividad significativa y espontánea, de donde nacería "otro tipo de sociedad". En esto,
dicho sea de paso, Goodman se contraponía a la visión de Erich Fromm, partidario más
bien de una "sociedad racionalizada" como marco previo para una inserción creativa,
"productiva", de los individuos, pero coincidía con él en subrayar el influjo decisivo de los
factores político-sociales y culturales. Perls, en cambio, acorde con su perspectiva de
terapeuta, miraba más los cauces concretos de liberación del individuo. Por otra parte,
Goodman, curiosamente, años atrás, en 1934, cuando alternaba su vida bohemia con la
asistencia a clases sobre Aristóteles en la Universidad de Columbia, «se había ganado
algunos dólares extra enseñando inglés a un reciente refugiado de los nazis. Su cliente era
Kurt Goldstein».9 Es algo que, al parecer, Goodman nunca mencionó, pero que consta en
una carta de su hermana a un amigo común. Pronto emigrarían también a Estados Unidos
K6hler, Koffka, Kurt Lewin y Wertheimer, y Goodman conoció algunos de sus libros
aparecidos en inglés en los años treinta.
Poco después, Fritz fue a visitar a Wilhelm Reich, a quien había visto por última vez en
el Congreso Psicoanalítico de 1936, largos ratos perdido, taciturno, pensativo:

Lo visité al poco tiempo de llegar a Estados Unidos. Esa vez sí que me asusté de veras.
Estaba inflado como inmenso sapo, su eccema facial se había intensificado. Su voz me
retumbaba pomposamente mientras me preguntaba con incredulidad: «¿No has oído acaso
de mi descubrimiento, el orgone?».10

Otro contacto importante para Fritz en sus inicios en Nueva York fue Charlotte Selver,
creadora y difusora de un método llamado "conciencia sensorial". Erich Fromm le había
hablado de su trabajo de "conciencia sensorial" y le había sugerido visitarla. La propia
Charlotte cuenta:

Estaba muy solo cuando llegó. Le ayudé a amueblar su primera oficina. Me visitaba a
menudo, pero debo reconocer honestamente que este hombre nunca me agradó, aunque sus
ideas me interesaban. Tomó clases privadas conmigo. Muchas veces estaba desesperado...
Estudió alrededor de un año y medio ya veces varios días a la semana. Le impactó mucho
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mi trabajo y me pidió que trabajara con él. Quería que yo trabajara con sus pacientes
primero, para que yo de alguna forma los preparara para lo que él quería trabajar con ellos
más tarde... «Charlotte, trabaja conmigo y te haré famosa». Le dije que si yo quería ser
famosa, lo haría por mí misma. Creo que mi negativa fue el fin de su interés en mí en ese
momento. 11

Su “primera oficina”era un húmedo y frío apartamento en una de las calles al Este de


Central Park, que le servía al mismo tiempo de cubil. Allí empezó a recibir a sus propios
pacientes, que empezaban a acudir a él provenientes sobre todo del círculo de Goodman. El
propio Perls se asomaba gustoso a ese mundillo, que le traía recuerdos de su Berlín de
veinte o veinticinco años antes. El grupo centrado alrededor de Goodman incluía futuras
celebridades, como Merce Cunningham, John Cage, Dwight McDonald y Julian Beck y su
mujer Judith Malina, los creadores del Living Theater,12 todos ellos quince o veinte años
más jóvenes que Fritz.

Cada uno de ellos se encontraba, a su manera, insatisfecho con los moldes en que se los
había formado: objetaban los límites impuestos a sus vidas y su arte, y luchaban por hallar
nuevas salidas. En ello, reflejaban los sentimientos de Fritz. Compartían la creencia de que
se debían desarrollar nuevas formas mediante la honestidad y la experimentación, de que
una actitud de inocencia permitiría demostrar la trivialidad, la bancarrota y la hipocresía de
las estructuras sociales y artísticas existentes. Experimentar, tanto en la vida como en el
arte, señalaría el camino hacia una expresión más rica y satisfacciones morales mayores y
más naturales. 13

El propio Goodman, por su actitud y su verbo contestatarios y comprometidos y por su


bisexualidad confesa, encarnaba en gran medida el deseo del grupo de borrar la frontera
entre los límites de la vida profesional y la real. El Living Theater se esforzaba, por su
parte, en implicar al público en la acción o en el diálogo dramáticos y en llevar, a la vez, la
verdad y el arte del drama a las relaciones y la vida cotidiana. Esto incluía, desde luego, una
gran libertad de exploración en el juego sexual y, en general, en la expresión de los
sentimientos. El principio rector era ese derecho a la honesta experimentación de sí mismo
y de los propios límites, por encima de toda consideración a la conveniencia establecida. A
menudo, ello daba lugar a un ingenioso y cruel juego de "verdades" que oportuna o
inoportunamente podía ponerse en marcha en cualquier circunstancia y afectar tanto a
propios como a extraños sin previo aviso.
Todo este ambiente encajaba a la perfección, en primer lugar, con el acuciante deseo que
Fritz traía de sacudirse estrechos corsés psicoanalíticos y de experimentar más libremente
su espontaneidad reactiva y expresiva, incluyendo claro está, su sexualidad. Al grupo le
venía bien sentirse legitimado por la presencia de este psicoanalista europeo de edad
madura que comulgaba con sus presupuestos, y Fritz, por su parte, se sentía reforzado en su
deseo de explorar sus propios límites, en su necesidad de ser una "persona" antes que un
terapeuta "anónimo":

En Fritz, esta conexión fortaleció la creencia de que el anonimato psicoanalítico era


innecesario y estimuló sus tentativas por integrar más la terapia en la vida. Había de
permitirse a sí mismo mayor libertad aún para reaccionar espontánea y experimentalmente
con sus pacientes, desafiando y superando todos los límites preexistentes, con inclusión del
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tabú de la intimidad sexual. Había de convertirse en Fritz, no en alguna figura de terapeuta


innatural y anónima, fundida en matriz de acuerdo con un diseño común, sino un terapeuta
que se permitía con sus pacientes el cinismo, la ternura, el humorismo, la aspereza, la
paranoia y la concupiscencia que se permitía fuera del consultorio. 14

Martin Shepard resume así los años que siguen:

Los diez años que Fritz pasó en Nueva York fueron un período de fermentación, grandes
conmociones y marcado cambio de rumbo. Durante ese lapso Fritz luchó por acabar con las
discrepancias entre su vida privada y su vida profesional, o sea, por llegar a ser más una
persona en cuanto terapeuta, y más un terapeuta en cuanto persona. En esa década nació
formalmente la terapia de la Gestalt. Concluyó en 1956, cuando Fritz decidió abandonar a
Laura.15

Esa decidida intención de «llegar a ser más una persona en cuanto terapeuta y más un
terapeuta en cuanto persona», con todas sus consecuencias, iba a acarrearle evidentemente
muchos problemas.
Conviene recordar que en el verano de 1946, apenas llegado Perls, Estados Unidos, con
las dos bombas atómicas lanzadas sobre Japón, acababa de ganar la Segunda Guerra
Mundial. En todas partes se respiraba un clima de gloria nacional, de valores colectivos, de
fe positivista en el poderío debido a la ciencia y los científicos. El psicoanálisis, tan
preocupado de darse a sí mismo una base científica, contaba con el respaldo de una
sociedad que había ido acogiendo en las dos últimas décadas a muchos de sus más eximios
representantes huidos del nazismo. Y si bien es verdad que tanto los freudianos como más
aún los neofreudianos -y entre ellos los propios miembros del Instituto Alanson White-
podían considerarse a sí mismos paladines de la honestidad y la integridad individuales, no
es menos cierto que en su idea de la necesaria respetabilidad pública en modo alguno podía
encajar el abierto desenfado y desprecio por las "formas" que pronto Fritz empezó a
mostrar como derivación natural de su carácter y de su propio afán de integridad.
Perls podía aún engañar con la apariencia:

Cuando llegó a Nueva York, en 1946, era el prototipo del psicoanalista europeo: trajes
ajustados de corte impecable, polainas bajas, bastón, y a veces una boina sobre un rostro
severo, de bien recortado bigote. 16

De hecho, seguiría usando aún durante años el diván psicoanalítico.17 Pero si hasta aquí
había mantenido una cierta apariencia de "respetabilidad" profesional o personal, ahora,
apoyado en sus propios principios y en la sensación de un nuevo respaldo comunitario,
estaba decidido a ser consecuente con su deseo de ser él mismo por encima de toda
hipocresía.

Fritz ya se atrevía a ser más espontáneo, y empezó a procurar, sin disimulo, el contacto
con otras mujeres en proporción directa con su soledad, su aislamiento y su insatisfacción
de vivir con Lore.18

La relación con el Instituto acabó yéndose a pique, y Perls pudo centrarse más
libremente en su propia clientela, vinculada sobre todo al ámbito de Goodman.
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Lore y los hijos, tras liquidar todas las pertenencias en Sudáfrica, habían llegado a
Nueva York en el otoño de 1947. Muy bien acogida por Paul, que percibió enseguida en
ella una afinidad con su propio talante intelectual, Lore pronto se incorporó a este "caldo
cultural" que venía a satisfacer también en ella la nostalgia de un ambiente más estimulante
que el de los últimos años en Sudáfrica. Antes de un año, Goodman había empezado a
someterse a terapia con ella. Entretanto, había continuado su propio "autoanálisis" y
volcado sus reflexiones en una nueva novela narrada en primera persona -mezcla de ma-
nifiesto homosexual y de autocuestionamiento psicológico- y en un estudio psicoanalítico
sobre la religiosidad de Kafka, en el que incorpora elementos tomados del existencialismo y
el taoísmo. Pero estaba cansado de revolver conceptos intelectuales para no llegar a ningún
lado y seguir acumulando molestias corporales. Dice su biógrafo:

De cada una de estas empresas aprendió algo, pero el resultado no fue ni salud ni
felicidad. Quizás el problema era que no tenía a nadie en quien confiar ni a quien respetar,
ningún igual a quien contar su historia. Mientras luchaba con la verdad acerca de sí mismo
y el mundo, se sumió en un abatimiento cada vez más profundo. Su cuerpo se quejaba, su
ánimo se hundía... Dice mucho a favor de Lore Perls el que Goodman fuese capaz de
abandonar su orgullo. Al igual que muchos psicoterapeutas, él sabía demasiado como para
obtener algún beneficio. Era crucial evitar la batalla de intelectos en que se solía convertir
el análisis tradicional... En vez de eso, Goodman y Lore Perls se concentraron en las dos
metas de la terapia Gestáltica: una mayor toma de conciencia del momento presente y un
compromiso más vivo entre el sí mismo y el mundo, acción en el ámbito de lo posible.19

La conexión entre el matrimonio Perls y el grupo de amigos cercano a Goodman iba


siendo ahora de doble dirección. No sólo Fritz y Lore participaban en las reuniones y
actividades de éstos, sino que también algunos de ellos, junto a otros profesionales y
profanos, empezaron a acudir semanalmente a trabajar en grupo con los Perls. Fritz, a la
vez, dedicaba buena parte de su tiempo al Living Theater, asistiendo a ensayos,
representaciones y reuniones. Julian Beck diría años más tarde:

Se tomó evidente para todos nosotros que Fritz, en aquel momento, buscaba y hablaba -
con una especie de profundo y conmovedor interés, pero también con gran vaguedad- de
querer hacer algo con la dirección de actores, o algo así, o con los actores. Tenía en mente
algo que estaba a mitad de camino entre la suerte de interpretación que nosotros ofrecíamos
y las sesiones terapéuticas... Siempre intentaba llevar la reunión, el encuentro, hasta sus
límites. y el recurso siempre era la honestidad. la franqueza y cierta técnica de shock. Estas
formas de comunicarse fueron muy importantes para nuestro propio trabajo, por ejemplo en
Paradise Now, donde en muchas escenas es preciso llevar esa especie de ingenuidad y de
honestidad a una relación de tú-y-yo entre actor y auditorio. Creo que Judith y yo
aprendimos mucho acerca de esto, como concepto y como realidad, gracias a Fritz. 20

Pero ya no era aquella maliciosa "honestidad abierta" que había venido siendo moneda
común en sus reuniones de amigos, y en la que él mismo era maestro. La propia Judith,
mujer de Julian Beck, nos ha dejado testimonio agradecido de haber sido el propio Fritz
quien acabó poniendo fin a ese temible juego:
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Por fin, eso perdió su popularidad. Gracias a Dios. Y también gracias a gente como
Fritz, que se apartó de eso y nos sacó a los demás de allí, dándonos cierta idea de la
porquería en que estábamos. Por cierto, la comprensión que nos infundió nos hizo ver un yo
anterior que teníamos, que se basaba en la apariencia, una personalidad dominante,
ingeniosa en sociedad, dotada de todas las maneras falsas, toda la actitud de juego, que era
lo que, en las reuniones, solíamos llamar absolutamente "divino".21

Fritz no se olvidaba- de su propósito principal: divulgar y dar forma a su nueva forma de


terapia. La practicaba con sus pacientes, en el grupo junto a Lore, y a menudo también con
los circunstantes fuera de contexto terapéutico. Pero estaba interesado sobre todo en
relacionarse dentro del campo profesional, y así creo que debe interpretarse su esfuerzo en
dar conferencias y reflejar por escrito alguna nueva consideración de su enfoque, tratando
de publicarlo en alguna revista del ramo. Ése es el caso del extenso artículo «Teoría y
técnica de integración de la personalidad», publicado en el American Joumal of
Psychotherapy en 1948,22 y a cuyo contenido me referiré en el capítulo siguiente.
Especialmente satisfecho debió de hacerle sentir el hecho de que, según nos dice Stoehr,
«después de leer Yo, hambre y agresión, algunos psicoanalistas de Nueva York le llamaron
para pedirle que los aceptara como pacientes».23 Pero más trascendencia tiene el dato de
que, al llegar a los Estados Unidos, Fritz ya traía consigo el esbozo de un nuevo libro, para
el que deseaba encontrar no sólo editor, sino más aún, aunque oscuramente, alguien que le
ayudara a darle forma.24 Todos los indicios apuntaban claramente a Paul Goodman como
la persona indicada para ello, y Perls decide contratarle por quinientos dólares para que
organice las ideas del manuscrito y redacte un borrador bajo su supervisión.25 Paul, ahora,
tras dos años de terapia con Lore, se había unido al grupo de capacitación profesional como
terapeutas que ésta estaba tratando de formar a partir del grupo originario. En ese grupo
estaban Elliot Shapiro, y Ralph Hefferline, profesores, respectivamente, de la Escuela
Psiquiátrica del Hospital de Brooklin y de la Universidad de Columbia. Ambos habían
pedido permiso a Perls para practicar con sus alumnos los "ejercicios de concentración" de
Yo, hambre y agresión. Esto estimuló a Perls, y Hefferline pasó de ser paciente suyo a
convertirse en «una especie de colaborador». 26 También formaban parte del grupo Paul
Weisz, neurórologo y bioquímico vienés, estudioso del budismo Zen; Isadore (Isad) From,
homosexual, íntimo amigo suyo, uno de sus primeros pacientes y desde hacía dos años
paciente de Lore, y Jim Simkin, psicólogo jefe del Veterans Administration de Nueva York.
Lore los llamaba "mi grupo de genios".
Fritz, nunca del todo a gusto en Nueva York, y cada vez más bloqueado en su relación
con Lore, decide dejar a ésta la dirección del nuevo grupo didáctico y marcharse a explorar
el oeste, Los Ángeles, aprovechando la ocasión de viajar con Isad From para encontrarse
con su hermano mellizo, asimismo homosexual, que residía allí y estaba bien introducido
en círculos intelectuales. Antes de marcharse, sin embargo, en junio de 1950, puede ya
examinar terminado el primer borrador del futuro libro, aún sin título, que retornaría tras el
verano.
En Los Ángeles es bien recibido en el círculo homosexual, cuyas oportunidades no deja
de aprovechar en todo sentido, pero atiende sobre todo a su propósito de darse a conocer en
el ámbito de la comunidad terapéutica, hablando y tratando de captar pacientes a diestro y
siniestro con su peculiar desenvoltura. El éxito parece haber sido dudoso pero, no obstante,
volvió a Nueva York exultante por haber encontrado un grupo de discípulos y pacientes y
traer consigo un doctorado honorario en filosofía (Ph. D.), concedido por una universidad
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de la que ni siquiera recordaba bien el nombre, «el Westem College for Psychoanalysis, o
algo por el estilo», «una Universidad diminuta», como él mismo reconoce.27 Pero su
flamante Ph.D.luciría muy bien en la portada del futuro libro junto a su M.D. (Doctor en
Medicina); ¡no convalidado aún en Estados Unidos! Así que ahora vuelve, decidido a
encauzar definitivamente el nuevo libro y volverse cuanto antes a California.
El plan originario del libro, que debía servir de referencia básica del nuevo enfoque
terapéutico, comprendía una parte teórica, basada en el manuscrito de Fritz y en la nueva
redacción de Goodman que Fritz debía revisar, y un complemento práctico integrado por
toda la serie de ejercicios de "concentración". Ahora Fritz traía nuevas anotaciones y
nuevas ideas, a las que Goodman debía dar forma definitiva, y nuevos ejercicios que
Hefferline había experimentado con éxito y sobre los que éste, a su vez, redactaría un
manuscrito sujeto a supervisión por su parte.
Goodman, que había intentado en vano ese verano conseguir una plaza de profesor en
Carolina del Norte tras haber perdido su empleo vespertino en la Universidad de Nueva
York, y que no conseguía vender su producción literaria, se embarca de lleno en la tarea, a
la vez que participa en el grupo didáctico que Lore -que ahora empieza a hacerse llamar
Laura- pone definitivamente en marcha. Fritz marcha a Los Ángeles en compañía de Isad y
algunos otros, y juntos retornan la clientela y las obligaciones establecidas en el verano.
Fritz va y viene varias veces a Nueva York en los meses siguientes. En el verano de 1951
Lore le acompaña en Los Ángeles durante dos meses, pero se siente incómoda, como
«abeja reina en una colmena de homosexuales»,28 y se vuelve a Nueva York. Fritz, por
alguna razón, decide seguirla poco después, dejando a Isad a cargo de sus clientes.
En el otoño, el libro está listo. Los manuscritos han engordado notablemente. Fritz,
impaciente -y esto es una suposición mía-, ni los retoca. Tiene prisa por ver el libro en la
calle. El editor, Art Ceppos, a quien Fritz conocía por haber editado varias obras para el
Instituto William Alanson White, decide invertir el orden de las dos partes: primero debe ir
la serie de ejercicios -escrita por Ralph Hefferline muy sobre la base de Perls-, ya que esa
parte de Yo, hambre y agresión era la que había conseguido más popularidad, y luego la
parte teórica, remodelada por Goodman -muy a su propia imagen y semejanza, como diré
en su momento-, y que resultaba menos asequible.
Faltaba el título. Fritz defendía a toda costa el de Gestalt Therapy. Laura y los coautores
no estaban de acuerdo:

Según Laura, el enfoque tenía escasa relación con la psicología gestáltica académica que
ella había estudiado en Europa. Paul consideró demasiado esotérico aquel título, y Ralph se
inclinaba por el de Integrative Therapy.29

Dice Stoehr:

Otras posibilidades incluían la vieja frase que Perls tomó de Reich: "terapia de
concentración", y dos nuevos nombres que sugerían un carácter más filosófico: "terapia de
actualidad" y "terapia existencial". Lore Perls, quien tenía los lazos más estrechos con
ambas tradiciones, Gestalt y existencialismo, pensó que "podían meterse en aprietos" si la
llamaban terapia gestáltica, pero también concordó en que usar el término existencialismo
llevaría a la gente a asociarlos con el "enfoque nihilista" de Jean Paul Sartre.30

Pero Fritz se mantuvo firme en este punto, aunque a Lore no le faltara parte de razón:
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Entre los objetores estaba el propio Wolfgang Köhler, a quien habían enviado una copia
de las pruebas de imprenta, con la esperanza de su aprobación.

Al parecer, el envío se retrasó de modo que K6h1er tuvo las pruebas sólo dos días antes del
plazo en que debía de pronunciarse acerca de su valor. Al principal vocero sobreviviente de
la teoría gestáltica, esta nueva aplicación de la teoría le pareció «más bien inofensiva, pero
también casi vulgar», y les instó a que por lo menos cambiaran el título. Aun concediendo
al libro su eficacia, estaba mal titulado: «los psicólogos gestálticos son criticados en el texto
precisamente por no haber hecho lo que los autores consideran que se debe hacer. ¿Por qué
entonces apropiarse del nombre de una psicología que, según ellos, no ha acertado en los
puntos principales?».31

Goodman se encargó de responder a Köhler, y su respuesta resulta muy indicativa de su


posición. Entresaco algunas frases:

Probablemente usted alcanzó a leer sólo las primeras secciones. Si hubiera llegado a la
parte más sistemática [teoría del sí mismo al final del segundo volumen, la parte que él
mismo había confeccionado], sus observaciones serían menos relevantes. La estrategia de
ordenamiento del libro fue comenzar a un nivel más "popular" -más asequible en
conceptos, hábitos de lectura estadounidense, etc.-, y avanzar desde ahí hacia lo más difícil
y original. Esto resultó en un lenguaje y tratamiento de conceptos que, para mi gusto, a
menudo es apenas tolerable; su expresión "casi vulgar" es dura, pero no injusta.
Para entrar en materias más importantes: nuestra tesis no es que los gestaltistas no hayan
"acertado en los puntos principales", como usted dice, sino que los han captado pero no
subrayado...
Finalmente, permítame hacer una observación sobre el título de nuestro libro. Es difícil
satisfacer a tres autores. El profesor Hefferline y el Dr. Pearls tienen devotas conexiones
con la Gestalt. (La Dra. L. Perls -esposa del Dr. Pearls y su colaboradora durante veinte
años- fue, por ejemplo, una fervorosa discípula de Wertheimer.) Respecto a mí, mi afinidad
con la forma de expresar estas ideas emana modernamente de, digamos, Ideen de Husserl o,
en el aspecto opuesto, de Dewey. Pero finalmente, tanto para usted como para nosotros, la
más intrínseca -y en muchos sentidos aún la mejor- expresión de nuestra postura es la de
Aristóteles y Kant. ¿Y luego qué? Permítame decirle que apostaría a que, desde el punto de
vista de la apreciación del público, la psicología gestáltica tradicional sacará más provecho
del uso que damos a ese lenguaje que el que obtendrá nuestro libro por llamarse Terapia
Gestalt.32

Diríase que casi suena, por parte de Goodman, a excusa, o mejor aún, a un claro
desmarcarse del editor y los otros autores ante Köhler. En cualquier caso, el libro salió
publicado finalmente en el mes de diciembre del año 1951 con el título Gestalt Therapy.
Excitement and Growth in the Human Personality33 (Terapia Gestalt, en el próximo
capítulo me referiré al mismo). La palabra excitement ("excitación") es claramente de Fritz,
si atendemos a lo que dirá de ella en su autobiografía:

A mi me gusta usar el término excitación. La excitación es algo que se puede vivenciar,


y tiene afinidad con la propiedad específica del protoplasma, que es la excitabilidad. Esta
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excitación proviene del metabolismo del organismo. Esa gestalt única, que desde el punto
de vista de la sobrevivencia tiene la mayor significación, recibe la mayor cantidad de
excitación, y por ende es capaz de emerger y de utilizar su excitación para orientarse y para
hacerle frente a la vida.34

Tras la publicación, también se envió un ejemplar del libro a Kurt Goldstein, pero éste,
según refiere Stoehr, «no hizo ningún intento de contactar con el nuevo grupo que se estaba
formando en tomo a Perls».35
A raíz de la publicación del libro, aunque al principio se vendía poco, empezó a
aumentar el número de profesionales interesados. Había llegado el momento de
establecerse formalmente:

A comienzos de 1952, Fritz y Laura fundaron el Instituto Gestáltico de Nueva York,


instalándolo en un nuevo complejo de vivienda y oficinas situado en Central Park West,
número 315.
Orgulloso de su nueva terapia, Fritz puso en el exterior del edificio un letrero que decía
«Dr. Frederick S. Perls/Gestalt Therapy Institute of N ew York»y era tres veces más grande
que las chapas profesionales colocadas por cualquiera de los restantes médicos del edificio.
Por satisfecho que estuviera, el interior del instituto quedó por debajo de la gran placa
instalada en la pared.36

En realidad, en un principio Laura no quería tener nada que ver con el nuevo instituto.
Eso era cosa de Fritz y Paul; ella no quería más compromisos. Pero pronto se vio también
implicada. Profesionales de altura llamaban a sus puertas o pedían terapia. El grupo de
Laura, ahora nuevamente también de Fritz, aumentó a una docena. Al principio ambos
actuaban como líderes, pero pronto derivó en dinámica de grupo, al servicio de incrementar
el darse cuenta entre "martillazo s" recíprocos, 37 y en seminario exploratorio, donde se se-
guían inventando la teoría y la práctica de la terapia gestáltica. Mientras otros, como
Hefferline, «se sentaban mudos en un rincón o asistían sólo a algunas sesiones», Paul
Goodman y Paul Weisz pronto se erigieron en baluartes de la perspectiva intelectual, y
empezaron a dejar caer -sobre todo Goodman- críticas al exhibicionismo de Fritz o a las
nuevas ideas que cada vez traía de los viajes a cualquier sitio -Cleveland, Detroit, Toronto,
Miami- en que brotase un núcleo interesado en su nueva terapia:

«Enfréntalo, Fritz -le decía [Goodman]-, no eres un intelectual. Lore lo es. Tú no eres un
intelectual.» De hecho, Perls a veces se jactaba de que ya no leía libros.38

Y Perls se defendía:

«El problema contigo -dijo una noche a Weisz- es que eres tan claro dentro de tu cabeza
que todo te sale confuso. ¡Y tú! -continuó volviéndose a Goodman- eres tan confuso por
dentro que siempre te sale claro como el agua.» Según Kitzler, quien cuenta la historia, éste
era Perls en talante caritativo aunque paradójico. Sin embargo, en otras ocasiones se le oyó
decir que Goodman era la única persona de la que había aprendido algo en los últimos
veinte años. 39
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De hecho, Paul Weisz se había convertido, junto con Isad, en su principal amigo y
confidente. Años después Fritz le dedicaría en su autobiografía una página conmovedora.
Dice d él:

Frecuentemente me sentía empequeñecido ante su presencia. Paul, si pudiera hacer algo


más que únicamente sacarte de mi cubo de basura. Si pudiera traerte de nuevo a la vida.
Eras sólido, sabio y cruel a veces. Más que nada exigentemente cruel contigo mismo...
Fuiste de las pocas personas en mi vida a quien yo escuché. Aun cuando lo que decías
parecía absurdo en el momento, siempre me metía tus afirmaciones en la barriga y las
dejaba madurar un tiempo. Casi siempre daban fruto.
Sus observaciones no siempre eran críticas. En cierta oportunidad me dio mucho apoyo.
Estaba tratando de entender a Heidegger cuando Paul exclamó: « ¿Para qué quieres a
Heidegger? Tú ya lo has dicho mucho mejor y más sucintamente.» 40

Es cierto: Fritz no soportaba bien las críticas, y la comparación entre la buena acogida
que recibía en otros lados y la opresiva sensación de esa creciente alianza crítica en su
medio de Nueva York, centrada sobre todo en Goodman y de la que también participaba
Laura, no se decantaba precisamente a favor de permanecer ahí. Fritz procuraba
compensarse, como también lo había hecho en Sudáfrica. Una compensación podía venirle
de sus dos amigos y de su interés por el Living Theater.

Otra forma de compensarse era viajar. Uno de esos viajes, en un momento


indeterminado en este período, fue a Europa, con Lore y con su nuevo coche. Duró un par
de meses, y hubo un momento de exaltación emocional muy especial:

No han sido muchas las ocasiones en que he llorado a moco tendido. Tal vez una docena
de veces en mi vida... Me encanta el llanto suave que acompaña el derretirse... Me gustan
las películas que sacan lágrimas cuando son creíbles... Me gusta estar triste sin estar
desdichado... Uno de mis derretimientos más profundos... fue con ocasión de mi visita con
Lore a Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial. Quise constatar mi profundo
odio por la Alemania nazi, como también si había habido un cambio de espíritu.
Habíamos comprado un Volkswagen de segunda mano, que resultó una estupenda
compra... Pagué por él seiscientos dólares; lo usamos dos meses en Europa, tres años en
Estados Unidos y lo vendimos por setecientos dólares. De todos modos, entramos en
Alemania con ese automóvil por la frontera holandesa.. . Los oficiales de aduana mostraban
su vieja rudeza alemana. Seguimos por el Rhin. La atmósfera y nuestro estado de ánimo
comenzó a cambiar. De allí a Pforzheim, donde nació Lore. Fuimos muy bien recibidos.
Visitamos la tumba de su padre, y tuve una explosión de pena. Y realmente fue una
explosión. Me cogió totalmente desprevenido, como si se me hubiera abierto un forúnculo.
Lore también lloró un poco... Me sentí cercano a ella.
Tampoco entiendo el estallido. Nunca estuve cerca de mi suegro.41

Mal sabía Fritz en ese momento que esa tumba iba a estar ligada al destino final de sus
propias cenizas. Por 10 demás, es muy posible que su emoción tuviera que ver con el triste
destino de su propia madre y su hermana Else, muertas en un campo de concentración,42 y
también con la muerte de Liesel, la hermana de Lore, que tanto le gustaba, y de su hija -
Lore había llorado con vehemencia cuando 10 supo. Ambas habían conseguido vivir en la
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clandestinidad en Holanda, pero fueron encontradas por los nazis justo antes de que ter-
minara la guerra.43
En este viaje Fritz pudo comprobar también que la casa de su infancia en Berlín seguía
en pie:

La primera vez que visité Berlín al terminar la Segunda Guerra Mundial, vi con asombro
simbólico que toda la manzana había sido demolida con la sola excepción de aquella casa:
Ansbacher Strasse, número 5.344.

También se compensaba Fritz de sus sinsabores neoyorkinos con las largas vacaciones
cada verano en Provincetown, Cape Cod:

Íbamos allá todos los veranos, y Lore aún lo hace... La población veraniega se componía
de pescadores, artistas y psicoanalistas. Muy pronto me encontré afanado, pintando y
navegando a vela. Igual que cuando volaba, prefería navegar solo. .. Nunca me gustó la
pesca... Después de llegar a Estados Unidos, comencé a tomarme la pintura más en serio...
La pintura me absorbía completamente, parecía vagamente una obsesión... Lore escribía
poesías y cuentos cortos. Y además tenía su piano. Es una buena pianista.45

Por lo demás, frente a las críticas de Goodman y de Lore, hay que reconocer que los
intereses intelectuales, las precisiones conceptuales, y el riguroso respeto de las fuentes no
contaban entre lo más importante para Fritz. Lo suyo, en este aspecto, era coger de aquí y
de allá todo lo que sintiera como útil e integrable en su perspectiva:

Se podría comparar a Fritz con una aspiradora que busca y chupa nuevo material, nuevos
pensamientos. y nuevas ideas. Continuamente absorbía conceptos y técnicas útiles y los
agregaba a su propio núcleo central.46

Ejemplos de absorción en este período: ejercicios de conciencia sensorial de Charlotte


Selver, dianética de Ron Hubbard (a través de Art Ceppos), psicodrama de J.L. Moreno,
zen, a través de su amigo Paul Weisz... Esta actitud integradora, tan en boga en nuestro
tiempo, era algo que Fritz defendía ya entonces explícitamente, como lo hace en una
introducción que escribió para un libro de dianética:

En cuanto persona que ha intentado aportar contribuciones a la teoría psicoanalítica, hoy


advierto, como lo advertí entonces, que la ciencia de la psicoterapia no es una ciencia
cerrada o acabada. La división de los psicoterapeutas en "escuelas" hostiles entre sí ha sido
más destructiva para la joven ciencia de la psicoterapia que la inicial hostilidad de los
profanos; en su batalla contra las otras, cada escuela actuó como si tuviera todas las
respuestas y, por lo general, ignoró los aciertos de una escuela rival. .. Los intereses de la
ciencia (como los de quienes acuden al científico en busca de ayuda) exigen que yo sea
sensible a las ideas de otros [ibíd.].

No sabemos qué ideas de otros o qué nuevas ideas propias estaba barajando, pero lo que
sí consta, porque lo cuenta su propia hija Renate, 47 es que Fritz, en 1953, poco después de
inaugurado el Instituto, estaba preparando un nuevo libro y que ella le ayudaba a corregir la
ortografía ya pasarlo a máquina. Fritz manejaba muy bien el inglés hablado, pero «escribía
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con acento alemán». .. Renate tenía veintidós años, y el sentirse útil a su padre le hacía
sentirse bien.

Pero luego Fritz pasó este trabajo a alguien que había sido su paciente y supuestamente
sabía acerca de la Gestalt; ella lo estropeó todo, cambiando totalmente el sentido del libro.
En ese punto Fritz ya había perdido interés y lo tiró. Creo que lo quemó. Por supuesto que a
mí me vino un gran resentimiento, porque yo sentía que también era obra mía. Pero no dije
nada, una vez más me lo tragué.

Desde el nuevo Instituto, del que todo el grupo se sentía parte y en el que todos, salvo tal
vez Fritz, deseaban participar "como iguales", empezaron a convocarse cursos y seminarios
que se llenaban de oyentes. Fritz ofrecía un ciclo de diez semanas sobre «Principios y
Técnicas», la oferta de Laura era «Práctica para terapia grupal», Shapiro sobre educación y
psicoterapia, Weisz sobre medicina psicosomática, y Goodman dirigía un curso de debates
de dos horas sobre «Psicoterapia, religión y ética», en el que asignaba a los asistentes
lecturas de la Biblia, Lao-Tse, Shakespeare, Spinoza, Nietzsche, Freud, Reich, Rank,
Schweitzer, Buber, con una exposición previa suya y debate ulterior con ellos. Otro de sus
cursos era sobre «Patología d llenguaje y la escritura y análisis del lenguaje como
herramienta terapéutica.» 48 El contraste era llamativo, y por eso 10 cito.
Aparte de esto, cada cual iba desarrollando su propio estilo terapéutico. De Fritz, cuenta
Elaine Kempner, formada como gestaltista en esos primeros tiempos:

En sus sesiones, a comienzos de la década de 1950-1960, nunca interpretaba, ni había


creado aún su técnica de la "silla eléctrica". En vez de ello empleaba preguntas como
«¿Qué hace usted ahora...?, ¿qué experimenta usted...?, ¿qué está sintiendo... ?», es decir,
técnicas de toma de conciencia. Además filosofaba; decía que la terapia gestáltica era del
aquí y ahora, afirmaba que todo existe en el momento presente... También subrayaba,
mucho más que después, el en cuentro entre paciente y terapeuta.49

En cuanto a los sueños, se interpretaban como indicativos del modo como la persona se
conduce en su vida real, 10 que distaba de la búsqueda de significados inconscientes, pero
la invitación al paciente a "convertirse" en los elementos del sueño -personas, cosas,
actitudes, etc.-, es algo que Fritz empezó a introducir sólo a mediados de esta década a la
vuelta de uno de sus viajes, seguramente por influjo del psicodrama de Moreno, del cual iba
también aprovechando elementos en su trabajo en grupo.

Laura utilizaba su múltiple experiencia en danza, movimiento, euritmia, etc., al servicio


de la percepción corporal y la concentración, dentro y fuera del grupo. Shapiro se
concentraba en seminarios para profesores, aprovechando también su experiencia en
Brooklin y luego en una escuela comunitaria en Harlem. Weisz, cuya mujer, Lottie -
también incorporada al grupo- era psiquiatra, se había especializado en casos difíciles. Y
así cada cual. También Isad From estaba otra vez de vuelta en el grupo.
Goodman, por su parte, rec1utaba sus pacientes entre toda su variada gama de amigos
procedentes de los ambientes más diversos: literarios, teatrales, musicales, universitarios,
homosexuales, anarquistas... En realidad, ya desde antes, muchos de ellos venían a buscar
su apoyo y consultarle sus problemas:
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Aunque su voz era la dominante, Goodman no señoreaba a sus discípulos, que también
eran sus amigos, comían en su mesa, dormían en su diván, le pedían dinero prestado,
jugaban con él al balonmano y al póquer, buscaban sus consejos y a veces hacían el amor
con éL.. Se reunían en su apartamento una vez por semana... durante varias horas... Se
sentaban alrededor de la chimenea en un extremo de la buhardilla de Goodman en la calle
veintitrés... A veces Sally se unía al grupo..., por lo general sólo aparecía al final de la
sesión con café y galletas. 50

Era un corolario del principio asumido de no hacer distinción entre la profesión y la


vida, aunque tal vez los demás no lo entendían tan a la letra, ni siquiera Fritz.
y Fritz seguía viajando por el país, ansioso de hacer demostraciones donde hubiera
ocasión, y siempre volvía de buen humor, sólo para encontrarse entre los suyos con un
ambiente de crítica y frialdad. Fruto de sus campañas fue la creación del nuevo Instituto
Gestáltico de Cleveland (Ohio) en 1954, poco más de un año después del de Nueva York.
Pero Fritz sólo era el pionero. Una vez que abría el campo, dejaba que los otros -Laura,
Isad, Goodman, etc.-lo explotaran, aunque a él le gustara seguir asomándose. Huía por
instinto de todo lo que entrañase disciplina o burocracia. Dice de él Laura:

Fritz era genial por su penetración intuitiva y sus corazonadas siempre misteriosamente
acertadas, que después había que justificar elaborándolas con rigor. A menudo no tenía la
paciencia necesaria para ese tipo de trabajo detallado. Él creaba. No desarrollaba ni
organizaba. Sin el apoyo constante de sus amigos y mío, sin nuestra colaboración y los
ánimos que le dábamos constantemente, Fritz no hubiera escrito ni una sola línea, ni nunca
habría fundado nada. Sin embargo, tenía una personalidad carismática que hacía que la
gente se entusiasmara con sus ideas y sus planes y conseguía que se ocuparan ellos
gustosamente de los detalles que a él no le gustaba molestarse.51

Laura tenía mucha razón en lo que decía, pero no toda. No parece que Fritz hubiera
estado sintiendo en ese tiempo tanto apoyo y tantos ánimos por parte de todos, a la vista de
lo dicho, y tampoco es cierto que sin ellos no fuera capaz de hacer nada, ni de escribir por
sí solo ni una línea. De hecho, el Instituto de Cleveland se fundó gracias a la brecha abierta
allí por él con sus conferencias y sus demostraciones itinerantes, y también de una de sus
conferencias salió la publicación de su artículo sobre «Teoría y técnica de integración de la
personalidad», según dije. Ahora sí que, en el nuevo artículo suyo publicado en el número
nueve de la revista Complex en 1955, con el título «Moralidad, límites del ego y agresión»,
el apoyo de Goodman tuvo algo que ver: desde 1949 Paul se había convertido en coeditor
de esta revista, junto a su amigo Alexander Katz, un pacifista que había pasado algún
tiempo en la cárcel por negarse a alistarse durante la Segunda Guerra Mundial.52 Pretendía
de algún modo reemplazar a la revista Politics de Dwight Macdonald, ahora un tanto en
baja, dándole un sesgo más psicoanalítico. Goodman había pedido colaboraciones a Fritz y
a Lore, entre otros.
Aparte de ello, en esa mezcla de apoyo y de crítica por parte de Laura parece estar, si
escuchamos a Shepard, una de las causas profundas del conflicto de Fritz con ella.
Entresaco algunos párrafos:

En tanto que Fritz quería verdadera adulación, Laura parece haberle ofrecido un apoyo
calculado. Le dio ese apoyo porque sintió, por razones de simpatía, que él lo necesitaba y
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porque, al menos al principio, lo amaba. Sin embargo, ese "dar" para compensar y curar su
debilidad constituyó un firme y silencioso recordatorio de que «eres, por cierto, una
persona poco adecuada, pero mi compasión, mis percepciones y mis intervenciones
finalmente te han de mejorar»... Puede que Fritz usara anteojeras en lo que concierne al
respeto de sí mismo, pero poseía una rara sensibilidad ante las transacciones en que la gente
quería complicarlo... En vez de las gracias por sus bienintencionados esfuerzos, Laura
recibió la suerte de desprecio que un adolescente reserva para la madre que lo protege... Su
solicitud repercutía adversamente sobre la energía de Fritz. Aquella motivación y la
respuesta de éste llevaron al interminable juego de superarse uno al otro que emprendió la
pareja...
De modo que Fritz, no poco talentoso, debió luchar con una Laura que siempre ponía de
relieve que ella era la estudiosa y él una persona sin información, relativamente iletrada, un
diletante en psicología. . .53

El propio Shepard continúa:

¿Por qué, entonces, soportó ella tantos insultos, tanto vagabundeo, tan poco aprecio por
ella? «Una vez -dice Elaine Kempner-le pregunté a Laura: "¿Por qué no te divorcias de ese
hijo de puta?" "Porque -respondió- es el hombre más fascinante que he conocido en mi
vida".» Pero la fascinación que Fritz ejercía sobre Laura había tocado a su fin. Los cambios
a que se había sometido Fritz en los últimos diez años -experiencias que lo habían tornado
más auténtico y menos aceptable por su mujer-lo habían convencido de que era tiempo de
partir. A los sesenta y tres años, el gitano estaba de nuevo en marcha. 54

Efectivamente, la situación con Laura había ido de mal en peor. Por otra parte, Fritz
estaba harto de Nueva York:

Nunca me gustó Nueva York, con su calor húmedo en el verano y su nieve húmeda y
barrosa en el invierno, con sus dificultades para aparcar y sus sirenas, con sus atrocidades
teatrales y sus largos y ruidosos viajes en metro, atestado de gente. Pero más que nada me
iba sintiendo cada vez más incómodo con Lore, que siempre me ponía en desventaja y en
esa época jamás tenía algo bueno que decir de mí. Esto, a su vez, incrementó mi tendencia a
tener amoríos sin un compromiso emocional importante. 55

Fritz, además, se sentía mal, se sentía viejo y enfermo, su antigua lesión en el corazón
parecía haberse recrudecido. Estaba cansado de todo, hasta de luchar por su terapia, ya que
no conseguía la difusión que él deseaba en el campo profesional. Desalentado, había
pensado seriamente en retirarse, en vivir tranquilamente el resto de sus días. El lugar
indicado, de entre cuantos había visitado, parecía ser Miami. En 1956 decide partir hacia
allí, rompiendo una convivencia familiar que hacía tiempo sentía vacía.

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