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El signo
Un Signo o Representamen es “[…] algo que representa algo para alguien en algún aspecto
o carácter […]” (Peirce, 1978: §2.228); o bien, “[…] un Primero que está en una relación
triádica genuina tal con un Segundo, llamado su Objeto, que es capaz de determinar un
Tercero, llamado su Interpretante, para que asuma la misma relación triádica con su Objeto
que aquella en la que se encuentra él mismo respecto del mismo Objeto” (Ibídem: §2.274;
citado en Verón, 1993: 103); o bien, “[…] algo que es determinado en su calidad de tal por
otra cosa, llamada su Objeto, de modo tal que determina un efecto sobre una persona[3],
efecto que llamo su Interpretante” (Peirce, 1987: 70).
Tipología de signos
La articulación propuesta por Peirce entre los tres elementos, términos, sujetos o soportes
del signo por una parte, y la tricotomía epistemológica de las categorías (cualidad, objeto,
ley) por otra parte, da lugar a una tipología de los signos dividida en tres tricotomías. En
particular, en su relación con el modo en que el Signo se lo representa el interpretante (es
decir, el nivel de la terceridad o el de la tercera tricotomía de los signos), un Signo puede
ser un signo de posibilidad, un signo de hecho o un signo de razón (Ibídem: §2.243).
De acuerdo con esta clasificación, un Signo puede ser llamado Rhema (un Signo que, para
su Interpretante, tiene el carácter de una posibilidad cualitativa, esto es, una “representación
de tal o cual clase de Objeto posible” (Ibídem: §2.251)); un Signo Dicente (un Signo que,
para su Interpretante, tiene el carácter de una existencia real, es decir, un signo que implica,
“como parte de él, un Rhema, para describir el hecho de que aquél es interpretado como
indicando” (Ídem)); o bien, un Argumento (un Signo que, para su Interpretante, es un signo
de ley). En suma, para Peirce, “un Rhema es un signo que es comprendido como
representación de su Objeto solo en sus caracteres, que un Decisigno es un Signo que es
comprendido como representación de su Objeto respecto de su existencia real y que un
Argumento es un Signo que es comprendido como representación de su Objeto en su
carácter de Signo” (Ibídem: §2.252).
Con arreglo al modelo ternario de las categorías, Peirce reconoce la existencia de tres tipos
de Interpretante. El Interpretante Inmediato (Primeridad), que es “[…] la parte del efecto
del Signo que basta para que una persona pueda decir si el Signo es o no es aplicable a algo
que esa persona conozca suficientemente” (Peirce, 1987: 76), esto es, el Signo en potencia
susceptible de una interpretatividad incluso “antes de obtener un Intérprete” (Ídem). Este
tipo se corresponde con el nivel de la Primeridad y se asocia, por consiguiente, con las
notas de cualidad, apariencia o posibilidad.
Cabe indicar, según puntualiza el mismo Peirce, que el Interpretante Lógico Final da lugar
al problema epistemológico de la verdad y del acceso al conocimiento. Así, cabe
diferenciar entre una noción restringida y literal del Interpretante Final, que implica la
clausura semiótica y que se asociaría con el concepto de Dios; y una concepción amplia o
metafórica, que concibe que la semiosis es un proceso infinito y que el acceso a la
interpretación final y acabada de un Signo es siempre relativa.
Bibliografía
PEIRCE, Charles Sanders (1987), Fragmentos de Obra Lógica Semiótica, Taurus, Madrid.
PEIRCE, Charles Sanders (1988), “La fijación de la creencia”, en Un hombre, un signo (El
pragmatismo de Peirce), Crítica, Barcelona.