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El trabajo líquido.

Como entender los nuevos desafíos laborales en


épocas del cambio Por Mariano Feuer, Director Creativo de Esviral
“No es Justo”
La frase se repite en todos lados, todo el tiempo. Se convierte en clave para entender los años que corren. Algunos de los
mensajes que recibe un gerente de RRHH nos dan una pista: “No es justo, me he capacitado toda una vida para algo y mi
profesión a cambiado” “Mi jefe no entiende que hay que cambiar, no es justo” “No es justo, trabajé todo el año y no
puedo desconectarme en mis vacaciones por si me necesitan”. Y no es únicamente en el ámbito laboral. Sentimos que
“no es justo” nuestro tiempo libre, nuestra familia, nuestras relaciones. Eso nos genera angustia y pesadumbre. Nos
sentimos abandonados por el juez que arbitra nuestros destinos y reclamamos al aire: ya no sabemos ante quien
quejarnos.
Cuando sentimos que perdemos cada partido jugado, hay dos opciones. La primera, la que intentamos generalmente es
jugar mejor: más duro, más hábil, con más compromiso. Eso es lo que recomendó nuestra sociedad con respecto al
trabajo. La ética protestante, como plantea Weber, fue fundacional en el concepto de capitalismo. Bauman va más allá en
ese análisis, se pregunta si, en vez de esforzarnos más para cumplir las reglas, debemos empezar a preguntarnos si lo que
ha cambiado son las reglas mismas del juego.
Según Bauman, la ética del trabajo es una norma de vida con dos reglas visibles y dos consecuencias ocultas.
Primera premisa: “si se quiere conseguir lo necesario para vivir y ser feliz, hay que hacer algo que los demás
consideren valioso y digno de pago”.
Segunda premisa: “está mal conformarse con lo ya conseguido, no es bueno descansar, salvo para reunir fuerzas y
seguir trabajando”.
La primera consecuencia que se desprende es que todos tenemos una capacidad de trabajo para vender. De esta manera,
el trabajo era el estado normal de los seres humanos, y no trabajar es anormal. Cuidado, el pago no es el único parámetro.
Un artista que gana premios por su música electroacústica no comercializable también es valorado, pues la segunda
consecuencia sostiene que sólo el trabajo cuyo valor es reconocido por los demás tiene el valor moral consagrado por la
ética del trabajo. Lo que rechaza la sociedad del trabajo es al vago. Al dispendioso del esfuerzo ajeno.
La ética del trabajo era, en este sistema uno de los ejes que sostenía la civilización tal como la conocíamos. Los llamados
“Aparatos ideológicos del Estado” según Althusser forman parte de ese programa moral y educativo que permite el
núcleo del proceso civilizador. Las coincidencias en este tema van más allá de las ideologías: Ni la derecha ni la
izquierda se cuestionaron nunca el papel histórico del trabajo. La conciencia de vivir en una sociedad industrial iba
acompañada de una convicción: el mundo es una gran fábrica y debemos producir más y mejor.
El trabajo líquido
Hace décadas que viene haciendo ruido este sistema que nos dice “intenta más fuerte”. El esfuerzo que nuestros abuelos
nos legaban para salir adelante, parece no alcanzar. ¿De qué manera podemos imaginar nuevas reglas? Quizás es
momento de entender como el trabajo líquido, el llamado por algunos teóricos “postcapitalismo” haga que pasemos
de ser “trabajadores dignificados” a “consumistas gozosos”.
¿De qué hablamos cuando hablamos de “sociedad de consumo”? Todos necesitamos consumir, pero cuando decimos que
vivimos en una sociedad de consumo nos referimos a que para “ser” necesitamos “consumir”. García Canclini lo explica
muy bien en “Consumidores y Ciudadanos”. Nuestros derechos cívicos empiezan a ser menos importantes que nuestras
adquisiciones. Somos en cuanto poseemos. Nuestro nombre o Documento de Identidad (clásicos instrumentos de una
sociedad sólida”) deja paso a nuestros nicks en las redes sociales. Nuestro saber profesional sólido (nada más sólido que
un título universitario otorgado por un universidad que lleva siglos dando formación) pierde fuerza ante nuestras
habilidades cognitivas y formas de entender nuestro trabajo.
En las reglas que conocíamos, el consumo era una consecuencia de la producción. Hoy están desconectadas. De hecho se
necesita cada vez menos personas para producir. Gran parte de las estructuras actuales, existen porque existieron, pero no
tienen lugar en las nuevas reglas. El downsizing es el proceso de moda.
A diferencia del sistema tradicional capitalista, las cosas no están hechas para durar. De hecho, es necesario que fallen,
que tengan una obsolescencia programada. Es necesario exponerlos siempre a nuevas tentaciones. Las nuevas reglas
necesitan consumidores con crédito, que nunca paguen hoy lo que desean. Qué terminen de pagarlo mucho después de
haber comprado incluso el modelo siguiente. Así como el patrón industrial necesitaba obreros disciplinados y obedientes,
el nuevo empresario necesita consumidores rebeldes y necesitados de cambios.
Cómo medir el éxito de una sociedad así: a través de índices de consumo, dejando de lado indicadores de la fuerza
productiva. El nuevo lema es flexibilidad, liquidez. Cambios disruptivos constantes. Quitarle el beneficio de la
tranquilidad al trabajador, prometiéndole a cambio una montaña rusa de beneficios y sorpresas a consumir. ¿Qué implica
en el ámbito laboral? Un juego de contratos y despidos con muy pocas reglas, pero con el derecho de cambiarlas
unilateralmente, mientras la partida se está jugando.
Podemos quejarnos, podemos alegrarnos. Pero las reglas no son más que la manera que tenemos de entender el juego.
Empecinarse en seguir jugando con las viejas reglas, sólo nos hará fracasar de manera más dura, más esforzada y con
más voluntad.
Una introducción a la Teoría de la Modernidad Líquida
20 de octubre de 2016 0

El famoso sociólogo Zygmunt Bauman fue quien desarrolló el concepto de Modernidad Líquida, en
referencia a la sociedad en la que vivimos

La Modernidad Líquida es una categoría sociológica que sirve para definir el estado actual de
nuestra sociedad. Bauman la define como una figura de cambio constante y transitoriedad, atada a
factores educativos, culturales y económicos. La metáfora de la liquidez intenta demostrar la
inconsistencia de las relaciones humanas en diferentes ámbitos, como en lo afectivo y en lo
laboral. Las redes sociales juegan su parte en ello, ya que nos permiten conectarnos con todos, pero
a la vez desconectarnos cuando queramos: un clic representa un muro o un puente en las
relaciones humanas.

La sociedad líquida está en cambio constante, lo que genera una angustia existencial, donde
parece no haber sentido cuando se trata de construir nuevas cosas, ya que el tiempo y la propia
modernidad impulsarán su desintegración. Así nos encontramos como raza humana navegando los
mares de la incertidumbre, sin saber cómo estará la economía mañana, si estallará una crisis o no,
si contaremos con trabajo, si formaremos una familia, etcétera.

El sociólogo del siglo

Zygmunt Bauman es un sociólogo y filósofo polaco y es reconocido en la actualidad como uno de


los más grandes sociólogos y analistas críticos del último siglo. Comenzó a publicar sus obras en
1950, preocupado por los temas que afectaban a las diferentes clases sociales, el consumismo
extremo, la globalización y el advenimiento de la posmodernidad. Entre sus teorías se destaca la de
Modernidad Líquida, que ha servido como base para la elaboración de la mayoría de sus
investigaciones y ha inspirado a grandes filósofos, sociólogos y psicólogos contemporáneos.

Las investigaciones de Bauman se enfocan en la estratificación social, los movimientos obreros, el


consumo y la naturaleza de la modernidad. A lo largo de su vida ha publicado más de 50 libros y
100 ensayos entre los que se destacan “Modernidad Líquida”, “Amor líquido” y “Vida de
Consumo”, que resumen gran parte de su pensamiento en torno a las relaciones sociales actuales,
los conflictos de identidad, y el consumo excesivo trasladado a todos los ámbitos de la vida.

¿Por qué “Líquido”?

Los líquidos y los gases tienen la cualidad de la fluidez, que los distingue de los sólidos porque son
elementos con forma definida y fija, mientras que los primeros sufren continuos cambios y no
conservan con facilidad su forma. En este sentido, las “cosas líquidas” no se atan de ninguna forma
al espacio ni al tiempo, son libres de fluir por donde quieran, pero siempre de manera
momentánea. Los sólidos claramente no cuentan con la libertad de fluir y no se desplazan con
facilidad, son fijos y tienen una forma definida y son perdurables: sí ocupan un espacio y un tiempo.

La liquidez es por tanto, una clara representación de nuestra realidad actual. En la vida todas las
cosas fluyen, se desplazan, se desbordan, se filtran y gotean, siempre por un periodo de tiempo
limitado y sin ocupar un espacio concreto y definido. Es por ello que Bauman adopta el concepto
de “liquidez” como unaalegoría de la naturaleza, que representa además una nueva fase de la
historia humana.
Los conflictos que la liquidez muestra en el mundo laboral

En su teoría, Bauman expone que uno de los ámbitos más afectados por la Modernidad Líquida
es el laboral. Las personas ya no ingresan a un trabajo sabiendo cuándo se retirarán, sino que eso
depende de las reglas del mercado y por tanto, es incierto. No sucede como antes que una persona
comenzaba a trabajar en una compañía en la que permanecía hasta retirarse: el mercado actual
exige renovación y cambios desde la propia empresa, pero también desde las necesidades
profesionales.

A nivel laboral hay que estar capacitado para cumplir diferentes funciones y movilizarse para
enfrentarse a nuevos desafíos. Un empleo ya no es suficiente para crear una carrera profesional, es
necesario experimentar distintas labores en diferentes puestos y compañías para poder aprender
más y destacarse por sobre los demás. El individualismo y el egoísmo es también determinante en
el campo profesional, lo que ha llevado a una preferencia por los trabajos particulares por sobre los
trabajos en equipo.

Los cambios constantes y las exigencias cada vez más limitantes del mercado laboral atemorizan a
los trabajadores, que no pueden seguir el ritmo vertiginoso de la Modernidad Líquida, quienes
muchas veces quedan rezagados y no sirven como sujetos funcionales al sistema laboral actual.

La identidad del hombre y el problema de las relaciones

La búsqueda de la identidad es otra de las problemáticas que presenta la Modernidad Líquida. El


trabajo de construirse a sí mismo como sujeto conlleva mucho tiempo y gira en torno a
determinadas tradiciones y creencias, que funcionan como un eje central en la vida. Debido a la
fugacidad de los valores actuales, esta identidad se construye en cimientos débiles, causando
fragilidad y desarraigo en las personas.

Surge de esta forma una nueva identidad flexible, que puede adaptarse a diferentes escenarios y
personas, pero que ya no se relaciona con la construcción de un “yo”, sino que es en función a los
demás, lo que genera en los sujetos una fuerte dependencia para con los otros y las expectativas de
estos, que deberán ser cumplidas.

Las relaciones humanas han sido el ámbito más afectado por la Modernidad Líquida, donde los
roles sociales y las instituciones han cambiado para siempre, bajo el lema de uniones más libres y sin
ataduras. El matrimonio como institución es un riesgo que pocas personas se animan a tomar: ya
nadie quiere comprometerse a largo plazo. El egoísmo reinante no permite generar verdaderos
lazos, por el miedo a perder libertad.

La idea del “use y tire” que nos ha otorgado el consumismo se desplaza a las relaciones, donde no
hay tiempo para reciclar, ni seguir usando cosas obsoletas, o en propias palabras del sociólogo: “La
vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales”. El miedo a
profundizar por perder poder de elección ata a las personas, quienes cada día se encuentran más
solas.

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