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EL IMPERIO ROMANO

El Imperio romano (latín: IMPERIVM ROMANVM, Imperium Rōmānum ; griego: Βασιλεία


Ῥωμαίων)n. 5 fue el periodo de la civilización romana posterior a la República y caracterizado
por una forma de gobierno autocrática. En su apogeo controló un territorio que abarcaba
desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio y Rojo al este, y desde el
desierto del Sahara al sur hasta las orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia
al norte. Debido a su extensión y duración, las instituciones y la cultura romana tuvieron una
influencia profunda y duradera en el desarrollo del lenguaje, la religión, la arquitectura, la
literatura y las leyes en el territorio que gobernaba.

Durante los tres siglos anteriores al ascenso de César Augusto, Roma pasó de ser uno de los
tantos Estados de la península itálica a unificar toda la región y expandirse más allá de sus
límites. Durante esta etapa republicana su principal competidora fue Cartago, cuya expansión
por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental rivalizaba con la de Roma. La República
se hizo con el control indiscutible del Mediterráneo en el siglo ii a. C., cuando conquistó
Cartago y Grecia.

Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que el Senado fue cada vez más incapaz de
ejercer autoridad fuera de la capital. Asimismo, el empoderamiento del ejército reveló la
importancia que tenía el poseer control sobre las tropas para obtener réditos políticos. Así fue
como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal era el poder. Este fue el caso de
Julio César, quien no solo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió
la autoridad del Senado romano.

El sistema político del Imperio surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio
César. Tras la guerra civil que lo enfrentó a Pompeyo y al Senado, César se hizo con el poder
absoluto y se nombró dictador vitalicio. En respuesta varios miembros del Senado orquestaron
su asesinato, lo que supondría el restablecimiento de la República. El precedente no pasó
inadvertido para el sobrino e hijo adoptivo de César, Octavio, quien se convirtió años más
tarde en el primer emperador tras derrotar la alianza entre su antiguo aliado Marco Antonio y
la reina egipcia Cleopatra VII. Octavio mantuvo todas las formas republicanas de gobierno,
pero en la práctica gobernó como un autócrata. En el año 27 a. C. el Senado le otorgó
formalmente el poder supremo, representado en su nuevo título de Augusto, convirtiéndolo
efectivamente en el primer emperador romano.

Los dos primeros siglos del Imperio vieron un período de estabilidad y prosperidad sin
precedentes conocido como la Pax Romana. Sin embargo, el sistema construido por Augusto
colapsó durante la Crisis del siglo iii, un prolongado periodo de guerras civiles que dio inicio al
periodo denominado como el Dominado, durante el cual el gobierno adquirió un carácter
despótico y más afín a una monarquía absoluta. En el año 286, en un esfuerzo por estabilizar al
Imperio, Diocleciano dividió la administración en un Este griego y un Oeste latino. Para este
punto Roma ya había dejado de ser la capital del Imperio. El Imperio se volvió a unir y a
separar en diversas ocasiones hasta que, a la muerte de Teodosio I en el 395, quedó
definitivamente dividido en dos.

Los cristianos ascendieron a posiciones de poder tras el Edicto de Milán promulgado por
Constantino I, el primer emperador cristiano, en 313. Tiempo después inició el Período de las
grandes migraciones, el cual precipitó el declive del Imperio romano de Occidente. Con la caída
de Rávena ante Flavio Odoacro y la deposición del usurpador Rómulo Augústulo en el 476, se
señala tradicionalmente el fin de la Edad Antigua y el comienzo de la Edad Media, aún cuando
toma cada vez más relevancia la consideración de la Antigüedad tardía como una época de
transición entre ambos periodos.

El Imperio romano de Oriente proseguiría casi un milenio en pie como el único Imperio
romano, aunque usualmente se le da el nombre historiográfico de Imperio bizantino, hasta la
caída de Constantinopla ante los turcos otomanos de Mehmed II en 1453.

El legado de Roma fue inmenso, especialmente en Europa Occidental; tanto es así que varios
fueron los intentos de restauración del Imperio, al menos en su denominación. Destacan las
campañas de reconquista del emperador Justiniano el Grande en el siglo vi y el
establecimiento del Imperio carolingio por Carlomagno en el año 800, el cual evolucionaría en
el Sacro Imperio Romano Germánico. Sin embargo, ninguno llegó a reunificar todos los
territorios del Mediterráneo como una vez logró la Roma de tiempos clásicos. Según ciertas
periodizaciones, la caída del Imperio occidental y oriental marca el inicio y fin de la Edad
Media.

En el inmenso territorio del Imperio romano se fundaron muchas de las grandes e importantes
ciudades de la actual Europa Occidental, el norte de África, Anatolia y el Levante. Ejemplos son
París (Lutecia), Estambul (Constantinopla), Viena (Vindobona), Zaragoza (Caesaraugusta),
Mérida (Augusta Emerita), Milán (Mediolanum), Londres (Londinium), Colchester
(Camulodunum) o Lyon (Lugdunum) entre otros.

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