Está en la página 1de 1

CAMPBELL: En 1929 volví de Europa como estudiante, tres

semanas antes del crac de Wall Street, así que estuve cinco años
sin trabajo. Simplemente no había empleos. Para mí fue un gran
momento.

MOYERS: ¿Un gran momento, la Depresión? ¿Qué tuvo de bueno?

CAMPBELL: No me sentía pobre, sólo sentía que no tenía dinero.


En aquel entonces la gente era muy buena entre sí. Por ejemplo,
yo descubrí a Frobenius. Me asaltó repentinamente, y tuve que
leer todo lo que hubiera escrito Frobenius. Así que escribí a una
librería que había conocido en la ciudad de Nueva York, y me
mandaron todos aquellos libros diciéndome que no tenía que
pagarlos hasta que tuviera un empleo… cosa que sucedió cuatro
años después.

Había un viejo maravilloso en Woodstock, Nueva York, que tenía


una propiedad con unas pequeñas chozas que alquilaba por veinte
dólares anuales a cualquier joven que a su juicio tuviera un futuro
en el arte. No había agua corriente, sólo un pozo y una bomba
aquí y allá. El viejo decía que no instalaría agua corriente porque
no le gustaba la clase de gente a quien atraía el agua corriente.
Fue allí donde hice lo más básico de mis lecturas y mi trabajo.
Fue grandioso. Entonces sí estaba consiguiendo mi
bienaventuranza.

Pues bien, llegué a esta idea de la bienaventuranza porque en


sánscrito, que es la gran lengua espiritual del mundo, hay tres
términos que representan el borde, el sitio desde el cual lanzarse
al océano de la trascendencia: Sat, Chit, Ananda. La palabra Sat
significa «ser». Chit significa «conciencia». Ananda significa
«bienaventuranza» o «éxtasis». Pensé: «No sé si mi conciencia es
la adecuada o no; no sé si lo que sé sobre mi ser es lo correcto o
no; pero sé dónde está mi éxtasis. Así que me aferraré a él, y eso
me dará conciencia y ser». Creo que funcionó.

También podría gustarte