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El documento describe la experiencia de Joseph Campbell durante la Gran Depresión en los Estados Unidos. A pesar de no tener trabajo durante cinco años después de regresar de Europa, Campbell no se sintió pobre gracias a la bondad de la gente. Una librería le envió libros sin cobrarle hasta que consiguió trabajo años después. Campbell también alquiló una cabaña por $20 dólares anuales, donde pudo leer y trabajar sin comodidades. Esto le brindó una sensación de bienaventuranza que guió su conciencia y comprensión
El documento describe la experiencia de Joseph Campbell durante la Gran Depresión en los Estados Unidos. A pesar de no tener trabajo durante cinco años después de regresar de Europa, Campbell no se sintió pobre gracias a la bondad de la gente. Una librería le envió libros sin cobrarle hasta que consiguió trabajo años después. Campbell también alquiló una cabaña por $20 dólares anuales, donde pudo leer y trabajar sin comodidades. Esto le brindó una sensación de bienaventuranza que guió su conciencia y comprensión
El documento describe la experiencia de Joseph Campbell durante la Gran Depresión en los Estados Unidos. A pesar de no tener trabajo durante cinco años después de regresar de Europa, Campbell no se sintió pobre gracias a la bondad de la gente. Una librería le envió libros sin cobrarle hasta que consiguió trabajo años después. Campbell también alquiló una cabaña por $20 dólares anuales, donde pudo leer y trabajar sin comodidades. Esto le brindó una sensación de bienaventuranza que guió su conciencia y comprensión
CAMPBELL: En 1929 volví de Europa como estudiante, tres
semanas antes del crac de Wall Street, así que estuve cinco años sin trabajo. Simplemente no había empleos. Para mí fue un gran momento.
MOYERS: ¿Un gran momento, la Depresión? ¿Qué tuvo de bueno?
CAMPBELL: No me sentía pobre, sólo sentía que no tenía dinero.
En aquel entonces la gente era muy buena entre sí. Por ejemplo, yo descubrí a Frobenius. Me asaltó repentinamente, y tuve que leer todo lo que hubiera escrito Frobenius. Así que escribí a una librería que había conocido en la ciudad de Nueva York, y me mandaron todos aquellos libros diciéndome que no tenía que pagarlos hasta que tuviera un empleo… cosa que sucedió cuatro años después.
Había un viejo maravilloso en Woodstock, Nueva York, que tenía
una propiedad con unas pequeñas chozas que alquilaba por veinte dólares anuales a cualquier joven que a su juicio tuviera un futuro en el arte. No había agua corriente, sólo un pozo y una bomba aquí y allá. El viejo decía que no instalaría agua corriente porque no le gustaba la clase de gente a quien atraía el agua corriente. Fue allí donde hice lo más básico de mis lecturas y mi trabajo. Fue grandioso. Entonces sí estaba consiguiendo mi bienaventuranza.
Pues bien, llegué a esta idea de la bienaventuranza porque en
sánscrito, que es la gran lengua espiritual del mundo, hay tres términos que representan el borde, el sitio desde el cual lanzarse al océano de la trascendencia: Sat, Chit, Ananda. La palabra Sat significa «ser». Chit significa «conciencia». Ananda significa «bienaventuranza» o «éxtasis». Pensé: «No sé si mi conciencia es la adecuada o no; no sé si lo que sé sobre mi ser es lo correcto o no; pero sé dónde está mi éxtasis. Así que me aferraré a él, y eso me dará conciencia y ser». Creo que funcionó.