Está en la página 1de 2

“CORÓNICA” DEL MUNDO EXTERIOR I

¿Qué es el mundo? ¿Existe el mundo? El mundo es en verdad una


abstracción inexistente, hecha para poder entendernos como de
costumbre, o sea, malamente.
Existen los mundos (y existen porque las palabras nos salen del
cuerpo y tienen el poder perforativo de crear aquello que dicen), los
mundos en plural, el de cada uno, la invención narrativa que los
seres humanos nos fabricamos. Piezas únicas y exclusivas con las
que armamos un pequeño argumento que sirve para orientarnos. De
lo contrario, el caos sería aún más grande: la pura realidad material
moviéndose al compás de las invisibles leyes físicoquímicas.
El mundo que cada cual encuentre afuera probablemente sea tan
reducido como el cubículo en el que ha permanecido encerrado
todos estos meses. Será un poco más incómodo, eso sí, debido a las
restricciones impuestas a la libertad de convivencia. La libertad. Esa
otra cosa inexistente en la que depositamos una fe inmensa y muy
curiosa: quienes más creen en ella suelen ser los que más se la
niegan a los otros. A esas restricciones se las llama “distancia
social”. Muchas expresiones son como los chistes. Nadie sabe quién
los ha inventado, pero una vez que ingresan en el habla se propagan
velozmente. Esa de “distancia social” es muy buena, es perfecta
para contrarrestar la ilusión colectiva de la proximidad globalizada.
Una pandemia, como una guerra, tiene la desgraciada virtud de
producir un efecto de “pentimento”, ese fenómeno tan peculiar que
se observa en algunos cuadros del pasado, cuando el artista corregía
algunos detalles de su obra cubriéndolos con nuevas pinceladas.
Con el paso del tiempo, la versión original comienza a hacerse de
nuevo visible. Es una suerte de milagro de la belleza, solo que ahora
la cosa es un poco diferente, porque mucho de lo que asoma tiene
aspecto de barbarie y huele a cadáver. En España han retirado los
restos de Franco de su majestuoso templo, pero por ahora solo ha
valido para que el fascismo endémico del país refuerce su sistema
inmunológico.
Lo llaman “Nueva normalidad” (la gente es sin duda imaginativa,
por qué negarlo), incluso se emplean las siglas “N.N.”, que por pura
casualidad son las mismas que leemos en las tumbas de los muertos
no identificados. N.N.: “nomen nescio”, lo que en latín significa
“desconozco el nombre”. Visto así, no se podría haber inventado
nada mejor para ponerle nombre a este nuevo mundo que no tiene
nombre, pero que ya nos amenaza con ser normal, lo cual es
suficiente para ponernos los pelos de punta. La normalidad es esa
maniobra con la que se consigue que el acíbar (una resina amarga
de propiedades purgantes) nos sepa a mermelada de arándanos. El
número de abril de la edición española de la revista Elle ha obrado
la magia de hacer desaparecer todo rastro de lo sucedido. Ni una
sola vez se mencionan las palabras “pandemia”, “confinamiento”,
“coronavirus”. Trescientas treinta y ocho páginas repletas de
destinos paradisíacos a los que no podemos ir, por falta de aviones y
dinero, fastuosos restaurantes que ya han quebrado antes de
inaugurarse siquiera, y fantasmales salones de fiestas. Por tan solo
4,5 euros uno puede comprarse una dosis de negacionismo y
saborearla pasando las hojas.
¿Cómo habrá de transformarse el mundo de cada uno? Los
historiadores -hablaré de esto el próximo domingo- dicen que las
pandemias son episodios que tienden a reprimirse en el relato de la
civilización, porque al imaginario colectivo le resulta muy difícil
representarlos. Llevamos más de tres meses confinados en el
discurso del coronavirus, y así seguiremos durante mucho tiempo
aunque nos hayan abierto las puertas. Sin embargo, el gran
interrogante es saber si toda esa epidemia desinformativa, verdadero
apocalipsis del malentendido inmemorial del lenguaje, habrá de
sernos útil para volver a reunir todo lo que se ha desatado. Tal vez
se necesiten otras palabras, unas que evoquen, que resuenen, pero
no nombren. Shakespeare, el inventor del ser humano, supo hablar
del asunto como nadie. Se merece una mención especial en la
“corónica” que viene.

También podría gustarte