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Eric Hobsbawm: “La revolución cultural”, en Historia del siglo XX.

Reporte de
lectura.
Por Abdiel Espinoza González

Este capítulo es una respuesta a la pregunta: ¿Qué provocó el cambio cultural de la


segunda mitad del siglo XX y cuáles fueron las transformaciones sociales y económicas
que ocasionó? Para responder, Hobsbawm no recurre a las macro interpretaciones de la
sociedad, sino que se enfoca en el análisis de la familia, en los cambios lentos o rápidos
que se van dando al interior de ésta en la segunda mitad del siglo XX en los países
desarrollados, cambios como: el aumento en el número de divorcios, de personas que
vivían solas sin haber contraído matrimonio, de madres solteras y en los fenómenos de
cambio de actitud publica entorno a la sexualidad. El resultado de estos fenómenos habría
de provocar una ruptura del concepto de la familia nuclear, que a su vez, modificaría por
consecuencia la cultura y la estructura social, política y económica.
La sociedad que atestiguó la revolución cultural estaba compuesta en su mayoría por
personas adultas herederas, por llamarla así, del mundo que sobrevivió a la Segunda
Guerra Mundial y que veía la conformación de dos bloques mundiales en el contexto de la
Guerra Fría. Los cambios que experimentó la familia hicieron posible el surgimiento de lo
que el autor llama una cultura juvenil, en una sociedad de adultos, y que se convirtió en un
agente social impulsado por los fabricantes de bienes de consumo, ya que un bienestar
económico le proporcionaba cierta autonomía con respecto de los adultos.
El desfase genealógico y la prosperidad económica modificaron la concepción mismo de la
idea de juventud, ésta dejo de ser una fase de preparación para la vida, pasó a ser el
centro y fin mismo de ella; adquirió ventajas con respecto a los adultos, por su
adaptabilidad a los cambios tecnológicas y creó una cultura internacional en cuanto a la
forma de vestir. Nació pues, “una cultura juvenil global” que veía reflejadas sus
aspiraciones de cambio en figuras jóvenes revolucionarias con éxito como Fidel Castro. Era
pues una revolución cultural divorciada de su pasado.
La ciudad se convirtió en el escenario de cambio, la cultura juvenil hizo suya la ciudad, le
otorgó nuevos significados y creó nuevos comportamientos y costumbres, donde la
seguridad económica, el poder adquisitivo y la adquisición de bienes materiales jugaron un
papel determinante. Existía pues en una misma sociedad y espacio dos culturas totalmente
diferentes enfrentándose entre sí, la cultura juvenil y la cultura de postguerra. La primera de
ellas actuando en reacción ante las normas existentes impuestas por la segunda en su
intento por mantener el orden casi contra corriente. El resultado fue una reacción desde
distintos enfoques. “La cuestión de los gustos” fue el centro de la tensión. Esta revolución
cultural popularizó los gustos de la juventud de la clase media en contraposición a la “alta
cultura”.
No obstante Hobsbawm inicia su análisis con un enfoque en la familia, mantiene la
referencia de la estructura económica, lo cual ayuda para relacionar la prosperidad
económica con el poder adquisitivo de esta nueva juventud, punta de lanza del cambio
social y a la vez presa del consumismo.
La explicación del cambio social, del origen de esta revolución cultural se encuentra en los
cambios que va sufriendo la familia. La familia era una especia de célula que mantenía en
armonía el gran tejido social y al modificarse su interior el tejido social lo hizo también. El
relajamiento de los lazos familiares y el fortalecimiento del individualismo ante en un estado
benefactor significó el rompimiento de todo vínculo y responsabilidad de parentesco que no
hizo crisis al instante ya que el estado tuvo la posibilidad de hacer suyas las
responsabilidades y necesidades que anteriormente se suplían al interior de la familia. Es
decir, los servicios de bienestar social posibilitaron el “rompimiento” de los hijos con los
padres, pues es el estado otorgaba pensiones y creaba asilos para ancianos. Aumentando
así la distancia entre generaciones.
El divorcio del pasado de la cultura juvenil, el relajamiento de los valores familiares y la
exclusión de los pobres en las políticas de bienestar social de las sociedades del primer
mundo provocaron una reacción contra el individualismo que se manifestó en la búsqueda
de identidad de estos sectores en un pasado común seguro ante un presente de constante
cambio e inseguro.
A manera de reflexión final, el rompimiento del modelo familiar y con el pasado provocado
por la revolución cultural y el posterior abanderamiento del individualismo y relativismo fue
determinante para la crisis de la modernidad y el inicio de la llamada posmodernidad.

Capítulo X LA REVOLUCIÓN SOCIAL, 1945-1990

La novedad de esta transformación estriba tanto en su extraordinaria rapidez como en su


universalidad.
Para el 80 por 100 de la humanidad la Edad Media se terminó de pronto en los años
cincuenta; o, tal vez mejor, sintió que se había terminado en los años sesenta.
Realmente, la rapidez del cambio fue tal, que el tiempo histórico puede medirse en etapas
aún más cortas.
A finales de los años setenta los vendedores de los puestos del mercado de un pueblo
mexicano ya determinaban los precios a pagar por sus clientes con calculadoras de bolsillo
japonesas, desconocidas allí a principios de la década
El cambio social más drástico y de mayor alcance de la segunda mitad de este siglo, y el
que nos separa para siempre del mundo del pasado, es la muerte del campesinado
Lo que pocos hubiesen podido esperar en los años cuarenta era que para principios de los
ochenta ningún país situado al oeste del telón de acero tuviese una población rural superior
al 10 por 100,
En América Latina, el porcentaje de campesinos se redujo a la mitad en veinte años en
Colombia (1951-1973), en México (1960-1980) y —casi— en Brasil (1960-1980), y cayó en
dos tercios, o cerca de esto, en la República Dominicana (1960-1981), Venezuela (1961-
1981) y Jamaica (1953-1981).
Sólo tres regiones del planeta seguían estando dominadas por sus pueblos y sus campos:
el África subsahariana, el sur y el sureste del continente asiático, y China.
Cuando el campo se vacía se llenan las ciudades. El mundo de la segunda mitad del siglo
xx se urbanizó como nunca

Educación

Casi tan drástico como la decadencia y caída del campesinado, y mucho más universal, fue
el auge de las profesiones para las que se necesitaban estudios secundarios y superiores
Pero, tanto si la alfabetización de las masas era general como no, la demanda de plazas de
enseñanza secundaria y, sobre todo, superior se multiplicó a un ritmo extraordinario, al
igual que la cantidad de gente que había cursado o estaba cursando esos estudios.
Esta multitud de jóvenes con sus profesores, que se contaban por millones o al menos por
cientos de miles en todos los países, salvo en los más pequeños o muy atrasados, cada
vez más concentrados en grandes y aislados «campus» o «ciudades universitarias», eran
un factor nuevo tanto en la cultura como en la política
Tal como revelaron los años sesenta, no sólo eran políticamente radicales y explosivos,
sino de una eficacia única a la hora de dar una expresión nacional e incluso internacional al
descontento político y social
La mujer

La entrada masiva de mujeres casadas —o sea, en buena medida, de madres— en el


mercado laboral y la extraordinaria expansión de la enseñanza superior configuraron el
telón de fondo, por lo menos en los países desarrollados occidentales típicos, del
impresionante renacer de los movimientos feministas a partir de los años sesenta. En
realidad, los movimientos feministas son inexplicables sin estos acontecimientos
En realidad, las mujeres, como grupo, se convirtieron en una fuerza política destacada
como nunca antes lo habían sido. El primer, y tal vez más sorprendente, ejemplo de esta
nueva conciencia sexual fue la rebelión de las mujeres tradicionalmente fieles de los países
católicos contra las doctrinas más impopulares de la Iglesia, como quedó demostrado en el
referendo italianos a favor del divorcio (1974) y de una ley del aborto más liberal (1981)

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