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Salas, Ernesto (2003) Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista, Biblos, Bs. As.

Hay una ausencia de trabajos historiográficos sobre la secuencia que se inicia en 1955 y culmina con el surgimiento de
las guerrillas a fines de la década del sesenta. Esto limita el análisis de “la experiencia del debate generado entre los
militantes, tanto peronistas como marxistas, sobre la capacidad y posibilidad de la violencia revolucionaria como forma
de lucha” a la segunda mitad de la década, perdiendo la riqueza de una historia que comienza inmediatamente después
del golpe. (16)
Esto supone a la vez ubicar las causas de las insurrecciones urbanas y el auge de las guerrillas en los años
inmediatamente anteriores, excluyendo “los crímenes cometidos entre 1955 y 1966”, así como la huella dejada en
quienes sufrieron esos crímenes por la “primera resistencia”. Huella “que se transformó e integró en la tradición
combativa de la década siguiente.” (16-17)
“Las bases peronistas, liberadas de la tutela ejercida por el Estado y su partido y fogueadas por las intensas luchas de la
segunda mitad de los 50, se radicalizaron hacia ideas nacionalistas revolucionarias, tanto en los sindicatos como en los
comandos.” Cuando la represión desarticuló esa “primera” resistencia, “muchos de sus componentes simbólicos se
transformaron en experiencia, tradición y memoria viva en los barrios obreros y en las fábricas, aunque ellas fueran
luego diversamente interpretadas por las variadas coloraciones ideológicas del peronismo.” (16-17)

Los proceso de identidad colectiva


Todo sujeto social posee identidades múltiples. Por ende la identidad colectiva es en sí una construcción artificial, por
la cual entre todas las identidades que todos tenemos, una “unifica y da sentido a la acción política”.
Una de las identidades más poderosas para la construcción de un colectivo social ha sido la identidad nacional, cuyo
origen se remonta a la legitimación de la construcción del Estado-Nación. (22)
Para que surja una nueva identidad colectiva capaz de desplazarla, es necesaria la emergencia de una alteridad, es
decir, de un ellos y un nosotros, que constituyen en esencia un “juego de espejos; nos miramos en el otro para negar su
afirmación y construir nuestro significado, nuestra identidad.” (22-23)
Desde este punto de vista, en el análisis de las identidades los interrogantes claves se refieren al proceso de
construcción: cómo, desde qué, por quién y para qué. En la medida en que se trata de un proceso que se da en el marco
de relaciones de poder pueden concebirse tres tipos de identidades: legitimadora, de resistencia y proyecto. (Castells,
“La era de la información. El poder de la identidad”) (23)

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