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EJÉRCITO OGRO Matón 141

Matón (Voric Machacadragones) 141


+Armadura pesada +4
+Puño de hierro +4
+Yelmo del dragón +10
+Semilla del renacimiento +10
+Poción de velocidad +5
+Espada larga cathayana +8
Unidades básicas 245
3 Ogros (Principal) 123
*Campeón Sgurri el vidente
+Gupo de mando completo +30
+Armas de mano adicionales +3
3 Tripas duras 120
Unidades especiales 230
2 Caballería dientes martirio 150
+Armadura pesada +10
+Puños de hierro +10
1 Gargantúa 80
Unidades singulares 130
Tirasobras Gnoblar 130
TOTAL 749

TRASFONDO:

Era la tercera vez que Sgurri salvaba su vida en un asalto a una caravana. No era cosa de suerte, no. Sus
compañeros habían sido aniquilados por el mismo contingente cathayano. Eran rápidos, rápidos como
un rayo. Cualquier otro ogro pensaría que eran fantasmas, pero Sgurri era listo. Listo y astuto. Mucho
más que el resto de ogros. No. No era cosa de fantasmas. Era magia.
Había estado pensando toda la noche. Solo y hambriento, sin nadie que lo moleste. Los cathayanos
debían tener algo que les alerte. Siempre los mismos. Siempre rápidos. De eso estaba seguro. Incluso
podía recordar alguna que otra cara. No había otra explicación posible.
Sgurri buscó un risco y escaló a lo más alto. Necesitaba una posición elevada, un lugar desde el que
observar y buscar respuestas. Y desde allí la vio. Clara como el agua. ¡La magia! Allí estaba la maldita
fuente de su poder: una gran torre verde y resplandeciente. De allí manaba seguro su hechicería...
Entonces Sgurri sonrió, entre sus dientes sucios y ensangrentados aún se podían ver los restos de su
última comida. Su poder, su magia, ¡sus tesoros! Seguro que lo guardaban todo allí. Y alimento. Mucho
alimento. Montones y montones de comida. Incluyendo, claro está, toda esa carne humana. La boca se
le hizo agua al instante.
Durmió un poco en una pequeña cueva que había junto al risco y, al amanecer, partió en busca de
una nueva tribu. Sgurri pidió audiencia con su general y le contó todo lo sucedido. Voric, apodado el
Machacadragones, quien había acabado con sus propias manos con un dragón (uno joven, todo hay que
decirlo), escuchó atentamente lo que aquel pequeño ogro tenía que decir. No por respeto, tampoco por
temor. Sino por curiosidad.
Tras meditar sus palabras, Voric tomó dos decisiones. La primera, que no mataría al ogro pues no
suponía amenaza alguna con su tamaño. Ere sólo un vidente, pues veía cosas, y así lo llamaría a partir
de ahora. La segunda, que reuniría a su tribu para conquistar la torre de jade. Se acabó asaltar caravanas,
se acabó pasar hambre. Había llegado el momento de Voric. Voric el grande. Voric Machacadragones.
Voric el señor de la torre de jade.

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