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Antioqueñidad
Antioqueñidad
En cada silletero que desfila, en cada café que se sirve, en cada sombrero que se alza y en cada
palabra que se pronuncia, resonamos como una comunidad que rinde tributo a su esencia.
Los antioqueños, con su espíritu audaz y su determinación inquebrantable, han forjado un camino
de progreso que ilumina el horizonte de Colombia. En estas montañas, difíciles montañas que con
machete y hacha desmontaron nuestros ancestros hasta fundar sin permiso del rey las urbes del
departamento que al sol de hoy transforman sus calles en lienzos de cambio.
Ya lo decía el poeta José Manuel Arango sobre estas montañas, “Nada en ellas es blando. No son
éstas, por cierto, las formas de una tierra llana y amable.
Ya los mismos nombres con que hablamos de ellas dicen lo que son: una sierra,
el boquerón, el cerro, la cuchilla. Líneas secas, tajantes.
Y esa luz,
esa reverberación de la luz,
esos desfiladeros desbordantes.
De natura imponente y valores solemnes, así lo murmuraba Epifanio Mejía por las calles de
Yarumal: “Con el morral a la espalda cruzamos llanos y cuestas, y atravesamos montañas y anchos
ríos y altas sierras”.
Perdonamos al rendido
porque también hay nobleza
y en los bravos corazones
que nutren las viejas selvas.