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16 septiembre, 2014

Carlos Peña le refriega a Javiera Olivares que el


deber de un periodista es proteger la libertad de
expresión
Por: El Mostrador
Para el rector de la UDP, la timonel del Colegio de Periodistas confunde el contenido del discurso
con la posibilidad de expresarlo. Por su parte, la presidenta de la orden le contestó que le parece
contradictorio que el argumento del académico sea la libertad de expresión y -a la vez- le inquiete
tanto que una dirigenta de un gremio haga uso de éste para evaluar cómo cumplen su rol los
medios de comunicación, tal como podría hacerlo cualquier ciudadano.

El jueves de la semana pasada, 11 de septiembre, apareció en El Mercurio una inserción a página


completa titulada «1973: Allende gobierna fuera de la Constitución y la Leyes y la Cámara de
Diputados llama a una intervención militar«. Documento que fue publicado a propósito de –indican
sus promotores– las palabras que formuló en Sudáfrica la Presidenta Michelle Bachelet, donde afirmó
que los objetivos de su administración eran los mismos que los del gobierno de Salvador Allende.
La inserción pagada fue cuestionada por la presidenta del Colegio de Periodistas, Javiera Olivares,
quien señaló que «en más de una oportunidad hemos dicho que nuestro Código de Ética señala
expresamente que el ejercicio periodístico está al servicio de la verdad, los principios democráticos y
los derechos humanos, por ello no me parece correcto ni coherente al actual sistema democrático
reivindicar y ‘recordar’ un documento que pedía la intervención militar a un gobierno
democráticamente electo».
Declaraciones que fueron cuestionadas el domingo 14 de septiembre por el rector de la Universidad
Diego Portales, Carlos Peña, y por el diario fundado por Agustín Edwards Mac-Clure a través de su
sección «la Semana Política» de la página editorial. En la ocasión, la máxima autoridad académica de
la UDP expresó que «no era correcto sostener que los medios no debieron publicar la declaración de la
Cámara de Diputados».
«Es evidente que quienes pagaron ese inserto están movidos por el propósito de legitimar ex post el
golpe y la dictadura que le siguió. Y también es cierto que, al hacerlo, omiten condenar moralmente los
crímenes que siguieron», sostuvo Peña a través de una columna de opinión, donde sentenció que si bien
«es malo esgrimir explicaciones históricas para justificar crímenes, es igualmente malo esgrimir
principios morales para impedir que se reflexione sobre los hechos».
En respuesta a Peña y a El Mercurio, Javiera Olivares contestó: «Las críticas parten de un supuesto
equivocado. Se afirma, en el editorial, que la inserción se limitó a reproducir la declaración de la
Cámara de agosto de 1973. Por su parte, el columnista se pronuncia en similar sentido al señalar que se
trataría de la promoción de una interpretación de los hechos del pasado. Lo cierto es que el texto
publicado hace mucho más que eso. Legitima, desde luego, el derrocamiento del gobierno
constitucional de Salvador Allende y el régimen dictatorial. Pero, más grave aún, se desprende de él –
con total claridad– una amenazante interpelación al actual gobierno. Allí los firmantes titulan: ‘1973:
Allende gobierna fuera de la Constitución y las leyes y la Cámara de Diputados llama a una
intervención militar. Frente a los dichos de la Presidenta en Sudáfrica afirmando que tiene los mismos
objetivos que el régimen de Allende, es bueno recordar cómo evaluaba la Cámara de Diputados a dicho
gobierno en 1973′».
Este martes, lejos de aquietarse las aguas, Peña decide responder. «Temo que la presidenta del Colegio
de Periodistas, al sostener que fue incorrecto publicar la declaración de la mayoría de la Cámara de
Diputados previa al once de septiembre de 1973 con los comentarios que formulaban paralelos con la
situación actual, confunde el contenido del discurso con la posibilidad de expresarlo. Tiene todo el
derecho a oponerse a lo primero; pero no tiene ninguno a poner límites a la segundo».
«¿No era el deber de un periodista proteger la libertad de expresión especialmente política?», se
pregunta.
Consultada por El Mostrador sobre las declaraciones del rector de la UDP, la presidenta del Colegio
de Periodistas declaró: «El fondo del asunto que se ha planteado, no tiene que ver con la publicación de
este documento histórico, sino con un emplazamiento de los adherentes del inserto pagado, situación
que es delicada, porque hace una extrapolación del gobierno de Salvador Allende con la actual
administración e insinúa la posibilidad de resolver desavenencias en un sistema democrático a través de
una intervención militar».
«Me parece contradictorio que si el argumento del profesor Peña es la liberad de expresión, a él le
inquiete tanto que una dirigente de un gremio haga uso de su libertad de expresión para evaluar cómo
cumplen su rol los medios de comunicación, tal como podría hacerlo cualquier ciudadano», concluyó.

15 septiembre, 2014

Presidenta del Colegio de Periodistas responde a El


Mercurio y a Carlos Peña
Por: El Mostrador
«Las críticas parten de un supuesto equivocado», sostiene la timonel de la orden.

La presidenta del Colegio de Periodistas, Javiera Olivares, salió al paso de la columna de Carlos
Peña publicada ayer en El Mercurio y a la sección «La Semana Política» de la página editorial,
respecto de la inserción pagada que publicara el diario llamando a recordar el acuerdo de la Cámara de
Diputados de agosto de 1973 que apuntaba a la intervención militar.
Al respecto la dirigenta comunista aseguró que «las críticas, sin embargo, parten de un supuesto
equivocado. Se afirma, en la editorial, que la inserción se limitó a reproducir la declaración de la
Cámara de agosto de 1973. Por su parte, el columnista se pronuncia en similar sentido al señalar que se
trataría de la promoción de una interpretación de los hechos del pasado».
«Lo cierto es que el texto publicado hace mucho más que eso. Legitima, desde luego, el derrocamiento
del gobierno constitucional de Salvador Allende y el régimen dictatorial. Pero, más grave aún, se
desprende de él –con total claridad– una amenazante interpelación al actual gobierno. Allí los
firmantes, titulan: ‘1973: Allende gobierna fuera de la Constitución y las leyes y la Cámara de
Diputados llama a una intervención militar. Frente a los dichos de la Presidenta en Sudáfrica afirmando
que tiene los mismos objetivos que el régimen de Allende, es bueno recordar cómo evaluaba la Cámara
de Diputados a dicho gobierno en 1973’», agregó Olivares.
«Es preciso tener presente que, de acuerdo a la deontología periodística, en general, y al artículo
primero del Código de Ética de nuestro Colegio, en particular, los periodistas debemos estar al servicio
de la verdad, los principios democráticos y los derechos humanos», recalcó la timonel de la orden.
«Reafirmo, entonces, que es contrario a toda democracia la divulgación de amenazas través de los
medios al actual o a cualquier otro gobierno electo e insinuaciones que apuntan a que las diferencias
políticas se resuelven con intervenciones militares. Es un mínimo deseable que los periodistas y medios
de comunicación asumamos este debate con el ánimo de contribuir a una cultura que promueva un
profundo respeto a los principios democráticos», concluyó.

Carta abierta de organizaciones sociales


Con asombro diversas organizaciones sociales pudimos observar este domingo cómo en sendas
opiniones incorporadas a la columna del Rector de la UDP, Carlos Peña, y a las páginas editoriales del
diario El Mercurio se relevó, una vez más, el sentido de oportunidad del reportaje de Canal 13 sobre el
movimiento estudiantil y el inserto que apareció en el diario La Tercera y El Mercurio llamando a
“recordar” el documento de agosto de 1973 que reivindicaba una intervención militar al gobierno
entonces democráticamente electo. Ante tales hechos declaramos públicamente:
1) Estamos seguros de que, tal como ha planteado en innumerables ocasiones el Colegio de Periodistas
y diversas organizaciones sociales, el periodismo debe estar al servicio de fortalecer el debate
democrático, diverso y plural. Desgraciadamente, en Chile esto no siempre ocurre pues la libertad de
expresión no es plena, debido a la enorme concentración de la propiedad de los medios de
comunicación. Lo que queda claramente ilustrado en los análisis publicados por El Mercurio y sus
columnistas, que evadieron referirse a la cuestionada portada de La Segunda, ambos medios del mismo
propietario, el holding mediático El Mercurio S.A.
2) Rechazamos las estigmatizaciones injustas que el discurso público tiende a producir sobre ciertos
sectores de la sociedad civil y rechazamos con fuerza también, publicar llamados abiertos a reivindicar
o imitar lo que fue un golpe de Estado que se tradujo en tanta muerte para Chile.
3) No consideramos justo que un medio de comunicación que hasta hace poco hablaba de “presuntos
desaparecidos” o “pronunciamiento militar”, hoy se arrogue el derecho de definir si es democrático o
no que un movimiento u organización social, sindical o gremial critique el ejercicio periodístico cuando
éste no cumple su compromiso con el pluralismo y fortalecimiento de la democracia.
4) Los abajo firmantes adherimos, con mayor certeza que nunca, a la necesidad de conformar las bases
de un movimiento social que abogue por más libertad de expresión para Chile, más pluralismo medial y
mayor respeto a los derechos de las personas.
Atentamente,
-Esperanza Silva, Actriz
-Andrea Gutiérrez, Presidenta de Sindicato de Actores de Chile, SIDARTE
-Javiera Olivares, Presidenta del Colegio de Periodistas de Chile
-Lorena Pizarro, Presidenta Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
-Alicia Lira, Presidenta Agrupación de Ejecutados Políticos.
-Pablo Paredes, Coordinador Nacional de Revolución Democrática.
-Blanca Lewin, Actriz, Consejera ChileActores.
-Manuela Gumucio, Directora Ejecutiva Observatorio de Medios, FUCATEL.
-Chiara Sáez, Coordinadora del Programa de Libertad de Expresión y Ciudadanía del ICEI,
Universidad de Chile.
-Paul Walder, Editor Diario El Clarín de Chile.
-Ricardo Paredes, Vocero de la Coordinadora de Estudiantes Secundarios, CONES.
-Kathy Kowalezco, Actriz, Consejera ChileActores.
-Lorena Donoso, Presidenta Instituto Chileno de Derecho y Tecnología
-Daniela Manríquez, Periodista Observatorio de Medios, FUCATEL
-Teresa Valdés, Observatorio de Género y Equidad.
-Dafne Moncada, Observatorio Comunicación y Medios, Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso.

The clinic
16 de Septiembre de 2014
Carlos Peña a presidenta del Colegio de Periodistas: “¿No era el deber de
un periodista proteger la libertad de expresión?
El abogado y rector de la UDP, Carlos Peña, le respondió con vehemencia a la presidenta del
Colegio de Periodistas, Javiera Olivares, quien a través de una carta al director de El Mercurio lo
criticó por su posición frente a la inserción publicada en diversos medios para “recordar” la
posición de la Cámara de Diputados contra el gobierno de Salvador Allende, en 1973.

En su habitual columna del domingo, Peña había planteado que es “absurdo que de aquí en
adelante se proscribieran las interpretaciones o puntos de vista acerca de hechos históricos”,
criticando a quienes están tan “convencidos de cuán puras y verdaderas son sus convicciones, al
extremo que ya no siente la menor necesidad de asomarse a las ajenas”. Asimismo, ayer Olivares
insistió en que “el columnista señala que se trataría de la promoción de una interpretación de los
hechos del pasado”, cuando a su juicio el texto no solo “legitima, desde luego, el derrocamiento
del gobierno constitucional de Salvador Allende y el régimen dictatorial”, sino que también hace
“una amenazante interpelación al actual gobierno”.

Ante ello, y de nuevo a través de una carta al director de El Mercurio, el abogado arremetió
cuestionando la posición de la militante comunista. “Temo que la presidenta del Colegio de
Periodistas, al sostener que fue incorrecto publicar la declaración de la mayoría de la Cámara de
Diputados previa al once de septiembre de 1973 con los comentarios que formulaban paralelos
con la situación actual, confunde el contenido del discurso con la posibilidad de expresarlo”,
señaló.
Ella “tiene todo el derecho a oponerse a lo primero; pero no tiene ninguno a poner límites a lo
segundo. ¿No era el deber de un periodista proteger la libertad de expresión especialmente
política?”, sentencia Peña.

De inmediato la aludida respondió nuevamente al columnista del diario de Agustín Edwards. “El
fondo del asunto que se ha planteado, no tiene que ver con la publicación de este documento
histórico, sino con un emplazamiento de los adherentes del inserto pagado, situación que es
delicada, porque hace una extrapolación del gobierno de Salvador Allende con la actual
administración e insinúa la posibilidad de resolver desavenencias en un sistema democrático a
través de una intervención militar”, dijo a El Mostrador.
“Me parece contradictorio que si el argumento del profesor Peña es la liberad de expresión que a
él le inquiete tanto que una dirigente de un gremio haga uso de su libertad de expresión para
evaluar cómo cumple su rol los medios de comunicación, tal como podría hacerlo cualquier
ciudadano”, concluyó.

Sobre la respuesta de Lavin a Peña por la Casen, Peña vuelve a contestar:

Hoy, el abogado vuelve a la carga subrayando que el secretario de Estado “elude el problema en el que está
envuelto (…) que él ocultó información relevante para evaluar los resultados de la encuesta Casen”.

“La ciudadanía, y la prensa, tienen derecho a formarse un juicio independiente de aquel que divulga el
Gobierno respecto de su propio quehacer; pero para eso necesita conocer toda la información y la manera
en que ella se obtuvo. Solicitar esos datos no es hostigar al Gobierno ni al ministro, sino simplemente
ejercer el escrutinio que es propio de la democracia”, sostiene Peña en su misiva.
“El problema no es, pues, cuánta fortaleza tiene la encuesta Casen, sino con cuánta veracidad se conduce el
ministro a la hora de cumplir con sus deberes públicos”, finalizó.
Uno de los temas que se han discutido, o se han comenzado a discutir,
en la Convención, es el de las iniciativas populares para modificar o
diseñar reglas constitucionales (o más ampliamente promover reformas
legales). ¿Es razonable admitir esas iniciativas que son, como se sabe,
modalidades de democracia directa? ¿Es bueno para la democracia que un número de ciudadanos
(al margen de los representantes electos) pueda forzar el cambio de reglas?

Suele creerse que la democracia directa funciona bien cuando se la ejercita en grupos más o menos
pequeños, cuyos miembros se sienten ligados por deberes recíprocos; pero, se agrega, ello no
ocurriría cuando se la ejercita a gran escala. En la cultura de masas (con la excepción, claro, de
Suiza) estos mecanismos siempre acabarían en un verdadero sorteo de resultados impredecibles o,
lo que es peor, en una artimaña para que los dictadores o los liderazgos carismáticos acaben Las iniciativas
legitimándose de mala manera.
populares
Hay, sin embargo, investigaciones (véase, por ejemplo, Altman, D., Direct Democracy Worldwide,
4 Comentarios
Cambridge
Carlos Peña:University Press, 2011)
"¿Es correcto que iniciativas
admitir sugieren que hay una de
populares asociación
ley o de fuerte entre el nivel de la
preceptos
Las iniciativas populares
democracia y el uso de estos mecanismos, tanto de los que ascienden (como la iniciativa popular)
constitucionales? ¿Será mejor que sean siempre los representantes los que decidan?".
como de los que descienden (como ocurre con el plebiscito). La idea conforme a la cual este tipo de
mecanismos no suelen emplearse en las verdaderas democracias, las que serían alérgicas a ellos y
favorables, en cambio, solo a la democracia representativa, puede ser falsa y su persistencia deberse
a eso que Flaubert llamaba ideas recibidas.

Veamos.

En el caso de los regímenes no democráticos el uso de mecanismos de democracia directa, en


especial las consultas o el plebiscito, constituyen sin duda apenas una mímica de democracia, un
simulacro o pantomima que se efectúa con fines de legitimación de las élites en el poder o para
galvanizar el espíritu colectivo (como ocurrió en Chile para la consulta de 1978 o para el plebiscito de
1980). En un régimen dictatorial casi siempre ocurre con la democracia directa lo que en un alarde de
sinceridad dijo alguna vez Somoza: “Usted puede ganar las elecciones a la hora de votar, pero no
tenga dudas que yo ganaré a la hora de contar los votos”. Los casos en que el plebiscito en contextos
no democráticos acabó en contra de quien detenta el poder son mínimos (Uruguay y Chile son la
excepción; pero sumados representarían apenas el 0,2% del uso total de este tipo de mecanismos).

De manera que si se atiende a las dictaduras o regímenes autoritarios (como Venezuela hoy, o
Cuba), no cabe la menor duda de que esos mecanismos son disfraces o pantomimas de democracia.

Pero ¿ocurrirá lo mismo cuando la democracia directa se establece en contextos democráticos, como
será, es de esperar, el que establecerá la nueva Constitución?

En el libro citado más arriba, el profesor Altman explica que en los treinta años que van entre fines del
XX y la primera década del XXI, hubo más de un centenar de votaciones directas (distintas a la mera
elección de autoridades) en la región. Solo seis países no habían tenido jamás una experiencia de
esta índole desde fines de los setenta. Del total de votaciones directas, el ochenta y cinco por ciento
de ellas corresponde a mecanismos iniciados desde arriba (se trata básicamente de plebiscitos) y el
quince por ciento restante fueron iniciados desde abajo (referendos, iniciativas populares, iniciativas
consultivas). ¿Cuáles fueron los resultados de esas votaciones directas? ¿Es verdad que la mayor
parte de las veces favorecieron a quien las convocaba, de manera que el uso de estos
procedimientos en vez de fortalecer a la ciudadanía la acaba deteriorando?

No.

Lo que ponen de manifiesto las cifras es que la tasa de aprobación de este tipo de mecanismos no
varía más que en un punto entre aquellos que son convocados desde arriba (referéndums
convocados por quien está en el poder, donde pudiera haber temores más fundados de
manipulación) y los que son convocados desde abajo (como las iniciativas de ley apoyadas en un
número de firmas, donde tampoco parece verificarse un triunfo irrestricto de quienes las impulsan). La
conclusión parece obvia: no es cierto que este tipo de mecanismos esté siempre expuesto a la
manipulación y que las más de las veces constituya una simple artimaña o engañifa mediante la cual
quienes los convocan, se convierten en césares, y tampoco es cierto que se trate de un simple
arbitrio a cuyo través la ciudadanía, organizada mediante grupos de presión, acaba imponiendo sus
intereses al proceso deliberativo.

Quizá haya, después de todo, algo útil en ese tipo de mecanismos si se los diseña bien.

Schumpeter dijo alguna vez que la democracia consistía en que las personas, cada cierto tiempo,
elegirían qué élite las gobernaría. Algunas formas de democracia directa —bien reguladas, y en un
contexto predominante de democracia representativa— pueden contribuir a que esa élite sienta y
recuerde una y otra vez que el poder lo tiene de prestado y los ciudadanos recuerden que es suyo.

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